Las pollas son mi pasión (01)

La pasión interna de un muchacho se desata freneticamente con un compañero en el vestuario...

LAS POLLAS SON MI PASIÓN (I)

Me encantan las buenas pollas. Siempre me han gustado.

Incluso creo que no me gustan los hombres, simplemente me atraen sus pollas.

Esta fascinación ha existido en mí desde siempre. Recuerdo como aún siendo niño me fijaba en las pequeñas pollas de mis compañeros de colegio en el vestuario y luego, ya en la pubertad, tenía verdaderos problemas para disimular la excitación que me producían aquellos juveniles penes expuestos a mi vista sin ninguna vergüenza.

Justamente fue en un vestuario donde chupé la primera polla. Yo tenía 16 o 17 años y jugaba en un equipo de fútbol. Después de cada entrenamiento, nos duchábamos todos en una hilera de duchas comunes, sin una simple cortina que nos separara. Yo siempre me duchaba el último y así disfrutaba de la visión de cada una de aquellas pollas mojadas pasando ante mis ojos, a veces mi excitación era tan evidente que tenía que irme sin ducharme, argumentando una supuesta prisa inexistente; otras veces corría al lavabo a masturbarme como un poseso para intentar aliviar mi calor interno.

Siempre temía que algún compañero del equipo descubriera en mi extraño comportamiento algún signo de mi atracción hacia ellos, pero, aunque a veces mis miradas eran bastante obvias, nunca había pasado nada. Hasta que un día Carlos, el segundo portero del equipo, empezó a comportarse de un modo extraño: insistía en ser el último en ducharse o se paseaba desnudo más tiempo del habitual, adoptando poses inusuales en un vestuario (se sentaba abriendo mucho sus piernas mostrando exageradamente su polla y sus huevos o se secaba sus genitales pasando la toalla una y otra vez con extraña insistencia).

El resultado de su actitud fue que siempre nos quedábamos él y yo los últimos, normalmente solos en el vestuario. Aún así, nuestra relación fue perfectamente normal durante unas tres semanas más, nos duchábamos (a veces al mismo tiempo), hablábamos un poco y cada uno a su casa. Él seguía con sus poses provocativas, pero jamás hacía referencia a mis miradas hacia los otros chicos, si es que se había dado cuenta. Yo me quedaba encantado mirando su polla, aunque disimulaba lo más que podía, ya que al estar solos mis miradas eran mucho más obvias.

Así, él era el que se duchaba el último y a mí no me importaba, ya que además del desfile de pollas habitual, tenía un ‘fin de fiesta’ con una para mí sólo. Yo solía secarme lentamente para hacer tiempo, esperando a que él saliera de la ducha, hasta que un día ocurrió algo impredecible: Carlos no salía de la ducha!

Yo me estaba impacientando, poco a poco todos se iban marchando y él seguía en remojo, llevaba más de 20 minutos bajo el agua, cuando me despedí del último compañero y me quedé solo decidí vestirme y marcharme porque pensé que ese día no habría espectáculo. Sólo entonces, Carlos salió totalmente desnudo y con su enorme polla erecta en la mano.

  • Por fin se han ido todos – dijo.

Por un momento nos quedamos los dos parados, algo confusos, quizás esperando a ver la actitud del otro. No nos movimos ni hablamos, pero mis ojos, abiertos como naranjas, se fueron directamente a su polla. Entonces él rompió el silencio.

  • Crees que no me he dado cuenta de cómo miras nuestras pollas – dijo entrecortadamente – estoy seguro de que te van los tíos, ¿verdad?
  • Ssssii… - susurré yo aún atónito, casi sin pensar lo que decía.
  • Ven, acércate, toca mi polla.

Fui hacia él algo temeroso, había soñado mil veces con una situación como aquella, pero en ese momento me había pillado totalmente por sorpresa y no sabía como reaccionar.

Él agarró mi mano y la llevó hasta su polla. Era una delicia, caliente y dura, y al tocarla, todo el hambre de polla que yo había acumulado durante años, explotó en mí con un escalofrío placentero que recorrió mi cuerpo de la cabeza a los pies.

Instintivamente, cerré los ojos y, poniéndome en cuclillas, me metí su polla en la boca. ¡Dios! ¡Tanto tiempo esperando ese momento! ¡Qué delicia! Saboreé aquella polla chupándola con ganas, como había visto hacer en tantos videos y revistas. Con mis dos manos agarré sus glúteos empujando su cuerpo hacia mí para que su tranca penetrara hasta mis entrañas. Extasiado y algo atolondrado, estuve chupando sin descanso durante un tiempo que no puedo determinar (segundos, minutos, quizá más…), hasta que su voz me despertó del trance.

  • Espera, aquí no, puede vernos alguien, vamos a las duchas.

