Las Novicias
Un grupo de seis novicias deben emprender un muy largo y peligroso viaje. Deben viajar protegidas.
Las Novicias
Autor: Ricardo Erecto
Personajes
Novicias: Mercedes, Soledad, Macarena, Angelina, Rosaura y Micaela
Herrero: Manolo
Madre Superiora: Tania
Director del hospital Rodríguez Ocaño
Capítulo I
Manolo Legarreta era un conocido herrero del pueblo. Tenía su vivienda y taller en las afueras de la urbanización, en un paraje solitario, camino a un convento que distaba unas 10 millas. Siempre había tenido muy buena relación con la Madre superiora que con frecuencia le encargaba algún trabajo para el convento.
Una mañana Manolo recibió la visita de una de las personas de limpieza del convento con un recado de la Madre Tania. Le pedía que la visitara al día siguiente a media mañana.
Cuando la Madre Tania necesitaba de sus servicios de herrero, generalmente usaba este método para comunicarse con él. Ella nunca salía de su Convento.
Así Manolo se presentó a la hora convenida y la Madre Superiora lo hizo pasar a su despacho, dio la orden que nadie la molestara y cerró la puerta con llave, cosa que extrañó al herrero.
-Le he pedido que viniera porque necesito un trabajo muy delicado y confidencial.-
-Madre, si se trata de hierros, forja y fragua, sabe que he hecho muchos trabajos de los cuales siempre ha quedado muy conforme. Dígame de qué se trata.-
-El mes que viene seis de las monjitas del convento deben viajar más de seiscientas millas para llegar a un hospital que las necesitan. No es necesario decirle lo peligroso que es el camino en estos carruajes que le tomará unos diez días de viaje. Me han dicho que los caminos están terribles.-
-¿Y qué tengo que ver yo con el viaje de las monjitas?-
-Temo que les pase lo peor. Sabe que los forajidos si ven unas monjitas, atacarán el carruaje y querrán bueno, abusar de ellas. Usted comprende -
-¿Y piensa meterlas en una jaula de hierro para que no sean digamos sorprendidas?-
-No Manolo. Pienso que deberían llevar esos adminículos que se ponen en ciertos lugares para protegerlos.-
-No me dirá que está pensando en ponerles cinturones de castidad.-
-Sí, a eso me refería, pero me altera escuchar esas palabras.-
-Está bien. Los llamaremos protectores íntimos, ¿le parece bien?-
-Sí, protectores íntimos. Eso es lo que quiero que lleven.-
-¿Y qué tengo que ver con los protectores íntimos de las monjitas?-
-Pues que deberá construirlos.-
-Pero nunca he hecho esos adminículos. Hay que tomar las medidas, la forma, etc que se adapta al cuerpo de cada una. ¿Cómo vamos a hacer?-
-Tendrá que tomar usted mismo las medidas de cada una y adaptarlas a su cuerpo. No veo otra solución.-
-Madre, me está pidiendo que cada monjita se quite la ropa para que yo tome las medidas y la forma que debe tener cada protector. ¿Es eso?-
-Sí. Usted ha demostrado ser un hombre serio y no creo que mis monjitas corran peligro alguno. Por supuesto deberá guardar el secreto de manera absoluta.-
-Eso lo puede descontar, pero medir esa parte de los cuerpos de las muchachas sin ropas me resulta difícil.-
-Las monjitas no estarán sin ropas. Solamente se deberán quitar lo que les cubra de la cintura para abajo. De la cintura para arriba no tienen por qué quitarse nada.-
-¿Cómo quiere que hagamos?-
-Usted es un hombre muy leído y sabrá dónde buscar modelos. Eso lo dejo en sus manos. Lo que sí quiero es que se hagan en bronce. El hierro se oxida y puede lastimarlas. Deben resultar protectores íntimos para llevarlos mucho tiempo sin que les cause molestias.-
-Le pasaré un presupuesto por ese trabajo.-
-No se moleste en presupuestar. Hágalo al costo que sea. Debo proteger a mis monjas a cualquier precio. Se imagina qué pasaría si ocurre una desgracia en el camino?. Nunca me lo perdonaría yo misma.-
Se despidieron y Manolo quedó pensativo. Tener que tomar las medidas de esos cuerpos desnudos no iba a resultar fácil. Él mismo tendría que usar una ropa apropiada para que no se notara la erección que tendría.
Pasó por el pueblo y se metió en la biblioteca. Corría el año 1820 y hacía unos años que la biblioteca no recibía libros nuevos, pero quizás encontraba algo. Con cierto disimulo revisó lo que había y al fin encontró algo. Unos cuántos esquemas de cinturones de castidad. Tomó lápiz y papel e hizo algunos diagramas.
Ya en su taller comenzó a forjar una plancha de bronce. Dos días después tenía un modelo para probar cómo se ajustaba y qué defectos tenía. Se dirigió al Convento.
-Madre, tengo un modelo que debería probar en una de ellas.-
-Le diré a la hermana Mercedes. Le he pedido que se quite el vello de allí para que le resulte más higiénico. Re recomiendo que haga los protectores bien adaptados y que no lastimen.-
-No se preocupe. Lo probaré con la hermana Mercedes y luego haré otros similares pero de medida adaptada.
Capítulo II
La hermana Mercedes se ubicó detrás del biombo y comenzó a quitarse la ropa. La larga falda, las enaguas y los calzones. Quedaba desnuda de la cintura para abajo. Se sonrojó pensando que del otro lado del biombo estaba Manolo un hombre de 32 años que tocaría parte que ni siquiera ella misma se animaba a hacerlo fuera de la hora del baño con jabón mediante. Con ambas manos cubrió la parte baja de su pubis y salió detrás del biombo.
-¿Como está hermana? La madre Superiora me ha encargado un trabajo difícil pero no puedo negarme. Acércate.-
Manolo tomó el aparato comenzó a colocárselo. Primero ajustó bien la cintura y luego debió bajar sus manos hasta la entrepierna. Inevitablemente tocó los labios exteriores. Estaban algo húmedos.
