Las Pruebas que me Asigna mi Marido

Yo había recibido instrucciones muy concretas de lo que tenía que hacer y de cómo debía ir vestida.

En algunas ocasiones, Bernardo, mi marido, me coloca en situaciones que intenta sean de lo más morbosas y atrevidas conmigo de protagonista. Aquel día era un día cálido de principios de verano, sin ser excesivamente caluroso, perfecto para lo que había planeado que hiciéramos, cada uno en su papel. Yo había recibido instrucciones muy concretas de lo que tenía que hacer y de cómo debía ir vestida. Mi marido me había indicado que llevase un vestido de tirantes, de verano, no muy largo que me realzaba los pechos y dejaba al descubierto un espectacular escote. Debajo del vestido no debía llevar nada, para que pudiera sentir mi coñito expuesto al aire. Siempre suelo ir completamente depilada y aquel día con más motivo, llevaba todo al aire bajo ese precioso vestido veraniego que me llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas.

Yo tenía que acercarme hasta la plaza y sentarme en una de las terrazas que con el buen tiempo afloran en las ciudades. Tenía que pedir algo de beber y al rato tenía que ir al baño, una vez allí con cuidado tenía que introducirme una bala vibradora en el coño. El mando a distancia de la bala lo tenía mi marido, de modo que no sabía cuando se podría activar y comenzar la dulce tortura dentro de mí, pero sabía que la primera vez que eso ocurriese, marcaría el comienzo del juego.

Llegué en taxi hasta cerca de la plaza, y fui andando hacia una de las terrazas que poblaban la plaza, me situé en una de las mesas más apartada y pedí un refresco, allí estuve un rato, intentando controlar los nervios que empezaban a aflorar en mí, no quería parecer ansiosa, ni tampoco demorarme mucho en cumplir con su siguiente instrucción, no quería fallarle a mi marido, a mi Dueño, quería hacerlo todo lo mejor posible para que él estuviera orgulloso de su perrita. Cuando pasó un tiempo prudencial me fui al baño para cumplir las instrucciones que me había dado de antemano, saqué la bala que tenía en el bolso, acariciando suavemente mi clítoris, y un calambre de placer recorrió mi espalda, me sentía tan excitada que notaba como mis jugos comenzaban a llenar mi vagina, y empecé a introducirme la bala despacio, disfrutando del momento, la bala no encontraba ninguna resistencia en su camino, estaba tan húmeda que entraba sola. La sensación de intriga, de desconocimiento acerca de lo que vendría después y las ganas que tenía de estar con Él me tenían desde hacía horas muy nerviosa y sobre todo muy caliente y deseando estar bajo su control y su dominio, estaba impaciente y deseaba calmar muy pronto mis anhelos, yo sabía que en unos minutos estaría bajo su penetrante mirada, abandonada totalmente a sus caprichos, sintiéndome suya, y siendo usada a su antojo, para que disfrutara de mi cuerpo como mejor le apeteciera.

Abstraída en estos pensamientos regreso a la mesa impaciente por ver con qué me sorprendería esta vez, me percato que mi marido no debía estar muy lejos, hacía tiempo que me observaba sin ser visto camuflado en algún rincón estratégico de la plaza, desde allí me estaría mirando, analizando a su preciado tesoro, acechando como un cazador a su presa. En poco tiempo seria suya y quería disfrutar el momento, cada instante que pasaba quería guardarlo en su memoria, pues disfrutaba tanto de la preparación de los encuentros, como de jugar conmigo, su perrita, sabía que yo haría todo lo que él me pidiera y eso le hacía sentirse excitado y orgulloso de su posesión.

Yo estoy muy nerviosa jugueteando con el móvil mientras me muerdo el labio inferior, estaba muy cachonda, y sabía que Él desde su escondite me lo notaba, me conoce demasiado bien, yo no dejaba de mirar a todas partes ansiosa por encontrar a mi Dueño, estaba expectante a lo que pudiera ocurrir en cualquier momento, me estaba debatiendo entre el miedo a lo que estaba por venir y el deseo de que la bala comenzara a vibrar dentro de mí, indicándome que Él estaba allí aunque yo no pudiera verle. Todos esos pensamientos hacían que cada vez fuera aumentando mas mi nivel de excitación, hasta tal punto que el vestido ya empezaba a delatar mi estado, ya que al no llevar ropa interior los flujos empezaban a salir de mi vagina sin que nada los retuviera y eso me hacía sentirme más guarra, estaba manchando el vestido como una vulgar cerda, a la espera que llegara mi Dueño para que me tratase como me merecía, como a la zorra que soy e hiciera salir la puta que llevo dentro, esa que por mí misma no soy capaz de sacar pero que me hace sentirme plena cuando él hace que aflore. Tras unos minutos de espera, seguro que para que yo me sintiera mas excitada y mas desvalida, al estar sola sin bragas y con el vestido manchado por mis flujos, me pregunto cuándo se va a decidir a que comience el juego. En esos momentos doy un salto, por el susto, al sentir como la bala ha empezado a vibrar dentro de mí, y aunque me lo esperaba en cualquier momento, me pilló desprevenida, como todo lo que mi Dueño planea para mí. Sonrío y una mirada de deseo sale de mis ojos mientras trato de buscar donde estaría escondido mi marido.

Mi ansiedad aumenta y me mojo más, y eso me hace sentirme más zorra, más suya y que le lleno de felicidad, pero mientras estaba absorta en mis más bajos deseos mi móvil empieza a vibrar, y veo en la pantalla los mensajes de WhatshApp, que me iban indicando nuevas instrucciones.

