Las nuevas inquilinas
La nueva inquilina del piso de alquiler no empieza con buen pie su instalación en casa...
A finales de noviembre de este año las pijas universitarias (ver los relatos Piso de estudiantes I y II) que estaban alquiladas en el bloque donde vive mi novio dejaron el piso, pero recientemente ha sido alquilado a otras inquilinas. Y aquí me encuentro dedicándoles un relato…
Las dos nuevas protagonistas de esta serie de relatos son reales, por motivos obvios he cambiado sus nombres para preservar su anonimato.
Cuando se instalaron en su nueva casa vinieron a presentarse a mi suegra, que es la actual presidenta de la comunidad. Como dije antes esta vez iban a ser 2 nuevas inquilinas y no 3 como las súper pijas. Sus nombres son Eugenia de 26 y María Ríos de 25, Ambas trabajan en el corte inglés de Alicante, la primera en la clínica dental y la segunda en la agencia de viajes. Eugenia por un lado trabajaba mañana y tarde; María por su lado, dependiendo del turno entraba de mañanas o tardes.
En este relato nos vamos a Centrar en María Ríos, que será nuestra protagonista:
Es una chica a mi punto de vista atractiva, ni guapa ni fea, normalita, tiene unos ojos marrones preciosos y lleva gafas, pelo moreno rizado, blanquita de piel, de altura debe medir 1,70, cuerpo atlético, se nota que se machaca en el gimnasio, de pecho debe tener una 95 más o menos, y el culo es escultural, más de una vez subiendo las escaleras que he ido tras ella me han dado ganas de darle una palmadita en las nalgas…
Era un lunes por la mañana, nuestra protagonista ese día entraba al trabajo de tarde así que aprovechó para ir al gimnasio y hacer unas compras para la casa. De regreso a casa se dispuso a darse una ducha y una vez limpia y arreglada se fue a preparar un batido de proteínas, cuando de repente sonó el timbre.
Salió a abrir la puerta y allí se encontró con un chico joven, colombiano, de unos 20 años, muy alto y mazado. Que decía ser un repartido de Amazon y que traía un pedido a nombre de María Ríos. María se extrañó muchísimo, apenas llevaba allí instalada 15 días y no había cambiado la dirección de entrega de la aplicación, el repartidor desde luego iba vestido como un empleado de Amazon, pero a nuestra protagonista le llamo la atención un detalle de la caja, que también era idéntica a la de esa empresa, pero la carita sonriente estaba invertida y hacia una mueca de tristeza. Entonces le dijo al repartidor que aguardara un momento en la puerta que iba a llamar a sus padres para ver si ellos habían hecho algún pedido y lo habían derivado a la nueva dirección donde se encontraba ella.
Se dirigió a la concina donde tenía el móvil cargando y volvió sobre sus pasos encaminando el pasillo dirección a la puerta. Su sorpresa fue que la puerta estaba cerrada, y él se hallaba dentro del pasillo con la bragueta bajada y con media verga asomándole, este sonriendo le dijo a María mientras comenzó a caminar hacia a ella:-“Mamita aquí tengo otro paquete que quizás te guste más…”- Todo eso mientras empezaba a sobarse su miembro. María instintivamente le lanzó su móvil apuntando a su cara, pero el repartidor haciendo gala de unos reflejos de ninja de un manotazo desvió la trayectoria de impacto del móvil…
María con una cara de rabia increíble (Ella es una chica muy echada para adelante y no se deja amedrentar por nada ni nadie) comenzó a andar despacio de espaldas hacia el salón para tener más espacio para moverse y zafarse de ese tipo, el hizo lo mismo y comenzó a andar en busca de su presa, María entonces agarro un garrón de encima de la entradita y lo lanzó en dirección al supuesto repartidor, al que pillo desprevenido y le impacto en la cabeza haciendo el jarrón en mil pedazos. Aquel tipo ni se inmuto, siguió caminando como si de un robot se tratara, solo se pasó la mano por la frente para limpiarse la sangre que le goteaba por la frente. María en su huida no reparo en la mesita que había en medio del salón y tropezó cayendo al suelo y golpeándose con la cabeza en el quedando un poco aturdida. Aprovechando que su presa estaba en el suelo la agarró del pelo y la llevo a rastras a una de las habitaciones y haciendo gala de su fuerza la levanto del suelo, y la lanzó violentamente contra la cama.
