Las orgías de Lily (1)

La vida secreta de Lily es inagotable, lo mismo que la vida secreta de sus negocios. Johnny va a conocer el exquisito mundo de las orgías romanas puestas al día.

LAS ORGÍAS DE LILY I

Lily me había prometido invitarme a una de sus orgías. Aunque ahora no eran tan frecuentes como hacía algunos años, lo cierto es que en el gran mundo, entre políticos, artistas y gente de dinero, organizar una orgía de vez en cuando daba prestigio. Mi patrona se hizo imprescindible en este mundillo de las secretas orgías de la gente bien. Ella solía asistir a todas, le encantaba mirar y, si la ocasión se presentaba según sus deseos, participar.

Confieso que toda intimidad con otros hombres me da un poco de reparo, aunque sea solo verles desnudos a una prudente distancia. Pero la orgía es algo que aparece siempre en las fantasías sexuales de todo hombre. Ver cómo copulan los otros, ponerte cachondo y copular tú y luego cambiar de pareja y ver cómo es realmente la pareja del otro cuando tienes tu polla entre sus piernas, es algo que no se puede evitar. Puede que no se haga nunca a lo largo de la vida, pero seguro que alguna fantasía sobre orgías cae en el bote del sexo mental. Lo que podría haberme echado para atrás era el miedo a fallar estrepitosamente a la vista de todo el mundo. Pero era algo que en mi caso no solía ser frecuente y además Lily me prometió que habría potingues a disposición de todo aquel que los necesitara.

De esta manera no encontré obstáculo alguno en acompañarla y participar si me aceptaban. Acostumbraban a celebrarse en una amplia mansión que Lily tenía reservada para estas ocasiones, con muchas medidas de seguridad y perros de presa, bien aleccionados, corriendo por el jardín. Aunque si la orgía no era muy numerosa, algunos la organizaban en su propia mansión. Los invitados llegaban en sus cochazos y vestidos como para un cóctel o cena de lujo y eran atendidos por empleados de Lily, muy bien educados y discretos al máximo. No tardaban mucho en quedarse en pelota picada aunque era frecuente que se organizaran bailes de disfraces y todo el mundo llevara su máscara. Eso daba mucho más morbo y ponía más calientes a los participantes. Al principio se decidía si se haría de una u otra manera. Si existía confianza se realizaba a calzón quitado. Quiero decir sin máscaras. Así uno podía ver cómo su mujer se lo hacía con los demás y tu mujer te veía a ti hacértelo con alguna, no con muchas porque los hombres suelen tener menos aguante en estos casos. Cuando Lily aceptaba poner sus potingues a disposión la orgía llegaba a extremos verdaderamente delirantes. Podían verse mujeres empalmadas por delante y por detrás por dos hombres que debían turnarse en las penetraciones para que el ritmo fuera el adecuado. Y hombres montados por una mientras lamían el coñito de otra.

Todo esto lo sabía muy bien porque antes de la invitación Lily me había permitido ver varios videos. Si los personajes exigían discreción debido a sus cargos o categoría social se utilizaban las máscaras. Cada cual se desvestía en las habitaciones a ellos reservadas y se ponían la máscara. Si se conocían bien las pollas y coños de los otros era fácil descubrir quién se ocultaba tras cada máscara. Pero no resulta algo tan sencillo como creen, sobre todo si no hay defectos físicos evidentes, tales como una barriga inconfundible, lunares en partes pudendas muy visibles o cicatrices. Con cuerpos estandar es realmente complicado. Si no me creen organicen orgías con sus amigos e intenten descubrir qué rostro está tras cada pollita o coñito. Seguro que se equivocan y mucho.

Lily me explicó que en estos casos, cuando las orgías se celebraban en su mansión, era fácil descubrir quién es quien porque su sistema de cámaras ocultas era una verdadera maravilla. Tenía técnicos de lo mejorcito que luego montaban una cinta con lo mejor de las demás. Así podía verse a la máscara fulanito follar con la másca zutanita y a continuación, gracias al montaje, observar cómo se quitaban la máscara en sus respectivas habitaciones. Así uno podía decir muy satisfecho de su perspicacia. ¡Anda, si tengo diez aciertos de veinte!. Efectivamente fulanito se lo había hecho con zutanita y eso que el marido de zutanita estaba muy enemistado con fulanito. Cosas que pasan en las orgías donde las pollas y los coños se reconcilian al primer orgasmo.

