Las Noches de Perséfone.
Historia que subí hace mucho y baje... compilada en 3... y si yo la escribí...
La verdad es difícil explicar la situación en la que me encuentro el día de hoy, estoy aquí, sosteniendo la mano de Perséfone, esperando que lo inevitable pase, no sé si la muerte o que por fin alguien nos encuentre aquí. Pero supongo que, como todas las cosas sería más fácil de explicar si comenzamos por el inicio.
Mi nombre es Jolino, si, como la canción… eso es el resultado de tener un padre americano y una madre mexicana, terminar con un nombre mal traducido… pero bueno.
Yo crecí en el sur de Estados Unidos, en una cultura permeada un poco de ambos mundos, donde todo era capaz de convivir en una extraña armonía. Cuando cumplí suficiente edad y viendo que lo que más me gustaba en el mundo era viajar, decidí ir a vivir al centro de México, contra los deseos expresos de mi padre, pero al final, era joven (al menos más joven), recuerdo poco de ese entonces, la verdad es que paso muy rápido y de manera muy atropellada.
Recuerdo la despedida, ver a mi madre, como toda buena latinoamericana acercarse a mí y darme la bendición, y recuerdo a mi padre, como todo buen americano, diciéndome que tuviera mucho cuidado... quizás debí hacerle caso, tener más cuidado… pero en este punto no lo se.
Recuerdo montarme al avión, recuerdo las horas de viaje, recuerdo las escalas… recuerdo sobrevolar ciudad de México y tener esa sensación en la boca del estomago de que algo pasaría, en ese momento, en mi inconciencia, lo tome como la excitación previa de la nueva vida, de lo que ahora se avecinaba ante mi y era imposible controlar, la sensación mas pura de aventura en todo su esplendor… de haberlo sabido… no habría bajado del avión. El plan en ese momento era, viajar y seguir viajando, tenia amigos y familiares repartidos por todo México, asi que mi plan simplemente era conocer, esa parte de mi vida, de mi historia que sentía que estaba perdida.
Recuerdo la línea enorme del aeropuerto en ciudad de México, la fila de migración, y verla ahí, parada, era una mujer hermosa, al menos a mi me lo parecía, morena clara de ojos grandes muy obscuros y una sonrisa confiada que solo se consigue con los años.
Me miro fijo, la mire de regreso… me sonrió y yo le sonreí… supongo que eso sello el pacto.
La vi quedarse ahí mientras esperaba mi maleta, mientras la recogía, mientras buscaba la salida, mientras tomaba un taxi que me llevara a la casa de Luis, un amigo de la infancia…
De golpe, mientras el taxi se alejaba despacio me pregunte lo mismo de siempre, ¿Por qué no le había hablado?, estaba sola en un lugar nuevo y me gustaría tener amigos, al final a eso venia, a la aventura, y aunque siempre había tenido el gusanito de salir con una chica, de besarla, de estar con ella, por alguna cosa o por otra jamás había pasado. Cosa que no tardo mucho en resolverse, supongo que fue el destino, solo vi como una camioneta negra se nos cerró en el camino, vi como el taxista levanto las manos al frenar, yo me llene de pavor, solo pensaba en mi madre, en mi padre, en la horrible sensación de vacío que tenía en la boca del estómago.
No puedo decir que me trataron con violencia, porque no fue así. Un hombre moreno, mal encarado se bajó de la camioneta, mi primera intención fue huir, pero al ver que portaban armas pensé que era mejor ser prudente, no tenía nada de mucho valor así que, bueno, esperaba tener suerte.
Se paró al lado de mi puerta y se limitó a decirme.
-Señorita, acompáñenos por favor -, yo me limite a asentir con la cabeza, tenia demasiado miedo para tratar de huir, para correr, me subieron a la camioneta con mi maleta…
- yo no he hecho nada, ¿dónde me llevan?, les juro por dios que no tengo dinero, por favor déjeme ir – me deshacía en suplicas, en peticiones, en tratar de conseguir una explicación coherente a lo que estaba pasando pero se limitaban a no hablar conmigo.
Manejaron por la carretera por espacio de media hora, mientras yo trataba de pensar como salir de esto viva… al final era todo lo que me importaba. Estacionaron en una reja de metal, se abrió para dejarnos entrar, manejaron entre la seguridad, hasta que estacionamos.
-Baje por favor señorita – se limitaron a decirme, mientras alguien mas bajaba mi maleta.
-yo no he hecho nada, ¿Por qué estoy aquí? – me limite a preguntar entre llantos.
Nadie contestaba, había una secrecía total respecto a todo, me condujeron entre llantos a una casa tipo villa, muy bien decorada, con muebles muy lindos, ventanas enormes, que llevaban a ver un jardín lleno de rosas en una propiedad totalmente asegurada, amurallada.