Se colocó sobre ella sujetándola con un brazo, mientras que con la otra mano comenzó a arrancarle la camisa y sujetador dejando el escultural torso de María desnudo, al supuesto repartidor se le iluminaron los ojos al ver aquel pecho perfecto de pezones rosa y gordos. Luego como bien pudo le saco los pantalones y sin mucho cuidado le arranco el tanga y diciéndole:-“Toma zorra para que no grites”- Agarro el dicho tanga y se lo metió en la boca taponándola y para que encima no lo pudiera escupir lo fijo rodeando su boca con cinta adhesiva. Ahora que creía que tenía a María bajo control comenzó a chuparle los pezones, succionarlos y pellizcarlos, provocando en María fuertes pataleos e incluso se puso a lanzar puñetazos que fueron a parar a cara y cabeza del repartidor, que seguía sin inmutarse ante los golpes que le propinaba la joven. Cuando el repartidor había terminado de dejar los pezones de nuestra protagonista como las boquillas de los balones de nieva, entonces comenzó a abofetear el pecho de María hasta dejarlos rojos como tomates y en un momento ya comenzaba a asomar algún que otro moratón por sus tetas. María no dejaba de resoplar en su cara se dibujaba el vivo rostro de la ira y la impotencia.
Cuando el repartidor ya había terminado de castigar el pecho de María centro su atención en la entrepierna de ella, un chochito casi virginal, de labios gorditos y algo peludo.
La agarró de las piernas y llevo su cintura hasta el borde de la cama, cuando iba derechito a meter su cabeza entre las piernas de la joven, recibió un patadon por parte de María en toda la boca haciéndole saltar un par de dientes. El repartidor escupió los restos del diente y la sangre, y como si no hubiera pasado nada entonces, agarró de nuevo las piernas de María y comenzó a lamerle el clítoris, haciendo que nuestra protagonista se retorciera de asco, por muy bien que aquel exótico colombiano moviera la lengua, ella no sentía placer alguno, es más, comenzaba a sentir náuseas y la ira iba en aumento. Tras unos minutos de sexo oral y pellizcos en el clítoris, este se presentaba completamente inflamado y descapullado; ahora la atención había pasado del clítoris a la rajita, la que comenzó a lamer de arriba abajo y meterle hasta prácticamente los 5 dedos.
Cuando el repartidor se había cansado de estimular la vagina de María se puso en pie ante ella y por fin se bajó los pantalones, dejando ya ver por fin su enorme polla, que literalmente le llegaba hasta la rodilla y los huevos también por otro lado eran gordos y bastantes colgaderos…
La volvió a agarrar y la sentó junto al cabecero de la cama, Él se encaramo frente a ella y comenzó a golpearla con la polla en la cara. Cuando ya se había cansado de jueguecitos, le saco la cinta adhesiva y el tanga de la boca, Le dijo:-“Ahora es tu turno de darme placer, mamita”-.
María vio que era ocasión de intentar gritar pidiendo auxilio, pero cuando se quiso dar cuenta tenía la polla del repartido alojada prácticamente en la garganta, ella intentaba decir:-“Socorro que me ahogo”-, pero tenía la polla tan metida dentro que de sus labios solo salía un balbuceo.
