Las noches con Laura. 4-Desencuentro

Estaba con otro grupo y estaba radiante como siempre desde que la conocí. Nos hicimos a un lado para charlar un momento. Me estuvo preguntando por mi vida y yo le pregunté por la suya. Obviamente el tema Pancho tenía que salir.

Antes de comenzar la última parte de esta historia, quiero pedir disculpas por el lío que he organizado con las catagorías. La idea original era publicar la primera parte en "Hetero Infidelidad" por mantener la categoría original del relato anterior, el resto deberían ir a "Hetero General" o a "Grandes Relatos". Pero ayer, me equivoqué y en lugar de ponerla en "Hetero Genaral" como hice por la 2ª parte, se fue a Infidelidad. Total que por no liar a los lectores, esta última parte la mantengo aquí.

Aunque el que avisa no es traidor: esta última parte no contiene sexo.

Las noches con Laura. 4-Desencuentro

A diferencia del día en que nos pilló a Vicky y a mí en plena faena, esta vez Pancho no se enfadó ni se encerró en sí mismo. Volvimos a hacer vida normal. Llegué hasta a pensar que igual, con el pedo que llevaba, ni se acordaba de lo que había pasado.

Pero un día me fijé en que tenía el libro de Rosa Montero en la mesilla de noche.

  • Veo que te has apuntado a la moda del reciclaje, le dije riéndome
  • No te creas, me contestó, la cinta de video fue a la basura

Nos miramos. Obviamente se acordaba perfectamente de lo que había pasado. Ni él me dijo nada, ni a mí se me ocurrió hacerlo. No hacía falta.

Aquel año, Pancho se salió con las notas y de las 7 u 8 asignaturas que tenía, 5 fueron matrículas de honor lo que le permitió acceder a una de las becas más prestigiosas de las que se daban por aquel entonces y que estaba financiada por un grupo de empresas españolas y norteamericanas. Durante el verano y mientras negociaba lo de la beca, un fin de semana se acercó al pueblo desde la finca para ver a mis padres y salir conmigo a tomar algo.

  • Pepe, el año que viene me mudo a un colegio mayor. La beca incluye la estancia en el colegio y va a ser mejor para ti que así podrás llevarte a tus ligoteos cuando quieras.
  • ¡¡No me jodas, tio!!

Me quedé planchado, no pude decirle nada más, no me salía. La noticia me cayó como un mazazo pero no quería que Pancho se sintiera culpable

  • ¿Y no puedes negociar con ellos? Le dije yo… con la pasta que seguro cuesta el colegio mayor, nos podríamos correr unas juergas de espanto

  • No Pepe, no se puede negociar, dijo sonriendo, y además… es mejor para los dos.

Cuando aquella noche de nuestro cumpleaños, me entró la llantina porque veía venir el fin de nuestra hermandad no iba desencaminado. El desencuentro estaba comenzando en ese mismo instante. Pero la vida tenía que continuar, así que le pedí a Pancho que me ayudase con mi madre porque me iba a montar la marimorena cuando se enterase de que él se marchaba, porque asumiría, seguro, que si Pancho se iba, era por mi culpa y porque mis costumbres de crápula no le dejaban estudiar.

Así que ese año, comencé el curso yo solo en el apartamento de Madrid. A los pocos meses me di cuenta de que vivir solo era un aburrimiento y tener una habitación vacía, un desperdicio de dinero así que alquilé la habitación a un compañero de carrera. A mis padres, que no eran conscientes de cómo se movía el mercado inmobiliario madrileño, les decía que me pagaban la mitad de lo que en realidad cobraba yo y así pude empezar a llevar una vida más desahogada.

Pancho y yo seguíamos quedando cada dos semanas como mucho. Salíamos juntos o con amigos comunes o con la novieta que yo pudiera tener en ese momento porque desde que Vicky me dejó, no volví a sentir nada igual por ninguna otra y se me quitaron la ganas de entregarme a nadie como había hecho con ella.

Uno de los días que quedamos, hacía finales de aquel curso, Pancho me presentó a una amiga a la que había conocido en el colegio mayor. Era una preciosidad de mujer y un encanto de persona, divertida y parlanchina. Había viajado por media Europa y tenía anécdotas para rellenar todas las cenas del mundo. Si no hubiese sido porque no tenía ni idea del tipo de relación que tenía con Pancho hubiese desplegado todas mis artes del ligoteo desde ese mismo instante.

