Las pollas son mi pasión (02)

Continuación de la aventura iniciática de dos chicos que descubren juntos la pasión de sus cuerpos...

Yo me había estrenado sexualmente con Carlos, un compañero del equipo de fútbol en el que yo jugaba, hacía sólo tres días, en las duchas del vestuario después del habitual entrenamiento de los jueves.

Hoy domingo había vuelto a verle en el partido, ambos en el banquillo, pero no había tenido ninguna atención especial hacia mí, alguna mirada, alguna sonrisa, algún roce, pero poco más. Supuse que quería disimular. No sería agradable que el resto del equipo supiera de nuestra relación.

Habíamos decidido no relacionarnos más de lo habitual, para no levantar sospechas. Pero yo estaba desesperado por volver a sentir su polla en mi boca, casi no podía contenerme cuando le veía.

El martes volvimos a coincidir en el entrenamiento. Yo sabía que después, en las duchas, tendría mi recompensa a tantas horas de espera. Él seguía aparentando estar distante conmigo, pero yo sabía que se moría de ganas de tenerme de nuevo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al entrar en el vestuario se duchó rápidamente, se vistió y desapareció sin dirigirme la palabra, despidiéndose de todos diciendo que tenía prisa.

Nubarrones de dudas crecieron en mi cabeza. ¿Qué le pasaba? Yo sabía que él había disfrutado tanto como yo ¿Tenía dudas de su identidad sexual? A mí me parecía que no, después del paso que había dado, arriesgándose a mostrarse desnudo ante mí con su polla totalmente erecta y en clara actitud de insinuación ¿Ya había colmado su deseo sexual con la experiencia del otro día? Imposible, él me había dicho que quería más ¿Temía que nos pillaran ‘in fraganti’? Puede ser, aunque no le había importado mucho la otra vez. Quizás simplemente disimulaba (en exceso) para que nadie sospechara, al menos eso es lo que yo quería creer, pensando que a la menor oportunidad volveríamos a colmar nuestros cuerpos.

Llegó el jueves y su actitud no cambió en absoluto, hablaba y bromeaba con todos sin tener conmigo ningún detalle especial. Se duchó y empezó a vestirse para irse. Yo estaba destrozado, apenas me fijaba en el resto de las pollas pululando a mi alrededor, absorto en oscuras cábalas, pensando que jamás iba a volver a probar aquella polla, que el ansiado regalo que se me había hecho, me había sido robado sin piedad.

Tan ensimismado estaba, que no me di cuenta que, aunque había 3 o 4 chicos en las duchas, en el vestuario nos habíamos quedado solos por un momento Carlos y yo. Se acercó rápidamente y me plantó un suave beso en los labios, mientras me agarraba la polla con su mano.

  • Me muero por tenerte de nuevo, pero hemos de ser precavidos – susurró a mi oído – Este fin de semana estoy solo, ven a mi casa el viernes por la noche y

Un chico salió de la ducha y Carlos se alejó de mí de un salto; el otro no vio nada.

Me acerqué a mi amante y le susurré:

  • ¿Estas solo todo el fin de semana?
  • Sí – respondió sin mirarme – mis padres se van a visitar a mis abuelos y mi hermana se va de excursión con sus amigas hasta el domingo.
  • En mi casa diré que tenemos concentración y me quedaré a dormir contigo.
  • Perfecto.

Me separé de su lado y entré en la ducha, exultante de felicidad. Cuando salí, él ya se había ido, pero no me importó

Todo el viernes estuve nervioso, no atendía en clase y tenía que controlar mi excitación para que no se notara a través de los pantalones. Llegué a casa, preparé una bolsa de deporte y dije que no vendría a dormir que teníamos concentración porque el partido del domingo era muy importante. Nadie se extrañó, ya que, aunque no era habitual, hacíamos siempre un par de concentraciones al año.

Movido por la impaciencia, llegué a casa de Carlos a las siete de la tarde, antes de lo previsto y sus padres aún no se habían ido. Me presentó como un amigo del equipo y nos sentamos a ver la tele. Estábamos los dos en el mismo sofá aparentemente atentos al programa, haciendo tiempo hasta que sus padres se marcharan. Sin mediar palabra Carlos puso su mano sobre mi pierna. Yo llevaba unos pantalones cortos de deporte y me sobresalté al notar su piel contra la mía. Empezó a subir su mano lentamente hacia mi entrepierna.

