Las Noches de Perséfone...3

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Pasamos el resto de la mañana así, haciendo el amor, besándonos, sin pensar en las horas, en lo que había pasado el día anterior, todo estaba como en otro momento, en otro tiempo en otra dimensión y ya nada importaba.

Al medio día, Perséfone decidió que era hora de volverá vivir… la verdad tenía hambre y ganas de salir al mundo.

Me bañe, me vestí y salimos a ver Cancún. La verdad todo era demasiado lindo, me daba calma estar afuera como toda la gente, como si nada hubiera pasado y un plus era que Perséfone estaba conmigo. Llegamos a una plaza al aire libre, que se llama la Isla, me llevo caminando de la mano por los pasillos descubiertos a desayunar, mientras estábamos ahí sentadas ordenando desayuno como toda la gente, sin que nada más pasara, me sentí normal de nuevo, al menos por un momento y puede ser que hasta feliz. Desayunamos entre risas, sin ser ella alguien malo y yo alguien que no podía irme.

Me arrastro por toda la plaza para llevarme al acuario, debo admitir que estar ahí con ella, con su cara de fascinación por todos los animales contrastaba mucho con su actitud sádica que tenía hace días, así mismo, debo admitir que fue maravilloso ver a las medusas esas criaturas casi irreales flotar etéreas, ver las tortugas marinas nadando entre las mantarayas, todo dejándose tocar, fue lindo y triste a la vez, ver una criatura tan especial, encerrada…

Perséfone corría como niña pequeña tocando todo lo que podía, señalando y nombrando a cada pez que conocía, tratando de explicarme de que zona era cada pez, que solía hacer. Al final, pasamos alrededor de dos horas paseando, olvidándonos de todo el mundo.

Al salir,  Perséfone quiso que fuéramos a la playa, pero, existía el pequeño inconveniente de que no traíamos ropa, así que lo más practico fue a ir a comprar una poca. No puedo decir que mi familia tenía dinero, pero es bastante distinto comprar al lado de alguien que tiene una cantidad monetaria distinta de lo que es “mucho dinero” en la cabeza.

Perséfone me arrastro tienda tras tienda, comprando una cantidad de ropa que simplemente era demasiada. Disfrutaba, caminar por la tienda jalándome a su lado escogiéndome ella misma la ropa, porque, así me vería más linda, la verdad el gesto no me gusto, tampoco me molesto, pero simplemente me parecía raro, nadie jamás me había escogido la ropa… bueno… mi madre, pero tenía 5años, esto era distinto. Me hacía sentir que de alguna manera jugaba a las muñecas conmigo. Al final, después de comprar ropa, decidió que necesitábamos comprar zapatos, perfumes, lentes, a estas alturas, yo detestaba toda la tienda, todo lo que estaba pasando, así que decidí salir un poco de la tienda mientras Perséfone veía y veía cosas, con la excusa de comprar una bebida.

Me senté en una banca, cerré los ojos y por un segundo me sentí libre –Hola – escuche a mi lado, sacándome de mi estupor, era esa chica Ximena.

-Hola – respondí despacio.

-¿Te diviertes?- me dijo sonriendo – a ella le encanta hacer eso sabes, escoger, controlar, si lo sabré yo – dijo mirando a la tienda donde se encontraba Perséfone.

-déjame en paz – me limite a decir mientras me ponía de pie.

-Calma – me dijo mientras se levantaba –no me gustaría que te pase a ti también lo que me paso a mí – dijo  mientras se apuraba para caminar a mi lado – en verdad, ella no es lo que parece-.

-Bueno – dije yo tratando de ignorarla –¿y qué es?- dije mirándola fijo.

-La Hiena- dijo suspirando – la Hiena es un ser que te va a usar el tiempo que ella lo necesite, lo sé, porque ya lo viví,- dijo mirándome fijo  mientras se paraba frente a mí para forzar mi atención –¿ya te conto eso?, ¿te conto de mí?... no verdad… bueno, yo te contrate – dijo muy firmemente.

-no quiero escucharte – me limite a decir tratando de esquivar su cuerpo que me serraba el paso.

