Las pollas son mi pasión (04)
Siguen las aventuras de nuestro protagonista, cada vez con mas atrevimiento llegando a hacer cosas que jamás hubiera pensado...
LAS POLLAS SON MI PASIÓN (IV)
Cuando Pedro me dijo que quería hacerlo conmigo mi cerebro se bloqueó totalmente. Aún tenía el miedo metido dentro y mi única reacción fue la de quedarme quieto y en silencio, con el cuerpo temblando de alegría y los ojos atónitos mirando fijamente a mi compañero de habitación. Jamás me hubiera imaginado que a Pedro le fueran las pollas, antes lo hubiese pensado de cualquier otro. Él, normalmente correcto y recatado, que ni siquiera mencionaba temas relacionados con el sexo (y menos con el mismo sexo), y ahora prácticamente se me había declarado.
Él estaba aún más nervioso que yo, le temblaban las piernas y tenía la boca entreabierta, algo avergonzado de lo que acababa de decir. Lógicamente, él no sabía como reaccionar, estaba decidido y muy excitado, pero no se atrevía a dar el primer paso.
Decidí ponérselo fácil y tomar la iniciativa. Yo llevaba sólo un albornoz, ya que me había duchado después de que Santi me follara. Me levanté de la cama y me acerqué a él lentamente mientras desabrochaba el cinturón del albornoz. Al llegar a su altura le agarré la mano y se la llevé directamente a mi polla. Él agarró mi polla y la masajeó durante unos segundos. Su respiración entrecortada delataba que su grado de excitación era altísimo.
Repentinamente, soltó un suspiro y se arrodilló buscando mi polla con su lengua. Se la metió entera en la boca y empezó a succionar con fuerza, a un ritmo infernal, dominado por años de represión y lucha interna que quedaban liberados en ese acto de succión animal. Yo le agarré de la cabeza intentando controlar el ritmo y él poco a poco se fue relajando, dejándose conducir por mis manos.
- Por fin, una polla de verdad... - dijo Pedro en un susurro, apenas inaudible.
- Sí, no te preocupes, tranquilo, tenemos todo el día - le dije yo - podrás hacer conmigo todo lo que quieras.
Él no respondió y siguió lamiendo mi verga, ahora con calma, disfrutando de cada lengüetazo, tornando reales las fantasías que tantas veces habían rondado por su cabeza.
Yo aproveché este momento de tranquilidad para levantarle y tumbarle sobre la cama. Me acerqué a su entrepierna y le miré a los ojos, como si fuera a pedirle permiso para adorar su polla, ya que, al ser su primera vez, yo no estaba seguro de hasta dónde quería llegar.
Vi su expresión y sonreí. Su cara era la misma que puse yo la primera vez que lo hice. Por eso supe que no habría límites, que Pedro había vencido su miedo y dejaría hacerse cualquier cosa sin negativas. Así pues, me lancé sobre su polla sin miramientos, me la tragué hasta el fondo arrancándole un suspiro de placer. Empecé a mamar con lentitud y maestría, recreándome en cada lamida, pasando mi lengua por su hinchado glande una y otra vez sin darle ni la más mínima tregua. Él se volvía loco, sus reacciones eran exageradas, movía sus caderas convulsivamente, como si estuviera a punto de correrse, pero no lo hacía. Entonces, en el momento más álgido, paré repentinamente y me aparté de él para observarle.
Tenía una polla preciosa, no exageradamente grande, simplemente era muy... estética. Daban ganas de cogerla, chuparla, mimarla entre tus manos. Apenas tenía vello en el cuerpo y era muy delgado. Mirando su cuerpo reparé en sus testículos. Jamás había visto algo así, aquellos huevos eran increíbles, exageradamente grandes con relación al cuerpo, pero lo más sorprendente era que colgaban casi 10 cms del cuerpo. Eran como dos pequeñas mazas colgantes y móviles que descansaban prácticamente sobre la entrada de su ano.
Me lancé sobre ellos sin pensarlo. Con mi lengua los lamí durante una eternidad, jugueteando con ellos en mi boca y disfrutando de aquellas pelotas inmensas que me habían atraído desde el primer momento en que las vi.
- Hazlo ya - dijo Pedro de repente - quiero saber que se siente.
Yo sabía perfectamente a qué se refería así que dejé sus huevos y le di la vuelta, arrodillándolo sobre la cama. Puse mis manos sobre sus nalgas y abrí su culo. Noté como él lo cerraba por instinto así que acerque mi lengua para relajarle. Empecé a besarle las nalgas suavemente dando con mi lengua pequeños lametones por todas partes. Poco a poco fui acercándome a su ano hasta que finalmente alcancé su agujero y empecé a lamerlo con pasión. Su culo se iba relajando lentamente con mis caricias y en cuanto sus músculos dejaron libre la entrada de su ano, empecé a follarlo con la lengua forzando con mis embestidas a que se abriera cada vez más.