Cuando se celebraban en las otras mansiones a veces no se grababa nada y a veces Lily se enteraba que los anfitriones se habían hecho instalar un buen sistema de cámaras ocultas. Claro que o bien los técnicos eran los mismos que Lily tenía a su servicio y que un "enterado" había puesto a disposición de los organizadores de la orgía o bien eran conocidos de los suyos, con lo que al final la astuta Lily se acababa haciendo con una copia de las grabaciones. Hubiera tenido para chantajear a medio mundo del quien es quien, pero mi patrona era muy precavida. Esto quedaba para su disfrute y en reserva por si algún día era necesario coger a alguien por la polla y amenazárle con cortársela o bien meterle un dedo en el coño de alguna y decir, cuidado, conejita, como te desmandes todo el mundo va a saber lo buena folladora que eres.

Para que las orgías tuvieran su encanto, se adornaban de muy diversas forams. Baile de disfraces, orgías romanas, napoleónicas, cuarteleras y alguna que otra de ritos iniciáticos. Algo así como la celebración del nuevo equinocio por una secta esotérica. Años más tarde vería algo parecido en la película de Kubrick, sí esa de la orgía con máscara. No todo el mundo vale para una orgía. Si tienes pareja es preciso que no te importe desprenderte de ella o si no quieres hacerlo, tener absoluta confianza en que los celos no terminarán de mandarlo todo a la mierda. Hay que ser desinhibido, aunque la máscara desinhibe mucho, y saber que una orgía entre gente bien no tiene por qué convertirse en una pocilga de cerdos tirándose cerdas a bocados. Es preciso guardar las buenas formas y decirle a fulanito, por ejemplo, ¿me permitiría usted follarme a su pareja?. Entonces él, que ha terminado, contesta, se la cedo, caballero. Y si tú eres un caballero le preguntas a la dama: ¿permite usted, bella dama, que ahora la monte yo?. Y ella contestará: ¡Uy!, ahora estoy muy cansada, pero si me acompaña podemos tomar una copa o un piscolabis, charlar un rato y luego me dejaré montar encantada.

Claro que esta forma irónica de describir el tema, típica de Johnny, puede darles una idea de lo que se traen entre las piernas en estas orgías, pero cuando les describa mi primera orgía se darán cuenta de que los seres humanos seguimos siendo humanos hasta en las orgías. Lo cierto es que no solo tuve que ver varios videos sino que Lily me aleccionó largo y tendido sobre el comportamiento en una orgía. Las normas de etiqueta, lo que se permite y no se permite, cuándo uno debe retirarse a tiempo ante otra competencia, etc. Y lo que a Lily, le parecía más importante, uno debe de conocer cómo es la polla o el coño de un compañero de orgía. Con ello quiero más bien decir su personalidad. Así tuve que darme una buena sesión de perfiles de la próxima orgía a la que iba asistir. Lily me los pasó en video y me dio recortes de prensa. Fulanita de tal, esposa del embajador o de..., todo el mundo parecía muy importante. Te enterabas de sus gustos, de sus debilidades, de cómo acostumbraban a montárselo en las orgías, etc. Nunca ha visto mejor celestina que Lily. Todo lo tenía perfectamente controlado.

