Las Noches de Perséfone...7

ULTIMO..... y FINAL

Empecé a revisarla despacio, quería saber si estaba herida… tenia los nudillos lastimados, seña de que la pelea siguió un tiempo, pero al parecer la sangre no era suya.

-¿que me buscas?- dijo con los ojos cerrados.

-¿estás herida?- me limite a preguntar.

-No… ¿y tu?- dijo mientras abría los ojos despacio

-No… raspada pero nada mas- me limite a decir.

Me abrazo despacio haciéndome volver a quedar acostada en la cama a su lado, se acurruco conmigo –lo lamento- me susurro al oído –jamás dejare que te pase nada malo-  yo me limite a abrazarla, saberla bien, ahí a mi lado, me daba calma. Pero no podía olvidar lo sucedido, no podía olvidarme de Ximena, de como Perséfone se había llenado de ira, de como se le había echado encima como una fiera atacando a una presa y mas aun, como me había alejado de su lado en ese momento… ¿que tanto habría sido capaz de hacer?...¿la había matado?...

Pensaba y pensaba una y otra vez mientras estaba ahí acariciando su cabello obscuro entre mis dedos, ensortijándolo, absorta en mis propias ideas…

-No la mate- dijo de golpe rompiendo el silencio que reinaba en la cama, lo cual me dio un alivio que  jamás había pensado que sentiría. –No la mate porque te vi como me miraste... y no quiero lastimarte…entiéndeme – dijo mientras se rodaba  y se subía a mi cuerpo mirándome a los ojos, muy fijo –jamás voy a hacerte daño… jamás- después se dejo caer sobre mi.

-Bájate…que pesas y me duele el pecho- le dije despacio

  • no me quiero bajar – se limito a decir.

  • y eso que acabas de decir ¿de no lastimarme?, ¿ya no vale?- dije mientras trataba de empujarla por los hombros para que se bajara de mi pecho que todavía me dolía el contacto por las heridas que me había hecho Ximena.

-ashhh… era en sentido figurado….- dijo mientras se rodaba de nuevo para bajarse de mi cuerpo –¿ya viste a los enanos de Tomas?- me pregunto para cambiar el tema.

-si, Leo es súper lindo – dije mientras sonreía.

-a mi no me quiere – dijo entre risas

-seguro lo molestas y por eso no te quiere – me limite a decir, no entendía como un niño tan lindo podría tener aversión por ella.

Se quedo quieta ahí, a mi lado, me hablo un poco de Anika, claro que tenía otra versión, en su historia, Anika era una trepadora social, que andaba con Tomas por su dinero. En ese lugar todos tenían dos versiones de todo.

Pasamos un rato ahí, haciendo nada, hasta que Perséfone decidió que era suficiente…

Abrió la puerta del cuarto pegando un grito que lleno todo el departamento –¿¿y el enano de esta casa??- dijo mientras salía de la habitación…

De fondo, a lo lejos se escucho un grito de Leo… en efecto no le agradaba Perséfone porque a su lado se portaba como si ambos fueran pequeños.

Nos sentamos todos a la mesa, Perséfone se entretenía haciendo girar el plato de cereal que Leo intentaba comer cada que el trataba de  meter su cuchara en el plato, ella lo hacía girar insistiendo que tenía que comer todos los aritos de colores en  orden, claro, que el orden era totalmente errático y cambiaba según giraba el plato  y más importante, lo hacía solo por molestar al pequeño.

-Deja que el niño coma en paz – me limite a decir quitándole la mano del plato.

Gesto que Leo me respondió con una sonrisa… y Perséfone, me lo respondió mostrándome la lengua.

-¿Qué vamos a hacer con Rubén?- dijo Tomas…

-Es tu problema querido, no el mío –se limito a decir Perséfone mientras giraba una cuchara sobre la mesa.

-Aja… tenemos hasta que Ximena llegue a hablar con él- dijo Tomas.

-En la mesa no se habla de  eso- Interrumpió Anika de golpe.

