Las Noches de Perséfone...2

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-Mierda, mierda, mierda – repetía Perséfone en mi oído quedándose quieta, era la primera vez que la vi temer a algo, a cualquier cosa. Antes de llegar donde estábamos,  en el camino había una curva y aunque se tapaba un poco era imposible fingir que no había nadie ahí, así que el hecho de darnos vuelta y salir a todo galope hacia la propiedad era estúpido.

Cuando vi que el carro empezaba a dar la vuelta lo único que se me ocurrió fue soltar la silla, voltearme y decirle – Bajete y escóndete – la solté de mi cintura y ella en un solo movimiento, tan fácil como había montado,  se desmonto del caballo, se escondió entre las piedras que formaban una cerca rustica en el terreno seco, honestamente desde la altura del caballo, se veía que había algo ahí, pero claro, el caballo era enorme.

Despacio se acercó el auto negro, al llegar a donde yo estaba bajo el vidrio, no se me ocurrió nada más que hacerme la estúpida, avente la rienda sobre la cabeza del caballo.

-Buenos días Señorita – dijo el conductor del coche, mientras se estacionaba a mi lado.

-Buen día - dije mientras tomaba al caballo de la silla y fingía que la rienda se me había escapado, y trataba en un intento vano de alcanzarla – disculpe – me dirigí a ellos que me veían un poco raro porque parecía completamente fuera de lugar – ¿Puede ayudarme?- dije mirando al conductor y sonriendo.

-Claro- dijo el hombre mientras se bajaba del vehículo y su compañero se echó a reír -¿qué ha pasado?- me dijo.

-Bueno, estoy aprendiendo a montar, se me escapo el caballo, por no caerme solté la rienda y creo que estoy atorada – dije con la voz más dulce que pude sacar de mi interior para parecer una damisela en apuros.

-¿Por qué no te has bajado? – me dijo intrigado.

  • La verdad, el caballo es muy alto, me dio miedo caer, es la primera vez que monto – dije sonriendo mientras el hombre me entregaba la rienda - ¿Cómo se llama disculpe? – pregunte sonriendo y acariciando apropósito la mano del hombre.

  • Soy el Agente Sánchez – repitió sonriendo, respondiendo al coqueteo.

-Es usted policía – dije sorprendía, estaba a una palabra de salir de ahí, tan siempre como que explicara que me tenían detenida contra mi voluntad en una propiedad de alguien que vivía cerca  me haría salir de ahí… pero me fue imposible…  no quería que le pasara nada a Perséfone.

-Si mira, ¿te puedo hablar de tu? – me dijo, yo asentí con la cabeza – ten cuidado, se nota que eres de fuera y la zona es peligrosa, ahí un grupo de matones que se mueven por esta zona, mira- me dijo mientras regresaba a buscar en su coche una tarjeta- si vez algo raro, si alguien te molesta, me marcas y yo te ayudo preciosa – dijo coqueteando.

-Gracias -  le dije sonriendo y guardando la tarjeta.

-¿Cómo te llamas preciosa? – me pregunto curioso.

-Mariana – mentí de la manera más descarada que pude, que últimamente se me estaba haciendo habito, sentí que mi nombre era demasiado raro.

-Mucho gusto – decía dándome la mano de nuevo, mientras sonaba el radio de la camioneta, obligándolo a entrar de nuevo y seguir su camino, después de que su compañero le gritara que dejara de “noviar” y que le diría a su esposa, el oficial lo vio con odio,  yo me eche a reír, me repitió que si necesitaba algo lo llamara  subieron a la camioneta y se marcharon.

Mientras esperaba que terminaran de marcharse y ganar distancia, me quede quita,  escuche detrás mío...

-Mira nada más “Mariana”, ¿ya tienes novio? – me dijo en un tono celoso Perséfone que estaba parada tras de mi – Recórrete hacia atrás – dijo mientras se subía frente a mí. Ya sobre el caballo me agarro de la mano y me puso la mano en su cintura. Azuzo al caballo de nuevo, y se metió entre las tierras y veredas para no usar el camión que llevaba la camioneta. A mitad de camino, yo iba callada, pensando, pude haber escapado ese día, con tan solo abrir la boca, decir auxilio, dejar que me llevaran a casa, pensaban y pensaba lo mismo… supongo que Perséfone también, se detuvo de golpe, en algo parecido a una arboleda,  tomo mi mano entre la suya y empezó a hablar muy despacio – ¿por qué no te fuiste pequeña? –pregunto.

  • honestamente… no quiero que te pase nada malo – dije tratando de ser honesta.

Ella se rio – bueno…gracias… yo no voy a olvidar esto – dijo apretando mi mano con la suya, la subió hasta su  boca y me beso la mano – agárrate bien, no quiero que te caigas – me dijo regresando mi  mano hacia su cintura.

Cabalgamos un poco más hasta que llegamos  por atrás a la propiedad… por la puerta de atrás había un pequeño letrero que decía “El infierno”… así se llamaba la propiedad, el infierno, me paso muy adecuado, pero no dije nada.

Al entrar Perséfone bajo del caballo y me ayudo a bajar a mí, al bajar me tomo de la muñeca y me jalo hacia ella –dame la tarjeta – me dijo despacio, yo se la di, así, simplemente… ella la tomo y la arrojo al lodo, empezó a caminar hacia la casa conmigo así, arrastrándome de la muñeca, tomo el teléfono y empezó a decir – Las ratas andan rondando- de inmediato vi como todos se montaron en sus camionetas, los guardias subieron al techo,  vi un despliegue de armas digno de cualquier película de Hollywood , solo que ahora todo era real.

El entrar a la casa Perséfone le dijo a María que me movería a “la habitación”, Perséfone entro a la habitación que ocupaba antes y tomo mi maleta, y me seguía arrastrando por toda la casa, entramos a una de las salas, Perséfone empujo un muro a lo James Bond y entramos a un cuarto enorme, sin ninguna ventana, una cama grande, una sala pequeña. Ella puso la maleta en el piso y siguió llamando una y otra vez, dando órdenes en clave, cosas que francamente no entendía.

Me senté en el sillón, revise las paredes blancas, desnudas… fuera de que era un lugar claustrofóbico, se veía bastante seguro…

Después de mucho rato Perséfone soltó el teléfono, se sentó a mi lado.

-Joliene, necesito  que te quedes aquí, ¿ok?, tengo que salir  y no hay lugar en la casa donde estés más segura, no salgas, por favor no salgas – me decía muy seria, era la primera vez que me llamaba por mi nombre, lo cual me pareció curioso, me limite a decir que sí.

Me mostro rápidamente la habitación, me dijo que viera la tele, me duchara o cualquier cosa, que simplemente no saliera hasta que ella viniera por mí.

Me quede quieta un rato, pero, estaba sudada y olía a caballo… así que decidí ducharme, me quede rato ahí, metida, en la tina, pensando que estuve a punto de huir de esa locura, de ese mundo que no era mío, donde yo estaba persa, con una mujer que por más que me gustara era alguien malo… todo sonaba más y más a una locura y una estupidez cada que pensaba que, podía estar en mi casa… en camión a mi mundo… me sentía una idiota.

Salí de la tina con sensaciones encontradas, sentía un vacío en el estómago, me senté en la cama mientras veía la tele… no puede evitar que se me salieran las lágrimas.

