Las sorpresas que da el AVE
Soy Azafata del AVE, creía que tenía un trabajo excitante al viajar a toda velocidad pero el vértigo de verdad lo sentí fuera del tren.
Es curioso, no hace mucho el viajar a más de 300 Km/h. por tierra era una utopía, ahora para mi es una rutina, lo entenderán rápidamente; soy azafata en el tren de A lta V elocidad E spañol, tengo 25 años y físicamente soy como todas mis compañeras bastante atractiva pero sobre todo elegante y bastante simpática, vestida con el uniforme del trabajo dicen que gusto mucho.
¡Ah, se me olvidaba! me llamo Isa, bueno… en realidad me llamo Felisa, lo que ocurre es que mi madre también se llama así, a mi no me gusta pero a ella, como me tuvo de joven y soltera ya que mi padre no quiso saber nada de mí, quiso que fuera enteramente suya.
Mi madre se llama Feli, parece ser que tampoco le gusta el nombre y se lo abrevió, el caso es que para no coincidir opté por Isa, aunque la verdad nadie sabe mi verdadero nombre, a mis amigos les digo que me llamo Isabel, a los desconocidos cuando quiero ligar les digo que es Elisa en corto y cuando voy de sofisticada digo que me llamo Isadora, como la bailarina Isadora Duncan, jajaja, la verdad es que me hago un lío yo misma.
Al principio me costó acostumbrarme a viajar dos veces al día a Madrid a más de 300 por hora, me daba un poco de vértigo pero ya estoy tan acostumbrada que me manejo como si estuviera en una pasarela de modelo.
La rutina me hace dominar cada momento y adivino lo que necesita cada viajero, distingo a los novatos y a los asiduos y a cada uno los tengo catalogados para hacerles el viaje lo más agradable posible.
Entre el personal del tren tenemos una gran complicidad pese que estamos poco tiempo juntos, porque los viajes son cortos en tiempo pero procuramos pasarlo bien. Alguno me ha hecho insinuaciones para salir pero he procurado no complicarme pues en caso de que no salga bien no me gusta estar mal con nadie.
En cambio con los viajeros sí que he tenido alguna aventura, nada importante pero hay uno en especial que siempre me ha llamado la atención, es un chico guapo, elegante y sobre todo simpático, en cuanto sube al vagón parece que se ilumina porque a su alrededor todo son risas y todo el mundo está pendiente de él, se llama Ricardo y tiene treinta y cinco años, dice que es soltero pero yo no le creo, cuida mucho su aspecto y por supuesto no lleva anillo de casado, una vez le ofrecí el periódico y me miró de abajo arriba y me dijo…
- Señorita, ¿para qué voy a amargarme el día, si ya lo ha alegrado usted con su presencia?
Al principio no le entendí, pero al mirar la primera página y las malas noticias y al ver que se mordía el labio inferior al repasarme de abajo arriba con aquellos ojos verdes quedé prendada.
Todavía tardó dos viajes más hasta que se decidió a invitarme a una copa en el bar del tren, por supuesto no la acepté porque estaba de servicio, pero me propuso que en la primera ocasión que pudiera encontrar un hueco en el trabajo me invitaría a comer.
En el vagón de clase preferente el ambiente era muy tranquilo excepto en el corro de Ricardo, en un rincón pegado a la puerta de entrada siempre se sienta un señor mayor, va muy bien vestido, un poco a la antigua pero muy elegante, siempre me pide el periódico y mira las páginas de economía, aunque intenté entablar conversación con él nunca me dio mucha confianza, lo notaba triste y eso me atraía, tengo que confesar que soy muy curiosa, pude saber que era un alto directivo de una constructora y viaja a la central de Madrid para las reuniones que celebraban.
Es frecuente ver a varios viajeros conocidos, algún actor o actriz de teatro y varios políticos que iban asiduamente al Congreso, a todo ellos los conocía de la televisión y era curioso que hablaran animadamente contando anécdotas y chistes y luego en el Hemiciclo parecía que se iban a matar verbalmente, claro.
Con mis compañeras me llevo muy bien especialmente con Alicia, es la más veterana, ya venía de otras líneas y se conocía bien el oficio, desde que llegué me dio buenos consejos y más de una palmada en el culo, a mí me gustaba esa familiaridad y le agradecía el interés que tenía conmigo hasta que descubrí que era más que interés, desde entonces procuro provocarla con caricias y mimos, a ella le encanta y parece que no pierde la esperanza de que lleguemos a algo más.
Una vez que reparto la prensa o bebidas o comidas si las hay termina mi función, me relajo bastante y aprovecho para reunirme con mis compañeras de la clase turista, allí tienen menos trabajo pues hay menos servicios, el personal es igualmente amable pero no tan selecto.
Mi compañera Irene es muy guapa y a veces nos cambiamos para que pueda ver a Ricardo, está muy interesada en él y en cierta manera me envidia y me anima para que salga con él y si puede ser que me lo folle.
Cuando hablamos de esto, que es muy frecuentemente, Alicia me provoca y me dice que no tengo valor para seducirlo, lo cierto es que a mí me gusta bastante y al hablar del tema me lo hace notar pues siempre me pellizca cariñosamente los pezones que se me marcan debajo de la camisa del uniforme y me reta a apostar con ella, me dice que si no lo consigo, ella me seducirá a mí.
Nosotras nos reímos con las ocurrencias de Alicia pero no desestimamos que hable en serio. A Irene no le hace tantas carantoñas pues dice que yo soy más “dulce”, el caso es que mi compañera tiene más carácter y pese a tener más tetas y culo parece que yo le doy más morbo.
De Paco no les he hablado porque siempre está detrás de la barra del bar y según creemos es… gay, no lo sabemos seguro pero siempre está cuchicheando con Alicia y esto nos extraña, es un buen mozo, alto corpulento y sobre todo muy amable.
Del resto del personal no puedo contar mucho, el conductor es Mariano, bastante mayor, a punto de jubilarse, ha llevado todas clase de locomotoras y con la única persona que habla es con Alicia que se encierra con él en la cabina y casi no sale de allí, entre risas decimos que se la folla, lo cierto es que parece que la mira con ojos golosos.
Un día al llegar a Madrid Ricardo me esperó en la puerta del vagón, dijo que le habían aplazado una cita con un cliente y me podía invitar a comer, rápidamente se lo conté a mis compañeras y Alicia al momento se ocupó de hacer planes, me arregló el foulard del cuello y me recolocó las tetas por encima de la ropa a la vez que Irene me perfilaba los labios con carmín.
Yo iba decidida a cualquier cosa, me había cambiado de ropa interior en el tren y tenía la intención de follar con Ricardo por fin, comimos en un buen restaurante, el chico se quiso lucir y lo consiguió, el día era propicio, yo tenía un tiempo libre hasta la salida de vuelta y él también, durante la comida desplegó todo su encanto para ligarme y yo mis armas de mujer, en una ocasión me cogió la mano sobre la mesa y yo “distraídamente” la rocé con una teta.
Desde ese momento se embaló y noté que estaba deseando terminar de comer para ir a un hotel y terminar con el “postre”, el hotel estaba cerca y cuando ya tenía la llave en la mano para abrir la habitación, recibió una llamada en la que el cliente le decía que había hecho un reajuste en la agenda y lo podía recibir enseguida.
