Las pelirrojas son diferentes (3)

Continúan las aventuras de Almudena y Lucía...

Las pelirrojas son diferentes (III)

Almudena, bajo la ducha, se sonrojó al pensar en lo que estaba a punto de hacer. Demasiados cambios para tan corto período de tiempo… ella era una chica sencilla, sin complicaciones, muy poco dada a los experimentos. Y, sin embargo, allí estaba, deseosa de materializar su idea.

Mientras se enjabonaba sus generosos pechos con la ayuda de la esponja, una esponja en forma de fresa, con la otra mano empezó a acariciarse las nalgas… Almudena se había masturbado en algunas ocasiones… siempre escondida debajo de las mantas… y siempre de forma exageradamente tradicional: breves toqueteos en su coñito ingenuo, caricias que no todas las veces le habían reportado un orgasmo. Nunca se había tocado el culo, es más, nunca, hasta la fecha, había pensado demasiado en él. Simplemente se trataba de su trasero, una parte de su cuerpo que ella desearía menos prominente, un trozo de carne al que no prestaba demasiada atención.

A Lucía, en cambio, parecían volverla loca los culitos

Su mano, con dedos gordezuelos con uñas pintadas de color morado, amasaron aquellos montículos, no estaba nada mal su culo… Almudena se quejaba con frecuencia de su tamaño, pero era un culito redondo, respingón, con unas formas muy apetecibles. Se movía con personalidad propia cuando su dueña caminaba, y a nadie dejaba indiferente. Era un trasero que sugería un mordisco, una palmada, que parecía pedir a gritos un buen pellizco, o un sabroso lametón.

Almudena suspiró, sus cabellos rubios se adhirieron todavía más a su rostro empapado, su piel se erizó, y, allá dentro, en esas intimidades que ella tan poco exploraba, algo empezó a vibrar

Los pezones, siempre grandes y oscuros, se endurecieron un poquito más

Entonces, sin dejar de tocarse aquellas nalgas tan rotundas, Almudena decidió ir un poco más lejos… tenía dieciocho años, empezaba a ser hora de romper con las normas y comenzar a vivir sin ataduras. Y lo hizo.

Se llevó el dedo índice a aquel agujero que había sido virgen hasta que, escasas horas antes, Lucía le había arrebatado tan inmaculada condición, y, sirviéndose del jabón que se deslizaba a través de su cuerpo desnudo, trató de introducirlo. Empujó… con suavidad… un poquito… No era difícil, Lucía se lo había metido la noche anterior… A ella, aunque al principio esa entrada le había causado una especie de dolor acompañado de vergüenza, después le había agradado. Justo era que lo reconociera, aquel dedito moviéndose dentro de su estrechísima gruta, aquel escalofrío excitante, aquel calor interno que le subía por los muslos… aquellas sensaciones le habían resultado placenteras

Si no hubiera estado tan inquieta por el tema de la limpieza íntima… la joven habría disfrutado del dedo de su amiga muchísimo más… pero la situación la había cogido por sorpresa, completamente desprevenida, y, aunque pensaba que lo más seguro era que estuviera absolutamente limpia, tratándose de esa zona no podía tener la certeza absoluta.

El dedo entró, y la chica hizo un poquito de fuerza para continuar encajándolo

El agua resbalaba por su piel, muy blanca, y el vapor y sus propias caricias anales la transportaban a un estado de semi-consciencia

Permaneció así unos tres minutos, gozando de su transgresión, sintiendo el avance de su dedo travieso en su tímido sendero rosa, sabedora de que su agujero del culito se iba agrandando poco a poco… ya no era aquel redondel casi impenetrable con el que Lucía había tenido que lidiar al principio de su tentativa

La niña, después, contempló su imagen en el espejo del cuarto de baño, que le devolvió una sonrisa pícara y un rostro juvenil ávido de emociones.

Caminó descalza, y desnuda, hasta el armario, y se dispuso a elegir ropa. Fuera, seguía lloviendo. El crujido de la puerta la sobresaltó, Lucía acababa de entrar

Mmmmm, qué apetecible tu cuerpo desnudo… lo mejor que me ha pasado en esta asquerosa mañana

No has ido a clase?.