Pasada uno o dos horas, la verdad medir el tiempo ahí  era complejo, Perséfone entro con el mismo sigilo con el que había salido, pero con una sonrisa de oreja a oreja y una bolsa de regalo, hasta que me vio llorando. Se acercó a mi extrañada –¿te asustaste mi pequeña?, no, no llores ¿ok? - dijo mientras me abrazaba, por primera vez la vi con algo parecido a un  interés genuino, sin la sonrisa sínica, ni la risa burlona, podía decirse que hasta ternura, me tomo del cuello para levantarme la cara y que la viera fijo,  me beso los ojos y me dijo sonriendo – Mira, te tengo un regalo – saco una caja negra de dentro de la bolsa, dentro había una especie de pulsera de oro blanco, era un ovalo con muchos diamantes pequeños, que venía abierto y tenía una llave especial para cerrarlo .

Saco la pulsera del empaque, y me la mostro, tomo mi pierna, la acaricio hacia abajo hasta tomarme del tobillo… me quito la pulsera de las manos y la midió en mi pierna -¿te gusta? – me pregunto sonriendo, cerrándola sobre mi tobillo sin fijarla.

-¿me estas poniendo un grillete? – dije desde el fondo de mi corazón, con una cara de sorpresa, de desagrado.

  • No, no es un grillete – dijo molesta – es un regalo, aparte, así voy a saber siempre donde estas – me dijo tratando de venderme la idea.

  • ¿por qué?, yo no salgo de la casa- le dije en un tono triste.

  • hoy salimos, ¿qué hubiera pasado si te pierdo?-me dijo intrigada, soltó la pulsera y paso su mano por mi cabello, me tomo de la nuca y me dijo despacio – eres lo más valioso que tengo, no me defraudes y yo no te defraudare – acaricio mi rodilla, me dio un beso, mi pantorrilla, la beso también y desde ese punto bajo dando besos hasta que llego al tobillo. Cerré los ojos y la deje colocarme la pulsera en el tobillo derecho, ella sonrió todo el tiempo, yo sentí como si me hubieran colocado una collar  de perro, caro, pero un collar de perro.

  • te he traído otro regalo- dijo sonriendo de nuevo, para mis adentros pensé, “si… seguro la cadena que hace juego para atarme por aquí”, saco un teléfono y me lo dio, me llene de gusto, no pude evitar sonreír – Mira- dijo despacio -este teléfono es copia del mío, si le llamas a cualquier persona me voy a enterar, todo lo que digas se está grabando siempre, ¿ok?, puedes llamar a tu casa, pero no a tu novio policía- dijo celosa- ni quiero saber qué haces algún plan raro. ¿ok? – acento con la cabeza sonriendo – vez mi niña, no soy tan mala, solo quiero cuidar de ti – dijo acercando su cuerpo al mío, mucho, acariciaba mi espalda y me beso el cuello, fue un beso y una mordida pequeña, lance un quejido, se acercó a mi oído y me susurro despacio – siempre que te toco gimes… ¿así eres en la cama?, ¿haces tanto ruido?- dijo en un tono morboso – mientras me besaba el cuello de nuevo, a pesar de que disfrutaba su contacto, tenía la idea de lo que había pasado.

-¿se fue la policía? – le pregunte despacio.

-Sí, no te preocupes por eso, ya matamos esa rata – me dijo sonriendo esperando que eso me diera calma, mientras jugaba a acomodar mi cabello detrás de la oreja, besándome el cuello.

– ¿los mataste? – pregunte con genuina curiosidad, en verdad quería saber hasta dónde podía llegar.

-¿te preocupa tu novio?- me dijo separándose de mi cuello, entrecerrando los ojos como si tratara de ver dentro de mí.

-No, solo quiero saber si paso algo – dije de nuevo.

  • Mientras menos sepas, mejor, se limitó a decir – cosa que me repetiría cada vez que yo trataba de investigar cualquier cosa, respecto a lo que ella se dedicaba, fuera de ser una mujer de “negocios”. – Eres demasiado curiosa… y no respondes nada de lo que yo te pregunto -  dijo para retomar lo que hacíamos antes – ¿así gimes en la cama? – dijo mirándome a los ojos.

  • ¿importa? – le conteste sínica, muy a su modo.

  • A mí me importa, me gusta que mis mujeres giman – dijo más sínica todavía – ¿y a ti?,¿te gustan las mujeres que gimen? -.

  • A mí no me gustan las mujeres- me limite a decir viéndola fijo a los ojos.

La vi llevar su mano a mi cuello, a mis labios, pasarla por en medio de mis senos, por mi vientre hasta tocar mi sexo sobre la ropa, fue imposible para mí no gemir de nuevo mientras cerraba los ojos, ella se rio - ¿Qué no te gustan las mujeres?, no pequeña, a ti no te gustan… a ti te encantan, ve cómo reacciona tu cuerpo, a ti te encanta…- dijo mientras  acariciaba mi cuerpo de abajo arriba, hasta llegar a mi boca de nuevo - ¿has estado como una mujer?- me dijo despacio, en un tomo más secado, más tierno, quizás más interesado.

-Hummmm…. No – respondí bajito.

  • ¿te desagrada que te toque?- dijo muy tierno, mientras seguía pasando si mano por mi cuerpo.

  • no…- dije despacito – me gusta -  dije con la respiración entrecortada.

Ella sonrió y despacito me dejo de hacer, dejo de acariciarme, se acercó mucho a mi boca…. mucho, sentía su respiración en los labios… -bueno, entonces haremos algo muy especial- se limitó a decir mientras sonreía.

-¿y tú fiesta? – pregunte despacito tratando de recuperar el aliento…

-ahhh…hummm – dijo pensando – hoy no será – se limitó a decir muy convencida, asegurando que la primera vez con una mujer seria entre sus manos.

Me beso el cuello de nuevo y se metió a la ducha…  yo aproveche para llamar a casa, hable un rato con mi madre, era extraño tratar de ocultarte todo esto, este mundo extraño en el que estaba, mi madre estaba feliz de saber que yo estaba bien, cuando terminamos de hablar, me sentía más calmada. Me recordaba cada momento, que yo tenía que salir de ahí, que tenía que esforzarme por salir de ahí… viva… sin el rencor de Perséfone para que no fuera algo que me persiguiera.…

Cuando termino de ducharse,  salió envuelta en una bata de baño, se podía ver que estaba completamente desnuda abajo, se veían todavía unas gotas de agua que le aperlaban la piel, el cabello húmedo la hacía ver todavía un poquito más hermosa, si eso era posible.

Yo estaba ahí tirada en la cama, fingiendo que veía la televisión, pero de reojo la veía moverse por el cuarto, se recogió el cabello y se tiro en la cama, así, en bata, recién bañada, podía oler su piel fresca, así muy cerca mío…

-¿Sabes que deberíamos hacer? – me dijo despacio, sonriendo coqueta…

-¿Qué? – dije despacio, nerviosa.

-Deberíamos ir a comer – dijo sonriendo.

Sonreí de también, se paró de la cama y como siempre, me tomo de la muñeca y me arrastro a su lado. Ese gesto me confundía demasiado, a pesar de que fuera o no amable, ese acto, de arrastrarme a su paso, me hacía sentir prisionera, un poco más… y más ahora que tenía  el grillete en el tobillo, bonito, pero un grillete al fin.

Había muchísima gente en la casa, en el jardín colocaban mesas, sillas, la cocina estaba llena de gente corriendo de un lugar a otro con bocadillos, botellas de vino, de wiski, preparándose para algo, la única preparación así de grande que había visto jamás era  para la boda ostentosa de unos amigos. -¿Qué pasara? – le pregunte a Perséfone, mientras la vi meter la cabeza en el refrigerador para sacar una botella de agua mineral mientras decidía que tomar.

