Las secretarias estan cachondas

(Ilustrado). Una historia que comienza donde muchas otras terminan, en el momento en que me encontraba en mi despacho follandome a mi secretaria.

Las secretarias están cachondas

(Ilustrado). Una historia que comienza donde muchas otras terminan, en el momento en que me encontraba en mi despacho follandome a mi secretaria.

Esta historia comienza donde muchas otras terminan, en el momento en que me encontraba en mi despacho follandome a mi secretaria. Pero para llegar hasta ese feliz día, y comprender lo curioso de la situación, os tengo que poner un poco en antecedentes.

Me llamo Víctor, aunque en la empresa para la que trabajo, excepto mi secretaria, con la que me tuteo desde hace años, casi todo el personal se dirige a mí como Sr. Galán. Se trata de una multinacional, cuya sede en este país se encuentra en Madrid, y que cuenta con una importante filial en Barcelona.

Tengo treinta y tres años y llevo en esta compañía desde los veinticinco. Entre mis responsabilidades como alto ejecutivo de la misma, hace unos meses tuve la suerte de viajar a un país del sureste asiático junto con otros directivos y empresarios españoles, para participar en una serie de reuniones con el gobierno de dicho estado e intentar conseguir un suculento contrato para la compañía.

Ralicé el citado viaje con otros dos compañeros. Uno era Pablo, experto en informática avanzada que trabajaba en la filial de Barcelona, y el otro, llamado Charles, de nacionalidad inglesa, o mejor dicho británico, que es como a el le gustaba definirse además de insistir en que le llamáramos "Charly", y era nuestro máximo responsable en Europa en cuanto a relaciones y política exterior de la compañía.

Bueno, poco tengo que contar de dicho viaje. Cinco días en total, uno de ida, otro de vuelta, y tres días de negociaciones con un ministro de "infraestructuras" que llamaban ellos, de ojos rasgados, que parecía que siempre estuviese "sospechando", junto con su equipo de asesores, que hablaban un ingles pésimo, ni una puta palabra de español, y cada vez que se dirigían entre ellos en su idioma, parecía que se estuvieran peleando.

He de decir que me considero bastante "guapote". Mi cargo me obliga a vestir siempre de traje y corbata, me cuido mucho mi cabello castaño claro, y cuando estoy en casa, mi esposa me obliga a afeitarme dos veces al día. Y aprovecho esto para decir que llevo catorce meses casados, con una estupenda mujer con la que mantuve un noviazgo de cuatro años.

Sin embargo, siempre he sido bastante golfo. Durante las noches que pasamos en la otra punta del mundo, tanto mis compañeros como yo fuimos abordados en muchas ocasiones por nativas del país dispuestas a ofrecernos sus menudos cuerpos a cambio de unos pocos dólares, ya que allí no servían los euros.

Supongo que la imagen de tres occidentales bien vestidos, cenando en restaurantes importantes, desplazándose en coches de importación, y pernoctando en hoteles de lujo, debían de ser una codiciada presa para las prostitutas "amarillas", nombre con el que las bautizo Charly nada mas llegar.

Pero dos aspectos jugaban constantemente en contra de ellas. El primero, los muchos avisos por parte de compañeros y directivos con experiencia en viajes similares de la posibilidad de contraer enfermedades sexuales muy extendidas en esos parajes, donde la higiene solo estaba presente en prostíbulos de muy alto nivel y enfocados principalmente a visitantes extranjeros.

Y la segunda, aunque esta mas a modo particular, es que a mi nunca me han gustado mucho las asiáticas. Siempre he preferido la típica europea, morena o rubia me es indiferente, pero soy de los que piensa que lo mejor lo tenemos en casa, aunque comprendo que en cada continente deben de pensar lo mismo.

El caso es que fue un viaje sin sexo, pero con muy buenos resultados empresariales. Tras cinco días en los que no supimos ni lo que comíamos y la mayoría de las veces estaba crudo, volvimos a España con un precontrato multimillonario bajo el brazo y una sonrisa de oreja a oreja. Y además, en mi caso, unas ganas locas de comerme unos huevos con chorizo.

En resumidas cuentas, el gobierno de aquel lejano país nos encargaba la creación y puesta en marcha de un programa global informático que gestionaría toda la población inscrita en la seguridad social, sus historiales médicos, centros hospitalarios, personal sanitario, cuotas de los afiliados, etc… Que por otro lado tampoco eran tantos.

De hecho, solo era cuestión de adaptar algún otro programa similar más antiguo a las necesidades de los orientales. Pero claro, eso no se lo dijimos. Exageramos un montón la problemática de las funciones que debería tener el citado programa, con miles y miles de horas de trabajo y varios meses para ponerlo en funcionamiento sin errores.

Por no hablar del coste del equipo en cuestión, que podía ascender a miles de terminales, su total conexión entre ellas, más la formación de un elevado numero de administrativos locales que la harían funcionar tras la entrega definitiva. Y por ultimo un soporte técnico para los próximos cinco años que incluía el desplazamiento de técnicos especializados si fuera necesario.

Vamos, que les presentamos un presupuesto de una burrada de millones, cuyo treinta por ciento el cliente haría efectivo casi de forma inmediata para costear el lanzamiento definitivo del proyecto. Y casi el gobierno en pleno firmo el precontrato, con lo cual nosotros volvíamos más contentos que tres niños con tres piruletas y el disco duro de las videocámaras repleto de imágenes curiosas.

El resultado de tan buena gestión se tradujo en que tres semanas mas tarde me trasladaba, junto con mi secretaria personal, a la sede de Barcelona para hacerme cargo del grueso del proyecto, calculando en principio que nos llevaría unos seis meses su desarrollo hasta tenerlo listo para comenzar a implantarlo en su país de destino.

Loli, mi secretaria, es una rubia zorrona y viciosa, de cabello ondulado debido a las periódicas permanentes que se aplica en la peluquería. A mi parecer le sobran unos kilitos, sin querer decir con esto que estuviese gorda, ya que tiene un apetecible cuerpo, y sobre todo unas tetas, bastante mas grandes que las de mi esposa, pero muy firmes y con unos rosados pezones que son la delicia de cualquier boca.

Es mas joven que yo, tiene veintisiete años y lleva trabajando conmigo casi cuatro, cuando los dos aun estábamos solteros. Apenas dos meses después de empezar a trabajar en mi empresa empecé a tirarmela, tanto en el despacho, como cuando hacíamos algún corto viaje de trabajo. Le encanta follar y es una apasionada del sexo oral, la chupa como ninguna, y no es solo que yo la animara a darnos un revolcón por las tardes en la oficina, sino que en muchas ocasiones era ella la que me sugería un polvo rápido sobre las mesa.

Me tienes estresada, Víctor. Estoy hasta los cuernos de trabajo. Eres un puto negrero. – Solía decirme muchas tardes a ultima hora, sentándose en el borde de mi mesa, insinuante, con las piernas un poco entreabiertas y la falda un poco mas arriba de lo normal. – Vas a tener que aplicarme un tratamiento de choque, o tendré que coger la baja laboral .

