Las primeras sensaciones

En una fiesta familiar los disfraces hacen subir el tono de la reunión

LAS PRIMERAS SENSACIONES

No sé por qué aquella noche de sábado mis papás y sus amigos estaban especialmente eufóricos, supongo que aquel coktail  relleno de todo tipo de bebidas alcohólicas fue definitivo. Pero el caso es que mamá y Silvia su amiga tuvieron la feliz idea de jugar a los disfraces, pero como no tenían de su talla, pensaron en aquellos dos pardillos que se lo miraban todo sin llegar a comprender nada.

Con once o doce  años en aquella época y siempre en colegios religiosos tanto José como yo no teníamos ni la más remota idea de por qué cada vez que no mirábamos, había un arranque de carcajadas que no cuadraba en absoluto con el talante serio de mis padres y de sus amigos.

En uno de estos arranques de risa apareció mi hermana mayor, diez años más que yo, por lo que ya era una mujer hecha y derecha. Aunque vivíamos juntos los cuatro de la familia, cada cual hacía su horario, siendo mamá el único punto de contacto con todos. Era nuestro comodín. Eva miró divertida la escena de nuestros padres y amigos y pronto se puso en situación, participando rápidamente del jolgorio. Al cabo de poco fue a buscar una vieja maleta que teníamos en el trastero, y en la que había todo tipo de disfraces de calidad de la época en que mi tía había sido bailarina. En menos que canta un gallo José y yo estábamos en calzoncillos, Mientras mi mamá i la madre de José remiraban todas las piezas que había en la maleta y que eran abundantes, pues mi tía fue varios años bailarina y acumuló piezas de gran calidad. Desde tutus a Sofisticados trajes de lentejuelas y pedrería des de una, esclava romana, a  Salomé, o el vestido de la hija del faraón.

Aquello era un no parar, ponte esto, no, no quítatelo que estaba con aquello, uy! Con los calzoncillos no caben las bragas de pedrería. Quítatelos. Hala ponte esto. El primer disfraz completo que me tocó era de una especie de Faraona, con unas bragas doradas y un tocado muy egipcio un sujetador a juego, Ahí entró Eva a saco,

-          Anda ven aquí  que te maquillo,

Y cogiendo de su bolso una cartera que contenía diferentes potingues de maquillaje,  sacó una caja azul de nívea y me dio una capa en toda la cara. Una barra de labios de un rojo muy intenso y una sombra de ojos extendida a groso modo completaron, junto con una peluca de pelo negro lacio y el tocado,  el conjunto. Entonces le tocó a José al que ya le habían preparado una especie de túnica de raso con un sujetador gris metálico y las correspondientes bragas también de raso. Le calzaron otra peluca de color castaño y con tirabuzones  y Eva se encargó de ponerle el colorete sombra de ojos y lápiz de labios. Entonces nos hicieron desfilar cantoneándonos y dando vueltas a la habitación  entre sus carcajadas y nuestro más absoluto azoro, pero con unas sensaciones que no había tenido nunca.

Como lo plantearon como un juego, así lo tomamos, exagerando y haciendo posturas sexis y mientras más procaces eran las posturas más risas provocábamos, con lo que aquello duró un buen rato. Al final se despidieron todos y nos fuimos a dormir, antes ayudé a mi hermana a recoger todos los disfraces, y los fuimos metiendo en el antiguo baúl de ropa de teatro.

Fue así que supe donde guardaban todos esos tesoros, que en el futuro me iban a producir mil y un placeres cuando tuviera un cierto grado de conocimiento que en aquel momento  no tenía.

El simple hecho de guardar aquellas prendas, me produjo un desasosiego extraño, que si lo hubiera visto mi madre me habría costado una bronca de las de no hagas eso que te vas a morir, o si te tocas te quedarás ciego, o cosas por el estilo. Pero quien estaba allí era Eva, que con diez años más que yo, ya tenía una larga experiencia en novios, fiestas, guateques y salidas nocturnas. Ella se percató de mis zozobras y empezó a atar cabos. Lo cual me llevaría más tarde al paraíso.

Al llegar a mi cama como  ya había hecho en otras ocasiones, puse mi almohada entre mi cuerpo y las sábanas, y con unos cuantos movimientos de pelvis apareció aquel líquido que impregnó un buen trozo de cama.

Sabía que al día siguiente me daría la bronca mi madre pero, en realidad yo no me había tocado nada, así que tenía una cierta tranquilidad respecto mi futura visión.

Esta es la primera experiencia de travestismo de mi vida, pero en el futuro ocupará prácticamente toda mi existencia, pero eso ya lo explicaremos en otra ocasión.

Besos Lascivos y azotes para todas

Jana...