Ese repartidor era un experto en follar bocas, llevaba un ritmo frenético, no daba tregua a nuestra joven protagonista que apenas podía respirar por la nariz… Una de esas embestidas fue tan brutal que hizo a María vomitar, de sus labios apretadamente y como un geiser salió un chorrazo de líquido marrón de lo que había sido el batido de proteínas que había bebido antes, ella comenzó a golpear las piernas y el abdomen del repartidor, estaba a punto de morir ahogada allí mismo. Entonces el repartidor sacó la polla de la boca de María y tras ella salió otro caño de pota marrón del batido con una espesa masa con trozos de magdalenas del desayuno, tal era la fuerza con lo que salió el vómito que varios pegotes fueron a parar a la polla y huevos del repartidor dejándola toda salpicada.
El repartidor consciente de que había estado a punto de matar a María dejo de lado la brutal follada de boca y volvió a amordazar a la joven con su tanga y la cinta adhesiva. Ahora llegaba el turno de follarla.
La tumbó boca arriba y le volvió a introducir en su estrecha vagina los 5 dedos, pero esta vez hasta la muñeca, haciendo que María volviera a patalear y lanzarle más golpes. Cuando el chocho de María ya estaba dilatado del todo, por fin llegó el turno de taladrarla con su enorme polla. Acerco la punta hasta la entrada de la vagina y poco a poco fue metiendo la polla, en apenas unos segundos el chochito de María ya albergaba más de la mitad de la polla del repartidor, que tras un golpe de cadera final, metió el resto de la polla hasta los huevos, esa enorme polla latina en dos estocadas había llegado hasta el útero, produciendo en nuestra protagonista un ardor y dolor infernal.
Los envites iban subiendo de ritmo por momentos, María creía que su vagina iba a reventar y aprovechando que el repartidor estaba concentrado en el mete y saca, agarró la lamparilla de la mesita de noche y de un golpe con todas sus fuerzas le reventó la lamparilla en la cabeza. Esta vez sí pareció que hizo mella en el repartidor que cayó redondo sobre la cama. María se levantó e intento salir corriendo hacia el salón en busca del móvil; pero una fuerte mano le había agarrado del tobillo y la hizo caer de bruces al suelo.
Como bien pudo el repartidor se levantó del suelo conmocionado y tal era la rabia que comenzó a dar patadas en el costado a María que permanecía en el suelo todavía, haciendo el ovillo como si eso la pudiera salvar. Creyó que ese iba a ser su final, pero el repartidor todavía le tenía guarda unas sorpresas no muy agradables para ella.
Cuando termino la terrible golpiza, agarró de nuevo a María de los pelos y la lanzó contra la pared, luego la volvió a agarrar y la llevo junto a la ventana, le subió una de las piernas y le introdujo otra vez la enorme polla en su maltrecho coño que no dejaba de palpitar del dolor.
María estaba aplastada literalmente contra la ventana, no podía mover la cabeza y las tetas estaban pegadas al cristal como si fueran ventosas, a la vista de todos los vecinos del bloque de enfrente. Pensó que eso le podría salvar y que si se percataba alguno de los vecinos podrían llamar a la policía al ver tal situación. Pero lo que ocurrió era todo lo contrario a lo que ella se esperaba…
Efectivamente del bloque se asomaron dos personas, pero eran dos chavales marroquíes que no tendrían más de 15 años, al verla a ella estampada contra el cristal y completamente desnuda comenzaron a reír mientras la señalaban, y tras eso sacaron sus móviles y empezaron a grabar tan surrealista escena. María comenzó a golpear el cristal e intentar hacer fuerza en un ademan de despegarse del cristal, cosa que hizo que los chavales de enfrente comenzaran a reírse más de ella. María no podía sentirse más frustrada…
Por fin para alivio de María la despegó de la venta y la lanzó contra la cama de nuevo, poniéndola a 4 patas. Sin mucha delicadeza escupió sobre el ano de la joven y comenzó a meter un dedo, luego dos y así hasta 4 dedos. María era virgen del culo y este dolor que sufría ahora era mil veces peor que el de los golpes que había recibido.