=============

  • Espera un momento vaquero… me dijo Laura, pero Pancho no era …
  • ¿Gay? Le respondí yo
  • Claro, después de lo que pasó aquella noche del cumpleaños…
  • No lo sé Laura y probablemente nunca lo sabré. Lo que yo llegué a pensar es que a Pancho, tan frío, tan callado, tan “largo” como decía su madre, la adolescencia hormonal le llegó a los veinte años en lugar de a los catorce. E igual que muchos adolescentes experimentan con los amigos y se hacen pajas juntos pero luego una vez que se echan novia o empiezan a ligar con chicas a la mayoría se les olvidan las relaciones homosexuales, a Pancho le había ocurrido lo mismo, sólo que tarde. Además de que Pancho, por su carácter tuvo pocos amigos y amigos de verdad sólo uno, que fui yo y para cuando a Pancho le entraron las inquietudes, yo ya me había tirado a medio pueblo y no era precisamente el tipo de amigo con el que uno experimenta determinadas cosas o le hace determinadas preguntas.
  • En eso Jose, me dijo Laura, creo que te equivocas de cabo a rabo. Si la historia que me has contado, no la has adornado en exceso, el día que Pancho os pilló a Vicky y a tí, le jodisteis la vida y eso no tiene nada que ver con lo de las “pajillas” de Torrente porque una cosa es saber que la persona a la que quieres se acuesta con otra y otra muy distinta es verles follar en vivo y en directo.

=============

Pancho y ella empezaron a salir y hacían una buena pareja. Los veía cada dos o tres semanas cuando quedaba con Pancho porque ella se apuntaba muchas veces y yo encantado porque, aunque juro que nunca hice ni el más mínimo amago de aproximación. Estar con ella era muy divertido y se complementaba con Pancho a la perfección.

Siguieron saliendo todo ese curso y en el verano, Pancho incluso se fue con ella una semana de vacaciones a un camping de la costa en lo que yo creo recordar que eran las primeras vacaciones que Pancho tuvo en su vida porque siempre que volvía al pueblo era para trabajar ayudando a sus padres en la finca.

Y durante el curso siguiente, siguieron juntos pero un día, por marzo o abril de aquel año, había quedado con Pancho y se presentó sólo. Tampoco era tan raro porque su novia no siempre se apuntaba a salir con nosotros. Nos sentamos en un bar a tomar unas cervezas y me contó que la misma fundación que le había concedido la beca, le había propuesto terminar las dos carreras en Estados Unidos, porque al final empezó Económicas que simultaneaba con la Ingeniería. Como allí el curso empieza antes que aquí, tenía que ir cerrando todo en España para ir preparando la mudanza a Estados Unidos.

Me levanté para abrazar a Pancho y felicitarlo. Hijo de padres analfabetos, toda una vida dedicada a estudiar y a trabajar y a veces las cosas son como en las películas y triunfan los buenos, no los ladrones y los trepas que es lo que suele ocurrir en la vida real. Pero también supe que dejaría de ver a Pancho y aquello me dolió. Aunque nuestra relación después de lo que pasó y de que se mudara a vivir al colegio mayor ya no era la misma, nos veíamos con frecuencia y yo le seguía queriendo como a un hermano.

Pancho también me contó que lo había dejado con su novia. Según él, cuando le contó lo de Estados Unidos, ella le dijo claramente que no iba a perder el tiempo en una relación que no conducía a nada. Tenía un plan de vida y quería casarse y formar una familia. Y lo que Pancho estaba iniciando era, según ella, una aventura que no se sabía cómo podía terminar.

Aquella noche, para festejar lo de la beca y para olvidar lo de la novia, Pancho y yo nos corrimos una buena juerga y cogimos un ciego tremendo y el final de ese curso lo compaginé entre mis exámenes y en ayudar a Pancho con todos los temas que tenía que cerrar antes de marcharse.

El último fin de semana, antes de coger el vuelo, Pancho quiso hacer una fiesta de despedida en el pueblo con sus hermanos, mis padres y los suyos pero no quise ir. Sabía que iba a pasarlo mal. Le pedí perdón a Pancho y le dije además que el protagonista era él y que no tenía porqué andar yo por allí porque seguro que entre mi madre y Luisi me montaban algún pollo.

Lo que sí que hice fue acompañarle al aeropuerto el día que volaba y en la despedida nos dimos un abrazo eterno pero no hubo lágrimas. Creo que los dos sabíamos que ese día comenzaba una nueva vida para ambos, una vida que probablemente ya no se volvería a cruzar nunca más como aquella vez, cuando mi madre buscando alguien que me cuidara siendo un bebé, contrató a la suya.