Los dos guardaron silencio y de golpe se dejo de hablar del tema…

Pasamos unas dos horas más ahí, haciendo nada, peleando con los niños, Perséfone decidió que habíamos pasado mucho tiempo ahí y que necesitaba estar sola.

Abrase a los niños, le di las gracias a Anika, que despacito mientras la abrazaba me dijo –aquí siempre tendrás una casa- gesto que le agradecí en verdad.

Nos montamos en el elevador y salimos de ese recinto conde todo parecía no entrara… al menos toda la locura que los acompañaba imagino que porque Anika se encargaba de eso.

Nos montamos en una camioneta negra, como siempre, que nos llevaba a otra casa, a otro lugar desconocido…

Enredada entre las calles desconocidas de la ciudad donde estábamos ahora…

-¿Dónde estamos?- le pregunte a Perséfone que venía abstraída mientras la veía enviar mensaje tras mensaje de texto.

-en un lugar… pero nos movemos… así que no estaremos aquí mucho- se limito a decir -¿quieres ir a casa?- me pregunto curiosa.

-¿a qué casa?... ¿a mi casa o a tu casa?- respondí.

-a nuestra casa claro, te dejo sola y tengo que ir a rescatarte- dijo sin levantar la mirada en ningún momento.

-entonces a tu casa, al infierno- me limite a decir mientras trataba de ubicarme por el nombre de las callen  o los anuncios sobre donde estábamos.

-es nuestra casa… - se limito a repetir – pero no… estas herida así que iremos a nuestra casa que tenemos aquí en la ciudad-

-¿Cuántas casas tienes?- pregunte curiosa.

-tenemos todas las que necesitamos – dijo remarcando el “tenemos”.

-No tenemos- dije casi susurrando….

Seguimos en el coche por algo parecido a 30 minutos, la mayoría detenidas en el trafico, haciendo nada, viendo nada, entre la nada dimos una vuelta saliendo de una calle altamente congestionada, caminamos 3 calles más, una vuelta a la derecha y en medio de la cuadra, había un enorme portón negro, la puerta se abrió, dejando entre ver dos guardias armados… no tuve ninguna duda, esa era la casa de Perséfone… detrás de la puerta pude ver 3 camionetas negras y alrededor de 12 nombres armados.

Al entrar, la camioneta estaciono entre las otras 3, el chofer abrió la puerta y Perséfone bajo de la camioneta… yo me quede ahí, no sabía porque pero no me pude bajar.

Vi como Perséfone cruzo medio jardín hasta que noto que no iba a su lado. Se regreso a la camioneta y como al inicio, me tomo de la muñeca y me arrastro por el jardín.

Entramos a una casa con puertas de seguridad, ventanas aseguradas, toda pintada de blanco y con los muebles negros, muy al estilo de Perséfone, pensé…

Me arrastro por la casa hasta una habitación donde tiro el teléfono en la mesa de noche y se tiro en la cama, jalándome con ella.

-¿Por qué tengo que jalarte?- me pregunto mientras me acostaba en la cama.

-y ahora ¿que hacemos?- me limite a decir.

  • ¿Qué te pasa? ¿querías que te dejara afuera? – me dijo

  • no, no me gusta que me arrastres… simplemente- me limite a decir.

  • quitare la blusa – me dijo Perséfone mientras me miraba.

-¿así?, ¿sin un beso ni nada?- respondí para romper la tensión.

  • anda, que quiero ver que te hizo… las tetas ya te las conozco – dijo mientras empezaba a levantarme ella misma la blusa que Anika me había prestado.

Me sentó en la cama, puse mi espalda contra la cabecera negra, de piel,  mientras Perséfone despacio me quitaba los vendajes que me habían puesto… la quemada, ya tenía una especie de costra que se había formado y las raspaduras y demás heridas también, me acaricio despacio cada una de ellas, pasándolas por la yema de los dedos…

-Mañana iremos a ver al cirujano plástico, no quiero que tengas ninguna marca por culpa de esta idiota – me dijo muy seria, casi molesta.

