¿Las siestas o las mañanas?

Seguimos viajando hacia atrás. Ya conocemos porqué Raquel ama a su mama, ahora conoceremos algunas de las claves de porque mama se deja amar por Raquel, en la continuación de Ay los Sábados. Volveras a releer la serie con otro enfoque.

Por las tardes, como siempre últimamente, perreaban en el sofá, pués era el primer momento del día donde realemente ambas se relajaban del estrés del día.

Afortunadamente la mama tenía un horario parecido a la de la tediosa justicia y, aunque alguna tarde tenía alguna entrevista o asesoramiento para el juicio del día siguiente, solía tener las tardes libres.

Una vez dejaba a su nena el cole tenía el tiempo justo de volver a casa a marchar alguna colada o planchar otra, pensar en la cena, ir al supermercado y fumarse un único cigarro tranquila en el Vitara mientras esperaba de nuevo a su nena a las puertas del cole.

Aquella tarde era la primera después del minireencuentro del sábado anterior. Era martes. El lunes Raquelita tenía actividades extra-escolares, piano. El Lunes practicamente no exisitía para ambas. Por tanto aquel martes sin mediar palabra la pequeña puso las palomitas al microondas, mientras mamá se apresuraba a quitarse las botas para estirarse en el sofá con tan solo las sexys medias impuestas por el ambiente laboral en el que se movía. Ya se pondría cómoda más tarde. Estaba realmente cansada.

Lo siguiente que recuerda era despertarse con su nena dormidita entre sus piernas, con la cabeza apoyada en su vientre. El bol de palomitas estaba encima de la mesa del revés sin ni media palomita. La TV estaba en mute, con la serie adolescente de las tardes del Disney Channel. Se puso un poco de jazz en el Iphone con cuidado de no despertar a su nena, pobrecita tenía mucho sueño y aunque sabía que luego le costaría dormir por la noche la dejó dormir, que jugara con la DS si no tenía sueño, se dijo a sí misma, los deberes los haría después de cenar. Era su consentida.

Y se percató de que la niña tenía algo debajo de la cabeza a modo de almohada. ¿Eran mis bragas verdes? Se miró las uñas de las manos, se palpó por debajo de la falda y efectivamente eran las bragas de mama. ¿Sería posible que no se hubiera dado cuenta de que su nena le había quitado las bragas mientras dormía?

-Mi niña traviesa- La susurró, aunque ni se inmutó y siguió durmiendo.

Otra vez un extraño sentimiento de felicidad le inundó. Miró el reloj. Eran las 19:35. Había estado durmiendo dos horas, pero muy profunda. Algo había soñado. ¿Qué había soñado? Intentó recordar...

Siempre habían estado muy unidos y jugaban juntos. Su hermano pequeño era demasiado pequeño, así que ellos tenían más vínculos. Ambos en la preadolescencia, aquellos años de oscuridad y pobreza. Se hacían cosquillas, se daban lametazos a ver quien enguarraba más al otro, y obviamente jugaban a médicos.

La primera mamada fue por casualidad. En una de las modalidades del juego, se lamían partes del cuerpo para “extraer”un hipotético veneno, como si de una picadura de serpiente se tratara. De esta manera ella acabó chupándole la poya. Jugaron varias veces y cada día descubrían algo nuevo. Para sorpresa de ambos, aquello crecía y se ponía duro. Se transformaba.

Se partían de risa.

Hasta que un día, chupando y escupiendo el veneno una y otra vez, una y otra vez él se corrió.

Ella se quedó paralizada, y se paró el juego de golpe. ¿Había salido veneno de verdad? El no supo que decirle solo que fue increible. Eso acabó de desconcertarla a ella.

Ella sabía de mujeres, por su amiga, pero no de chicos. Su amiga tenía su edad. Así que un día se lo consultó.

Esta le dijo sin dudarlo un momento que eso era buenísimo, escaso y que era una suerte que pudiera disponer de ello. Que era semen, y era de donde salían las niñas y niños guapos. Cuanto más bebiera más guapa estaría. También le dijo que debía de correrse con frecuencia y que era también muy bueno y necesario para estar guapa. Para eso debía follar mucho.