Y en esas ocasiones, tras colocarla frente a mi mullido sillón, la espatarraba sobre la mesa y la obsequiaba con una larga comida de coño, que ella disfrutaba reprimiendo sus gemidos para que no nos escuchara nadie mordiéndose el labio inferior y sujetándome fuertemente la cabeza entre sus piernas aplastando mi cara contra sus labios vaginales.

Si se corría muy pronto, solía compensarme con una de sus estupendas mamadas, tragándose mi polla hasta la garganta y con mucho cuidado de ingerir todo el semen cuando me corría en su boca para no estropear su maquillaje o manchar sus impecables blusas.

En otras ocasiones le gustaba agarrarme de la corbata, cuando estaba abierta de piernas sobre la mesa, y tirando tanto de ella que a veces corría el riesgo de ahogarme, la penetraba rápida y salvajemente mientras mantenía mi cara a escasos centímetros de la suya.

Pero a parte de los innumerables revolcones que nos dábamos, era una secretaria de lo mas eficiente. Ya por esos tiempos los dos teníamos pareja, y cuando le comente que me iba a casar, ni para ella ni para mi supuso un impedimento para seguir "desestresandonos" mutuamente por las tardes en el despacho. De hecho asistió a mi boda, y cuando volví de mi luna de miel, seguimos follando casi a diario como lo habíamos hecho antes.

Al final Loli también se caso, unos cinco meses antes del mencionado traslado a Barcelona. Yo también fui invitado a su boda, a la que asistí con mi mujer y otros compañeros de la empresa. Pero eso no cambio un ápice nuestra relación, ni profesional ni sexualmente. Estando los dos casados, follabamos mas si cabe que cuando éramos solteros. Lo dicho, ella era una putita viciosa y yo un golfo, el mejor equipo posible.

Unos días antes de nuestra partida, nos hicieron llegar mediante la valija de la empresa tanto los billetes de avión para el puente aéreo como un resguardo de dos habitaciones en un hotel de alta gama muy cercano a la sede de la compañía. Como os podréis imaginar, Loli y yo estábamos encantados con la idea de pasar medio año en Barcelona en los que casi podríamos estar juntos las veinticuatro horas.

Nuestras oficinas en Madrid son modernas, funcionales y muy bien comunicadas, pero cuando llegamos el primer día a la sede de Barcelona flipamos en colores, no por las instalaciones en si, que eran poco mas o menos como las de cualquier otra compañía prospera, sino por su ubicación.

La filial catalana estaba situada en uno de los pisos mas altos de una imponente torre del litoral barcelonés, desde cuyos ventanales, alguien con buena vista y un día claro casi podría ver las Islas Baleares. Bueno, quizás exagero un poco, pero por la fachada contraria al mar, si que se veía con total claridad toda la extensión de la ciudad y las montañas que la limitan.

A solo unos metros del citado rascacielos, se erguía otro prácticamente gemelo, que casualmente albergaba el hotel donde nos alojaríamos mi secretaria y yo mientras durase nuestro trabajo en la ciudad condal. Dos esplendidas y amplias habitaciones de las cuales una de ellas esperábamos prácticamente estuviesen siempre vacías.

No obstante, tanto a Loli como a mi, nos habilitaron dos despachos interiores, aunque con dos grandes ventanales que daban a los corredores entre las oficinas, uno a cada lado del largo pasillo intermedio que atravesaba las oficinas, de los cuales tampoco había motivo de queja, teniendo en cuenta que nuestra labor allí era puramente temporal.

Y así comenzamos a trabajar en el proyecto. Los primeros días nos fueron presentando al personal, principalmente jefes de departamento y algún que otro subalterno o secretarias que por sus funciones estarían mas relacionadas con nuestras labores. La inmensa mayoría de los compañeros y compañeras se mostró muy agradable y colaboradora con nosotros.

Había allí una gran variedad de mujeres, muchas mas que en Madrid, ya que en Cataluña se trataban muchos aspectos administrativos a nivel europeo, mientras que en la capital el enfoque de la empresa era mas bien comercial.

Yo, que aun siendo hombre reconozco ser un poco "marujon", me interesaba y preguntaba por muchas de ellas, aunque también solicitaba información sobre los hombres para no llamar la atención y que no me tacharan de mujeriego. De hecho, lo cierto es que a parte de Loli, raramente le había sido infiel a mi esposa desde que empezamos a salir.

Todo iba perfectamente con el proyecto. Cada lunes a primera hora de la mañana llegábamos a Barcelona y permanecíamos allí hasta la tarde del viernes, desplazándonos de una ciudad a otra en el puente aéreo. Con mi secretaria me revolcaba prácticamente todos los días, cuanto mas trabajábamos, mas follabamos, y aunque os parezca increíble, a parte de nuestras sesiones de sexo por las noches en nuestras habitaciones, de vez en cuando también echábamos algún polvo rápido en mi despacho.

Y así volvemos a las primeras líneas de este relato. Debíamos de llevar en Barcelona como un mes, quizás cinco semanas. Era un viernes a primera hora de la tarde, después de comer, cuando ya todo el mundo empieza a saborear el fin de semana y tanto Loli como yo nos preparábamos para regresar a Madrid.

¿Te hace un casquete rapidito? – Le pregunte a mi secretaria plantándole toda mi mano en el culo cuando recogía unas fotocopias de mi mesa. – Tenemos tiempo de sobra, sale un avión cada veinte minutos. Si no cogemos el de las siete, nos vamos en el de las siete y veinte.

Loli acabo de recoger los papeles y se quedo unos segundos pensativa. Luego dijo que no con una sonrisa y empezó a dirigirse a la puerta del despacho. Pero justo cuando ya agarraba la cerradura con su mano volvió a detenerse, me lanzo una de sus lujuriosas miradas, y retrocedió el camino andado dejando los papeles sobre la mesa.

La verdad es que debería marcharme ya al hotel, aun tengo que recoger toda la ropa que he usado durante la semana y meterla en la maleta. – Me dijo sentándose sobre mis muslos y acariciándome suavemente la mejilla. – Pero si no hecho ahora un polvo contigo, cuando esta noche me acueste con mi marido caeré sobre el como una zorra hambrienta, y como no esta acostumbrado a verme tan fogosa podría sospechar algo.

Loli me obsequio con uno de sus apasionados besos en los que su lengua recorría todo el interior de mi boca, a lo que yo correspondí plantándole una de mis manos sobre las tetas, y mientras se las acariciaba con suavidad la otra comenzaba a deslizarse lentamente por la parte interior de sus muslos.

Después de tantos revolcones como nos habíamos dado, no solíamos entretenernos mucho en juegos preliminares, y cada uno sabia sobradamente lo que excitaba al otro, así que no nos anduvimos por las ramas y en solo unos segundos ya tenia la camiseta de mi secretaria remangada por encima de sus pechos y alternaba a comerle uno mientras le magreaba el otro y viceversa.

Ese día Loli vestía un traje de minifalda y chaqueta color marfil, aparte de una camiseta blanca bastante ajustada en el torso. Además, por su grado de elegancia, siempre usaba medias y zapatos de tacón, esto en parte porque no era demasiado alta y en parte porque le hacia unas piernas estupendas.