La cara de Ricardo se trasformó mirando el teléfono pero ante la imposibilidad le aconsejé dejarlo para otra ocasión, como premio bajando en el ascensor, le besé a la vez que le apretaba el paquete que se le marcaba, tenía un bulto duro y grande y me mojé nada más apretarlo, él apenas tuvo tiempo en abrirme la camisa y bajar el sujetador, me chupó el pezón hasta que tocó el ding-dong de apertura de la puerta del ascensor.
Cuando se lo conté a mis amigas no se lo creían, Irene me escuchaba cruzando los muslos imaginando lo que me había perdido y Alicia me consolaba abriéndome la camisa para ver si me había hecho un moratón en la teta.
En la siguiente ocasión fue muy forzada, optamos por subir al hotel primero y comer después, no me pareció nada mal la idea y Alicia me aconsejó que me quitara las bragas antes de salir del tren, le hice caso y cuando me levantó la falda para comprobarlo me dio una palmada en el culo desnudo.
Nada más cerrar la puerta del hotel, Ricardo me empotró contra la pared, yo lo abracé y lo besé con más ganas que en el ascensor y cuando bajó sus manos para cogerme del culo y levantarme notó que no llevaba bragas, estaba súper excitado, me abracé a él y lo rodeé con las piernas, torpemente se sacó la polla y cuando la noté en mi coño me dejé caer, mmm. Me la clavé toda de un golpe, estaba tan mojada que casi no la noté hasta que me tocó el fondo.
Salté entre la pared y Ricardo y gimiendo como estaba no oí que me gritaba que parara, cuando lo hice ya era tarde, noté que me llenaba de leche y que se me salía por el coño a presión, cuando le miré a la cara estaba demudado.
- ¿Qué te ha pasado Ricardo?
- ¡Joder Isa lo siento, me he corrido, ha sido más fuerte que yo! estás tan buena y tenía tantas ganas de meterte la polla que no he resistido.
- No te preocupes Ricardo, lo volveremos a intentar, deja que te mame la polla, verás que enseguida está para otro “viaje”.
- No Isa, lo siento de verdad, cuando me corro cuesta mucho en recuperarme, le pongo demasiado ímpetu y me vacio del todo.
- Tranquilo, si quieres vamos a comer aquí mismo en el hotel y luego subimos y seguimos follando, yo estoy muy caliente también.
- ¿Pero tú te has corrido?
- ¿Yo, como me voy a correr? sí apenas he notado tu polla, no la has metido ni cinco veces, bueno sí, seis, me desconté, jajaja.
- No te burles Isa, ha sido un accidente.
- Es broma, es para subirte el ánimo, anda, vamos a comer.
- No Isa, ya no me da tiempo, otro día será.
- Joder Ricardo, si que eres flojo, estaba dispuesta a darte una mamada y hacerte correr en mis tetas.
- ¡Nooo, no me digas eso, vas a humillarme más!
- Vale, no te diré eso pero sólo te diré que tengo un culo que tiene mucha hambre…
- Eso faltaba, me estás poniendo malo.
- Solo quería excitarte pero veo que tu polla está K.O., ¡qué pena, porque no “parece” que está mal del todo!
- Te ruego que no digas a nadie lo que me ha pasado.
- Tranquilo, no es para contarlo.
Después de aquello sólo tuve que bajarme la falda y salir de la habitación, por el pasillo me bajaba la leche de Ricardo por los muslos pero no quise limpiarme del todo para demostrarles a mis compañeras que “había” follado con Ricardo.
La comida fue rápida pues el chico estaba abrumado por la vergüenza y el bochorno, en el viaje de vuelta las dos me estaban esperando impacientes, Irene dio por buena la versión que le quise dar pero Alicia quiso que le contara más detalles y levanté la falda hasta la cintura, los ojos de Alicia se abrieron como ventanas y me pasó la mano entre las piernas abriendo los labios del coño, enjugó los dedos y los pasó por su boca imitando como si comiera una polla.
Hizo cara de saborear la leche del muchacho y volvió a pasar la otra mano, yo había separado las piernas y Alicia pasó la mano entera empapándose de semen y de paso sobarme el coño con sus ágiles dedos.
En los siguientes viajes Ricardo ya no estaba tan dicharachero, sus admiradores estaba decepcionados, pues su chistoso compañero estaba apagado. Yo procuraba pasar y al darle el periódico me agachaba y le enseñaba lo que guardaba debajo del lazo del pañuelo pero él apenas si se atrevía a mirar, lo cierto es que no hubo tiempo a verme las tetas y mucho menos el coño, yo si le vi la polla pero fue cuando ya estaba de “cuarto menguante”.
Un día en el viaje de la noche decidí a salir, comería una hamburguesa y me quedaría a dormir en casa de una amiga, el viaje había sido malo, no había parado de llover desde que salimos de Valencia, el tren no pudo alcanzar toda la velocidad acostumbrada y llegamos con retraso, al llegar nos dijeron que había un problema en la catenaria y se suspendía la vuelta, en la puerta esperé a que llegara un taxi, con la fuerte lluvia y la salida de pasajeros era imposible, hasta que un taxi me pitó.
La ventanilla de atrás bajó y una mano me llamó para que me acercara, dudé pero insistió y salí del resguardo de la marquesina mojándome, en la oscuridad del coche pude ver al señor que siempre se sentaba en el rincón que dijo que entrara, no sabía qué hacer, me estaba mojando y el único taxi era el que me ofrecía el señor mayor, abrí y me colé sin pensar.
Estaba empapada, en el breve instante que dudé me mojé completamente, el señor sacó un pañuelo del bolsillo de la americana y me lo ofreció, me gustó el detalle pues hacía mucho tiempo que no veía a nadie llevar pañuelos en la solapa, sólo me enjugué la cara para no manchárselo pero él insistió y ante la necesidad abrí la camisa y me sequé el cuello, las orejas y el pecho, tuve que separar un poco las tetas porque las gotas se colaban en el sujetador.
- No se preocupe señorita, puede quedarse el pañuelo si lo necesita, ya me pondré otro.
- Gracias, se lo devolveré lavado y planchado pero es que me he mojado toda, si no le importa…
No le di tiempo a contestar, terminé de abrir mi camisa y pasé el pañuelo entre las tetas y las copas del sujetador, con la presión se abultaron tanto que casi se salen, el señor sonrió discretamente y al sacarlo se lo enseñé justificando lo mojado que estaba.
- No hay problema, devuélvamelo, no tiene importancia, y… después de lo visto me encantaría conservarlo.
- Jajaja, es usted muy amable, pero no es para tanto, sólo son dos tetas mojadas, jajaja. Ya se lo devolveré.
Seguí secándome ésta vez entre los muslos, la falda estrecha y por encima de la rodilla me obligó a subirla todo lo que pude y cuando terminé lo guardé, pude ver que estaba bordado con las iniciales F.F.
- No lo dudo, ha faltado poco para verlas, jajaja y las piernas preciosas…
- Bah, dos como todas, jajaja.