Me sente ahí, viendo a la nada, llorando tratando de entender, de escapar de este lugar extraño en el que ahora estaba sin ningún motivo, no puede mas, me tape la cara con las manos tratando de evadirme de todo esto. Hasta que la escuche llegar…
-Hola, ¿por qué has huido? - me dijo una voz, al levantar la cara la vi ahí, la misma mujer del aeropuerto, ahí , me miraba fijo con la misma sonrisa.
-tu… ¿qué deceas tu de mi? – le dije extrañada
-solo quiero saber porque te has marchado asi, ¿has visto todo lo que he tenido que hacer para traerte a mi lado?, hemos perdido tiempo valioso y el tiempo es dinero.
- no te entiendo, déjame ir por favor, yo no he hecho nada, no sé quién eres y no sé qué deseas – me limite a decir atropellando las palabras – quiero llamare a mi casa, no tengo dinero, soy una persona común y corriente, por favor, solo déjame ir – dije mientras me deshacía en llanto.
Me vio extrañada por un momento – ¿de donde vienes? – se limito a decir.
Entre llantos, alcance a pronunciar - vengo de Texas -.
-¿Cómo te llamas? – dijo un poco más curiosa, yo me limite a sacar de mi maleta mi pasaporte, mis identificaciones, - me llamo Joliene – se tocó la frente y respiro profundo…
Tomo el teléfono que desde hace rato jugueteaba entre sus dedos, marco un numero al azar y empezó a gritarle a alguien – Tenias un trabajo y solo uno… me has traído a la chica equivocada, ¿qué quieres que haga ahora?, ni siquiera es mexicana eres un idiota, sabes el problema en el que nos vamos a meter por esto – se escucho un silencio profundo y la escuche decir al final – si quieres matarla ven y mátala tu -.
Me quede quita, inmóvil, en ese momento tuve mas miedo que nunca.
Se sento frente a mi con una calma que me aterraba y con la misma sonrisa inmutable me dijo – lo lamento, todo esto ha sido un error, van a venir por ti en un rato, mientas estas en tu casa –dijo mientas se ponía de pie para salir de la sala.
-Vas a dejar que me maten, porque han cometido un error – dije entre llantos –cuando menos déjame llamar a mi casa.
- el error no fue mio pequeña, asi que no es mi culpa ni mi obligación solucionarlo, en cuanto a la llamada, me es imposible… ¿vas a decir qué? , ¿qué te matare? o ¿qué estas secuestrada?... no puedo confiar en ti.
-solo quiero hablar con mi mama – me limite a decir, entre llantos.
Ella me vio, quizás con compasión… - gánate mi confianza y puede ser – entendí en ese momento que, jugar el juego que ella me proponía, era la única oportunidad de salir con vida.
-Será como tu desees- dije limpiándome las lágrimas, tratando de pensar que si de alguna manera me ganaba su confianza, un día podría volver a casa… la pérdida del juego ya la tenía segura… quizás… podría ganar.
Se limito a sentir con la cabeza, mientras sonreía, se quedo ahí viéndome, mientras trataba de incorporarme, a pesar de todo, de mantener la calma, de verme fuerte.
-Bueno Joliene, que hace una criaturita como tu sola en Mexico ,¿no sabes que existe gente mala?, ¿qué es peligroso que las niñas pequeñas anden solas? – me dijo de manera sínica.
¿Qué podría pasarme?, ¿me van a secuestrar?- dije enojada, lo cual, hiso que se riera.
bueno, al menos todavía tienes sentido del humor – dijo mientras las dos veíamos como el mismo tipo que me había sacado del taxi entraba a la sala…
Señorita acompáñeme por favor - dijo tomándome del brazo con ira, mientras con la otra mano tomana mi maleta.
Suerte pequeña – se limito a decir la mujer mientras salía del cuarto.
Yo hize un esfuerzo sobre humano por zafarme, termine jaloneada por la ropa pero logre tomarla da la mano… - no dejes que me lleven, por favor, déjame quedarme contigo – dije en medio de una suplica, mientras le tomaba la mano tan fuerte como un niño que no quiere ir a la escuela…me miro, sonrió de nuevo, me acaricio el dorso de la mano con el dedo pulgar y respirando profundo se limitó a decirme.
-Eres muy linda, eso es un problema… Julio, suéltala… ahora es mía – dijo de una manera muy firme, acto seguido el hombre me soltó, soltó mis cosas… salió de la habitación.
Yo termine por aferrarme a su cuerpo mientras le agradecía, en voz bajita una y otra y otra vez que me permitiera quedarme, que me permitirá vivir.