No. O sea, intenté ir, pero llueve demasiado. Así que me he tomado un café con Borja y he regresado al dormitorio. De donde nunca debí haber salido… así habría podido disfrutarte mientras te duchabas

Almudena enrojeció. Su compañera de cuarto poseía la virtud de ponerla siempre

nerviosa, Lucía la hacía sentirse en tensión… aunque es cierto que era una tensión bastante grata.

Se despojó, la pelirroja, del abrigo blanco que traía. Le sentaba muy bien, y lo sabía perfectamente. Iba vestida con una falda negra, cortita y tableada, como las falditas de las colegialas, y con una camiseta blanca de escote en pico. Tal como solía hacer, no llevaba sujetador, sus tetas se mantenían erguidas sin necesidad de ninguna ayuda, apuntaban al cielo con la misma chulería de la que hacía gala la joven. Lucía adoraba ser pelirroja, la convertía en diferente, original, y a ella le encantaba destacar.

No te vistas.- dijo, al advertir que Almudena comenzaba a ponerse un tanga.

La chica se sobresaltó.

Por favor, no te vistas.- insistió Lucía, consciente de que su orden había sido demasiado brusca.

Almudena arrojó el tanguita, negro y con encajes, sobre la cama deshecha. A pesar

de haberse duchado hacía menos de un cuarto de hora, se notaba ya sudorosa. Aquella vibración que había empezado a intuir en su coñito, no depilado, crecía y se hacía más fuerte.

No es muy justo.- se quejó, mientras evitaba que su mirada tímida se cruzara con el gesto arrogante de su compañera.- Tú estás completamente vestida, incluso llevas botas… no estamos, pues, en igualdad de condiciones.

Ya. Tienes razón. Pero eso es justamente lo que me apetece. Verás cómo te gusta, el jueguecito de hoy

Almudena suspiró. Le temblaron las rodillas, y su vagina hizo algo similar a

comenzar a humedecerse. Sin embargo, también sentía un cierto temor… Lucía era muy arrogante, muy atrevida, muy experimentada. Para sus diecinueve años, exhibía la vida de una mujer de más de treinta.

Al fin puedo disfrutar de la agradable visión de tu cuerpo…- continuó la pelirroja.- Lo cierto es que, por una vez, me gusta la lluvia. Gracias a ella vamos a pasar un rato muy interesante.

Se sentó en el suelo mientras hablaba, sobre la alfombra, con las piernas

flexionadas. Su melena rojiza caía en cascada sobre sus hombros, y su rostro vicioso denotaba toda la excitación que la estaba embargando. Lucía se sentía caliente, todo su interior ardía, y fijó en su amiga su perversa mirada.

No me mires así, nena, me estás poniendo nerviosa.

Qué va, relájate. Quiero ver bien todo tu cuerpo… A ver, apártate el pelo de ahí, que me tapa los pezones

Almudena se apresuró a cumplir el mandato. Sus rizos rubios fueron

inmediatamente retirados hacia atrás… y sus pezones quedaron visibles. Oscuros, erectos, deliciosos.

Mmmmmm, te los comería ahora mismo… Retuércetelos.

Qué

Que te los retuerzas, que te los pellizques, que los aprietes con los dedos… alguna vez te lo habrá hecho ese tipo que tienes por novio, no?.

Almudena no supo qué responder. La verdad era que su novio distaba mucho de

ser el amante perfecto, pero aquella no era una ocasión propicia para los cotilleos… La joven, pues, decidió complacer a Lucía. Con el pulgar y el índice agarró uno de sus dos preciados tesoros, y comenzó a retorcerlo entre los dedos, sintiendo cómo la carne se tornaba más dura, y el montículo se hacía más grande y arrugadito

Mmmmm, qué gozada. Enséñame bien el coño.