Si, menuda amiga, también pienso yo. En otro relato hablaremos de la amiga.

Así que los juegos de médicos se acabaron, y se convirtieron en mamadas.

Él no sabia que decir, ni si pararla los pies o no, puesto que era algo mas mayor.

Simplemente disfrutaba.

A los pocos días ya no se desnudaban, simplemente le abría la bragueta, desplegaba su enorme miembro y se lo comía aduciendo con malicia que era su merienda. Costaba un ratito que se volviera a poner dura, pero alguna tarde se la había mamado hasta cuatro veces.

Dos era la media.

Un día le explicó que el se masturbaba y la leche saltaba por todas partes, sobre todo cuando pensaba en las mamadas de la tarde. Ella le dijo nooooo, no te masturbes, la leche dámela a mi!!

-¿Por las noches también? Le pregunto él, a lo que ella le contestó siguiendo las instrucciones de su amiga que a cualquier hora.

De manera que pronto comenzaron las visitas nocturnas a la cama de la hermanita pequeña. A veces la despertaba con el tiempo justo de correrse en sus morros.

Era gracioso porque ella abría los ojos y se encontraba el misil, hinchado y brillante en la noche, con una gotita asomando prediciendo lo que venía y apenas abría la boquita aquello comenzaba a disparar leche a chorros cortos y densos, que ella medio dormida trataba de tragar.

Luego se la quedaba un buen rato en la boca hasta tener la certeza de que no quedaba ya nada. El solo podía intentar disimular lo espasmos que le venían.

Luego se acostaban juntos a petición de ella, para que la primera leche de la mañana no la desparramara por ahí. Antes de volverse a dormir, ya notaba que su hermano se frotaba contra su entrepierna como si ella fuera una almohada.

Le daba escalofríos notar la poya dura de su hermano allí abajo, y al rato el se estaba volviendo a correr en la boca de su hermana, apretando con un poquito de fuerza la cabeza de su hermana contra sus huevos, de manera que la polla quedaba totalmente dentro de su boca para que no se escapara nada.

Una mañana, en el lavabo arreglándose para ir al cole, mientras su madre preparaba el desayuno, la hermanita le hizo una mamada rápida en el baño.

Por las mañanas la polla de su hermano estaba realmente irresistible. Sería su desayuno.

Como le dijo que a cualquier hora, el se lo tomó al pie de la letra, y si se veían en la hora del recreo, se iban detrás de la pista de fútbol.

El se masturbaba con disimulo y ella esperaba pacientemente, de rodillas, su almuerzo.

Por las tardes, en un ejercicio de máximo riesgo que les encantaba, el se la tocaba, con disimulo, con los padres viendo la tele, en el sofá, hasta que ella se acercaba, se sentaba con el, cosa nada sospechosa, y en un descuido de ellos, o en una publi, se la introducía por sorpresa en la boca de ella, y rápidamente echaba su leche adentro de su hermanita.

Su amiguita le dijo que iba por muy buen camino, que ya se notaban los resultados. Tenía mejor tono de piel, las piernas mas bonitas, mas larguitas y el pelo mas brillante. Pero que le faltaba follar.

Así que siguiendo de nuevo el consejo de su amiga, por las noches cuando el se acurrucaba detrás suya en la cama, le cogía la poya con la mano y se la encaraba hacía su entrepierna, así el se frotaría “mejor”.

Y tan mejor, ya que algunas veces no se aguantaba y se corría en su entrepierna dejándola completamente empapada, y el pijama con olor a semen.

Descubrió de esta manera que le encantaba ese olor. Quería oler a su hermano así que se lo contó a su amiga, que le informó que follar no era eso, pero que no estaba nada mal. Que el semen también se lo podía repartir por todo el cuerpo, que también servía.

De manera que cuando venía por las noches se quitaba el pijama y se quedaba en braguitas para que la leche le tocara mas cerca del cuerpo, y no se quedara todo en el pijama.

