Las Muñecas 22

Manu acude a la cena programada con su hermano. Allí le esperan agradables sorpresas.

XXII

El lunes por la tarde tomé el autobús y crucé la ciudad para ir a casa de mi hermano. Mi hermano vivía en una casa unifamiliar a las afueras. Era una casa de dos plantas, con un pequeño jardín con piscina en una de las urbanizaciones más modernas de Coruña.

No era un palacio, pero si lo suficientemente grande como para triplicar en tamaño del piso de mis padres. En la planta baja tenía un garaje para dos coches, un salón comedor amplio, donde había descubierto la cinta de mi cuñada, la sala de juegos de la niña donde la había acostado aquella noche, una cocina y un baño completo. Arriba disponía de cuatro habitaciones, dos con baño completo y las otras dos con baño compartido, un despacho y una pequeña terraza cubierta donde solían hacer cenas y fiestas familiares durante el verano.

Aparqué enfrente a la finca y llamé al timbre. Marta  me abrió la puerta con una sonrisa. Estaba espectacular. Vestía un vestido blanco y largo de tirantes con un pronunciado escote que descendía hasta el final de su canalillo, el vestido, veraniego y vaporoso se entallaba en su cintura para luego bajar en una falda vaporosa que descendía recta hasta los tobillos. Toda la longitud de la tela estaba decorada con distintas capas de encaje que en la zona del vientre y las rodillas transparentaban parte de su piel morena. Llevaba el pelo recogido en una cómoda coleta que descendía como una cascada negra hasta casi la mitad de su espalda. En las orejas lucia dos enormes aros plateados que, junto a unas sandalias e tiras, completaban su estilo Ibicenco.

Marta me invitó a pasar al salón donde me esperaba mi hermano enfundado en un traje de chaqueta color hueso, acompañado una pareja que no conocía. Un hombre joven, de unos 25 años, extremadamente atractivo, también vestido con un pantalón y una camisa blanca y una mujer de mucho más de 30 años que combinaba un amplio pantalón pirata color rosa pastel con un top blanco sin tirantes que dejaba a la vista un vientre liso y dorado por el sol con un aspecto más juvenil que su rostro. Viéndolos a ellos me sentí como un perro verde con mis vaqueros raídos y mi camiseta de Diesel.

  • Pasa Manu. - Dijo mi hermano – Quiero que conozcas a unos amigos.

Me acerqué a ellos algo incómodo, por más que ellos parecían mírame con cercanía y total cordialidad, yo me sentía desentonar en aquel grupo. La nota discordante. El patito feo.

  • Estos son Lucía y el Javier. Ella es una de mis jefas y el su pareja.

  • Encantado. - Salude a ambos con cortesía. A ella con dos protocolarios besos y a él con un apretón de manos que me devolvió de forma enérgica. Luego me dirigí a mi hermano.

  • No me avisaste de que había código de vestimenta. Estoy absurdo

  • Todo previsto. En el cuarto de invitados tienes ropa para cambiarte.

Subí por las escaleras al piso superior y una vez allí me dirigí a la habitación donde solía dormir cuando los visitaba. Sobre la cama me esperaban un pantalón de pinzas gris claro junto con una camisa completamente blanca, parecida a la que vestía Javier. Completaban el atuendo unas cómodas zapatillas de tela. Ya vestido, regresé a abajo, encontrándome al grupo ya sentado a la mesa.

  • Siéntate, Manu -dijo mi hermano señalando una de las sillas – la cena está lista.

A lo largo de la mesa estaban dispuestas dos bandejas de canapés fríos de catering, una fuente de gambas y un par de botellas de vino, mientras que encima cada plato se alzaba una copa de cóctel de marisco adornado con estilo de restaurante.

Tomé asiento y empezamos a dar cuenta de la cena mientras charlamos animadamente de todo tipo de temas. Lucía demostró ser una mujer ilustrada y culta, con una fluida y agradable conversación mientras que Javier, mucho más tímido y callado, dejaba clara en cada frase tanto su falta de habilidades sociales como una mayor simpleza en el modo de hablar y en sus conocimientos.

