Las pelirrojas son diferentes (2)

Continuación del primero de esta serie...

Era tarde ya cuando Lucía entró en el dormitorio. Casi las cinco de la madrugada… se le había pasado el tiempo muy deprisa. Siempre le ocurría lo mismo cuando salía por la noche, se trataba de una joven muy amiga de la fiesta, y con una vida social algo más que intensa. Procuró no hacer ruido al cerrar la puerta, Almudena dormía, y se quitó los zapatos al momento, para que el sonido de sus tacones no despertara a su compañera.

Lucía era guapa, y lo sabía perfectamente. Su melena pelirroja, larga, se deshacía en unos sinuosos rizos que caían en cascada sobre sus hombros, sus ojos verdes ofrecían miradas pícaras y sabrosas, y su rostro ovalado tenía una forma muy original, la hacía una chica diferente. Era madura para su edad, diecinueve años, y había experimentado ya bastantes cosas, le gustaba vivir y adoraba la aventura. Aquella noche vestía unos vaqueros ajustados, de un tono azul desvanecido, y una camiseta negra con mucho escote que permitía atisbar los encantos de sus sabrosos pechos.

Almudena se movió, en la cama, cambió de postura, y emitió un pequeño suspiro

Lucía la contempló

En la penumbra del cuarto, apenas se distinguían sus formas. Se había destapado, y el short corto que se ponía para dormir, dejaba al descubierto la totalidad de su pierna izquierda. Era una bonita pierna, no muy larga, con un muslo firme, bien torneado, una rodilla delicada, y un tobillo muy bien dibujado

Lucía deseó tocar a su amiga… de repente se había excitado al observarla así, dormida e indefensa… desde lo que había pasado por la tarde no podía dejar de fantasear con la rubita tímida, y sólo recordar sus grandes tetas le provocaba tremendas humedades en el coño…A Lucía le encantaban las tetas, muchas veces, en su casa, cogía las revistas que su hermano guardaba en su dormitorio y se masturbaba contemplando aquellos senos, la fascinaban los enhiestos pezones de las modelos que posaban para aquellas páginas, se imaginaba a ella misma mordiéndoselos, deslizándole la lengua por ellos

Almudena volvió a moverse, un movimiento apenas perceptible, y a su compañera la puso todavía más cachonda la curva que, con la nueva posición, adoptaba su brazo

Lucía se humedeció los labios… labios carnosos, ávidos de sexo

En algún lugar de la residencia estudiantil, un reloj se rompió en cinco lejanas campanadas

Se atusó, Lucía, sus rizados cabellos, esos cabellos pelirrojos que la hacían tan especial y tan atractiva. Se llevó el dedo índice de la mano derecha a la boca, su apetitosa boquita, y lo chupó con fruición, disfrutaba mucho chupando. Alex, uno de sus últimos rolletes, siempre le decía que le comía la polla como nadie… Se lo sacó de la boca, despacio, con glotonería, y lo posó con suavidad en el cuello de Almudena.

La joven no hizo nada, continuó durmiendo

El dedo inició un sinuoso recorrido a través de aquella carne prieta y fresca… la niña dormía, su respiración, rítmica, enardecía a la pelirroja, que ya notaba cómo se iban empapando sus partes íntimas… Almudena usaba una especie de camisita de tirante fino para dormir, Lucía dejó que su dedito aún ensalivado se perdiera bajo aquella fina tela, no tardó en alcanzar el pezón

El pezón se irguió, agradeciendo con ese gesto la inesperada caricia. Lucía apretó, pulsó hacia abajo… y se calentó muchísimo al notar en su propia piel el tejido rugoso de aquel montículo. Almudena suspiró, dijo algo inaudible, cambió la postura

Lucía siguió tocando el pezón, ya no con tanta timidez. Se estaba poniendo como una perra en celo… y optó por pasar a toqueteos más profundos. Apretó ese pedazo de arrugadita carne con dos de sus dedos, y lo retorció un poco. La respiración de su amiga se volvió más intensa. La pelirroja deseó lamer aquel pezoncito tan jugoso, tenerlo entero entre los labios, descubrirlo con la lengua y morderlo con suavidad… Mamar tetas era algo que siempre le había encantado.

Qué haces?.- Almudena empezaba a despertarse.

Nada. Sigue durmiendo.

Tía, qué es lo que estas haciendo?.