Tengo que decir que es una gran besadora, he conocido a muy pocas mujeres que se morreen como ella, y a mi me encantaba que su lengua caracoleara con la mía mientras sus labios se pegaban a los míos.

Otra cosa que le encantaba era que la masturbara con los dedos, y por descontado que yo lo pasaba en grande complaciéndola, así que mientras chupaba afanosamente sus pezones cambiando de uno al otro a cada pocos segundos mientras sus brazos rodeaban mi cuello, eche sus delicadas braguitas a un lado y comencé a acariciarle el clítoris con mi dedo corazón.

Como era de esperar, solo pasaron unos instantes hasta que note que sus labios vaginales comenzaban a impregnarse de fluidos al mismo tiempo que su respiración se agitaba y entreabría sus piernas para facilitar mi masaje, que poco a poco iba aumentando en intensidad.

Una de sus manos ya se había desplazado hasta mi entrepierna, y tras calibrar con un par de apretones que estaba totalmente empalmado, ahora luchaba por bajar la cremallera y soltar el botón de la cintura para comenzar a juguetear con mi miembro, que estaba loco por salir de su forzado encierro.

Entretanto, yo me disponía a poner en practica la follada de dedos que sabia mas le gustaba, introducir profundamente el índice y el corazón mientras con la yema del pulgar le frotaba el clítoris haciendo círculos, al principio con suavidad, y aumentando el ritmo progresivamente.

Una mano experta como la de Loli no tardo mucho en sacar mi falo por la abertura de los calzoncillos para comenzar a deleitarme con una acompasada paja, al tiempo que yo prácticamente había dejado de lamerle los pezones para pasar directamente a mordérselos, con la nariz chafada entre sus senos debido a la presión que su brazo ejercía tras mi cabeza.

A todo esto, mi mano entre sus piernas ya no se comportaba en ningún modo de forma delicada. Con la secretaria completamente espatarrada, mis nudillos chocaban ferozmente contra sus labios vaginales en un intento de que los dedos llegaran a lo mas profundo de su coño, y mi pulgar se movía a velocidad de vértigo sobre su clítoris, haciéndola jadear ya de forma compulsiva.

Las paredes de los despachos de la compañía no eran de obra, sino una mezcla de madera contrachapada y aluminio, por lo que era fácil que los sonidos producidos en una oficina, fueran fácilmente escuchados en las de ambos lados, aunque por otra parte solía haber bastante bullicio, ruido de teléfonos y faxes que hacían casi imposible distinguir un sonido concreto.

Pero Loli sabia que su fogosidad a veces le jugaba malas pasadas, y cuando estaba cercana al orgasmo fácilmente podían escapar de su garganta fuertes gemidos involuntarios. Para evitarlo tenia un sistema infalible, el morreo, de modo que cuando noto que su corrida estaba cercana, agarrandome con decisión del pelo, me hizo levantar la cabeza y me hundió su lengua en la boca.

Después de tantos años jodiendo juntos, yo ya sabia lo que eso quería decir, así que incremente todo lo que pude la follada de dedos hasta el punto de que parecía que le estuviera dando puñetazos en el coño, mientras con la otra mano magreaba toda la extensión de sus pechos y dándole de vez en cuando algún que otro pellizco en los pezones.

Así llegamos a un punto en el que Loli, en vez de besarme, prácticamente me mordía, y sus caderas se movían acompasadamente con mi brazo, adelantando su pelvis justo en el momento en que mis dedos casi llegaban a tocar su matriz dentro de su sexo, por no hablar de los tirones de pelo que me propinaba mientras me sujetaba la cabeza.

Como no podía ser de otro modo, tras unos segundos en esa especie de guerra, note como el coño de mi secretaria se inundaba de fluidos vaginales impregnando mis dedos, al tiempo que su lengua se introducía en mi boca como una culebra en busca de mi garganta y su mano se aferraba al tronco de mi pene con tanta fuerza que pensé que me iba a cortar el riego sanguíneo.

Tras un largo y ahogado gemido que Loli reprimió todo lo que pudo, su respiración fue tomando un ritmo mas pausado y tranquilo, y al mismo tiempo comenzó de nuevo a masajearme la polla, descendiendo de vez en cuando con la palma de su mano hasta mis genitales para darles tres o cuatro restregones antes de regresar al tronco de mi pene.

Mi despacho contaba, además del típico mobiliario funcional destinado a pequeño archivo, con dos grandes mesas, una en la que trabajaba a diario con el ordenador y los distintos impresos que recibía, y otras mas grande destinada a pequeñas reuniones cuando se hacían necesarias.

Mi secretaria sabia que la escaramuza que acabábamos de hacer no pasaba de ser un medio polvo, así que de improviso se levanto y agarrandome la polla con la mano, tiro de ella hasta hacerme poner en pie como si fuera la trompa de un elefante y me obligo a recorrer a pequeños pasitos el espacio que nos separaba de la mesa de reuniones debido a que yo aun llevaba los pantalones en los tobillos.

Meteme ese trozo de carne que tanto me gusta. – Me dijo con una media sonrisa sin soltar mi rabo que sobresalía por la abertura de los calzoncillos y tumbándose de espaldas sobre la larga mesa ya con las piernas abiertas. – Ya se que te gustaría una buena mamada, pero no vamos bien de tiempo. además, aprovecha ahora que aun tengo el coño encharcado.

No bien termino de hacerme dicha proposición y con la mayor expresión de zorra que sabia poner, volvió a subirse la camiseta hasta descubrir sus tetas para a continuación acomodar sus manos tras la nuca y completamente espatarrada, ofrecerme su jugoso sexo que seguía expuesto con sus braguitas echadas a un lado y la minifalda completamente retorcida a la altura de su cintura.

Yo, sin perder un segundo, me coloque su pierna izquierda en el hombro y sujetándome la tranca con la mano la coloque entre sus labios vaginales, para a continuación, de un solo golpe de caderas, introducírsela de tal modo que mis huevos toparon violentamente contra sus nalgas.

Comencé así una frenética follada que casi hacia que la mesa se moviera hacia atrás y las tetas de la secretaria bamboleaban al ritmo de las embestidas, mientras ella, con las manos tras su cabeza me miraba a los ojos con cara de vicio mientras paseaba la punta de la lengua por la comisura de los labios.

Estaba yo mete que te mete, concentrado en que mi miembro penetrara lo mas adentro posible de las entrañas de Loli y viendo que en cuestión de segundos iba a descargar mi provisión de semen sobre su vientre, cuando ella de repente se incorporo sobre un codo y comenzó con la otra mano a golpearme el brazo, intentando decir alguna palabra que no acababa de salir de su garganta.

Yo estaba tan metido en el polvo que apenas le hacia caso, concentrado en sacarle la polla en el momento justo para lanzarle el jeringazo de semen sobre su cuerpo, pero al ver que intentaba por todos los medios separarse de mi y que su mirada se mantenía fija en algún punto a mi espalda, no pude menos que volver la cabeza, y lo que vi me dejo helado.