Las dimensiones no eran las correctas. Demasiado delgada en el medio y se le metía entre los labios vaginales. Había que ensancharlos.
-Mira te quitaré el protector y acuéstate en la mesa que debo medir el ancho para cubrir esa parte.-
Mercedes dejó hacer. Ya sin el cinturón se acostó en la mesa y separó ligeramente las piernas. La conchita, aunque estrecha se abrió como una flor. Manolo en lugar de usar una regla para tomar la medida, prefirió hacerlo con sus dedos. Apoyó tres dedos sobre la vulva. Mercedes casi se desmaya al sentir el contacto de los dedos masculinos sobre su tan cuidada concha.
-Tres dedos será la medida adecuada. Ahora ponte boca abajo para medir la parte de atrás. ¿Puedes separarte los cachetes?-
Mercedes tomó sus glúteos con ambas manos y los separó. Manolo vio los labios de la vulva que estaban muy húmedos y rezumaban los jugos internos. No había duda que Mercedes estaba muy caliente. Él mismo estaba con su verga dura como esas varillas de hierro que acostumbraba a manejar.
Tomó las medidas e hizo un gráfico. Luego le pidió que se diera vuelta nuevamente y pusiera las piernas ligeramente flexionadas y separadas. Nuevamente la flor de conchita depilada se mostraba húmeda. Tenía que probar nuevamente el protector sobre esa parte. Apenas apoyó la parte metálica, un temblor recorrió todo el cuerpo de la monja.
Era imposible ocultar el orgasmo que había tenido. Si tapó la cara con las manos y comenzó a sollozar.
-Hermana, Qué te pasa? ¿Por qué lloras?-
-¿No ha visto lo que me ha ocurrido? ¡Es terrible y para colmo delante de un desconocido!-
-Hermana Mercedes, desconocido no. La conozco desde hace cinco años cuando vino a este convento.-
-¡No puedo más!¡Déjeme sola!-
-No puedo dejarte sola así. Por otra parte debo terminar de tomar las medidas para hacer el protector.-
Manolo tomó dos o tres medidas más. Ahora habría que ajustar el aparato.
-Puedes vestirte. Esperaré aquí hasta que estés lista. No sería conveniente que me vaya y tú quedes así.-
Luego de vestirse y acomodarse la ropa ambos salieron de la habitación.
-¿Y Manolo?¿Cómo estuvo el protector?-
-Hay que hacer unos arreglos Madre Tania. Me voy al taller y volveré mañana. Sé que es muy duro para Mercedes pero no hay alternativa.-
-No se preocupe Manolo. Ella debe comprender que es para su bien, para protegerse de agresiones. Muchas veces se debe pagar un precio para evitar males mayores. Siempre lo comparo con un seguro. Se paga y se espera que no haga falta usarlo. El protector es lo mismo. Hay que someterse a su trabajo y se espera que no sea siquiera necesaria la precaución.-
Manolo se retiró y trabajó toda la tarde en el protector. Cada vez que recordaba la prueba, sus pantalones se abultaban.
Capítulo III
Al día siguiente volvió al Convento. Mercedes ya estaba en la sala y apenas entró Manolo se dirigió detrás del biombo para quitarse la ropa.
Una vez sacadas las prendas que ocultaban sus intimidades salió detrás del biombo y se acercó a Manolo. Éste comenzó a calzarle el protector e inevitablemente, tocaba las partes íntimas de Mercedes que se movía de manera inquieta.
-Cálmate, que debo ajustar el protector. Si te mueves tanto puedo lastimarte allí entre las piernas.-
-¿Cómo voy a calmarme? Este protector me roza partes sensibles, sus dedos recorren lugares nunca tocados por hombre alguno y ese bulto que veo en sus pantalones, ¿me puedo calmar?-
-Si no fuera un sacrilegio ya te habría penetrado, pero estoy preparando el protector para evitar eso. No lo hagas más difícil. Una vez que esté ajustado deberé intentar abrirlo y dejar el camino libre para adentrarse un tus profundidades. Si está bien hecho no se podrá.-
Manolo siguió manipulando el aparato y tocando aquí y allí. Mercedes no se demoró mucho en correrse nuevamente.-
-Esto es terrible. No me puedo controlar. Otra vez me he corrido. Deberé avisarle a la Madre Superiora.-
Manolo terminó el trabajo de ese día y se retiró. Mercedes corrió al despacho de la Madre Tania.
-Madre, me ha ocurrido una cosa espantosa. Mientras Manolo me probaba el protector, me he corrido.-
-Debemos ser indulgentes. Manolo es un buen cristiano y todo lo que hace es para protegerte a ti y las demás monjas que deben viajar. Entiendo que está mal correrse pero son circunstancias muy especiales. ¿Has visto si Manolo se excita?-
-¡Aayyy! Madre, me da vergüenza esa pregunta.-
-Simplemente te pregunto si has visto algún bulto sospechoso.-
-Más que sospechoso era certero. Creo que estaba muy excitado pero se comportó como un caballero.-
-No dudo que Manolo sea un caballero. Mejor así porque las pruebas deberán ser en cada una de ustedes. No comentes que te has corrido así no entrarán a la prueba con un preconcepto. ¿Te has quitado todo el vello de la zona.-
-Sí madre. Estoy bien depilada y eso también me avergüenza. Queda todo expuesto, sin ningún recato.-
-Diles a las otras monjas que se mantengan como tú en esa zona.-
Así finalizaba la conversación ese día.
Capítulo IV
Nuevamente al día siguiente Manolo llegó con el adminículo terminado. Faltaba la prueba final.
-Quítate los calzones y te lo colocas tú misma. Ajústalo bien, lo cierras y me das la llave. Luego yo intentaré introducirte un consolador. Si no lo logro, el trabajo está terminado.-
Sin darse cuenta Mercedes comenzó a sacarse la ropa sin ir detrás del biombo. Manolo miraba fijamente a Mercedes mientras se desnudaba. Nunca en su vida hubiera pensado asistir a semejante espectáculo. Una vez que se quitó el calzón tomó el protector y se lo colocó, ajuntándolo bien. Una abertura en la parte delantera le permitiría orinar sin dificultad mientras que el ano quedaba libre de evacuar las heces.
