Las penas de la infidelidad. Parte 3

Me besó como nunca. Sus dedos entraban y salían de mi, no paraba de besarme, se detuvo sólo para decirme al oído...

Sería acaso que Diana aun sentía algo por mí? Que va, a lo mejor sólo recordó ese momento como recordar cualquier otro.

Ya la noche se había profundizado, la plática entre nosotras fue algo superficial. Hablábamos de la música que había en vivo, del frío acentuado, de lo rápido que pasan los años. Vaya, sólo nos había hecho falta meditar sobre la inmortalidad del cangrejo. De todo hablamos, menos de nosotras. Ella no mencionó a su flamante amante… perdón, a su esposa. Yo tampoco saqué el tema a colación. Habían tantas cosas que pensé haber superado, pero al saber que su amante de una noche ahora era su esposa, empecé a rememorar cada sensación de dolor que había sentido antes. Jamás le reproché nada de su aventura, muchas preguntas quedaron sin formularse y otras tantas sin respuesta.

Pasaron los días y de vez en cuando me hacía una llamada para saludar. Yo le contestaba de lo más normal, hasta que me di cuenta del daño que yo sola me hacía. Me estaba ilusionando, pensado en que tal vez el nuevo contacto nos permitiría retomar la relación. Empecé a extrañarla más y más. A querer saber de ella, escuchar su voz, querer verla. Parecía que al menos había una puerta abierta para reconquistarla, pero olvidaba que Diana estaba casada.

-       Hola extraña…

-       Diana??? Qué haces aquí???

-       Pasé a ver si querías almorzar conmigo. Supongo que tu jefe no es tan negrero y que tienes tiempo para comer…

-       Ahhh, jajajaja. Bueno, en realidad casi que no me encuentras, justo iba saliendo a almorzar.

Salimos de mi trabajo y fuimos a un restaurante cercano. Le pedí que fuéramos ahí porque preparan un sushi espectacular y el sushi le encanta a Diana.

-       Este restaurante me ha encantado. Gracias por traerme, te lo tenías escondido.

-       Bueno, ni tan escondido que queda en la principal, así que no fastidies y come. – le dije sonriendo. Mi expresión estaba para sacarle una polaroid… cara de tonta total!!! –

-       Y cómo te va? Supe que te dieron un ascenso.

-       Ya veo que estás muy bien informada, puedo saber quien es el pajarillo soplón.

-       Ahhhh no, ese es un secreto. Es que me encontré a Camila hace unos días. Platicando salió el tema.

Camila es una de mis mejores amigas, fue la que más me sugirió que perdonara a Diana. Creo que si Diana tuviera club de fans, Camila lo presidiría.

-       Pues sí, me ascendieron. Ahora tengo la división de exportaciones. Dentro de unos días debo viajar a Panamá para cerrar un negocio.

-       Que maravilloso! Así que aprovecharás la estadía para conocer Panamá?

-       Que más quisiera, me han hablado cosas espectaculares de Panamá, pero no creo que me quede tiempo.

-       Trata, será una experiencia inolvidable ya verás. Cuando te vas?

-       El miércoles de mañana en quince.

-       Espero verte antes de que te vayas. Quieres que

te lleve al aeropuerto?

-       No, tranquila que ya organicé con los colegas que me acompañan. Pero agradezco el ofrecimiento.

Así pasaban nuestros días, relacionándonos como amigas porque qué más me quedaba. La verdad es que estaba disfrutando esta nueva etapa, aunque siempre sentía el vacío cuando nos despedíamos. Una totalmente loca sensación de melancolía acompañada de un deseo enorme por besarla. Debía poner un freno pronto, si seguía así iba a salir lastimada. Pero es que seguía tan enamorada de Diana. La miraba tratando de descifrar algo en ella. Algo que me emitiera una señal de que ella sentía lo mismo al verme. Era más hermética que las bolsas ziplock. No mostraba emociones fuera de lo normal.

Pasaron los días y nos frecuentábamos menos. Las llamadas ya no eran muy seguidas. Yo me mantenía a la expectativa. Empecé a sentir celos. Me preguntaba si cuando se desaparecía era porque estaba con ella… con su esposa. Pronunciar esa palabra me abría un hueco profundo en el alma.

