Las redes de la niñera (1)

Un hombre hace una confesión a la niñera de su bebé.

La Niñera I

Es curioso, recuerdo que te contratamos precisamente por que sentiamos que debiamos mejorar nuestra vida sexual. Nos urgía expandir de nuevo nuestro universo íntimo despues de un año de cuidar de un bebé. Sobre todo mi mujer sentía que su cuerpo se estaba cerrando y secando poco a poco, quedandose vacia, y comenzó a extrañarme aún mas que antes de su embarazo. Creo que tenía que ver con como había cambiado su figura, yo digo que estaba mas hermosa; menos cintura pero mas cadera y sus senos habían adquirido una suavidad amorosa que me invitaba a tocarlos y besarlos constantemente. Pero las mujeres son asi, ella no acababa de sentirse repuesta del todo, y no lograba recuperar la confianza en su belleza.

Algo fallaba, parecía no poder recobrar toda su intimidad si estabamos en la misma casa con el bebé. Fantaseaba con salir a cenar, ir a un hotel de esos con pélicuas porno, espejos de cuerpo completo frente a la cama, incluso asistir a algún espectáculo erótico. Parecia que mis sueños se hacian realidad y mi mujer ansiaba sentirse de nuevo libre y dueña de su cuerpo.

Indagué en la escuela, con mis alumnas, si alguna chica podía cuidar del bebé, una noche cada semana o cada dos semanas, me dió tanto gusto ver tantas manos levantadas. Mis niñas, mis alumnas de letras queriendo entrar a la fámilia. Desde luego que yo ya había notado algunas de tus mañas, pero también tenía que dudar de si eras tu la que hacía las cosas o mi imaginación me estaba traicionando. Aquella vez que cruzaste la pierna en clase, tan despacio, fingiendo que se atoraba tu rodilla en la tapa del pupitre y tenias que acomodarte para acabar de pasarla, me dejaste verlo todo hasta el fondo, una mínima pieza de tela cubriendo apenas tu sexo en medio de esos hermosos muslos... pero soy un tipo serio, tenía que convencerme de que no lo habias hecho a proposito. Fue mi error, si hubiera volteado a verte a la cara en lugar de fingir que no había visto nada, si te hubiera hallado mirandome a los ojos, sonriente, descarada... no hubiera dudado mas.

Claro que te elegí por eso, talvez no lo pensé asi en el momento pero tenía que salir de dudas. Comenzaste tu trabajo en mi casa, llegabas en tu propio auto, siempre vestida de una forma alegre y algo provocadora. A mi mujer le encantaba verte (verdad que si), eras su primer estímulo de la noche. A tus veinte y algo cualquier trapo puesto con decuido te hacía ver tan bién y tan fresca. Cuando llegabamos la casa siempre quedaba con un olor muy particular a tu perfume y algo más, sabemos ahora que era tu sexo. Dormias al niño y te ibas a la habitación donde estaba la televisión, con destreza felina revisaste nuestros cajones y hallaste el pequeño arsenal de pornografía y un par de consoladores de distinto tamaño y forma con los que te divertias mientras estabamos fuera.

Ella me contó como sucedió la primera vez, me lo confesó despues de que lo nuestro se volvió evidente. Asi que estaba aburrida en casa y te llamó, ni siquiera estaba segura de a donde quería ir o que hacer. Una amiga le había hablado de un bar lesbico donde se podía estar bastante a gusto, las lesbianas al parecer son bastante menos pesadas que los hombres para ligar y su amiga iba regularmente a ese sitio cuando queria tomarse una copa tranquila. ¿Lo hiciste a proposito? Bueno, que importa ahora, reconozco que fuiste muy atrevida dejando los consoladores fuera de su lugar.

Mi mujer regresó temprano, se la había pasado bién, hasta habián intentado ligarsela lo que la había excitado un poco, fue precisamente una joven de tu edad o un poco mayor, apenas te habias ido fue por el dildo, me extrañaba. Se percató de inmediato de que había algo raro con el, todavía olía a jabón de que lo habias lavado despues de usarlo y además estaba hasta arriba de la ropa interior, no en medio. Revisó con cuidado y notó que una de las péliculas estaba al lado de las otras (fuera de su lugar). La colocó en el DVD, y empezó directo en una escena donde una mujer joven chupaba hambrienta a una señora de senos obsenamente operados y maquillaje exagerado, mi mujer disfrutó mucho el resto de la pélicula. No se quitó nada de la ropa que llevaba para quedarse con el olor del bar y el perfume de la joven que la abordó, solo tiro hacia un lado la tela de sus bragas y se hundió el consolador hasta el fondo.

Luego me toco a mi, ni siquiera pensaba salir de la casa esos dias que ella se fue de retiro con los de la meditación, me gustaba mucho la idea de pasar unos dias a solas con el bebé, dia y noche. Pero se atravesó una invitación a jugar dominó, talvez fue el inconciente el que me traicionó y me hizo explicarte por telefono que necesitaba tu ayuda precisamente por que mi mujer no estaba, si no, como explicarme la ropa que llevabas puesta; el vestido de una pieza, estrecho, escotado ligeramente de la espalda, las medias, la ropa interior delgadísima que parecía que debajo del vestido ibas desnuda.

Me quede tonto, creí primero que ibas a ir a alguna parte despues de mi casa, yo te había dicho que no tardaria mucho y te había citado bastante temprano. Platicamos de todo y nada, y me mirabas de una forma tan evidentemente provocativa. No es que no supiera lo que querias, es que sentía como si mismanos fueran imanes y el piso una barra de hacero que los jalara y no dejara llevarlos a ningun lado, mucho menos hacia ti. Pero me salvaste, sugeriste ir a ver al niño y te recargaste de una manera tan especial en el barandal de la cuna, ladeando ligeramente las nalgas, "que bien te ves hoy, ¿tienes una cita mas tarde? ¿quieres que regrese temprano?" te pregunté. Por toda repuesta me miraste casi con tristeza y acariciaste el cuello de mi camisa, no se como mi mano comenzó a desliarse por tu hombro desnudo, luego a nalgearte suavemente y finalmente te aprete contra mi.

Me tomaste de la mano y me llevaste a mi propia habitación, me dijiste que te pidiera que hicieras algo, me obedeciste; te desnudaste, fuiste al espejo y bailaste para mi con tu imagén besandote y acariciando tus pechos contra el vidrio. Caí de rodillas detras de ti y me comi tu sexo, hundí mi lengua en tu vagina, mi nariz en tu ano, mis lavios se pegarón a los labios de tu vulva, que deliciosos fue reconocer la fuente de ese olor que tantas veces mi mujer y yo habiamos percibido al llegar a la casa. Te cogí por lo menos dos veces, no se cuantas veces te hayas venido tu. Yo estaba nervioso y deconfiado y por mas que me dijiste que te estabas cuidando me vine afuera, en tu cintura, en tu espalda... creo que en realidad no te molestó en lo mas mínimo.

Me moría de verguenza pero tuve que pedirte que pararamos para que fuera por lo menos una hora con mi amigos, temía que mi esposa supiera que falté y que todo comenzara a complicarse, no me gusta mentir sobre cosas importantes. Pero no hacia falta mentirle a nadie ¿verdad? tu lo sabias ya desde ese día.

continuara...