Manolo observó todos los detalles cuidando que no quedara parte que pudiera lastimar a Mercedes. Luego sacó de su bolso un fino consolador.
Pidió a Mercedes que se acostara sobre el escritorio y separara las piernas para verificar lo efectivo del instrumento que tenía colocado. Por más intentos que hizo la concha de Mercedes permanecía inviolable.
-Creo que esto ya está listo. Llamaremos a la Madre Superiora para que vea la bondad del equipo.-
-¿Ella también deberá verme así, medio desnuda y con esto sobre mi cuerpo?-
-Creo que es lo correcto. No olvides que es la Superiora.-
Poco después entraba la Madre Tania. Manolo hizo las mismas pruebas sin lograr que el consolador penetrara en la vagina de Mercedes.
-Como verá es muy efectivo. No podrán acceder de ninguna forma a su bueno, a eso.-
-Manolo, creo que se olvidó de algo. ¿Y el ano? Si la ven así, seguro que querrán sodomizarla. Hay que buscar un protector también para atrás.-
Mercedes abrió grande los ojos. ¿Era posible que los salteadores quisieran violarla por el culo? Seguramente era algo que salía de la imaginación de la Madre Superiora.
-Deberá poner algo en la entrada de atrás para protegerlo. ¿Se imagina mis monjitas sodomizadas? ¡No quiero ni imaginarlo!-
-Se puede poner una cadena que saliendo de la entrepierna se una a la cintura por atrás, pasando por la raya del Bueno sabe a qué me refiero.-
-Es una solución. Todo lo demás está bien. Prepare entonces para las otras también con la cadena por atrás.-
-Para preparar para las otras debo tomarles las medidas a las cinco restantes.-
-Se pondrán de inmediato a su disposición para que ajuste las medidas.-
Poca después una a una se quitaban las ropas necesarias para que Manolo tomara las medidas. No dejó de sorprenderlo el cuerpo de la Hermana Soledad. Blanco, de curvas perfectas y carnes firmes. Tomó las medidas con sumo cuidado. Como al descuido tocaba las partes más sensibles de la joven. Pensó que su verga iba a estallar.
Con todas las medidas necesarias se dirigió a su taller. Le resultaba difícil concentrarse en la tarea, luego de todo lo visto ese día y recordando el cuerpo de Soledad. Preparó todos los adminículos con el cuidado que lo caracterizaba, pero expresamente dejó algo más grande el de Soledad.
Al día siguiente debía dirigirse al Convento para la colocación final del cinturón de castidad (o como prefería la Superiora los protectores íntimos) a Mercedes y hacer las pruebas sobre las otras cinco.
Justamente Mercedes fue la primera en pasar a la sala. Rápidamente se quitó la ropa necesaria e invitó a Manolo a que le colocara el cinturón.
Con sumo cuidado pero haciendo todo lo posible por acariciar las partes pudendas de la joven le colocó el cinturón y paso la cadena entre los glúteos. Con el dedo pulgar intentó penetrar en el ano, resultándole imposible.
-Hermana, estarás bien protegida en el viaje. Esta pieza acrecienta más tu belleza y protege tu virtud. La llave la entregaré a la Superiora.
Mercedes se vistió ya con el protector colocado.
La siguiente monja que quitó sus ropas detrás del biombo y se adelantó hasta el lugar donde estaba Manolo con un protector en la mano.
-Señor, ¿no me lastimará ese aparato? Estará contra mis partes más delicadas.-
-Por supuesto que lo tenido en cuenta. Permíteme que palpe la piel para ver cuán sensible es.-
La novicia adelantó su pubis separando ligeramente sus piernas mientras Manolo pasaba sus dedos por la vulva.
-Es lo normal. Verás que no te trae problemas. Haremos una prueba para hacer los ajustes. Te ayudaré a colocártelo.-
Poco después el protector se ajustaba a la cintura y entrepierna de la joven. La cadena que protegía el ano era demasiado larga y no aseguraba no ser penetrada por allí.
-Está larga. Sería muy fácil metértela por allí.-
-Por favor señor Manolo. No le hable de esa manera a un joven virgen como yo. Me avergüenzo de escuchar esas palabras.-
-Bueno, acortaremos la cadena. ¿Cómo lo sientes sobre tu chochito?-
-Creo que bien. Solamente me lastima un poquito el borde.-
-Bien, puliré el borde para que no te moleste. Estás muy elegante con el protector colocado. Ahora sácatelo para que pueda ajustarlo en el taller.-
La siguiente en pasar fue Soledad. El mismo Manolo le ayudó a quitarse la ropa, en especial los calzones, aprovechado a tocarle distintas partes. También le ayudó a colocarse el protector, que, como Manolo sabía de antemano, no calzaba bien a su cuerpo.
-Acuéstate sobre las mesa, flexiona y separa las piernas que necesito saber dónde te molesta.-
No muy a gusto con el pedido, Soledad obedeció. Sabía que todo esto estaba avalado por la Madre Superiora y eso esa una garantía. Su concha se abrió como una flor aunque se la notaba seca.
Manolo calzó, sin colocar, la parte metálica sobre la vulva. Observó dónde molestaba y pasaba los dedos por las delicadas partes femeninas. Nuevamente su polla se puso dura.
-Levanta más las piernas para que pueda ver mejor dónde te molesta.-
Ahora la concha de Soledad comenzaba a humedecerse. Cerró los ojos y se dejó llevar.
-Tendré que hacer varias pruebas hasta que calce bien. Por ahora podré hacer sólo unos retoques. Puedes levantarte. Te ayudaré a vestirte.-
Ponerle los calzones a Soledad le demandó más de diez minutos. Los acomodaba una y otra vez tocando distintas partes de la entrepierna y el culo. Soledad dejaba hacer. Finalmente se vistió completamente.