Dos días antes de que partiera a Panamá, recibí una llamada de Diana. Se podrán imaginar lo feliz que me puse al escucharla. Me dijo que nos viéramos la noche previa para darme la despedida y ya que estaría fuera unos días pues que me quería ver.

Esa noche llegó lenta tras un día ajetreado. Llegó la noche, pero Diana no apareció. Me preocupé porque no es normal que ella no avise, al menos cuando estábamos juntas siempre avisaba si se demoraba o si tenía que cancelar. Esta vez no lo hizo. Tuve la intención de llamarle, pero pensé que la podía meter en problemas o aguarle el rato con ella. Ahí estaba yo, sentada en aquel restaurante tailandés plantada. Con el celular en la mano y sintiéndome como la “otra” de mi ex.

Con eso tuve suficiente. Me levanté de ahí con cierto bochorno, al llegar había pedido mesa para dos, pero creo que las matemáticas me fallaron. Me fui a mi apartamento y vi un poco de televisión. Siempre he sido previsora, así que mis maletas ya estaban hechas y puestas cerca de la puerta.

Salí a la mañana siguiente viendo el teléfono de nuevo, esperando de ella por lo menos un mensaje deseándome un buen viaje. Qué frustración. No recibí nada. Llegué al aeropuerto junto a Fernanda y Andrés, los colegas que me acompañarían. Durante el camino a la terminal no pronuncié palabra. Andrés iba pegado como siempre a su celular hablando con socios y clientes de la división de Imagen Corporativa. Siempre él con aires de ocupado por su “trabajo importante”. Fernanda por otro lado, trabajaba en su ipad nuevas ideas. Ella es la directora de innovación tecnológica.

-       Tienes un sinónimo de 7 letras para ida? – preguntó Fernanda sin despegar los ojos del aparato –

-       Disculpa?

-       Sí, no pienses que sólo soy trabajo y trabajo como el antisocial de Andrés. Hago un crucigrama y necesito una palabra similar a “ida” y ya que te veo absorta… vale, ahí está la palabra. Gracias.

-       Me veo absorta?

-       No te ves, estás. Tus pensamientos te tienen en otro planeta. Pasarás así las 7 horas de vuelo????? Mira que mi asiento está junto al tuyo y sería feo que no platicáramos mientras.

-       Discúlpame Fer, te prometo que seré una lora durante el viaje.

-       Ahhhh no!!! Tampoco así hee! Luego cómo te calló?

-       Me das una fruta!!! – dije con la mejor de mis sonrisas –

-       O te meto en la jaula – respondió guiñando un ojo –

Parte de las 7 horas de vuelo las pasamos hablando, trabajando y tomando una pequeña siesta. No pensé que Fer fuera tan divertida. Me ayudó a sacarme a Diana de la cabeza durante un rato.

Llegamos al hotel y se nos asignaron las habitaciones. Los cuartos estaban en el 6º piso con una vista impresionante de la ciudad y la playa. La primera noche decidimos ir a distraernos un poco. Más bien Fer decidió por mí, mi voluntad me había abandonado hace mucho tiempo. Antes de salir chequeé mi correo para ponerme al día con las cosas de la empresa… aunque mi propósito real era ver si Diana había escrito… nada.

-       No más Diana! Cero Diana! Se acabó!!! – dije con enojo –

-       Tienes razón, no más Diana!!!! – escuché a Fer, volteé y la vi en el marco de la puerta de mi habitación. – no sé quién demonios es Diana, pero tienes razón. Cero Diana por hoy. Nos divertiremos y le diremos al motivo de que andes “absorta” que no joda por unos días.

-       Jajajaja cuántos tornillos te hacen falta en esa cabeza tuya?? – dije muerta de la risa –

-       Unos cuantos, pero a ti te faltan más. Mira que dejas la puerta de la habitación abierta y cualquier loco puede entrar.