-Bueno… es suficiente – dijo alejándome de su cuerpo en un tono serio –vas a tener que quedarte aquí un tiempo, hasta que pueda confiar en ti – asentí con la cabeza – puedes estar en la casa, pero no puedes salir de ella, si necesitas algo dile a cualquier persona de servicio, aquí eres mi invitada, así que espero que sigas mis reglas – dicho esto tomo mi maleta y la puso dentro de una habitación se sentó en la cama, mirándome fijo me dio su teléfono mientas decía – llama a tu casa, yo también tuve mama-
Marque con apuro antes de que se arrepintiera de su subido gesto y medí cada unas de mis palabras tratando de contenerme, de no hablar de mas y no llorar. Me limite a decir que estaba bien, que México era hermoso y que tenia amigos nuevos, cosa que de alguna manera era verdad, que la amaba y la llamaría pronto. Al colgar le regrese el teléfono… no pude evitar sentir un raro alivio, limpie las lagrimas que corrían por mis mejillas – Gracias … no se como llamarte-.
-Bueno, escoge un nombre para mi – dijo muy seria.
-No se, no podría ¿cual es tu nombre? - pregunte de nuevo.
-Estamos en el infierno querida, puedes llamarme como desees, eso es lo ultimo que me importa – dijo muy seria y algo molesta.
-Esta bien – dije mientras pensaba – te llamare Perséfone -.
-¿Quién es Perséfone – dijo extrañada.
- La Reina del inframundo- me limite a decir.
Ella rio un poco – apropiado – dijo asintiendo la cabeza – apropiado pero muy largo –
-Bueno, puedo llamarte como gustes – repeti.
-No… ese me gusta… solo tendrás que explicarme bien la historia de ella…
-Perséfone es una diosa griega, el dios de los muertos Hades se enamoro de ella la rapto y vive con el en el inframundo.-
y ¿por qué no escapa? - dijo interrumpiéndome.
no escapa porque comió un grano de granada y esta atada al inframundo para siempre, cuando ella está ahí, la tierra se vuelve estéril, como en el invierno, a veces sale al mundo y es primavera o verano…el mundo se vuelve feliz de nuevo, cuando ella esta afuera, y no se, quizás ame a Hades.
Ella se sonrio – lindo cuento, debes estar cansada… - me dijo poniéndose de pie, mientras abandonaba la habitación.
Me quede ahí, me eche a llorar un rato pero estaba tan cansada que termine dormida… no se por cuanto tiempo dormí hasta que escuche que llamaron a la puerta… era ella y una señora de servicio con dos bandejas con comida, una cada una, me senté en la cama y ella se sentó frente a mi, a manera de juego acomodo la bandeja en mis piernas y como un acto de magia destapo el pato principal que venia cubierto por una servilleta de tela, en un plato había un solo grano de granada, me miro fijo… yo entendí el mensaje, suspire, tome el grano de granada entre mis dedos y selle el pacto, mientras lo metía a mi boca ella se limito a decir – Bienvenida a mis dominios mi pequeña – mientras sonreía con una risa claramente de gusto.
Los siguientes días, no supe nada de Perséfone, la casa siempre estaba sola, por decirlo así, estaba yo y una señora de servicio, que era el ama de llaves y la voz de mando de esa casa… el siguiente día me limite a estar encerrada en el cuarto, ella tocaba y me dejaba fuera la comida, pero yo no quería comer, no me sentía con ningún tipo de apetito.
Al día siguiente por la mañana, toco la puerta de manera muy firme.
-Buen día – dije al abrir la puerta un poco asustada.
-Buen día, señorita, ¿se siente enferma? – me pregunto con un genuino interés y una voz de lo mas maternal.
-Hummm, no, me siento bien – repetí apenada.
-Entonces venga a comer a la mesa como la gente – dijo en un tono maternal, mientras daba la vuelta por el pasillo –tiene 5 minutos para estar en la mesa – dijo mientras se alejaba.
Así que yo, regrese al cuarto y me cambie rápido para ir a desayunar.
Al salir de la habitación me di cuenta que solo había visto dos cuartos, la sala grande donde me habían recibido y el cuarto donde Perséfone me había alojado, nada más…
Camine por un pasillo viendo que fuera, todavía seguía la seguridad, varias camionetas negras, con los vidrios polarizados, pensaba para mis adentros que aquí estaba lleno de matones o narcotraficantes, pero había sobrevivido dos días y no planeaba desistir.
Caminaba sin rumbo por la casa cuando escuche, la voz de la señora que me llamaba – Señorita, venga que se enfría – di la vuelta y había puesto la mesa para un regimiento, pero estaba yo sola.
Me senté y ella empezaba a retirarse cuando la detuve, tenía que conseguir algunas respuestas.
-Disculpe – dije con voz bajita.
-Dígame señorita – dijo firme.
