Las Playas de Monterrico (01)

Laura y Kike deciden darle rienda suelta a su líbido. Y en un viaje a la playa, encuentran una gran oportunidad... (intercambio gay).

Las Playas de Monterrico 01

Después del primer intercambio que tuvimos, Kike y yo descubrimos lo mucho que nos gustaba, a el ser cogido con furia por uno o varios hombres, y a mi verlo gemir y gritar como una puta parturienta.

Desde ese día buscamos tener nuevas aventuras juntos. Pero las cosas se nos dificultaron más de lo que esperábamos, pues teníamos 2 hijos pequeños que son nuestra prioridad, por lo que el tiempo para ponernos a buscar algo estaba escaso. Aparte de eso, a mi no me agrada que el se vaya a coger solo, por lo menos quiero ver cuando lo haga. Y a el le gustan más la aventuras cuando yo estoy presente, aunque sea solo como espectadora. El morbo que eso le produce es suficiente como hacer lo acabar.

Pero como dije, se nos hacía muy difícil conseguir ese tipo de aventuras, por lo que mi marido se tenía que conformar con que yo le diera por el culo con los consoladores. Sin embargo, la oportunidad llegó durante un viaje que hicimos al puerto.

Estelita ya tenía como un año, así que por fin estaba lo suficientemente grandecita como para ese pospuesto viaje que Kikín y mi esposo esperaban ansiosamente. Fue a las playas de Monterrico, a la casa de unos amigos nuestros, Ángel y María Isabel, que gustosamente accedieron a prestárnosla.

Hace ya como 2 años que no miramos a aquellos. – me dijo mi esposo, dándome la espalda y empacando sus cosas.

Si, ojalá que estén bien

Bueno… Ángel siempre estuvo RE-BIEN, je, je, je, je

Si, me di cuenta desde que te conocí amor

¡Ah vaya, con que esas tenemos! – los 2 reímos – Lástima que no vayan a poder ir… ¿te imaginás?, el y yo, metidos bajo las sábanas, con el cogiéndome como una desesperado, je, je, je

¿Y por qué tenés que ser vos, y no yo? – le dije siguiendo con la broma.

Me siguió platicando, me decía lo mucho que había deseado esta salida, que Estelita era una bendición, pero que ya era hora de poder salir un poco y agradeció a Dios que nos pudiéramos dar ese lujo. Y yo, mientras el me hablaba, no podía dejar de mirarle las nalgas, ese hermoso par de nalgas, gordas y duras, redondas y bien paradas que siempre me han vuelto locas. Ni de pensar en lo que me dijo, sería una locura de los más caliente ver como Ángel se lo coge.

Y como yo estaba empacando los consoladores que íbamos a llevar, tuve… una "buena idea"

Tomé un pequeño vibrador blanco, me acerqué a Kike desde atrás y, aprovechando que tenía puesto unos bóxers, le metí la mano entre las nalgas y le encajé de un solo golpe el dichoso aparato.

¡Puta! – exclamó.

Si, si, ya sé que soy una puta pero no me lo tenés que decir… además… vos sos una puta más grande que yo. – le dije susurrándole lo último al oído.

No dejé que se diera la vuelta, lo empujé de la espalda y lo hice apoyar los codos en la cama, con el culito bien parado. A el le encantaba que yo lo sometiera de esa manera, y a mi me gustaba mucho hacerlo, principalmente por verlo así, me calienta cuando lo tienen dominado.

Le saqué la camisa y le bajé el bóxer, dejándolo completamente desnudo. Comencé a jugar con el vibrador metido entre sus nalgas, moviéndolo en círculos y metiéndolo y sacándolo a cada rato. El pene de Kike se paró de inmediato y el empezó a jadear, cerrando los ojos. Y yo me divertía mirándolo así.