-       En un hotel 5 estrellas? – pregunté con sarcasmo –

-       Bueno, locos de élite. Así como yo – sonrió ridículamente-

Fer era una mujer alta, rubia y tez clara. Con profundos ojos azulados, una figura esbelta, con un imponente metro 78 de estatura. Cuerpo con curvas, muy definido por las horas de ejercicio que estoy más que segura que hace, pues semejante cuerpo no lo podría tener de otra manera, a menos que los dioses del olimpo hubiesen combinado perfectos genes.

-       Cambiaste tu rostro de absorta por la baba…

-       Perdón?? – dije asustada, es que la había visto con cara de… baba en realidad –

-       Yo sé que soy guapa. Vamos mujer, alístate. Ponte guapa y deja los pensamientos durmiendo.

Ya mis pensamientos no importaban. Había visto a Fer como mujer, me parecía atractiva. Y pues, ya mi pasado me había convertido en su pasado. Necesitaba fijarme por fin en otras mujeres. Necesitaba sacarme a Diana de mi ser. Había pasado tanto tiempo desde que hice el amor que ya debería tener un cartel de “clausurado por desuso” en mi entrepierna. Un poco más sin acción y las siguientes manos que me tocarían serían las de arqueólogos en busca del secreto maya, pensando que ya era una ruina ancestral.

-       Te vistes o te visto.

-       Calma que en esas pienso que me coqueteas Fer.

-       Y quien dice que no lo hago??? – dijo mientras me guiñó su ojo y caminaba hacia la puerta – tienes 20 minutos como tope. Te espero en el lobby.

De nuevo mi cara de “absorta”, pero esta vez era por lo que Fer me había dicho. Salí luego de unos 45 minutos… las chicas usualmente nos tomamos nuestro tiempo para arreglarnos, más que para arreglarnos lo hacemos para hacer una gran entrada. Me puse un vestido top  negro ajustado con corte arriba de mis rodillas, dejé mi cabello suelto, maquillaje de noche pero sin exagerar y me reuní con los chicos en el lobby. Ahí Fer apenas me dirigió la mirada. Me sentí un poco abochornada, inconscientemente me había arreglado para ella. Pero mi autoestima no disminuyó, estaba decidida a que esa noche haría lo que no acostumbraba, no me iría de aquella ciudad sin tener un poco de buen sexo. El tiempo de espera por un amor lejano había finalizado.

Llegamos a una discoteca exclusiva de la zona, había muchos extranjeros y el ambiente era espectacular. Ya no recordaba lo que era divertirse. Bailé un rato con Andrés y Fer se había levantado a un tipo que por su aspecto parecía un español. Luego Fer se nos unió acompañada de unos tragos para nosotros. Bailamos hasta que ya no aguantábamos. Fer y yo nos fuimos a sentar a un área VIP cansadas pero satisfechas.

-       La estás pasando bien? – preguntó Fer en mi oído por el ruido del lugar –

-       Muchísimo! Tanto así que he bailado y no suelo hacerlo. Tengo 2 pies izquierdos.

-       Pues no me lo parece, te movías muy bien en la pista. – mordió su labio al finalizar de decírmelo. Tomó su vaso y jugó un rato con el pitillo – en serio te has divertido?

-       En verdad lo he hecho. Y tú también, ya casi te levantas al español!!!

-       Ahhh el chico. Me van las chicas.

-       Las chicas??? Eres….?

-       Lo soy y mucho. Más cuando te veo vestida así. O cuando hablas tus tonteras mercadológicas que sólo tú te entiendes jajaja.

-       He hablado de eso???

-       Esta noche no, pero te veo en las reuniones con el consejo. Te ves muy atractiva con tu pinta de intelectual.

-       Oigan chicas, - interrumpió Andrés-  deberíamos irnos. Mañana por la tarde tenemos la primera reunión y no deberíamos presentarnos cansados.

Nos marchamos al hotel. Durante el camino no mencionamos más el tema del que hablaba con Fer. En mi mente sólo me repetía que esa chica me gustaba mucho y al parecer yo a ella.

La primera habitación era la de Fer, así que se despidió de nosotros como si nada. Entró a su habitación de lo más tranquila.