- ¿Podría acompañarme? Estoy cansada de estar sola – mi petición la puso muy confusa, me miro fijo y me dijo – Eso no le va a gustar a la señora -.
La mire a los ojos y casi con una súplica le dije – Por favor… yo no diré nada y si ella dice algo yo diré que yo lo pedí –me miro fijo un poco más, con la duda clara si podía confiar en mi o no. Al final se sentó a mi lado.
-¿Cómo se llama? – le pregunte
- María, Señorita – me dijo sonriendo
-Mucho gusto, yo soy Joliene, no tiene por qué llamarme señorita – dije tratando de crear un nexo.
-Es mi trabajo – repitió, despacio.
Bueno, por favor solo llámeme Joliene – dije de nuevo.
Es usted muy diferente a la Señora…y a las Señoritas que han venido antes a quedarse – dijo sorprendida.
-¿En que soy diferente? – dije tratando de obtener información.
- No sé, es usted más gente – dijo (después me entere que eso hace referencia a que una persona es mas cálida o mas cercada).
-Gracias – me limite a decir – ¿Dónde está la Señora? – me atreví a preguntar.
- Bueno, en sus cosas, se fue ayer, me dijo que la cuidara – dijo muy seria.
-¿Cuándo regresara? – pegunte de nuevo.
- Nunca se sabe – dijo moviendo la cabeza – Dios la proteja, ya sabe señorita, cuando uno está metido en esas cosas, no se sabe si uno va a regresar- dijo al tiempo que se percinaba.
-¿Qué hace la señora? – pregunte curiosa.
- Ya sabe – dijo seria – “negocios”, lo que toda gente con dinero hace,” negocios”…- dijo tratando de justificar – pero ella no es mala, a veces la vida sola te lleva a la mala vida, a hacer cosas que uno no cree capaz, pero ella no es mala-.
-No, no es mala –dije sonriendo, al final era verdad, si seguía viva era porque se había compadecido de mí. Así que no podía decir que fuera una mala persona, así fuera, una persona “de negocios”.
La señora María, termino por contarme que ella vivía cerca en un pueblo antes que Perséfone se mudara aquí, en medio de la nada, que sus hijos trabajaban para la Señora desde hace años, que ella se encargaba que los niños del pueblo fueran a la escuela, que había gente que no la quería, pero bueno, al final con toda la gente era así, existe gente que te quiere y gente que no.
Era más que obvio que algo de todo esto era ilegal, pero tenía que olvidarme de mis ideas de moral, solo quería sobrevivir en este punto.
Al terminar de desayunar, me levante de la mesa con el plato en la mano, vieja costumbre que me impuso mi mama.
-Noooo Señorita, deje ahí que yo levanto la mesa –me dijo María deteniéndome.
-Platos sobra – dije señalándole la mesa - si me llevo el mío no pasa nada, aparte, yo no le voy a decir nada a la señora, y si mi mama se entera que no levanto mi plato este yo donde este viene y me mata, así que déjeme María – dije riendo.
María se hecho a reír, negándolo con la cabeza pero me dejo llevar mi plato a la cocina mientras ella terminaba de levantar todo lo demás, me quede todo el día con ella en la cocina, mientras me hablaba de sus hijos, de su nieto que recién había nacido y como la vida en el campo era dura pero feliz, yo, trate de escucharla todo lo que pude, sabia bien que no había nadie mas, al cabo de unas dos o tres horas hablando, le pregunte.
-¿No te da miedo María?, todos esos encapuchados afuera, mal encarados con pistolas.- dije mientras reía para que no sintiera mi estrés.
-No se preocupe Señorita – dijo entre risas - esos son los perros de la Señora, y como los perros, nunca entran a la casa, si alguno le dice algo me dice a mí y yo los pongo a raya – dijo sonriendo para darme confianza.
¿y que haces aquí tu sola María?, si la Señora nunca esta, supongo que la casa no se ensucia – dije de verdad extrañada.
Cuando la Señora esta, hago comida, veo que coma, le arreglo la tumba a su mama, limpio la casa. Pero es verdad – dijo pensativa – cuando no esta ella, no hay nada que hacer, veo la tele y cuido a los perros – dijo con un gesto de desprecio mientras apuntaba a los hombres armados que estaban fuera.
-Bueno, pues supongo que yo estaré aquí un tiempo, ¿puedo? – le dije para que sintiera que la tomara en cuenta.
-Usted es muy gente señorita, me da gusto... que la Señora por fin… - dijo deteniéndose de golpe al hablar –
-¿Por fin que? María- dije extrañada.
-Nada señorita, cosas que uno piensa – dijo tratando de corregir la imprudencia.
-Bueno – dije tratando de interrumpir para hacerla sentir mas cómoda – La Señora me dijo que podía estar en la casa… ¿me la puedes mostrar?- dije para aliviar el estrés y porque me daba curiosidad una casa tan grande en medio de paredes.