La voz de la rubia sonaba pastosa, todavía sentía sueño.

Nada. Te miraba… te miraba así como estabas, dormidita, y de repente me

entraron ganas de tocarte

Qué?.

Lucía sonrió. Su compañera de cuarto era muchísimo más ingenua que ella

  • Tranquila, sólo te he acariciado un poco el cuello. Y ahora te estaba tocando un

pezón. Por cierto… no parecía molestarte mucho… estás segura de que no estás mojada?.

Claro que no estoy mojada!.

Si la habitación no hubiera estado a oscuras, Lucía se hubiera dado cuenta del

rubor que cubría el rostro de su amiga, se trataba de una joven vergonzosa, una chica de provincias que aún no había gozado de una vida sexual muy abierta.

Estás segura?. Por qué no me dejas que lo compruebe?.

No.

Los cabellos rojizos de la muchacha se alborotaron cuando ella estalló en

carcajadas. La negativa de la rubia, lejos de desilusionarla, la animaba todavía más, a

la joven la entusiasmaban los retos.

Por qué no?. Te encantaría… te lo cuento??.. yo pasaría mis dedos por tu

coñito…investigando… a ver si estás húmeda, como yo pienso, o si permaneces seca, como tú afirmas, recorrería tus labios, tranquilamente… oye, vas depilada?.

Qué pregunta es esa?.

Una pregunta normal y corriente. Si quieres la contesto yo antes. Yo sí, voy

completamente depilada.

Ahí?.- Almudena parecía sorprendida.

Claro. A mí me gustan más los coños depiladitos. Para chuparlos es mucho

mejor, más rico. Pero, tú tranquila, si me encuentro pelos por ahí abajo también sé muy

bien qué hacer con ellos

Lucía!. No me puedo creer las cosas que dices… En serio te gusta chupar eso?.

Eso no, el coño, tienes que aprender a llamar a las cosas por su nombre.

Almudena, tía, a veces parece que acabas de salir de un convento de clausura. No es que me guste… es que me encanta… chuparlo y que me lo chupen… es delicioso… meter la lengua ahí, recorrer con ella todos esos pliegues, los coñitos desprenden un olor muy especial, nunca te has fijado?...

Lucía!!!. Cómo voy a fijarme en el olor de los coños?.

Fácil, nunca te has olido las braguitas?.

No.

Ya, suponía que no. Chica, no sabes lo que te estás perdiendo… Menos mal

que me tienes a mí a tu lado para instruirte.

Almudena se rió. Le caía bien su compañera, la veía una joven franca, sincera, y,

la verdad, le resultaba agradable tratar a una mujer tan abierta sexualmente, tan segura de sí misma… en el fondo sentía envidia sana de ella.

Tú acostumbras a olisquear tus braguitas?.- preguntó.

Yo acostumbro a hacer muchas cosas. Por cierto, suelo usar tanga.

Ah.

Mientras lo decía, la pelirroja se iba despojando del vaquero. Alta, con un cuerpo

curvilíneo, el pantalón le sentaba divinamente, se le ajustaba bastante a su redondito trasero.

Qué haces?- inquirió la otra chica.

Desvestirme.- repuso Lucía, y, actuando con gran rapidez, cogió una de las

manos, cálidas manos, de Almudena. – Toca, mira, toca aquí.

Lucía era consciente de que estaba actuando de mala fe, su amiga no se esperaba aquello y le había cogido la mano a traición. Pero… era excitante, la situación la divertía… Condujo aquella torpe manita hacia su coño… no llevaba ropa interior, pero Almudena aún no se había dado cuenta.

Toca aquí.- insistió.

Los dedos de la otra joven se encontraron, sin previo aviso, con la viscosa

humedad del chochito de la pelirroja, Lucía, desnuda, ofrecía una vagina mojada, palpitante, muy receptiva a cualquier contacto. Almudena palpó aquellos labios vaginales, absolutamente chorreantes, y sintió que aquellas aguas turbulentas le quemaban la mano. La retiró al punto, pero no pudo impedir que los néctares pegajosos de la concha de su amiga se adhirieran a su piel. Qué avergonzada se sentía!... jamás ella había tenido el más mínimo contacto con la zona íntima de una mujer.

Lucía, te has pasado.- jadeó, enfadada. Y, en el fondo, un poco excitada

Por qué?. En esta vida hay que probarlo todo

Almudena suspiró, le temblaban las piernas

Oye, habrás hecho pajas, no?.