No parecían encajar en absoluto, quedando ella muy por encima de él en cualquier aspecto observable, salvo en juventud y belleza física.

Marta ejercía como anfitriona, preocupándose de que todo estuviese correctamente dispuesto, de dar juego tanto a Javier como a mí para integrarnos en la conversación de un trío claramente consolidado, y de agasajar a Lucía que era, sin duda alguna, la líder del grupo.

Los entrantes dieron paso a un plato principal de carne al horno, deliciosamente sazonada con una salsa de pimienta y con una guarnición de patatas asadas. Tanto David como Marta se encargaron de recoger las bandejas y platos de los entrantes como de servir el plato principal.

Una vez devorada la deliciosa carne, unos pequeños pero arrebatadores coulant con helado de vainilla sirvieron de broche a una exquisita y opípara cena tras la que el grupo, yo incluido, ya había adquirido una cómoda familiaridad entre todos sus miembros. Una vez acabado el postre Marta nos invitó a salir al pequeño jardín, y pidió a Javier que la ayudase a recoger los platos y servir las copas por lo que Lucía, David y yo nos adelantemos para ocupar la mesa bajo el cenador, iluminado por pequeñas guirnaldas de luz.

  • Manu, he invitado a Lucía para que pudiese conocerte. Le he hablado de tus planes y está dispuesta a ofrecerte un trabajo a media jornada por las tardes para que puedas compaginar los estudios y emanciparte, si finalmente es lo que quieres.

  • ¡Muchas gracias! La verdad es que aún no he hablado con Silvia al respecto, pero esta oportunidad puede ser lo que nos ayude a decidirnos – y mirando a Lucía pregunté – El trabajo ¿en qué consistiría?

  • Bueno, - dijo Lucía – Como sabrás soy una de las socias de la empresa donde trabaja tu hermano - No conocía bien los detalles pero David trabajaba en una de las empresas de logística del puerto que formaba parte de un gran grupo empresarial - y tengo en el centro una pequeña asesoría para jóvenes empresarios junto con una incubadora de empresas. Oficialmente te encargarás de ayudar como asesor de la empresa a nuestros inquilinos. Te ocuparías de que tengan todo lo necesario para su actividad, gestionar los servicios de mantenimiento técnico y logístico, facilitarles los medios de la empresa para lanzar sus proyectos y cosas así.

  • No tengo ninguna experiencia en el sector – reconocí modestamente – pero aprendo rápido, y seguro que en muy poco tiempo le seré muy útil.

  • No te agobies por eso. Como te dije estas serán tus tareas “oficiales”, es importante que aprendas y las domines para no tener demasiados conflictos con “la bruja”, pero no es para eso para lo qué te necesito.

  • Entonces ¿Cuál sería mi verdadera función? - pregunté extrañado.

  • Tu función real - contestó David - sería la misma que la mía. Proporcionar, a nuestro grupo de socios y asociados, jóvenes dispuestos a satisfacerlos sexualmente a través de nuestra habilidad.

  • ¿Como? - Pregunté extrañado – Te refieres a…

  • Exactamente. - Contestó Laura anticipándose a mi pregunta - Yo me encargo de que algunos de estos jóvenes trabajen todo lo necesario para producir beneficios. Tú tienes que preparar a aquellos que te indiquemos para que podamos disfrutar de su compañía. Todo desde la más absoluta de las discreciones. Te estamos ofreciendo entrar en un exclusivo y selecto grupo de personas que nos cuidamos los unos a los otros.

  • O sea, tengo que dormir gente y pedirles que se acuesten con vosotros.

  • Más o menos. Ya irás conociendo al grupo y nuestras actividades, pero en esencia es eso. Usar tu don para repartir placer igual que yo usaré el mío para repartir dinero. Pero hay condiciones.

  • ¿Qué condiciones? - pregunté intrigado.

  • Primera. - Dijo Lucia - No puedes desvelar a nadie cuál es tu tarea. Ni aunque parezca evidente que él que te pregunta sabe algo.