En esos frotamientos ella ya empezó a descubrir el placer un poco, ya que los frotamientos se convertían en embestidas y en el momento de la corrida, instintivamente, él la sujetaba con fuerza por las caderas y apretaba fuerte fuerte, y siempre en el momento de la corrida acababa lo mas cerca posible de su coño, a veces incluso metiendo sin querer la puntita a traves de las braguitas, regándola de manera cada vez más copiosa.

Y así, abrazados, se quedaban dormidos los hermanos.

No era un desperdicio del todo, pensaba ella, ya que cada vez más le gustaba sentir la tranca de su hermano en su coñito y toda la lechada caliente por que resbalaba por su entrepierna. Por lo que su amiga le había dicho, su hermano echaba mucha más leche de lo normal y eso era porque la quería muchísimo. Cuanto más semen más la quería.

En una de estas noches de frotamientos, la hermanita se puso realmente cachonda, puesto que ya cambiaban de postura, ella se ponía a lo perrito, o encima y prácticamente ya follaban, pero siempre través de las bragas porque el siempre que se acercaba a su hermana era a polla descubierta. Aquella noche, sin que se diera cuenta su hermano, ella se quitó las bragas, para sentir mejor su leche. Por instinto, sin un porque claro.

De esta manera, al sentirse ambos piel contra piel el placer era mayor.

El cada vez la inundaba más, y más veces, con mayor frecuencia. A lo mejor en 5 o 6 minutos ya estaba listo para volver a correrse, aunque si podía siempre era preferible en su boca.

Y en una de estas, como digo, y casi sin quererlo, la pollaza dura de su hermano se introdujo poco a poco en su hermana. Se produjo una pausa, para que entrara lentamente, ambos sabían que estaba pasando algo importante.

Sin mirarse, ni hablarlo, ni nada, la polla entró poco a poco sabiendo que de otra manera sería doloroso.

La penetración fue muy suave, y muy cortita, pues en cuatro delicadas embestidas ambos se corrieron. Ella se le escapó un chillido bastante sonoro, un descuido, pero era algo que ambos desconocían, claro.

Lo que sintió ella fue absolutamente indescriptible. Un orgasmo. Un orgasmo intenso, mezclado con un poquito de dolor, tan fuerte que hartaba. Rápidamente ella se giró para besarle, cosa que antes nunca habían hecho.

Esta vez también se quedaron abrazados dormidos y pegados, pero con la penetración consumada.

La tremenda herramienta de su hermano, a buen recaudo guardada en su sitio original, pensaba ella.

Así, unas horas después antes de que sonara el despertador volvieron a follar.

Sus jóvenes huevos ya habían tenido tiempo de volver a fabricar unos cuantos centilitros de semen, que volvieron a inundar el coño ya relleno de su hermana.

Ella se volvió a correr muy rápido.

Quizá con más intensidad que el anterior orgasmo. Éste le hizo soltar un par de grititos inesperados que se oyeron bastante en el silencio de la madrugada.

Tendrían que ir con más cuidado.

Hasta ahora, el hermano no se le oía demasiado ni tenían en cuenta que eso fuera un problema, pero ay amigo los orgasmos de ella eran otra cosa.

Aquella mañana en el baño mientras se arreglaban, ella cayó en la cuenta de que con el folleteo, ella se había quedado sin su ración de leche. Pero todavía temblaba a causa de los orgasmos, por lo que ya pensaría en una solución en otro momento...

Y así despertó la mama de Raquel, soñando con su propia infancia más profunda.

Soñando con su hermano al que hacía años que no veía, soñando con aquellos primeros orgasmos inigualables. Y mientras ¿Qué había estado haciendo su hijita?

No se atrevió a preguntarle. Ellas actuaban pero no mediaban explicaciones.

Ella actuó así con su hermano, y al parecer su hija lo estaba haciendo con ella. No hacían falta explicaciones.

Sencillamente pasó la semana con algunas siestas más, hasta llegar de nuevo a nuestro amado sábado.