Pasaron las otras tres monjas haciendo Manolo las anotaciones para corregir los aparatos. Una vez finalizada la tarea y antes de retirarse a su taller pasó por la oficina de la Madre Superiora para dejarle la llave de Mercedes.
-Justamente quería hablar con usted. Hemos tenido una reunión con otras congregaciones y por seguridad lo mejor es que acompañe a las monjas usted mismo. Conoce cómo son los aparatos por si hay algún problema y llevará las llaves si necesitan abrirlos por cualquier eventualidad.-
-Sé que será un sacrificio para usted tener que acompañar a las monjitas en tan penoso viaje, pero le pido encarecidamente que acepte. Tendrá una buena cantidad de metálico a su regreso.-
-Es una responsabilidad muy grande la que me encomienda.-
-Pida el dinero que quiera que estamos dispuestos a dárselo. Debemos cuidar a nuestras monjas.-
-Planteado así no puedo negarme. Aquí tengo la llave del protector de Mercedes para que usted la guarde.-
-Nooo. Mejor guárdela usted. Deberá llevarla en el viaje. Téngala que estará bien resguardada.-
-Otra cosa Madre, El protector de Soledad no ajusta bien por lo que tendré que venir más de una vez. Parece que no tomé bien las medidas o el cuerpo de Soledad es distinto.-
-Venga las veces que necesite, pero si le parece bien Soledad puede ir a su taller para que le ajuste allí el protector.-
-Eso me evitaría muchos viajes. Si Soledad viene temprano en la mañana, antes de caer la tarde estará listo.-
-Entonces no lo dude. Mañana en la mañana, bien temprano, estará Soledad en su taller. Como es muy tímida, le pediré al jardinero que la acompañe, pero que luego se vuelva al Convento y la deje sola con usted. Estoy segura que ella estaría intranquila sabiendo que hay otro hombre merodeando el taller.-
-Como usted indique Madre Tania.-
Capítulo V
En la mañana siguiente llegó Soledad acompañada por el jardinero del convento. Luego de los saludos, éste se retiró, prometiendo volver por la tarde a buscar a la monja.
-Espero que estés más tranquila y podamos adaptar el protector a tu cuerpo. Encenderé la fragua para tener todo listo. ¿Te quitas sola la ropa o quieres que te ayude?-
-Me la quitaré sola, pero no voy a estar semidesnuda en el taller. ¿Dónde puedo cambiarme?-
-Mira, mi casa no es lujosa. El dormitorio será un lugar resguardado. Desvístete allí que comenzaré con las pruebas.-
Soledad se dirigió l dormitorio y se quitó la ropa de la cintura para abajo. La casa era algo calurosa y la fragua calentaba las paredes. Luego de la primera prueba se quitó la camisa quedándose solamente cubierta con un sostén. Poco después regresó Manolo con el protector con alguna reforma.
-Veremos cómo te ajusta.-
Mientras hacía las pruebas rozaba una y otra vez el clítoris de la joven. La vagina se humedecía momento a momento. Con la excusa de ver dónde podía molestarle, acercó su cara al vientre de Soledad, quien en un rapto de inconciencia tomó la cabeza de Manolo y la apoyó con fuerza contra su vientre. Todo ocurrió muy rápido. Los labios de Manolo besaron primero el vientre y fue bajando hasta la vulva. Soledad pareció enloquecer pidiéndole que la penetrara, cosa que Manolo no demoró.
Para Manolo fue el mejor polvo en mucho tiempo y para Soledad era la pérdida de su virginidad, pero con mucho placer. Quedaron abrazados un rato. Soledad le pidió que la penetrara nuevamente.
-Deberás levantarme el aparato. Así no puede entrar.-
-¿Y qué debo hacer para que se ponga dura?-
-Chuparla.-
-¿Chuparla?-
-Sí, la chupas hasta que se ponga dura.-
La joven se agachó y se puso la verga en la boca, todavía chorreando de semen y jugos vaginales. Aunque sin experiencia previa lo hizo bien ya que poco después la verga de Manolo estaba en condiciones de penetrarla nuevamente.
Luego de jugar un rato con la glande sobre el clítoris, finalmente comenzó su camino dentro de la vagina. Poco después ambos se corrieron.
-Mira, lávate bien y veremos cómo ajusta ahora el protector. Después de todo es para evitar que te cojan.-
Esta última prueba resultó exitosa. El protector ajustaba perfectamente y no permitía la introducción de nada ni en la vagina ni en el culo. Aguardaron hasta que vino el jardinero a recoger a la monjita.
Al día siguiente Manolo volvió al Convento para probar los protectores en las cuatro monjas que faltaban, ya ajustados. La prueba final fue un éxito y al finalizar las seis monjas tenían colocados sus protectores íntimos y las seis llaves de los mismos quedaban al cuidado de Manolo.
Todo estaba dispuesto para emprender el viaje dos días más tarde. Las instrucciones dadas por la Madre Superiora eran precisas:
En los paradores donde se pasará la noche, el lugar reservado a las monjas deberá estar separado del resto de la comitiva.
El único que tiene autorización en entrar en la zona en el momento que sea es el señor Manuel Legarreta (Manolo). De ser necesario permanecerá en el mismo lugar en que descansan las monjas.
El señor Manuel Legarreta irá en el mismo carruaje que las monjas, no estando permitido que ninguna otra persona esté en el mismo.
Las monjas pedirán al señor Manuel Legarreta que les retire el protector íntimo sólo por alguna causa especial y durante un tiempo limitado.
Las instrucciones eran claras y todos se prepararon para el largo viaje.
El primer día todo transcurrió sin novedad alguna. Al llegar la noche llegaron a una posada que resultaría ideal para lo que necesitaban. Había ocho habitaciones completamente aisladas del resto y conectadas entre si por un pasillo. Se había acordado que Manolo retirara los protectores para que las mujeres pudieran higienizarse y luego los colocaría nuevamente. Debía revisar que no hubieran producido lesiones.