-No, escúchame – dijo tomándome de los hombros – ella no es lo que parece, seguro ya te conto ¿verdad?, esa historia de que ella tenía que cuidar a su madre, claro, pero eso no es su historia, la Hiena siempre ha sido mala, acomoda las cosas a su conveniencia, a su necesidad y si sigues aquí es porque te quiere usar para algo, ¿ya te cogió?, porque así empieza, te besa, te abraza, te hace prometer que le perteneces hasta que la quieras y después ¿qué?, te envía a recoger el dinero del narco, no niñita, eso no es amor, ¿Qué imaginas que traes en el tobillo?, eso es la marca de ella, es un GPS, para que no te libres de ella, por si huyes, encontrarte, arrastrarte a su lado, la Hiena es el diablo y no quiere a nadie más que a sí misma, ¿sabes que va a pasar contigo? o sales en una cajón de muerto o se aburre de ti, como se aburrió de mi – dijo atropellando las palabras una con otra con un claro brillo de ira en los ojos – no quiero que te pase lo mismo, tu eres distinta, tú no tienes porque estar aquí, ven conmigo- dijo mirándome fijo.

-No te conozco – me limite a decir mientras me zafaba de ella.

-Ni a ella , ¿sabes por qué le dicen la hiena? – dijo  con su gesto de ira.

-Porque se rio mientras mato a alguien – me limite a decir

-Sí, ¿te dijo a quién mato? – me dijo con una sonrisa malévola

-No, déjame ir – le dije tratando de escapar de ella.

-Pregúntale…. Es más… si no me crees a mí, busca a Rubén, llámale… no puedo creer como es que puedas confiar en la Hiena – dijo con una sonrisa casi burlona, Ximena se acercó a mí y me abrazo, así, forzando su cuerpo contra el mío – muñeca – me susurro despacio –ven conmigo y te ahorraras mucho sufrimiento –

-Déjame – dije empujándola –Piénsalo, cuando tú quieras aquí llama a Rubén y yo vengo a buscarte – se limitó a gritar mientras caminaba para alejarme de ella. Camine de prisa hacia la tienda donde estaba Perséfone.

Llegue y me quede a medio camino parada pensando todo lo que Ximena me había dicho, la vi, me vio y camino hacia mí.

-¿te sientes mal? – dijo acariciándome la cara al verme entrar – te vez pálida -.

  • está aquí – me limite a decir.

-¿Quién? – me dijo intrigada.

-Ximena está aquí – vi cómo se dilataron sus pupilas, como cerro los ojos y los abrió con un genuino brillo de odio.

– Hablo contigo – dijo mirándome fijo.

-No – me limite a decir.

-No te quiero cerca de ella – dijo mientras me tomaba de la muñeca como al inicio, arrastrándome por toda la tienda, seguida por 4 vendedores que cargaban todo lo que Perséfone había comprado compulsivamente.

Tiro todo dentro de la camioneta y salimos.

No hablaba, no decía nada, manejaba más rápido de lo permitido mientras casi podía ver las palabras amontonarse en su cabeza.

-¿Dónde vamos?- me atreví a preguntar ya que vi que salíamos de la ciudad, lo cual la saco de tu estupor, de su mar de ideas que yo no comprendía.

  • eh… vamos a Tulum…. – dijo tartamudeando – es mucho más lindo – dijo tratando de parecer que tenía un plan.

Manejo en silencio de nuevo, hasta que llegamos a un pueblito bastante pintoresco. A estas alturas, ya se había calmado.

Manejo por la costa y llegamos a un hotel pequeño, bajamos las cosas y conseguimos un cuarto nuevo, rustico, la verdad bastante lindo, afuera había en el portal había una hamaca, que se veía deliciosa para descansar por la tarde.

Bajamos las cosas y nos instalamos, cuando estábamos ahí me fue imposible no empezar a cuestionar a Perséfone.

-¿Qué quieres Ximena contigo?-  le dije mientras sacaba las cosas de las bolsas.