Cuando aquel monstruo sin compasión creyó que María tenía ya suficientemente dilatado el ano, agarró su polla e introdujo más de la mitad en la cavidad rectal de nuestra protagonista, que por un momento se había derrumbado y comenzado a llorar. Otro golpe de cadera y consiguió meter su enorme polla entera por el culo de María hasta que los huevos chocaron contra el coño. A María se le salieron los ojos literalmente de la órbita y comenzó a respirar y resoplar con fuerza, cuando la polla del repartidor del grosor de un tubo de PVC entro en el recto de María, ella sintió que se iba la vida, a cada centímetro que avanzaba en su interior iba provocando desgarros, literalmente la estaba abriendo en 2 por dentro. Si en ese momento le hubieran hecho una radiografía a María se vería la polla del repartidor encajada perfectamente en el intestino de nuestra protagonista.
Tras unos interminables minutos de follada anal sin compasión, el repartidor se corrió en lo más profundo del tubo intestinal de María, provocándole un ardor infernal en su interior, el momento de sacar la polla de su culo fue otro suplicio para ella, a punto estuvo de desmallarse allí mismo por momentos, hasta que por fin salió de ella por completo y provocándole un pequeño prolapso anal…
El repartidor se limpió los restos de sangre y semen de su polla en la cara de María que tenía la mirada perdida tras la violación y humillación a la que había sido sometida. Tras eso le dijo:-“Con permiso voy a ducharme mamita, tú no te muevas de ahí que todavía tengo cuerda para rato”-. Y dicho eso y tras haberla meado encima para humillarla más todavía se dirigió al cuarto de baño.
María sintió un rayo de esperanza cuando oyó abrirse la puerta de la calle ¡Era Eugenia! Que había llegado su turno de descanso y volvía a casa para comer.
La habitación de María era la primera al fondo del pasillo, así que tras abrir la puerta Eugenia se encontró tal horrorosa imagen de su mejor amiga. Fue corriendo hasta ella y lo primero que hizo fue tranquilizarla…
Tras quitarle la mordaza y preguntarle que le había pasado, María con cara de horror y en voz baja le dijo:-“Sigue aquí, está en el baño. Dijo que volvería por mi otra vez”-. Esas palabras bastaron para que la cara de Eugenia reflejara el odio personificado y le dijo a su amiga con toda la tranquilidad del mundo:-“Tranquila cariño, ahora mismo vuelvo, dices que ese hijo de puta sigue en el baño, ¿Verdad?-. María le asintió con la cabeza y le sonrió a Eugenia a lo que ella le respondió con otra sonrisa. María sabía muy bien lo que iba a hacer a continuación su amiga.
Eugenia fue a la cocina y agarró un mortero de madera que usaban para amasar las pizzas y por otro lado la sartén más grande que halló entre los utensilios de cocina. Ahora debidamente armada se dirigió al cuarto de baño donde se encontraba el repartidor que ignoraba la presencia de Eugenia.
Entró en el cuarto de baño y se encontró al repartidor todavía metido en el plato de ducha de espaldas, eso quería decir que no había advertido la presencia de Eugenia todavía.
Se acercó sigilosamente hasta él y le aserto un fuerte golpe en la parte trasera del cráneo con el mortero de madera, este golpe hizo que el repartidor trastabillase y cayera sobre el plato de ducha. Ahora Eugenia había soltado el mortero y sujetaba con fuerza la sartén con sus dos manos, cuando el repartidor fue a mirar hacia arriba, Eugenia le propino otro fuerte golpe de sartén pero esta vez directo a la cara, para luego seguir golpeando la base del cráneo; Un golpe tras otro, a cada vez como mayor fuerza y ferocidad. Era tal el odio y rabia que sentía tras ver a su mejor amiga con la que había crecido, estudiado y compartido cientos de momentos en aquel deplorable estado, que era incapaz de dejar de golpear a aquel malnacido…
FIN.