- Jajaja, es cuestión de opiniones, se me ocurre una cosa, la invito a cenar, esta noche no me apetece prepararme la reunión, es una lata, ¿le apetece?
- Pues… no sé, lo cierto es que iba a tomarme una hamburguesa y luego…
- No se habla más, la invito, conozco una taberna que se come de maravilla, no tiene lujo que te pones “morado”, jajaja.
Cuando llegamos el señor dio la vuelta al taxi y me abrió la puerta, no pude evitar que la falda mojada se pegara a los muslos y quedara subida hasta casi verse las bragas, no me hubiera molestado porque aquel día estrenaba un conjunto precioso.
- Cómo ve el sitio no parece nada fuera de lo normal pero ya verá.
- No se preocupe, mejor que una hamburguesa será.
- ¡Ah, me llamo Fausto!, y creo que usted se llama…
- Isa, me llamo Isa.
- Sí, creo que se lo oí decir al joven escandaloso, por cierto… lo que dijo no me pareció muy caballeroso por su parte.
- ¿Quién… Ricardo?, ah sí, ¿y qué dijo, si puedo saberlo?
- Mejor que no, no me permitiría repetir nada de lo que oí pero me pareció fuera de lugar y menos comentarlo con más gente.
- Por favor don Fausto, no sea así, dígame que oyó.
- Lo siento Isa, no debo, sería muy indiscreto por mi parte.
- Venga por favor, me ha intrigado.
- No, de verdad, no quiero que se enfade porque es bastante ofensivo.
- Le aseguro que no me enfadaré, le ruego que me lo cuente don Fausto.
- Por favor Isa, no me llame don Fausto, bastante feo es mi nombre, llámeme sólo Fausto y le ruego que no insista, no veo adecuado repetir estos comentarios impropios de un hombre, no quiero aguarle la noche más de lo que está.
- Está bien Fausto, confío que cuando vea el momento oportuno me lo cuente.
- Puede ser.
Durante la cena me sorprendió que tuviera una conversación tan ágil, imaginaba que por su edad sería aburrido y serio y poco a poco fui tomándole simpatía y confianza, sin poder evitarlo lo comparé con Ricardo, éste todo eran chistes y risotadas que aplaudía el coro que acompañaba.
Cuando terminamos de cenar él muy amable me apartó la silla de la mesa para que pudiera levantarme y me cedió el paso al llegar a la puerta, una vez allí llamé a mi amiga.
- Hola Chus, perdona que te llame tan tarde, debí avisarte, estoy en Madrid y pensaba dormir en tu casa.
- Uy, sí que lo siento, si me hubieras llamado antes te hubiera dejado la llave en algún sitio, es que he salido con un amigo y estoy en su casa, me voy a quedar aquí con él.
- Qué pena, si quieres me acerco adónde estés y recojo la llave.
- Mmm, no lo siento, no puede ser…
- Por mi no es problema, cojo un taxi y en un momento estoy ahí.
- No es eso Isa, es que… no estoy… visible.
- ¿Qué te pasa, estás mal?
- Nooo, estoy en el cielo, en este momento mi amigo me tiene empalada por el culo, jijiji, sííí. Lo que oyes, me dio la vuelta y sin avisar me metió la polla hasta adentro, no te imaginas que corrida me ha dado ya.
- ¿Y lo tienes ahí?
- Sííí, aquí detrás clavado, estoy con los codos en la sábana, me gustaría que me vieras, si quieres te pongo el “manos libres” para que te diga algo.
- ¿Isa? Hola soy Sergio, tu amiga no te miente, estamos follando como nunca, precisamente me iba a correr dentro del culo cuando ha sonado el teléfono pero si quieres me corro en su espalda, ¿quieres verlo?
No pude contestar, en la pantalla apareció las caderas y las nalgas de mi amiga Chus, de entre las nalgas apareció como arte de magia la gran polla de Sergio y la dejó caer sobre la raja del culo, tras unos pálpitos empezó a largar chorros de leche que llegaron hasta la nuca de Chus.
- ¿Has visto Isa?, no te miento, si quieres ven y participas, jajaja.
- Ya lo ves Isa -se oyó a Chus- lo siento pero estoy muuuy ocupada.
- Vale te comprendo y te envidio, ¡Sergio, mi parte dásela a Chus, tienes buena polla, jajaja!
- Vale te haré caso.
Fausto estaba a cierta distancia, se había apartado discretamente y esperaba para llevarme a casa de Chus.
- ¿Adónde te llevo?, luego volveré a mi hotel.
- Pues no sé, mi amiga no está en casa y no tengo llave, me la ofreció muchas veces pero siempre la rehusé, no me gusta meterme en la vida de nadie.
- ¿Quieres decir que no tienes adonde ir?
- No sé, buscaré alguna pensión u hotel barato.
- No mujer, ven al mío, seguro que habrá alguna habitación individual.
En el hotel de muchas estrellas conocían a Fausto, lo trataron con el máximo respeto y cuando pidió la habitación…
- Aquí tiene don Fausto, su habitación de siempre, la tenemos reservada para usted.
- Muchas gracias, Andrés, pero quiero pedirte un favor, tengo un compromiso con la señorita, necesitaría una habitación individual para ella, sólo será por una noche.
- Mmm, sí que lo siento don Fausto, sabe que para usted lo que pida pero en estos momentos no tengo ni siquiera una doble, no le puedo complacer, si quiere le puedo buscar en otro hotel aunque ya le advierto que estamos muy ocupados todos.
- Si es una pena, no me gustaría dejarla sola en otro sitio, si pudiera ser poner una cama supletoria en la mía… te lo agradecería.
- Imposible del todo, si pudiera le ofrecería una de cama doble para los dos pero hasta la suya esta buscada y como sabe es de matrimonio.
- Lo siento Isa, ya viste que hice lo posible, lo único que puedo hacer es dormir en el sofá y tú en mi cama, es lo lógico.
- Ni pensarlo Fausto, no pasa nada, lo justo sería que yo duerma en el sofá, soy más joven y dormiré mejor, sino mañana estará hecho polvo aunque creo que es una persona honesta y no tiene tanta importancia dormir juntos, eso no me importa, confío en usted.
- ¿De verdad?, te advierto que soy una persona con ciertas manías y mal dormir.
- ¿Jajaja, quiere decir que ronca?
- Entre otras cosas, me levanto varias veces, ya sabes… la edad, y otras cosas.
- Bah, no pasa nada, lo podré resistir.
- A lo mejor estás acostumbrada con tu padre.
- No, no tengo padre, mi madre me crió sola porque mi padre la abandonó al quedar preñada.
- ¡Qué desalmado!, no sé cómo pueden haber personas así.
Nos dirigimos hacia el ascensor, ya a punto de cerrarse la puerta Fausto volvió a la Recepción y le pidió…
- Se me olvidaba Andrés, ¿me puedes dar el portafolio que me tienes guardado?
- Claro señor, tome.
Subimos al sexto piso, en el pasillo enmoquetado no se oían nuestros pasos y en la última habitación entramos.
- Lo siento por haberte hecho andar tanto, es que me gustan los lugares discretos.
- Ya lo noté en el tren, siempre se sienta en un rincón.
- Sí, me gusta pasar inadvertido.
