LAS PENAS DE LA INFIDELIDAD. Parte 2

Ayyyy el amor... por qué dejamos que todo mande menos el corazón??????

Gracias por sus comentarios y valoraciones. Ya que han pedido una continuación, acá les dejo la segunda entrega esperando que sea de su agrado. En esta parte veremos la historia desde la óptica de Estefanía.

Las Penas de la Infidelidad

Ver a mi ex Diana siendo llamada por esa mujer me partió el corazón. Es cierto que ella ya no quería estar conmigo, pero en el fondo yo esperaba que aun me amara, por lo menos que me extrañara. Desde el día en que me fui de su lado solo recibí de ella una llamada y un par de correos. Esos correos fueron la muestra de que ya no sentía nada por mí.

- “Te deseo lo mejor para tu vida. Que encuentres el camino correcto para tus acciones y seas una mejor persona. De corazón deseo tu felicidad”.

Esas fueron las palabras que utilizó. Cuando recibía sus correos deseaba tanto abrirlos y leer en ellos que ella me amaba y que quería intentarlo de verdad. Me juzgó por mis errores y sé que fueron graves, le fui infiel con una chica y me confundí. No tengo justificación, busqué en ella lo que Diana no me daba. Todo fue tan ridículo, fue ridículo porque no esperaba tener una relación con nadie más. La conocí en un chat de amigos por internet y teníamos algunas cosas en común, podía hablar de mis gustos y actividades y esta chica parecía interesarse en cada cosa que yo le decía.

A Diana ya no le parecía atractiva como mujer, me veía como su compañera de apartamento. Ella salía con sus amigos y yo pensaba que darle su espacio era una muestra de mi amor, fue un error porque en las parejas no está mal decir qué es lo que necesitamos. Yo no lo hice por temor a incomodarla.

La chica que conocí en ese chat empezó a conquistarme sin darme cuenta. Con sus palabras, con cada cosa de su vida que compartía conmigo. Diciéndome lo atractiva que le parecía y como disfrutaba charlar conmigo. Fue así como cometí el error de iniciar  una relación simultánea pero sin desprenderme del sentimiento de amor hacia Diana. Esperaba muy en el fondo que ella se diera cuenta de que me estaba perdiendo y jugué con fuego. Diana vio mi computadora un día y todo se destapó. Días después supe de su aventura con una mujer que conoció no sé dónde ni cómo.

Me sentí culpable y sin motivos para reclamarle nada. Ella se disculpó conmigo, ya yo había roto con la chica del chat. Traté por todos los medios de recuperar la confianza y el amor de Diana, de hacer que superáramos lo sucedido. Diana siempre fue la mujer con la que yo vi un futuro, una familia. Quería todo con ella. Sobre su infidelidad, pues que digo, me dolió muchísimo. Era amargo imaginarla en la cama con esta mujer compartiendo sus cuerpos y amándose como probablemente no lo había hecho conmigo. No podía cerrar los ojos sin verlas, sin imaginarlas.

Decidí no reclamarle nada porque era doloroso para mí y sabía que ella estaba arrepentida y consideré injusto revivir ese momento. Cuando ella me pidió perdón y me dijo que no volvería a suceder, vi en sus ojos un sincero arrepentimiento y fue así como la perdoné. Traté

de reconquistarla. Ahora veo que la reconquista fue unilateral, ella estaba tan dolida que a lo mejor pensaba que sólo yo la había hecho sufrir. No la culpo, pero no le doy toda la razón. Me callé la pena que sentía para demostrarle que la amaba y que sinceramente quería dejar todo atrás por ese amor que nos sentíamos.

La vi en el cine 4 años después y mi corazón se paralizó. Quería correr a sus brazos mientras ella se aproximaba.

-       Hola Estefanía.

-       Hola, ¿cómo estás?