La niña dio un paso al frente, sin saber muy bien qué hacer

  • No, así no. Me refiero a que abras las piernas… así… y ahora ayúdate de la otra

mano, no dejes de tocarte el pezón, para facilitarme la visión

Almudena así lo hizo. Notar su mano en su chochito palpitante logró que se

excitara. La humedad la invadía ya, de modo que estaba gustándole el juego… pero se sentía también muy nerviosa. Rozó los labios vaginales con sus dedos, la turbó la presencia del vello, y posibilitó que Lucía obtuviera una buena panorámica de su coño inocente y tierno.

Qué coño tan apetecible… Me pregunto a qué sabes tú

Joder… Lucía… dame un respiro

Vale, vale… hoy no te comeré el coño. Tranquila… pero mañana… quién sabe

Almudena jadeó. Su amiga era insaciable.

Oye, por qué no te depilas?

El coño?.

Claro.

No sé… nunca lo había pensado

Pues ya va siendo hora de que lo pienses. Mañana te ayudo a depilártelo.

Almudena estaba mojada. Cómo las cosas habían llegado a aquel punto era algo

que todavía no acababa de comprender… su cuerpo estaba sudoroso, enardecido, anhelante de nuevas propuestas. Ella, tan temerosa, que incluso había sentido cierto reparo al ponerse un piercing en el ombligo… ella, tan recatada que todavía no conseguía no enrojecer cuando le hacía una mamada a su novio… ella, allí, desnuda… delante de una chica… ofreciéndole una perfecta visión de un coño que pronto luciría libre de vello… Almudena no se lo podía creer. Qué tenía Lucía… que siempre lograba convencerla.

Ponte de rodillas.

Qué.

Almudena, estás segura de que oyes bien?, que te arrodilles.- repuso la pelirroja, que se levantó mientras lo decía.

Vale.- contestó la otra niña, cortada mientras adoptaba la postura requerida.

Muy pronto lució perfecta, arrodillada, con una actitud muy sumisa. Los pezones

de Lucía amenazaban con romperle la camiseta.

Sin previo aviso, la pelirroja le propinó a su compañera una pequeña patadita en el culo, con la punta de su bota granate. Almudena emitió un breve quejido, pero no dijo nada. Lucía sonrió.

Muy bien.- dijo.- Te has portado muy bien.

Si no he hecho nada

Y eso quería yo… que no hicieras nada, ni dijeras nada

Almudena notaba tanto calor que pensaba que iba a desmayarse

Te voy a comer el culo.

Qué

Lo dicho, tú no oyes bien. Que te voy a comer tu culito divino.

No, Lucía, eso no. No te pases

Por qué no?, te encantará, ya lo verás, lo hago muy bien

Porque no.

Dime por qué.

Me da vergüenza.

Lucía soltó una carcajada.

A estas alturas?. Que no pasa nada. Es por lo que decías ayer???.

Qué cosa

Esa tontería de que si estarías limpia… Ahora estás perfectamente limpia.

No sé

Que sí. Tú no te agobies. Relájate y disfruta. Mira, ponte así.

Con gran determinación la joven colocó a su amiga en la posición deseada. Lucía

hacía siempre todo lo que deseaba. Sus ojos verdes hervían de excitación… y la humedad de su tanga la estaba matando de gusto. Con Almudena a cuatro patas sobre la alfombra, Lucía tuvo que contenerse para no vaciarse en un orgasmo brutal. Se arrodilló ella, con toda la ropa puesta, y, muy despacio, acercó su lengua traviesa al rosado orificio anal de Almudena.

Disfruta.- le dijo.- Te voy a comer el culo tan bien que te vas a correr como nunca.

Almudena gimió.

La lengua de su amiga rozó su agujero. El gemido se hizo más largo. La boca de la

pelirroja se posó allí, en el tímido redondel, y le aplicó un sonoro beso. Después, procedió a deslizar la lengua por aquella geografía de su amiga que tanto le gustaba. No

pensaba saciarse, quería comer el culo de la niña hasta reventar de placer, siguió lamiendo… mientras fuera llovía, y Almudena se empezaba a deshacer en aguas turbulentas