Las Noches de Perséfone...4

-ven conmigo – susurre......

-ven conmigo – susurre

No obtuve ninguna respuesta suya, solo seguía ahí atada a mi cuerpo, respirando muy cerca de mi cuello sin querer alejarse de mí y a pesar de que lo que sentía en ese momento era algo muy parecido al amor, no podía evitar tener esas sensación de angustia, de incertidumbre y locura que venían acompañadas a su lado.

-ven conmigo- repetí despacio –deja que yo te muestre mi mundo- dije casi a manera de suplica.

  • cuéntame el cuento de Perséfone- se limito a decir ignorando mi petición por completo.

-Tú sabes la historia, ya te la conté – dije mientras me movía para bajar su cuerpo del mío.

-Si, pero… ¿Qué hace ella ahí en el infierno? – dijo mientras se tumbaba boca abajo a mi lado.

  • Pues… la verdad, no lo sé, es la reina… supongo que hace lo que ella quiere- dije pensativa.

-no puedo ir contigo- dijo Perséfone interrumpiéndome –¿Qué dirás en tu casa? Mira mama… ¿ella me secuestro?... no gracias, vamos a casa anda – dijo muy firme mientras se sentaba en la cama.

-tengo que ir, me esperan- dije despacio.

-hummm, pues no quiero- dijo en un tono molesto.

-hummm…. – respire profundo –déjame ir un tiempo y después regreso contigo, hasta Perséfone se iba del inframundo- dije tratando de convencerla.

-que Hades sea un idiota no es mi problema- dijo muy seria.

-Anda… por favor… déjame ir un mes… - dije despacio.

-no – se limito a decir.

-bueno, entonces llévame arrastrando como siempre a donde tú quieras, no sé por qué dices que sientes algo por mi si ni siquiera te importa si soy feliz o no- dije molesta mientras me sentaba en la cama.

-¿Cómo se que no huiras de nuevo?- me pregunto molesta.

  • no lo sabrás… - respondí molesta también, mientras me  ponía de pie y comenzaba a vestirme despacio.

Guardo silencio un rato, que la verdad parecieron horas…

-puedes ir- dijo despacio y sin verme a la cara – pero solo 15 días-.

-¿Por qué 15 días?- pregunte extrañada.

-¿quieres que sean 10?- me dijo casi a manera de regaño.

Después de una ardua negociación llegamos a algún tipo de acuerdo. Ella me dejaría ir a mi casa, estar en mi mundo 15 días, tiempo suficiente para que yo inventara una maravillosa explicación del porque me iba a regresar a México, claro, que no era tan sencillo como eso, Perséfone me llevaría en personal al aeropuerto, me pondría el GPS de nuevo y tendría que reportarme con ella a diario y claro, estar en el lugar que ella me indicara al terminar los 15 días. Después de todo… de sus explicaciones extrañas, de su amor raro… debo admitir que la quería… eso era innegable para mí en ese momento, pero bien a bien, no sabía si era amor o simple síndrome de Estocolmo.

Casi contra mi voluntad me coloco una pulsera nueva, esta vez era mucho más parecida aun grillete, un aro de platino con algo parecido a cubito en el cierre donde supongo que estaba el detector, debo admitir que me dio tristeza estar “atada” de nuevo.

-Odio esas cosas- me limite a decir.

-pues deja de escaparte- me dijo muy concentrada mientras cerraba el aparatejo.

Al final, me dejo terminar de organizarme y me monte de nuevo en una camioneta negra, me llevo al aeropuerto y me dejo entrar, documentar y se despidió de mi en la entrada del andén.

Quisiera decir que me dio tristeza alejarme de su lado, pero no fue así, es extraño de explicar y casi incompresible para mí, la quería, pero al mismo tiempo no quería todo lo que tenía a su alrededor.

El amor es una cosa muy extraña, yo había estado enamorada muchas veces, pero ella tenía algo que me gustaba, quizás era la misma locura que en mi estado cuerdo detestaba.

Subí al avión y viaje las 2 horas que quedaban hasta llegar a mi casa, de alguna manera me tranquilizaba la idea que, al menos por unos días, todo volvería a ser normal.

Recuerdo bajar del avión, caminar por el andén y ver a mis padres parados esperándome, fui inmensamente feliz.

Los siguientes días pasaron sin pena ni gloria, tranquilos en una cómoda rutina que solo era interrumpida de vez en vez cuando Perséfone decidía que era suficiente, lo cual, me costaba un poco de trabajo convencerla de lo contrario, que necesitaba mis 15 días, ella se calmaba y me contaba los días que faltaban para mi regreso.

Habían pasado justamente 8 días, ni siquiera sentía que el tiempo había corrido tan rápido, cuando vi a Ximena parada frente a mi casa. Me saludo sínica haciéndome señales para que fuera a su lado.

Tome el teléfono y llame a Perséfone para que al menos escuchara la conversación.

Mientras caminaba hacia afuera alcance a pronunciar en el teléfono -Ximena esta aquí- escuche como Perséfone grito del otro lado del teléfono mientras me acercaba a Ximena.

-que quieres- le dije muy seria mientras guardaba una distancia de aproximadamente 2 metros.

-Ven muñeca, no me tengas miedo – me dijo sonriendo.

-No, dime qué quieres y listo – repetí tratando de ser firme.

-Podemos hacerlo fácil o podemos hacerlo difícil – dijo acercándose a mí, mientras se levantaba un poco el costado de la camiseta para mostrarme el mango de una pistola que tenia metida en los jeans que portaba- ¿Dónde está la hiena? – me pregunto.

-No se- me limite a decir mientras tenía el teléfono en la mano rogando porque Perséfone lograra escuchar.

-¿Le pregúntate lo que te dije?- dijo Ximena mientras me miraba fijo.

-Mira, a quien haya o no matado no es mi problema, a mi no me mato y ya no estoy a su lado así que déjame en paz – le dije, mientras me giraba para alejarme de ella.

-Mira muñeca, es muy triste- dijo despacio mientras se acercaba a mi espalda y me tomaba de la ropa para evitar que caminara mas – te vas a tener que ir conmigo – dijo mientras me ponía la punta de la pistola contra la nuca – eres demasiado valiosa en este momento, tienes futuro y Rubén quiere verte- en ese momento tuve un flashback de la sensación horrenda de estar en ese apartamento pequeño atiborrado de cosas.

-No me interesa, ese no es mi mundo, has tu tus cosas y a mi déjenme en paz – dije mientras caminaba.

-Muñeca cualquier cosa que ella te haya prometido yo puedo dártela- dijo

-No me ha prometido nada, me dejo en paz, ¿tu puedes dejarme en paz?- me limite a decir mientras me giraba a verla

-te necesito para joder a la Hiena- dijo mientras me tomaba de la muñeca

-Déjame ir Ximena, no me toques – me limite a decirle, mientras jalaba mi brazo para alejarme de ella.

-Negocios son negocios muñeca… lo siento- dijo  mientras soltaba un suspiro y me golpeaba en la nuca con el mango de la pistola dejándome inconsciente. Después… ya no supe que paso.