En algunas orgías había invitados sorpresa. Por ejemplo, la reina del porno, fulanita de tal, aparecía enmascarada y nadie sabía quién era hasta que tras unas folladas antológicas todo el mundo se preguntaba quién era aquella leona. Entonces, al final de la orgía, se quitaba la máscara y los varones caían de culo y las mujeres se afilaban las uñas de envidia. Otras veces era un varón con un instrumento de aquí a Lima. Evidentemente llamaba la atención al pronto y todos imaginaban que se trataba de un superdotado del cine porno (ningún superdotado que no se dedique al porno anda por ahí como si tal cosa). Siempre se pueden apuntar famosos de uno u otro ramo. Normalmente son más receptivos a estas formas de entretenimiento que el resto de los mortales. Aunque imagino que nadie impide a un grupo de proletarios alquilar una casa en el campo y organizar un prodigio de orgía con sus respectivas parientas, sus primas, y algún que otro-a profesional, por si a última hora vienen los remordimientos y el dolor de los pecados. Resulta curioso que las clases desheredadas de esta sociedad tengan más vergüenza e inhibiciones que aquellos que lo tienen todo y se aburren olímpicamente.

La orgía moderna continúa siendo tan elitista como la antigüa. En la época romana eran los emperadores, los ricos, los nobles, los ciudadanos romanos, advenedizos con plata, quienes organizaban las más espantosas orgías, verdaderos encuentros infernales, donde cada cual vivía el sexo como le apetecía y luego miraba al prójimo, por si podía aprender algo, que nunca está de más. En estos tiempos, que intentan remedar la perversión de Sodoma y Gomorra, a lo más que se ha llegado es al amor libre, días de porro y rosas, de la época hippie, o al intercambio de parejas, que se pone de moda cuando se sale de una sociedad puritana e hipócrita, normalmente dictatorial, y luego se olvida porque al fin y al cabo para andar todos los días intercambiando parejas mejor se va por libre y uno se aprovecha de las parejas ajenas, que suelen estar más buenas que las nuestras, por definición. Los proletarios suelen ir por libre, el marido se va de fulanas, si le queda dinero, y la mujer le pone los cuernos con el butanero, en venganza por el libertinaje putero que tiene que aguantar casi todos los fines de semana. Los jóvenes proletarios se las ven y se las desean para echar un polvo de higos a peras. ¡Cómo para andar pensando en orgías!. Aunque menos de un uno por un millón confiesa haber participado en una orgía con un grupo de chicas y unos cuantos amiguetes, a quienes tocó la lotería del sexo en alguna tómbola.

Aquellos eran otros tiempos. No es como ahora que se pilla casi a cualquier famoso corriéndose una juerga sexual en un discreto hotel ( si se las corrieran en sus casas de campo sería más improbable que les descubrieran) o en la propia televisión se propicia el desmelene en las piscinas, yakuzis o cuartos mixtos a oscuras, donde se graban polvos míseros con cámaras infrarojas. Las orgías de Lily eran encuentros arriesgados y tan secretos como las reuniones del partido comunista, pongamos por caso. Ella se jugaba mucho, a pesar de sus "contactos", por lo que los invitados sufrían una selección exhaustiva y eran apercibidos de que cualquier desliz lingual fuera del acto estrictamente sexual, les llevaría a una paliza de muerte, cuando no a la muerte misma. De esto y de mucho más me puso en antecedentes Lily cuando me habló de que ya iba siendo hora de probar a qué sabe una orgía. Aparte la gran verdad: el number one de una profesión nunca pasa desapercibido y se le reclama hasta de los lugares más inhóspitos del planeta.

La próxima orgía de Lily se celebraría en su mansión campestre, en un agreste paraje montañoso, al que se llegaba con land-rovers por caminos de tierra y tras pasar severos controles de su guardia de corps vestidos de cazadores (lo mismo hubieran podido vestirse de lagarteranas porque el efecto de sus registros y controles resultaba igualmente ridículo). Pero antes de llegar allí recibí unas severas y prolongadas lecciones de etiqueta orgiástica. Lily en esto era muy estricta. Nada de llegar y ver cómo se lo monta uno. La orgía, para mi celestina, era una de las cumbres más inalcanzables de la historia del erotismo. Cualquier chuminada podía hacer que algo preparado con tanto mimo se fuera al traste. Una orgía es como una iniciación esotérica. Quien no esté preparado puede terminar mal, muy mal. ¿Estaba Johnny dispuesto para afrontar este reto?.

Continuará.