Me ignoro un poco, mientras veía todo lo que  tenían en la mesa, yo hable de nuevo, -¿Qué pasara? – le repetí.

Ella me miro – es una cena de negocios pequeña -  dijo sonriendo, me apunto todo lo que tenían preparado – no se me antoja nada – dijo en voz alta -¿quieres algo? – vi todo, no tenía hambre propiamente, tenía un extraño vacío en el estómago, así que negué con la cabeza.

Así que salimos de la cocina para no estar ahí, había demasiado ruido, demasiada gente… fuimos a una de las habitaciones, la que Perséfone usaba como suya, era la más grande de todas, era una habitación extraña, tenía una cama enorme, muy baja, como de estilo japonés, todos los muebles eran negros, incluida la cama y los cobertores, las paredes eran blancas, el techo y el piso también todo en el mismo tono, así que le daban una continuidad extraña para mi gusto, también las puertas eran blancas, tampoco tenía ventanas, me senté en un sofá negro mientras ella abrió una puerta que daba a un vestidor enorme, lleno de zapatos y ropa de todo tipo, mi curiosidad femenina me hizo asomarme para ver la cantidad enorme de ropa que tenía ahí, perfectamente organizada,  al ver con detenimiento al interior, note que en una de las paredes había una cantidad enorme de armas colgando de una pared… eso me regreso a la realidad.

Vi como Perséfone hacia volar desde dentro del vestidor 3 vestidos, todos negros, salió con un sostén a media copa que dejaban ver sus senos, unos pantis a la cadera muy pequeños de encaje y un liguero. Salió con las medias en la mano y se sentó en un sofá frente a mi a deslizarlas por sus piernas hasta la mitad de sus muslos, a forma de espectáculo, no pude evitar sentir excitación de nuevo, cuando termino se puso de pie frente a mi – hola – me dijo.

-hola – respondí nerviosa, detestaba eso, su capacidad de ponerme nerviosa.

-¿Me ayudas? – dijo metiendo su piernas entre las mías para que le abrochara el liguero, lo cual hice. Dio dos pasos hacia atrás, me dejo que la viera completa  sonrió. – cierra la boca pequeña, estas que babeas – dijo para molestarme mientras me guiñaba un ojo.

En verdad era un espectáculo hermoso de ver,  ella ahí, parada frente a mi escogiendo vestidos entre los tres, viéndola con detenimiento me di cuenta que quieta dos cicatrices, una en un brazo, y otra en la cadera, la del brazo era un circulo y la de la cadera una línea. -¿Qué te paso? – le pregunte curiosa desde lejos.

-¿Dónde? – dijo sin tomarle importancia a mi pregunta, mientras seguía escogiendo vestidos frente al espejo.

  • Ahí- dije señalando con el dedo a su brazo, - y ahí – dije bajando mi mano para señalar la línea de la cadera.

  • Pues…- dijo mientras respiraba profundo – este trabajo… ya sabes, heridas de guerra – se limitó a decir.

  • ¿es un balazo? – pregunte curiosa.

-Si … deja de curiosearme… ¿Cómo no me preguntas de mis tetas? – dijo intrigada.

-Porque, tetas yo tengo  y heridas de bala no – dije entre risas.

Perséfone termino de escoger, se puso un vestido negro con unos tirantes pequeños, con un escote en la espalda.

-Bueno – me dijo – necesito que te quedes calladita… ¿quieres quedarte aquí? o ¿prefieres quedarte en el otro cuarto? – dijo volteándome a ver.

-Hummm…. En el otro cuarto – dije despacio.

  • Muy bien, vamos- dijo acercándose a mí  y tomándome de la muñeca.

  • Deja de jalarme por la casa, si me dices que te siga lo hare y listo, vas a terminar por zafarme el brazo – le dije molesta.

Me dio un jalón más fuerte  y me pego a su cuerpo, me volteo para que le diera la espalda y me apretó contra ella - ¿así deseas que te lleve por la casa?, te digo… - dijo acercándose a mi oído – te encanta que te toque, acéptalo – me dijo susurrándome al oído.

-jamás he dicho que no – susurre, ella tenía la cualidad de ponerme nerviosa ante su solo roce.

Me jalo hacia la cama, así por la espalda, se sentó y me sentó sobre sus piernas, empezó a besarme la nuca, a darme mordiditas, a pasarme la lengua mientras subía sus manos a mis pechos, y los acariciaba sobre mi camiseta, apretándonos jugando, lo hacía más y más fuerte ante cada gemido mío.

-Me pones loca – me susurro al odio – no puedo quitarle las manos de encima – dijo mientras me metía la mano bajo la camiseta, para tocarme los pechos, más y más, me mordía la nuca, me pasaba las uñas por los senos mientras trababa de liberar mis pechos del sostén. En ese momento… su teléfono comenzó a replicar, más y más…. –Mierda – dijo sacando una mano de mí del jugueteo –¿Por qué me interrumpes? – dijo enojada mientras trataba de seguirme tocando y yo, trataba de sacar su mano de debajo de mi ropa y ponerme de pie,  ella se reía mientras hablaba por teléfono y  trataba de seguir con el jugueteo. Después de un rato logre zafarme  y ella siguió  hablando por teléfono mientras me llevaba al otro cuarto.

Nos quedamos ahí, ella se me acariciaba mientras daba órdenes con el teléfono, entre todo lo que ordeno, pidió que nos trajeran comida y vino, cuando por fin termino de dar órdenes.

Se quitó el vestido y se acostó en ropa interior en la cama, con la excusa de que no quería que se ensuciara, escuche que le hicieron sonar el teléfono,  ella salió así, en ropa interior, hasta la sala donde estaba escondido el cuarto.

Entro con una bandeja de comida, llena de muchos entremeses y una botella de vino tinto  y dos copas.

Abrió la botella y sirvió dos copas, y me dio una, después, hablamos un poco de la casa, el día había pasado rápido.  Me conto que tenía tres años viviendo ahí, que en general era muy seguro, claro, si tienes una horda de hombres armados vigilando tu casa debe ser un lugar por lo menos muy seguro.

Me hizo que le contara un poco de mí, hablamos, de que era hija única, de qué había estudiado, hablamos también de los breves noviazgos que había tenido, pero ella no quiso hablarme de sus parejas, bajo la  frase de “las damas no tenemos memoria”,  solo le pregunte si siempre le habían gustado las mujeres,  me dijo que no, que también era algo que se había dado cuenta en el negocio.

-El negocio – repetí despacio - ¿puedes hablarme del negocio? – dije llevándome la coba a la boca.

  • no – dijo llevándose la suya a la boca.

-¿usas drogas? – le pregunte, se atraganto y se rio.

  • no, las drogas son para los bobos que quieren tirar el dinero -  dijo muy convencida.

  • ¿has matado a alguien? – pregunte.

  • hummm… ¿en verdad quieres saber?  - me dijo muy seria mirándome a los ojos.

  • si – respondí tratando de ser concreta.

  • sí, he matado , es parte del negocio, a veces son cosas que uno tiene que hacer – me dijo muy seria – ¿te doy miedo?- dijo seria, con un genuino interés por primera vez.

  • no, no miedo, es como curiosidad – dije seria.

  • Deja de ser tan curiosa, mientras menos sepas mejor – me dijo de nuevo.

  • lo sé, lo sé… pero es extraño, ni siquiera se tu nombre – le dije.

