Las palabras pueden más

Alan sabía que no era el más atractivo, ni el más dotado, ni el más carismático tampoco… pero sabía usar las palabras.

Con un miembro pequeño, una cara no muy agraciada, y una actitud de avaro, uno pensaría que sus relaciones sexuales eran escasas, pero no, todo lo contrario. El podía convencer a la mujer más exigente, más negada, más quisquillosa, solo sentándola en un algún lugar, describiendo una situación erótica para ellas. Si… Alan sabía como lograr que una mujer se humedeciera, gimiera y jadeara de placer, solo con decir unas palabras.

Su hermano Charlie, en cambio, era un mujeriego. Se acostaba con la primera mujer bien dotada que se cruzara en su camino, unos tragos y a la habitación. Al día siguiente, una aspirina y dinero para el taxi, seguido de una promesa de ‘te llamaré’ que no pensaba cumplir. Alan lo odiaba por eso, le gustaba sostener una relación con alguna mujer, y que su hermano pudiera conseguir a cualquier chica solo con un trago le volvía loco. Tanto que decidió mostrarle que había otras formas de tratar a una mujer.

Charlie había encontrado a la mujer perfecta. Alguien dedicada, increíblemente hermosa, inteligente, que no podía ser engañada fácilmente, y hace una semana que estaban saliendo. Alan había sentido las ganas de acostarse con ella en el momento en que había cruzado la puerta de su casa, y además sabía que su hermano le rompería su corazón tarde o temprano, por lo que decidió, una noche en la que Charlie salía a ‘pensar y reflexionar’ (iba a jugar pocker con sus amigos), que era tiempo de actuar. Ambos, el y Chelsea, se llevaban bastante bien, y estaban cenando tranquilamente cuando el inició la conversación.

-Dime, Chelsea, ¿aceptarías escuchar un relato en el que estoy trabajando?

Le sonrió inocentemente, a lo que ella aceptó sin dudarlo. Siempre le había parecido que Alan era un hombre muy dulce, un poco solitario, que todavía debía encontrar a la mujer indicada.

Al ver que aceptaba, recogió los platos y la sentó frente a el, obligándola a cerrar los ojos mientras comenzaba con su relato.

-Sabías que esa noche iba a ser especial. Tu novio había vuelto luego de un mes afuera, y tú habías estado esperándolo. Ya tu propio roce no era suficiente para ti.

En ese momento Chelsea amenazó con abrir sus ojos, por lo que Alan rió y le aseguró que no tenía nada que temer. Y agregó, que ya no eran niños, algo así no tendría porque incomodarla. Al ver que no decía nada más, prosiguió.

-Habías comprado un nuevo vestido, te ajustaba al cuerpo perfectamente, tus pechos resaltaban en todo su esplendor, y tus glúteos tonificados se veían deseables. Decidiste que, por ser una única ocasión, no te pondrías ropa interior abajo, y así saliste, solo con tu vestido y tu sujetador. El aire se sentía extraño, pero no incomodo, tú, con pudor, sostenías el vestido firme con ayuda de tus manos, evitando que se levantara. Al llegar al restaurante, te sentaste y miraste la carta, hasta que sentiste que la silla en frente tuyo se deslizaba. Sonreíste, pensando que sería tu novio para encontrarte con un completo extraño. Era atractivo, bronceado, y te sonreía mostrando parte de sus blancos y perfectos dientes. ‘Lo siento’ Dijiste, ‘Estoy esperando a alguien.’ Parece genuinamente apenado, por lo que le sonríes para asegurarle que no estas enfada con el, y al levantarse, mueve la servilleta provocando que un tenedor cayera. Se disculpa por su torpeza, agachándose para buscarlo.

En ese momento recuerdas que tienes tus piernas abiertas. Intentas cruzarlas pero una mano las detiene justo a tiempo, dejándolas abiertas. Te sonrojas, buscando a los lados a alguien que pudiera haber visto algo, pero el mantel es largo hasta el piso, y esta cubriendo desde tus caderas hacia abajo, por lo que el desconocido está completamente cubierto. Intentas con fuerza cerrar tus piernas pero esa mano era fuerte y te lo impide completamente. Te rindes y en ese momento, en el cual tus muslos se relajan, algo frió y metálico roza tu entrepierna levemente, ascendiendo luego por tu abdomen.

