Las pelirrojas son diferentes (11)
Más... penúltimo capítulo...
Las pelirrojas son diferentes (XI).
algún reloj lejano anunció las cinco de la madrugada. Lucía y Almudena, exhaustas, sudorosas, cansadas, permanecían acostadas sobre la alfombra, completamente desnudas. La niña rubia retorcía entre sus dedos uno de los pezones de su amiga, que recibía la caricia gustoso, exhibiendo su máximo esplendor. La pelirroja, en cambio, deslizaba su mano izquierda por la suave curva del abdomen de Lucía, arriba y abajo.
Qué gozada, sentir tu piel
Mmmmm a mí me encanta notar tus pezoncitos
En los rostros de las dos chicas se apreciaba un evidente agotamiento
La piel de sus cuerpos brillaba, un brillo provocado por la mezcla de sudor y de crema; sus coñitos, jóvenes y juguetones, descansaban bien satisfechos tras un frenético combate sexual, sus bocas perversas se habían alimentado con los néctares de su pasión.
Las dos lucían guapas, guarras, sugerentes
Habían vivido una noche intensa ahora, tras un baño reparador, reposaban
La pelirroja se había tomado muy en serio su papel. Almudena era su puta, y como tal la había tratado. Lo primero que había hecho había sido gozar de su encantadora manera de quitarse la ropa. Lucía se había sentado en una butaca, sin ninguna prenda encima, con el chochito muy húmedo y el apetito sexual bien desatado. La rubia había empezado por la blusa Era blanca, entallada, cerrada con botones por la parte delantera Almudena los fue desabotonando muy despacio lentamente mientras con la lengua se rozaba sus carnosos labios Lucía gemía un poquito y su compañera procedió a ofrecerle la visión de su torso, tetas y abdomen, antes de deshacerse de la blusa. Su sujetador, en tonos marfil, muy lleno de encajes rizados, aumentó la excitación de la mujer de cabellos rojizos.
Almudena arrojó la blusa contra la almohada, y se acarició los hombros, el canalillo, la tierna piel que bordeaba su ombligo luego se bajó los tirantes del sostén sin prisas y se estrujó ella misma sus grandes pechos, como si de ubres se trataran. Le agradó el contacto, sus tetas apretadas dentro de sus manos, tan voluptuosas, tan plenas Lucía deseaba comerse aquellas frutas, saborear los duros pezones, morder las oscurísimas areolas pero no hizo nada permaneció quieta, observando a su amiga
Almudena se quitó el sujetador, lo desató por atrás y lo tiró al suelo. Lucía lo cogió y, fiel a su costumbre, lo olió, después viajó con su lengua a través de aquella prenda tan delicada. El coño de la pelirroja expulsó líquidos de aroma penetrante, zumos cálidos que fluían directamente de sus entrañas, jugos que eran la prueba irrefutable de su gran excitación. Almudena también estaba mojada, un reguerito de sus humedades vaginales resbalaba por su muslo con una despaciosidad pasmosa. Almudena jadeó.
- Cómo me pone ver cómo te mojas - susurró Lucía.
Mientras sus tetas se balanceaban, generosas, maduras, la niña movió su melena rubia, a la que la luz de la lámpara arrancó destellos de oro, y después se quitó los vaqueros. Dejó al descubierto una braguita de idéntico color al del sostén una braguita transparente que permitía la visión del escasísimo vello que ahora cubría su concha. Temblaba un poco, la chica, y Lucía se deleitó en la observación de sus rodillas, sus ingles, aquel triángulo mojadito que prometía muchas aventuras guarras
Ven, acércate. propuso la pelirroja.
Almudena caminó hacia ella, sumisa. Con la mirada baja y la expresión
complaciente. Era la puta de Lucía, su esclava, la mujer que estaba allí con el único fin de obedecerla.
Así, colócate así.