María sonrió y me dio el tour de la casa, era una casa enorme… no existe otra palabra ni forma para describirla, 5 habitaciones, una piscina interna, 2 salones de fiesta,2 salas tipo recibidor, 2 oficinas, algo parecido a un cine con 12 butacas, un comedor de enorme y una cocina gigante. Después de pasearme por toda la casa, me fue imposible no preguntar – María ¿tu limpias este monstruo gigante de casa? – le dije extrañada.
-Nooo – se limitó a decir – yo cuido a la Señora y me encargo de que todo este como a la Señora le gusta.
-Hummm- dije pensativa – entonces tu eres la Nana de la Señora – dije riendo.
- Si – dijo riendo – Alguien tiene que cuidarla -.
Pasamos el resto del día juntas, hablando de todo y de nada, entre las muchas cosas que María me conto, fue que siempre había querido aprender a leer y nunca había podido, antes no se usaba que las mujeres estudiaran, al menos en su pueblo, ella se lleno de hijos muy rápido y le fue imposible. Yo le explique que mientras yo estuviera ahí, yo podría enseñarle, fue la primera vez que vi que a María sele iluminaron los ojos, quedamos que ella tendría que conseguirme un libro un cuaderno y un lápiz. Al inicio pensé que mi opción para huir mas fácil era esa, hacer que María fuera mi amiga y eventualmente o me liberara o convenciera a Perséfone de dejarme libre… pero bueno, era una opción y había que tratar.
Cuando llego la noche, María mando a uno de “los perros” como ella les decía a conseguir lo que yo había pedido.
A la mañana siguiente había en la mesa, el libro de 100 años de soledad, de García Márquez, un cuaderno un lápiz y 2 cartas de sus hijos, que era lo que María en verdad quería leer.
Después de desayunar en la cocina, por petición mía, porque honestamente me parecía muy exagerado el hecho de poner la mesa para comer sola, le leí las cartas de sus hijos a María. Vivian lejos, uno en California, otro en Carolina del Norte, habían migrado por necesidad antes de que la Señora la contratara por así decirlo.
Así que empezamos por el inicio, a dibujar las letras una por una…y en eso estábamos cuando no notamos que Perséfone había entrado en la cocina y nos miraba desde el marco de la puerta, a María dibujar las letras torpemente y a mi obligando a que la repitiera, para que aprendiera cada una, su sonido ..
-Esta es una A, y suena A como en abeja, esta es una B y suena b como en burro, esta es una C y suena ce, como en cielo- repetía cada letra haciendo el sonido y dándole un ejemplo, para que entendiera el concepto.
Perséfone espero hasta que llegáramos a la letra E y dijo – Esta es la E, de dE quE Estan haciendo –dijo remarcando todas las E, con un tono mas fuerte.
María se asustó y se puso de pie – nada Señora, ¿necesita algo? –
-María y yo estamos leyendo – dije despacio para hacer que María se sentirá apoyada
-En verdad- dijo Perséfone riendo de manera sínica – ¿pueden leer en otro momento?, tengo hambre. Pequeña, acompáñame a la mesa – dijo a manera de orden
Yo mire a María y le dije bajito – no te preocupes continuamos más tarde – dije con una sonrisa mientras salía de la cocina.
Perséfone estaba sentada a la mesa y me indico en que silla debía sentarme, a su derecha.
-¿Te molesta que le enseñe a María a leer?- pregunte despacio.
-hummmm – lo pensó un poco – no, no me molesta – pensó un poco mas – de hecho me da gusto, es una buena mujer- dijo con su sonrisa confiada – no soy un monstruo, simplemente, cuando yo este aquí… te quiero a mi lado-.
- está bien – dije asintiendo con la cabeza – cuando tu estés aquí, yo estaré a tu lado siempre -.
Perséfone sonrió. María entro al comedor empezó a servir la comida con una calma parsimoniosa.
Perséfone miro el plato y le dijo muy seria – ya sabes que no me gustan las calabacines – al inicio pensé que María se acobardaría pero paso todo lo contrario.
-Pues se las come, ¿qué cree que no me entero que en la calle no come bien? – Dijo en un tono muy serio, reprimiéndola como si fuera una niña, de inmediato voleo a verme a mí y me dijo muy seria – ¿voy a tener problemas con usted también?- me limite a negarme con la cabeza mientras metía un pedazo de calabacín en mi boca. Perséfone me miro y se limito a decirme – Cobarde – yo la mire y me limite a responder – se que peleas luchar y cuales no – sonreímos mientras estábamos ahí, comiendo calabacines que al parecer a nadie le gustaban.
