Las profecías se cumplen? ( y 3)
Sexo con maduras, amor filial, incesto y descripción de un futuro apocalíptico, que no se si hace de esto el relato de un sueño o una profecía.
-Veo que, por fin, has conocido a tu hermana.
¿Qué te ha parecido? –Me dijo Eva
-¿Mi hermana? ¿Esta es mi hermana?
¿De dónde ha salido?
Por supuesto, no la conocía, puesto que
para mí era un bebé de dos años, pero como ocurría ya habitualmente, la luz fue penetrando en mi memoria y recordé todos los años anteriores, sus estudios, los chicos que la perseguían y mi fuerte control para que llegase virgen al matrimonio, las discusiones con mis amigos que querían llevársela a la cama, incluso dispuestos a pagar, lo que me costó una pelea. Y ahora me encontraba que no solamente no era virgen, sino que hasta yo mismo me la había follado.
-Era una de las esclavas sexuales del último campamento.
Las tenían para divertimento de las tropas que acampan allí cuando pasan de una ciudad a otra y tienen que hacer noche.
Por eso había tantas.
-Pero…
¡No me jodas! Si me la acabo de follar.
-¡Y las que lo tendrás que hacer!
-¿Es otra como mi madre?
-No, esta no tiene la obligación de follar todos los días, pero debe ofrecerse a cualquier hombre que vea, y ser castigada si no hay por lo menos uno, de entre los que se haya ofrecido, que la tome. Si no ve a nadie, no tiene que hacer nada.
Por eso estaban encerradas en salas sin ventanas, solo con salida a un recinto vallado por altos muros.
-Pero no puedo dejarla encerrada siempre.
-La puedes tener encerrada o juntarla con tu madre para follarlas a las dos. Con tu madre tienes que correrte, pero con tu hermana es suficiente con que participe en la follada y que tú te corras.
Está condicionada para participar en orgías de varias mujeres con el mismo hombre.
-¿Serás tú una de ellas? Me gusta mucho más hacerlo contigo.
Y… me debes tu culo.
-Nunca he participado en orgías, pero por ti estoy dispuesta a probar. Pero de mi culo...
NADA DE NADA.
Sus ojos estaban brillantes y eso, unido a la facilidad con la que había aceptado, me hizo pensar que estaba excitada, así que, desnudo como estaba, me acerqué a ella, la abracé sin que mostrase ningún rechazo y le di un beso en la boca que se convirtió en frenético nada más empezar.
Empecé a desnudarla despacio, pero ella misma terminó de hacerlo con rapidez, haciéndome acostar sobre el suelo, donde antes había estado con mi hermana, para lanzarse sobre mi polla, metérsela en la boca y comenzar una mezcla de
pajeo y mamada hasta que me la puso lo suficientemente dura.
Montó a caballo sobre mí se puso a frotar mi glande de un extremo a otro de su coño, empapándola de sus cada vez más abundantes líquidos. Sentir sus labios, su clítoris y su coño, pasando seguidos durante el recorrido rozando mi glande por ellos, mantenía mi polla con la suficiente dureza para
que poco después fuese descendiendo y pudiera empalarse directamente, para terminar recostada sobre mí.
Después de la mañana con mi madre y, sobre todo, la follada de poco antes con mi hermana, no tenía suficientes fuerzas para conseguir una dureza normal, pero sirvió para que, con los movimientos de su pelvis atrás y delante, el roce fuese mayor por ambas partes, sobre todo en su clítoris.
Al poco de ponerse empezó a gemir con fuerza y a gritar su orgasmo.
-Oooooohhhhhh.
Me corrooooo.
Se detuvo unos segundos con mi polla dentro, realizando ligeros movimientos para disfrutarlo y luego continuó con nuevas energías y más rápido en busca del siguiente.
-Se ve que vienes muy caliente. ¿Verdad? –Le dije.
-Mmmmm.
Siii.
Ver cómo follabais me ha dejado chorreando. MMMMMM. Y no te voy a dejar hasta que me quede seca. –Me respondió sin dejar de moverse.
Metí la mano entre nosotros para sacar sus pechos hacia los lados y acariciarlos, frotar sus pezones, recorrer con mis manos su cuerpo hasta acariciar su culo, bajando mi dedo medio por la raja, cuando se acercaba, hasta llegar a su ano, al que rodeaba con suaves caricias a la vez que presionaba ligeramente para ir abriendo hueco.
Luego seguía el camino contrario mientras lo alejaba, sacando mi polla de su coño. Ella frotando su clítoris en el movimiento y yo la raja de su culo.
Entre grandes gemidos y gritos,
alcanzó su segundo orgasmo que le llegó con intensidad, se mantuvo unos segundos y la dejó desmadejada sobre mi cuerpo.
Tras recuperarse, continuó moviendo su cuerpo atrás y adelante, buscando que yo alcanzase mi placer.
Acariciaba mi pecho frotando sus tetas contra él,
mientras me follaba al ritmo lento.
Hubo un momento que se incorporó, poniendo su cuerpo vertical, con mi polla incrustada hasta lo más profundo e inició una serie de movimientos circulares. Yo coloqué mi pulgar en el punto de unión, justo sobre su clítoris. Al principio, sus movimientos siguieron lentos, pero poco a poco fue acelerando, al tiempo que alternaba movimientos circulares con subidas y bajadas, siempre con el último roce de su clítoris contra mi dedo.