Chelsea, que había estado escuchando con atención, y levemente sonrojada, gimió casi imperceptiblemente al imaginar ese roce erótico con tal sensible parte. Alan sonrió. Ya la tenía atrapada, no podía escaparse. Prosiguió luego de servirse un trago con agua, todo para dejar que la imaginación de Chelsea volara.

-Luego de la primera impresión, y de que el desconocido se levantara, sentándose en esa silla vacía, intentas parecer enojada.

-¿¡Qué te ocurre!? ¿Piensas que puedes hacer eso con una mujer que no conoces? Puedo ser policía, maldito pervertido.

Lo habías susurrado para que el resto del lugar no se enterara, pero no había mucha gente, y todos parecían muy sumidos en sus asuntos. El extraño levanta el mango del tenedor, lamiéndolo sin despegar la mirada de tus ojos.

-¿No te ha gustado? Puedo apostar que si me agacho podré comprobar que estas húmeda’

Frunces el ceño. No lo admitirías ni aunque tu vida dependiera de ello.

-Claro que n-

No pudiste terminar. Un pequeño dedo del pie te vuelve a rozar, esta vez separando los labios de tu entrepierna mientras el desconocido sonríe.

-Oh si… te ha gustado, y quieres más…

Te quedas mirando hacia el con sorpresa. Sientes un ruido a tus espaldas que te hace voltear, agradecida de la pequeña distracción proporcionada por el camarero que acababa de tirar los platos al suelo. Al darte vuelta descubres que el extraño se ha ido. Suspiras aliviada, preguntándote quien era ese loco cuando sientes una lengua que lame tu entrepierna con hambre. Usas todas tus fuerzas para no jadear, mordiéndote la mano, levemente encorvada. Tu sonrojo es notorio, pero estas orgullosa por no haber gritado. El extraño se relame con gusto, susurrándote desde tu posición

-Estas húmeda, y sigues humedeciéndote más y más.

-Vuelve a lamerte con ansias, separando tus piernas y levantando el vestido para ayudarse. Cada lengüetazo es más profundo, más delicioso, más excitante, y mientras tu sentido de la moral y la ética se va extinguiendo, el se concentra en tu clítoris, al mismo tiempo que introduce un dedo dentro tuyo. Tu mano es devorada por tus dientes, no emites sonido alguno, aunque tus ojos brillan por el deseo, y lames la zona dolorida con tu lengua de manera sensual. El extraño sigue torturando tu clítoris mientras introduce un nuevo dedo dentro de ti previamente bañado en todos tus fluidos. Comienza un movimiento de tijera, tan profundo y tan rápido que sientes que podrías tener un orgasmo allí mismo. Pero el se detiene. Quita sus dedos y comienza a beber todos tus fluidos, introduciendo la lengua en tu entrepierna, explorando el lugar con ella, succionando con fuerzas. No recuerdas haber sentido tanto placer en tu vida.

Alan se detiene unos segundos, Chelsea parece hipnotizada, aforrándose al asiento con fuerza, un leve temblor se apreciaba en sus piernas. Alan apoyó sus manos, tibias y suaves gracias a las cremas que usaba y le habían costado ser catalogado de homosexual, en las piernas de Chelsea. Lo nota y no le importa, sigue con sus ojos cerrados. Alan se dedica a acariciar levemente sus muslos, por la cara externa e interna, levantando apenas un poco la tela, un gesto cariñoso e inocente en otra situación.