También me desnudé yo, dejando mi moreno y esbelto cuerpo como Dios me mandó al mundo. Se los voy a describir para que tengan una idea, si es que no han leído mis relatos anteriores ("Nos Dejamos Llevar" y la serie de "Mi Esposo se Entregó"). Mido 1.62, soy de piel morena, de labios carnosos y ojos grandes y redondos, oscuros. Mi nariz es chata, finita como el resto de mis rasgos, parezco una muñeca. Mi cabello es negro, rizado hasta media espalda. Soy bastante delgada, lo que me hace ver más chichuda y culona de lo que soy, aunque mis medidas son 90, 57, 89.

Como verán, estoy bien buena (bueno, eso es lo que dice mi marido y el resto de hombres).

Dejé el consolador metido entre su ano y bajé un poco, me puse a restregarle las tetas en las nalgas, eso lo vuelve loco. Se las mordisqueé un poco y las lamí, amaba esas nalgas rosadas y lampiñas.

Laura… Laura… Laurita… – decía en voz baja – sos… sos… sos lo máximo… montame ya… montame ya

Te voy a montar como una yegua. – le susurré al oído.

Fui a una gaveta y saqué el cinturón-consolador, una tanga negra, con un cinturón de cuero negro, el frente tenía un largo pene negro, bastante grueso y con superficie rugosa. Kike se vuelve loco cada vez que lo saco, literalmente se le hace agua… el culo, je, je, je

Al verme poniéndomelo, se colocó en 4 patas en el centro del colchón, parándome el culito y moviéndolo en círculos, ofreciéndomelo goloso mientras el vibrador seguía temblando frenético entre su ano.

Avancé en 4 patas hasta donde el estaba, la cabeza del pene artificial casi rozaba en suelo, y se contoneaba a cada movimiento de mis caderas. Ya me había metido otro consolador entre la vagina, no era justo que solo el gozara.

Me coloqué encima de el, susurrándole que era la yegua más hermosa que había visto en mi vida, el me correspondió con un beso. Le saqué el vibrador y puse la negra cabeza aceitada de ese falo. Lenta, muy lentamente, se la comencé a meter. El gimió, y se movía hacia atrás, buscando la penetración profunda de una buena vez. Pero yo no le iba a dar gusto así de fácil, me gustaba hacerlo sudar de las ansias, hacerlo desearlo hasta el punto de suplicarme que lo partiera en 2. Yo lo penetraba centímetro a centímetro sin ninguna prisa.

¡¡Por favor Laura!!… ¡¡Te lo suplico, metémela entera ya!!

Entonces le di gusto, de un fuerte empujón se la encajé hasta el fondo de su ser. Un largo gemido salió de su boca, se agarró fuerte de las sábanas y comenzó a empujar hacia atrás con fuerza. Yo lo agarré de las caderas y se la metí con más fuerza, mientras inclinaba mi cuerpo hacia delante y le pegaba las chiches a la espalda, Kike se excita muchísimo al tener mis senos rozándole cualquier parte de su cuerpo.

Lo sujeté de los hombros y le di duro como por 15 minutos, tuvo 2 orgasmos, uno después del otro, hasta que quedó exhausto sin más que dar. Siempre antes de derramarlos, me avisaba, entonces yo recibía su semen con las palmas de las manos y se lo daba a beber. El lo lamía goloso, como si fuese un néctar divino, y restregaba la cara sobre mis manos abiertas y embadurnadas. Luego yo me lamía el resto, era una especie de comunión entre los 2.

Lo malo es que el no quedó en condiciones de seguir y eso no era bueno, pues yo apenas tuve un clímax y con un vibrador y no me era suficiente, aun seguía caliente. Pero Kike, mi dulce y amado Kike, el no podía verme sin gozar o sin disfrutar lo suficiente. Aunque agotado por mi montada, me puso boca arriba con las piernas abiertas, me sacó la tangas-consolador y se puso a lamerme y a chuparme el sexo con frenesí hasta que reventé en un fuerte orgasmo. Tuve otros 3 hasta que noté que mi marido ya no se movía. Levanté la cabeza para ver y lo encontré profundamente dormido, con la cara aun metida entre mis piernas, ¡tan lindo!