Nuestros gemidos llenaban la habitación. Yo había empezado sin fuerzas, pensando que no llegaría a correrme, pero cada vez me sentía más metido en ese placentero camino sin retorno, hasta que ya no pude más y al grito de “Me corrooooo”, solté todo lo que me quedaba dentro del coño de Eva.
Ella, al oírme, hizo más presión y movimientos más rápidos con su clítoris sobre mi dedo y también lanzó su grito “Y yo tambieeeeeén”
Cayendo desfallecida sobre mí.
Cuando poco después me recuperé, la tomé en brazos y la llevé a mi cama, donde nos quedamos dormidos al instante.
Al día siguiente, lo primero que hice fue entrevistarme con los acondicionadores de esclavas capturados, para conseguir que mi madre no tuviese la obligación de follar cada día y que si no follaba con nadie, no fuese necesaria castigarla. También a mi hermana tenían que quitarle la necesidad de satisfacer a los hombres y de sufrir castigo si no lo conseguía.
Me dijeron que era un proceso muy largo pero posible. Les mandé que fueran a casa a buscarlas y empezasen inmediatamente.
Estarían todo el día con ellas y por las noches las devolverían a casa de nuevo.
Más tarde, en el cuartel general, con el consejo reunido, aconsejé el aprovechar las circunstancias y el hecho de que todavía no habría corrido la voz de nuestras conquistas, para liberar más ciudades, ahora que tenían guarniciones pequeñas, más dedicadas a capturar esclavos huidizos que a defenderlas, debido a nuestra falta de lucha y defensa.
Serían presa fácil para nosotros, y una vez capturadas, el avance y expansión podría ser exponencial, ya que las poblaciones del interior solamente tenían algunos soldados para mantener el orden.
Sería un avance rápido, hasta que llegásemos a las principales ciudades donde se acuartelaban importantes cantidades de tropas y armamento.
Ya anochecido, los dejé deliberando y me fui a casa, donde me encontré a las tres esperándome.
Dudé en si salir corriendo o quedarme, pero el culo de mi madre, las tetas de mi hermana y el morbo de Eva, me retuvieron.
Mi madre y hermana estaban desnudas, y Eva llevaba una camisa mía, donde se marcaban sus pezones y que dejaba entrever su coño peludo.
Tengo que reconocerlo, la escena me la puso bastante dura. La cena estaba sobre la mesa, así que la hice retirar para hacerlo más tarde.
Mientras lo hacían, retiré la silla, sustituyéndola por un banquito más bajo.
Cuando terminaron, mandé a Eva recostarse sobre la mesa, boca arriba, con los pies colgando. Yo me senté en el banquito, quedando mi cara a la altura de su coño.
Pedí a mi hermana que me la ensalivase bien, cosa que hizo inmediatamente.
Se metió bajo la mesa, soltó y retiró mis pantalones y calzoncillos con algo de ayuda por mi parte y se la metió completamente en la boca, para luego ir sacándola poco mientras hacía rápidos movimientos con la lengua.
Luego cogió con la mano mis huevos y la base del pene y se puso a lamerlo y ensalivarlo bien.
Yo me dispuse a atender a Eva con intención de follarme su culo, pero sin saber muy exactamente ´como lo iba a hacer, pero al meter mi cara entre sus piernas abiertas y ver sus labios ligeramente abiertos y brillando de humedad, recorrí con mi lengua los
bordes, empezando desde abajo, lamiendo su ano y acariciándolo con un dedo, para luego subir poco a poco, sintiendo como se abrían cada vez más conforme eran recorridos, hasta que llegué al borde superior, donde me encontré su clítoris sobresaliendo ligeramente entre los pliegues. No le hice caso. En su lugar, me detuve y pedí a mi madre que se pusiese a cuatro patas y se empalara por el culo, y a mi hermana que se colocase debajo para que lamiese mi polla al tiempo que se comían el coño mutuamente.
La mesa era de cristal, obtenido de un escaparate de tienda, sujeto por un marco y cuatro patas.
Eso me permitía ver lo que ocurría debajo, mientras le metía dos dedos en el coño a Eva o se lo repasaba con la lengua.
Se notaba que mi madre no era muy experta en comer coños
El trabajo de mi hermana con mi polla
fue excelente. La había ensalivado perfectamente, entrando en el culo de mi madre, que ella misma había estado dilatando, con mucha suavidad y rapidez. Cuando se puso en posición y se dedicó a lamer mi polla y el coño de su madre, también hizo un trabajo excelente. Me lamía el tronco mientras lo metía para pasar luego a las bolas, recorrer el coño de ella y volver a mi polla.
Nuestra madre gritaba de placer, pues su condicionamiento la excitaba rápidamente.
La mandé correrse tres veces antes de terminar con ella
Mientras me dediqué a meter primero un dedo, luego dos y más tarde tres dedos en el culo de Eva, sin dejar de atacar su coño con boca, lengua y dedos para excitarla al máximo, pero sin tocar su clítoris.
Cuando ya la tenía como quería, le dije:
-María, sube a la mesa y que te coma el coño Eva.