-Ximena… humo ¿te dan celos?- dijo tratando de sacar la vuelta a la pregunta.

-No, me enoja que tú me dices una cosa y ella otra – le dije.

-¿Qué te ha dicho Ximena? –me dijo curiosa.

-Que tal, si tú me dices la verdad por una vez… ¿Qué quiere Ximena contigo? – repetí enojada.

-Ximena era mi novia, al menos lo fue hace un tiempo… que te puedo decir, le gano la ambición y no puede tener dos dueñas el mundo – se limitó a decir.

-¿y a mí?, ¿para qué me quieres? – pregunte muy seria.

-¿a ti?, no se… - se limitó a decir mientras proseguía sacando las cosas.

-¿te entretiene tenerme aquí? – pregunte.

-Mira – dijo muy seria – eres mía ,¿ok?, ya lo sabes y no te vas a ir –

-¿y si me voy?- le dije en el mismo tono.

-Si te vas, pues te mato – dijo, así de simple.

Deje de desempacar las cosas y salí de la habitación, me senté en la hamaca, viendo al mar, de una tranquilidad que me daba entre odio y envidia, pensé y pensé y pensé una y otra vez que me tenía ahí, que hacia ahí, con esta mujer extraña para la que yo era un simple antojo de ocasión. En mi cabeza resonaban todos, ella y todo su mundo extraño y desconocido, que detestaba.

Odiaba la idea de que me siguieran, de que alguien se fijara quien era yo, extrañaba mi casa, mi mundo, mis amigos, tenía apenas una semana ahí, fuera de todo, ya no quería conocer más, quería volver a mi mundo.

Perséfone tenía la horrible cualidad de hacerme sentir bien y hacerme sentir terrible, no sé si era que no sabía decir las cosas o que simplemente, eso, que me jalara del brazo, que me escogiera la ropa, que me tratara como un objeto me tenía al límite. Me puse de pie y comencé a caminar hacia la playa, despacio, sentí como mis zapatos pisaban la arena…. Camine hasta la horilla del mar,  vi cómo se formaba la espuma, camine más, hasta que fui viendo como dejaba un caminito de huellas a mi paso que el mismo mar iba borrando, camine más y más y más… hasta que sin querer, por primera vez estaba lejos, al menos lo suficientemente lejos de todo, de Perséfone y de su mundo raro.

En ese punto, lejos de ella, de sus dominios, algo que tenía dormido regreso, me metí la mano a los bolsillos y todavía tenía los 5 mil dólares, jamás me había sentido tan feliz como en ese momento, no quería ni siquiera voltear a mi espalda por temor de que estuviera ahí, viéndome. Camine un poco más, hasta que vi unos chicos jugando en una cuatrimoto, les ofrecí 500 dólares por llevarme al pueblo, me arrebataron el dinero de las manos y me llevaron de nuevo a Cancún.

Al llegar, lo primero que hice fue llegar a una joyería en una plaza y pedir que me quitaran la pulsera que tenía en el tobillo, se tardaron bastante pero lo lograron, me metí dentro de una tienda departamental y en uno de los casilleros que se utilizan para guardar las cosas metí la pulsera y me lleve la llave, pensé, mínimo que se tarde en buscarme.

Tome un taxi directo al aeropuerto, no tenía ningún tipo de comprobante de identidad pero le llore muchísimo a la señorita de la ventanilla del avión, fingí no saber español, llame a mi casa, a la embajada y a todo mundo y por fin con mucha suerte, conseguí un ticket de avión para ir a Miami que salía en ese momento.

Al subirme al avión, con todavía mucho dinero en el bolsillo, más que suficiente para llegar a mi casa, a mi mundo, nunca me sentí tan feliz y tan libre como en ese momento. Dormí todo el camino, sentía de nuevo la tranquilidad perdida, la sensación de estar libre y lejos de todo el mundo de Perséfone, deseando que todo fuera, simplemente una anécdota que jamás le contraria a nadie, porque igual, nadie creería.

Me baje del avión, sin nada, busque un hotel cercano y decidí quédame a pasar la noche.