Con habilidad Lucía ajustó la postura de su compañera de cuarto. Delante de ella,
con las piernas abiertas, el coñito expuesto, bajo aquella braguita sugerente que rezumaba viscosidad. Almudena suspiró, y la pelirroja le agarró con fuerza sus potentes nalgas, mientras enterraba la cabeza en la zona íntima de la rubia. Así, con sus dedos aferrados al culo de Almudena, Lucía la besó. Por encima de la braguita. Besó su monte de Venus, sus labios vaginales, jugueteó con la lengua sobre la tela empapada de la prenda mientras la otra niña se llenaba de calores y se ponía muy cachonda por qué Lucía no apartaba la braguita pero no no lo hacía continuaba besándola del mismo modo que había empezado y Almudena empezaba a volverse loca y en algún momento supo que de esa forma todavía le gustaba más deseaba tanto sentir a Lucía sobre su cuerpo que la braga añadía aún más fuego a la quemazón
- Te gustaría que te desnudara, eh, putita?- la provocó la pelirroja.
Las dos se sentían perras, putas, zorras
Después, la pelirroja se ayudó de sus bellos dientes para ir deslizando aquella bonita prenda sobre las piernas de Lucía. Cuando ya hubo liberado a su amiga de la braguita, la tomó en las manos y la acercó al rostro de Almudena, que la olió con ganas, empezaba ya a acostumbrarse a los aromas, a disfrutar de ellos Aspiró aquel perfume, agridulce, y luego, en un alarde de atrevimiento que supo que fascinaría a Lucía, la rubia se comió todos aquellos jugos que su vagina había liberado. Los degustó despacio y se asombró al comprobar que sus secreciones íntimas tenían un sabor muy grato.
- Así, trágalo todo, verdad que está bueno?.
Lucía, que también estaba hambrienta, introdujo con dulzura un dedo en el culito de la niña, lo movió dibujando círculos en su interior, unos segundos, mientras la piel de Almudena se erizaba, y lo extrajo con rapidez, para llevárselo inmediatamente a la boca. Succionó el dedito, que portaba los amargos sabores anales de su compañera de dormitorio
Más tarde el juego cambió
Lucía deseaba algo más fuerte Para eso quería que Almudena fuera su puta Tras aquellos pocos días de castigo, cómo había gozado con su comportamiento!, ignorando a Almudena, despreciándola, sumiéndola en una continua duda la pelirroja sentía de nuevo ganas de desfogarse, de saciar sus ansias salvajes de sexo, de dar rienda suelta a sus más maliciosas fantasías
Mira, vamos a jugar con esto.- propuso.
Se trataba de uno de los vibradores que habían adquirido. Era muy elegante, de
color lila, con un diseño muy sofisticado. Grande, de un tamaño realmente considerable.
Vale.- Almudena estaba ya muy caliente, todo le apetecía
Sin previo aviso Lucía la arrojó sobre la cama. Sus ojos expulsaban pasión, y su mente ardía de deseo. Con el golpe brusco, Almudena se sobresaltó. Se quedó allí, tendida sobre las sábanas, sintiendo cómo la pelirroja le tiraba del pelo, aguardando, palpitante y deseosa, el desenlace de la travesura. Todo su cuerpo temblaba nervios desconfianza excitación
Eres una puta.- dijo Lucía.- Una putita muy guarra. Como a mí me gusta
Sólo se escuchaban sus palabras y su agitada respiración
Una zorrita. Estás cachonda, puta Así es cómo a mí me gusta
Los pezones de Almudena estaban erectos, grandes, redondos
Así es cómo me pone, verte ahí tumbada, dispuesta a darme placer, sin hablar No dices nada, zorrita?.
Nada dijo Almudena. Aquella tensa espera la hacía deshacerse en cascadas de
aguas tibias y pegajosas.
Tan rubia, tan perra Voy a follarte, me oyes, putita?. Voy a romperte el culito con esto, con este amiguito mío, tan mono te lo vas a tragar enterito
Almudena sintió algo semejante al temor. El vibrador era ciertamente grande, y su
orificio anal no estaba muy acostumbrado a aquellas invasiones. Su coñito seguía humedeciéndose ella continuaba cálida y cachonda.