Después, mientras comíamos Perséfone me miro con detenimiento – Bueno, dijo, cuéntame, ¿Quién eres?-.
-Bueno – respondí – mi nombre ya lo sabes, termine de estudiar hace poco y pues nada… venía a conocer México, mi madre es Mexicana y no se… siempre quise ver de lo que tanto hablaba.
y terminaste en el infierno – dijo, ella mientras tomaba un poco de agua sin mirarme.
Quiero pensar- dije con detenimiento midiendo mis palabras –que algo me trajo aquí –
Bueno – dijo volteando a verme – a mí me da gusto que estés aquí -.
Terminamos de comer casi en silencio, Perséfone se paró de la mesa y se marchó, yo me quede en la cocina un rato terminando de explicarle el abecedario a María. Al terminar me fui al cuarto me duche y me metí a la cama, recién terminaba de cambiarme cuando Perséfone abrió la puerta, al final era su casa y supongo que no sentía que tenía que tocar.
Se tumbó en la cama y me dijo – ven acá-, yo me senté a su lado, mientras ella acariciaba mi cabello húmedo y mi corazón latía a mil por hora me dijo despacio – Gracias por ser buena con María, yo no tengo nadie mas, gracias – me dio calma, sonreí mientras le decía – no te preocupes, ella ha sido amable conmigo, tu también y yo no tengo por qué ser grosera-.
Se acerco a mi, despacio beso la mejilla y puso su mano sobre mi muslo – eres demasiado linda mi pequeña- dijo susurrándome al oído -¿entiendes que estas a salvo conmigo?- me pregunto muy seria, yo le limite a asentir con la cabeza… ella, paso su dedo por mi muslo, por mi vientre justo en medio de mi cuerpo, por mis senos, subió por mi cuello y vio como me erizo la piel a su contacto, hasta tomar una gota de agua que me escurría del cabello húmedo, la tomo en la yema de los dedos y se la llevo a la boca, sonrió coqueta y así como había entrado en la habitación, salió de golpe, pase la noche repasando una y otra vez el gesto, el hecho de que mi cuerpo se había excitado a su contacto, ella me gustaba y peor aún, me había gustado desde el primer momento que la vi parada en el andel del avión, Perséfone me gustaba. No se si era el encierro, la sensación de peligro o todo lo que ella implicaba, pero me gustaba.
Gire y gire en la cama hora tras hora…tratando de conciliar el sueño, de estar tranquila, pero no podía olvidar sus ojos, sus ojos que me quemaban, su boca suave, la osadía de robarme la gota, esa gota del cuerpo para llevársela a la boca y mi osadía propia de excitarme por su contacto, siempre había tenido curiosidad, pero tampoco era el momento ni el lugar. Al fin, después de mucho pensar en lo mismo me quede dormida.
Cuando desperté, ella estaba ahí, viéndome dormir desde la horilla de la cama… me acariciaba la nariz, me hacia cosquillas en la nariz con mi propio cabello – buenos días dormilona – se limito a decirme, - buen día- repetí tratando de abrir los ojos, se tiro en la cama y me dijo muy seria – hoy tenemos mucho que hacer, voy a tener compañía así que necesito que te quedes quietecita sin hacer ruido, ¿ok? – yo la escuchaba mientras asentí con la cabeza – escuches lo que escuches, te vas a quedar aquí, no vas a salir, ¿ok? – yo asentí de nuevo con la cabeza.
Perséfone se acostó de lado, para verme ahí, recostada como me había encontrado -¿me tienes miedo? – me pregunto con un genuino interés.
-Un poco – admití.
-Eso es bueno – dijo sonriendo – tienes que tener muy claro que aunque yo haya prometido cuidar de ti, puede que no lo haga, puede que un día me canse de ti, al final tu eres una presa, yo un predador y pequeña, estas en un nido de serpientes – continuo hablando mientras ponía sus rodillas alrededor de mis piernas, sus manos al lado de mis hombros dejándola en cuatro, sobre mi, respirándome muy muy cerca, acercado su boca a la mía hasta casi besarla -¿ y ahora? ¿Me tienes mas miedo?. -
-No – dije despacio - ¿quieres que te tema? – claro que temblaba por dentro, me moría de miedo y sabia que todo lo que me decía era verdad. Al menos lo parecía teniéndola así, sobre mi.
- Mira nada mas, la pequeñita me resulto valiente, ¿Qué edad tienes? – me pregunto sin bajarse de mi cuerpo.
-25 ¿y tu? – le pregunte.
no es tu problema – me dijo.
Esta bien – dije volteando la cara para no verla a los ojos, fingiendo que no me importaba mas la conversación.
Mírame – me dijo seria, yo voltee mi cara y busque su mirada – tengo 35 y jamas me ignores de nuevo, lo detesto-.