  • Me gusta que tú me hayas dado un nombre… ¿y tú?, ¿Cómo te dicen? – pregunto.

-A mí, Jo, o Joly, casi siempre-  dije despacio, ninguno de los dos me gustaban.

-No me gusta… eres más bonita que eso – dijo acariciándome la mejilla, acercándose más y más, despacio, mas y más… hasta que quedo a un centímetro de mi boca, sentí su mano acariciando mi espalda de nuevo, así, muy cerca, simplemente no pude contenerme y la bese, despacio al inicio,  apenas rozando sus labios, después ella intensifico el beso, empezó a responderlo despacio,  se separó,  solo para acercarse con más fuerza, me besaba despacio y apasionadamente, comenzó a mordisquearme el labio inferior mientras sus manos subían hasta mis senos sobre mi ropa,  se separó de mi boca y su boca bajo hasta mi cuello, me besaba, me mordisqueaba porque sabía que eso me hacía gemir y que yo gimiera le encantaba, hacía que sus caricias, que sus mordidas fueran todavía más intensas ante cada uno de mis gemidos, sus manos me tocaban con más fuerza, todo se intensificaba…. de golpe comenzó a detenerse… más y más…. Me abrazo… y me susurro al oído – ya, ya… para, para, si sigues no me voy a detener así me lo pidas -. Me quede quieta, me beso de nuevo y se paró de la cama. Salió despacio del cuarto…

Me sentía turbada, estaba demasiado excitada, decidí bañarme de nuevo, para que se me bajara la excitación, me acosté en pantis y una camiseta, trate de ver televisión y despacio, me quede dormida… el día había sido largo y no sabía bien a bien qué hora era.

Pase un rato dormida, abrí los ojos, tenía el olor de Perséfone metido en la nariz, así lo sentía, su olor, su sabor en mi boca, ¿qué diablos había hecho?,  debí marcharme, debí marcharme me repetía una y otra vez… empezó a pensar en ella… en su cuerpo, en su calor, en su boca, en sus manos que no me respetaban, y ni siquiera lo intentaban… y empecé a desearla de nuevo, sus labios su cuerpo, su olor, sus manos en mí, buscando algo que ni yo sabía que tenía dentro, al menos no tan fuerte. Me puse boca abajo, y empecé a repasar sus caricias con mis manos, mis muslos, mi vientre, mi cuello, mis senos… y empecé a sentirla ahí de nuevo, conmigo tocándome los muslos, tratando de encontrar el momento para tocar mi sexo, así que yo, sola y en su memoria deslice mi dedo por mi sexo hasta tocar mi clítoris, estaba demasiado excitada, el simple contacto hizo que empezara a gemir, deseaba tenerla, ahí conmigo, acariciándome, mordiéndome la espalda, los hombros, que ese dedo que jugaba con mi clítoris fuera el suyo, o su lengua, me fue imposible evitar imaginándola así, sobre mi espalda, deslizando sus dedos dentro de mí y penetrándome violentamente, mientras me susurraba cosas obscenas, o el siempre “eres mía” que me dice y me hace temblar. Mis gemidos se volvieron más fuertes, más profundos y entre ellos empezó a colarse su nombre, deseando que los dedos en mis sexo fueran los suyos, entonces, tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida, me quede ahí boca abajo, tratando de que mi respiración se tranquilizara cuando de repente escuche su vocecita  hablándome.

-¿te viniste rico preciosa? – dijo tranquila.

Yo solo quería desaparecer cuando la vi,  despojarse del vestido mientras se metía a la cama, mientras buscaba mi boca y me repetía –si en tu imaginación cojo rico, ahorita te voy a cumplir tus deseos pequeña – dijo mordiéndome el lóbulo de la oreja y haciéndome gemir de nuevo.

Perséfone subió su cuerpo a mi espalda mientras me mordía  el cuello, gesto muy suyo que yo  había empezado a amar, así, sobre mí, empezó a tocarme los senos por debajo de la ropa, yo gemía despacio mientras trataba de articular palabras que ni siquiera podía pronunciar.

Me puso boca arriba, y me saco la camiseta, dejándome los senos desnudos, bajo su boca de mi cuello a mi clavícula, me miraba con los ojos encendidos,  mientras bajaba lamiendo y mordiéndome la piel hasta los senos, lamio en círculos mi pecho izquierdo hasta llegar a mi pezón ya erecto, el cual tomo salvaje entre sus dientes, mordiendo despacito para después dar un pequeño tirón y hacerme soltar un gemido más profundo, con sus manos desocupadas mientras su boca jugaba con mis pezones a mordisquearlos y chuparlos empezó a bajarme los pantis,  mientras yo arqueaba la espalda, no podía dejar de sentirme embriagada, por ella, por su olor, por sus ojos, sus ojos me quemaban dentro, me hacían arder de deseo, ella no me respetaba en lo más mínimo, de golpe, despacio pero firme hundió sus dedos en mi sexo,  mientras se separaba de mi boca para verme apretar los ojos al ritmo de sus embates, empezaba despacio, hasta que sentía que mi vagina se contraía por mi inminente orgasmo, me los sacaba de golpe, para evitar que me viniera… - no me los saques – le rogué entre gemidos.

-¿te gusta?- me preguntaba con su sonrisita sínica en los labios mientras me metía los mismos dos dedos que acababa de sacar de mi vagina a mi boca para que los lamiera, y  yo, loca de deseo los chupaba como si se tratara de un caramelo delicioso  y asentía con la cabeza por mi incapacidad de pronunciar por mi excitación. – dime – me repetía – dime que me quieres dentro… dime que eres mía – repetía una y otra vez, como exigencia, como suplica… y en ese momento no había nada que deseara más que tenerla dentro mío, nada en todo el mundo, así que, con la voz entre cortada,  empecé a repetir una y otra vez  -Perséfone soy tuya, solo tuya… hazme tuya…. hazme tuya – ella paso sus uñas por mis senos, por los costados de mi cuerpo desde la base de mis senos, por mis costillas, por mis cintura, por mis caderas, como si delineara mis curvas, hundió sus uñas en mis muslos haciendo gemir todavía más fuerte, se inclinó sobre mí, besándome profundo,  hundiendo su lengua en mi boca, robándome el aliento, y al mismo tiempo comenzó a penetrarme de nuevo… yo le gemía en la boca, y sentía como mis gemidos resonaban dentro de ella, mezclado con su respiración, empezó a acariciarme el clítoris con el pulgar, mientras dejaba quietos sus dedos dentro de mí, acariciándome por dentro el cielo de mi vagina buscando despacito mi punto g, con una tranquilidad que solo le pertenece a las personas que saben lo que hacen, mientras me mordisqueaba y succionaba mis labios… me vine muy fuerte, pero ella simplemente no se detuvo siguió ahí… haciendo el mismo movimiento mientras yo me retorcía de placer debajo de su cuerpo, hasta que me vine violentamente tres veces más, ella despacio saco sus dedos de mí y me los metió a la boca, yo los chupe de nuevo, me beso los labios despacio, con mucha ternura mientas abrazaba mi cuerpo y lo entrelazaba con el suyo.

Yo estaba agotada, no hay otra palabra para definirlo, arañe su espalda mientras trataba de esconderme en su cuerpo, así, con la respiración entrecortada, con la sensación de que en ese momento no existía nada más, nadie más que ella, más que ese cuerpo al que yo me aferraba que todavía se encontraba vestido, al que yo no había tocado, al que yo sentía que le pertenecía.