Yo llevaba mi bolso con lo imprescindible, mi ropa interior y una camiseta de algodón además de la higiene personal, me quité el uniforme en el baño, Fausto se quedó en la habitación sacando y ordenando los papeles para la reunión del día siguiente.
Cuando me quité la camisa y la falda vi que estaba arrugada y la tendí en una percha, el sujetador estaba arrugado y las bragas mojadas, los lavé con el champú y los tendí en otra percha, una vez desnuda me vi en el espejo y abrí la ducha y me metí debajo del chorro caliente.
Me hacía falta y la gocé, con el chorro a toda potencia me quité los rastros de lluvia y al pasar por las tetas me acordé de la mirada de Fausto, me gustó la discreción del caballero y bajé el chorro hasta mi entrepierna, la fuerza del agua separó los labio del coño y regaron con fuerza el clítoris que se endureció enseguida, con una pierna sobre el grifo repasé con el agua desde el pubis hasta el culo y ya estaba a punto de correrme cuando los nudillos de Fausto llamaron a la puerta.
- Isa, perdona… no tardes mucho porque… me urge, ya sabes… la próstata…
Dejé el coño chorreando más por dentro que por fuera y me sequé rápido, le habría dicho que entrara sin problemas pero no quise que se sintiera violento.
Me puse la camiseta con el cuerpo a medio secar y salí con prisa, el baño estaba empañado de vaho pero Fausto entró con las manos entre las piernas, verdaderamente le urgía.
Cuando salió yo ya estaba en la cama, no pensé en preguntar qué lado prefería pues él era el dueño de la habitación pero no hizo mención y con el pijama largo que llevaba se coló por el otro lado y apagó la luz.
En la oscuridad de la habitación notaba la presencia de Fausto, el hombre estaba mirando al techo inmóvil con los brazos estirados, yo estaba ansiosa de saber que había dicho Ricardo de mí, por una parte era curiosidad pero pensando mejor y por la reticencia de decirlo Fausto pensé que podía haber contado alguna fantasía sobre nuestra cita y eso sí que me molestaba.
- Fausto… ¿le puedo pedir un favor?
- Si está en mi mano…
- Estoy muy intrigada por lo que dijo Ricardo de mí.
- No te preocupes, yo no le creí.
- Pero los demás sí, imagine que pensarán cuando me vean pasear por el pasillo del vagón.
- Ya, eso es lo único que me sabe mal. No debió decir nada ni aunque fuera verdad.
- ¿Pero qué dijo, dígamelo..?
- No Isa, mejor no.
Estaba histérica, ya no sabía qué hacer, me hubiera subido sobre su pecho y lo habría zarandeado cogida a su cuello hasta que cantara pero me calmé y decidí hacerlo por la vía suave.
Giré hacia su lado y me pegué a él, en un primer momento esquivó mi contacto, la mano la tenía junto a él y pegué mi cuerpo a su lado dejando las tetas abrazar su hombro.
- No sea malo conmigo Fausto, ya sé que es todo un caballero con mucho sentido del honor pero… me muero de curiosidad por saber que dijo.
- Tranquila Isa, anda duérmete, algún día puede que te lo cuente.
No me rendí y me acerqué todavía más a él, dejé una teta sobre su pecho y pasé mi brazo sobre su estómago, como sólo llevaba la camiseta acerqué mi pubis a su mano “muerta” y le dejé notar el calor que desprendía.
No se movió ni se inmutó, estaba claro que no tenía habilidad con los hombres, ni con los jóvenes ni con los… mayores.
Acercaba mi cara a su cuello y él seguía inmóvil, el tenía la mano izquierda sobre su vientre y yo la rozaba con mi brazo, apenas notaba un leve movimiento en su dedos y eso me exasperaba, le oía respirar a mi lado rítmicamente, sin alteraciones, yo esperaba que estuviera a mil pulsaciones pero no…
- Fausto…
- ¿Qué?
- Porfa…
- No Isa, no.
Estaba decidida a presionarlo como fuera para sacarle la dichosa declaración y alargué la mano para cogerle el brazo izquierdo y atraerlo hacia adonde tenía mi teta.
Para mi sorpresa encontré el brazo a su lado igual que el otro, me sorprendió y seguí curso por el antebrazo hasta llegar a su mano, la tenía al otro lado igual que la derecha, entonces… ¿Qué rozaba yo con mi antebrazo?
Por un momento olvidé mi curiosidad por el comentario y la centré en lo que me rozaba en el brazo, fui retirando la mano de la suya y volví por mi camino hasta su estómago, lo que creí que era su mano estaba allí sobre su vientre pero llegando al estómago, por un momento pensé… pero parecía imposible.
Le miré la cara, pese a la oscuridad por la poca luz que llegaba de un luminoso intermitente de enfrente, pude ver como cerraba los ojos.
- Fausto, sólo quiero un sí o un no, ¿esto qué noto aquí es…?
- …..
- Fausto, quiero que me conteste, no sea tan tímido, es o no es.
- …. Si, es.
- Joder Fausto, podía haberme avisado antes.
- Es que me da vergüenza, no quiero que pienses que…
- Pero hombre, eso se dice, cuantos quisieran…
- No sé, es una desgracia, es algo que me da miedo.
- ¿Miedo, por qué?, debería estar orgulloso, si “algunos” lo vieran no presumirían tanto.
- ¿Te refieres a Ricardo?
- Mmm , no. ¡Ah! ¿Qué dijo Ricardo? Fausto, se lo pregunto por última vez.
- No Isa, no me hagas decir…
No aguanté más, estaba decidida a sacarle el secreto como fuera y cogí con la mano lo que me tocaba en el brazo, no pude cerrar los dedos la forma cilíndrica de su polla le llegaba bastante más arriba del ombligo y el glande ocupaba toda la palma de mi mano, del tronco no quise llegar a saberlo pues se perdía entre la bragueta del pantalón del pijama.
- Por Dios Fausto ¡qué polla tiene, es una maravilla!
- No, por favor, Isa, no me obligues…
- ¿Qué no le obligue? ¡Si es una divinidad!
- No, es una maldición, si se despierta no podré dominarla.
- ¿Qué dice?, es una súper polla pero usted es un hombre sensato a más no poder.
- Cuando la polla piensa yo no puedo pensar, te lo advierto.
- Jajaja. Me toma por una cría, ¿piensa que no he follado nunca? Jajaja.
- No me entiendes, una cosa es follar y otra…
- Déjese de historias y vamos a ver lo que guarda tan celosamente.
Encendí la luz y quedé pasmada, el capullo era como un champiñón y el tronco como un calabacín, solté el botón del pantalón y separé la bragueta, el rabo se perdía en una maraña de pelo y lo seguí con la mano, mis dedos se perdieron entre los pelos y cuando llegaron a los huevos casi no se veía mi puño, no podía cerrar los dedos y las venas hinchadas quemaban mi mano, desde abajo tiré del prepucio levantando la verga y simuló un cohete preparado en Cabo Cañaveral.
- Te lo ruego Isa, no sigas, no sabes adonde te metes.
- Jajaja, Hugo, pareces un cura dando sermones, ¿crees que con una polla así en la mano me voy a conformar en verla solamente?