La puerta estaba entreabierta, y por el espacio que separaba esta del marco de la pared, asomaba con los ojos abiertos como platos la silueta de una delgadísima morena de pelo largo y rasgos asiáticos, con un ramo de flores en la mano, la otra aun apoyada en el pomo de la cerradura y una expresión de asombro que para que os voy a contar.

¡Me cago en to lo que se menea! Es que no sabes llamar a la puerta. – Le grite enfadado mientras Loli saltaba de la mesa e intentaba taparse un poco dejándome a mi totalmente empalmado y con la polla al aire saliendo por la abertura de mis calzoncillos. - ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! Haber, ¿Dónde coño esta el fuego para que entres aquí de esa manera?

Creo recordar que a parte de esas palabras también le dedique algún que otro insulto que hacia referencia a su madre, pero como el hecho de habernos sorprendido en tal situación en definitiva no era culpa suya, sino únicamente de Loli y mía prefiero omitirlo. Al fin y al cabo, ella solo había cometido la torpeza de no llamar a la puerta, o tal vez no la habíamos oído.

En principio no contesto siquiera a mi airada pregunta, seguía en el quicio de la puerta, con la boca medio abierta y las flores en la mano, que por cierto eran de plástico, y solo se movió un poco cuando mi secretaria, ya con la falda en su sitio y los pechos ocultos bajo la chaqueta pasaba como una exhalación a su lado diciéndole con rabia: - Maldita china zorra hija de puta. – Y se marchaba del despacho con un cabreo de tres pares de pelotas.

Me acordaba de ella, fue una de las primeras chicas que me presentaron al llegar a la filial de Barcelona, ya que pasaba una buena parte de su jornada laboral en la centralita de recepción, aunque ocasionalmente también hacia trabajos de traducción y de interprete. Por lo visto era todo un coco para los idiomas, hablaba una decena de ellos, y curiosamente el peor de todos era el español.

Se llamaba Lixue, no lo olvidare nunca, porque cuando la salude por primera vez, tras darme dos besos me dijo: - Significa nieve, en mi tiela mi nomble, Lixue, significa nieve. – Pablo, el compañero que me había acompañado en el primer viaje a Asia, me informo que era birmana, aunque llevaba desde la adolescencia en España, y que como buena oriental jamás pronunciaba la "R", además de comerse otra buena cantidad de palabras entre las frases.

Ya he comentado que las asiáticas nunca me han gustado demasiado, no son mi tipo. Sin embargo, he de reconocer que Lixue, o nieve, o como coño se llamara, era una chavala cantidad de atractiva. Bastante mas alta de lo que yo creía que era la media oriental, casi tanto como yo, llevaba un largísimo pelo negro y liso que le caía casi hasta el culo, eso si, muy delgada y prácticamente sin tetas donde agarrarse.

Esa tarde, cuando irrumpió de aquella forma en mi despacho, vestía un traje de falda y chaqueta color lila y una especie de camiseta de seda muy fina y holgada en un tono dorado, tan sutil que marcaba perfectamente el contorno de sus pequeños pechos. En conjunto, la vestimenta la hacia tremendamente elegante.

Con cara de estar un poco asustada, cerro la puerta y se dirigió a la mesa a dejar las flores, que como he dicho eran de plástico. Se trataba de un ramo que el primer día que entre en el despacho estaba sobre un mueble auxiliar cubierto de polvo, y que Loli entrego a la chica para que el equipo de limpieza lo adecentara un poco. Lixue únicamente se disponía a devolvérmelo.

Yo…. Esto…. Peldon, Señol Galán….. No sabia…. Yo tengo que llamal siemple puelta….. Peldon…. – Tartamudeaba la joven, a la que le calculaba unos veinticuatro o veinticinco años, intentando disculparse mientras yo caía en la cuenta de que aun tenia la polla fuera, completamente tiesa y mirando al techo. – Yo ya aplendo lección y no volvel oculil .

Y entonces, para mi sorpresa, cuando estaba a punto de guardar mi tranca y subirme los pantalones, va la chinita y sin ningún tipo de vergüenza le hecha la mano y se la queda mirando como si fuera el pene mas extraño que hubiera visto en su vida, sopesándola en la palma de su mano como si estuviera calculando el peso. - ¡ Que picha mas golda, señol Galán, y que dula. Los de mi laza la tienen mucho mas pequeña. – Me decía con cara de asombro.

Pero para asombro el mío, y eso que ya solo estaba morcillona. La tía la agarraba entre sus dedos, apretándola y volviéndola a soltar, como si fuera el mango de un martillo. Incluso se inclino un poco para verla mas de cerca, lo que me ofreció a mi una buena perspectiva de sus pequeños senos gracias a la holgura de su camiseta.

Oye, oye, que lo que estas tocando es mi polla, no el mando de un futbolín. – Le dije notando que ya se me empinaba otra vez tras el interrumpido polvo con mi secretaria, y dejando de nuevo que mis pantalones descansaran a la altura de los tobillos a la expectativa de lo que hiciera la chica. – Bueno, venga, si tanto te gusta la podrías chupar un poquito, así arreglarías lo que as interrumpido antes. – Solté yo intentando poner aun voz de enfadado.

Yo no chupo pichas, pelo si Señol Galán quiele podemos jodel un latito. – Me suelta la tía desentendiéndose de mi molla y comenzando a quitarse la chaqueta, como si para ella, follar así, sin mas, fuera lo mas normal del mundo. – Tu tienes elamienta golda y glande pol mi culpa, y yo quielo compensal. – Termino diciendo mientras dejaba la chaqueta sobre un mueble, y comenzaba a tutearme.

Estoy seguro de que en toda mi vida yo no había puesto tanta cara de bobo como en aquel momento. Estupefacto y con el pene ya totalmente erecto, contemple como la chinita, bueno, la birmana, echaba los brazos hacia su espalda, y tras soltar el corchete y la cremallera de su falda, esta caía dócilmente a sus pies, mostrándome unas minúsculas braguitas blancas que ya también se disponía a quitarse.

Solo unos segundos mas tarde, Lixue conservaba sobre su piel únicamente la dorada camiseta de tirantes, y apoyándose sobre la misma mesa en la que apenas unos minutos antes me estaba tirando a mi secretaria, con las piernas un poco entreabiertas me ofrecía su oriental chochito para terminar con ella lo que había empezado con Loli.

¿Te llamas Lixue, verdad? Si, ya lo se, significa nieve, me lo dijiste el primer día. Tiene gracia, llamarse nieve siendo amarilla. – Le dije sarcásticamente mientras llevaba mi mano a entre sus piernas y comenzaba a acariciarle el sexo haciéndola emitir los primeros gemidos. – así que nieve, nieve es lo que te va a llenar hoy el coño, bonita.

Estuve solo unos segundos masajeándole el clítoris con la yema de mis dedos, lo suficiente para empezar a notar como se humedecían sus labios vaginales. Luego le metí dos dedos lo mas profundamente que pude, hasta que mis nudillos llegaron a su entrepierna, y comencé un rápido y brusco mete saca que hizo que la chica se espatarrara aun un poco mas y comenzara una especie de lloriqueo que indudablemente eran la versión oriental de los gemidos.