En el primer mensaje ponía: “Hola preciosa, lo estás haciendo muy bien, tengo ganas de ver a mi zorra en acción. Ahora quiero que vayas al baño, pero quiero que entres en el aseo de hombres, una vez dentro súbete el vestido y espera instrucciones”. Yo nerviosa, me apresuro a cumplir con la orden, voy al baño con toda la prisa de la que fui capaz sin salir corriendo, en parte por las ganas de cumplir la orden y en parte porque me daba vergüenza que alguien se diera cuenta de la mancha que la humedad de mis flujos había dejado en el vestido. Me daba mucha vergüenza entrar en el baño de hombres y solo esperaba que no hubiera nadie, entro asomándome como si estuviera buscando a mi marido y me meto dentro. Una vez en el baño, cierro la puerta y respiro aliviada porque no me haya visto nadie, me subo el vestido, como mi marido me ha ordenado, y comenzó a mirar ansiosa el teléfono, esperando que la siguiente orden apareciera pronto en la pantalla, pero lo que recibo no es una orden, sino una imagen, descargo la foto y era una foto de Él, segundos después aparece la siguiente orden en la pantalla, “¿Que tal está mi perra sumisa, estas deseando que te use? De momento tendrás que esperar y conformarte con mi imagen, quiero que te masturbes mirando mi foto pero que pares antes de correrte, tu placer me pertenece y yo decido cuándo y dónde debes dármelo”.

Según leo la orden, empiezo a frotar mi clítoris con deseo, nerviosa por si entraba alguien en ese momento al baño, aunque estaba en una cabina de WC podrían escuchar mis suspiros y jadeos. Continué frotando mi clítoris al tiempo que me acariciaba las tetas y pegaba pequeños pellizcos a mis pezones, todo bajo la penetrante mirada de mi Señor. Sin apartar la mirada de la foto seguía acariciándome cada vez más rápido.

Siento vibrar de nuevo el móvil y leo el mensaje. “Estás disfrutando verdad guarra, hay que ser una puta caliente para ir masturbándose en los baños de los bares. Quiero que te des una bofetada por cerda, y que no pares de masturbarte”, al leer la orden no vacilo un instante y me abofeteo la cara, sintiendo una mezcla de dolor y placer, estaba siendo usada a su antojo y me estaba poniendo muy cachonda, la bala me estaba haciendo estremecer, estaba a punto de correrme, comienzo a meterme los dedos por el coño y empezó a follármelo con los dedos, mientras no dejaba de mirar la pantalla del móvil con la foto de mi Dueño.

Al rato estaba tan cachonda que poco me importaba que pudieran oír mis jadeos al otro lado de la puerta si llegaba a entrar alguien, notaba cómo estaba a punto de correrme, entonces paro, me cuesta y tengo que hacer acopio de una gran fuerza de voluntad para no continuar, estaba tan cachonda que con un solo roce más habría alcanzado el orgasmo, pero mis orgasmos no me pertenecen a mí, son de mi Dueño y Él me había dicho que no me corriese, respiro hondo, me arreglo el vestido, me limpio el flujo que me recorría por las piernas y me dispongo a salir. Me costaba mantener la compostura, porque la bala seguía vibrando en mi interior. Y afortunadamente tampoco esta vez había nadie en el aseo de caballeros.

Fui andando como pude, intentando que no se me notara el orgasmo que estaba tratando de contener, al llegar a la mesa de nuevo me siento aparentando normalidad, pero la sensación de estar a punto de tener un orgasmo a la vista de todos, me hacía sentir tan puta que me costaba retener el orgasmo. El teléfono volvió a vibrar de nuevo al tiempo que la bala comenzó a vibrar con más intensidad, el mensaje decía “¿Lo estas disfrutando perra? Quiero que te corras ahora para mi, que me des lo que es mío, y procura que no se te note, tienes un grupo de chicos jóvenes  que no dejan de mirarte”.

Al leer el mensaje me vino una oleada de vergüenza que hizo que me sonrojara, pero empecé a pensar en mi marido y que por Él estaba dispuesta a hacer lo que me pidiera, confiaba en él y sabia que no me pediría nada que no fuera capaz de hacer, mi marido estaba usando mi cuerpo para su placer y eso me hacía feliz, quería que él disfrutase de mí. Lo que hice fue abandonarme al placer que me inundaba, dejando que el orgasmo me colmara entera, sintiendo cómo me estremecía por dentro y tratando que no se notase lo que estaba ocurriendo en mi interior, puse el codo sobre la mesa y me llevé la mano a la frente, tratando de ocultar mi cara como si estuviese triste, aunque me delataba la forma en que me mordía el labio inferior, me estaba costando mucho controlar los espasmos que me estaba provocando en todo el cuerpo la bala que tenía dentro de mí y así estuve hasta que todo terminó.

Una vez que me había corrido, me relajé sobre la silla y la bala dejó de vibrar. Empiezo a mirar a mí alrededor, avergonzada y temerosa de que alguien se hubiera podido dar cuenta, miro en todas direcciones pero toda la gente estaba a sus cosas y nadie parecía haberse dado cuenta de nada, los chavales habían dejado de mirarme y pude respirar tranquila. Me había costado pero una vez más mi marido me había hecho superarme a mí misma, Él me hace derribar mis barreras y hace salir la zorra que soy, y me siento feliz, no le había fallado. El móvil vuelve a vibrar, “Además de zorra eres muy buena actriz, deberían nominarte a un Oscar por el papel de putita triste que acabas de interpretar. Eres una perra sumisa muy obediente y lo has hecho muy bien te has ganado un premio, paga la cuenta y dirígete a los grandes almacenes, iras recibiendo mas órdenes...”