Las penas de la infidelidad 4
¿Por qué dolía tanto eso? Es que la amo y no sé cómo decírselo. Pero debo recuperarla. Salí de ese lugar con la mente empecinada en planificar la manera de reconquistarla. Este mismo día terminaría todo con Tamara.
Gracias por sus comentarios y por sus valoraciones. Acá les dejo la cuarta parte de Las Penas de la Infidelidad. ¿Por qué Diana no contactó a Estefanía?
Los días habían pasado y Estefanía llegó ayer de su viaje. No sé de qué manera tratarla, si bien aun siento algo por ella, no podemos estar juntas. No debí casarme, menos con Tamara. Quería creerle, a Estefanía pero tampoco podía aceptarle que ya no me producía lo mismo. Yo la quería para entonces pero no estoy segura de haberla amado. Cuando Tamara apareció, me gustó de inmediato. Sentirla cerca me producía una especie de excitación y no lo pude controlar o más bien no quise hacerlo. El coqueteo que llevábamos era muy intenso. Terminamos en la cama y ahora… estoy formalmente con ella.
Con este pensamiento me despertaba todos los días. A pesar de las virtudes de Tamara, ella no es Estefanía. Nadie lo ha sido. Cuando la volví a ver la extrañé tanto, en ese momento me arrepentí de no haber luchado por recuperarnos y recuperar nuestra relación. En los días previos a su viaje sentí un vacío, no la quería lejos de mí. Quería compartir con ella todos los días, pero no puedo fallarle a Tamara. No la quiero lastimar, ha sido una mujer especial para mí y ha estado conmigo en muchos momentos. Así que decidí hacer las cosas de la forma correcta y no buscar a Estefanía, necesitaba alejarme de ella porque teniéndola cerca despertaba en mí aquellos sentimientos que pensé ya no tener.
Todo es una confusión. Necesitaba verla de nuevo, hemos salido como amigas pero la verdad es que la veo de otra manera y cuando estoy a punto de decirle lo que siento, Tamara aparece acaparando mis pensamientos.
Me armé de valor para buscar de nuevo a Estefanía, a estas alturas del partido ella debía estar molesta por haberla dejado plantada aquella noche en el restaurante y más porque ni siquiera tuve la decencia y cortesía de avisarle o disculparme.
Compré sus flores favoritas y me dirigí rumbo a su trabajo. Ahí estaba ella, lucía hermosa y sonriente. Esa sonrisa que me enternece el alma, la sonrisa que alguna vez quise ver en algún hijo nuestro. Me acerqué por su espalda, olía a su perfume favorito y recordé todos los momentos en que la tuve entre mis brazos, las noches que dormí abrazada a ella. Y todas los días en los que he vivido preguntándome qué hubiese pasado si le hubiera dado una oportunidad verdadera, sin reproches y reconquistándola como ella a mí.
- Hola guapa – dije a su oído. Ella se sobresaltó al sentirme y escucharme tan cerca-
- Hola, qué haces aquí? – preguntó alejándose un poco –
- Supe que habías vuelto. Quiero disculparme por lo del otro día y por no haberme comunicado.
- Qué pasó el otro día? No lo recuerdo. – ella se mostraba con gran indiferencia, algo poco común en su forma de ser conmigo –
- Lo de la cena, no me presenté y te dejé esperando.
- No llegaste? No te preocupes que yo tampoco llegué.
- Eso no fue lo que Camila me dijo.
- Camila de nuevo. Debe dejar de meterse en lo que no le importa. – tomó unos papeles de un escritorio y siguió caminando hasta su oficina.
Fui tras ella sabiendo que no me sería fácil contentarla. Entré y le extendí el ramo de flores que llevaba en mis manos.
- Te traje estas flores. Sé que no son suficientes pero espero que sean el inicio. Necesito hablar contigo. Hay mucho que debo aclararte y mucho que deseo decirte. Sé que tardé años en darme cuenta de mi error y que te fallé…
- De qué hablas Diana? No creo que tengamos por qué hablar del pasado. Ya está olvidado todo, llévate las flores.
- Son tuyas, son tus favoritas.
- No lo son, esas me dan alergia.
- No seas orgullosa, claro que lo son. Lo recuerdo muy bien porque yo te las regalaba.
- Lo hiciste un par de veces en todo el tiempo que estuvimos juntas, y no son esas Diana. De verdad, llévatelas porque me dan alergia.
