Las pelirrojas son diferentes (6)

Continuación de las aventuras de las chicas..

La lengua de la niña rubia aún conservaba el sabor del culito de Lucía

y, sin embargo, eso no podía ser cierto. Almudena acababa de comerse la polla de su novio, se la había mamado con muchísima pasión, nunca ella había succionado un pene de semejante manera, y se había tragado toda la leche con la que él la había obsequiado.

Todavía se sonrojaba al recordar el momento, Lucía oculta en el gran armario, ella al lado de Nacho controlando toda la acción, él extrañado, con una expresión cubierta de sorpresa, ella indicándole cómo había de colocarse, su rabotodavía flácido, sus manos femeninas muy trabajadoras, se evocaba a sí misma pajeándole, saber que su amiga la observaba la hacía sentir ardores internos, la polla creciendo… Almudena dispuesta a comérsela, tragándola entera, alimentándose de ella, chupando con ansia, chupando como una puta, chupando hasta conseguir el preciado oro líquido

Pero, ignoraba por qué, su boca no guardaba el sabor de aquel néctar amargo y grumoso, no, no… su boquita tímida almacenaba todavía la textura rara, dulzona?, que desprendía el orificio anal de su amiga.

Caía la noche en el dormitorio, Nacho se había marchado hacía un rato, el calor intenso se adueñaba de todo, las dos chicas permanecían tumbadas sobre la cama de Lucía. Desnudas, las dos. Pezones erizados, enhiestos, oscuros y llenos de arrogancia. Coñitos libres de prendas de ropa, depilado uno y con abundante y cuidado vello el otro, los dos excitados, bastante más el de la pelirroja. Rodillas hermosas, tobillos juveniles, vientres desafiantes y repletos de juventud. Hombros bonitos, tatuado uno con una rosa y absolutamente virgen el de Almudena. Rostros pícaros y miradas traviesas.

  • Te ha gustado?.- rompió el silencio la rubia.

  • Me ha encantado. Me corrí como nunca… Tenías que haberme visto, me resbalaban mis jugos por las piernas… fue una gozada

Almudena sonrió, le hacía gracia la forma en la que se expresaba su compañera de cuarto, siempre con gran desparpajo, sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre.

  • Por qué te gustó tanto?.

  • Tía, fue increíble. Tú allí, con tu carita avergonzada, nerviosa, tu novio flipando… no sabía qué estaba pasando, su polla erecta, tu boca atrapándola

La otra niña suspiró… Tal como lo relataba Lucía resultaba muy excitante.

  • Me encantó ver cómo empezabas a comérsela, despacio, como sin ganas…y después te empezaste a animar… te fuiste poniendo cachonda, yo te escuchaba jadear y me moría de gusto… me encantó ver cómo se te desfiguraba el rostro de tanta polla como querías tragar… fue perfecto, me puse a mil cuando él empezó a irse… y, cuando se corrió y te lo tragaste, me sentí como si me quemara fuego, ardiendo por dentro… fue una pasada!.

  • Vaya

La mano de la pelirroja se dedicaba a acariciar con lentitud los muslos de Almudena. Eran fuertes, también firmes, y a la chica le agradaba el contorno de las curvas de su amiga. Era una mujer rotunda, llena de redondeces apetecibles, una joven tremendamente deseable, a Lucía no le hubiera importado comérsela a bocados.

  • Dime, - inquirió la perversa pelirroja.- te gustó tragarte la leche?.

  • Nada. Eso puede gustarle a alguien?.

  • A mí me gusta. Te acostumbrarás. Es como yogur.

  • No, guapa. Es… diferente. No sé… me agradó la situación, llevar las riendas, tener el poder, me sentí poderosa cuando él se vaciaba en mí, pero el semen me resultó bastante asqueroso.

Lucía estalló en carcajadas, tan alegres como ella. Se reía complacida, con la boca bien abierta, permitiendo la visión de unos dientes muy blancos, una dentadura perfecta de la que ella siempre sacaba mucho partido. Disfrutaba mordiendo, degustando carne de sus compañeros de juego en su boquita retozona, escuchando los gemidos fuertes de las personas a las que mordisqueaba.

A Lucía el sexo la hacía enloquecer, le fascinaba experimentar, probarlo todo.