-       … bien, muy bien. – dijo luego de una pausa. Sus ojos me miraban como si quisiera convencerse de que era yo. La vi emocionada y sonriendo, pero no quería mal entender mi percepción con la realidad –

-       Raúl te acompaña, verdad. Juro que por un instante pensé que era otra persona.

-       ¿otra persona? ¿quién?

-       Hummm, no sé, alguien más. Un novio tal vez.

-       ¿novio? No, sabes que no voy por ese rumbo. Y pues soltera me encuentro  bien.

De pronto escuché la voz de aquella mujer que le dijo: “mi amor” ya no escuché nada más. Diana volteó para decirle que ya iba y con eso tuve suficiente. Di la vuelta y me fui. Por unos segundos pensé que el destino nos había juntado por alguna razón. Una segunda oportunidad tal vez. Pero no me quise ilusionar. Salí del cine sin decirle nada. Ella me había pedido muchas veces que me fuera de su vida. Se despidió más veces que las que intentó arreglar todo. Esa era la señal que debí entender siempre, que si ella no quería luchar era porque sencillamente ya no deseaba estar a mi lado.

Diana es una mujer hermosa, muy bella. Es 2 años mayor que yo pero con unos centímetros menos que mi estatura. Su cabello es castaño y su rostro presume unos bellísimos y profundos ojos café que con esa sonrisa angelical derrite los polos enteros.

En ocasiones me arrepiento de haberle rogado tantas veces, ella quería marcharse y yo no la dejé hacerlo. Me decía a mi misma que en el mundo de las mujeres las cosas funcionan diferentes y que si ella se hacía la difícil era porque deseaba que la conquistara. Pero, ¿y yo? Yo soy mujer también. Necesito lo que ella necesita. Necesitaba una princesa que me conquistara y no solo que supusiera que lo hacía. Una mujer que luchara por estar conmigo, que me llenara de detalles aunque no fueran cosas materiales, necesitaba alguien, que ella, me escuchara de vez en cuando. Que me preguntara, que se interesara.

Ahora ella está con alguien más y yo no debo ocupar mi mente con ese recuerdo. Con ese recuerdo  de lo que no fue y que a lo mejor no debió ser. Luego de irme de su casa borré cada forma de comunicarme con ella, pero me lo podía todo y tontamente me decía:

- No lo hagas, ¿que pasa si te desapareces y ella intenta comunicarse? ¿cómo te encontraría?

Pero nunca lo hizo más. Recuerdo que miraba mi teléfono celular a cada momento. También recuerdo que mi corazón latía rápido cuando lo escuchaba sonar pensando que era ella.

En su momento llegué a pensar que era su orgullo lo que no la dejaba hablarme o escribirme cosas lindas. Pero ahora sé que en realidad no me amaba. Que dejándome ir una tras otra vez, era porque no se sentía feliz conmigo y que al decirme que me deseaba felicidad era tan sólo para sentirse sin pena al terminar “bien” la relación.

Fue mi culpa, cometí el error que cometen muchos hombres con las mujeres, siempre regresé, siempre la busqué. Y todas sabemos que eso nos llega a parecer falta de carácter cuando se hace mucho. Yo me excedí y nunca le di oportunidad de que me extrañara.

Así que al verla con esa bella mujer en el cine, terminé el capítulo. Creo que la vida me dio la oportunidad de comprobar que ella siguió su vida y que no me extrañaba. Necesitaba saber eso para poder continuar. Y lo haré. Ahora sí puedo irme.


El teléfono sonó y me sacó de esos recuerdos por un momento, hasta que escuché esa voz.

-       Estefanía?

-       Hola

-       Soy Diana.

-       Sí, reconocí tu voz. – mi corazón otra vez me traicionó. Ella aún tenía mi número. Ella al parecer lo había cambiado porque no lo reconocí al verlo.

-       Dónde te metiste? Dónde estás? Sigues en el cine?

-       No, ya salí.

-       Dime dónde estás. Me gustaría invitarte a un trago o no sé.