-No es para tanto, se irán desapareciendo solas – me limite a decir.

-Noooooo, mañana vamos a ir al cirujano y listo- se limito a decir.

-nada lo que tú quieres es que me pongas tetas –me limite a decir, sonriendo.

-¿quieres que te pague unas tetas como las de Anika?- dijo llevando su mano derecha a mi pecho izquierdo mientras me apretada despacito.

-¿piensas que necesito mas tetas?-  le pregunte

-No, a mi me gustan tus tetas…- dijo mientras subía su mano derecha para tocarme los dos senos.

  • claro que Anika se ve bonita por todo el paquete, el metro setenta y tantos, los ojos azules, el cabello rubio… las tetas es en lo último que te fijas- dije sin pensar.

  • ash... Anika  es como cualquiera… yo me la hubiera podido coger cualquier día – dijo molesta como si fuera un logro.

  • claro, tú te puedes coger a quien sea- le respondí.

  • Claro, te cogí a ti… te vi en el aeropuerto y te cogí, o ¿no?- me dijo sínicamente como me hablaba al inicio.

  • claro, una amenaza de muerte es extremadamente erótica… ese es problema, tú te puedes coger a quien sea, pero no le haces el amor a nadie- dije sin pensarlo demasiado hasta que la vi viéndome fijo… no sínicamente, pero si con una genuina expresión de desagrado… -discúlpame… lo dije sin pensar -.

-yo te puedo hacer el amor – dijo interrumpiéndome, mientras subía sus manos de mis senos a mis muñecas, apretándolas y acercándose a besarme.

-así no- me limite a decir antes de que me besara.

Me hinque sobre la cama para acercarme a ella, pase mi mano por  su mejilla, hasta su cuello, la acariciaba despacio, tome su mano derecha con mi mano libre y la puse en mi cintura, le bese la mejilla,  y le susurre despacio – así, lento… sin prisa-  busque su boca y rose sus labios con los míos, ni siquiera se puede decir que nos besamos, simplemente empezó a dibujar su boca con mis labios.

Desate la coleta que sostenía su cabello y empecé a acariciar su cabello despacio, su nuca, sus hombros… despacio comencé a desabotonar su blusa, dejando al descubierto su piel, me acerque despacio y olí su cuello, sus clavículas, termine de quitarle la blusa y pase mi mano hacia su espalda, para desabotonar su sujetador.  Me acerque, mas y mas hasta que mis senos quedaron en contacto con los suyos, solo entonces, me acerque a ella, la abrace, la rodia con mis brazos sintiendo el calor que emanaba su cuerpo, su olor, por primera vez, de alguna manera la sentí frágil entre mis brazos, la sentí temblando.

Perséfone busco mi boca desesperada, y comenzó a besarme mas y mas profundamente, empezó a empujar su cuerpo sobre mi hasta que me hizo recostar, quedando ella entre mis piernas, totalmente recostada sobre mi… termino de sacarme la ropa que me quedaba desesperada, mientras se sacaba la suya susurrando algo que no llegue a entender.

-así no- repetí… su apuro paro de golpe.

Saque mi cuerpo debajo del suyo, le acaricie las piernas, pase mis uñas por sus muslos, subiendo por su cadera hasta sus pechos, la vi respondiendo a mis caricias, bese su vientre, sus caderas, y subí dejando un caminito de besos por su costado, por sus costillas.

Por primera vez, recosté mi cuerpo sobre el suyo, puse mi musco contra su sexo desnudo y comencé a besarla despacio, mientras mi cuerpo se movía contra el ella, sentí sus caderas comenzando a marcar un ritmo, bese sus labios mientras la escuchaba respirar mas y mas agitada, mientras la sentía clavar sus uñas en mi espalda y por primera vez gemir… mas y mas… hasta que tuvo un orgasmo, la abrace, no puede hacer más que abrazarla porque en ese momento me parecía tan frágil, tan única, como si fuera todo otro ser humano. Pero era ella misma y era en un sentido muy difícil de explicar, de alguna manera, Mía.