  • ¿Estás loco?, nos van a ver – le dije.
  • Ssshhh, los oiremos venir, están haciendo las maletas – respondió – esto sólo es un adelanto de lo que vendrá después

Él sabía que no iba a negarme a hacer nada de lo que propusiera, por eso dejó de hablar y siguió subiendo su mano por dentro del pantalón hasta alcanzar mi polla. Empezó a masturbarme lentamente sin inmutarse, seguía viendo la televisión como si nada. Mi polla empezó a reaccionar, la erección ya se notaba a través del pantalón y yo estaba empezando a excitarme mucho.

Rápidamente, sin darme tiempo a reaccionar, me sacó la polla del pantalón y se la metió en la boca. Chupaba lentamente, no quería que me corriera, sólo quería excitarme. Siguió mamando durante unos minutos, pero siempre con mesura, pasando su lengua a través de mi tranca una y otra vez, sin acelerar el ritmo, sólo manteniendo mi erección y mi placer en el grado máximo sin llegar a consumarse.

  • ¡Carlos, nos vamos!

El grito de su madre nos devolvió a la realidad, rápidamente me escondí la verga en el pantalón y tuve que taparme con un cojín para disimular mi excitación. Me despedí de sus padres con un saludo, lógicamente sin levantarme del sillón. Él los acompañó a la puerta y se despidió de ellos. Cuando se marcharon miró a través de la mirilla durante unos segundos y luego pasó el cerrojo de la puerta, dejándonos totalmente protegidos de visitas inesperadas.

  • Espérate un momento – dijo Carlos dejándome solo – tengo que preparar algunas cosas.

El susto de sus padres había conseguido que mi polla se relajara un poco, pero mi cerebro hervía más que nunca deseando empezar ya con la ‘actividad’ para la que había venido.

  • ¡Ven a mi cuarto! – gritó al cabo de un minuto.

Me levanté de un salto y me quité los pantalones y la camiseta, quedándome sólo con los calcetines y las zapatillas de deporte. Pensando que le excitaría verme así, me dirigí a su cuarto.

  • Estás muy bueno – dijo observando mi cuerpo – pero con esta ropa aún estarás mejor – y señaló lo que había preparado encima de su cama.

Miré hacia su cama y vi dos medias blancas y unas braguitas y un sujetador también blancos. Además había un consolador de color carne.

Me estremecí al ver aquello. Yo nunca había pensado en vestirme con ropa de mujer. A mí me gustaban las pollas, los tíos, y nunca había fantaseado con travestirme. Pero ni por un momento llegué a plantearme el negarme a hacer lo que Carlos me pedía; primero, porque en ese momento me excitó la idea de vestirme de chica y segundo, porque, con tal de volver a notar su polla en mi boca, hubiera hecho cualquier cosa que me hubiera pedido.

  • Es todo de mi hermana – me explicó él – Yo me he follado muchas veces con su consolador, ella cree que no sé que lo tiene. Pero lo he usado infinidad de veces. Tendré que metértelo para agrandar tu ano. Pero de momento ponte esa ropa. Te espero en el salón.

Yo me acerqué a la cama y empecé a vestirme, me puse las medias que me llegaban hasta medio muslo, acomodé mis genitales lo mejor que pude en las braguitas que apenas cubrían nada, tan sólo eran algo más grandes que un tanga, y finalmente me puse el sujetador. He de reconocer que mientras me vestía me excité enormemente, sobre todo cuando me miré en el espejo del armario: parecía una auténtica chica. Yo era alto y delgado y casi no tenía pelo por el cuerpo, el sujetador era bastante pequeño así que lo llenaba sin problemas. Cogí el consolador y empecé a chuparlo, mirando impresionado mi reflejo en aquel espejo, parecía una auténtica chica chupando una polla: estaba preciosa.

Salí al salón andando lentamente, intentando feminizar al máximo mis movimientos. Me paseé disimuladamente por delante de Carlos, adoptando poses insinuantes, excitándole con mis movimientos. Él me miraba atónito, alucinado, sin pestañear siquiera, sin perder detalle de ninguna de mis provocaciones.