Ella seguía inmersa revisando esos papeles y me estaba desesperando que no me pusiera atención. Por qué se comportaba de esa manera? Ella jamás había sido tan indiferente y sus actos me estaban doliendo.
- Me di una escapada para verte mi amor – volteé y mi a una chica rubia entrando a la oficina de Estefanía.
Era alta y muy bella. Pero, ¿le dijo mi amor???? ¿Por qué? Su único amor aquí soy yo, pensé mientras mis ojos descuartizaban a aquella mujer –
- Discúlpame, no sabía que estabas ocupada.
- Para nada Fer, pasa. Esta chica ya se va.
¿Esta chica? Me dijo ¿esta chica? No entendía lo que pasaba. Pero mi orgullo no me permitió hacer más que dejarle claro a aquella mujer quien era yo.
- Hola, soy Diana. La novia de Estefanía.
- Ah, Diana… ¿su novia? – respondió la rubia con una sonrisa burlona –
- No es mi novia, no le hagas caso. – respondió Estefanía –
- Claro que no le creo mi amor – y de nuevo le dijo “mi amor”, ¿qué le pasa a esa tipa? – eso lo sé bien porque tu novia soy yo.
Se acercó a Estefanía, la tomó por la cintura y le dio un beso como si nunca la fuera a ver de nuevo. Me sentía hasta mareada al ver eso. No había visto a Estefanía besando a nadie. Pero correspondía a esa rubia…
- Bueno, te veo a la hora del almuerzo… ya no aguanto por comerte a besos. Adiós Diana, mucho gusto. – salió de la oficina sonriéndose, disfrutaba a lo mejor de mi dolor. –
- Qué fue todo eso Estefanía? – no sentía mi cuerpo, lo tenía adormecido. Sentía mi corazón palpitar a lo lejos y muy lento –
- Sí, disculpa que no las presenté como debía.
- Me estás echando broma, verdad? Desde cuando estás con ella? Me volviste a engañar???? – le reclamé con molestia –
- Perdón??? Qué disparate dices. ¿engañarte? Cómo podría ser eso si tú y yo no somos nada, siempre lo dejaste claro. Además, estás casada. Así que no vengas a inventarte historias de Peter Pan.
Ella salió de la oficina y yo aún no me reponía. Verla con otra mujer me había herido mucho. Recordar ese beso entre ellas… así debió sentirse ella con mi engaño. Tenía razón, no me estaba engañando con la rubia porque hace mucho la dejé ir y le repetí tantas veces que no miraría atrás. Le dije mil veces que no regresaría con ella. Pero ahora no podía soportar saber que está con alguien más.
¿Por qué dolía tanto eso? Es que la amo y no sé cómo decírselo. Pero debo recuperarla. Salí de ese lugar con la mente empecinada en planificar la manera de reconquistarla. Este mismo día terminaría todo con Tamara.
- Pensé que ya no venías hermosa.
- Fer… por qué hiciste eso?
- ¿esa es Diana?
- Te hice una pregunta, ¿por qué hiciste semejante cosa?
- Es que me causó gracia verla enrabietada como si en verdad fuera tu novia. ¿es tu ex… o no?
- Sí es mi ex. Pero te pasaste de graciosa. Cómo se te ocurre hacer eso?
- Estaba celosa ella, le viste la cara… la rabia le salía por cada poro jajajaja.
- Te pasas de tonta Fer. Y no eran celos. No sé que eran, pero celos imposible.
- Pero ya, cuéntame… te gustó el beso?
- Estás loca, cómo me preguntas eso ahorita.
- Aquella noche en Panamá… la pasé muy bien. Me gustas mucho y me gustaría que pudiéramos empezar algo. O es que aún sientes algo por ella?
- Está casada y terminamos hace siglos. Ella tiene su vida y yo la…
- La tuya? Tú te quedaste atrapada en un pasado incierto.
Fernanda tenía razón, debía continuar con mi vida así como Diana siguió con la suya. No me podía quedar toda una vida esperando a alguien que no quería estar conmigo. Era hora de aceptar que tuvimos una linda historia, pero que ya no había otro capítulo por escribir.