Me duche y me tire en la cama, sintiéndome a dos pasos de mi casa, como que ya nada podría pasarme, como que todo estaba bien por fin… y con esa idea me fui durmiendo.

Estaba todo obscuro cando sentí que abrieron la puerta, no la abrieron, la estrellaron y la estamparon contra el marco al cerrarla, me levante asustada y pegue salte de un brinco de la cama, ahí estaba, Perséfone frente a mí y aun en la obscuridad de la habitación podía ver como los ojos le brillaban de furia.

Sin decir palabra se acercó a mí, me tomo de las muñecas y me empujaba,  yo trate de luchar un poco, pero me fue imposible, sentí como me estampaba contra la pared fría y lisa, me mordió el cuello,  la mejilla y fue subiendo hasta mi oreja, jalándome de la camiseta que me cubría  y me tiro a la cama mientras me decía - ¿de verdad pensabas que no sabría dónde estabas?, ¿Qué podrías escapar de mí?, ¿Qué podrías dejarme?, ya te lo he dicho, grábatelo en la cabeza, eres mía, mi mujer, mi puta, mi perra y te lo voy a recordar – dijo mientras tiraba de la camiseta para quitármela violentamente.

Me tomo con la mano derecha las muñecas deteniéndolas juntas sombre mi cabeza mientras yo trataba de encontrar algo que decirle, comenzó a mordisquearme los las costillas, el costado de los senos, me escucho gemir de dolor, de nervios y regreso a mi boca, besándome violenta mientras me repetía – dime que eres mía, dime que eres mía – repetía una y otra vez, yo no alcance a pronunciar palabra cuando ella bajo su mano izquierda a mi sexo, sintió mi humedad, era demasiado extraño, hasta así, ella me excitaba, puso una sonrisa enorme y me dijo sínicamente – si , eres mía- dijo llena de orgullo, mientas me ponía boca abajo, metió su pierna entre las mías, y empezó a frotar su muslo contra mi sexo repitiéndome  -eres mía, tu cuerpo lo dice – dijo susurrándomelo al oído en un tono que me erizo la piel, no sé si fue por lo que decía o por el tono de voz.

Jalo mis manos atrás de mi espalda, mientras me levantaba las caderas hundiendo mi cara contra el colchón y hundiendo tres dedo de golpe de su mano izquierda en mi sexo, me penetro fuerte, rápido,  mientras me susurraba en la nuca de manera obsesiva –eres mía, eres mía- mi cuerpo respondió al suyo, a sus caricias… y me vine en un orgasmo fuerte y ruidoso, pero ella no se detuvo, siguió penetrándome con el mismo rimo, quito su cuerpo de encima mío y sentí como me escupió para lubricar mi ano, me aterre, y comencé a rogarle que no, que me soltara, ella me jalo un poco de las muñecas se acercó a mi oído y susurro -¿Por qué no? , a tu cuerpo le gusta, estas caliente, ve como estas… - dijo mientras empujaba sus dedos un poco más rápido dentro de mí – vez, lo deseas… lo deseas perrita – y la verdad era terrible… lo deseaba, no sé porque, no entendía porque mi cuerpo la deseaba tanto, trataba de luchar de zafarme pero no podía y tampoco lo deseaba tanto… y ella lo sabía, se montó sobre mi despacio y sin sacar sus dedos de mi vagina me penetro el ano, hundiendo todo su dedo dentro mío de golpe, yo grite, patalee, llore como niña quejándome de que me dolía, que parara, pero… no le importo, siguió su rimo desbocado sobre mi cuerpo… hasta que me vine de nuevo.

Quede así, temblando con ella dentro de mi mientras me repetía una y otra vez - ¿sabes todo lo que he tenido que hacer para venir a recogerte por tu locura de escapar?, estábamos bien – repetía – estábamos bien, íbamos a pasar un tiempo solas, juntas en la playa, ¿no querías eso?-  repetía una y otra vez.