  • Ha sido genial. Otro día me dejas ver cómo te folla Nacho, vale?.

Almudena no dijo nada, consideraba que su amiga era insaciable.

La pelirroja le tocaba, en ese momento, el cuello. Dibujaba círculos chiquititos en su pálida tez, y, a veces, soplaba a Almudena en las orejas. A la rubia, sin saber por qué, la ponía aquella corriente de aire cálido. La niña estaba descubriendo muchísimas cosas que, hasta hacía muy poco, ignoraba absolutamente.

Lucía se había dedicado a vivir la vida, a bebérsela con tremenda intensidad, y, por esa razón, acumulaba un montón de experiencia sexual, no se detenía ante nada, lo que desconocía siempre estaba dispuesta a conocerlo.

  • Venga,- dijo, le disgustaba perder el tiempo, siempre se mantenía activa.- vamos a hacer algo. Ponte a cuatro patas.

La rubia obedeció, empezaba a acostumbrarse a las repentinas órdenes de su compañera de dormitorio. La postura la favorecía, estaba bonita así, con las enormes tetas colgando hacia el suelo, su melena cayéndose sobre los hombros, el culo en pompa, el gesto en actitud de sumisión total.

  • Repite esto.- propuso Lucía, siempre ocurrente.- Soy tu esclava y acepto todo lo que desees hacerme.

  • Soy tu esclava…- comenzó a murmurar la rubia, sudorosa ya.

  • No te oigo, habla más alto.- dijo la pelirroja, que ya le retorcía un pezón.

  • Soy tu esclava y

En ese momento Lucía lamió, con su pérfida lengua, una de las tetas de su amiga. La ensalivó, con lascivia

  • acepto todo lo que desees hacerme.

antes de proceder a comérsela. Almudena comenzó a jadear, quedamente, mientras su amiga succionaba su pecho, y tiraba de él hacia abajo, con sus calientes manos. El coño de Lucía se deshacía en zumos gelatinosos, y el de la rubia también se estaba humedeciendo. Olía a sexo, un aroma dulzón y salvaje.

La pelirroja dejó la teta, con gran pesar, y se levantó, después de indicar a la otra chica que no debía moverse. Recorrió toda la habitación, muy cachonda, sintiéndose una putita, y muy pronto halló lo que buscaba. Regresó a la cama.

  • Te has movido, te castigaré.

  • No me he movido, Lucía.

  • Sí, yo misma pude ver cómo se te resbalaba parte del pelo. Te castigaré, y dos veces, una por haberte movido y otra por replicarme.

  • Y en qué consisten esos castigos?.- preguntó Almudena.

Estaba muy divertida, ya le iba perdiendo el miedo a los juegos que proponía la otra joven.

  • Ah, has preguntado!. Eso implica otro castigo. El primero será este.

Lucía, guapa, arrogante, con un cuerpo esbelto que emanaba belleza y derrochaba sensualidad, procedió a nutrirse del culito de su amiga. Lo besó, lo lamió, deslizó la lengua por aquel sendero estrechísimo, lo abrió con un dedo y se empapó con la boca de su sabor.

Almudena gemía

La pelirroja llevaba en la mano lo que había ido a buscar: una fresa. La introdujo, despacio, en el coñito ya muy mojado de la niña rubia, y la penetró unos instantes con ella. Después, sacó la fruta de aquella gruta resbaladiza, y se la ofreció a su amiga, que tomó un bocado generoso. La mitad de la fresa la frotó contra el agujerito anal de Almudena, después se la comió. Las tetas de Almudena pendían hacia el suelo con voluptuosidad, Lucía se excitaba muchísimo al verlas así

deseaba de nuevo saborearlas. Propinó tres cachetes en las nalgas de la rubia, y la besó con furia en la espalda.

  • Qué, qué te ha parecido el primero de los castigos?.- preguntó.

  • Mmmmm… soportable. Creo que podré soportar también los demás.

Lucía sonrió. Las dos estaban húmedas, calientes como perras, ávidas de más travesuras.

La pelirroja se decidió por la vagina de Almudena, quería arrancarle jadeos de placer estimulándole el clítoris.

  • Mañana, - dijo mientras la acariciaba.- iremos a comprar los vibradores.