-Pero…
Yo nunca he estado con una mujer.
No sé si sabré hacerlo.
-Verás como sí. Tú hazle lo que a ti te gusta que te hagan y verás…
Y así lo hicimos.
Una vez que mi hermana colocó una pierna a cada lado de su cabeza, impidiendo que se moviera, yo dejé su coño y culo en paz, para ponerme en pie. Se la metí varias veces en su encharcado coño para mojarla bien, agarré sus piernas bajo mis brazos y puse mi glande sobre su ano, empujando suavemente.
Dos dedos en su coño y el pulgar rodeando clítoris sobre la piel, ayudaban haciendo que soltase gran cantidad de flujo, que escurría hasta mi polla y su ano, facilitando la entrada.
Tras varios intentos, dilató lo suficiente para que entrase la punta. La mantuve un rato para acostumbrarla, sin dejar su coño desatendido, luego empecé un suave vaivén en la entrada de su ano. Cuando ya entraba con comodidad, bien lubricada con flujo que caía constante, di un golpe de riñones, metiéndola hasta el fondo de su culo al tiempo que acariciaba su clítoris aprisionado por los labios que sujetaba entre mis dedos.
Dio una especie de bote. No sé si por la entrada de la polla en su ano o por mis caricias en su coño, pero fue ella la que adelantó los movimientos de su culo, en lugar de que fuese yo el que me moviese cuando ella se hubiese acostumbrado.
A los pocos minutos, su cuerpo se tensó víctima de un orgasmo violento, cuyos gritos quedaron apagados por el coño de María sobre su boca.
Las hice montar un 69, pero con el coño y culo de mi hermana delante de mí.
Se la clavé por el coño, mientras Eva lo recorría con su lengua hasta mis huevos.
Los gemidos de placer de mi hermana destacaban por encima del ruido de la sala. Empecé a follarla despacio, disfrutando tanto de su coño como de la lengua que lo recorría.
Poco a poco fui necesitando más, sobre todo, después de la segunda interrupción de las lamidas, por causa de su correspondiente orgasmo.
Me lancé a follarla duro. Cada vez más duro, animado por sus gritos de placer.
Poco después anuncié mi corrida y llené su coño de leche.
Aún mantuve mi polla en su interior, disfrutando de sus contracciones, hasta que perdió tanta dureza que dejé de sentirlas.
Puse la silla en su sitio, mandé limpiar la mesa de la amalgama de flujo y esperma que había caído sobre ella y ordené poner de nuevo la cena.
Ante mi sorpresa, mi madre y mi hermana los lamieron hasta dejar la mesa impecable, lo que quitó casi todo el trabajo a Eva cuando vino con un paño húmero para limpiarla.
Cenamos Eva y yo en la mesa y mi madre y hermana en el suelo.
Luego me fui a la cama con Eva.
A los pocos minutos entró mi madre con el cinturón para su castigo por no haber conseguido que alguien se corriese dentro de ella. La hice ponerse sobre la cama y procedí a darle los azotes
mientras ella, siguiendo mis instrucciones, iba comiéndole el coño a Eva, interrumpiéndolo con sus frases correspondientes que yo procuraba fuesen lo bastante separadas, distanciando los azotes, para que Eva lo disfrutase.
Su culo rojo y liso, ya sin marcas de heridas gracias a la práctica,
me volvió a empalmar, por lo que nada más terminar, la despaché y sustituí en el coño, esta vez con mi polla, dándole un frenético folleteo que la hizo alcanzar dos orgasmos antes de derramarme en su interior.
-¿Te pone azotar a tu madre? –Me preguntó Eva.
-Me pone su culo, y sobre todo cuando está rojo después de un castigo.
-¿Más que el mío?
-Te lo diré más adelante.
Cuando le dé el tratamiento adecuado con la correa.
-Hoy me lo has estrenado.
Nadie me lo había hecho hasta hoy.
-Ya te dije que lo haría. ¿Te ha gustado?
-Mmmmm.
Siii.
No sé por qué he tardado tanto.
Ha sido una experiencia y un orgasmo increíble.
Enseguida nos dormimos sin hacer nada más hasta el día siguiente.
Por la mañana, volví al consejo para conocer el resultado de sus deliberaciones. Me hicieron caso y en el siguiente mes cayeron al ritmo de una ciudad o campamento cada dos días.
El número de hombres y mujeres liberados, sin contar esclavos, creció exponencialmente y se añadieron más de otros campamentos.
La noticia fue corriendo por los campamentos enemigos, hasta el punto de que en alguno de ellos llegaron a escapar y dejar todo abandonado, en cuanto nos vieron aparecer por el horizonte.
Entre mis compañeros comenzaron a llamarme “el nuevo Cid”, en recuerdo del luchador y conquistador del siglo XI en la reconquista contra los árabes, con el que coincidía en nombre.
Aunque no me gustaba, no podía impedir el rumor, aunque a mí no me lo dijesen directamente.
Hubo que emplear hombres para organizar nuevas compañías de soldados y darles formación militar básica, preparar pilotos, armas y bombas, organizar nuevos asentamientos militares y empezar a definir la nueva estructura de país.