- Por lo menos dame la oportunidad de ganarme tu corazón. No pido mucho, sólo dame un poco de ti y te prometo que me iré ganando lo demás. Yo no te quiero ver como un acostón. Tengo un par de años en esta compañía y nació en mí algo por ti. Estoy enamorada de ti Estefanía, lo estoy y lo he estado en silencio. Temía acercarme a ti y que te asustarás, sólo quería encontrar el momento para acercarme y aquella noche en el hotel no pude contenerme. Yo sí quiero arriesgarme por ti como ella no lo hizo. Quiero amarte, por favor… a tu tiempo… cómo tú digas, sólo dame la oportunidad.
Escuché a Fer sin saber qué hacer. Cómo me hubiera gustado que esas palabras fueran de Diana. Cómo podía abrirme al amor de alguien más, cuando mi corazón ha tenido dueña desde la noche en que Diana se me acercó bajo a aquel manzano.
El bullicio de la gente fue regresando mis pensamientos poco a poco. La mesa servida, mi comida favorita recién colocada en la mesa, la bebida que tomaba con ese platillo específico… yo no había ordenado nada. Fue Fer… la miré con una sonrisa…
- Cómo sabes mi platillo favorito? – pregunté –
- De la misma forma en qué sé como entrelazas tus manos cuando estás nerviosa. Así como sé que tienes una rutina para tus comidas, los colores que no usas, tus estados de ánimo con tan sólo verte o escucharte, tus manías… tus sonrisas…
- Me analizas?
- No, sólo te observo… me es imposible no hacerlo, no quiero dejar de verte.
- Está bien, sin compromisos Fer. Tienes la oportunidad que me pides.
La oportunidad que Fernanda me pedía era también la oportunidad que yo buscaba en la persona equivocada. Este sería un nuevo inicio. Merecía dejar el pasado en ese lugar de nunca jamás.
Al llegar de nuevo al trabajo, entré con Fer a su oficina. Cerré la puerta y las persianas que daban al pasillo del edificio. Me acerqué a ella y la abracé, en ese momento sentirme así de cerca con ella me daba tranquilidad, paz. Puse mis labios muy cerca de los suyos, sentí su aliento entrando por mi boca, respiraba su aire en esos momentos. Rocé su boca con mi labio inferior, su respiración se agitaba lentamente. Sentí sus manos acariciar mi espalda, las movía tan despacio como si quisiera aprenderse cada parte de mi piel. Al fin la besé, la besé despojándome poco a poco de mis temores, de culpas. Me pegué a su cuerpo, nuestras lenguas se reconocían con la suavidad de las olas en marea baja. Me perdí en su aroma, en la suavidad de sus caricias, en el sabor de su boca.
Me separé despacio de ella para observarla. Sus ojos estaban cerrados y una tierna sonrisa se dibujó en ella. Me acerqué a su cuello para aspirar su aroma, besé su cuello, su oreja, la delineé con mi lengua. Juro que escuchaba su corazón palpitar. La recosté despacio en el escritorio y sin dejarle salida, fui desnudándola poco a poco… reposé mis labios en sus senos, mientras hacía a un lado su sostén mi lengua jugaba con cada parte que descubría de sus senos. Bajé por su abdomen, su cuerpo temblaba. Me aprisionaba con sus piernas. Quité su falda sin despegar mi mirada de sus ojos. Recorrí con la yema de mis dedos sus pezones, el contorno de sus senos, su cintura y sus caderas… chupé el hueso de ellas. Fer estaba disfrutando de todo lo que le hacía y la verdad es que yo disfrutaba de ella. Mis caricias ahora eran en sus piernas y muslos internos, acompañadas de besos cortos. Pasé mi lengua despacio desde su rodilla hasta su ingle. Con mis dientes bajé sus bragas. Jugueteé un poco en su monte de venus haciendo círculos con la punta de mi lengua. Descubrí su sexo muy despacio y posé mi boca en él. Encontré que estaba ya mojándose… yo también estaba ya húmeda al ver su excitación. Ella jadeaba, movía su cuerpo sensualmente dejándose llevar por el momento.
Mi boca se apoderó de ella, mi lengua subía y bajaba desde la entrada de su vagina hasta su clítoris inflamado de placer. Lo chupé, hice con él lo que quise. Su sabor me estaba enloqueciendo y conforme ella gemía, aceleré mi contacto estímulándola hasta que tuvo un orgasmo largo y exquisito. Subí a su boca para besarla y beberme de nuevo su aliento. Fer tenía toda mi atención, iba a darnos esa oportunidad…
Un día leí un pensamiento… “hay querer a quien nos quiere, a quien nos busca… a quien se arriesga”.