Así hizo Manolo pero cuando fue a colocar el protector a Macarena, ésta le pidió que fuese la última en colocárselo. El herrero no tuvo inconveniente y pasó por las distintas habitaciones, dejando para el final la colocación en el cuerpo de Macarena.
Cuando entró en la habitación se sorprendió de ver a la monja recostada en la cama cubierta por la sábana.
-Manolo, antes de colocarme el protector quisiera que me revise. Creo que ese protector necesita algo más.-
Macarena retiró la sábana apareciendo su cuerpo completamente desnudo.
-No era necesario que te hayas quitado toda la ropa. ¿Dónde te molesta?-
-Mire mi concha. ¿No nota algo especial?-
-Lo único que noto es que está muy húmeda y con ganas de recibir algo en su interior.-
-Exactamente es lo que pienso. Por favor proceda antes de colocarme el protector.-
-Nunca se me hubiera ocurrido estar en esta situación. No tenemos mucho tiempo, pero éste debe ser un secreto guardado para siempre.-
-Por supuesto. Ahora soy toda suya.-
Es innecesario decir que Manolo poco después estaba penetrando profundamente a Macarena que se corrió con un jadeo. Manolo permaneció largo rato acariciando tan acogedor cuerpo. Finalmente le colocó el protector ¿el protector?, lo cerró y se fue para su habitación. Sin embargo no pudo llegar.
Al pasar frente a la puerta de Mercedes, ésta le pidió que entrara. Manolo así lo hizo.
-Por favor quíteme esto. No puedo más.
-¿De qué no puedes más?-
-De las ganas de meterme algo en el agujero.-
-Yo te ayudaré, pero debes guardar el secreto. Te quitaré el protector y podrás sentir mi verga en tu conchita.¿Qué te parece?-
-Es lo que estaba esperando. ¡Cuánto se demoró con Macarena! Yo aguardaba a que pasara por aquí.-
-Lo que ocurre que Macarena estaba muy molesta con el protector y debí hacer un arreglo-mintió.
Rápidamente Mercedes se quitó toda la ropa vistiendo solamente el protector que poco después era retirado por Manolo. Sin mucho prolegómeno Manolo penetró en la vagina de Macarena. Luego le colocó nuevamente el famoso protector que estaba demostrando que protegía muy poco.
-Manolo, quiero hacerle una pregunta íntima. ¿Alguna vez penetró a una mujer por el culo?-
La sorpresa de Manolo fue mayúscula. La hermana Mercedes preguntándole si alguna vez había cogido por el culo.-
-Bueno verás alguna vez penetré a alguna chica por el culo, ¿Por qué me lo preguntas?-
-Porque quiero probarlo antes de llegar a destino. Prométame que la próxima vez va por atrás.-
-Haremos una cosa. Diremos que me has pedido que regrese a tu habitación en la mañana antes de continuar el viaje. Te la meto por atrás y luego seguimos de viaje. ¿Te parece bien?-
-Sí, creo que no dormiré en toda la noche esperando el amanecer y que esa puerta se abra para que me la des por atrás.-
-Hermana Mercedes, ¡que boquita!-
Ambos rieron y Manolo se dirigió a su habitación. Esto estaba resultando más divertido de lo que suponía. La primera noche de viaje y ya dos polvos. Como si esto fuera poco, le habían prometido una buena remuneración
Capítulo VI
Temprano en la mañana siguiente Manolo entró la en la habitación de Mercedes. Ésta ya estaba preparada y se quitó la camisa de dormir y luego que le retiró el protector aguardó las instrucciones para ser penetrada.
No tenía vaselina para facilitar la entrada pero sí crema para el cuerpo. Tomó el pote y untó el ano con la misma. Luego acomodó el cuerpo de la joven y ubicando la glande en la entrada comenzó a empujar con suavidad.
Indudablemente era un culo virgen y muy cerrado. No sería fácil la entrada pero con perseverancia lo conseguiría. Efectivamente unos quince minutos más tarde ya la tenía toda adentro mientras con una mano acariciaba los pezones y con la otra el clítoris.
A pesar del dolor que Mercedes sentía en el culo disfrutaba de esta nueva sensación. Esas caricias en los pezones y el clítoris la transportaban a lugares celestiales. Poco después sentía el chorro de leche caliente en sus tripas y ella misma se estremecía en una buena corrida.
En poco tiempo se higienizó y Manolo le colocó el protector. Poco después retomaban el camilo en el carruaje asignado.
Los tres M estaban sonrientes y felices. Manolo, Mercedes y Macarena estaban relajados y cada uno de ellos guardaba un secreto.
Ahora Manolo se había puesto una meta. Ya se había cogido a tres de las seis monjas. Quería cogerse a las otras tres. ¿Serían tan fáciles como estas tres? ¿Se darían las circunstancias como hasta ahora? Estas dificultaban no lograban disimular el brillo de sus ojos.
Por fin llegó la noche. Debía remover el protector de las tres para que se higienizaran y luego los volvería a colocar. Comenzó por Soledad.
-¿Cómo estás pasando el viaje?-
-Por ahora bien, pero creo que antes de llegar voy a extrañar el "ajuste" del protector que hizo en su casa. Quizás haya que rehacerlo.-
-Soledad, debemos ser cuidadosos. Estamos rodeados de las demás monjas y no hay que levantar siquiera la menor sospecha. Habrás visto que soy muy cuidadoso y ni siquiera te he dirigido una mirada cómplice. No creas que no me gusta volver a intimar contigo. Buscaremos la forma de hacerlo.-
-¿Entonces aceptarías volver a cogerme?-
-Claro que sí. Quisiera cogerte todas las noches -
-Bueno, ciérrame pronto el protector porque si no -
Manolo se retiró y pasó a las habitaciones siguientes abriendo los protectores, luego regresó para colocarlos en su lugar, dejando para último la tarea en Angelina.
Angelina era una joven con muy buen cuerpo. Las partes que él había podido apreciar eran firmes y rozagantes. No sabía nada de las tetas ya que siempre habían estado cubiertas y no las había podido palpar. Estaba decidido a investigar a fondo. La joven se tendió en la cama para que le colocara el protector.