-perdóname – alcance a pronunciar despacio, haciendo referencia a que me encontró masturbándome.

-¿Cojo más rico en tu cabeza o en persona? – me pregunto con una sonrisa enorme de logro mientas arropaba nuestros cuerpos. Sentí como me ruborizaba y me apreté más fuerte contra ella.

-te sale mucho mejor en persona – dije muy despacio avergonzada por la pregunta.

-¿eres mía?- me pregunto, muy seria.

  • si – dije casi susurrando.

  • Tu eres mía… no te apenes, eres mía – repetía una y otra vez con su sonrisa de logro – yo te voy a hacer mujer – me dijo muy convencida.

La idea me dio risa y no pude evitar decir en voz alta - ¿y que soy ahora?, ¿un pato? – dije confusa.

Ella bajo su mano a mi sexo y lo acaricio mientras me decía – no… no eres un pato boba… pero, quiero disfrutarte toda – me dijo besándome despacio. Dejo su mano en mi sexo y con la otra me acariciaba la oreja, sentía su respiración tranquila sobre mi cuello y despacio me fui quedando dormida.

Mientras  dormía la escuche susurrar mi nombre… pero no respondí nada, estaba casi dormida…

-Joliene… pequeña…¿eres mía? – me pregunto despacio, yo no respondí  y la escuche continuar despacio – eres el único ángel que ha terminado en este infierno, no te vallas de mi lado… - dijo despacito. Yo me llene de ternura y me quede dormida ahí, entre sus brazos.

No sé cuánto tiempo paso, porque no había reloj, ni ventanas para ver el sol… desperté de golpe, cuando sentí a Perséfone rotando mi cuerpo, para separarme del suyo y ponerme boca abajo, estaba demasiado dormida y solo pensé que cambiaría de posición, pero no, sentí de golpe como abría mis piernas, y como comenzaba a masturbarme despacio así boca abajo, mi cuerpo no había perdido la excitación de la madrugada y me humedecí demasiado rápido, ella se acercó a mi oído y empezó a susurrarme –vez… te encantan las mujeres, te toco y te mojas…. despierta zorrita…- dijo mientras jalaba mis caderas para ponerme en cuatro, como perrito, para penetrarme más profundamente. Aceleraba el ritmo, yo tenía el pecho pegado a la cama y ella se inclinó sobre mí para tomarme del cuello mientras mordisqueaba mi espalda, repetía una y otra y otra vez – eres mía, eres mía, eres mía – paso su mano de mi cuello a mi cabello y sentía como se frotaba contra mis nalgas, no supe cuando se quitó la ropa,  pero sentía su sexo desnudo, húmedo e hirviendo contra mí. Trate de verla y tenía los ojos cerrados, mordiéndose los labios mientras empujaba sus dedos y sus caderas, al mismo ritmo, en ese momento entendí que se imaginaba penetrándome, así, violento y dulce… la idea me éxito todavía más y yo también comencé a imaginarla así, nunca entendí porque jamás permití que un hombre me penetrara así, pero ella, ella me hacía todo lo que yo jamás había permitido, hasta cogerme de perrito, bajo si cabeza hasta mi oído y comenzó a susurrarme – ¿eres mi putita? -.

Por más que la idea de que alguien me llamara puta me molestaba, en ese momento, con ella, ahí cogiéndome de perrito no solo no me molestaba, me encantaba la idea de ser su puta y comencé a repetir despacio – sí, soy tuya , tu putita… cogerme como la putita que soy – al y terminar de pronunciar ese frase, ella acelero el ritmo, mas y más, al ritmo descontrolado y salvaje de su cuerpo, yo me vine antes, grite como loca, como puta, y sentí como ella trataba de contener sus gemidos mientras caía sobre mi cuerpo. Nos besamos mucho, tratando de recuperar el aliento, de encontrarlo la una en la otra.

Yo me quería quedar todo el día en la cama, luchar con ella para que me dejara investigarle el cuerpo, besarla, penetrarla, me daba demasiada curiosidad, pero ella me convenció que teníamos demasiado que hacer me metí a la ducha para tratar de calmarme, pero ella estaba ahí, viéndome desnuda.

-¿Nunca me vas a dejar sola?- me limite a decir.

-Anoche dijiste que eras mía, ¿te acuerdas? – me dijo sonriendo orgullosa.

-si me acuerdo-dije poniéndome roja de nuevo.

-Pues eres mía y te quiero conocer toda – dijo sonriendo.

Se quedó viendo como le duchaba, al terminar tomo la toalla y empezó a secare el cuerpo, como excusa para acariciarme, que al final fue un esfuerzo infructuoso porque terminamos dentro del agua de nuevo, besándonos mientras Perséfone se duchaba y yo la acariciaba y besaba.

Nos vestimos deprisa para besarnos un poco más,  mientras me arrastra como es su costumbre del cuarto.

Al salir del cuarto veo la luz del sol entrar por las ventanas. Me sorprendo del desorden, al parecer es medio día, la fiesta estuvo genial.

Veo mucha gente limpiando, ordenando todo, me sorprende que donde yo estaba no se escuchaba nada, aparentemente el cuarto es anti ruido, lo cual me da calma porque así tampoco nadie me escuchó gemir a mí.

Perséfone me toma de la muñeca, y me suelta rápido, como recordando que le dije que no me gustaba, me dice – ¿te puedo tomar la mano?- dice sonriendo coqueta, le extiendo la mano y entrelazo mis dedos con los suyos, le beso el cuello.

Ella da órdenes por el teléfono y le grita a todo el personal, yo estoy como, atontada repensando en mi cabeza todo lo que viví, sus besos, sus caricias, sus palabras… es hermosa… cada momento la veo más bella.

Entramos a la sala donde me recibió y hay un hombre rubio sentado ahí, calmado, como si todo le perteneciera.

Perséfone me suelta de la mano, va a su lado, lo besa… no se quién es, pero ya lo detesto...

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Se besaron leve, de piquito, ella lo abrazo con  genuino afecto, mientas le decía -¡Tomas!, querido, ¿cuando llegaste? – dijo con genuino interés, yo lo detestaba, detestaba que lo besara, que el la abrazara con tanta familiaridad, con tanto afecto.

-He llegado hace rato,  pero he visto que estabas ocupada, y te quise interrumpir – dijo mirándome  intrigado con un acento extranjero que no termine de análisis del todo.

Perséfone se puso de pie, me tomo por la cintura,  se sentó en un  sillón frente a el, y a mi , me sentó en sus piernas como si tuviera 5 años,  - Es mía – se limito a decir, mientras me besaba el cuello de nuevo.

-¿Dónde la has conseguido? – le pregunto como si yo fuera un objeto.

-Bueno… me la robe- dijo acariciándome las piernas y tomándome firme por la cintura.

Tomas no pudo contener la risa – Ella, ¿es la niña del accidente?... bueno… es linda… ¿me a prestaras? – se limitó a decir mientras Perséfone me mordía la nuca.

-No – dijo desde lo más profundo de su garganta – ella es mía nada más, consíguete la tuya – dijo acariciándome los muslos.

-Dale Hiena, sí que eres egoísta – dijo mientras miraba sus manos recorrer mis muslos.

La Hiena, así le decía Tomas a Perséfone, me parecía muy curioso el apodo, a verdad me pareció confuso, pero bueno.

-Bueno, querido ¿y a que debo tu visita? – se limito a decir para cambiar el tema mientras  seguía acariciándome los muslos. Yo trabaja de bajarme de sus piernas y ella me tomaba firme por la cintura.

