Las putitas jamás dicen jamás

Anna, caprichosa y esnob, odia a su compañero de clase Alex con quien jamás pensaría cruzarse. Pero luego de un encuentro un poco violento, se deja acosar por el brabucón de la escuela.

Después de clases tenía contra-turno por lo tanto debería quedarme en el colegio luego del almuerzo para asistir a dos horas de literatura y luego concurrir a la clase de gimnasia. Gracias a la Srta. Mayers debía hacer una redacción en pareja con uno de mis compañeros, que ella misma elegiría para mayor rendimiento sin perder el tiempo. Afortunadamente (pero no tan afortunada) me tocó con uno de los compañeros más inteligentes del toda la clase, Neil Degraf. El lado bueno era que de seguro íbamos a sacar una nota alta.

-Deberíamos empezar- dije mirando a Neil cuando Alex, el imbécil abusivo de la clase, nos interrumpió.

-Eh Neil, menuda suerte te ha tocado. Vaya compañera te asignaron.-río y me guiñó un ojo. Tenía esa mirada que tanto odiaba y me daban ganas de golpearlo. Pensar que en el pasado estaba coladísima por él.

-Dime Neil... ¿Cuantas veces has enterrado el pedazo ? No vaya a ser que quedes mal delante de semejante belleza -vociferó con sus amigos mientras reía.

Neil no dijo nada, solo abrió su cuaderno y mantuvo la cabeza gacha ignorandolo totalmente. -Escucha... cuando te la tires, traeme el chisme si es pelirroja natural. ¿Sabes cómo lo sabrás?  Por el color de su arbusto púbico...-rompió en risas con sus amigos. Neil seguía callado, y avergonzado. Yo enfurecí.-Eh, rata de laboratorio, te estoy hablando. - Le dió un golpe en la cabeza y se le acercó, ya no estaba riéndose. Ahora comenzaba a hostigar. Le encantaba ser un matón.

-Déjalo en paz Alex, vete a molestar a otra parte. - Lo defendí.

-Así que tu lo defiendes... -gritó haciendo luego una pausa. Su rostro cambió como si hubiese descubierto algo.- ¿Te estás tirando a Anna, cuatro ojos? - Acusó a Neil.

-Ya dejanos en paz. -dije fuerte.

-Menuda zorra que eres, hasta te acuestas con el nerd. - Se escucharon de fondo las risas de sus amigos.

-Prefiero acostarme mil veces con Neil antes que contigo, retrasado mental. - Me levanté y lo empujé con todas mis fuerzas. Nadie iba a decirme que era una zorra. Él salió disparado hacía atrás chocándose con una silla. El chirrido sonó por toda el aula atrayendo la atención de todos los alumnos. Todos sus amigos quedaron en silencio, pero aún a algunos se les escapó una risa por lo bajo. Pude notar como el rostro de Alex se enrojecía de furia, lo había humillado delante de todos. Rápidamente me tomó de la muñeca y con violencia me atrajo hacia él.

-A ti, zorrita, hay que disciplinarte. Ponerte en mi regazo y darte nalgadas hasta que aprendas a respetarme. Eres tan puta que te encantará mis metodos de disciplina-Me dio una nalgada en el trasero tan fuerte que me dejó picando la piel, aunque tenía la tela de la ropa encima.

-¡Déjame cerdo!

-¡Déjala en paz!- escuché detrás mio.Todos sorprendidos miramos hacía donde venía la voz. Era Neil, ahora lo miraba fijo a los ojos, decido a hacer lo necesario para defenderme.

-JAJA... Mira a este pobre idiota. -Me soltó y fue directamente hacia él- ¿Qué intentas hacer, eh? Estas demente si piensas que...

-Alex...-alertó otra voz, uno de sus mejores amigos. -Mejor nos vamos.-La cara de Alex comprendió que era lo que pasaba, el director había entrado a la clase y lo miraba fijamente.

-Te salvaron, pequeña rata. A ti y a tu amiguita. -Dijo en susurro y marchándose, cuando pasó por mi lado y se me acercó para decirme en voz baja.- Tú y yo no hemos terminado.

Alex y su grupo se alejaba. Le agradecí a Neil y solamente asintió. Luego de estar más tranquilos hicimos la redacción para la Srta. Mayers.

