Las pruebas de Vanessa (1)
Mi vecina madura Vanessa me prepara una sorpresa en forma de pruebas.
Mi relación con Vanessa había evolucionado mucho en poco tiempo. Nuestra relación era prácticamente la de una pareja; sexo casi a diario, solíamos cenar juntos (normalmente en su casa) y además yo le contaba todo. Ella era mi verdadera maestra del sexo, siempre me enseñaba como hacer gozar a una mujer.
Le conté mis anteriores experiencias y las que esperaba tener (con Sonia y Alicia), así como mis inquietudes.
Un sábado por la tarde, esta madurita picó a mi puerta, diciéndome que me vistiera para ir a un sitio especial. Siendo imposible para mí negarme, le hice caso, así que me cambié justo delante de ella mientras me miraba sin perderse un segundo. Una vez vestido, me acerqué a ella, que me besó con gran lujuria, más excitada que de costumbre. Me quitó la camiseta mientras yo pensaba que se trataba de un juego.
-No te pongas camiseta, ¿No tienes camisas?
Obedeciendo de nuevo, fui al armario y me puse una camisa bajo su atenta mirada.
Una vez en su coche, ella no paraba de sonreír y de mirarme, pero me había prohibido distraerla.
Aparcó en un parking privado y entramos a un local muy lujoso. Me acerqué al mostrador con ella, pero hizo que me sentara en unos sillones azules que había, no podía escuchar nada de lo que decía, todo aquello me parecía muy extraño en Vanessa, que pasados unos 10 minutos se acercó y me llevó al mostrador.
-¿El rosa o el lila? -Dijo Vanessa señalando unos consoladores sobre el mostrador. Eran prácticamente de la misma medida, solo cambiaba la forma, así que elegí el rosa pensando que no era nada más que un sexshop.
Vanessa me cogió la mano y me hizo caminar tras ella, entrando tras unas cortinas y subiendo unas escaleras. El corazón me iba a mil sin saber que pasaba. Ella no me dejaba preguntar.
Entramos a una habitación con barra de stripper, una ducha bastante grande y una cama redonda en el centro con dos sillones a los lados.
Vanessa me empujó a uno de los sillones y me puso unas esposas que había sobre la cama. Se sentó sobre mí para que nuestras lenguas jugasen mientras ella movía sus caderas sobre mi polla. Yo estaba a punto de explotar cuando sonó una campanita en la puerta. Vanessa se apartó de mi con un ultimo beso, cogió otras esposas, atandose ella una mano al otro sillón y poniéndose en la boca las otras esposas.
Por la puerta entraron dos rubias espectaculares:
La primera, Nora, era una mujer madura, alta, de unos 40 años. Llevaba un conjunto de lencería azul que dejaba ver perfectamente dos grandes tetas operadas y un culo perfectamente formado. Nora se acercó a Vanessa y mientras la besaba, ató su mano libre al sillón.
Tras ella, Erika, una joven bajita y delgada con grandes pechos naturales y culo firme. Su conjunto negro no duró mucho puesto, pues en cuanto se sentó en la cama se quitó el sujetador y bamboleó sus pechos justo delante de mí.
Nora gateó sobre la cama hasta llegar a la espalda de Erika, y mientras agarraba los pechos de la joven, me dijo:
- Parece que eres un chico con suerte, esta puta madura de aquí atrás disfruta cuando te la follas. Pero. Si quieres seguir haciéndolo, tendrás que pasar sus pruebas. ¿Estás listo?
Mi polla sustituía a mi cerebro, yo no entendía nada, así que asentí con la cabeza y dije un tímido "si", mientras no podía parar de mirar a las dos rubias increíbles y a Vanessa en el fondo con una gran sonrisa.
Las manos maduras de Nora jugaban con los increíbles pechos de Erika mientras se fundían en un beso cálido. Daban la espalda a Vanessa, que no podía ver nada, así que se desplazaron al centro de la cama. Erika se tumbó y sobre ella, Nora, quienes no paraban de besarse.
Las manos de la madura quitaban delicadamente las braguitas de Erika mientras esta hacía lo propio con el sujetador de Nora. Sus besos y caricias estaban llenos de pasión y dulzura.
Nora se acabó de quitar el sujetador, lanzándolo hacia Vanessa, quien hizo el intento de atraparlo con la boca, pero falló. En ese momento mi vecina y yo cruzamos miradas, ninguno dijo nada y ninguno quería perderse el espectáculo de las dos rubias, así que Vanessa abrió las piernas para enseñarme unas bragas empapadas y continuamos deleitándonos con el show.
Nora empezó besando a Erika para luego chupar, morder y besar todo el cuerpo de la joven de arriba a abajo. Los dedos de Erika se ocupaban de su propio coñito. Cuando la boca de Nora llegó al pubis de Erika, dejó caer su baba y se incorporó, observando el cuerpo y el tesoro que iba a devorar.
Agarró las rodillas de la jovencita, lista para sumergirse y todos a la vez en el cuarto dimos una bocanada de aire. Erika se deshacía con cada chupada y mordida de su compañera, tirando de su pelo cada vez que se ocupaba de su clítoris. Cuando empezó a penetrarla con sus dedos, Erika llenaba la habitación con sus gemidos, apretando con las piernas la cabeza de su amiga mientras le suplicaba que no parase.