Cuando mis dedos estaban completamente empapados con sus fluidos internos, saque la mano e impregne la punta de mi glande con los jugos. A continuación, coloque la punta de la polla en la entrada de su coño, y agarrandola por las caderas, con un golpe de pelvis, esta vez no demasiado fuerte, se la introduje hasta que mi bajo vientre choco con sus nalgas.

Que queréis que os diga, acostumbrado a los traseros de mi mujer o de mi secretaria, con lo delgada que estaba la chinita, era como si me faltara culo, joder, si es que parecía de juguete. Eso si, no se cuantas "pichas" como decía ella de sus compatriotas habría probado, pero el balanceo de sus caderas para ajustarse a mi ritmo ya me estaba llevando de nuevo al borde de la corrida.

Y en esas estaba, con Lixue inclinada sobre la mesa apoyada en los codos, o a veces incorporándose un poco mas hasta juntar su espalda con mi pecho, aprovechando esas ocasiones para magrearle las pequeñas tetas, pero pequeñas de tal modo que con el cuenco de mi mano me sobraba para abarcar todo un seno, y sin parar de embestirla desde atrás en busca de un orgasmo conjunto.

Daba la impresión de que la china esta a punto de correrse, claro que con esa mezcla de jadeos, gemidos y el lloriqueo típico de una muñeca de niñas tampoco es que lo tuviera muy claro, pero yo había conseguido sobreponerme de la interrupción y otra vez en plena forma incrementaba a cada momento mis empujones pensando en si me corría en su coño o le llenaba la espalda de semen.

No me lo podía creer, tenia yo las delgadas nalgas de Lixue separadas por la presión de mis manos, dale que te pego a golpe de riñón y notando como mi endurecida tranca hacia tope en el fondo de su vagina cuando un ruido a mi espalda me hizo dar un nuevo respingo y desentenderme por unos segundos del polvo con la chinita.

El sonido en si era claro e inequívoco, el de una puerta al cerrarse. En un primer momento pensé que alguien había abierto la puerta y al encontrarse la escena la había vuelto a cerrar rápidamente. Pero cuando volví la cabeza me encontré con una jovencita morena que apenas podía disimular su risa por lo que estaba viendo.

¡Hostia puta! Esto no puede estar pasando, joder. Pasa mas gente por este despacho que por la Puerta del Sol la noche de fin de año. – Solté yo mirando al techo y pasando olímpicamente de la nueva visita, que se tapaba la boca para ocultar su risa. – Luego decís que los de Madrid no cerramos las puertas. ¡Y una mierda! Aquí todavía no os han explicado para que sirve una cerradura.

Llegados a este punto, ya me daba igual todo, por mi como si entraba el presidente de la compañía, y mas viendo que la chinita, o no se había dado cuenta de que ya no estábamos solos o le importaba un pimiento, porque seguía meneando su trasero contra mi pelvis como si nada hubiera pasado.

Tu no pleocupes de niñata y termina de jodelme el chichi. – Le escuche decir a Lixue girando un poco la cabeza y aumentando un poco mas el ritmo de sus meneos. – Si esta zolita también viene a chingal que espele su tulno.

El comentario me dejo estupefacto, de hecho otra vez estaba empezando a perder la erección y solo los decididos movimientos de la chinita intentando que no perdiera el ritmo mantenían mi zipote en un estado minimamente decente, aunque yo ya no sabia si atender a la china o volverme contra la intrusa y echarla del despacho a hostias.

La chica en cuestión era una administrativa del departamento de proyectos. De hecho aun estaba en fase de practicas y solo trabajaba por las tardes, se llamaba Mónica y por las mañanas estudiaba empresariales en la universidad. Con sus diecinueve años era una de las féminas mas jóvenes de la empresa.

Pero lo mas curioso es que mi amigo y compañero Pablo, el día que me la presento me dijo confidencialmente que por la empresa corrían rumores de que era lesbiana, aunque por otro lado también se decía que le había tirado los tejos a algún que otro joven, y que tenia fama de dicharachera y desenfadada. Vamos, lo normal a su edad.

Por supuesto, ocupaba uno de los escalafones mas bajos de la compañía, tan solo llevaba unos meses en la misma, pero se decía que era muy eficiente y sus superiores estaban muy contentos con su trabajo, que principalmente consistía en hacer copias de contratos, fotocopias, envíos de fax, etc… Y decían que siempre estaba de buen humor.

Esa tarde en cuestión llevaba una minifalda de tela burda en tonos grises con una chaqueta a juego, acompañado esto de una de esas medio blusa, medio camiseta, que no se sabe muy bien si esta pensado para dormir o para salir a la calle, pero que ofrecía un escote y una delantera que ya le hubieran gustado a la chinita para ella.

Además, tenia el pelo bastante corto. El día que la conocí le caía justo hasta el centro de la nuca, pero esa tarde lo llevaba recogido en un coqueto moño que le daba un aire de sofisticación, intentando quizás aparentar algo mas edad de la que tenia o no dar pie a mas comentarios que la tacharan de niña alocada y demasiado joven para trabajar en una multinacional de prestigio como la nuestra.

El caso es que mientras yo seguía sin saber que hacer, ella se acerco hacia la mesa y soltó un dossier que traía con algún documento, sin dejar de sonreír, como si encontrarse a una pareja follando en un despacho fuera lo mas normal del mundo y lo viera todos los días.

¡Vaya con la birmana! Con lo modosita que parece detrás del mostrador de recepción. – Dijo sin dejar de observar como la chinita meneaba el culo intentado que mi polla volviera al grosor que ella deseaba. - ¿Montas una fiesta salvaje en la oficina y no me avisas, "Nieve"? Para que luego vayáis diciendo por ahí que yo estoy salida. ¡No te jode!

Mientras hacia dichos comentarios se había colocado justo a mi izquierda, con su cuerpo pegado al mío, y cambiando ahora su expresión a lo que parecía un sentimiento de tristeza observaba como a mi polla medio flácida le costaba trabajo introducirse en el interior de la chinita.

Uy.. uy… uy… Señor Galán, no esta usted en forma. ¿No será esto por culpa mía? He entrado en el momento mas inoportuno. ¿Verdad? – Siguió hablando la jovencita al tiempo que introducía su mano entre mi pelvis y el estrecho culito de Lixue. – Bueno, bueno, vamos a ver si podemos volver a estimular esta cosita. Mmmm… Que ricura.

Y entonces va la joven, me agarra la polla con una mano posando la otra sobre el trasero de la chinita, y comienza a restregar la punta de mi capullo a lo largo de los labios vaginales de Lixue, haciendo que rápidamente comenzara a hincharse de nuevo mi herramienta y que sonaran otra vez los extraños lloriqueos placenteros de la oriental.

Cuando consideró que la rigidez de mi pene volvía a ser la adecuada, lo primero que hizo Mónica fue bajarme los calzoncillos hasta media pierna, ya que hasta esos momentos mi tranca aun seguía asomando por la abertura de la bragueta. Posteriormente, tras un rápido y suave masaje de huevos con su mano metida entre mis piernas me volvió a poner en posición apuntando con la polla al coño de la chinita.