El año siguiente era mi último año. Llevaba alguna asignatura colgando porque yo no sacaba las notas de Pancho pero como ya estaba más centrado y las fiestas las restringía a las verdaderamente importantes, estaba seguro de que terminaría la carrera. Eso no quitaba que siguiera saliendo por ahí y ligando todo lo que podía. Desde lo de Vicky había tenido unos cuantos ligues y un par de ellos que pudieron llegar a algo serio pero no conocí a nadie que de verdad, me hiciera perder los papeles.

Una noche de viernes, estaba en un bar de Ponzano, que de aquella empezaba a ponerse de moda, con un grupo de amigos cuando alguien me dió un toque en el hombro.

Era la ex de Pancho. Estaba con otro grupo y estaba radiante como siempre desde que la conocí. Nos hicimos a un lado para charlar un momento. Me estuvo preguntando por mi vida y yo le pregunté por la suya. Obviamente el tema Pancho tenía que salir. Yo la conocía por él. Me dijo que la ruptura había sido difícil pero tampoco me quiso dar más detalles. Ella sabía que yo era su mejor amigo y alguna vez en las cenas que compartíamos le habíamos contado retazos de nuestra historia en el pueblo, así que entendí que no quisiera darme muchas explicaciones. Le sonsaqué que no estaba saliendo con nadie y la promesa de que quedaríamos una tarde juntos para charlar con más calma.

Esa tarde charlamos, tomamos unas cañas y cenamos. No fue posible nada más pero el siguiente día la llevé al cine, luego a tomar algo por ahí y terminamos follando en mi casa.

Se llamaba Lucía.

=============

Laura se levantó disparada del sofá como si se le hubiese disparado un muelle bajo el culo. Se me quedó mirando con los ojos abiertos como platos y la mandíbula caída durante un momento:

  • ¿Lucía? ¿Tu Lucía?… vamos … ¿Nuestra Lucía? ¿Lucía era la novia de Pancho?
  • Claro mujer… ya te lo estoy diciendo.

A Laura parecía que le había dado el baile de San Vito. Empezó a moverse por el salón diciendo “hija de puta” cada dos pasos que daba. Me asusté. ¿Qué le pasaba a esta mujer?

Ella seguía con lo mismo, andando de un lado al otro y diciendo “hija de puta” cada dos por tres. Me acerqué a ella y la sujeté.

  • ¿Pero me quieres decir qué te pasa mujer?

Laura se quedó quieta y mirándome me dijo

  • ¡Grandísima hija de puta!
  • A ver… ¿Me quieres explicar qué coño te pasa ahora con Lucía?
  • ¿Tú le llegaste a contar esta historia a Lucía alguna vez?… me refiero tal y como me la has contado a mi ahora.
  • Por supuesto que no, le dije a Laura. Ella fue novia suya. Sabía por ambos que la ruptura no había sido fácil y aunque estemos alejados, sigo considerando a Pancho un hermano. Para qué iba a contarle a Lucía unos detalles que no iban más que joderles a los dos.
  • Jose… Lucía fue la causante de que Pancho se fuera a Estados Unidos, soltó Laura
  • ¡Venga ya!…
  • A ver Jose… Lucía y yo nos conocimos cuando empezamos a trabajar juntas en la empresa. Las dos éramos las más jóvenes en el trabajo y las dos estábamos aún solteras. Nos hicimos muy amigas y aunque ella ya llevaba una temporada saliendo contigo y me comentó que ya teníais planes de boda, salíamos bastante por ahí. Además yo de aquella no tenía pareja.
  • Me acuerdo de tí de aquella. Estabas un rato buena, le dije riéndome, si no hubiera sido por que estaba con Lucía te hubiese lanzado la caña.
  • Calla pelota… Una noche de bastante desfase que estábamos por el centro y llevábamos unas cuantas copas en el cuerpo, por Gran Vía pasaron a nuestro lado una pareja de chicos jovencitos que se iban dando la mano. Cuando Lucía los vio, empezó a gritarles “¡¡¡maricones de mierda!!!” a grito pelado. La gente se nos quedó mirando primero a nosotras y luego a la pareja de chicos que asustados, se soltaron de la mano y empezaron a caminar deprisa en dirección Callao hasta perderse entre la multitud. Incluso en aquellos años, que no es como ahora, aquello fue despreciable y zafio. Si eso pasa hoy, Lucía igual hasta pasa la noche en el calabozo y yo me hubiese alegrado porque mi hermano era y sigue siendo gay y cuando Lucía se puso a gritar como una energúmena en plena Gran Vía, creía estar viendo a mi propio hermano pequeño escapando de la turba para lincharle.
  • Lo de tu hermano nos lo habías mencionado en alguna ocasión, le dije a Laura.
  • Sí, muchos años después de aquello, dijo Laura, pero aquel día yo no podía contárselo ni a Lucía, ni a nadie porque lo de mi hermano, que de aquella tendría unos diecisiete, lo sabía solo yo y pocos o nadie más. A mis padres les hubiera dado un soponcio. Así que cogí a Lucía del brazo haciéndole todo el daño que pude y la metí en un bar de la zona para que se calmara. Como ya llevábamos muchas copas, pedimos dos cafés y lo que hice fue preguntarle porque había montado ese espectáculo en plena Gran Vía.