La siguiente era la de Andrés, se despidió haciendo algunas observaciones para la reunión y sugiriendo que nos juntáramos un par de horas antes de vernos con los inversionistas.

Llegué a mi habitación, prendí la luz y empecé a quitarme la ropa. Estaba agotada, sólo quería tirarme en la cama y dormir hasta la mañana siguiente. En eso escuché que tocaron la puerta.

-       Andrés!!!!! Sí, hombre. Ya sé que estás preocupado por la reunión pero lo que tengas por decir dilo mañana – dije mientras me colocaba la salida de baño, fue lo único rápido que me podía poner para abrirle la puerta. Abrí la puerta – VE A DESCANSAR!!!

-       Quieres que me vaya?

-       Fer… pensé que era Andrés.

-       No, ya él se metió a su cuarto… puedo pasar? Me siento extraña acá afuera.

-       Claro, pasa… qué puedo hacer por ti?

-       Esto. – me empujó hacia adentro de la habitación sosteniendo mi rostro con sus manos y pegándome un beso tan delicioso!!!!-

Cerró la puerta tras ella y continuó viéndome ahora con unos ojos que me devoraban. Me tomó de nuevo, me hizo caminar unos pasos hacia atrás hasta caer en la cama y ella sobre mí.

Hace tanto tiempo no probaba los besos de nadie, sólo con ese beso yo sentía que estaba pronta a venirme. Mi sexo se estaba mojando rápidamente, mi respiración la ahogaba con su lengua en mi boca. Era todo pasión. Empezó a quitarse la ropa y me permitió ver ese cuerpo desnudo que horas antes sólo había imaginado en mis lascivos pensamientos. Desamarró la salida de baño, y ahí estaba yo… en ropa interior siendo observada por esta mujer que con su mirada parecía querer cumplir todas sus fantasías en una sola noche. Yo estaba dispuesta a entregarme sin poner oposición. También la estaba deseando.

Recorrió mi cuerpo con la yema de sus dedos, besaba mi cuello y hombros. Acariciaba mi piel con sensualidad de mujer fatal. Sus labios sabían exquisitos, mordía un poco fuerte mi piel, me causaba un poco de dolor pero la verdad es que esa sensación me estaba excitando más y ella lo sabía. Se apoderó de mis senos y mientras succionaba mis pezones y les daba mordiscos, me veía con un deseo incontenible. Puso una de sus manos en el inicio de mi pubis. Yo estaba deseando que me tomara ya. Y así se lo dije. Ella bajó a mi sexo para trabajarlo de manera deliciosa con su lengua y con su boca entera. Masajeaba mis senos y cuerpo mientras lo hacía. Su lengua dibujaba cosas indescriptibles en mí. Debí arañar su cuerpo para contener un poco el orgasmo, quería retrasarlo y disfrutarlo como nunca. Cada sensación era explosiva por sus roces. Introdujo sus dedos en mi y subió a mi boca para morder mis labios, todo era tan pasional y ardiente. Aun dentro de mí parecía que no quería soltarme. Sentí su cuerpo caliente tomando posesión de cada centímetro mío. Me besó como nunca. Sus dedos entraban y salían de mi, no paraba de besarme, se detuvo sólo para decirme al oído:

-       Que rico besas, besas delicioso. Quiero tus labios así y los quiero en todo mi cuerpo.

Su voz sensual me perdió por completo, la estaba deseando con desespero. La velocidad de sus movimientos incrementó hasta hacerme venir en su mano. Sin más, bajó para saborear todo lo que era de ella, todo lo que había provocado en mí.

-       De lo que se perdió

Entre jadeos y aun reponiéndome alcancé a responderle:

-       Quien?

-       Diana, la chica que quieres olvidar. Se perdió de ti y eres exquisita.

Escuchar su nombre me hizo recordarla. No había estado con nadie desde que estuve con ella. Cuando empezamos nuestra relación sólo la había deseado a ella. Me culpé de nuevo por mis errores y por haberla perdido. Hasta cuando se iría esta culpa que me laceraba el corazón.