Las normas las marco yo
Quien de los dos marco las normas?...
Las normas las marco yo
Quería llevarme su casa, yo sentía recelo, pues en realidad no le conocía, no había hablado Nunca con él, nunca lo habíamos hecho como lo hacen dos amigos, solo intercambiamos palabras Frases y sonrisas, pero jamás habíamos tenido una conversación medianamente inteligente.
Me sentía atraída por él, pero no me decidía a compartir algo tan íntimo, tan apasionado, tan Lascivo
Nos encontramos en la calle, una tarde, lluviosa, fría, invernal, donde una casa, una cama seria
el mejor refugio para nosotros, pero eso solo seria un pensamiento por mi parte o por parte de él
durante un segundo.
Me invito a un café, nos dirigimos a una cafetería, donde la tranquilidad era absoluta, donde todo
se tomaba silencioso, sin apenas gente, sin bullicio.
Por primera vez estábamos manteniendo esa conversación que yo tanto ansiaba, me gustaba
oírle, me gustaba su sonrisa y cada vez que me miraba sentía un nerviosismo que no podía explicar.
Su boca era insinuante, atrevida, tremendamente sensual, cada palabra que decía me salpicaba mi sexo, sentia un placer un deseo una pasión
Así pasaron dos horas, parecieron segundos y sin darnos cuenta nos dispusimos a salir a la,
calle.
Me dijo que tenía su coche estacionado dos calles más abajo de la cafetería en la que habíamos
estado, se ofreció a llevarme, yo acepte y me subí a su coche, sin darme cuenta y tras una mirada
profunda llena de deseo, me llevo a su casa.
Su casa era pequeña, confortable, y su olor reinaba en el ambiente.
Sentí su mano sobre mi cara, sus labios se acercaba lentamente a los míos, un beso largo, sensual.
Su lengua jugaba con la mia, sentía como me iba invadiendo el deseo de poseerlo de tenerlo
De repente lo solté, lo mire a la cara y le dije: Las normas las marcare yo. El no dijo nada.
Despacio fui quitándole la ropa, su abrigo, su jersey, sus pantalones
Le dije que se echase en la cama, cogi mi larga bufanda y rodeándole las muñecas lo ate a la
cabecera de la cama. Me fui desprendiéndome de mi ropa, delante de sus ojos despacio, serenamente, hasta quedarme tan solo con el tanga negro que llevaba puesto.
Su respiración empezaba a ser agitada, y su mirada era caliente ardiente, deseosa, tremendamente
deseosa, me movía ante él despacio y con sensualidad, abrí mis piernas y me senté encima de su cuerpo tendido.
Me acerque a su oreja, y con la punta de mi lengua, le toque el ovalo de la oreja, empecé a bajar suavemente por su cuello, lamiéndole sin parar, hasta llegar a sus pezones,
le gustaba sentía su ardor seguí bajando, despacito, sin prisa... hasta llegar a su miembro
Su miembro, su punta deliciosa sin pararme lamía, me encantaba chuparlo y su erección era salvaje, dura . Tremendamente dura, eso me daría y le daría mucho placer.
Así estuve el tiempo se había detenido.
Podía oírle unos leves gemidos, pero estaba demasiado caliente, empezaba a perder el control,
solo quería que me penetrara sin parar y sentir hasta el infinito.
Después de chuparle la verga hasta la saciedad, me senté encima de él, apartando mí tanga introduje su miembro dentro de mi cabalgue hasta que no pude mas.
Se desato y sus manos cogieron mis pechos, yo comenzaba a gemir sin tregua, sin descanso,
y el placer era inmenso, sentía como se acercaba el orgasmo como me corría sin cesar,
como su miembro duro, me llenaba me excitaba hasta el infinito.
Con fuerza me agarro por las caderas me levanto y me salí de él, me dio la vuelta y cuando me di cuenta se había puesto detrás de mi, sujetándome las caderas me penetro por detrás, se movía lentamente al principio, fuertemente después sentí como llegaba al fin el orgasmo
fuerte, salvaje me corrí hasta la saciedad grite y un segundo después sentía su semen
recorriendo todo mi sexo, caliente muy caliente.
Tras estar abrazados mirándonos frente a frente, nos fumamos un cigarrillo.
Sigo recordando esa tarde lluviosa.
Jamás volvimos a tomar una café caliente, no hubo otra conversación larga entre nosotros.
Pero fue una tarde inolvidable para ambos donde las normas las marcamos los dos.