Saco sus dedos de dentro mío, mientras me ponía boca arriba y se sentó sobre mi pecho, con sus rodillas en mis hombros para evitar que me moviera, sus manos en mis muñecas mientras me repetía una y otra vez -¿Por qué te fuiste? – yo simplemente moví la cabeza, no quería responderle, me parecía todo tan surrealista, tan extraño.

-¿Me vas a matar? – fue lo único que me anime a preguntar.

-debería – dijo despacio con los ojos todavía encendidos de ira.

-mátame – dije volteando la cabeza para no verla, aceptando que quizás, esta locura podía terminar así y sabiendo que jamás me podría liberar de ella, lo dije como si no importara, como si fuera solo como regalar un pedazo de papel.

-¿prefieres morir a quedarte conmigo?- dijo mucho más seria.

-no me gusta jugar al gato y al ratón, no me gusta… no me gusta no saber, no me gusta que me jales por la ciudad, me tratas como una cosa y eso no me gusta… mierda ni siquiera se tu nombre – dije llena de ira tratando de liberarme de su cuerpo, pero por la posición era imposible, así que me limitaba a empujarla hacia arriba.

Deslizo su cuerpo sobre el mío, dejando sobre mi todo su peso, soltó mis muñecas y metió sus manos bajo mi cintura, apretándome más y más, metió su carita en mi cuello, entrelazó sus piernas con las mías, apretándome, era un abrazo, muy tipo de boa constrictor y se quedó ahí… aferrada a mi cuerpo… como yo me había aferrado al suyo al inicio, despacio me fui relajando, dejando de tratar de zafarme, pero ella no me soltaba, la sentía tensa, subí mi mano y comencé a acariciar su espalda, su cabello…

-no quiero dejarte – susurre despacio – y no prefiero morir a estar contigo… solo me gustaría que todo fuera normal, ir al cine, a tomar café, al parque, hacer las cosas que toda la gente hace – dije despacio.

-yo no puedo darte eso – se limitó a decir.

-entonces no me jalonees, simplemente dime “ven conmigo”  o “vamos” y yo voy – le repetí.

  • no se ser dulce – se limitó a repetir, así pegada a mi cuello.

  • solo necesito que seas honesta – le repetí.

Ella asintió con la cabeza sin salirse de mi cuello…

Nos quedamos así… despacio esa sensación de encierro, de sentirme así atada a ella volvió, sentí como se relajó… y una parte de mi respiraba resignada…

-¿Perséfone? – pregunte despacio .

-dime – dijo casi susurrando.

-¿Por qué te dicen la hiena? – susurre también

-porque la primera vez que tuve que matar a alguien me dio risa – dijo susurrando.

-¿ a quién mataste? –

-no quiero hablar de eso – me susurro

-¿Cómo te llamas?-

-Perséfone … así me llamo ahora – susurro

  • ¿y antes?, ¿Cómo te llamabas antes? –

-antes… antes no tenía nombre, cuando tu no estabas… no se puede decir que yo fuera “alguien” –

-¿Cómo?- dije intrigada en verdad.

  • bueno, cuando tu no estabas Joliene… yo no era alguien ya… yo era… no sé cómo explicarlo… simplemente… yo no tenía nada bueno dentro, ya no sentía nada, todo era malo… no sé cómo explicarte lo que yo siento… - dijo quedándose callada un poco – tú haces que yo vuelva a sentir… por eso no quiero perderte – dijo despacio, mientras se hundía mas en mi cuello.

No pude evitar sonreír… supongo que en mi cursilería sin fin eso fue un “te quiero”.

Vi despacio como el cielo fue clareando… en una horas tenía que irme a casa y todavía tenía a Perséfone atada a mi cuerpo.

Despacio trate de despertarla – es de día – le susurre.

-no importa, quédate conmigo aquí – dijo entre dormida y despierta.

-tengo que ir a casa, mi mama me espera –susurre de nuevo.

-llámala y dile que no iras – dijo despacio sin moverse.

-no puedo hacer eso – me limite a decir.

-bueno… tu escapaste, tu resuelve – dijo apretando mi cuerpo de nuevo… era claro que ella no me iba a dejar marchar así que tenía que pensar que hacer.

-ven conmigo – susurre.