Después de gimnasia, estaba exhausta. Y me quedé en los vestuarios hasta que todas mis demás compañeras se fueran para poder ducharme sola y tranquila. Tenía esa hábito desde siempre. Al principio solo era porque me daba vergüenza desnudarme en frente de otras chicas. Ahora sinceramente me daba lo mismo, pero se había convertido en una costumbre y me relajaba escuchar el eco de la lluvia de las regaderas por el vestuario. Como siempre, esperé a que todas se vayan y luego me desvestí. Entrando a la ducha y lavándome el cabello recordé lo sucedido con Alex. Era un patán, un abusivo, un imbécil... Pero de un cierto modo un poco enfermo, me atraían los chicos malos y rebeldes y Alex definitivamente era uno de esos muchachos. Cuántas veces habría soñado secretamente con él y su pecho encima del mío mientras teníamos sexo caliente, loco y agresivo.

Un calor me sacudió por dentro, dentro de mi sexo. Me pasé la mano enjabonándolo, sabiendo que era muy probable que terminaría tocándome en ese mismo lugar pensando en el idiota y caliente Alex. Después de todo era costumbre jugar con mi coñito luego de gimnasia en las duchas. Era donde encontraba paz y quería relajarme luego de hacer ejercicio. Escuché el ruido de la puerta del vestuario abriéndose. Me sobresalté. Temía que alguien me viera en esa situación y avergonzada por lo que estaba por hacer, cerré canilla y salí a secarme para luego vestirme y salir de ahí lo más rápido posible. No iba a perder el tiempo, había alcanzado a tocar mi clitoris y estaba echando humo por la excitación.

Me terminé de vestir y guardé todas mis cosas en mi bolso... La puerta se volvió a abrir. Me detuve mirando a dirección de la puerta pero a pesar de los ruidos no había nadie. Abrí las puertas del vestuario un aire fresco y aliviador me golpeó. Caminé segura de que estaba sola, cuando una mano me tomó por el brazo y me jaló. No era nadie más que Alex, ahí parado en frente mío, estaba atrapada entre él y la pared. Cuanto más forcejeaba, él más me retenía, no dejaba escaparme. Estaba inmovilizada bajo contra su cuerpo y la pared.

-Te dije que no habíamos terminado.

-Déjame en paz o te juro que...

-¿O qué? ¿Gritarás? ¿Acaso no sabes defenderte sola?

-Si, gritaré.

-Nadie te escuchará... estamos lejos del edificio escolar. Solo tú, yo y el campo de deportes completamente desierto.... y estos arbustos.

-Alex, déjame en paz.

-¿Qué sucede? Vamos, muéstrame la Anna que yo conozco... impetuosa, impertinente, sarcástica y caprichosa que no se calla nada. Vamos, lucha... ¡Defiéndete!

-Suéltame de una vez Alex- sus manos apretaban mis muñecas evitando que lo golpeara o intentase algo, haciendo un forcejeo exagerado.

-No me digas que ese papel de niña insolente es toda una fachada, una mentira. -el temperamento me ganó y debía contestarle.

-En ese caso, no sería la única... ¿No te parece conocida la historia, Alex? Quieres provocarle miedo a todos pero en realidad eres un niñito inseguro-Intenté patearlo, pero fijó sus caderas a las mías impidiendo que lo haga. Se me escapó una maldición.

-Ahhh, esa es la Anna que yo conozco. Al parecer hay que darte un empujoncito para activarla ¿verdad?

-Ya basta Alex, en serio. - Vi directamente sus ojos, que hasta ahora los evitaba, y me llenaron de lujuria.

Recordaba la ducha y todo lo que había pensado sobre él. Sus caderas contra las mías, su pecho contra el mío. Descubrí que su mirada era diferente a la que imaginaba, tenía esa mirada... que se me hacía irresistible. Parecía que me desvestía con solo verme. Me excitaba y no podía evitarlo. Aún así no podía dejarme vencer. Aparté el rostro y él se dio cuenta lo que me sucedía por dentro.

-¿Acaso te pongo nerviosa? ¿Eso es? - Tocó mi muslo desnudo con su mano, pero aferrándose con más fuerza hacia mi para que no escapara. No contesté, pero mi respiración aceleró notablemente.

-Aléjate. -Puse mis manos en su pecho tratando de apartarlo con fuerza, pero era inútil  era más fuerte. Y en el forcejeo pude ver que debajo de la campera llevaba esa remera gris oscura, que se le apretaba bien a los brazos y se notaban sus músculos tan sensuales. Me mojaba el coñito a cada segundo.