Yo seguía medio anonadado, con la cabeza de la joven a medio camino entre mi cara y el trasero de Lixue, su mano agarrando mis cojones de forma que la punta de la polla quedara justo en la entrepierna de la asiática, dispuesta a penetrarla de nuevo al primer empujón.

A la orden de: - A la una, a las dos y a las tres. – pronunciada por la jovencita, empujo mis genitales hacia delante mientras también sujetaba una de las piernas de Lixue. Con total facilidad mi tranca se introdujo nuevamente en el coño de la chinita hasta el punto de que la presión de la mano de Mónica en mis huevos hizo que estos se chafaran contra la entrepierna de la asiática, produciéndome una mezcla entre suave dolor y placer.

Aun un poco confuso y desbordado por la situación, intente concentrarme otra vez en el trasero de Lixue, cuyo lloriqueo de muñeca contribuía poco a mi empeño, ya que era difícil determinar por esos sonidos si le gustaba o le dolía la jodienda, aunque supongo que seria lo segundo, porque se dejaba penetrar sumisamente.

El caso es que Mónica tampoco parecía dispuesta a permanecer impasible ante la situación, y tal como estaba colocada a mi izquierda, ahora ya levantada y observando como mi pene entraba y salía del estrecho sexo de la chinita, me cogió una mano y con cara de vicio se la llevo directamente a uno de sus pechos.

Oye, ¿pero tu no eras tortillera? – Le dije yo sin oponer resistencia al magreo de tetas pero intentando seguir concentrado en el culo de la asiática. – Si te quieres pegar un revolcón con la chinita mientras yo me la follo, por mi no hay problema. – Acabe diciendo cuando ya metía mi mano por la abertura de su escote.

¿Te gustaría eso? ¿Te gustaría que me abriera de piernas encima de la mesa para que la birmana me comiera el coño mientras te la follas? – Me contesto acariciando de forma casi imperceptible una de las nalgas de Lixue. – Me parece que no soy su tipo, de hecho, hasta hoy pensaba que a esta solo le gustaban los tíos de color amarillo.

Entretanto, y ayudado por la becaria, mi mano ya se había introducido por entre su piel y su ropa, y mi dedo pulgar e índice jugueteaban con uno de sus pezones, alternado de vez en cuando con un buen magreo con toda la palma de mi mano, que al contrario que con Lixue, esta vez si que se llenaban de teta.

Lo cierto es que ahora casi estaba mas concentrado en la delantera de Mónica que en el polvo con la chinita. Por suerte esta seguía a lo suyo y sus extraños grititos habían pasado a convertirse en algo parecido a un leve relincho de caballo, haciendo chocar sus delgadas nalgas con mi bajo vientre a la mayor velocidad posible.

Estaba a punto de pedirle a la becaria que soltara sus pechos al aire para comérselos libremente cuando un estridente chillido lleno toda la oficina, fue tan de improviso que mi primera reacción fue mirar hacia la puerta por si alguien lo había escuchado y se presentaba en el despacho.

Al mismo tiempo, la espalda arqueada de Lixue y la sensación de tener la polla metida en un pequeño recipiente de aceite me hicieron comprender que la chinita acababa de tener un largo orgasmo, mientras mi mano aun magreaba los pechos de Mónica y una de las suyas acariciaba mi nalga izquierda.

Estaba la birmana apenas empezando a separarse de mi cuando la becaria comenzó a quitarse apresuradamente la ropa, empezando primero por la chaqueta y desabrochando luego el corchete trasero de su minifalda para dejarla caer a sus pies, quedando solo cubierta con la extraña camisetita blanca que llevaba y unas braguitas estrechas y del mismo color.

Yo seguía encontrándome un poco perdido. Tras meter la tranca en dos coños diferentes, entre interrupciones y sobresaltos, aun seguía con los cojones cargados de leche. Por suerte para mi, parecía que Mónica estaba dispuesta a aliviarme y no iba a ser yo el que le quitara la idea de la cabeza.

Entonces, por segunda vez en la misma tarde, la jovencita me coge de la polla y empieza a tirar de ella hasta llevarme dando saltitos al sillón de la mesa principal, con los gallumbos y los pantalones en los tobillos, en un trayecto de menos de tres metros estuve a punto de caer en dos ocasiones y a duras penas llegue hasta la silla.

¡será posible! Pero que manía tenéis las tías de agarrarnos de la polla y tirar de ella como si fuera la trompa de un elefante. – Me queje yo con un tono de voz que no denotara mucho enfado cuando por fin me sentaba en el sillón. - ¿Tu si chupas picha? – Le pregunte entonces a Mónica imitando la voz de la chinita.

La chupo muy bien, cariño, pero no voy a desperdiciar ese pedazo de carne para que te corras en mi boca. Lo que necesito es una buena follada. – Me contesto la jovencita despojándose de sus braguitas y mostrándome un cuidadosamente depilado monte de venus. – Eso lo dejaremos para otro día, amorcito, que hoy es tarde y dentro de media hora no quedara nadie en la empresa.

Entretanto, yo me estaba aflojando el nudo de la corbata para deshacerme de ella, al mismo tiempo que la chinita, situada a mi espalda, desabrochaba los botones de mi camisa para acto seguido, y en una misma maniobra, quitarme tanto la americana como la camisa, cosa que yo agradecí, ya que con tanto folleteo y ejercicio, la temperatura del despacho parecía haber subido varios grados.

Con toda decisión, Mónica prácticamente me empujo haciéndome caer sobre el sillón, que previamente había colocada paralelo a la mesa, y me llamo un poco la atención ver tatuado en un hombro de la jovencita la cabeza de un hermoso caballo de largos crines.

Y sin cortarse un pelo, poniendo sus pies a ambos lados de la silla, coloco su raja justo encima de mi herramienta, y con una suave flexión de sus rodillas se sentó sobre mis muslos introduciéndosela completamente en su vagina, que debido sin duda al calentamiento y visión anterior, estaba perfectamente lubricado y resbaladizo.

Tan pronto como llegue por primera vez al fondo de su coño, Mónica comenzó a cabalgarme con el ímpetu típico de su juventud, levantándose y dejándose caer nuevamente sobre mi polla con brusquedad, al tiempo que su juguetona y nerviosa lengua serpenteaba por los recovecos de mi boca.

Además, en esos instantes descubrí una nueva y sensual faceta de la chinita, sus uñas. Aun con el enorme placer que la cabalgada de la becaria me producía, no pude dejar de notar como una especie de pequeña descarga eléctrica recorría mis pectorales. Lixue arrastraba sus dedos por ellos, colocada tras el respaldo del sillón, proporcionándome una sensación incomparable.

De vez en cuando, la otra mano de la asiática se enroscaba en mi cabello y también notaba sus uñas desplazarse sobre mi nuca, al tiempo que yo intentaba acompasar mis golpes de cadera a los saltitos de Mónica sobre mi pelvis, que se levantaba tanto sobre sus pies, que prácticamente todo mi falo salía de su interior para rápidamente volver a perforarla cuando su cuerpo caía a plomo sobre el mío.