-       No bebo Diana, pero gracias.

-       No bebes?? Lo olvidé, tienes razón. Pero igual podemos vernos?

Hice una pausa por un momento, me sentía confundida. Emocionada y temerosa.

-       No creo que a tu novia le parezca bien eso.

-       Hummm, sí… nos podemos ver en 2 horas. La película termina en hora y cuarto. Podemos?

-       Serían las 11 pm. Es muy tarde ya.

-       Tarde para ti? Tú te duermes tarde. Eso sí lo recuerdo. Podemos?

Guardé silencio de nuevo. Pero mi corazón traicionero una vez más habló por mí.

-       Está bien, nos vemos en 2 horas. Dime dónde.

-       Gracias! Vamos a vernos en el parque de la séptima, te parece? Hoy es viernes y hay música en vivo y comida.

El parque de la séptima… ¿qué pretende??? En ese parque nos conocimos. Y también fue un viernes por la noche… con música en vivo…

-       Bueno, ahí en 2 horas. – No dijimos más, corté la llamada y me quedé con una sensación tan incómoda. Una confusión total.

Llegué poco antes de las 11 al parque, me estacioné en un parqueadero cercano. Esperé en el auto unos minutos. A las 11 en punto mi celular sonó. Era el mismo número del que me llamó antes.

-       Hola, soy yo de nuevo. Ya estoy acá. Tú estás? Dónde te ubico?

A unos metros de mi auto la vi. Pensé en decirle que ya no podría llegar.

-       Ya te vi, estoy saliendo del auto. Quédate ahí. – no pude, sólo lo pensé pero por inercia bajé del auto y me dirigí a ella.

Se dio vuelta de un lado a otro buscándome. De pronto nuestras miradas se juntaron. Yo caminaba despacio, con mis brazos cruzados para darme calor en aquella noche de frío. Ella sonreía y caminaba hacia mí. Se notaba nerviosa.

-       Jajaja hola, no te veía… gracias por venir. Eh… puedo?

-       Puedes qué?

Ella se acercó y me abrazó fuertemente. Yo no pude soltar mis brazos de mi cuerpo. Sentía su calor recorrerme por las venas. Su aroma… seguía igual en ella.

-       Discúlpame, no me pude controlar. Te vi y quería abrazarte. – por qué seguía sonriendo así? Por qué brillaban sus ojos de esa manera?

-       No te preocupes. Cómo estás? Qué has hecho de tu vida?

-       De mi vida?? Pues… quieres caminar?

-       En realidad sí quiero, el frío me mata si me quedo quieta. – empecé a caminar lentamente y ella iba a mi lado – entonces? Cuéntame. Pensé que ya no vivías aquí.

-       Regresé hace unos meses. Estuve 2 años fuera.

-       De luna de miel? – pregunté no sé por qué. Ella detuvo su marcha.-

-       Lo sabes?

-       Saber el qué Diana?

Me miró fijo por unos momentos y luego bajó su mirada. Miré sus manos y ahí estaba, en su dedo anular de la mano izquierda, resaltaba una alianza de matrimonio.

-       Estás casada?

-       Sí, me casé hace 8 meses.

-       Vaya, felicidades. Es la chica del cine? – mi corazón de nuevo… está vez quebrándose poco a poco –

-       Gracias… pensé que no te volvería a ver.

-       Y… dónde la conociste? Mientras estuviste fuera?

-       Eh… no. Un poco antes.

-       Que bueno. No creo que le haya hecho gracia saber que venías acá hoy.

-       No lo sabe. Es decir, sí sabe que salí, pero le dije que iba a otra parte.

-       Por qué la mentira? Es una salida normal, sin nada que ocultar.

-       Es que, mi esposa… ella, ella es la chica con la que te engañé.