Cuando lo vi preparado paré de lamer y fui a buscar la vaselina. Llené mi polla copiosamente, porque su culo era virgen y apunté hacia su agujero. Su ano estaba dilatado gracias a mis caricias y mi polla entró lentamente pero sin dificultad.
Permanecí un tiempo estático, sin moverme, con mi polla metida dentro del culo de Pedro, para que su conducto se acostumbrara al intruso. Al cabo de unos segundos empecé a encularle lentamente, abriendo sus nalgas con mis manos para que opusiera menos resistencia. Fui aumentando el ritmo en cada embestida pero él no se quejó en ningún momento.
- Más fuerte, fóllame más fuerte - exclamó Pedro - hazme sentir totalmente lleno de ti.
Sorprendido por las facilidades que su cuerpo ofrecía para ser la primera vez, empecé a moverme con fuerza, con un ritmo violento, golpeando su culo ruidosamente en cada embestida. Él tuvo que apoyar sus manos contra la pared porque mis empujones lo arrastraban fuera de la cama.
Yo notaba como sus potentes huevos, bailando en el aire, golpeaban contra los míos en cada embestida. Noté que no podía más, que iba a correrme. Ni siquiera pensé en decírselo, en preguntarle si quería mi leche fuera de su culo. Yo sabía a ciencia cierta que quería todo mi semen en su ano, su excitación era tal que si no me corría dentro de él su iniciación no hubiera sido completa.
Me agarré a sus caderas y culeé como un loco. En el último empujón hundí mi polla hasta lo más hondo de su culo y entonces toda mi leche caliente brotó en su interior. Él encrespó el cuello y lanzó un suspiro, saboreando feliz la corrida con que le había regalado y que había supuesto su primera experiencia completa.
Caí desplomado sobre su espalda cuando sonó el teléfono.
- Una llamada de un tal Santi - dijo la voz del portero.
Pásamela - contesté.
Hola, soy Santi. Estoy en el bar de la esquina. ¿Cómo estás? - su tono de voz delataba su preocupación
- Ningún problema. ¿Por qué no vienes y te lo cuento? - hablábamos poco, conscientes de que el portero podía estar escuchando.
- ¿Vengo? - dijo él sorprendido.
- Sí, pásate ahora - contesté - sube a la habitación directamente.
- Ok, hasta ahora.
Llamé al portero y le dije que iba a venir un chico preguntando por mí, que le dejara subir y luego colgué.
Miré a Pedro y, aunque él no se había corrido aún, su cara era de auténtica felicidad. Seguía estirado en la cama, con el culo en pompa, en la misma posición en que yo lo había follado.
Fui hasta el armario y cogí una cuerda que tenía para tender ropa.
- No te creas que ya hemos acabado - le dije a Pedro, mientras juntaba sus muñecas para atárselas a la espalda.
- ¿Qué haces? - preguntó retóricamente.
- Vamos a esperar al amigo que has visto antes, y a él le gusta tener esclavos a su disposición. Nosotros seremos sus esclavos.
- ¿Qué nos hará? Yo no quiero hacer algunas...
- No te preocupes, te hará lo mismo que me hacía a mí cuando has llegado...
Entonces alguien picó a la puerta. Miré por la mirilla y vi que era Santi. Giré la llave para dejarle entrar, pero no abrí la puerta, para que no pudiera ver lo que ocurría en la habitación.
Cuando por fin se decidió a entrar se encontró un espectáculo admirable. Pedro y yo, cada uno en su cama, él atado, con nuestros culos ofrecidos para su disfrute.
- ¿Qué ...? - masculló él.
- Somos tus esclavos, Pedro también quiere serlo - le dije yo - nuestros culos te esperan, Amo.
Por un momento se quedo inmóvil, sorprendido. Pero al ver que no nos movíamos y la cosa iba en serio, empezó a desnudarse. Me cogió y me llevó bruscamente hasta la cama de Pedro. Nos puso atravesados a los dos en la misma cama, de forma que podía ver juntas nuestras sugerentes nalgas.
Sacó una cuerda de la bolsa que había traído y empezó a atarme las manos a la espalda tal y como las tenía Pedro.
- Mientras te ato, podéis daros la lengua - dijo.