-está bien - dije.
- No lo entiendes – me dijo mirándome fijo algo enojada – tu me perteneces, eres mia, cada segundo que pasa, cada momento estas aquí porque yo lo he decidido y si me haces enojar o cuando me canse de ti, ¿qué piensas que pasara?, ¿qué te vas a ir?, ¿asi como si nada? Y yo sere solo un cuento mas, una historia de algo que te paso alguna vez… ¡No!, ¡Eres mia Joliene!, tatúatelo en la frente si lo necesitas, y jamás, jamás vas a salir de aquí con vida – dijo mientras se ponía de pie y abandonaba la habitación.
Yo estaba aterrorizada, acababan de leer mi sentencia de muerte, si en verdad lo que ella deseaba era que yo le temiera, hiso exactamente lo que necesitaba. Me quede ahí, sentada en la cama, tratando de estar tranquila, de que la tranquilidad regresara a mi cuerpo, despacio, sentía que no podía darme el lujo de molestarme o de soltarme a llorar, no podía renunciar, simplemente si me llenaba de terror, si renunciaba quizás era el ultimo día que duraría ahí, o en cualquier lado.
Una hora después Perséfone entro por la puerta, se sentó en la cama donde yo seguía.
-¿Me detestas? – me pregunto mientras me miraba fijo a los ojos.
-No – me limite a responder en el estado mas estoico que podía.
-¿Me temes? – me pregunto de nuevo.
-No – respondí estoica de nuevo –ya me dijiste que me pasara ¿no?, no saldré viva de aquí y viviré hasta el momento que tu decidas, así que, ¿que gano yo?, ¿vivir el tiempo que me queda llena de terror?- dije mirándola a los ojos, tratando de parecer firme.
¿y si te mato ahora? – me pregunto su sonrisa malévola.
pues si me matas ahora, supongo que es todo lo que pasara – dije mirándola a los ojos.
María llamo a la puerta, Perséfone grito – Pasa- y María abriola puerta despacio.
-¿No van a desayunar? – pregunto curiosa.
-No – dijo Perséfone entre risas – he planeado primero matar a la pequeña –.
-Ya le he dicho que no puede matar a nadie en la casa- dijo María muy seria- la ultima vez se mancho el tapete de la sala y lo tuvimos que tirar, aparte, ¿usted me va a enseñar a leer? – dijo María extrañada como que todo lo relacionado con el asesinato era muy normal.
-Hummm, buen punto – dijo Perséfone pensativa sin quitarme la mirada de los ojos – entonces si vamos a desayunar – dio un brinco de la cama y se puso de pie, y salió del acuarto.
María se acercó a mí y me sonrió – no se preocupe señorita, siempre dice que va a matar a todos, a mí, a los perros, a las otras muchachas que vienen, pero, nunca mata a nadie… al menos no dentro de la casa- dijo muy convencida de que eso me daría algún tipo de tranquilidad. Sonreí, no podía hacer mas que tratar de mantener la calma.
Nos sentamos a la mesa, no hable mas y Perséfone me buscaba con la mirada, yo no decía nada, ella hacia planes con María respecto a lo que necesitaba para la noche, aparentemente habría una fiesta.
Terminamos de comer, Perséfone se fue de la mesa, yo me quede con María un rato mientras estudiábamos las letras.
-María, ¿le puedo preguntar algo? – pregunte mientras se encontraba leyendo y repasando las letras.
-dígame señorita – dijo mientras estaba ahí, concentrada en rehacer una y otra vez las letras.
-¿quieres son las otras señoritas que vienen? - pregunte extrañada.
-Pues… como usted, son las novias de la Señora – dijo distraída de nuevo.
Y la señora ¿tiene muchas novias?-
Hummmm, ¿como dice que se llama esta letra?- pregunto concentrada en sus cosas
esa se llama Te, como T de Tomate , con esta comienza – dije explicándole – pero bueno ¿tiene muchas novias? – pregunte de nuevo.
pues, no, todas duran poco y se van, espero que usted dure mas- dijo sin sacar la vista del cuaderno.
yo también espero durar – me limite a repetir despacio, pero no por los mismos motivos que María pensaba, ahora sabía que a Perséfone le gustaban las mujeres, cosa que había sospechado desde el inicio.
Después de un rato, María se cansó de leer y yo decidí irme al cuarto, no me gustaba vagar por la casa, mucho menos cuando sabia que algo iba a pasar.
Perséfone estaba ahí, acostada en la cama viendo al techo, me vio entrar y me quede parada en el marco de la puerta – Necesitas una tele aquí, debes estar aburrida – dijo. Me quede callada, no repetí nada – No tengas miedo – continuó – no te matare, mucho menos en mi casa, prometí no hacerlo y tengo palabra… aparte, me molesta tu tranquilidad, me confunde, no sé si confías en mí y si no confías, ¿cómo voy a confiar yo en ti? - dijo muy seria.