Lucía me contó que antes de salir contigo, había tenido un novio del que estaba coladita. Un tío según ella alto, guapo y listísimo que arrasaba en la universidad y que si no se le torcían las cosas llegaría a ser un partidazo. Porque Lucía siempre fue una pesetera.

Jugaba al baloncesto y un día para darle una sorpresa, se presentó a uno de sus partidos sin avisar. En la grada, él no la vio y cuando el partido terminó, se bajó a buscarle a los vestuarios. Estuvo esperando mientras los jugadores iban saliendo pero su novio no salía. Aburrida de esperar y viendo que ya no salía nadie más y que empezaban a apagar las luces del pabellón entró dentro de los vestuarios y se encontró a su novio besándose con otro de los jugadores mientras se hacían una paja el uno al otro.

Lucía me contó que lo pasó fatal, que según ella, eso es lo peor que le puede pasar a nadie y que hubiese entendido una infidelidad con otra mujer pero que eso era repugnante. Me dijo que unos días después habló con él, que la intentó calmar pero que ella le amenazó con contárselo a todo el mundo. Luego Lucía me contó, vanagloriándose, que lo había acojonado tanto con sus amenazas que su novio removió Roma con Santiago para encontrar la forma de escapar y marcharse a Estados Unidos. * Pero luego nos casamos, interrumpí a Laura y aunque no muchas, algunas veces si coincidimos los dos con Pancho, le dije yo. * Lucía no lo iba pregonando por ahí, me lo contaría a mí y poco más. Tampoco es algo de lo que presumir. Y a tí jamás te lo hubiera contado sabiendo que Pancho y tú erais medio hermanos. Supongo que cuando os casasteis se le iría olvidando el tema. Además la homofobia, a dios gracias, empezó a estar mal vista y una pregunta… cuando Lucía vio a Pancho por primera vez después de aquello… ¿cuándo fue? * Puff… no recuerdo, alguna vez en el pueblo pero muchos años después, cuando Pancho ya era un ejecutivo con pasta * Ahí lo tienes, pardillo… Para la gente de ese pelaje, los gays, igual que los africanos o los árabes no son eso, son maricones, negros y moros. Seres inferiores. Salvo que tengan dinero. Cuando lo tienen, se convierten en gente respetable y conociendo a Lucía, seguro que hasta le hacía la pelota. Que grandísima hija de puta, repitió Laura. * Pobre Pancho, dije. Me quedo con la duda sobre su marcha, creo que se hubiera ido igual con las amenazas de Lucía o sin ellas porque la oportunidad en aquellos años, era única pero es verdad que cuando se fue, lo que más me descolocó es que estaba muy apegado a sus padres. Era el pequeño de la familia. A los míos los adoraba también y quiero pensar que a mi me seguía considerando un hermano… no sé… * ¿Pobre Pancho?… mira los comentarios que ha hecho esta tarde. Además, que Lucía sea una auténtica zorra, no quita que el que la engañara fuera él. Si hubiera aceptado lo suyo, eso no habría ocurrido. * No lo sé Lau… es fácil hablar con la mentalidad de ahora. Tu misma has dicho que tu hermano, de aquella lo escondía, pues imaginate a alguien como Pancho, de pueblo y con una familia a la que adoraba pero que no iba a aceptarlo.  A saber lo que ha vivido en América para decir las cosas que ha dicho. * Le sigues queriendo ¿verdad? Me preguntó Laura * ¿Quieres tú a tu hermano?

Había amanecido ya hacía un rato. Abracé a Laura y la besé en los labios.

  • Bueno, señora sultana ya es de día… he podido sobrevivir…

Laura me miró con cara de pensar “¿este tío de qué coño me habla?”