-Nunca te han dicho que tienes un cuerpo delicioso. No lo tomes a mal por tu condición de monja, pero qué lindo culito que tienes.-
Angelina se sonrojó, pero sólo atinó a agradecer el cumplido. Después de todo era una mujer y recibir un elogio no le sentaba nada mal.
-Por lo que veo está acostumbrado a ver mujeres desnudas para poder comparar.-
-No diría acostumbrado pero he visto unas cuántas mujeres desnudas. Desde ya te digo que me gusta que estén sin pelitos allí abajo.-
-A mí me da un poco de vergüenza estar así afeitada, pero entiendo que con ese aparato, es mejor así.-
-¿Antes de meterte a monja, has tenido trato íntimo con hombres?-
-Ayy, qué pregunta. Bueno sí, no soy virgen.-
-¿Y no te gustaría recordar viejos tiempos?-
-¿Qué me está proponiendo?-
-Que me dejes ver tus tetitas para comprar con otras que he visto?-
-Creí que me estaba proponiendo coger. Si ya me ha visto la parte más íntima, la ha tocado varias veces, por qué no verme las tetas. A los hombres les gustan las tetas, Aquí las tiene.-
Manolo acercó sus manos para acariciarlas y ver lo firmes que eran. Pasó reiteradamente los dedos por los pezones de Angelina que de inmediato se agrandaron y se pusieron rígidos.
Luego bajó sus manos a la vulva y comenzó a acariciarla junto al clítoris. Angelina comenzó a jadear. Sin demorar más, se quitó los pantalones y ubicándose encima de ella comenzó a penetrarla. No medió ninguna palabra pero los suaves gemidos de Angelina lo decían todo. Poco después ambos cuerpos se estremecieron al correrse.
Manolo la besó apasionadamente. Luego de colocarle el protector ambos completaron su vestimenta.
-Manolo, no pensé que ocurriría esto. Por favor no se lo digas a nadie. Sabes que esto es muy grave para una monja.-
-Lo sé perfectamente, pero no tienes nada que temer. Te imaginas que seré más que discreto. Mi trabajo futuro depende de mi silencio. Te lo prometo.-
Así finalizaba el episodio de la cuarta concha penetrada por el herrero.
Algo más difícil fue la noche siguiente. Soledad y Mercedes querían ser penetradas por la noche, pero Manolo se había puesto como objetivo cogerse a Rosaura y Micaela, una cada noche. Encontró la excusa perfecta. La llave del protector de Rosaura se había deteriorado y había que hacer una nueva. Eso le demandaría tiempo y no podría atender los otros requerimientos. Soledad y Mercedes creyeron lo dicho pensando lo mal que la pasaría Manolo tratando de arreglar el problema en el protector de Rosaura en lugar de gozar de sus cuerpos.
El próximo objetivo sería Rosaura. Al regresar a la habitación para colocarle el protector, encontró a la joven que no había terminado de ducharse.
-Bueno Rosaura, te esperaré aquí para ver qué pasa con la llave.-
-Puedes entrar al baño mientras me ducho y me seco. Ya has visto bastante de mí-
-Rosaura: Rosa de Oro. Eso es lo que tienes tú. Una rosa de oro.-
-A qué te refieres.-
-A la rosa de oro que debo proteger con este aparato, pero ahora que los veo debería ponerte un protector para tus senos. Hermosas tetas.-
-Manolo no seas descarado. Mira las cosas que me dices.-
-Miro las cosas que tienes no las que digo. Te ayudaré a secarte.-
Manolo le quitó la toalla a Rosaura y comenzó a frotarla por distintas partes del cuerpo y, por supuesto, llegó a vulva, pero sin la toalla. Sus dedos acariciaron los labios exteriores y luego los interiores.
-Manolo, me estás calentando. Colócame pronto el protector.-
-No me digas que no te gusta estar calentita.-
-Me gusta estar abrigada, no caliente.-
-Déjate llevar, tienes una piel suave y perfumada.-
-¡Manolo!¡Que no me contengo!-
Manolo prendió su boca a un pezón y comenzó a lamerlo y chuparlo. La última barrera de Rosaura cayó. Se recostó en la cama y separó sus piernas. Los pasos siguientes no son necesarios describirlos. Era pasada la medianoche cuando Manolo salió de la habitación de Rosaura. La lave estaba reparada y el himen roto.
En la mañana siguiente y antes del desayuno cumplió con los deseos de Soledad y Mercedes. Luego emprendieron el viaje nuevamente. Solamente quedaba Micaela. La suerte había acompañado a Manolo ¿Lo abandonaría ahora? Esperaba que no.
Micaela era la menos amigable de todas. Por supuesto todas se habían vuelto mucho más amigables luego de que pasaran algunas cosas, pero Micaela parecía un plato difícil. Esa noche preparó una estrategia diferente.
Como era habitual ya, primero retiraba los protectores, las chicas se bañaban luego se les colocaba el protector nuevamente. Manolo dejó para el último a Micaela.
Cuando le quitó el protector le dijo.
-Hermana Micaela. Me parece que le pasa algo en su intimidad. No la veo bien.-
-¿Qué es lo que encuentra?-
-Está roja y me parece hinchada. ¿Me permite que mire en detalle?-
-Me asusta Manolo. Mire a ver se ve algo malo.-
Todo marchaba bien. Manolo le pidió que levantara y separara las piernas y con sus dedos separó los labios exteriores.