Verás cómo te gusta, puta quiero ver cómo entra cómo te rasga oírte gritar como la perrita que eres quiero que te lo comas todo que te tragues el vibrador que te abra que se abra paso a través de tus estrecheces puta quiero eso, sí, sí, lo quiero ya, zorrita
La niña rubia tembló. Su cuerpo ardía de deseo. Varias sensaciones la
embargaban Tampoco le resultaban habituales los insultos, y los recibía con estupor Demasiadas novedades a las que empezaba a hacerse adicta.
Lo vas a disfrutar, putita y yo mucho más
Los pezones de Almudena chocaban contra la frialdad de la ropa de cama, erguidos y rizados. Su coñito casi totalmente depilado chorreaba, bajo él se había formado un charquito de néctares. La chica tenía la espalda arqueada, y su agujerito de atrás se preparaba, nervioso, para recibir la penetración de aquel juguete de proporciones gigantescas.
Lucía, desnuda y bella, se chupó uno de sus dedos, y con él aplicó caricias en el orificio oscuro de su amiga. Jadeaban las dos. Después, con sólo un minuto de dilación, la pelirroja se adueñó del asunto, y, como si de repente se hubiera transformado en un macho vigoroso, empujó con todas sus fuerzas para hacer entrar el vibrador en el cerrado culito de Almudena.
No era tarea fácil
La rubia gemía, cachonda y asustada
Lucía, bonita y guarra, se empeñaba en follarse a su amiga con su morado juguete
La habitación entera olía a sexo
El consolador entró, al fin, ayudado por los hábiles dedos de Lucía, en aquella gruta estrecha que tanto se resistía. Una vez lo hubo introducido, la pelirroja se lo clavó sin compasión, ajena por completo a las quejas y súplicas de su compañera, que lo quería más suave, con menos ímpetu Lucía ni la escuchaba, se dedicaba a penetrarla, su ágil mano movía el vibrador con un ritmo alocado que a la propia pelirroja le alteraba las pulsaciones, Almudena chillaba, sus nalgas contraídas estaban muy lindas, el aparato la follaba muy fuerte muy dentro una y otra vez entraba, una y otra vez salía, un toma y daca bestial, una penetración brutal
Almudena gemía y profería quejidos de dolor y sentía el culito ardiendo y se mojaba
Lucía disfrutaba, metía y sacaba el vibrador en aquel ano tan deseable, jadeaba, tenía todo el cuerpo recorrido por el sudor y el coño convertido en una marea bailarina
Muchos flujos sexuales danzando en el cuarto
Así, puta - gritó.
Y su grito rasgó el calor de la habitación.
- Así, zorrita, te gusta?... seguro que te encanta, putita que te lo clave hasta el fondo sentirlo allá dentro te gusta, putita?, dime que sí, dime que te encanta
Almudena emitió algún sonido, ininteligible
La penetración continuaba, brusca
Todo se detuvo cuando Lucía se corrió. Su entorno dio vueltas a su alrededor. Su coñito estalló en contracciones que la hicieron alcanzar un orgasmo intensísimo. Se vació en aguas revueltas y turbulentas. Sus pezones amenazaban con estallar, de tan tiesos como se le pusieron. Jadeó y jadeó, sintiéndose sucia, pegajosa, guarra y sudada Le había encantado aquella situación
Almudena no llegó a correrse, pero su amiga ni se preocupó de eso. Extrajo el consolador de su orificio trasero, y se sonrió al hallarlo manchado de sangre. La penetración había sido brutal
Mientras Almudena se quedaba, exhausta, sobre la cama, acariciándose con sus gordezuelos dedos su chochito excitado, notando cómo su culito se iba recuperando de las rasgaduras, Lucía, tremendamente satisfecha, lamió la sangre que había en el vibrador, y se dirigió con pasos decididos hacia la ducha
ahora un reloj anunciaba las cinco de la madrugada, y las dos jóvenes amigas, que habían estado conversando sobre su última travesura, se preparaban para dormir un rato. Se metieron las dos en la cama de Almudena, cálidas y seductoras, y se fundieron en un abrazo que consiguió despertarles de nuevo los sentidos
Fuera, todavía quedaban un rato de noche
Ellas, traviesas, decidieron comerse un chupa-chups. Lucía de fresa y Almudena de melón. Así, chupando, habían comenzado sus jueguecitos