  • Mañana te lo cuento que me caigo de sueño le dije a Laura pero prepárate cuando nos levantemos, le advertí haciéndole un gesto de que pensaba follármela hasta hartarnos.
  • Me explicarás primero lo de “sultana” ¿no?
  • Por favor Laura… más historias no…

EPILOGO

La secretaria de Pancho me llamó para organizar la cena, que al final entre actos de campaña y motivos varios tuvo que posponerse varias veces y finalmente, como le había advertido a Laura, cayó en el olvido. Pero Pancho salió elegido diputado. Su partido fue uno de los triunfadores en esa noche electoral y se convirtió en la llave que permitiría al partido que consiguió la mayoría, poder formar gobierno.

De hecho se rumoreaba que Pancho sería ministro de algo pero a la joven promesa de la política, el cargo de vicepresidente que le ofrecieron, le venía pequeño y pensó que si se repetían las elecciones, igual hasta podría ganarlas, o al menos, desplazar al principal partido de la oposición.

Así pues se convocaron nuevas elecciones y hubo una nueva campaña electoral.

Pancho, se moderó un poco en los discursos, pero aún así siempre que podía lanzaba pullas que recordaban aquellos mensajes que escuché el día de su presentación y no sé si fue por eso o simplemente porque empezaba a ser famoso y a triunfar en la política, pero una cadena de televisión, consiguió una entrevista con un actor americano de segunda fila, abiertamente gay, que declaró, aportando abundante material gráfico, que él y Pancho habían tenido una relación en la universidad, al poco de que Pancho llegase a Estados Unidos.

Se montó el escándalo. El político con ramalazos ultras y anti-gay al que al final sacan del armario a empellones, se convirtió en pasto de chistes en los programas nocturnos de la tele. Me dio muchísima pena por Pancho. Me daba igual cómo había adquirido esas ideas retrógradas o si se las escribía algún asesor descerebrado.

Igual que me importaba una mierda su orientación sexual, me importaba una mierda su ideología. Hay cosas que están por encima de todo eso.

Pancho no repitió el escaño. No sé si fue por el escándalo o porque su partido, con el joven candidato a la cabeza, se pegó un hostión de pánico en las siguientes elecciones.

Intenté varias veces hablar con él pero fue imposible atravesar el filtro de su secretaria. Me imaginé que después de todo el jaleo estaría alerta e intentaría frenar a periodistas y oportunistas de todo tipo. Le expliqué a la buena mujer una y mil veces quién era pero no hubo forma.

Pero hace unos días, Pancho me devolvió las llamadas. Había vuelto a Estados Unidos. La Barbie le había pedido el divorcio y el consejo de administración de su compañía había negociado con él la salida. Cuando se vino a España a hacer política, había renunciado al cargo de director general y se quedó con un puesto más honorífico que otra cosa porque a la empresa de bebidas gaseosas, le venía de perlas la publicidad asociada. Ahora no podían despedirle después de lo que pasó si no querían arriesgarse a un follón con la prensa o a un boicot de la comunidad gay pero tampoco podían tolerar el escándalo que se había organizado, así que, con una cantidad indecente de dinero de por medio, Pancho renunció voluntariamente a su puesto sin montar ningún ruido.

Me habló de volver a España. De volver al pueblo. Con la pasta que había ganado esos años y a pesar de que la Barbie le sacaría un pico, se podía permitir el lujo de vivir varias vidas en el pueblo donde, hacía ya unos años, había construido una casa estupenda para sus padres. Podría hacerlo también en Madrid si quisiera, porque mis padres antes de morir, dividieron la herencia en tres partes y el apartamento de Madrid fue para Pancho quien desde entonces, se encarga de todos los gastos aunque lo usen mis sobrinos, los hijos de Clara.

Además Luisi, a diferencia del Largo y de mis padres, aún vive. Es una anciana adorable a la que visito siempre que paso por el pueblo a ver a mi hermana y que siempre que me ve, me sigue llamando “mi niño” y me pregunta por Pancho como si él y yo siguiéramos hablando todos los días.

Intenté convencer a Pancho para que lo hiciera. Que volviese para disfrutar de los últimos años de su madre y para olvidarse de la vida artificial que se había construido en América y  también porque ahora que nos estábamos haciendo mayores, deberíamos volver a ser los hermanos que siempre fuimos.

También le hice prometerme que independientemente de que volviese o no, nunca más íbamos a estar meses o años sin hablarnos más que con los estúpidos mensajes de whatsapp por las navidades.

No sé lo que hará. Quedó en decirme algo pero en un par de meses es nuestro cumpleaños. Ya no serán veintiuno, pero estaría bien montar un fiestorro como el de aquel día.

FIN