Fue agotador, eso sin contar que cuando llegaba a casa tenía que follarme a mi madre o darle cinco azotes, follarme a mi hermana y, a veces, a Eva, ya que no estaba dispuesto a que cualquier otro lo hiciese también.
Poco a poco las exigencias fueron bajando, gracias a la reeducación y enseguida pasé
follarme a mi madre y Eva o a mi hermana y Eva, aunque también montábamos alguna orgía entre los cuatro, sobre todo cada vez que celebrábamos una victoria.
La suerte y ventaja no podía durar eternamente. La noticia de la rebelión, a pesar de que no dejábamos escapar a nadie, llegó hasta la capital, donde se encontraba el gobierno, el cual mandó tres compañías, formadas cada una por dos secciones de 9 pelotones de 12 hombres dirigidos por otro, equivalente al cabo o sargento, un equivalente a sargento o teniente por cada tres pelotones y un capitán al mando de todo.
En total
más de 600 hombres, enviados para eliminar el levantamiento.
Llevaban un cañón militar ligero y un carro tirado por bueyes y esclavos, con munición. Uno de los pelotones llevaba fusiles de asalto y todos los oficiales, pistolas.
Cuando recibimos la información, cayó como un jarro de agua fría sobre el consejo y los oficiales reunidos.
La primera idea fue de huir y salvar a los hombres y mujeres del campamento, pero se me ocurrió una idea que si salía bien, podría hacer que, además de eliminar a todos, nos quedásemos con las armas.
Entre las montañas, a gran profundidad, bajaba un río que en un punto determinado se dividía en dos, dejando en el medio una isla como si fuese una alta torre en medio del cauce.
Con los siglos, el agua había ido desgastando el terreno hasta convertirla en una montaña elevada cuyo contorno eran altos farallones inaccesibles de unos cientos de metros, y separada del resto por un canal de algo más de la anchura del río por cuyo fondo seguía discurriendo.
Pensábamos utilizar la plataforma para construir una población que quedase protegida por el foso natural del río y con suficiente tamaño alrededor para cultivar, en cuanto solucionásemos el problema de subir el agua necesaria.
Habíamos construido dos puentes de madera en lados opuestos, que, de momento, nos facilitaban el paso cuando regresábamos de viajes del este.
El plan era sencillo. Dirigiríamos al enemigo hasta la plataforma y una vez que estuviesen en ella, volaríamos los puentes, dejándolos aislados y listos para ser acribillados.
Habría que tomar precauciones con sus armas, y sobre todo con el cañón, pero era factible.
Reunimos a todos los hombres que podían luchar, dejando los pueblos y plazas fuertes abandonados, preparamos grandes escudos que nos cubriesen por los flancos, frente y parte de arriba, basados en la formación en tortuga de los romanos, que portarían los esclavos recuperados para que los soldados tuviesen más libertad de movimientos en el ataque.
Empezamos a parecer descuidados, mostrándonos ligeramente a sus exploradores, en nuestras rutas de regreso al campamento, por lo que poco a poco, la columna fue tomando la dirección que nos interesaba para acceder por el lado Este de las montañas.
El continuo trasiego de mis hombres por la zona marcaba un rastro fácil de seguir hasta por un niño. Los soldados lo siguieron hasta el pie de las montañas, donde tenía que entrar por un estrecho barranco con abundantes rocas.
Hubiese sido maravilloso si hubiesen entrado en fila por él, pero el capitán mandó a un par de pelotones por cada lado, que subiesen a lo más alto para evitar emboscadas.
Pero no todo fue en contra.
Cuando llegó el cañón,
el carro de las municiones y los de intendencia, no podían pasar, por lo que optaron por que quedase un retén de cuatro pelotones para desmontar el cañón y cargarlo en caballos, con una parte de las municiones y alimentos suficientes para todos.
La vigilancia era férrea. Un tercio de los hombres vigilaba, otro descansaba y el tercero preparaba municiones para su transporte.
Rápidamente preparamos una estrategia de ataque.
Sacamos algunos de los uniformes del enemigo y se los pusieron mis hombres, otros se desnudaron y, tras un rápido afeitado de su cuerpo y cabeza, formaron una columna de presos esclavos, con las manos a la espalda, sujetando sus armas y una cuerda que los unía entre ellos. Se les añadió un abundante grupo de esclavos reales para camuflar mejor a los soldados, estos atados correctamente.
Parecían un transporte de esclavos de una ciudad a otra.
Luego, confiando en que la información que tenían los enemigos no fuese mucha, me puse al frente del grupo y partimos, dando un rodeo para aparecer desde otra dirección cuando ya atardecía, pues habíamos descubierto que el atardecer y la noche eran los mejores momentos para los ataques.
Uno de los soldados enemigos se acercó a caballo y otro de los nuestros, liberado y reconvertido del enemigo y que por tanto se expresaba bien para que no sospechasen, hizo lo mismo para que no pudiesen comprobar lo que era el grupo.
Cada uno dio sus explicaciones y recomendaron a nuestros hombres volver atrás, al no ser aquella parte zona segura.
Acordaron acampar cerca de ellos esa noche y partir ambos por la mañana, ya que ellos habían terminado. Y así se hizo. Se formaron dos campamentos y cada uno montó su guardia alrededor.