-Este extraño te esta enloqueciendo. Pero también te tortura. Se queda inmóvil, con dos de sus dedos dentro de ti y su lengua apoyada en tu clítoris hinchado por la excitación de la que eres presa. Ante tu sorpresa, gimoteas levemente, quejándote y provocando que este desconocido lance una risita devastadora. Su aliento recorre cada fibra sensible de ti, y te estremeces notoriamente. Una pareja de ancianos te observa con curiosidad, pero al ver como vas vestida asumen que tienes frío y vuelven a sus asuntos. Inoportunamente, acabas de descubrir que el miedo a que te descubran te excita todavía más, cosa que este hombre nota. Iba a hacer algo, estabas segura, pero en ese momento una mano se apoya sobre tu hombro. Te aterras, tu pulso se dispara, levantas la vista y de reojo miras el mantel, pero este te cubre completamente, no sabes si sentirte aliviada o aterrada cuando reconoces a tu novio allí.

Chelsea gime y murmura el nombre de Charlie. Alan sonríe complacido, la situación está dejando que la imaginación de Chelsea actúe. Aprovecha esto para comprobar su estado. Subiendo su mano con un roce y un jadeo por parte de la mujer que desea, llega hasta su entrepierna. Nota la tela interponiéndose, pero al tocarla nota la humedad que se desprende de ella. Esboza una sonrisa y esta solo se ensancha al ver que Chelsea no opone resistencia, cuando claramente lo siente.

-Exacto. Charlie. Te sonríe y ocupa la silla, cruzándose de piernas. Obviamente, no busca debajo de la mesa por un hombre que estuviera practicándole el sexo oral a su novia, y eso empeora las cosas. Como es usual, te comienza a hablar sobre su viaje, sus jefes, las mujeres que encontró, la música que oyó, todo sobre el. El mantel se desliza y aparece este hombre, rodando los ojos. A pesar de la situación, debes contener una risita, si, opinas lo mismo. Este extraño levanta una ceja, con sus labios te dice: ‘Es un idiota’, y vuelve a desaparecer.

-Pero dime, ¿Me extrañaste mucho?

Clava su mirada en ti y cuando vas a responder los dedos que habías olvidado que estaban dentro de ti, arremeten contra tus paredes internas, presionando los lugares exactos para hacerte gemir. Cierras tus ojos al ver que este hombre repite el gesto varias veces, haciendo peor el efecto con cada movimiento. Niegas con la cabeza, desesperada, indicándole que te siga contando sobre su viaje. No puedes abrir la boca por miedo a rogar por más.

Alan logra retirar la tela interponiéndose, y solo con acariciar su entrepierna puede ver que ten excitada se encuentra. Una leve punción en su miembro hace que baje la vista. ¿Cómo era el dicho? El tamaño no importa… muy cierto era eso. Con un movimiento que sabe puede costarle todo, introduce dos de sus dedos dentro de Chelsea, imitando con exactitud el movimiento que describía. Ella gime con fuerza, arqueando su espalda. Es Alan, el hombre por el que nunca se hubiera interesado ahora la estaba enloqueciendo. Su respiración se vuelve pesada, todavía oyendo con exactitud lo que Alan narraba. Este no detenía su movimiento de dedos, y aun así su voz se mantenía fluida y calmada.

-Tus caderas se mueven imperceptiblemente, su otra mano se dedica a atrapar a tu clítoris, y su dedo índice lo aprieta. Lo suelta al sentir tu jadeo y comienza a lamerlo, jugando con sus dientes y su lengua, empapando con su saliva tu zona más íntima.

No puedes soportarlo. Estas llegando al máximo que puedes soportar, comenzaste a arañar tu pierna y mordías su mano con demasiada fuerza, simulando estar prestando atención a Charlie. Pero no lo haces. Tu mente está en cada movimiento, en cada pedazo de carne que pasa por tu entrepierna, en cada succión que realiza, en cada dedo que golpea dentro de ti. No lo resistes. Muerdes tu mano haciéndola sangrar, no le prestas atención, solo te concentras en el, en el y en como con una última sacudida te hace llegar al orgasmo en medio de ese restaurante, en frente de tu novio que no sospecha nada, porque no nota tu sonrojo, el deseo clavado en tus ojos, las gotas de sangre que caen sobre tu boca, y en los pequeños sonidos que logran pasar tu restricción. El sudor cae por tu espalda, y al tranquilizarte ves como tu novio se detiene unos segundos. Se levanta y dirige hacia el baño, momento que este extraño aprovecha para volver a aparecer. Notas la humedad en su boca, pero a pesar de todo, no evitas pensar que realmente sabe lo que hace y que te ha dejado pidiendo por más.

