Las terapias de mi esposa, Capítulo II

Tenía entonces algunos minutos para continuar viendo los videos donde mi mujer, la psicóloga, le faltaba a nuestro matrimonio con un paciente y que ella misma me había entregado.

Antes de que mi esposa llegara a casa pude leer completa la bitácora de sesiones con su paciente… o más bien: su aprendiz. Sabía ya cómo terminaría todo antes de que ella regresara a casa.

Tenía entonces algunos minutos para continuar viendo los videos donde mi mujer, la psicóloga,  le faltaba a nuestro matrimonio con un paciente y que ella misma me había entregado.

VIDEO 2

Comienza con mi mujer sentada en su escritorio hablando con Arturo. Él escuchaba atentamente y la miraba con una expresión que más bien parecía de arrepentimiento.

Un par de minutos después mi esposa se pone de pie y camina al otro lado del escritorio recargándose con sus dos brazos en él e inclinando su cuerpo un poco.

Arturo se puso de pie y comenzó a hacer cosas de manera robótica, posiblemente siguiendo instrucciones que yo no podía ver al tener a mi mujer de espaldas y con el video sin audio.

Se puso detrás de ella y comenzó primero a acariciar sus brazos y su cabello. Mi mujer se movía de un lado a otro incluyendo su culo, que claramente le llamaba más la atención a Arturito que sus brazos o espalda, sin embargo algo lo hacía mantenerse acariciándola primero en zonas “no sexuales”.

Mi esposa se giró entonces lentamente para quedar frente a él, y con un movimiento de cabeza le indicó que se enfocara en su cuello, el cual el chico comenzó a besar lentamente, haciendo un par de intentos por afianzarse de sus tetas, pero siendo detenido por mi mujer, quien en las mismas ocasiones le quitó las manos de ahí y las llevó hacia su cintura.

El jueguito previo duró al menos 5 minutos, mismos que mi mujer – la conozco mejor que nadie – disfrutó a morir, mientras que el joven debe haber sufrido a tope, hasta que con una orden clara, mi mujer le permitió quitarle la blusa y el sostén.

Con una calma que no esperé encontrarme, Arturo le quitó la ropa de la cintura hacia arriba y comenzó a acariciar su cuerpo por partes, enfocándose primero en el abdomen y espalda, y cerrando con sus tetas.

Desde que nos conocimos hubo algo que llamó mi atención en ella, y eran sus extraños pezones, mucho más grandes que cualquiera que haya yo visto en mi vida. Era la primera vez que Arturo los veía endurecidos, lo cual quería decir que mi mujer sí estaba excitada en esta ocasión.

Jugó con sus tetas un rato, manoseándolas suavemente y luego lamiéndolas de una forma que hasta parecía tierna, mientras mi mujer hacía lo que yo tantas veces la vi hacer cuando estaba poniéndose a tono: Se chupaba sus propios dedos.

Un ruido repentino me sacó de mi concentración. Mi esposa había llegado a casa sin que yo me percatara de ello, y estaba frente a mi mirándome con lágrimas en los ojos.

Me puse de pie para recibirla y entonces la sorprendida fue ella. Algo más de lo que no me había percatado era de que estaba mirando aquellos videos con una tremenda erección muy visible en el shorts que llevaba puesto, y que no pude esconderle.

Mi esposa miró mi bulto, luego miró a la computadora para darse cuenta de que había un video de ella pausado con sus tetas de fuera, y luego me preguntó: ¿Te excita ver mis videos? Me limité a responderle que se sentara a mi lado.

Arturo estaba que se reventaba seguramente, pero mi mujer le pidió que se alejara un poco de ella. Él obedeció y la vio desabrocharse y sacarse el pantalón muy lentamente para quedar solamente en unos calzoncitos ajustados a su cuerpo que muchas veces le había arrancado yo de encima.

Ella se giró sobre su propio eje y se quedó dándole la espalda. Arturo comenzó a agarrarse el paquete como masturbándose por encima del pantalón pero sin quitarse nada de encima, y luego, aparentemente siguiendo instrucciones, se acercó a ella y comenzó a hacer una especie de baile restregando su erecto bulto en el culo de mi mujer durante algunos segundos.

Aida – así se llama mi esposa – estaba sentada a un lado mío mirando hacia otro lado mientras yo observaba su video. Podemos verlo juntos, le dije, no pasa nada.

Acto siguiente mi mujer se dio la vuelta y comenzó a quitarle la playera de futbol que Arturo llevaba ese día. La dejó caer a un lado y comenzó primero a acariciar su torso y luego a lamerlo muy suavemente durante largo rato, enfocándose en los duros pezones del chico.

Hasta ese momento ninguno de los dos se había siquiera tocado sus partes. Contrario al video anterior, mi esposa estaba dándole a su paciente una muy buena lección de juegos previos al sexo, situación que probablemente no le gustaba al chico.

“Quítame el calzón”, pude leer claramente en los labios de mi mujer, y su alumno lo hizo con gran maestría, sin rozarle ninguna parte de su cuerpo y con una calma que en ocasiones le envidiaría yo mismo. – Esa frase leída en los labios de mi mujer, dirigida a otro hombre, casi me hace reventar de leche en ese momento -

El chico comenzó a hincarse en el piso y mi mujer se sentó sobre el escritorio subiendo una de sus piernas para ofrecerle su entrepierna como manjar. Arturo puso su mano izquierda sobre la pierna de mi mujer, la derecha sobre su cintura, y metió la cara entre sus piernas ocasionando que mi esposa se inclinara hacia atrás y cerrara los ojos de placer.

No pude evitar bajar mi mano para acomodarme la verga que sentía que se me reventaba. Mi mujer me vio, y sin decirme nada, fue llevando muy lentamente una de sus manos hasta ponerla sobre mi erecto pene y esperó mi reacción negativa… la cual nunca llegó.

Arturito le comió la raja a mi esposa durante varios minutos, mismos que ella se contorsionó de placer en el video, y yo en la sala de la casa mientras ella jugaba con mi verga, la cual ya me había sacado del short.

Mi mujer separó entonces a su aprendiz de su raja y le dio algunas instrucciones. No le pregunté, pero pude ver que seguramente ya había terminado.

Arturo sacó de su cartera un condón, se sacó la verga y se lo colocó encima mientras mi esposa lo veía atentamente, y luego ambos empezaron a masturbarse mirándose el uno al otro durante algunos minutos. – Felicidades Arturito, pensé, no te viniste con los primeros 3 jalones –

El video se terminó, pero mi esposa no me dio tiempo de decir nada. Se inclinó sobre mi y comenzó a darme un oral que no olvidaré en mucho tiempo. Intenté separarla cuando ya estaba por terminar – siempre había tenido que ser así – pero ella insistió en dejarme descargar en su boca, y aguantó los tragos como solamente 20 años atrás lo había hecho durante nuestro noviazgo.

BITÁCORA SESIÓN 6

“Logró llevarme al orgasmo sin tener sexo y aceptó que yo no lo tocara a él, aunque dijo que no aguantaría irse sin eyacular y decidió masturbase delante de mi”.

Mi esposa y yo nos miramos durante algunos minutos sin hablar y luego me limité a decirle: Eres una buena maestra, al menos en lo que he podido ver hasta ahora.

Ella no sonrió ni me agradeció, simplemente se levantó y comenzó a preparar la cena sabiendo que yo no la odiaba, o eso parecía.