Pronto, nuestro guardia en el punto más cercano entre campamentos, se acercó a su homólogo en el otro para, tras cruzar unas palabras y aprovechar un descuido, cortarle el cuello o apuñalarlo. Pasando a sustituirlo y viniendo dos más, un soldado y uno de
los que hacían de esclavos, que se vestía con la ropa del muerto.
Estaban organizados para que diesen cortos paseos de un lado a otro, teniendo que coincidir en ambos lados con el guardia del otro tramo, así que, ambos partieron, uno para cada lado, a esperar a su contrario y eliminarlos sin ruido, mientras otros acudían a ocupar sus lugares.
Poco después, toda la vigilancia era nuestra.
Esperaron al cambio de guardia, cuyos hombres eran eliminados y sustituidos por uno de los nuestros, que previamente habíamos camuflado convenientemente, mientras el pelotón iba convirtiéndose en “nuestro pelotón” al final, tras eliminar al oficial en el último cambio, habíamos sustituido a dos tercios de sus hombres.
El resto fue sencillo.
Eliminamos a los que quedaban, que dormidos no ofrecieron mucha resistencia, y nos hicimos con todo. Algunos se despertaron por el ruido, pero al entrar como si fuésemos el cambio de guardia, volvieron a cerrar los ojos, para no abrirlos más.
Partimos al amanecer, siguiendo a las tropas regulares.
Habíamos conseguido cuatro pistolas, el cañón y las municiones.
Con alegría nos dirigimos hacia la montaña, por otras cañadas más fáciles y rápidas.
Cuando llegamos, habían entrado en la plataforma y los hombres habían volado los puentes, quedando los enemigos atrapados en ella.
Habían formado un enorme círculo, cubriéndose como podían de posibles flechas, lanzas o piedras y dejado los caballos en el centro.
-El cerco promete. -estuve pensando- No tienen comida, solamente tienen el agua que puedan llevar en sus cantimploras y si llevan algo más para los caballos. ¡Los caballos! ¡Podían matarlos para comer, e incluso beber su sangre!
-¡A ver! –Grité- Los que sepan o se atrevan a montar el cañón, que lo haga.
Nadie se movía, pero un rumor entre mis hombres me hizo volverme para encontrarme con que varios de los antiguos esclavos se habían puesto a ello.
Cuando les pregunté si habían sido soldados y estaban familiarizados con el armamento, respondieron simplemente: sí. Por supuesto que ordené a varios de mis hombres que les ayudasen y aprendiesen.
Cuando estuvo montado, perfectamente anclado y dispuesto para disparar. Volví a solicitar hombres que supiesen manejarlo, pero esta vez a todos en general.
Se añadieron dos hombres más. Les di instrucciones:
-Quiero que matéis a todos los caballos.
Los hombres protestaron por lo que pensaban un sacrificio de animales y gasto de munición inútil, ahora que lo habíamos conseguido. Opinaban que era mejor tirar sobre los soldados.
Tuve que explicarles que si los dejábamos vivos podrían alimentarse durante bastante tiempo y beber su sangre cuando les faltase agua.
Con eso podrían sobrevivir mucho tiempo, incluso hasta recibir ayuda.
Si los matábamos, tendrán que comerse la carne ya y la que no puedan, se les pudrirá.
Quedarán sin comida ni bebida, además de cadáveres en putrefacción, moscas, olores e incluso alguna enfermedad.
Por otro lado, no podíamos matar a más de quinientos hombres, uno a uno, a cañonazos, ni las flechas eran efectivas a la distancia a la que estaban. Ni teníamos puntería ni munición.
Los caballos estaban atados en filas de unos 50 a cuerdas extendidas por el suelo y atadas a grandes hierros clavados en la tierra, formando un gran rectángulo
Los artilleros tomaron medidas, hicieron sus cálculos y dispararon.
No sé si fue porque eran buenos o por casualidad, pero el obús cayó
en uno de los lados, haciendo una masacre entre los animales.
El resto empezaron a encabritarse y tuve que dar orden de disparar a discreción. Hicieron varios disparos seguidos, matando a cientos de ellos.
De los que no murieron ni quedaron heridos, hubo algunos que corrieron alocadamente hacia el borde de la plataforma y cayeron al barranco. Otros se frenaron a tiempo en el borde y fueron acribillados a flechas.
Otros se volvieron locos y ellos mismos los tuvieron que sacrificar.
Mientras, el resto de hombres y esclavos se apresuraban a montar catapultas que nos sirvieron para enviarles grades bolas de hierba, madera, tela y trozos de neumáticos de vehículos, restos de tubos de pvc y fundas de cables eléctricos, que íbamos recogiendo porque al quemarlos producen un humo negro que se pega a la garganta y además es tóxico y venenoso. Todo ello iba bien impregnado de aceite, que llenaron de fuego y humo la llanura.
Procurábamos que los lanzamientos se hiciesen a la parte que soplaba una mínima brisa, lo que hizo que toda la plataforma quedase cubierta por el humo.
Los pocos caballos que les quedaban, se lanzaron enloquecidos y cegados por los barrancos y los soldados
que se acercaron al borde para respirar, fueron eliminados por las flechas.
Nos quedamos sin munición incendiaria a altas horas de la madrugada e interrumpimos el ataque.