A parte de eso, Lixue no dejaba de animarla mientras sus uñas seguían recorriendo maravillosamente mi pecho. - ¡Ole, ole, mas fuelte, mas fuelte, jodele muy fuelte, muy deplisa, deplisa! – Le repetía una y otra vez en su mal español mientras Mónica me aplastaba la cabeza contra sus tetas si dejar de culear frenéticamente encima de mi.

Por mucha fama de salida que tuviera, debía de venir bastante cachonda, o quizás hacia varios días que no follaba. El caso es que tras unos minutos cabalgando sobre mi, Mónica ya parecía estar acercándose al clímax, dejándose caer sobre mi cada vez con mas violencia, respirando muy entrecortadamente y abrazándose a mi cuello de tal manera que si hubiera tenido un buen par de tetas podría haberme ahogado entre ellas.

Todo parecía indicar que íbamos a experimentar una corrida conjunta, incluso Lixue cooperaba entrelazando una de sus manos en la mía y masajeándose los pechos con ella a un lado del sillón. Media docena de embestidas mas y lo hubiéramos conseguido, pero la becaria estallo en un ruidoso orgasmo quedándose con mi polla clavada en sus entrañas y mi cabeza enterrada entre sus pechos.

Se mantuvo así quieta al menos durante treinta segundos, hasta que con mis manos empecé a menear nuevamente sus caderas para intentar descargar la abundante leche que se acumulaba en mis huevos. Ella, con cara de satisfacción empezó a colaborar rápidamente, lo mismo que la chinita, que nuevamente recorría mi pecho con sus uñas pasándolas de vez en cuando por encima de mis pezones.

No tengo muy claro si ese era mi día de suerte o el peor de mi vida, porque cuando por fin estaba a punto de inundar el chocho de la becaria con mi jeringazo, de improvisto se abrió la puerta y en ella apareció una silueta en tono granate que volvió a hacerme perder la concentración. Además, esta vez ni siquiera habían llamado. O yo no lo había oído.

Adelante, quitate la ropa y únete a la fiesta. Y si quieres puedes invitar a que vengan algunas amigas cachondas mas. ¡Joder! Voy a parecer el puto gigoló de la empresa. – Solté con un autentico tono malhumorado y nada mas ver quien acababa de entrar me arrepentí del comentario.

¡Hostias! Pelo si es la loca. – Le oí decir detrás de mi a Lixue y teniendo a la becaria aun sentada sobre mis muslos y con mi tranca en su interior. – Aola si que la jodimos, de aquí il todos a la oficina del palo.

No, no estaba loca. A la mujer que acababa de entrar todos la conocíamos como Señora Roca, y ya he comentado la particularidad en la forma de hablar de la chinita, y la "Señola Loca" o Marga Roca, su verdadero nombre, era nada mas y nada menos que la secretaria de gerencia.

Iba ataviada con el clásico vestuario de alta ejecutiva, una americana granate oscuro, pantalón negro y blusa oscura. Rubia, con el pelo corto, que solo le tapaba la nuca y unas gafas de fina montura metálica. Tendría unos cuarenta y tantos muy bien llevados, casada y madre de dos hijos según las informaciones proporcionadas por Pablo, mi compañero de viaje al principio del proyecto.

Además, se decía que era una mujer de carácter. De hecho, aunque su cargo no lo denotara, en la practica era la segunda persona mas poderosa de la delegación, y desde luego, no era su costumbre visitar tu despacho. Si necesitaba hablar contigo, te llamaba y eras tu el que se desplazaba sumisamente a su oficina.

Por tanto, la única explicación que encontraba a su presencia en la puerta de mi despacho, era que los gemidos de Mónica al correrse habían traspasado las paredes de la oficina con tan mala suerte que habían sido escuchados por Marga. ¡Hostia puta! Esa mujer, a todos los efectos era mi jefa mientras yo estuviera trabajando en Barcelona.

Era imposible saber como actuar ante ella. Las malas lenguas, o las buenas, decían que se tiraba al gerente desde hacia años, otras, que ya le gustaría al gerente, a sus mas de sesenta años, beneficiarse a la Señora Roca. Lo cierto es que todo el mundo en la compañía la respetaba, nadie dudaba de la eficacia en su trabajo y eran varios los que opinaban que era ella la que realmente dirigía la empresa.

¿Pero….. que coño…… Se puede saber que hacéis vosotros tres aquí en pelotas? – Grito la jefa dando un portazo antes de mirar al pasillo como asegurándose de que nadie mas estaba cerca. – Señor Galán, ¿es este el sistema de trabajo que acostumbra a utilizar en todos los proyectos? – Dijo después dirigiéndose a mi y por suerte bajando un poco el tono de voz.

Mónica se apresuro a levantarse de encima mío y corrió a refugiarse tras el sillón donde Lixue apenas asomaba los ojos tras el respaldo, dejándome completamente desnudo y con la polla mirando al techo justamente frente a la secretaria del gerente, que continuaba observándome de arriba abajo desde la puerta.

Marga comenzó a aproximarse a la mesa muy lentamente, mirándonos alternativamente a los tres. – Vaya cuadro, la birmana, la tortillera y el de Madrid. – Dijo en voz baja a medio camino de la mesa, aunque su expresión ya no parecía tan enfadada como cuando nos sorprendió. – Si es que ya lo dice el refrán. Dios los cría, y ellos se juntan. – Concluyo.

Con la becaria y la chinita aun atrincheradas tras el respaldo del sillón, la jefa se planto ante mi con las manos apoyadas en las caderas y yo mas acojonado que un perro en medio de una autopista, además, en ese momento no cabía la menor duda de que sus ojos miraban fijamente hacia mi polla.

¡A tomar por culo la bicicleta! – Exclamo de pronto al tiempo que se despojaba de la chaqueta y la dejaba sobre el mueble auxiliar. – Las ocasiones hay que aprovecharlas, ¡joder! Que mi marido ya esta mayor para darme un buen achuchon. – Y para mi asombro y el de las dos jovencitas, se arrodillo entre mis piernas y comenzó a hacerme una frenética paja.

Tanto Lixue como Mónica asomaron sus cabezas a cada lado de mis hombros y con la boca abierta de estupefacción se pusieron a contemplar como Marga me masturbaba decididamente con su mano izquierda mientras que con la otra me masajeaba los huevos. Por descontado, en mi estado de excitación, no necesito mas que unos segundos para que mi tranca volviera a estar completamente tiesa.

Unos segundos mas tarde me encontraba en el paraíso. La jefa comenzó a deleitarme con una pausada pero experta mamada introduciéndose todo lo largo de mi pene en el interior de su boca mientras sus manos luchaban por desprender los botones de su blusa. Al mismo tiempo, como si de un juego se tratara, tanto la chinita como la jovencita se entretenían en lamerme los pezones y acariciarme el pecho con sus manos.