Me separé de su polla y anduve rápidamente hacia las duchas mirando su cuerpo de forma diferente, ahora ya no era un escaparate inalcanzable y lejano, sino un cuerpo real con una polla real que yo me había tragado y que volvería a tragarme. Sólo en ese momento fui consciente de que mi pene estaba totalmente erecto, más caliente que nunca a causa de la excitante situación que había vivido.

Protegidos por la pared de las duchas, nos miramos nerviosamente por un momento. Carlos cogió mi polla entre sus manos y empezó a masturbarme suavemente. Yo cerré los ojos y me apoyé contra la fría pared, dejando que su mano explorara todos mis rincones secretos. Manoseó mi polla, masajeó mis huevos e incluso frotó sus dedos contra mi ano, sin llegar a penetrarlo. Se notaba que, al igual que yo, él tampoco tenía experiencia, aunque también acumulaba años de excitación no satisfecha.

  • Túmbate en el suelo – me dijo casi gritando de nerviosismo – he soñado con hacer esto durante años.

Yo me tumbé en el suelo, con mi polla apuntando hacia el cielo y él me abrió las piernas y se abalanzó sobre ella engulléndola entera. Chupaba deprisa subiendo y bajando su cabeza a un ritmo infernal, pasando su lengua por mi glande para después meterse de nuevo mi polla hasta la garganta. Yo estaba excitadísimo, desprendía fuego por todos los poros, a punto de explotar regalándole toda mi leche y cuando más necesitaba que su boca siguiera envolviendo mi polla, él me abandonó súbitamente para lanzarse de inmediato sobre mis hinchados huevos.

Los lamió con su lengua sin metérselos en la boca en ningún momento, sólo pasaba su lengua una y otra vez por ellos entreteniéndose en cada recoveco dejándolos totalmente húmedos de saliva. Puntualmente volvía a mi polla y me obsequiaba con algún lametón para regresar inmediatamente a mis testículos. Comprendí que estaba siguiendo un ritual, soñado, pensado y meditado durante largos años. Él, al igual que yo, había realizado aquella mamada infinidad de veces en su cabeza y seguía los pasos uno a uno, sin dejarse ninguno, ya que tenía que ser como siempre había soñado. Por eso ahora me lamía los huevos, porque estaba llevando a la realidad una fantasía nacida y elaborada durante años, evolucionada a medida que él mismo y sus deseos iban cambiando.

Yo entendía perfectamente su actitud egoísta y me dejaba hacer encantado. Luego ya disfrutaría yo del sabor de su polla y su semen en mi boca, haciendo realidad mis propios sueños.

Abandonó mis huevos para centrarse de nuevo en mi polla, volviendo a tragarla como al principio, se la metió entera en la boca y fue moviendo despacio su cabeza, bajando y subiendo lentamente desde la base hasta la punta. Volvió a parar repentinamente, como antes había hecho para chuparme los huevos, y me levantó bruscamente las piernas dejándome con las piernas y el culo en el aire, apoyado tan solo sobre parte de mi espalda.

Yo abrí los ojos sorprendido y noté su mirada lasciva clavada en la mía. Él rodeó mi tronco con sus brazos y, sin dejar de mirarme, fue acercando su cara muy lentamente hacia mi ano.

Empezó a besarme los glúteos, con besos suaves y pausados, ahora un sitio, ahora otro. Seguía mirándome directamente, sin apartar su mirada de mis ojos en ningún momento. Siguió besándome durante varios minutos hasta que cerró los ojos y empezó a lamer con su lengua mis piernas …, mis glúteos… pasaba una y otra vez por encima de mi ano sin llegar a rozarlo siquiera.

Bruscamente, se detuvo y sin apartar la cabeza de mi culo, volvió a mirarme durante un breve instante, luego cerró los ojos y se lanzó directamente a por mi ano. Empezó a lamerlo con fuerza intentando penetrar mi agujero con su lengua, realizaba lametones amplios y muy húmedos, pero siempre sobre mi ano, no se apartó de él ni un segundo. Era una sensación increíble, muy agradable y que yo jamás había pensado siquiera en realizar. Yo me dejaba llevar, relajado, disfrutando de sus soberbias lamidas. Cuando pude darme cuenta ya tenía un dedo metido en mi culo. Me lo introdujo fácilmente, sin apenas resistencia gracias a la saliva repartida por todo mi ano. Me fue penetrando poco a poco hasta meterlo entero, al mismo tiempo que seguía chupando con la lengua mi ano y su dedo.

Aún con su dedo en mi culo, fue subiendo su cara hacia mis huevos, sin dejar de lamer por donde pasaba, se entretuvo en ellos un momento y siguió subiendo hasta mi polla engulléndola de nuevo hasta el fondo.

Empezó de nuevo a bombear con su boca sobre mi polla al mismo tiempo que movía su dedo en mi interior. Sincronizó ambos movimientos de forma que cuando se tragaba totalmente mi polla su dedo me penetraba hasta el fondo. Fue aumentando el ritmo hasta conseguir ponerme al borde del orgasmo.