Antes de salir el sol,
ya habíamos colocado unos puentes provisionales para que los hombres pudiesen cruzar.
Fue un momento peligroso, pues tenían que cruzar de uno en uno y con separación, para no hundirlos y si los hubiesen estado esperando, hubiese sido su muerte.
Cuando amaneció, los soldados deambulaban sin rumbo fijo. Algunos habían muerto por los gases tóxicos y los demás tenían los ojos irritados y tosían. Ninguno llevaba máscara antigás. Nosotros tampoco, porque no teníamos, pero cuando entramos, ya estaban todo despejado o casi despejado.
Cuando volvimos a casa íbamos rojos de sangre.
De nuestros enemigos y propia.
Hubo muchísimos heridos, pero muy pocos muertos de nuestra parte, escasamente una decena. Fue una gran victoria, aunque las balas nos hicieron mucho daño. Les quitamos todas las armas, el cañón, las municiones y las provisiones.
Cuando llegué a casa, pedí a Eva y a mi madre que llenasen la bañera para lavarme bien. Mientras tanto, me desnudaba y lavaba cara y manos.
Cuando estuvo preparada, me metí en ella, pero Eva quiso meterse conmigo, como hizo la primera vez y otras más. Me hizo dejarle hueco detrás de mí y recorrió mi cuerpo lavando y quitando las manchas de todo tipo que me cubrían.
Durante todo el tiempo no dejó de frotar sus tetas contra mi espalda y su pubis contra mis nalgas. Recorría mi cuerpo con sus manos enjabonadas, recorriendo mi pecho, mi vientre y llegando hasta mi polla, descapullándola y limpiándola a fondo para luego pajearla un poco y seguir recorriendo mi cuerpo.
Las respiraciones de ambos sonaban agitadas.
Nos estábamos calentando mucho. Sobre todo yo.
Me giré poniéndome de rodillas y haciéndola sentarse en el borde de la bañera e inclinándome para saborear su jugoso coño, empapado de algo más que agua.
Empecé lamiendo sus pezones para seguir bajando y lamiendo su tripita, sin dejar de acariciarla,
hasta llegar a su pubis, allí con un dedo le acaricié su coño de arriba abajo, acelerando progresivamente los movimientos. Conforme iba acelerando ella lanzaba gemidos de placer cada vez más fuertes.
Se encontraba ya abierto, su clítoris sobresalía entre los pliegues de su vulva y sobre él puse mis labios. Ella gimió:
-Ooooh
Siiii.
Sabes lo que me gusta.
Metí a la vez un dedo en su coño y luego un segundo, follándola con ellos en un doble ataque por dentro y por fuera que convirtieron sus gemidos en gritos.
Mi mano se llenó de sus jugos, que eran muy abundantes, y resbalaban por ella hasta caer al agua. Utilicé uno de los dedos por los que escurrían, para ir lubricando y dilatando su ano. Cada vez le chupaba y lamía con más fuerza y eso le gustaba, la excitaba y le hacía gritar de placer.
En medio de grandes gemidos, anunció su corrida, animándome a no parar.
-No pares. No pares ahora. Me voy a correr en tu cara, ahhhh joder como me gustaaaaaa, ohhh ya viene, ohhh me corrooooooooo.
Su cuerpo se estremeció con el orgasmo y lo movió hacia adelante para presionar más su sexo e incrustar mi boca en él. Yo no dejé de chupar hasta que terminó y comenzó a relajarse.
Cuando se calmó, me hizo ponerme de pie y fue ella la que se arrodilló en el agua para tomar mi polla, que mi cerebro ansioso de placer mantenía dura como una estaca, y metérsela en la boca. Primero se metió la mitad, luego se la sacó y lamió para ensalivarla, a pesar de la humedad del baño, y volvió a metérsela entera en la boca.
La sacaba, dejando un rastro de babas, la recorría con la lengua, deteniéndose en el glande un momento
y se la volvía a meter entera.
Llevaba haciéndolo varias veces y yo estaba que no aguantaba más.
Agarré su cabeza para follarle directamente la boca hasta correrme y empecé a meterla y sacarla de tan delicioso agujero. Ella colaboraba haciendo presión con la lengua y a mí me estaba dando un gusto exquisito, creando sentimientos encontrados.
Por un lado, no deseaba que acabase nunca, por el otro, estaba deseoso de soltar toda mi carga.
Un alboroto en la entrada de casa me hizo interrumpir el momento y, cabreado, insultando
al imbécil que daba gritos en la entrada y con ideas asesinas sobre él, fui a ver qué pasaba.
Venía buscando a Eva como enfermera. Al parecer los heridos eran muchos y necesitaban ayuda para atenderlos, así que ella se fue y yo me quedé con las ganas.
Mi madre me sirvió la cena en silencio, que yo comí sin prestar atención, ni a ella ni a lo que comía, cabreado por la interrupción y cuando terminé, me fui a la cama directamente, no tenía intención de nada, pues el sexo sin Eva no era lo mismo. Pero las mujeres de mi casa no eran de la misma opinión. A estas alturas ya habían recuperado una buena parte de su control, y podían tomar alguna iniciativa, y eso fue lo que hicieron ellas.