Marga por fin se deshizo de su ropa superior y dejo a la vista unos no muy grandes pero apetecibles pechos cubiertos aun por un sujetados blanco sin tirantes, y antes de volver con sus manos a la base de mi polla y mis cojones, aun tuvo tiempo de desabrochar la presilla y la cremallera de su pantalón.

La mamada de la jefa me estaba matando. La cabeza de mi herramienta llegaba casi hasta su garganta, y luego sus labios, mientras se desplazaban a todo lo largo del tronco, succionaban de tal forma que notaba como su lengua se desplazaba por sobre mi piel. Y eso por no hablas de las dos jovencitas, que estando una a cada lado, me iban haciendo girar la cabeza en uno y otro sentido para dar lenguetazos a diestro y siniestro sobre sus tetas.

En un momento dado ya Marga se levanto, en un santiamén se quito los pantalones y unas bragas a juego con su sujetador, y haciendo girar el sillón hacia la mesa, me coloco en una forma aproximada a la que tendría en caso de estar trabajando en el proyecto pero con algo mas de un metro de separación entre la mesa y yo.

Luego, dándome la espalda y colocando sus brazos sobre la madera, abrió las piernas y puso cada una de ellas a los lados exteriores de las mías, con su sexo prácticamente encima de mi súper erecta polla y ofreciéndome una inmejorable vista de su culo. Lo cierto era que para la edad que tenia, conservaba un cuerpazo impresionante.

Pero no tuve mucho tiempo para deleitarme con sus curvas. Lentamente pero con movimientos perfectamente calculados, fue flexionando las rodillas hasta que la punta de mi capullo quedo apoyada en sus labios vaginales, que ya estaban completamente humedecidos.

Justo en el momento en que empezaba a descender sobre mi miembro, a Mónica se le ocurrió sujetar mi polla por la base manteniéndola perfectamente enfilada al coño de la jefa, tal como había hecho cuando me estaba follando a la chinita, lo que contribuyo a que en un escaso segundo esta se encontrara llenando la vagina de la madura y sus nalgas ya se apoyaban en mis muslos.

A los pocos segundos ya tenia una cosa muy clara. Marga no follaba tan a lo bestia como las dos jovencitas. En vez de dejarse caer con todo su peso sobre mi tranca, hacia movimientos mas lentos y suaves pero mas profundos, y cuando todo mi pene se encontraba en su interior, ejercía una serie de desplazamientos laterales y un poco en circulo que ocasionaban que pudiera sentir como sus labios vaginales rozaban por mi pelvis.

A todo esto, las dos jovencitas no se estaban quietas ni un momento. Seguían una a cada lado de mi, me besaban, me acariciaban el pecho y me lamían los pezones alternativamente, mientras a mi me faltaban manos para magrear sus tetas, sus sexos, sus culos o lo que pillara.

Pero de pronto empecé a darme cuenta de que la historia se repetía. Marga cada vez me cabalgaba mas deprisa y con mayor fuerza, y apoyada sobre la mesa, una de sus manos alternaba entre sus pechos o su clítoris propinándose frenéticos auto masajes mientras cada vez jadeaba mas entrecortadamente. Sin lugar a dudas, estaba próxima al orgasmo.

Yo aguantaba sus embestidas pero estaba empezando a preocuparme. – Ya veras. – Pensaba. – Ahora, o se correrá y me volveré a quedar con la polla tiesa y la leche dentro, o alguien abrirá la puerta y vuelta a empezar. – Y al menos acerté una de las predicciones, porque segundos después la jefa explotaba en jugos y experimentaba una larga corrida que en modo alguno podía compararse con el de las dos jovencitas.

Tengo que reconocer que tras el orgasmo de la jefa, yo casi estaba mas pendiente de la puerta que de las tres secretarias cachondas. Pero por fortuna esta vez ni se abrió ni nadie interrumpió el revolcón. Además, para mi sorpresa, enseguida comprobé que Marga estaba decidida a exprimirme hasta el final.

Con una sonrisa cómplice entre la jefa y Mónica, se arrodillaron cada una a un lado de mis piernas y se enzarzaron en una especie de competición para ver cual era la que conseguía hacerme expulsar el jeringazo definitivo, mientras Lixue volvía a deleitarme recorriendo mi pecho con sus uñas. Claro, ella "no chupa picha", lo había dejado claro.

Alternativamente, mi polla se introducía en la boca de una y de otra mientras diez dedos juguetones hacían maravillas en mis genitales. Tan pronto una me daba tres o cuatro chupetones, la otra se hacia cargo de mi tranca y me propinaba otros tres o cuatro, y así sin el mas mínimo descanso, en un juego de movimientos completamente acompasado de las dos cabezas.

Como era de esperar, tarde muy poco tiempo en lanzar un largo chorreton de semen que inexplicablemente no fue a parar a la boca de ninguna de ellas, sino a la parte baja de mi vientre, pero no bien había llegado a mi piel, las leguas de Marga y Mónica comenzaron a recogerlo habidamente.

Al menos se pasaron un par de minutos recorriendo mi bajo vientre con sus lenguas y saboreando el producto de mi corrida, y para mi asombro, de tanto en tanto unían sus bocas y hacían culebrear sus lenguas impregnadas de semen en la punta de mi capullo que entre las dos mantenían bien sujeto.

Aun estuvieron unos minutos lamiendo mi piel y masajeando la polla que empezaba a disminuir de tamaño, mientras Lixue las contemplaba desde arriba sonriente sin dejar de acariciar mi pecho. – Blavo, Señola Loca, tu haces buen tlabajo con mango futbolín de Señol Galán. – Acabo diciendo graciosamente y los cuatro nos reímos a carcajadas.

Finalmente todos comenzamos a vestirnos y mientras lo hacíamos la jefa nos advirtió de que no se nos ocurriera decir una sola palabra de lo que allí había ocurrido, aunque también nos comunico que hablaríamos de ello en su despacho el siguiente lunes. Yo en ese momento no dije nada, pero ya sabia que habría un problema.

Al menos otra persona sabia que esa tarde en mi despacho se había practicado sexo, mi secretaria Loli, aunque ella solo se había cruzado con la birmana. Y por otro lado, cabía la posibilidad de que alguien hubiera escuchado alguno de los gemidos y jadeos producidos.

Salí de la oficina el ultimo y encontré a Loli ya preparada para volver a Madrid y con un cabreo de tres pares de cojones. Le dije que no se preocupara, que había hablado con la chinita y que estaba seguro de que no diría nada de lo que había visto. No creí conveniente contarle los acontecimientos ocurridos tras su marcha.

En el avión prácticamente no hablamos, ella seguro que preocupada por lo que pudiera contar Lixue, y yo porque no sabia lo que me esperaba el siguiente lunes en el despacho de Marga. Tal vez fuera la carta de despido.

Lo único cierto es que me esperaba un fin de semana angustioso, y una y otra vez acudía a mi mente un viejo refrán que cuando empecé en mi primer trabajo me recito mi padre. – Donde te ganas la olla, no metas la polla .

FIN

Si os ha gustado este relato, o si no os ha gustado, agradecería comentarios en mi dirección de correo. Prometo contestar a todos y todas.

v_galan_g@yahoo.es

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Saludos, Víctor Galán.