-Tu novio es realmente un imbécil.

-Tu lo eres más. ¡Estas atacándome sexualmente!

-Oh por favor, te encanta. Y quieres más, puedo sentirlo.

Se acerca a tu libre entrepierna acariciándola, haciendo que desvíes tu mirada. (Al mismo tiempo, Alan retiraba sus dedos de la ahora empapaba entrepierna de Chelsea gracias al orgasmo que le habían provocado sus palabras combinadas con su imaginación volando, y pasaba a acariciarla). Tenía razón, pero nunca lo admitiría.

-Búscame en tu baño.

Con eso se retira de debajo de la mesa, en tal posición que si estaba excitado no se pudiera notar, dejándote allí. Se cruza con Charlie y lo saluda con un gesto amable de cabeza, y el le corresponde, sentándose nuevamente. Crees que barbulla un comentario sobre lo amable de los hombres, pero no lo escuchas con atención.

-Discúlpame un momento.

Tu deseo te controla y con un movimiento te levantas. Luego de notar que no había signos de lo ocurrido sobre la silla y de acomodarte el corto vestido, comienzas a caminar.

Alan toma la mano de Chelsea y la obliga a levantarse. La conduce como si caminara hacia el baño, y la suelta, dejándola parada en medio de la sala. El se gira para observar todo, la mesa, la pared, el sillón, y con una sonrisa pícara se acerca a ella desde atrás, abrazándola y acariciando su abdomen, susurrando en su oído. La fantasía se había vuelto realidad.

-Entonces estaba en lo correcto, si quieres más.

-S-s-s-si.

Alan desliza su mano hasta el pecho de Chelsea con completa libertad, jugando con sus erectos pezones, los mueve, y presiona, con delicadeza que la hace jadear. Muerde su cuello y acaricia cuanta piel libre encuentra. Chelsea no tarde en comenzar a jadear, apegándose al cuerpo de Alan. Siente que sus piernas le fallaran en cualquier momento, sobre todo cuando la mano de Alan se desliza a sus muslos, acariciándolos con mano experta. Juega con los labios vaginales, introduciendo la punta de uno de sus dedos. Se acerca nuevamente a su oído, susurrando.

-No te contengas. Nadie puede verte.

Chelsea obedece de inmediato. Jadea con fuerzas, y se estremece. Su mano se apega al cuello de Alan, gimiendo y rogando por más.

Ya no lo tolera. Retira su mano y la dirige a su pantalón, bajándolo junto con su ropa interior, y roza su miembro con su entrepierna, jadeando el mismo. La de vuelta y con un movimiento la apega a la pared. Se acerca a su rostro y la besa. La besa con una pasión indudable, sus lenguas se atraen y se juntan, dientes rozan a los labios y el deseo mutuo los impulsa. Al notar la falta de aire se separan y Alan es el primero en hablar. La obliga a mirarlo a los ojos, y ella ya no ve al hermano de su novio, ve a un hombre al cual todo su ser desea.

-Di mi nombre.

-Alan.

Sonríe y con un movimiento la penetra hasta lo más profundo de ella. Chillidos de placer se escapaban de su garganta y al sentir que Alan toma su cintura y comienza a embestir contra ella con una fuerza y una precisión asombrante, se transforman en profundos gemidos desgarradores, que actúan sobre Alan como un afrodisíaco. Cada embestida es más certera, más fuerte, cada gemido más enloquecedor, más demostrador del placer que siente, y siente su miembro palpitar, agradándose, cercano al momento de acabar. Con un último empujón, encuentra ese punto que hace explotar a Chelsea, teniendo un orgasmo simultaneo, lleno de placer y lujuria. Ninguno se preocupa por el hecho de que Alan acabe dentro, ni por nada en absoluto. Con un último beso, Alan se separa de Chelsea, y tras susurrarle unas palabras, se aleja y se va a dormir a su cuarto, satisfecho consigo mismo.

Al día siguiente Chelsea termina con Charlie y comienza a frecuentar la cama de Alan.