Al día siguiente nos apuramos para llegar a tiempo a la dichosa casa. era una construcción de ladrillo grande y amplia, con techo de teja, pintada de blanco. Estaría a unos 300 o 400 metros del mar, pero la caminata no tenía importancia, pues el lugar era idílico. La casa también tenía una piscina y un jardín amplio, además de 3 habitaciones. Kike y yo nos quedaríamos en una junto con Estelita y Kikín en otra. Mi esposo se lamentó que no fuera temporada de liberar tortugas, pues en esas playas, la Universidad de San Carlos y organizaciones privadas se dedican a buscar los nidos de tortugas marinas que acaban de desovar, toman sus huevos y los incuban. Una vez nacidas las tortuguitas, las liberan en una playa previamente seleccionada y libre de depredadores, es algo hermoso.

Desde el principio nos dimos cuenta que el lugar prometía, pues en esas fechas la playa estaba llena de turistas extranjeros, algunos un auténtico placer para la vista. Hombres rubios y altos caminando despreocupadamente por la playa, mientras mi marido y yo los devorábamos con los ojos. Kike tenía una sonrisa de oreja a oreja, sabía que estaba nervioso y excitado.

Fuimos a la playa, nadamos bastante, Kikín jugaba en la arena y mi nena descansaba en su cunita portátil debajo de una gran sombrilla, naturalmente nunca la dejamos sola, si no estaba Kike, yo me encontraba a su lado.

Ese día las playas estaban concurridas por bastantes turistas, que mostraban sus cuerpo bronceados con diminutos trajes de baño. Apareció un grupo de alemanes, creo yo, caminando frente a nosotros. Seguro que a Kike le van a encantar, me dije, pero seguí en mis cosas.

Y había un intercambio de miradas calientes que no me lo creerían, hombres y mujeres nos bombardeaban a Kike a y a mi con miraditas libidinosas, o fingidamente casuales. Y nosotros se las devolvíamos, claro está. Y es que nuestro atuendo nos ayudaba mucho, yo llevaba un bikini negro, pequeño y ajustado que desaparecía por en medio de la parte inferior de mis nalgotas. La parte de arriba apretaba mis senos y los levantaban, dando la impresión de ser estos más grandes (lo que pasaba era que la prenda me quedaba pequeña). Y Kike vestía una calzoneta amarilla con líneas rojas y azules, tipo bikini, que le marcaba su voluminoso trasero.

La tarde cayó y nos retiramos a la casa. Allí nos encontramos con Braulio, el guardián de la casa, un hombre maduro, moreno y de piel curtida por el sol, se veía sólido como un roble.

Buenas tardes… – nos dijo – yo soy Braulio López, el guardián de la casa.

Buenos días, yo soy Enrique Estrada y ella es mi esposa Laura

Mucho gusto. – le dije.

Ojalá que se sientan cómodos aquí, don Ángel me dijo que los atendiera en todo lo que se les ofreciera – de reojo vi que a don Kike (ese es el apodo del pene de mi marido, je, je, je) le agradó mucho ese "…en todo lo que se les ofreciera".

Muchísimas gracias hombre

Bueno, yo me retiro, disfruten su estancia.

El hombre se fue y nos dejó solos. Le tiré una mirada pícaramente inquisitiva a mi esposo, que se sonrojó y se limitó a decir "está bueno el señor".

Pues bien, así estaba el escenario, había carne por todos lados y mucha hambre para comerla. Kike quería probar suerte con los turistas, como un adolescente que le tira a lo que se mueva. Yo no me decidía, en ese momento prefería solo verlo a el coger. Aunque en el fondo, la idea de tener a uno de esos sementales montándome no me parecía mala, ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar por conseguir los favores de esos hermosos cuerpos?

¿Kike lo consiguió o no? Bueno mis amigos, eso se los seguiré contando más adelante. Por ahora solo les diré que en esa misma noche, había una fiesta en el salón de usos múltiples de la lotificación en que estaba localizada la casa… se imaginarán que la pasamos muy bien allí. Mientras tanto no dejen de mandarme sus comentarios a mi correo electrónico garganta_de_cuero@latinmail.com , gracias, besos y hasta pronto.

Garganta de Cuero.