Por primera vez, Perséfone que quedo callada… no tenía nada que decir…

Se soltó de mi cuerpo, se puso de pie y se metió a la ducha.

Esa actitud me confundió sobre manera, la vi salir,  envuelta por una toalla, era la primera vez que no la veía desfilar desnuda.

-¿estás molesta?- me limite a decir.

-No…-me dijo pensativa y sin mirarme.

-¿Por qué estas así de seria?- me limite a preguntar.

-Vístete, tenemos mucho que hacer – se limito a decirme.

Me metí a la ducha, me cambie rápido, al salir vi como Perséfone se limpiaba las lagrimas… fue una sensación terrible.

Me acerque y la abrace…-perdóname- me limite a decir.

-No, no eres tu…hace mucho que no me sentía así, es todo- dijo mientras me abrazaba.

El teléfono comenzó a replicar una y otra y otra vez… pero esta vez, Perséfone no se acercó siquiera a contestarlo. Así que fue imposible para nosotras saber que alguien había entrado a la casa, nos enteramos después, cuando empezamos a escuchar las balas, los gritos, cuando a Perséfone le cambio la cara de nuevo, recuerdo como me giro, como me puso a su espalda, recuerdo como saco 2 pistolas de debajo de la cama y se guardo una en la cintura.

Recuerdo cuando abrió la puerta del closet y me empujo hacia él.

-quédate aquí- me dijo como una orden mientras cerraba la puerta.

Recuerdo los gritos, los ruidos… la sensación de incertidumbre y el miedo en la boca del estomago.

Conté despacio, uno, dos, tres… para tratar de darme una idea del tiempo que pasaba, de todos los momentos en los que no conmigo, de todos los momentos en los que sentía que, de nuevo, iba a morir ahí.

Conté exactamente al 357, no sé si iba muy rápido o muy lento en mi esfuerzo de tener una idea adecuada del tiempo, cuando Perséfone abrió la puerta de golpe y esta vez, estaba herida, podía ver la herida que le había roto la piel, como una mordida, un desgarro, la sangre fluía libre y todo era tan surrealista, era tanta sangre que en verdad parecía que se había vertido encima un bote de sirope de fresa.

Después, mas gritos, mas balas, cerré la puerta trate de detener la hemorragia, la abrace y esperamos, la escuchaba respirar, de vez en vez dejaba escapar un –shhh todo está bien- no sé si para calmarse ella o para calmarme a mí.

Alguien abrió la puerta… era Rubén, no dijeron palabra…

Rubén me miro – suéltala – me dijo… no podía soltarla.

Y Perséfone, simplemente… disparo…. Yo grite, Perséfone se limito a taparme los ojos – no mires, no mires – repetía – todo está bien, estas bien, no voy a dejar que te pase nada-.

Nos quedamos ahí, ella repitiéndome que todo estaría bien, Rubén que sabía que estaba muerto y yo…. Nos quedamos un tiempo que pareció eterno hasta que los ruidos cesaron, los gritos, las balas.

Alguien que no vi, abrió la puerta y Perséfone les ordeno que quitaran el cuerpo se lo llevaron, Perséfone se puso de pie como pudo  y nos montamos en una camioneta de nuevo.

Llegamos a una clínica, entramos por urgencias, la limpiaron, la revisaron, le sacaron la bala, nada grave, había tenido suerte de nuevo. Yo estaba en un estado casi catatónico, repitiendo una y otra vez todo.

Tomas entro a la habitación, de alguna manera se veía contento, de alguna manera que yo no podía entender, ni explicar.

Salí de la habitación para encontrarme con Anika.

-¿Cómo estás?- dijo al verme.

-no se… turbada supongo… confundida – no podía explicar lo que sentía.

-Calma, vamos a que te limpies – dijo mientras me indicaba donde estaba el baño.

Entre y empecé a lavarme – estoy cansada- me limite a decir.

Anika me explico que eventualmente iba a pasar, que era muy triste, pero eran las reglas, que ahora Ximena se había quedado sin nada y que Perséfone había subido un poco más, por eso la felicidad de Tomas.