Mi polla empezaba a dolerme por su dureza y la presión con el pantalón.
Tras una increíble corrida de Erika en la boca de su amiga, se volvieron a fundir en un beso desesperado. Sin esperar más tiempo, Nora bajó de nuevo su mano y con la mano abierta empezó a frotar en coño de la joven. La madura acercó los pechos a la boca de Erika, que los succionaba como si estuviese hambrienta.
Cambiaron entonces a una tijera donde Nora seguía llevando el ritmo, pero Erika no tardó en correrse de nuevo. Cogieron aire y se vivieron a fundir en increíbles besos y caricias, la madura no paraba de recorrer todo el cuerpo de su presa, quien no podía más que gemir.
De nuevo, sonó una campanilla en la puerta. Nora se levantó y se dirigió a la puerta, no sin antes mordisquear los pezones de Erika.
-¿Te está gustando? - Vanessa me habló desde el otro extremo de la cama, la verdad es que me había olvidado ya de ella
-Tengo la polla que me va a explotar. Tenerla en el pantalón me está matando. -Vanessa se rió
-Erika, cariño, a ver si puedes ayudar a mi amigo a liberarse
Erika clavó sus ojos en mí y tras contonearse, se puso de pie ante mi, desabrochando mi pantalón. Yo buscaba con mi boca la suya, o almenos una caricia de su parte, pero se limitó a liberar mi pene. Le gustaba que intentase besarla, así que se apoyó en el respaldo del sillón con las manos, dejando su cara suficientemente lejos como para que no llegase.
Sin previo aviso, Nora agarró por detrás el pelo de Erika e introdujo un consolador de un golpe. Ella no pudo más que chillar de placer.
Allí estaba yo, con dos increíbles mujeres a escasos centímetros de mi dándose placer y no podía tocar a ninguna. Erika me miraba a los ojos mientras gemía. En su cara noté cuando se corrió. Sus ojos miraban al cielo, su boca se abría sin respiración. Ambas se abrazaron unos segundos, hasta que la joven dejó caer saliva sobre mi mástil y volvieron a la cama.
Ahora dominaba Erika, quien devoró aquel coño maduro, pero paró justo antes de la corrida de Nora, que se lo hizo saber entre gritos. La joven azotó a Nora por protestar, y se volvieron a fundir en un increíble beso, que Erika aprovechó para montar a la madura en una nueva tijera.
La joven cogió entonces el consolador con una mano y lo introdujo hasta la garganta de Nora, quien a duras penas podía respirar. Con la otra mano golpeaba los grandes pechos de la madura, quien no tardó en correrse, aunque eso no hizo que Erika bajase el ritmo.
Extasiada, Erika hizo que su compañera se pusiera en pompa y esta obedeció. Azotó un par de veces las nalgas de Nora y comenzó un cunnilingus lento, que alternó con la introducción de su lengua en el ano de la madura, quien se agarraba a las sábanas con fuerza. Poco a poco la lengua de Erika se centró más en el culo de Nora hasta sólo ocuparse de este, pero pronto sus dedos se encargaron de no dejar su coño desatendido.
La joven intercalaba azotes entre todo el placer a su amiga, hasta que hechó mano del consolador de nuevo. Nora se puso entonces boca arriba y Erika la penetró, alternando de nuevo entre sus dos agujeros hasta que la madura pidió que parase.
Los muslos de ambas brillaban por sus jugos y se fundieron en un 69, lo que no pareció ser suficiente para Erika quien se incorporó, quedando sentada sobra la boca de su amiga. Cuando la joven se corrió, ambas se tumbaron, exhaustas, mientras sus lenguas intercambiaban sus jugos.
Sonó la campana de nuevo. Ellas se levantaron, sin poder parar de besarse y desataron a Vanessa, con quién también se besaron. Yo esperaba mi turno, pero se fueron, dando las llaves a mi vecina. Vanessa me desató mientras nos fundimos en un beso increíble. Mis manos buscaron su culo, percibiendo en el tacto la humedad de su vestido, pero ella me hizo recular, sentándose sobre la cama.
- Verás, esta es la primera de varias pruebas. Quiero hacer esto contigo porque nuestra relación es especial. No quiero que suene a amenaza, pero si no aceptas, no creo que podamos seguir viéndonos tan a menudo.
Yo no quería perder ni loco la compañía de mi vecina, así que acepté sin pensarlo.
-Espera. No quiero que sea una decisión condicionada, te quiero explicar en qué consiste. Durante dos semanas tendremos que pagar un precio, nada de sexo, ni de pajas ni nada. Durante ese tiempo haremos pequeñas pruebas. Confío en ti, así que no te preguntaré cada día si te has pajeado... Eso, claro está, si aceptas...
Yo no quería dejar escapar a mi vecina, lo seguía teniendo claro, así que volví a aceptar. Aquellas pruebas no podían ser tan duras, ¿Verdad?
______________
¡Feliz año nuevo a tod@s!