No había hecho más que acostarme y entró mi madre totalmente desnuda –también hay que decir que se habían acostumbrado a ello y solamente se ponían algo cuando hacía mucho frio- Me destapó y se subió a la cama, se colocó a caballo sobre mis piernas y, cogiendo mi polla flácida, comenzó a realizarme una descomunal mamada.
Primero se metió y sacó varias veces el glande en la boca, además de repasarlo con la lengua, consiguiendo que mi polla, que se había bajado en ese tiempo, se pusiese medianamente dura, bajó por el tronco recorriéndolo con la lengua, hasta llegar a los huevos, los cuales se introdujo sucesivamente su boca, luego volvió a recorrer con su húmeda lengua mi polla ya dura, para ponerse a chuparla de nuevo, cuando ya la tuvo el tronco bien ensalivado. Lo hacía con calma y delicadeza, como el que se come un caramelo y no quiere que se le acabe pronto, hasta que, por fin,
se la tragó toda, llegando
hasta el fondo de su garganta.
No se las veces que repitió esos gestos, pero consiguió llevarme casi al orgasmo, y se lo dije:
-Sigue, sigue, me voy a correr ya.
Pero en contra de lo esperado, se dio la vuelta y retrocedió hasta meterse mi polla en el coño e inclinarse totalmente hacia adelante, dejando ante mis ojos un primer plano de su coño penetrado, su ano y su culo completo. Empezó a moverse metiendo y sacando mi polla y lanzando gemidos casi de inmediato. De pronto, oí que me decía suplicante:
-He sido mala. Castiga mi culo. Oooohhhhh.
Aprovechando la posición, se solté una palmada en cada cachete del culo, lo que le hizo gemir de placer. Ensalivé mi dedo medio y se lo metí en el ano para hacer presión sobre mi polla, al tiempo que volví a azotar sus cachetes con la otra mano.
La extrema sensibilidad que le habían inducido hizo el resto, y se corrió con grandes gritos.
-AAAAHHHH
SIIII. QUE GUSTOOOOOO.
Solo detuvo el movimiento unos segundos. Luego siguió moviéndose.
Lo hacía en todos los sentidos. Yo seguía con mi dedo en su culo, sintiéndolo rodeado y presionado por su intestino y la polla entrando y saliendo bajo la presión de la yema y su anillo cerrándose al compás de mis azotes
Pronto se añadió una nueva sensación. Era una presión intermitente sobre mi polla desde el otro lado.
Enseguida descubrí que ella se estaba masturbando y rozaba mi polla con sus manipulaciones.
Cuando nuevamente estaba próximo a mi orgasmo volvió a correrse de nuevo con más gritos y más fuerte si cabe, bajando el ritmo y dejándome a las puertas.
- OOOHHH, OOOHHH, OOOHHH, AAAAAAAAHHHHHH…
Después de unos segundos de recuperación, se movió hacia adelante, sacándose la polla y mi dedo, se dio la vuelta y se sentó sobre ella, pero clavándosela despacio por el culo hasta que la tuvo toda dentro.
Empezó a botar al tiempo que apretaba su anillo y con sus manos trabajaba su clítoris y tetas.
El espectáculo a esas alturas no era para aguantar mucho, así que, a los pocos minutos de este tratamiento sentí que me llegaba el orgasmo que anuncié con un grito cuando soltaba mi leche en su culo. Ella, al sentirlo, también volvió a correrse de nuevo, cayendo desmadejada sobre mí.
Mientras acariciaba su espalda, vi a mi hermana en la puerta, desnuda, con una mano en el coño y otra en sus tetas, masturbándose furiosamente.
Mi madre se retiró, quedando a mi lado, y fue el momento que mi hermana aprovechó para saltar sobre mí y ponerse a chupar y lamer mi verga para ponerla dura de nuevo
La agarró con la mano y la acercó a su boca.
Lamió el glande y luego se lo metió en la boca apretándolo entre sus labios fuertemente. Su boca estaba caliente, la chupó varias veces y luego empezó a pajearla otras tantas.
Volvió a meterse la punta otra vez, mi cuerpo había reaccionad de nuevo, y sentía como mi pene crecía en su boca y se lo iba introduciendo cada vez más adentro. Comenzó a recorrerlo, de arriba abajo, llegando hasta mis huevos, a los que prestaba también su atención, metiéndolos en su boca y acariciándolos con su lengua, al tiempo que me pajeaba, luego la recorría de abajo arriba para llegar a glande y metérselo en la boca para chuparlo y lamerlo de nuevo.
Pronto noté que, si seguía así, no aguantaría mucho más sin correrme. Por eso, la hice soltar mi polla y ella misma se la metió en el coño.
Lo tenía chorreando, por lo que entró sin problemas.
Inició un movimiento atrás y adelante cada vez más rápido cambiando poco a poco de posición, hasta que sus movimientos se convirtieron en subidas y bajadas sobre mi polla. Si no lo supiera, hubiese pensado que hacía años que no follaba, tal era su excitación y las ganas con las que lo hacía.