Tomas veía atento el juego – Deja a la niña, que no te deja concentrar – dijo moviendo los ojos de mis piernas y  sus manos a los ojos de Persefone, en ese momento no supe si lo que en verdad quería decir era que el no podía concentrarse.

-Déjame y ya dime – dijo ella mientras seguía su juego.

-Bueno, te las robado a esta niña…¿y quien va a hacer la entrega? -  se limito a decir Tomas.

-Bueno, consigue a alguien mas – se limito a decir Perséfone.

-Hummm… no es así de fácil, atraparon a la otra chica, así que tenemos una opción solamente… -

-No – dijo Perséfone interrumpiéndolo  y parando el juego.

-Vamos,¿ todavía la detestas?  - se limito a decir Tomas.

-Si, todavía – dijo mientras se podía de pie, cosa que yo aproveche para sentarme en el sillón – No la quiero aquí, ni quiero que hablemos de ella, consigue  a alguien mas – dijo terminantemente.

-Bueno – comenzó a decir Tomas muy despacio – y ¿ella? – dijo mirándome a mi.

-No, a ella no la metas – dijo mientras caminaba en círculos por alrededor del sillón – ella no sabe nada, jamás se ha metido en esto, y su mundo es totalmente distinto – dijo parándose a mi espalda.

-Mira nada mas… hasta que te veo sentir ternura por alguien – dijo Tomas quitándose los lentes.

Tomas no era un hombre feo, era blanco, con el pelo rubio sucio y una barba de tres días, los ojos entre miel y verdes, y un traje sastre de lino color claro, con facciones muy duras, bastante varonil.

Perséfone se acercó a mi,  me beso la mejilla y me susurro despacito – mi amor, ve a la cocina anda, ahorita voy para allá – yo me puse de pie, me limite a decir –conpermiso – y trate de salir de la habitación, pero, Tomas se paro,  y camino hacia la puerta y la cerro para evitar que yo saliera.

-Bueno preciosa, veamos  - dijo mientras me veía fijo - ¿quieres ganarte 5 mil dólares? –dijo con una sonrisa.

-Ella no lo necesita, no necesita dinero – dijo despacio.

-Bueno, entonces deja de portarte como idiota y llámale a Ximena – dijo Tomas firme mientras se quitaba del marco de la puerta.

Yo aproveché y me salí de la habitación, escuche como seguían discutiendo sobre como Perséfone no quería saber nada de Ximena, y como Tomas se aferraba a que alguien tenia que hacer “la entrega”.

Al llegar a la cocina vi a María asomada tratando de escuchar la conversación, ella me conto que Tomas era un  “ex novio” de la Señora, que el, la llama Hiena, pero ella lo detesta, que Ximena era la “otra amiguita” de la Señora, pero, Ximena se había ido, era demasiada información para los 3 minutos, ¿Quién era Ximena?, ¿que querían que hiciera?.

Escuchamos los pasos de Perséfone acercándose a la cocina y María salió disparada a fingir que hacia algo, y yo también,  se acercó calmada  mientras decía –Claro muy ocupadas, las acabo de ver correr por el pasillo – dijo abriendo el refrigerador y sentándose molesta en la mesa que había en la cocina.

-Necesito hablar contigo – dijo mientras me tomaba la mano sin mirarme – necesito que hagas la entrega- respiro profundo , soltando el aire en casi un suspiro –yo no puedo ir, pero prometo cuidarte todo el tiempo, eres la única persona en la que confió, pero, no quiero que sepas nada mas que eso- dijo mirándome por fin a los ojos – si no quieres, si te asusta esta bien, no es tu obligación -. Dijo mirándome fijamente.

La mire – ¿voy a llevar algo ilegal? – me atreví a preguntar.

-No, es solo efectivo, no dejaría que llevaras nada mas – me dijo muy convencida.

-Bueno – le apreté la mano – yo lo llevo- me limite a responder.

Perséfone me miraba fijo, me apretó la mano, se puso de pie y se marcho a ultimar los detalles con Tomas.

El resto del día paso en una tensa calma, ella ultimaba detalles, demasiados, la veía enfocada, llamando a todos lados, consiguiendo vuelos, coches, armas, de todo, la veía estresada.

Al final del día, se acercó y me abrazo, me jalo a la cama como era su costumbre, me abrazo como si deseara que su cuerpo se pegara al mío mientras me explicaba.

-Mañana en la mañana vas a volar a Cancún, te llevaran al aeropuerto, te vas a ir en un vuelo comercial, yo me iré en una avioneta con la carga, vamos  a llegar al mismo tiempo, cuando bajes del avión, abra alguien esperándote,  es alguien de confianza, vas a ir a una casa, yo iré en otra camioneta, vas a entrar, vas a buscar a Tomas que va a estar con una mujer muy alta, Rubia, ella es su esposa, tu le vas a dejar el paquete al jefe de tomas, no le digas tu nombre a nadie, solo tienes que entregarlo, lo abrirán, lo contaran y te darán una parte, cuando salgas, yo estare ahí-. Dijo muy convencida.

-Bueno, si solo es entregar dinero en  una casa ¿porque no lo puedes entregar tu? o ¿Por qué no se lo lleva Tomas? – pregunte curiosa.

-Porque estamos muy vigilados, se que no te pasara nada porque ahí esta la esposa de Tomas, el jamás dejaría que le pasara nada – dijo apretándome un poco mas.

Se notaba demasiado nerviosa, pero, no había más que hacer.

Esa noche no pude dormir, sé que ella tampoco porque la sentía acariciarme la cara, las orejas, respirar en mi nuca, moverse, yo trataba de estar lo más quita posible.

La mañana siguiente tome mi mochila, deje la maleta ahí, tome un cambio de ropa, mis papeles, el teléfono que Perséfone me había dado y trate de actuar lo más normal que pude.

Me monte en el coche, Perséfone se montó conmigo, me tomo la mano todo el camino y me abrazaba, como si me fuera a ir, como si me estuviera mandado a la hoguera,  a una muerte inminente, esa actitud suya me asustaba más.

Al llegar me dio el boleto del avión  y me beso profundamente, tratando de robarme el aliento. Honestamente me preocupaba más  que ella llevara el paquete.

Cuando entre al aeropuerto, me di cuenta cual era el miedo tan terrible de Perséfone, estaba libre, libre de su control, de sus dominios, tenía 20 minutos para documentar y 2 horas de vuelo por delante, casi 3 horas en las que no estaría conmigo, ni bajo sus dominios.

Vi un mundo de policías, guardias, seguridad, gente de relaciones exteriores y de aduanas, Perséfone sabía que si yo iba a huir, seria hoy. La idea paso por mi cabeza, no puedo negarlo, abandonar todo, toda esa locura, el infierno y a ella y dejarla, ahí, para siempre, como una experiencia, como un recuerdo, así como Ximena se había ido, quizás era lo mejor, lo más sano.

Pero, me fue imposible, documente, y pase rápido por seguridad, apenas si alcance a llegar al avión, supongo que Perséfone lo había calculado así, para darme el menor tiempo para pensarlo todo. Siempre había la duda, sabía bien que podía pedir ayuda a una azafata, fingir algo y no bajar del avión,  simplemente no bajar… mientras más lo pensaba más culpable me sentía, así que decidí tratar de dormir, aunque sea un poco.