-Jamás admitirías que te gusto... te conozco. - Lentamente me dejaba ganar por su roce. Aminoraba mi fuerza, era el deseo que me obligaba a dejar de pelear.

Levantó mi falda y subió su mano por mi muslo, yendo directo a espalda baja y a mi trasero y lo apretaba. Mi cara habrá sido un espectáculo, porque de alguna forma supo que me encantaba lo que me estaba haciendo. Mis pechos redondos, recien perfumados subían y bajaban al ritmo de mi respiración agitada. Puse mis ojos en su cuello, viendo el tatuaje tribal que se mostraba soberbio. Ese que ya había visto miles de veces cuando se sacaba la camisa para jujar baloncesto en la hora de gimnasia, y descendía desde su hombro y hasta su bíceps  Deslizó su mano hacía mi coñito húmedo, apartando mis braguitas para luego acariciarlo con un dedo y continuó acercando sus labios a mi cuello. Él, un poco cohibido, sin saber si yo lo permitiría o gritaría en cualquier momento, me miraba para saber si quería que se detuviera, pero ya estaba demasiado cerca y ya entendiendo que no lo detendría, besó delicadamente mi cuello. Y ahí fue cuando hice lo que no debía haber hecho si en realidad no quería que Alex siguiese. Pues lo hice: Un gemido de placer salió de mi garganta. Él se rió, pero no dejó de tocarme.

-Eres de verdad un acertijo, Anna. Me odias y ahora me deseas... Estas tan mojada. - a esta altura había dejado de luchar contra él, me dejé tentar. Lo dejé ganar. Pero él seguía aferrado a mi muñeca.

-Las putitas jamás dicen "jamás" - dije un poco furiosa y luego le di la orden- ¡Cógeme ya!

Rápido me sacó las bragas y me empujó a la derecha. Comenzó a besarme violentamente explorando todo mi cuerpo por debajo de la ropa solamente con sus manos. Me sujetó la pierna y me apretó contra él furiosamente mientras nos rozábamos frenéticamente. Se detuvo y subió mi camiseta. Se acercó a mi estomago le daba besos pequeños mientras descendía. Arrodillado, colocó su cabeza entre mis piernas pasó su lengua por mi rajita y me miró... Yo estaba más roja que un tomate. No estaba avergonzada, pero sentía un poco de pudor. Sonrió y volvió a mi sexo. Lamió y succionó mi clítoris hasta que casi exploté en un sensacional orgasmo. Hacía círculos con su lengua y se atrevía a penetrarme con ella. Mordía mi clítoris y hundía más y más su cabeza en mis piernas. Pero cuando yo estaba a punto, se detuvo y me volvió a ver... Sin saber exactamente qué quería, al parecer verme sufriendo por un maldito orgasmo, lo excitaba más que nunca. Su legua finalmente volvió a mi hasta que me hizo llegar al clímax.

Se paró en frente mío y me besó como la primera vez, violentamente, mientras yo bajaba la cremallera de sus jeans. Sus manos jugueteaban por todo mi cuerpo y desde luego, no pudo esperar hasta que se la chupara. Su miembro estaba tan hinchado y estaba tan duro... Él solo quería penetrarme como un animal salvaje. Introdujo su verga enorme con fuerza en el agujerito de mi coño una y otra vez mientras me miraba a los ojos bestiales. Su pecho musculoso se marcaba dentro de la camiseta y yo no quería que pare de moverse dentro de mi. Intentaba no hacer ruido pero el placer era tan glorioso que no podía guardarme los chillidos. Era probable que nadie nos escuche, el gimnasio y los vestuarios estaban en otro edificio cruzando el campo de deportes. Seguía penetrándome más y más fuerte a un ritmo constante, no cesaba. La energía de Alex me estaba por hacer desmayar. Nunca en mi vida me lo habían hecho de esa manera. Sinceramente parecía una máquina a velocidad máxima que no podía detenerse, no se agotaba. No se detuvo en ningún momento hasta que salió y on un grito se corrió. Su semen caía tibio entre mis piernas. Reposó sobre mí exhausto, su cabeza estaba apoyada en la mía. Frente contra frente. Así nos quedamos hasta que ambos recuperamos el aliento. Ninguno dijo nada luego, y menos dentro del instituto. Tal vez Alex tenía razón, era una putita y jamás le diría "jamás".

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"QUERIDA AMANDA"

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