Salimos de la clínica, no pasamos mucho tiempo, vi como Tomas pagaba una cantidad extraordinaria de dinero para evitar que hubiera antecedentes médicos.

Perséfone y yo nos fuimos a pasar la noche a un hotel, no dormí nada, fue terrible, no podía concentrarme ni pensar en otra cosa.

Vi despacio como se hizo de día, Perséfone hizo que un chofer nos llevara al infierno, me hizo empacar una maleta, nos teníamos que mover.

Tome lo que pude, mi pasaporte mis identificaciones, algo de ropa y de nuevo nos montamos en un avión, ella, Tomas y yo.

Llegamos a una pequeña isla, en la península de baja california sur, yo llore todo el camino, no podía evitarlo, simplemente me corrían las lagrimas. Algo en mi se había roto yo lo sabía y Perséfone también.

-Nunca voy a dejar que te pase nada malo- me dijo en medio del vuelo.

Bajamos a la isla, comimos mientras esperamos que hubiera un vuelo  a algún lugar que yo desconocía.

-¿estas bien?- dijo tomas acercándose a mi.

-si – me limite a decir, el sabia que no lo estaba, y también.

-Toma- me dijo Perséfone dándome mi mochila – ¿entiendes que jamás voy a dejar que te pase nada?- me pregunto mientras me veía a los ojos

Yo asentí con la cabeza.

Vi despacio como bajaba una avioneta distinta, pero con ellos era siempre difícil saber, vi como la cargaron de gasolina, como subieron las maletas excepto mi mochila y una maleta de mano que traía Perséfone, que la verdad, se le dificultaba cargar por la herida así que todo el viaje o la cargo Tomas.

Vi como tomas entraba en la avioneta en el lugar del piloto.

-Toma- dijo Perséfone entregándome la maleta de mano – jamás te va a pasar nada, yo te voy a cuidar siempre – me repetía una y otra y otra vez de manera casi obsesiva.

Yo solo asentía con la cabeza. Caminamos juntas hasta el avión.

Recuerdo como se acercó a mi antes de subir los escalones para entrar a la avioneta, me beso despacio, y empezó a subir, uno a uno los escalones, yo subía tras ella… acababa de subir el primer escalón cuando ella dio vuelta y me empujo bajándome de golpe de la escalera.

-Jamás dejare que te pase nada…- repitió…. –vete- dijo mientras subía los últimos escalones.

-¿me vas a dejar aquí? – me limite a preguntarle extrañada.

-te amo y no quiero que sufras Joliene… no puedo ser yo quien te ponga en más peligro….- dijo mientras veía por primera vez como los ojos se le llenaban de lagrimas – te amo – repitió.

-también te amo – le dije -¿Cómo te llamas?- pregunte bien a bien sin saber si un día nos volveríamos a ver.

-Alejandra – dijo mientras cerraba la puerta  de la avioneta

Yo camine hacia atrás mientras la avioneta comenzó a moverse sobre la pista…

Entre de nuevo a las oficinas, revise mi maleta, tenía todas las cosas con las que semanas antes había llegado a México. Revise la otra maleta y había una fuerte cantidad de dinero, mucho más de lo necesario para ir y volver a casa.

Me quede un tiempo ahí sentada ordenando mis ideas, hasta que me di cuenta que en verdad en este momento era libre… después de todo…

Supongo que así es a veces el amor, si en verdad amas a alguien no quieres que sufra, a pesar de ti, por fin, a pesar de todo, de toda la locura, de alguna manera había entendido que Perséfone a su manera me amaba y por eso me dejaba libre…

Y así de la manera instantánea como empezaron mis noches con Perséfone, así terminaron… al menos por ahora.

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Muchas gracias a toda la gente que se tomo la molestia de leer toda esta historia a lo largo del tiempo… y mas a los que la leyeron toda de golpe :P

Un abrazo enorme y nos vemos cuando las musas nos visiten de nuevo.

Saludos

Hellena.