- Te lo advierto por tu bien… No me conoces, las personas no siempre somos lo que parecemos.
- ¿Cómo Ricardo?
- Sí, como Ricardo.
- ¿Qué te dijo?
- Nada.
No insistí, acerqué la boca al capullo y con la lengua rodeé su perímetro, calculé el grosor y calculé mal porque aunque abrí la boca lo que pude no me cupo más que la mitad.
Las manos de Fausto me cogieron la cabeza por el cogote y presionaron de un golpe haciéndome tragar al capullo hasta que entró hasta el anillo, creí que me asfixiaba pero me dijo.
- Te lo advertí Isa, ahora ya no puedo dominarme, vas a hacer lo que te ordene, chúpame la polla y hazlo bien porque te la vas a tragar entera…
- Glub, glub. Aaag.
Con las manos tiraba de él para sacarme aquella monstruosidad pero él alargó la mano a su lado, sobre la mesita estaba el portafolio que le dio Andrés el recepcionista, lo abrió y dejó ver lo que había adentro, una serie de consoladores, tapones anales y bolas atadas como rosarios, también había esposas y antifaces y cuerdas de seda, puso el maletín de forma que pudiera verlo bien y volvió a cogerme la cabeza tirando de ella y sacando al capullo casi hasta la mitad, luego la hundía de golpe hasta que entró un centímetro más, yo me ahogaba pero él levantaba el culo de la cama para que la polla dura se levantara más y más.
- Fausto ¿qué haces, me quieres ahogar?
- No Isa, te lo advertí, no debiste llegar tan lejos.
- Pero no creí que tendrías eso tan grande, no lo puedo soportar.
- No lo creas Isa, las personas no conocemos nuestro límites hasta que no los superamos.
- Imposible, la tienes como un burro.
- Te sorprendería de lo que eres capaz pero todavía no lo sabes y te lo voy a demostrar.
- Pero me vas a hacer daño, mucho daño.
- Piensa que el placer va a ser mucho mayor que el dolor, solamente si confías en mi podrás superarlo.
- Te confieso que me pica la curiosidad pero me das miedo.
- Eres muy curiosa y ya sabes lo que se dice, “la curiosidad mató al gato”, jajaja
- No me tranquilizas nada, ¿cómo voy a confiar en ti si no me cuentas siquiera lo que oíste de mi?
- No creí nada de lo que dijo ese “fantasma” de ti, creo que eres mucho mejor.
- ¿Pero que dijo, joder?
- Calma mujer, no seas tan curiosa.
Ya no me dejó seguir hablando y volvió a coger mi cabeza y me hundió la polla, esta vez para mi sorpresa pude tragarla sin tanto esfuerzo, la primera vez creí que desgarraría las mejillas al forzar la boca pero ahora si bien con dificultad pude llenarme la boca con aquel glande enorme.
Me atreví a lamerle el frenillo con la lengua y noté como sus dedos se crispaban en mi cogote por esto me gané que de un empujón me metiera un centímetro más en mi boca.
Cuando soltó mi cabeza tiró de mi camiseta y la sacó, quedé desnuda sobre él y lo miré, desde abajo no parecía tan mayor y su sonrisa no era tan triste como siempre.
- Espera, déjame las manos, te voy a poner las esposas, te va a gustar.
- No por favor, ¿qué me vas a hacer?
- No te preocupes y obedece.
Sin ninguna confianza le dejé mis muñecas y él con un rápido movimiento cerró las esposas sobre ellas, estaban forradas de terciopelo rojo y no apretaban demasiado pero impedían que pudiera sacarlas. En principio lo consideré un juego, un capricho para verme desnuda por entero con las manos sobre la cabeza pero cuando sacó las cuerdas de seda y ató una a cada lado del cabezal de la cama ya empecé a preocuparme.
Ahora las manos estaban tan alejadas que no podía esperar nada de ellas, pero las siguientes esposas fueron a mis tobillos, yo tenía las piernas cruzadas para protegerme no sé el qué pero al tirar con las cuerdas de cada una de ellas se fueron separando sin poder evitarlo.
Quedé en cruz como una X, por una parte me tranquilizaba verlo tan metódico, nada violento, sabía lo que hacía y en cierta manera seguía confiando en él, lo que más me extrañaba era el cambio que había dado, una persona tan seria, tan cabal…
Hugo, estaba de rodillas a mi lado, entre sus piernas seguía saliendo como un cañón la polla amenazadora pero no me apuntaba a mí y eso me tranquilizaba de momento, estaba admirando aquel acapullo palpitante cuando sentí un dolor intenso.
- ¡Aaay! ¿Qué has hecho?
- Nada, te puse unas pinzas en los pezones, ya verás como el dolor se pasa enseguida y te gusta que tire de ellos, verás hasta adonde pueden llegar tus pequeños pezones, te vas a sorprender.
- ¿Y esas cadenas?
- Para atar las pinzas, al tirar de ellas a la vez sentirás crecer los pezones y hasta las tetas.
Me hizo una demostración, primero tiró de uno y luego del otro, cuando tiró de los dos a la vez vi que tenía razón, los pezones salieron hasta un tamaño que nunca pude sospechar, ni cuando me masturbaba y tiraba de ellos y lo asombroso era que me daba gusto.
Fausto se incorporó y quedó de rodillas, pasó sobre mis tetas su polla rozándome los pezones que se aplastaban ante la presión de aquel glande tan tenso y colorado, con ella estuvo paseando por mi pecho llegando a mi cuello y luego por mis mejillas hasta posarse sobre mis labios, los abrí pues pensé que quería que le chupase la verga pero me la quitó como si me engañara como a un niño con un caramelo.
Se inclinó sobre mí, yo no podía hacer nada por mi cuenta y se sentó sobre mi estómago de espaldas a mí con sus nalgas justo por debajo de mis tetas y no podía ver lo que proyectaba, solamente notaba que tiraba de las cadenas de mis pezones como si fueran las riendas de un caballo.
Noté un frescor por mi pubis, el líquido corrió entre la ingle y me hizo estremecer, el siguiente chorro cayo justo entre los labios y se escurrió hasta el culo mojando el clítoris a medida que descendía, cuando me acarició los muslos sentí el calor de su polla descansando sobre mi vientre, casi me llegaba al pubis depilado y al inclinarse resbaló notando la aspereza de su prepucio.
Los dedos de Fausto eran suaves, estaban acostumbrados al trabajo delicado, en el despacho sus manos cuidadas no se estropeaban más que para firmar documentos, suponía que tendría secretarias que le harán el trabajo más tedioso.
Estos dedos ahora iban separando mis labios dejando al medio el clítoris que estaba impaciente por ser acariciado, dejó abierto el coño por completo y la entrada de la vagina al descubierto los dedos fueron avanzando lubricados por el gel y apenas los sentía, cuando rodeaban sin tocar el punto más sensible.
Yo estaba muy excitada, no podía ver lo que tramaba y mi única preocupación era si me hacía daño pero hasta ahora había demostrado que no tenía esa intención, de vez en cuando notaba que tiraba de mis pezones encadenados y los hacía estirarse hasta el límite.