  • Estás impresionante… - fueron las únicas palabras que pudo pronunciar.

Se levantó y se fue quitando la ropa hasta quedar totalmente desnudo. Luego me cogió de la mano y me llevó hasta su cuarto. Allí me tumbó en la cama de rodillas, dejando mi cabeza pegada al colchón y mi culo en pompa.

Durante un momento se alejó de mí un par de metros y me observó durante unos segundos, recreándose la vista. Luego se acercó directamente a mi culo y empezó a besar todo lo que asomaba de las braguitas. Esa era una sensación que yo ya había experimentado en nuestro primer encuentro, sabía que me lamería por todas partes menos en el ano, para posteriormente centrarse sólo en mi agujerito.

Efectivamente, pasó su lengua por todo mi culo, dejando para el final mi orificio. Me apartó las bragas hacia un lado, sin sacármelas, y empezó a lamer mi ano con destreza, apretando su lengua simulando que me penetraba, para luego dar lametones por toda la zona. Yo disfrutaba enormemente de esta caricia, a la cual me había aficionado cuando me la había hecho por primera vez en las duchas del vestuario.

Después de lubricarme con su saliva cogió el consolador y sin mediar palabra intentó metérmelo. Mi culo se resistía, hasta que de tanto apretar consiguió meter la punta y mi ano se quejó con un dolor agudo que me obligó a gritar.

  • AHHHH!, me duele !!
  • Espera. Pensaba que con la saliva habría bastante pero hace falta un lubricante. Voy a buscar lo que yo siempre uso.

Salió un momento y volvió con un frasco de crema suavizante o algo así. Cogió un poco y untó el consolador a conciencia. Luego introdujo su dedo aún lubricado con la crema en mi culo. Apenas noté como entraba, no me dolía en absoluto, aquella crema era fantástica.

  • ¿Mejor? – me preguntó.
  • Sí, ahora me gusta – respondí.
  • Ya tienes dos dedos dentro y ni te has enterado.

¡Dos dedos! Realmente mi ano se estaba dilatando a marchas forzadas.

Sacó los dedos y apuntó de nuevo con el consolador hacia mi culo. Empujó lentamente y sin ningún problema fue metiéndolo hasta el fondo. No me dolía, pero sí lo sentía, era realmente grande y me llenaba por completo.

  • Ahora voy a abrirte el culo, para que te pueda entrar mi polla – y diciendo esto empezó a mover el consolador en mis entrañas. Primero lentamente y progresivamente aumentando el ritmo, hasta que realmente parecía que me estuviera follando. Yo disfrutaba de la situación, dejando que aquel artilugio expandiera mi ano para recibir luego toda su polla.

Me introdujo el consolador hasta el fondo y dejó de moverlo. Se levantó y vi como se untaba la polla con crema. Se acercó de nuevo y me sacó el consolador del culo. También me quitó las braguitas, dejando mi culo totalmente desnudo. Se subió a la cama y se arrodilló detrás de mí. Apuntó con su polla a mi ano, yo notaba como buscaba el agujero de entrada. Por un momento me estremecí, por fin, mi culito virgen iba a ser estrenado por una auténtica polla!!!

A pesar del considerable tamaño de su polla, empezó a entrar sin ningún problema. El consolador había hecho su trabajo y mi ano se tragó enteramente aquella hermosa tranca. La noté caliente y dura en mis entrañas. Era una sensación fantástica. Cuando una buena te folla te sientes lleno, tranquilo, satisfecho, es difícil de entender para la gente que no lo ha probado.

Después de permanecer un rato dentro de mí, inmóvil, empezó un bombeo rítmico y pausado. La sacaba casi hasta la punta para luego volver a meterla de un golpe hasta el fondo. Progresivamente fue incrementando la velocidad de sus movimientos. Empezaba a moverse muy deprisa, casi a convulsiones. Sus huevos golpeaban fuertemente contra los míos en cada embestida, su polla entraba salvajemente en mis entrañas mientras él me agarraba fuertemente del culo, temiendo salir de mi culo en uno de sus bruscos movimientos.