Acerqué mi cara a la de Pedro y empecé a lamer sus labios. Él me respondió inmediatamente sacando su lengua y uniéndola a la mía. Su lengua era inexperta pero viciosa y cada vez se metía más profundamente en mi boca. Así que sin miramientos junté mi boca con la suya y nos unimos en un húmedo beso. Nuestras lenguas se enroscaban entre ellas buscando el placer sin mesura.
- Basta ya - dijo el Amo, propinando un cachete en cada culo - ahora voy a follaros.
Me extrañó que Santi fuera tan directamente al grano, seguramente la visión de los dos culos era demasiado excitante para prolegómenos.
Giré un poco la cara y vi como Santi le chupaba el ano a Pedro. Lo hacía rápidamente, nervioso, parecía muy excitado. Creo que también quedó sorprendido por el tamaño de los huevos de Pedro, ya que paró por un momento de chupar para observarlos.
Luego llegó mi turno, se lanzó sobre mi culo con su lengua experta y sus caricias me excitaron hasta tal punto que estuve a punto de correrme, cuando sólo hacía unos minutos que lo había hecho. Santi usaba su lengua con maestría, excitando y lubricando para prepararlo a recibir su potente lanza.
Cuando paró de lamerme volvió a por Pedro. Apuntó su polla en el agujero y le penetró de un golpe. Por suerte, el culo de Pedro aún estaba lleno de vaselina, si no, no lo hubiera aguantado. Le follaba como un demonio, a un ritmo demencial, nunca había visto follar a alguien así. De pie tras él, le agarraba por los muslos atrayéndole cada vez que embestía, para que su polla entrara totalmente en ese culo recién desvirgado.
Yo me moría de ganas de que llegara mi turno, por eso cuando Santi se dirigió a mí, una sonrisa desdibujó mi cara. Apuntó su glande hacia mi culo y repitió la operación. Entró bruscamente y, aunque mi culo era ya experto y su polla estaba lubricada del ano de Pedro, sentí un leve dolor cuando me entró.
Empezó a follarme con fuerza sin descanso y mi placer fue sublime. Todo mi cuerpo se movía con sus embestidas y mis manos atadas no me permitían apoyarme. Cuando con su mano llegó a mi polla y empezó a masturbarme mientras seguía follándome, un escalofrío de placer cruzó mi cuerpo desde la cabeza a los pies. Empecé a moverme convulsivamente y me corrí con su polla aun metida en mi culo.
Cuando Santi vio que me había corrido salió de mí propinándome un cachete y volvió al caliente culo de Pedro. Su culo, aún abierto, recibió la polla con alegría. Santi agarró la polla de su segundo esclavo tal como había hecho conmigo y empezó a pajearle mientras se lo follaba. Las enculadas eran cada vez más bestias y Pedro, que no estaba acostumbrado a tanto placer, perdió completamente el control. Su cuerpo se movía sin coherencia con todos los músculos en tensión, intentando retener aquel momento de placer absoluto. Ya en el zenit total, su espalda se dobló y su polla escupió un impresionante chorro de semen caliente, acumulado durante horas en sus magníficos huevos. Estuvo corriéndose durante casi 30 segundos sin parar de gritar y con la polla de Santi aún perforándole las entrañas.
Cuando por fin dejó de soltar leche, Santi salió de él y fue hacia el pequeño lavabo que hay en el cuarto, supongo que a lavarse.
- Ahora me vais a chupar la polla hasta que me corra - dijo al volver, poniendo su polla entre nuestras caras.
Tanto Pedro como yo, aún exhaustos, obedecimos y empezamos a chuparle la verga. Pasábamos nuestra lengua por toda su extensión, juntándolas en la punta. Luego nos la metíamos alternativamente en la boca, para hacerle una mamada más a fondo. Finalmente, yo acabé tragándome toda la verga mientras Pedro se comía sus huevos.
Cuando Santi notó que iba a correrse, salió de nuestras bocas y juntó nuestras caras. Empezó a masturbarse ante nosotros, a escasos centímetros de nuestras bocas que esperaban anhelantes el rico manjar. Cuando por fin se corrió, un espeso chorro de leche salpicó nuestras caras. Pedro, por lo que parece aún excitado, buscaba con su lengua los restos de semen tanto en su cara como en la mía.
Yo no podía más, había sido un día agotador. Había follado con dos tíos fantásticos, uno de ellos mi compañero de habitación, me habían follado y yo había follado, me había corrido 3 veces,... estaba destrozado.
- Uf!, sois increíbles - dijo Santi - me parece que ha llegado el momento de que conozcáis la 'Asociación'...