  • Me voy a correr … - mascullé entre suspiros de placer.
  • Espera quiero que te corras en mi cara – replicó él sacando mi polla de su boca.

Me agarró la polla con la mano, y empezó a moverla a un ritmo frenético al tiempo que arrimaba su cara a mi polla para recibir toda mi leche. Yo estaba hinchado, no podía más, así que me corrí arqueando mi cuerpo hacia arriba, lanzando un gran chorro de semen directamente sobre su cara, que él intentaba recoger con su lengua para saborearlo.

Me recosté de nuevo contra el suelo y abrí los ojos para verle, tenía la cara y el pelo llenos de leche, de mi leche. Inmediatamente bajé la vista hacia su inmenso cipote totalmente excitado, estaba hinchado, rojizo, brillante, apetecible. Cuando lo había chupado antes no me había fijado en que era realmente grande, unos 22 cms, bastante más que el mío.

Me acerqué gateando hacia donde él estaba y me tragué su polla.

Yo también sabía perfectamente lo que quería, ya que, al igual que él, lo había hecho una y mil veces en mis pensamientos más húmedos. Así que empecé a mamarle la polla al mismo tiempo que agarraba sus huevos con las dos manos.

Chupaba suave, entreteniéndome con mi lengua en su glande y en su frenillo. Tragaba despacio, haciendo que sus 22 cms de carne caliente subieran por mi garganta hasta casi ahogarme. Vi que él estaba muy excitado, al borde del orgasmo, así que decidí aliviarle rápidamente sin alargar su espera.

Aquello era exactamente igual a como yo lo había imaginado, una polla en mi boca y unos huevos calientes e hinchados en mis manos. Cogí sus huevos con una sola mano y con la otra agarré la base de su polla. Empecé a masturbarle al mismo tiempo que seguía chupándole el capullo. Incrementé el ritmo de la mamada, notando como él empezaba a mover las caderas descontroladamente, a punto de correrse.

  • Me corro… - susurró él, quizá pensando que yo también quería recibir su leche en la cara.

Yo no le hice caso y seguí chupando aumentando aún más el ritmo, forzando a que se corriera en mi boca, porque ese era lo que yo más deseaba, ahí es donde mi amante se corría siempre en mis encuentros imaginarios.

Cuando noté que se corría empujé mi boca hacia abajo, tragándome su polla lo máximo que pude y succioné con fuerza para extraerle hasta la última gota. El semen empezó a brotar con fuerza y abundancia, yo tragaba con fruición, pero aquella fuente era inagotable y empezó a rebosarme semen por los labios. Seguí pegado a su polla hasta que dejó de brotar leche y él calló rendido después de la fantástica corrida.

Me senté en el suelo, apoyado contra la pared, buscando con mi lengua el semen que asomaba por la comisura de mis labios, mientras observaba su cara aún marcada con mi propia leche.

Estuvimos cinco minutos callados, desnudos, inmóviles, respirando, mirándonos, asimilando lo que había pasado.

Luego me puse a su lado y bajando lentamente mi cabeza hasta su polla, le di un suave beso de agradecimiento.

  • Me parece que vamos a vernos mucho más a menudo a partir de ahora – dije sonriendo.
  • Sí – respondió él con otra sonrisa – hace tiempo que quería dar este paso, estaba casi seguro de que te iban los tíos como a mí, pero no me atrevía.
  • Ha sido fantástico que te hayas decidido, yo jamás habría osado
  • Me gustaría follarte – dijo repentinamente.
  • ¿Follarme por el culo? – repetí sorprendido.
  • Sí. Y que luego me follaras a mí.

Reflexioné durante un momento, era algo que jamás me había planteado, pero en menos de un segundo lo pensé, lo medité y decididamente, acepté.

  • Me encantaría hacerlo… - dije convencido.

En ese momento, se abrió la puerta del vestuario.

  • ¿Aún queda alguien? – gritó una voz femenina.

Durante un momento nos quedamos paralizados, yo aterrorizado ante la posibilidad de que descubrieran lo que habíamos hecho. Carlos reaccionó antes:

  • Sí – gritó abriendo un grifo – aún nos estamos duchando.
  • Cada día más lentos … - masculló la mujer de la limpieza, abandonando el vestuario.

Habíamos invertido más tiempo del habitual en nuestros ‘juegos’, por suerte la mujer de la limpieza siempre preguntaba antes de pasar.

  • Tendremos que ir con más cuidado a partir de ahora – dije aún asustado.
  • Sí, o conseguir otro sitio para follar.
  • Sí – respondí suspirando.

Nos duchamos en silencio y nos vestimos rápidamente. Y, aunque volvimos a excitarnos, contuvimos nuestras pasiones hasta otro día en que pudiéramos estar más tranquilos.

Nos fuimos apenas sin despedirnos, ya que ambos sabíamos que aquello no había acabado, simplemente era un intermedio hasta nuestro próximo encuentro.

Si os interesa saber como continua esta historia, decidme que os ha parecido por mail...