Y no falló. Al despertar sola, pués su marido no estaba ya se había ido a trabajar, se encontró con su nena mamándole las tetas y acariciándola de nuevo, como hacía tres sábados. Volvió a bajar su hijita besándola todo el vientre el ombligo, la entrepierna con una ternura extrema. Besitos de amor, los llamaría más tarde, en cámara lenta. Rato y rato besándola las ingles y restregándose contra las piernas de mamá como una gatita. Entonces llegó el momento en el que la nena deba el paso y echaba mano con disimulo del elástico de la tanguita. No se había dado cuenta de que era un tanga que mamá en un acto sin sentido se puso la noche anterior, sabiéndo que su nena la visitaría por la mañana.

A Raquelita no le costó nada quitárselas, pués mamá estaba bien despierta y levantó la pelvis para que la tanga corriera hacia abajo, luego flexionó sus depiladitas y morenas piernas para acabar acariciándola el cabello a su nena, y la miró como diciendo -Venga, peque, te dejo que sigas.

La nena se dispuso entonces con una sonrisa de victoría, a oler a su mama, a beber a su mama y saborearla.

Aquello olía de miedo, mamá estaba absolutamente mojada. La nena no sabía qué era eso pero olía como a ella le gustaba.

Se impregnó su carita de los liquidos de mama. Besó lo más intimo de mama, amaba aquello. Olía con fuerza, mama la escuchaba y le entraba la risa, que encanto, pensaba.

Besaba el coño de mama, por que era muy bonito, muy raro, suyo, y por que la amaba. La hija quería más líquido de aquel, y comenzó a succionar buscándolo de por ahí dentro. Con la lenguecita palpó algo, que en su cabecita pensó que era de donde salía el líquidito. Y besó aquello con ímpetu. Con celerida, quería más líquido. Mamá, por primera vez gimió un poco, y otro poco, comenzó a respirar fuerte la nena no se percató hasta que ya llevaba un rato gimiendo entonces levantó un momento la cabecita para ver que pasaba.

Mamá también abrió los ojos un momento y se encontraron sus miradas con aquella conexión inexplicable con la que a veces ocurrían las cosas.

¿Sigo? Parecía preguntarle.

Vio a su nena con toda la carita empapada de liquidos vaginales, como toda la frente y su cabello, como si estuviera muy sudadita. Tenía la nariz y la boca enrojecidas, lo que enterneció todavía más. Y le hizo gracia que tenía un para de pelillos pegados en los labios. Y entonces recordó la imagen de su propia nenita aquella durmiendo encima suya con las bragas debajo de la carita. ¡También tenía pelitos en la boquita! Lo que estaba a punto de suceder ya había pasado aquella tarde ¿No? Se preguntó. Da igual, se excitó tanto que en ese preciso instante mientras asentía con la cabeza a su hija para que siguiera, y esta se volviera a sumergir a buscar el clítoris otra vez, se vino en un asombroso orgasmo, que la hizo jadear de manera muy sonora, aunque con espasmos lentos.

Se vino en la boquita de su hija tan derepente que no la dió tiempo a decirla nada. Cuidado, mi vida que te vas a manchar, le hubiera gustado decirla, pero no fue posible. La nena entonces se vió atrapada.

Mamá, sin control ninguno, le había cogido por la parte de atrás de su cabecita, la amorró más todavía aunque no había intención ninguna por parte de su hija de zafarse, y en un acto reflejo y de forma súbita derramó en toda la boquita y la carita de su nena una espesa eyaculación como nunca antes había eyaculado. Realmente parecía lechita, la nena se la tomó, toda la que pudo, aunque en esos segundos su madre no le había dado opción pués la apretaba incluso con un poquito de violencia que a la nena le pareció deliciosa. Mama estaba divina, viniéndose así, pensó la nena. Esta lechita es puro amor. Una eyaculación de amor.

Realmente una eyaculación feroz.

Y sin mediar palabra, la nena supo cuando había acabado, subió hasta la cara de su mama, empapada de lechita y pelitos, y se fundieron en su primer largo morreo, despues de haberla comido el coño, sin saberlo, como nadie por primera vez. Era la primera vez de muchas cosas.

Así sin decirse nada se dispusieron a seguir durmiendo, tapaditas y juntas, mientras mama pensaba ( cuando pudo pensar) si aquella tarde le había comido también, y tan bién...

No lo sabía.

Todavía.