Pues claro, chica. Ya te dije ayer que el hecho de que no tenga tanta

experiencia como tú no implica que no viva en el mundo.

Perdona, perdona… O sea, que has hecho pajitas. Me gustaría verte, haciendo

una… Y mamadas?, se la has mamado a algún tío?.

La rubia permaneció en silencio. En el dormitorio, oscuro, flotaba un turbio aroma

a pasión desatada, y se adivinaba la tensión reinante

  • Di… le has comido la polla a alguien o todavía no te has estrenado en ese punto?.

  • A mi novio. Se la he mamado a mi actual novio. Un poco

  • Un poco?. Y eso cómo se entiende?. Ah… quieres decir que no tragas?.

  • Pues eso.

  • Pues dilo, coño, qué mojigata eres.

Las dos estallaron en débiles carcajadas. La madrugada avanzaba… fuera lloviznaba… en el cuarto de al lado dormían, dormían?, otras dos chicas. Almudena empezaba a descubrir la oculta realidad de las residencias estudiantiles… no le disgustaba nada lo que estaba aprendiendo… Se notaba rara, excitada… con los pezones tiesos… la vagina algo húmeda… la piel erizada

Oye, ayer me prometiste una cosa.

Ya.

Y?.

Todavía es ayer, es de noche.

Pronto amanecerá.

Pero aún no ha amanecido.

Vale.- se rindió Lucía.- En eso tienes razón. Te propongo un trato.

Almudena suspiró… A saber qué se le había ocurrido a la mente calenturienta de

su amiguita

Dime, qué trato es ese?.

Uno divertido.

Dime. Me tienes intrigada

Eso es bueno… A ver… en vez de mostrarnos desnudas, la una a la otra,

seguimos así, como estamos, tú con toda tu ropita, yo sin los vaqueros, y la habitación

sin luz.

Hasta ahí vale.

Y nos tocamos el culo.

Tía

Venga, sólo un rato… Tampoco mucho, empezamos poco a poco

Vale.

Lucía sonrió, complacida. Le gustaba mucho el culito de Almudena, generoso,

con unas nalgas firmes, bien formadas, le agradaba su balanceo cuando caminaba, la ponía cachonda imaginar a su compañera de cuarto a cuatro patas en el suelo mientras ella le comía un orificio anal que intuía muy cerradito.

Genial.- dijo.- Empecemos.

Poco, eh?. Un minuto.

Un poco más.

No, un minuto. Y por fuera, o sea

Almudena ignoraba cómo explicar aquello

Sí, guapa, te entiendo, que no quieres que te meta el dedo, vamos.

Pues eso.

Vale.

Lucía introdujo su experta mano bajo las prendas de la otra joven, muy pronto se

topó con el ansiado tesoro. Allí estaba el culito de Almudena, rotundo, pronunciado, goloso. Qué ganas tenía la pelirroja de él, que hambre de aquellas carnes prietas, la joven no perdió el tiempo, manoseó con gula aquellas nalgas, las estrujó, se deleitó con su tacto carnoso… No entendía por qué la niña se quejaba con frecuencia de tener mucho trasero, a ella le parecía muy rico.

Mmmmm, qué buena estás, qué culito tienes

Almudena gimió. Tardó unos segundos en reaccionar, después se decidió a palpar

el culete de Lucía. Lo tenía duro, de formas firmes, de piel aterciopelada, redondo. La chica deslizó ambas manos por aquella geografía que, hasta la fecha, nunca había conocido.

Mmmmm… sigue, sigue… me gusta mucho cómo me estás tocando.

Permanecieron así por espacio de dos o tres minutos. Manos que apretaban, culitos

que se iban enrojeciendo, dedos que agarraban, nalguitas sobeteadas, calor, susurros nerviosos, sofocos en el dormitorio, excitación creciente

Qué bueno, Almudena, sigue

Lucía, traviesa, empezó a introducir, lentamente, con mucha dulzura, su dedo

anular en el estrechísimo agujerito anal de su amiga, su coño se deshizo en mareas y marismas al sentir ese redondel tan cerrado… Almudena se quejó… y Lucía continuó tratando de meter el dedito allí, las aguas de su vagina eran abundantes… y el culo de la joven se iba dejando profanar

Empezaba a hacerse de día