Según sus dedos iban retirando mis labios hacia los lados mis piernas involuntariamente se relajaban, yo esperaba con ansia que me agachara y me comiera el coño, notaba el peso de su tranca sobre mi vientre y esperaba que no se le ocurriera intentar meterla, no quería sufrir porque era imposible.
El gel lubricante hacía resbalar sus dedos y rodear los puntos más sensibles de mi cuerpo, ahora llegaban hasta el perineo, de la vagina hasta el culo apenas había dos centímetros pero él los evitaba y eso me enardecía todavía más.
Un dedo rodeó la entrada de mi vagina y después de varias vueltas entró tímidamente, noté cómo se introducía lentamente rozando todos los pliegues de mi interior, sentí sus falanges una a una entrando y cuando llegó al fondo rozó adonde lo hacía yo cuando estaba sola en mi cama, salté apenas notarlo y él lejos de apartar la mano siguió acariciándome suavemente.
Creí que no iba a aguantar más placer cuando noté que un segundo dedo se introducía, la sensación de plenitud me invadió pues con él un nuevo chorro de gel hizo que se deslizara como por una pendiente de nieve, los dos dedos juntos buscaron y encontraron más puntos sensibles, mi coño babeaba de flujo blanco, ahora era yo la que deseaba que tirara de las cadenas de mis pezones hasta hacerme daño, los notaba estirarse y prolongarse hasta casi partirse en dos.
En el coño notaba que el gel estaba por todas partes, me mojaba desde el pubis hasta entre las nalgas, el culo rebosaba de líquido suave y tibio, al tocar la piel sensible del ano me daba calor y eso hacía que el esfínter se contraía y distendía solo.
Estaba verdaderamente a gusto, los dos dedos se movían lentamente como exploradores ante una caverna recién descubierta, me llenaban como si fuera una polla con vida propia, yo movía las caderas procurando que Fausto se introdujera por todos mis rincones seguía notando el peso de su polla sobre mi vientre, sus huevos redondos llenaban el hueco de mi ombligo y el capullo rozaba el clítoris.
Por detrás podía ver su espalda, se notaba el paso de los años, no tenía ni los dorsales ni el culo de Ricardo pero aquellas manos me acariciaban de lujo y a mí me comía la curiosidad para ver de qué era capaz.
Cuando noté que a los dos dedos se le unía un tercero empecé a preocuparme, las pollas que habían entrado en mi hasta ahora no habían sido demasiado gruesas, incluso la verga de Ricardo pese a la brevedad me causó una grata sensación pero tres dedos ya me parecían excesivos, intenté protestar pero las cadenas se tensaron y con ellas mis pezones tomaron la forma de dos conos de helado tirando de las areolas hasta el máximo.
Fausto se puso de rodillas a mi lado, con la mano derecha me hundía tres dedos en la vagina y con la izquierda me acariciaba las tetas amasándolas delicadamente para sin avisar tirar de las cadenas sacándome los pezones.
Nunca había probado ni en mis más excitadas pajas a meterme tres dedos pero Hugo lo hacía con cuidado y sumamente lubricado y para mi sorpresa los tres quedaron juntos en mi interior, giraron sobre si mismo dilatándome la vagina en un tamaño máximo pero lo que estaban haciendo era dar espacio para el cuarto dedo, éste entró sin apenas notarlo, era el meñique y gracias a la ayuda de los otros no me hizo tanta sensación.
Notaba el pulgar agitando el clítoris por debajo de la punta de su capullo, había retirado el capuchón de piel y lo rodeaba como si fuera su glande, ya no notaba dolor en el coño, la sensación de plenitud me transportaba y el roce del pulgar en el clítoris me llevaba por los aires.
Creí que era lo máximo que podía sentir pero Fausto no pensaba lo mismo, la curiosidad me hacía confiar en él y cuando abandonó mis tetas y acercó la mano junto a la otra ayudando al pulgar sujetando el clítoris para que el dedo frotara con toda velocidad, creí morir de gusto.
- Por Dios Fausto, me vas a matar, no puedo soportar tanto placer.
- Ya te dije que nunca se sabe hasta que límite somos capaces de llegar hasta que no se traspasan.
- Yo ya llegué Fausto, estoy en las nubes.
- No es bastante, te voy a llevar al cielo.
Un nuevo chorro de gel cayó sobre la mano y la entrada de mi vagina, ya casi no notaba el roce de los dedos, el placer me inundaba, estaba rendida a las manos de Fausto, confiaba en él y mi curiosidad seguía esperando más y más.
Quizá por eso no note que el pulgar abandonaba a la mano izquierda que se hacía el ama de mi clítoris y él se incorporaba a los otros cuatro, ahora ya eran los cinco los que inundaban mi coño, estaban tan mojados y lubricados que el gel unido a mi abundante flujo dilataba mi coño de una forma exagerada, noté cómo la mano entera se agitaba en mi interior.
El gel seguía cayendo sobre la mano de Fausto desde su muñeca al clítoris, sus dedos en mi interior pulsaban todos los pliegues rodeando el cuello uterino como si acariciaran a un tulipán, yo jadeaba y gemía de placer, sin posibilidad de escapar con las piernas abiertas solamente movía el culo para que la mano no encontrara dificultades para moverse.
Me agitaba con toda velocidad y sentía que me iba a correr de un momento a otro, le avisé gritando…
- Fausto, para, para que me corro, te voy a mojar, ¡para por Dios, paraaaa!
- No te preocupes córrete, te estoy esperando.
Cuando me relajé y me corrí su mano acabó de meterse en mí, la noté desaparecer, vi cómo su muñeca quedó entre mis labios, me había metido el puño entero y sus dedos seguían moviéndose, el orgasmo era brutal, me estaba orinando en su brazo hasta el codo, los chorros mojaban la cama y él seguía agitando el clítoris con la otra mano.
- No pares ahora que te mato yo Fausto, sigue, aunque muera de gusto, fóllame con tu puño.
- Ahora has comprendido lo que te decía, es el momento de que entre mi polla en ti, antes no estabas preparada.
- Sííí, métela ya, rómpeme el coño Fausto, por lo más grande.
Comprendí lo que quería decirme, me había dilatado el coño a unos niveles impensables para mí, quizá por eso cuando se colocó entre mis piernas abiertas de par en par no me dolió casi, el capullo se fue abriendo paso como un ariete, ya no eran los cinco dedos juntos, era un todo que me llenaba hasta hacer tope en mis entrañas, Fausto tuvo la generosidad de no meterla toda, dejó fuera más de la mitad pero yo seguí teniendo curiosidad y le grité…
- Fausto, ¿eso es sólo la mitad? ¡Por tu madre métela toda!
El empujón que dio tiró de las esposas de los tobillos, dejándome marcas pero la polla se hundió hasta los cojones, de momento me arrepentí pero pronto lo agradecí pues nunca estuve tan llena ni pensé que podría estarlo, un temblor me sacudió y como un ataque epiléptico me volví a correr, tiraba de las esposas sin intención de soltarme, los espasmos hacían que mi cabeza oscilara de un lado a otro y no paré hasta que sentí un calor húmedo en mi interior.
- Tienes un coño especial Isa, eres una mujer única, me he corrido con sólo admirarte, no te has quejado lo más mínimo y me has hecho muy feliz.