-Dígame hermana, ¿no siente como caliente su interior?-
-No, creo que no ¿Qué observa?-
-No sé, pero me permite que le ponga un dedo adentro.-
-Ayyy Manolo, no me asuste. Haga lo que tenga que hacer para dejarme tranquila.-
-Mire hermana. Yo no soy médico pero estas afecciones terminan mal. Según he leído tienen una sola forma de cura.-
-¿Qué debo hacer?-
-Lamentablemente alguna que usted hermana no puede.-
-Dígame que es. Soy una mujer grande ya.-
-No puedo, me avergüenzo decírselo a una monja.-
-¡Por favor!, dígalo de una vez.-
-Debería excitarse y correrse.-
-¿Cómo dice? ¿Qué debería tener relaciones para curarme? ¿Qué está insinuando?-
-Yo no insinúo nada. Que la vea un médico cuando lleguemos a destino si .usted llega.-
-Me asusta. ¿Cree que estoy tan mal?-
-Ya le dije. Yo no soy médico, solamente un herrero pero me parece que debe hacer algo.-
-Manolo, usted estaría dispuesto a a . a excitarme hasta correrme. Sería algo secreto entre nosotros dos.-
-Mire, puedo excitarte y logar que se corras sin penetración por la vagina.-
-A eso me refería. Una una mas turbación.-
-Mira, con una simple masturbación no alcanza. Podemos hacer lo siguiente. Te penetro por el culo y te acaricio la conchita hasta que te corras.- (Ahora la tuteaba)
-¿Me la quieres meter por el culo? ¿Eso es lo que me propones?-
-Efectivamente. Podemos probar si así te curas y mantienes tu virginidad.-
-Nunca se me hubiese ocurrido que me la metieran por el culo. ¿Alguien hace eso?-
-Yo, por ejemplo, en algunas ocasiones. Podemos probar que llegues al orgasmo sin visitar tu vagina.-
-Ayy, Manolo. Las cosas que estamos hablando. Esta conversación me pone un poco tensa.-
-Relájate. Creo, repito, no soy médico, que si así te curas, vale la prueba.-
-Tienes razón. Hazlo. Estoy dispuesta a ello.-
-Quítate toda la ropa e inclínate hacia delante.-
Micaela se desvistió y se colocó en la posición que Manolo le indicó. Éste le pasó crema en el ano y mientras le acariciaba los pezones y el clítoris comenzó a empujar. Sabía que debía hacerlo con mucho cuidado evitando el dolor de l dilatación. Caso contrario perdería toda esperanza de continuar gozando de ese cuerpo.
Lentamente fue introduciendo su verga en el culo de Micaela mientras masajeaba vigorosamente la concha y las tetas. Poco después estaba totalmente adentro y se atrevió a besar a la joven en el cuello, de la cual solamente escuchó un suspiro.
Comenzó el movimiento lentamente mientras su verga se ponía más y más dura. Micaela jadeaba y se acercaba al climax. Manolo apuró el ritmo y poco después descargaba la leche en el interior de la joven que se estremecía por la corrida que ella misma alcanzaba. Manolo la mantuvo abrazada durante unos minutos hasta que retiró su verga.
Ambos se dirigieron al baño para lavarse. Micaela estaba bastante avergonzada interiormente, pero su rostro denotaba el buen momento que había pasado.
-¿Cuando crees que debas revisarme para ver si he mejorado?-
-Mañana por la mañana levántate temprano que yo vendré a revisarte y tendremos tiempo si hay que repetir el tratamiento.-
Micaela lo miró con los ojos encendidos. Después de todo esta enfermedad no era del todo una cosa mala. Manolo procedió a colocarle el protector y ambos se acostaron en sus respectivas habitaciones
Capítulo VII
Sin duda la mañana siguiente sería decisiva. Si Manolo no lograba penetrar por la vagina a Micaela en esa oportunidad, sería muy difícil hacerlo en otra oportunidad. Muy temprano se dirigió a la habitación de la monja. Golpeó la puerta y entró.
Micaela todavía estaba en la cama. Manolo le indicó que se quedara acostada, se levantara el camisón y procedió a quitarle el protector. Abrió los labios de la vulva e introdujo una falange del dedo índice. Decidió jugar una carta fuerte.
-Hermana Micaela, esto no cede. Si usted me lo permite la penetraré por ese agujero para ver si definitivamente mejora.-
-¿Quiere poner su masculinidad en mi vagina? ¿No era que poniéndola por atrás era suficiente?-
-Debo reconocer que me equivoqué. Cuando me equivoco, asumo mi responsabilidad. Debo penetrarla por la vagina.
Micaela parte resignada y parte agradecida al destino aceptó ser cogida por Manolo. Se desnudó completamente, separó y levantó las piernas para recibir la verga que apuntaba directamente a su agujerito.
Con suavidad pero con firmeza Manolo se la clavó hasta el fondo y comenzó a moverse mientras besaba en la boca a Micaela, que de inmediato respondió abriendo su boca y entrelazando sus lenguas.
En menos tiempo que la noche anterior ambos se corrieron. Manolo se apuró a colocarle nuevamente el protector porque quería pasar por la habitación de Soledad y gozar en intimidad con ella. Luego colocó los protectores a las otras monjas y partieron.
Los días subsiguientes hasta llegar a destino final, Manolo tenía su polvo por la noche y por la mañana. Dos días después de haber sido penetrada Micaela le pidió a Manolo que la revisara para ver cómo estaba su vulva.
-Creo que está bien, pero si quieres un tratamiento de refuerzo, no tengo inconveniente en dártelo.-
-Te lo agradecería Manolo. Es por precaución. No quisiera tener problemas en mi vagina.-
Casi de inmediato Micaela se quitó la ropa, se acostó y separó sus piernas.
-Levanta las piernas un poco que así te penetraré más profundamente.-
La hermana Micaela así lo hizo, dejando su vulva abierta y húmeda en espera del falo que la penetrara. Ese también fue un polvazo inolvidable para la monja.
Se acercaba el final del viaje. Las seis habían sido cogidas por adelante, por atrás y sus bocas. Habían probado distintas posiciones y estaban satisfechas de los conocimientos adquiridos recientemente. Ese último tramo del viaje fue placentero para todos. Las monjas contentas de la situación y Manuel, por supuesto también.
Finalmente llegaron a su destino final, el hospital. Allí fueron recibidas las monjas por el Dr. Rodríguez Ocaño, Director del hospital.