Desperté cuando el avión bajaba, como no traía maleta, solo tome la mochila que traía y camine por el largo pasillo del aeropuerto de Cancún, viendo anuncio tras anuncio de restaurantes, hoteles y mucha gente que ofrecía hoteles, taxis, coches de renta y me di cuenta que podía huir, en todo momento pude huir, pero no lo hice.

Camine hacia afuera y la diferencia de clima fue lo primero que me golpeo, el calor húmedo de la playa, los colores mucho más claros que en ciudad de México. Cancún siempre fue un lugar que quise ver, jamás espere conocerlo así. Al abandonar por completo el edificio de salidas vi a un chavo, bajito de piel obscura, sosteniendo un letrero con mi nombre mal traducido “Yolyn” me dio risa, pero me acerque.

Él sonrió, tomo mi mochila y no montamos en una camioneta blanca, manejo por la zona hotelera, mientras yo trataba de ver la playa, en algún punto de los 31 kilómetros nos detuvimos. Perséfone se montó en la camioneta mientras me cubría de besos.

Me saco la camiseta y me puso un chaleco antibalas mientas me decía – solo es por protección – decía una y otra vez mientras abrochaba las correas. Creo que en su afán de protegerme me asustaba más. Me dio una maleta de mano, un beso profundo y se bajó del coche.

Seguimos nuestro camino hasta detenernos en un edificio de departamentos ya fuera de la zona hotelera.  El chico bajo conmigo a manera de guardaespaldas, ya en ese momento, al sentir el peso del dinero en mi mano, al sentir mi corazón latiendo alterado contra mi pecho cubierto por el chaleco, al saber que me metía por mi propio pie, por mi propia voluntad a la boca del lobo, me sentí la persona más idiota de mundo.

El chico abrió el elevador, escogió el piso, yo trataba de estar tranquila, de verme tranquila, me guio por un pasillo hasta un departamento, yo sentía que el dinero me quemaba en la mano, me sentía culpable, quería soltar todo y marcharme de ahí, pero la idea de que iban a lastimarla me mantenía ahí.

Tocamos el timbre y una joven nos abrió, desinteresadamente mientras hablaba por teléfono, nos dejaron pasar, y nos condujeron por el apartamento atiborrado de cosas, de cosas sin sentido que no combinaban, con muebles Luis XVI, todo se veía caro, todo se veía fino, pero no había ningún tipo de orden, había cuadros estridentes colgando de las paredes, tapetes, estatuas demasiado grandes de color cobre o dorado, encontraba agotador visualmente estar ahí, el lugar me parecía de mal gusto, sobre decorado, pero yo solo quería salir de ahí.

Al llegar, a la oficina, como Perséfone lo había dicho estaba Tomas, su esposa, Un señor de mediana edad y una joven que tomaba vino  y me miraba de arriba abajo.

Al verme Tomas se puso de pie y me abrazo – Mira nada más, ya llego la muñeca – se limitó a decir mientras me conducía al centro de la oficina donde se encontraba un escritorio enorme.

La joven dejo el vino y se puso de pie, se acercó a mí, sonrió de medio lado,  mientras abría la maleta, y sacaba paca tras paca de dinero. Las contaron rápidamente, el Señor, el jefe de todos solo se limitaba a verme en silencio mientras yo trataba de sostenerle la mirada.

-Siéntate – dijo cuando terminaron de contar el dinero. Yo obedecí, mientras se acercaba demasiado a mí y me preguntaba -¿sabes lo que hace la Hiena? – yo negué con la cabeza.

Tomas trato de intervenir, diciendo pero ante su primera palabra el señor levanto la mano y Tomas guardo silencio.

-tu pasas muy facilito bajo el radar – me dijo mientras me continuaba viendo fijo – la Hiena te va a usar un rato como a todas – dijo mientras miraba a la chica que terminaba de meter todas las pacas de dinero en la maleta de nuevo – eres linda, y si quieres, puedes tener futuro – dijo mientras me daba una palmada en la mejilla casi de manera paternal.

-Piénsalo y búscame – dijo mientras se daba vuelta y tomaba dos pacas de dinero de la maleta y una tarjeta de presentación – toma, esto es tuyo, dile a la Hiena que venga a darme la cara- hizo una larga pausa  y después grito –Ximena, acompaña a la muñequita afuera -, la chica que acomodaba todo camino a mi lado.

-Ven conmigo – dijo sonriendo, mientras me acompañaba a la salida.

Mientras subíamos al elevador, me toco el hombro diciéndome – Calma, lo hiciste muy bien – la vi sonreí y me limite a decirle – Gracias -.

Ella continuo hablando – es verdad lo que dice Rubén, la Hiena solo te va a usar, lo sé porque me lo hizo a mí, te va a coger, te dirá que nunca te hará daño, que te quedes a su lado, pero, cuando todo se ponga feo, ella va a salir corriendo. A mí me salvo Rubén… pero esta es la única oportunidad que te dará, piénsalo -  dijo con una sonrisa encantadora.

Salió conmigo del edificio, y se despidió de mí.

Perséfone me esperaba, la vio con una cara de odio y yo me dirigí de nuevo hacia el coche con ella. Estaba mas confundida que al inicio.

Entre al coche  mientras Perséfone me jalaba del brazo preguntándome -¿Qué hacia ella contigo? – mirándome con desconfianza, en este momento la detestaba, detestaba que siempre me jalara como un objeto, detestaba eso, así que llena de ira le dije.

-Déjame, deja de jalarme ya – dije jalando mi brazo para zafarlo de su mano.

-¿Qué te dijeron – dijo insistiendo

-que te presentes, y que me aleje de ti, eso dijeron – dije seca y firmemente.

-perdóname – dijo tratando de calmarse, soltó mi brazo y me acaricio a cara -estoy demasiado nerviosa- dijo acariciando mi cabello –Vámonos – dijo golpeando el haciendo de enfrente para que el chofer arrancara .

-Espera… -dije calmada.

-¿Qué pasa? – dijo curiosa.

-¿podemos ir a la playa?- dije despacio mirando a piso del coche.

-Sí, vamos a la playa – dijo respirando profundo, tratando de complacerme con una sonrisa forzada.

El chofer nos llevó de nuevo a la zona hotelera y se estaciono en un recoveco que sería para mi imposible recordar cómo llegamos y caminamos por algo como un callejón y terminamos frente a la playa.

Fue imposible para mí no llenarme de gusto, a pesar de todo, siempre me había gustado mucho el mar y jamás había visto un mar más lindo, mas azul, más transparente, me senté en la arena clara  y fina como talco. Perséfone se quedó lejos de mí, como siempre gritando al teléfono.

Después de un rato comenzó a pensar todo, una y otra vez, por primera vez en esa semana, ya no quise estar ahí.

Me quede ahí, sentada en la arena, sintiéndome en el top 5 de las personas más idiotas del mundo… como en el lugar 3.

Después de un rato Perséfone se sentó a mi lado.

-¿te gusta el mar?- me dijo despacio.

-Me quiero ir a mi casa Perséfone – dije despacio.

-No quiero que te vayas – dijo ella

-no sé quién eres y no me quieres decir nada, no sé qué situación estas metida y lo peor es que ya de pasada a mí me metiste también, y ahora estoy aquí sintiéndome la persona más idiota del mundo, porque lo peor es que quiero confiar en ti, porque en mi cabeza idiota, quiero que seas buena, sabes, quiero entender y explicar que seas buena – dije tropellando las palabras sin poder evitar que me salieran un par de lágrimas.

-Creo que necesitamos descansar- dijo seria.

-No, necesitamos hablar, eso es lo que necesitamos – me limite a decir limpiándome las lágrimas.