- Sí que me he quejado, me has abierto el coño hasta lo imposible pero no te guardo rencor, he disfrutado, te doy la razón, he superado límites que ni siquiera me había planteado.
Fausto se dejó caer sobre mí, lo besé en el cuello y lo dejé descansar hasta que se repuso, todavía tenía la polla adentro cuando se incorporó, al sacarla una bocanada de semen caliente manchó la sábana.
Me soltó las esposas, y quedé extenuada boca arriba, apagamos la luz y nos cogimos la mano.
- Fausto, envidio a tu esposa.
- ¿Por qué Isa?
- Porque sabes hacer feliz a una mujer.
- No lo creas, lo que he hecho contigo no lo he hecho con nadie.
- ¿Quieres decir que en casa no haces lo mismo?
- No, en mi casa no saben nada de todo esto, como viste Andrés me guarda mis cosas para cuando vengo al hotel.
- ¿Y qué le haces a tu mujer?
- ¿A mi mujer?, nada, murió hace dos años pero a ella no le gustaba el sexo.
- No lo puedo creer, ¡con ese aparato que tienes entre las piernas debía estar encantada!
- Al contrario, si te contara…
- Tenemos toda la noche…
- Como te dije las personas no somos lo que parecemos, por ambición me casé con mi mujer, su padre era el director de mi empresa y yo quería colocarme en ella, se ganaba mucho dinero pero sobre todo se tenía una posición muy elevada, mi suegro accedió a darme un puesto importante con una condición…
- ¿Qué te dijo?
- Que me tenía que casar con su hija, a mi no me importó, dejé atrás todo lo que más quería y me prometí con ella, es una persona muy religiosa, muy obcecada y fanática, para ella el sexo es sólo para procrear, hasta que nos casamos no pudimos follar y cuando lo fuimos a hacer era tan estrecha que su padre tuvo que llamar a un médico para que cortara el himen.
- ¡Qué fuerte!
- Estaba obsesionado en tener un sucesor y procuró que no nos faltara nada, ella le dijo que no podía por el tamaño de mi… ya sabes.
- Es verdad pero con un poco de voluntad…
- Al fin pude metérsela no sin gran esfuerzo obligado por mi suegro, aún así no tuvimos hijos y desde entonces no hicimos nada.
- Entonces todo esto del maletín…
- Cuando vengo a Madrid me tomo una licencia, mi suegro me dijo que siguiera intentándolo con su hija y que comprendía mi problema, también dijo que no quería saber si yo encontraba algún desahogo por ahí, el hombre fue comprensivo conmigo.
- ¿Y desde entonces no has follado con nadie?
- Sí claro, conozco a una o dos señoras que les va esto de la sumisión, cuando vengo y tengo tiempo y humor las llamo.
- ¿Y por qué a mí también me has puesto tus “juguetes”?
- Para mí tú eras un ángel caído del cielo, después de lo que oí de ti no me lo creí pero por si acaso quise convencerme.
- Podías haberme preguntado… pero todavía no me has dicho lo de Ricardo y sabes que me tienes en ascuas.
- Ni debo decírtelo, me basta saber que eres una chica especial y eso para mí es un regalo, lo que digan los demás no me afecta y menos si es ofensivo.
- Pero yo quiero saber…
Me comía la curiosidad, estaba encantada con el trato de Fausto y quise premiarlo, me escurrí hasta su pecho, un poco más abajo encontré el capullo medio desvanecido y aproveché para meterlo en mi boca, sabía a leche y a mi flujo que ya conocía, le lamí rápido para que me diera tiempo a meterlo en la boca antes de que creciera al máximo.
Aún así fue más rápido que yo y con las mandíbulas casi desencajadas tuve que dejarlo salir pero ya estaba limpio, me subí sobre él y lo besé, no eran los labios jóvenes de Ricardo pero sabían a hombre de verdad, busqué su lengua y la encontré todavía incrédula de que la quisiera besar, cuando me senté sobre el vacié lo que quedaba en el frasco de gel a lo largo de su polla, fui descargándome lentamente, todavía tenía el coño abierto y con cuidado pude metérmelo hasta más de la mitad, luego me incorporé y le cogí las manos, ya me había quitado las pinzas de los pezones pero seguían erectos, las dejé sobre las tetas y me dejé caer, noté sus huevos en mi culo mojado y sentí sus manos apretar mis pezones.
Ya no paré, me moví lentamente pero sin parar, hasta que no sentí que me llenaba otra vez de leche no dejé de cabalgarlo, luego me abracé a él y tiernamente me corrí entre sus brazos.
Amanecimos abrazados, cuando nos despedimos prometimos que repetiríamos la cita, yo estaba deseando que volviera a coincidir la ocasión.
En el tren de vuelta ninguno dimos muestra de lo que había pasado, mi compañera Chus no me preguntó pero Alicia quiso saber si me había estado buena la “hamburguesa”, sospechaba que había aprovechado la noche para ligar en algún local de copas, le prometí que no había estado con ningún joven y no mentía.
Al pasar por adonde estaba Ricardo y su pandilla le hicieron alguna insinuación sobre mí, Ricardo hizo un comentario picante y los demás lo corearon, cuando vino a mi lado me cogió la cara y la sostuvo frente a sus ojos.
- Isa, quiero que me digas que pasa con Ricardo.
- No pasa nada Alicia, no pasa nada.
- ¿Cómo que no?, el tipo ese está insinuando que tú… más vale que me calle.
- No por Dios, no digas nada.
- De eso nada, ese se va a enterar de quien eres de verdad y de quien soy yo.
- Por favor Alicia, no tiene importancia, déjalo como está.
- Mmm, ya veremos.
Miré a Fausto, estaba leyendo el periódico y le vi los ojos, él al verme subió las hojas y dejé de verlo, el trayecto continuó como siempre, en la estación de Cuenca subieron varios pasajeros, uno de ellos era fornido y se sentó cerca del coro de Ricardo, pronto entabló conversación y Ricardo le hizo partícipe de mi, él se volvió y me miró dándole palmadas en la espalda felicitándolo.
Yo estaba muy nerviosa y miraba a Fausto, él impasible miraba por la ventanilla pasar los campos como una mancha verde sin prestar atención.
A poco Alicia se ofreció a pasar el carrito de refrescos a los viajeros escandalosos, ellos enseguida se envalentonaron y uno de ellos incluso se atrevió a pasar la mano por debajo de la falda de Alicia, ella con mucha mano izquierda lo esquivó pero le hizo insinuaciones a Ricardo.
Éste se ofreció enseguida y le invitó a una copa en el bar, ella aceptó y los dos fueron hacia el bar pero Alicia le sugirió enseñarle el vagón de equipajes a lo que Ricardo aceptó gustoso.
Yo estaba llorando indignada porque Fausto no decía nada y Alicia había accedido a ir con Ricardo y cuando pasaron por mi lado él me miró burlón.
Me extrañó que al momento de pasar, Paco el camarero fuera detrás de ellos que se cruzó con el encargado del vagón de equipajes que me dijo…
- Vaya con Alicia, me ha pedido que me tome algo sin prisa y que le deje el vagón libre…
Me hizo sospechar y despertó mi insaciable curiosidad, cuando Paco entró en el vagón fui detrás de él y esperé un momento, luego pasé silenciosamente y lo que vi me dejó helada.