No paraba de subir y bajar por mi polla. Sus tetas se movían de arriba abajo. Alargué mis manos y se las cogí para apretarle los pezones. Jadeaba sin cesar, gemía e incluso gritaba, pero no paraba de moverse. La ayudé a moverse sujetándola por las caderas y poco después se corría con ganas. Tras su corrida, se dejó caer sobre mí, agotada. Su respiración era agitada, pero poco a poco se fue calmando. Mi polla todavía seguía dentro de su coño. La corrida anterior me hacía aguantar más y el morbo me la mantenía dura.
Cuando se calmó un poco, se dejó caer a mi lado con los ojos cerrados.
Yo esperé unos minutos para colocarme arrodillado entre sus piernas abiertas y con las rodillas dobladas.
Separé las mías haciendo que su culo se levantase apoyándolo sobre ellas, así mi polla descansaba en su perineo y podía recorrer su raja con mi polla.
Fui moviéndola
de abajo arriba y viceversa, despacio, recreándome en la sensación que producían los labios de su coño frotando mi glande en el movimiento.
Mis manos fueron a sus tetas para acariciarlas, rozar sus pezones y recorrer su cuerpo, acariciándolo también con un suave masaje.
Sentí la necesidad de chupar sus pezones, pero la posición de su cuerpo no me dejaba doblarme lo suficiente así que la dejé resbalar un poco hacia abajo y me incliné hacia adelante hasta alcanzarlos.
Eso hizo que mi polla resbalase y entrase en su coño como un obús, haciéndole soltar gemidos de placer.
Bombeaba alternando con movimientos circulares de mi pelvis mientras chupaba, lamía y estiraba entre mis labios sus pezones.
Deseoso ya de alcanzar mi placer, aceleré mis movimientos, aumentando nuestros gemidos a la par, hasta que ya no pude más y con un fuerte grito me corrí dentro de ella, que también alcanzó su orgasmo al sentir el mío.
Tras esto, me dejé caer a su lado, quedando mi hermana entre mi madre y yo. Observé de reojo que mi madre se acercaba a mi hermana y se abrazaban y acariciaban, pero el cansancio del día y lo agitado de la noche pudieron conmigo y me quedé dormido.
Desperté en medio de la noche sobresaltado, sin saber por qué. Intenté volver a dormirme, pero me había quedado desvelado.
A la espera del nuevo sueño, tomé el libro de Nostradamus, que leía todas las noches y recitaba el poema final, quedándome dormido al poco tiempo.
Por la mañana, cuando me desperté, me levanté sediento y somnoliento y me fui hasta la cocina para beber agua y allí me encontré a mi madre terminando de preparar el desayuno, con mi hermana pequeña sentada en la sillita alta que utilizaba para comer.
-¿Qué ha pasado aquí? -Pregunté
-Nada. ¿Qué tenía que pasar?
-No sé, ha debido ser una pesadilla. He soñado que habían pasado 20 años….
Le conté mi sueño, sin sexo, y se echó a reír, poniendo una mano sobre mi cabeza y alborotando más si cabía mi pelo.
-Pero ¿qué te has hecho en la cabeza? ¿Cuándo te has hecho esa herida?
Entonces yo me miré la pierna y pude comprobar que llevaba una cicatriz desde la cadera a la rodilla.
-Mira, mamá, igual que lo que he soñado.
Después de mucho hablar, fuimos al médico de cabecera, que, tras contarle la historia atropellada y desordenadamente, nos dijo que era más algo de tipo psicológico que de la medicina de familia, aunque me mandó hacer unos análisis.
Por lo que nos dijo, también fuimos al psiquiatra, que me mandó escribir todo lo que recordase en un orden más o menos correcto, sin omitir detalles y que se lo llevase.
Tras escribirlo, y no permitir que lo viese mi madre, volvimos a la consulta y, tras la lectura por parte del médico, dedujo que era un sueño muy vivido y que no tenía importancia. Las heridas las achacó a estigmas surgidos a raíz de ese sueño de apariencia tan real.
Cuando salíamos, e médico nos devolvió la historia, que por estar más cerca, recogió mi madre y metió en su bolso. No me atreví a pedírselo y más tarde se que la leyó.
No sé si es que me fijo más en ella y era así antes ya, pero desde entonces parece distinta. Me gusta su culo más que en mi sueño, también es veinte años más joven, y me da la impresión de que lo mueve más, lleva más escotes, se preocupa más por mí y se arregla más.
Ya pensaba que efectivamente era todo un sueño, cuando el día 30 fui a recoger el resultado de mis análisis, mientras esperaba que una de las enfermeras que me había atendido localizase los resultados, oí que la otra enfermera decía:
-Hola, me alegro de verte por aquí. ¿Ya es la hora?
Y una voz conocida decía:
-Sí. Ya he salido de cuentas y estoy dilatando. Espero que sea rápido…
Me volví diciendo:
-¿Eva?
-Sí. ¿Nos conocemos?
Me quedé en blanco.
Sin saber qué decir. Las piernas me temblaban y no me salían las palabras. Al fin pude decir, creo que de una forma ridícula:
-Nnno.
Es que… Me ha recordado a alguien.
En ese momento, me entregaron los análisis y salí corriendo sin decir nada más.
Ya tengo decidido mi futuro. Voy a ser militar y por el momento me he apuntado a una escuela para extras de cine, donde enseñan a montar a caballo, a luchar con espada y manejo de armas.
Me gustaría conocer sus críticas y comentarios y espero buenas valoraciones.