Qué más podía pasar??? Sentí una rabia incontrolable pero de qué me servía demostrárselo. Me había dicho que solo había sido una aventura y ahora resulta que están casadas. Me había dicho tantas veces que sólo quería un hogar conmigo, que no se veía con nadie más. Me hizo prometerle que no le prometiera a ninguna otra mujer más que a ella, un hogar. Y está bien que se haya casado, que buscara la felicidad, pero… con ella??? Con la que un día fue su amante, con la que me había engañado y jurado que no la volvería a ver.

-       Felicidades de nuevo – sólo eso pude decir –

-       Discúlpame

-       Pero por qué??? – dije con una sonrisa tan falsa como dolorosa – si ella te hace feliz, me alegro por ti. Digo, para que se hayan casado es por algo, o no? De verdad me alegro por ti.

-       Gracias

Durante unos minutos más hubo silencio. Quería irme pero si lo hacía sería como decirle a gritos que me había lastimado de nuevo. No quería darle ese gusto.

Continuamos la caminata y sin darnos cuenta llegamos al sitio exacto donde años atrás nos habíamos conocido. A lo mejor ella no lo recordaba, pero yo sí. Lo recuerdo como si fuera ayer y mi cabeza empezó a darle vida a ese momento.

Fue un viernes cualquiera, ese viernes. Después de un día ajetreado llegué a este mismo parque para distraerme un rato. Me detuve bajo un manzano para relajarme. Vi las estrellas para encontrar salidas a unas cosas que me agobiaban.

-       Hola. Huyo del ruido y del aburrimiento. Y tú?

Bajé la mirada y vi a esta chica despampanante a un lado mío. Llevaba un jean azul ajustado, su cuerpo impresionante, no era delgada pero definitivamente todo lo que tenía era perfecto. Vestía casual, relajada pero femenina. Su cabello al viento, lacio y brillante. Su piel morena clara y con una cerveza en la mano.

-       Hola, no sé si huyo. Creo que trato de armar nuevas estrategias – le sonreí –

-       Soy Diana y yo… sí estoy huyendo del aburrimiento jajaja. Quieres? – me dijo ofreciéndome de su cerveza –

-       No gracias, no bebo alcohol.

-       Pero fumas. Un vicio por otro? – dijo porque entre mis dedos sostenía un mentolado –

-       Jajajaja, me descubriste.

Esa noche nos la pasamos platicando hasta la madrugada. Hasta que su celular sonó y debió marcharse. Antes de que se fuera tuve la intención de pedirle su número, pero dudé porque no sabía si le gustaban las chicas y si se incomodaría.

Se despidió de mi. Caminó unos pasos y de pronto se detuvo.

-       Hummm, eh… puedo llamarte algún día de estos? Me gustó platicar contigo.

-       Claro, llámame.

-       Jajajaja entonces necesitaría tu número… me lo das?

-       Jajajaja que tonta yo, claro.

Así intercambiamos números de teléfono, correos, de todo. Nos hablábamos a diario. Platicábamos largas horas, en el trabajo, en las noches, por las mañanas. Teníamos nuestras salidas y poco a poco nació el amor. Ese que la necedad aun me dice que es verdadero y eterno. Así conocí a mi alma gemela, por eso me rehusaba a dejarla ir. Porque cuando en la vida se tiene la oportunidad de encontrar a esa persona especial, el corazón la reconoce, sencillamente se sabe. Y pensé que a ella le había pasado lo mismo.

Hasta este día me sigo arrepintiendo de todas las veces que le hice mal, jamás quise que eso pasara. No con ella, que era mi todo, la luz de mis días y por la que daría lo que fuera por tenerla de nuevo.

Ahora, ella ha seguido su vida. Y debo dejarla ir.

-       Estefanía? Estás bien?

-       Ah, sí. Disculpa, me absorbieron los pensamientos.

-       Lo noté, te hablaba pero no me respondías. Yo también me detuve a pensar, retrocedí en el tiempo. Al día en que te conocí bajo este mismo manzano.

Lo recuerda! Recuerda ese día…