-Bueno – dijo mientras respirara profundo -¿Qué quieres saber? – dijo mientras hundía su mano para tomar un puñado de arena.

-¿Quién eres? – le dije despacio mirándola a los ojos.

-Soy… - dijo mientras suspiraba – soy comerciante- dijo con una sonrisa forzada.

-¿Qué comercias – le dije sínicamente, fingiendo un gesto de sorpresa.

-todo lo que pueda caer en mis manos- dijo mientras seguirá sonriendo forzadamente.

-Drogas, armas, personas- dije en un tono todavía más sarcástico.

-no, personas no- dijo tratando minimizar el hecho de que comerciara con todo lo demás.

Despacio, empezó a contarme un poco de todo, que Tomas la había metido en el negocio cuando ella tenía menos de 20 años, que había entrado por que su madre estaba enferma, su padre se había marchado cuando ella era muy pequeña y que, ella, de alguna manera tenía que salvar a su madre, y que al final, fue la única manera que encontró.

Que tuvo una época de muchos excesos, en los que pudo hacerse de todo, de la casa, del avión, de los coches, de los perros, de un nombre y de el apodo que tanto odiaba, “la Hiena”, que se lo había ganado por terminar riéndose la primera vez que mato a alguien, pero, según ella cuenta era una risa de nervios, de culpabilidad, al final, solo fue algo que paso y nadie lo pudo olvidar, ni ella.

A final, me conto muchas cosas, que no le gustaba lo que hacía, pero no sabía hacer nada más, no sé, supongo que la vida la había llevado a ese punto. Entre todo lo que me conto, jamás me dijo su nombre  y yo la verdad no la quise presionar todavía más.

Después de todo, tenía 5 mil dólares en el bolsillo, saque el dinero y se lo puse a un lado -toma -, le dije despacio dejando caer el dinero.

-No, es tuyo – me dijo tomándolo dejándolo caer entre mis piernas.

-No lo quiero – dije despacio.

-Bueno – dijo mientras pensaba un poco - ¿Qué te parece si nos quedamos un tiempo aquí?, nos gastamos tu dinero, descansamos de todo, de estar encerradas, de los perros… de todo eso, solo tú y yo – dijo mientras movía su mano y empezaba a acariciar mi muslo de nuevo.

Yo asentí con la cabeza, ella se puso de pie y la vi acercarse al chofer de la camioneta y quitarle las llaves, regreso sonriendo, dando brinquitos y moviéndolas para que me pusiera contenta, por que íbamos a estar solas.

Llego a mi lado, se sentó y me beso despacio en los labios – vamos a estar solitas – dijo sonriendo , bajando su boca de mis labios a mi cuello, nos pusimos de pie y comenzamos a caminar hacia el coche.

Mientras caminábamos pude  ver como una chica muy joven, blanca de cabello castaño, se robaba una pared que antes servía como anuncio para pintarlo de blanco y pegar una lona con la siguiente leyenda:

Amor:

ya llevamos 1año y medio y a cada momento me enamoro más y más, desde nuestro primer beso supe que eras el amor de mi vida.

TE AMO mi princesita hermosa y recuerda que:

Con un mismo principio

Con mil finales

Todos junto a ti

Tu junto a mí

Una vida para recorrer

Mil momentos para compartir

Y un solo amor que vivir

Atte.:

Karen.

El gesto me lleno de ternura, y casi pude imaginar a la afortunada, llevándose la sorpresa de su vida al leer esto.

Nos subimos al coche y Perséfone se dirigió a un hotel muy lindo, entramos al lobby y pidió una habitación para las dos, no teníamos maletas, ni nada, así que me tomo de la mano y le dijo a la recepcionista que acabábamos de casarnos, me beso dulce en los labios mientras la recepcionista sonreía y yo me ponía roja cual tomate.

Caminamos hacia la habitación, me saque la ropa, me metí a bañar, estaba demasiado cansada y de verdad quería quitarme la sensación de que había hecho algo terrible. Me acosté desnuda en la cama y mientras Perséfone se duchaba yo me quede dormida.

Me desperté al día siguiente con el brillo del sol que entraba por la ventana, Perséfone siento como me movía en la cama y me jalo hacia ella tratando de que durmiera un poco más, comenzó a pasarme las uñas dulcemente por los hombros mientras repetía y repetía –duerme mi amor, duerme –mientras me acariciaba con mucha ternura. Yo me deje hacer, mientras ella se escondía en mi cuello, dándome besitos cortos, pasándome la lengua por el cuello, haciéndome erizar la piel, bajo sus manos por mi cuerpo, acariciando, tocando con la yema de los dedos, como si temiera lastimarme, me mordió despacio el lóbulo de la oreja mientras me susurro –quiero probarte, tengo muchas ganas – dijo mientras se abría camino por mi cuerpo, beso mi pecho, mis senos, se detuvo en mis pezones, los chupo despacio, los lamia como un caramelo delicioso, por primera vez, no me mordía, había demasiada ternura en ella. Me susurraba palabras dulces, mientras bajaba por mi vientre, hasta que llego a mi pubis, me puso boca abajo y se dedicó a besarme la espalda, a hacerme un caminito de besos y lamidas desde la nuca hasta mis nalgas mientras me erizaba la piel, el contacto, su ternura nueva, su cabello desordenado haciéndome cosquillas conseguían que me sintiera al límite. Me beso las nalgas y bajo por mis muslos, besándome la cara interna, su aliento, su respiración pausada, contra mi piel trémula, me erizaba y conseguía que gimiera ante cada contacto suyo.

No solo me sentía húmeda, sentía que mi humedad empezaba a salir de mi sexo y a correrme por los muslos, ella se dedicaba despacio a lamerme, como si no hubiera nada más. Se acercó a mi sexo así, de espalda, mientras me lamia los muslos, cada vez mas y mas cerca de mi vagina, lamiendo, recogiendo cada gotita de mi humedad.

No sé bien si fue mi humedad, mi calor, pero el acto me puso loca, jamás me había pasado con ninguna otra persona, me puse boca arriba rogándole que me comiera, la vi así, incida frente a mí con los ojos brillantes y los labios húmedos de mi sexo, sonriendo, tan distinta, despacio, me beso de nuevo, y pude saborearme en ella y la vi bajar directo a mi sexo.

Sentí su lengua separando mi sexo, buscando mi clítoris hasta encontrarlo ahí, erecto como un botoncito de placer que me hizo gritar, sentí su lengua serpenteando en mi clítoris, jugando a hacerme circulitos, mientras yo gemía mas y más profundo, ella acelero el ritmo, y al sentir que mi vagina se contraía ella hundió su lengua en mí, relamiéndome por dentro haciéndome gritar y venirme en uno de los orgasmos más fuertes que he tenido nunca.

Todavía no me había recuperado por completo cuando se giró sobre mí, por primera vez tuve su sexo a mi disposición, lo acerco tentadora, vi su vagina rosada, húmeda, palpitante, su clítoris erecto y delicioso, un poco más grande que el mío, no sabía qué hacer,  pero no pude contenerme, solo quería hacerla venir, que se corriera en mi boca, así que apreté sus caderas y me dedique a devorarla con devoción, su sabor me embriagaba, me ponía loca y yo solo quería más, eso, y sentir su lengua jugueteando en mi sexo, fue demasiado, su olor, su sabor, enterré mis uñas en sus nalgas para jalarla hacia mí, hasta que se vino en mi boca, mientras yo me vine en la suya.