De pronto su cuerpo se congestionó, todos sus músculos se tensaron y me agarró aún más fuerte, casi de forma dolorosa. En su última embestida, apretó su polla hasta metérmela del todo y se dejó caer sobre mi espalda abrazándome por el tronco. Culeó brutalmente 4 o 5 veces soltando un espeso chorro de leche caliente en mis entrañas. La sensación fue increíble, un cipote fuerte y poderoso tomando mi cuerpo, pegado a mí sin poder separarse, notando su semen caliente recién exprimido en mis entrañas.

Caímos los dos sobre la cama, con su polla aún dentro de mí. Yo pensaba que él estaría rendido, después del esfuerzo que había hecho, pero se irguió inmediatamente.

  • Tómame, vamos, fóllame tú – me dijo poniéndose de rodillas sobre la cama y abriéndose el culo con ambas manos – Me muero por tener una auténtica polla dentro de mí.

Yo no me lo pensé dos veces, me quité el sujetador y me unté la polla con crema y cogí el consolador para lubricarlo.

  • No necesito el consolador, lo he usado muchas veces antes y ya tengo el culo a punto.

Dejé el consolador y me abalancé sobre su culo. Efectivamente, mi polla entró sin ningún problema en aquel acostumbrado agujero. Imité lo que él había hecho conmigo, entrando poco a poco y metiéndola hasta el fondo.

  • ¡Vamos! Muévete, poséeme, fóllame, quiero sentir como me rompes el culo putita mía – gritó Carlos fuera de sí, como poseído.

Yo empecé a encularle con fuerza. Me movía furiosamente dentro de su ano, empujando a un ritmo regular, golpeando contra sus nalgas en cada sacudida. Él gritaba entrecortadamente en cada embestida y yo me moría de placer sintiendo como toda mi tranca era tragada por su culo.

Entonces levanté la vista y observé nuestra imagen reflejada en el espejo. Era una visión fantástica, hipnotizante. Dos chicos jóvenes, uno recostado de rodillas sobre la cama con el culo ofrecido y el otro, sólo vestido con unas medias blancas, apoyado sobre él penetrándole salvajemente.

Esta visión celestial acabó con todo mi aguante y, de un soberbial empujón que casi tiró al suelo a mi amante, entré del todo en aquel culo para correrme en lo mas profundo de él. Mi chorro fue abundante y estuve corriéndome durante más de 30 segundos, sin dejar de empujar durante todo ese tiempo, sobre el cuerpo aprisionado de Carlos, cuyas piernas no habían resistido la embestida y estaba totalmente estirado sobre la cama.

Poco a poco mi energía que parecía infinita fue apaciguándose y salí del placentero culo de mi amante, que giró su cuerpo hacia mí con una sonrisa de extrema felicidad dibujada en su cara.

Al girarse vi que su polla presentaba una erección considerable, casi instintivamente acerqué mi cara a ella y me la metí en la boca. Me encantaba aquella polla y ese día aún no la había probado. Tenía un sabor extraño, quizá porque sólo hacía unos minutos que había salido de mí, pero yo chupé con insistencia, tan bien como podía hacerlo en esos momentos de confusión mental. Carlos se corrió tranquilo, sin convulsiones, con un ligero giro de cuello y un gritito casi inaudible. Su leche en mi boca, caliente y deliciosa como siempre, fue una bonita guinda a aquella noche de pasión.

La relación con Carlos fue muy intensa, tanto ese fin de semana como durante todo aquel verano. Aprendimos juntos los secretos del sexo en apenas unos meses, hicimos todo lo que dos hombres pueden hacer. Poco a poco, fuimos perdiendo el pudor a que nuestra relación fuera descubierta, e incluso nos la chupábamos en algunos parques o callejones oscuros.

Nuestra relación terminó bruscamente al final de ese verano cuando elegimos universidades de ciudades diferentes. Aunque volveríamos a encontrarnos algunos años después para protagonizar un corto pero increíble 'affaire'.

En la universidad fue donde mi sexualidad explotó en todo su esplendor, organizando orgías increíbles, asociaciones secretas 'sólo para hombres' e incluso un lío con un profesor.

Pero esa ya es otra historia ...

Si os interesa saber como continua esta historia, decidme que os ha parecido por mail: mansx@bigfoot.com