-Les agradezco infinitamente que hayan venido. Necesitamos de la ayudas de las hermanas en nuestro hospital, pero hay un problema del cual las quiero advertir.-
-Ustedes saben que éste es un hospital de enfermos mentales y alguno de ellos pueden querer abusar de ustedes. Sé que esto suena ofensivo y agresivo para vuestros oídos pero deben saberlo.-
Soledad: -Creo que no habrá ningún problema. Dado que el viaje era muy peligroso, la Madre Superiora protegió nuestras partes íntimas con un aditamento construido especialmente y que ahora tenemos puesto.-
-¿Algo así como un cinturón de castidad?-
Soledad. -Me avergüenzo pronunciar esas palabras pero sí, un cinturón de castidad. Por ese motivo que nos ha acompañado el herrero que lo construyó para solucionar cualquier problema que pudiera surgir.-
-Entonces no hay ningún problema. Ustedes están bien protegidas de cualquier posible ataque.-
Soledad -El único problema es que si nosotras debemos usar estos aparatos, Manolo, el herrero también debería estar aquí para colocarlo, sacarlo y hacer el mantenimiento del equipo. Sería riesgoso permanecer con el protector sin sacarlo todos los días.-
-¿Manolo es quién les ayuda a quitarlo y ponerlo?-
Soledad Sí, él nos ha acompañado para estos menesteres por indicación de la Madre Superiora.-
-¿Es decir que él se encarga de todo? ¿Ustedes deben quitarse algunas prendas íntimas para que él trabaje?-
-Soledad Sí y por eso era el único que tenía acceso a nuestros dormitorios y cuando era factible en las posadas del camino estaba en el mismo sector y alejado del resto de las habitaciones. Así lo quiso la Madre Superiora.-
-En ese caso ese tal Manolo debería permanecer aquí con ustedes. ¿Es eso lo que proponen?.-
Síííííí, contestaron al unísono
-En ese caso deberé comunicarme con la Madre Superiora si nos permite que Manolo permanezca aquí y con el mismo Manolo si está dispuesto a semejante sacrificio. Dejar todo para atender a seis monjitas -
Mercedes Creo que es la única manera que podemos estar protegidas y sin enfermedades por tener el protector.-
-Bien, que tenga acceso al ala que ocuparán ustedes y duerma en otro lado. Allí tienen acceso solamente ustedes y creo que Manolo.-
Rosaura Disculpe doctor, pero creo que Manolo debería estar en una habitación dentro de la misma ala. No sería discreto que lo vean entrar y salir según deba atendernos.-
-Si ustedes no tienen inconveniente, yo tampoco. Es cierto que la Madre Superiora fue lo que sugirió mientras viajaban. Acomoden sus cosas y díganle a Manolo que se quedará unos días hasta que la Superiora nos confirme que se puede quedar.-
-Gracias doctor. Creo que así todas estaremos más protegidas y tranquilas por nuestra salud.-
Se retiraron a las habitaciones a acomodar sus valijas y le transmitieron la novedad a Manolo, quién les indicó que esa misma noche quería hablar con todas juntas. Quedaron en reunirse en una salita luego de la cena.
Las seis monjas estaban un tanto ansiosas. ¿Qué querría decirles Manolo? Cada una pensaba si no iba a revelar que había tenido relaciones con ella, desconociendo que cada una de ellas pensaba lo mismo.
Todos cenaron rápido y se retiraron a la salita.
-Quería hablar con todas ustedes para que queden las cosas en claro. Todo indica que deberé quedarme aquí para hacer la atención de los protectores de cada una de ustedes.-
-Les voy a revelar un secreto del cual cada una de ustedes es responsable. ¡Me he acostado con todas ustedes! Efectivamente ninguna de ustedes puede hacerse la inocente ya todas, insisto todas, han recibido mi verga en su interior-
-También debo decir que de una manera u otra todas la querían con más frecuencia, pero considerando que ustedes son seis y yo solamente para servirlas, no puedo satisfacer a todas, todos los días. Por eso vamos a implementar turnos. Pienso que puedo servir a una por la mañana y a otra por la noche y dejaremos una mañana libre para que no les toque a todas de noche o a todas de mañana y yo pueda recuperarme.-
-También, para que queden las cosas en claro, quiero decirles que a todas las he cogido tanto por la vagina como por el culo y se la han puesto en la boca para chuparla.
Las seis monjas quedaron mudas por la sorpresa. En definitivas todas habían estado cogiendo sin saber que las demás estaban haciendo lo mismo. Ahora las cosas quedaban a la luz y ninguna podría extorsionar a la otra.
-Este es un secreto que deberemos guardar. No sé cuánto tiempo permaneceré aquí. Yo tengo mi taller y mi trabajo de herrero. Supongo que me pagarán lo suficiente como para que se justifique este sacrificio.-
Para definir la secuencia de a quién cogeré en cada turno he confeccionado una lista.
Esta misma noche he elegido a Soledad, mañana por la mañana a Macarena, por la noche a Rosaura, a la mañana siguiente estaré con Mercedes, luego con Angelina y finalmente con Micaela. Luego un turno libre y comienzo nuevamente con Soledad. ¿Hay alguna objeción?-
Todas respondieron negativamente. Esa noche sería Soledad la agraciada pero luego cada una estaría entre las sábanas con Manolo.
Final
Unos dos meses después de la llegada del grupo al hospital Manolo había reconstruido una herrería. Durante el día hacía algunos trabajos de su especialidad que le reportaban algún dinero extra. Además debía hacer el mantenimiento de los protectores de las cinco monjas.
Tanto por las noches como por las mañanas estaba con las jóvenes clavándolas en alguno de sus agujeros. Reiteradamente el Director del hospital felicitó la buena predisposición de las monjas a las cuales veía siempre contentas y solícitas.
Manolo debía soportar alguna chanza respecto que debía cuidar las partes íntimas de esas mujeres pero que no podía hacer uso de sus intimidades. Manolo, celoso de su posición de herrero oficial de las monjitas, nunca respondió ni reveló la verdadera situación.
FIN