-Bueno, es algo en que las dos vamos a tener que trabajar – me limite a murmurar.
-ven aquí – me ordeno, así que me acerque a la cama, cuando estuve cerca de ella me tomo de la muñeca jalándome a la cama, era unos 10 cm mas alta que yo, de contextura muy atlética, yo no era digamos menudita, pero si, su cuerpo era mucho mas impresionante que el mío, por primera vez la vi así, cerca, sin estar vestida formalmente, traía unos pans y un top de tirantitos, así que se podía ver claramente su figura, sus senos prominentes sus caderas, sus piernas. Me jalo hasta que logro acostarme a su lado en la cama, metió su mano por mi cintura y me jalo hasta pegarme a su cuerpo. Se acercó a mi cuello y empezó a olisquearme el cuello, tenerla así, me erizaba la piel, no me tocaba, simplemente sentía el contacto de su respiración contra mi piel y con solo eso me tenia muy muy muy excitada. Olio mi cuello, mi clavícula, mi cabello, mis labios, mis mejillas y fue bajando por mi escote… ahí se detuvo.
- ¿vamos a nadar? – me pregunto despacio.
Como una idiota gemí un poco antes de poner recuperar el aliento para decirle – no sé nadar -.
-¿Cómo que no sabes nadar? – me miro extrañada.
-pues no se, nunca aprendí – dije calmada, al fin, para mí no era algo importante.
-¿Qué mas no sabes hacer?- dijo como si hubiera una lista de cosas que todos los humanos tuviéramos que hacer.
-pues no se… no se nadar, creo que es todo lo que no se hacer que debería haber aprendido de pequeña – dije pensativa.
-¿sabes cabalgar?- me miro con la misma extrañeza.
-No, nunca aprendí, soy una rata de ciudad – me limite a decir.
Recostó su cuerpo contra el mío, completamente, el acto me hizo temblar, lo hizo muy despacio a propósito para notar mi reacción, yo, seguía excitada por lo que acababa de hacer, así que sentir su peso, sus caderas contra las mías, sus senos contra los míos no hizo sino excitarme todavía mas.
Así en esa posición tomo el teléfono que tenía abandonado en el buró que estaba al lado de la cama, lo abrió y le dijo a alguien - ensíllame al Demonio-, me miro tomándome de la muñeca –ven-.
Me arrastro por toda la casa, por primera vez desde que había llegado, salí al sol, me daba gusto sentir el aire fresco, los pájaros, cruzamos el patio que era todavía más grande que la casa, había una alberca afuera, un jardín y al final detrás de todo había una caballeriza.
Afuera un chico vestido como típico vaquero, sostenía un precioso caballo negro, era el caballo más grande que había visto jamás, Perséfone tomo la rienda y se montó en un solo movimiento.
-¿qué es eso?- pregunte mientras me alejaba un poco del caballo porque me impresiono su tamaño.
Demonio, mi caballo, ven acá, móntate conmigo – dijo extendiéndome la mano. Con miedo tome su mano y con su ayuda y la del chico me monte frente a ella, sentí sus senos pegaditos a mi espalda, su pubis contra mis caderas, me tomo por la cintura, me dio las riendas mientas me susurraba – despacito, no te sueltes, jala la rienda- yo jale despacio y el caballo se movió, poquito sin rumbo, ella saco una mano de mis cintura y tomo la rienda entre mis manos - jálalo, que sepa que tu mandas – me susurraba – sentía su respiración en mi cuello dimos una vuelta asi, la segunda vuelta ella saco la mano de la rienda, la puso en mi muslo y comenzó a acariciarme la cara interna – vez, te sale bien- decía mientras me acariciaba mas y mas…
¿paseamos? - me susurro.
si- me limite a decir entre la excitación y el miedo de caerme del caballo.
Perséfone miro al chico que sostenía al caballo y le grito –¡¡ Abre la reja !!- dicho esto, me quito la rienda con una mano y la apretó, paso su mano sobre las mías y me hizo tomar la base de la silla – no te sueltes – me susurro- azuzo al caballo, y me saco cabalgando de la propiedad. El movimiento natural del caballo hacia que su cuerpo se frotara contra el mío, claro también ayudaba mucho el hecho de que no dejaba de acariciarme los muslos, casi hasta llegar al pubis…
De lejos, ella vio una camioneta negra, que no era de sus perros… freno en seco, me tomo firme de la cintura terminando con el jugueteo que llevábamos – no digas nada – me susurro – no pueden verme aquí, mucho menos contigo, es demasiado peligroso – pero en ese punto ya era tarde. Ya nos habían visto.