Alicia y Ricardo estaban hablando, éste la tenía aprisionada contra una caja forrada de lona, ella coqueteaba con él sin dejarle que le metiera mano y luego vi a Paco escondido detrás de una mampara, Ricardo asediaba a Alicia y ésta se dejaba querer, él le fue quitando la blusa y la falda, admiré el cuerpo de Alicia, verdaderamente para su edad estaba muy sexi, me llamó la atención el gusto que tenía por la lencería, pero cuando Ricardo sacó la polla lo hizo quitándose los pantalones y el bóxer a la vez.
Era la primera vez que veía la polla a Ricardo empalmada y no me pareció nada mal aunque nada que ver con la de Fausto, se acercó a Alicia con ella en la mano intentando metérsela de pié ladeándole las bragas, ella intentaba tumbarse en el mueble pero él no tenía paciencia.
Ya tenía la punta de la polla entre los labios del coño de Alicia cuando apareció Paco con la polla en la mano, nunca pensé que Paco calzara semejante talla, Ricardo se volvió sorprendido pero Alicia le dijo que a ella le gustaban los sándwich y que si no era así no quería hacer nada.
Ricardo estaba enfadado pero muy caliente, tendría que compartir a Alicia pero estaba dispuesto a quedarse con la mejor parte, la polla le daba saltos y accedió, Alicia se quitó las bragas, tenía el coño depilado y húmedo y se tumbó sobre el cajón, abriendo la piernas, Ricardo quiso llevar la delantera y subió sobre ella metiéndole la polla esperando que Paco recogiera las migajas pero el camarero no tenía intención de ser el segundón, el tenía otros planes y Alicia lo sabía.
Cuando Ricardo le metió la polla a Alicia de un solo golpe ésta gimió de gusto, en eso estábamos las dos de acuerdo, tenía una buena polla, le dio un empujón, dos, tres, cuatro y hasta ocho pero al que hacía nueve éste gritó.
No fue un grito de victoria al correrse, fue un aullido porque Paco le había metido la polla en el culo sin avisar, apenas con un salivazo en el capullo y adentro, Paco sabía cómo hacerlo, era un maestro dando por el culo y Ricardo aprendió la lección de un sólo examen.
Paco no lo dejó salir y cuando Alicia recibió su metida veinte era Paco el que empujaba a Ricardo, éste no eyaculó porque no podía ni respirar pero Paco sí que le llenó el culo de leche condensada, cuando acabó le sacó la polla y se subió el pantalón, al salir del vagón me vio y me guiñó un ojo.
Alicia se hizo la ofendida porque no se había corrido y le enseñó que él tampoco, la polla le había bajado de momento escondiéndose entre los huevos, al salir apenas podía andar y cuando pasó por mi lado en el vagón preferente, no me miró siquiera en cambio Alicia me apretó una teta como era su costumbre.
A partir de aquel momento Ricardo estuvo callado, sus amigos lo estuvieron acosando a preguntas, suponían que habría follado debidamente a Alicia y querían saber todos los detalles, especialmente el recién llegado desde Cuenca.
Casi llegando a Valencia hay varios túneles, el tren a toda velocidad entra en ellos produciendo una estampida al comprimir el aire en su interior, en ese momento algo ocurrió que todos miramos al bar, Paco había descorchado una botella de champan y se la había dado al recién llegado, todos brindaban menos Ricardo.
Éste parecía hundido, con la cabeza agachada apoyada en el pecho, así estuvo hasta llegar a Valencia, todos fueron abandonando el vagón entre risotadas, todos menos Ricardo que seguía “dormitando”, ya sólo quedaba él y Fausto, estaba enfadada con el mayor y no lo miré pero al tocar a Ricardo para despertarlo vi que tenía un hematoma en un ojo que ocupaba toda la mejilla y la nariz.
Fausto se levantó y pasó por mi lado y sin mirar me dijo…
- Parece que a Ricardo le ha sentado mal la invitación del champán de mi amigo.
- ¿Qué quieres decir? Que ese champan… ¿qué le dio con la botella en la cara…?
- Sí, lo invité yo, bueno mi amigo lo “invitó” y yo lo pagué.
- Fausto, no habrás sido capaz de…
- Se lo merecía… y no me vuelvas a pedir que te cuente lo que dijo.
Estuve al lado de Ricardo hasta que se despejó, ya todos se habían ido incluso Fausto, Ricardo no recordaba nada y pensó que se había dormido y que se había dado con el reposabrazos de la butaca.
Cuando llegué a casa mi madre me regañó.
- Isa, cuando te vayas a quedar en Madrid avísame porque me quedé con la cena hecha.
- Lo siento mamá, ha sido un viaje lleno de imprevistos.
- Claro seguro que ni tu amiga sabía que ibas.
- Sí, le llamé nada más llegar, estoy desfallecida, apenas he dormido, menos mal que un viajero me ayudó, me mojé toda ¡no tiene idea de lo que llovía en Madrid!, me dejó este pañuelo para secarme, parecía un pollo recién nacido.
- ¡A ver… F.F….! ¿de dónde has sacado éste pañuelo?
- Ya te lo he dicho mamá, un viajero mayor me lo dejó, no lo pierdas porque se lo tengo que devolver.
- Es que este pañuelo… F.F. no sé hija, me da frío verlo.
- ¿Qué te pasa mamá, te has puesto pálida?
- ¿Isa, sabes cómo se llama ese viajero?
- Sí claro, se llama Fausto.
- ¡Fausto… Dios mío, Fausto…!
- ¿Qué pasa mamá?, es una buena persona, no sufras, te lo prometo.
- ¿Sabes que inicial es ésta?
- No sé, imagino que será Fausto Fernández o qué sé yo.
- No, esa efe es de Fausto pero la otra efe es de Feli, F.F. Fausto-Feli, este pañuelo lo bordé yo y se lo regalé a él, ¡Fausto es tu padre!
- ¿Mi padre? No puede ser, imposible, me dijo que estaba casado con la hija de un empresario importante.
- Sí, me dejó por ella, le prometieron un puesto importante y se marchó.
- Entonces… ¿es mi padre? Y… ¿él sabe que tiene una hija?
- No, no le quise decir que estaba embarazada de él, estaba decidido a marchar y ser un hombre importante.
- No puede ser mamá imposible, es un buen hombre.
- Sí, es un buen hombre pero muy ambicioso o por lo menos lo era y una lástima de hombre porque…
- ¿Por qué mamá?
- No, nada hija, son cosas mías.
- No, dímelo ya sabes que soy muy curiosa…
- Jajaja, te lo voy a decir pero no se lo digas a nadie ¿eh?
- Te lo prometo, esto queda entre las dos.
- Tu padre tiene una verga… así por lo menos.
Mi madre señaló en el antebrazo hasta el codo, yo abrí los ojos “espantada” mi madre reía pensando en la casualidad del destino y me aseguraba que Fausto tenía una polla de burro, yo me “sorprendía” pero por adentro estaba impaciente por volver a meterme aquella polla en el coño y ¿quién sabe si también en el culo? , parecía que Fausto tenía muchas habilidades…
Fin.