Las perversiones de Candela
Una joven llega a una n nueva casa. La ilusión de vivir en uno de lo s mejores barrios de Madrid, de sentir que ha subido un escalón y que su vida, por fin toma sentido en Madrid, se ve rota cuando entiende por que ha terminado en aquel piso. Los vicios y la mala vida nunca han sido gratis.
LAS PERVERSIONES DE CANDELA
Acababa de mudarse al centro de Madrid. Una casa amplia donde el blanco y la luz dominaban la estancia. Eso sí, el alquiler del piso superaba con mucho el de la anterior casucha cerca de Embajadores.
El primer día que llegó no sabía con que tipo de compañeros o compañeras iba a dar, era la primera vez desde que llegó a la capital que viviría con desconocidos.
Subió el quinto, un ascensor con espejos donde se recolocó la larga melena que tenia y ya aprovechó para colorear tímidamente de un rojo sutil sus labios.
Al abrir llegó la primera sorpresa, una mujer de algo mas de treinta años la recibió completamente desnuda.
-¿Candela?
-Sí soy. Yo.
-Muy bien. -Añadió observándola de arriba abajo. -Te estábamos esperando.
Candela entró con cierto desconcierto sin poder apartar la mirada del magnífico trasero que tenía aquella mujer, que no sabía quien era.
Atravesaron un pasillo que giraba a la derecha dejando la cocina a la izquierda y un cuarto a la derecha del mismo hall. A la mitad la mujer se paró para abrir la puerta de otra habitación.
-Aquí dormiras. Por cierto desnúdate.
-¿Cómo?
-No me lo hagas repetir monada. Tu amigo ya nos dijo que andas mal de dinero, ¿es cierto?
-Bueno soy fotografa.
-Me la suda cielo, desnúdate y deja la ropa en la cama.
Ella obedeció apagando la mirada radiante con la que había llegado a su nueva casa. Ahora su habitación era enorme. La ventana daba a una pequeña terraza y en frente un piso de la misma altura no le impedía disfrutar de una vista preciosa de la ciudad.
Cinco minutos mas tarde la extraña mujer aparecía de nuevo para atarle en el cuello, en las muñecas y en los tobillos unas correas que estaban unidas con unas pesadas cadenas de hierro. -Vamos, tus nuevos dueños ansían conocerte.
-Pero… Espera que es esto.
-Nena, hagas que me cabree. Tus putos vicios, la coca entre ellos se han convertido en unas deudas difíciles de asumir. Hoy es el primer día en el que tus prestamos van a irse cobrando.
-No mira, yo me voy. Esto no me gusta.
La respuesta fue una bofetada que la lanzó al suelo.
-No me jodas, hija de puta. ¿Nadie te contó que las deudas se pagan? -Gruñó la otra levantándola del suelo con malos modales. -Vamos hostias.
Cuando llegó al amplio salón dos jóvenes de unos treinta años, fuertes, producto del gimnasio, de buen parecer y sonrientes esperaban.
-Hola Candela, -le saludó el mas atractivo de ellos mientras se levantaba mostrando su erecto miembro.
Aquello puso en alerta a la joven que intentó retroceder pero se encontró con el cuerpo de la mujer.
-Arrodillate. -Le ordenó mientras se acercaba a la mesa del centro de la sala y cogía una cámara de fotos. -Así que eres fotógrafa, pues mira por donde hoy vas a ser la protagonista. -Y empezó a hacerle fotos mientras los dos hombres empalmados se acercaban a ella. El mas atractivo le abrió la boca para introducirle su pene y el otro le besaba el cuerpo, las tetas, los hombros, el estomago y finalmente el coño haciéndola gemir de dolor, un dolor que en minutos se convirtió en placer. Cerró los ojos y se dejó llevar emitiendo de vez en cuando arcadas por la bestial entrada y salida de aquel trozo de carne en su boca.
La otra les grababa en vídeo entre risas y gemidos de los hombres.
-Ester será nuestro contrato. -Le explicó disfrutando de cada palabra como quien saborea un plato único. -Vivirás aquí y ellos serán tus amos hasta que pagues tus deudas. ¿Entendido?
Candela la observó con los ojos. Muy abiertos.
-¿Entendido zorrita? -Le preguntó el mas atractivo que empujaba ahora su cabeza contra su vientre buscando dejarla sin respiración.
Ella afirmó entre estertores. Y cuando por fin la sacó un mar de saliva pegajosa brotó de sus labios al suelo. Ella empezó a toser cuando el otro la levantó por los aires y le clavó su miembro en su pequeño ano. Candela gritó de dolor, aquello era insoportable. Ellos, uno por detrás y otro por delante, entrando y saliendo como dos mamuts enfurecidos, emitiendo insultos y gruñidos se hizo insoportable. Sintió que se mareaba, todo le daba vueltas y de vez en cuando era consciente de que estaba siendo grabada entre risas y manejada como una pluma en pleno huracán-
Sintió a cada golpe como su ano se dilataba. Era una extraña mezcla de placer, de dolor, de rabia, de deseo.
Ideas enfrentadas brotaron es su cabeza. Mientras los hombres saciaban su rabia buscando el placer animal del sexo descontrolado.
Candela supo entonces que acababa de atravesar la línea que separa la vida con el infierno.
La otra mujer espolvoreó su nariz con algo de cocina para activarla cuando ya sentía sus piernas dormidas. Apenas sentía con le apretaban los pezones con los dientes o le estiraban del pelo hasta que inspiró aquello y todo se multiplicó por diez. El placer, el dolor, la sensación de haber tocado fondo, la humillación y la rabia pero a la vez la excitación de probar algo tan alejado de lo normal la empujaba mas y mas hacia aquella atractiva oscuridad de gemidos, cuerpos sudados cámaras y risas ajenas.
No sabía cuanto tiempo pasó cuando los dos miembros le apuntaron rostro como dos cañones de dos buques de guerra lanzando sus proyectiles ardientes y pegajosos sobre sus ojos, su boca su nariz, sus pechos… Les oía reír y reír y saludarse por encima de ella que aguantaba de rodillas como la cámara le grababa. Luego aplausos y ahí se dejó caer sin fuerzas al suelo.
La sensación parecida a cuando de pequeña te meabas en la cama la arrastró al sueño.
Ese fue su primer día en la oscuridad. Pero no sería el único.