  • De acuerdo. - Respondí

  • Segunda. Dentro de la empresa, sus familiares y conocidos directos, solo dormirás a las personas que te indiquemos y les pedirás que hagan lo que te pidamos. Si quieres aliviarte con alguna mocita o nos pides permiso o te la buscas fuera de la empresa, por tus medios.

  • No hay problema

  • Una pregunta - siguió -¿Tu novia sabe ya lo que haces?

  • Si - conteste orgulloso - y está de acuerdo con ello.

  • Pues tercero. No puedes decirle nada a tu novia de nosotros ni de tu verdadero trabajo hasta que nosotros te autoricemos. No podemos permitir que la ruptura de un noviazgo ponga en riesgo nuestra confidencialidad y buen nombre. Con el tiempo, cuando tengamos claro que vuestra relación está consolidada te autorizaremos a hacerlo, entretanto eres un simple asesor comercial.

  • No me gusta demasiado la idea de esconder cosas a Silvia, pero acepto.

  • Y cuarto - añadió mi hermano – Si suspendes asignaturas en la carrera te largas. ¿Entendido?

  • Alto y claro.

  • Bien, tu horario será flexible, - Lucía hablaba de nuevo – sobre el papel trabajas de cuatro a ocho de lunes a viernes, pero ya iremos viendo cómo podemos encajar tus necesidades y las nuestras. En cuanto al salario, será de 1.600€ más bonos de reparto por objetivos. ¿Alguna pregunta?

Al oír la cifra se me saltaron los ojos de las órbitas. En los días anteriores ensoñaba con tener un trabajo a media jornada por 400 o 500 euros, lo que Lucía me proponía triplicaba holgadamente esa cifra.

  • Docenas, pero no creo que sea necesario hacerlas todas ahora. La verdaderamente importante es ¿Cuando empiezo?

Lucía sonrió satisfecha, con aires de victoria. Me estrechó la mano y me contestó con una sonrisa.

  • El lunes que viene a las cuatro. Bienvenido a la familia. Ahora ya podemos dejar venir a mi acompañante.

David hizo un gesto y Marta y Javier se acercaron con unas copas de balón en la mano.

  • Ginebra y tónica – Dijo Javier ofreciéndome una de sus copas y tendiendo a Lucía la otra

  • Gracias Javier. Le contesté con una sonrisa

  • Javier - Dijo Lucía – El lunes que viene Manuel empieza a trabajar en tu departamento. Está muy verde y tienes que formarlo. Más adelante compartirá el tiempo con otras funciones en otras empresas, pero los primeros meses es todo tuyo.

  • Sin problema, en tres días lo pongo a punto. Eso si no se lo come la bruja - era la segunda vez que oía ese mote.

  • ¿La bruja? - pregunté entre curioso y extrañado.

  • Si, es Marisa, mi primera socia. – Me explicó Lucía - Ambas montamos la asesoría hace unos 10 años. Yo era casi una niña y ella una experimentada cuarentona. Se aprovechó de mi trabajo y mi inexperiencia y, en cuanto crecimos, me hizo una jugarreta que casi me deja fuera de la empresa.

En cuanto aprendí a bailar con los tiburones y ayudada por mis habilidades para el negocio monté un par de empresas más y luego con otros empresarios creamos el Grupo Empresarial Rías Altas. - Me lanzó una mirada cómplice haciéndome entender a qué tipo de habilidades se refería. Era evidente que Javier no tenía ni idea del asunto. Continuó hablando.

  • Hace dos años Marisa metió a la empresa, que estaba al borde de la quiebra, en una ronda de financiación para intentar reflotarla. A través del Grupo, compré los derechos de la empresa hasta controlarla, retomé la dirección y la incorporamos al Grupo. Desde entonces es mi enemiga y el cáncer de la empresa. - Hizo una pausa para apurar un trago de su copa y siguió hablando.

  • Sigue siendo la jefa de Recursos Humanos aunque casi no le permito tomar decisiones y como gerente revoco aquellas que no me gustan. No la puedo echar porque los estatutos de la vieja compañía me lo prohíben y ella conserva una acción de oro que me impide cambiarlos. Yo la fastidio todo lo que puedo y ella maltrata a la gente que elijo, con lo que es más que previsible que te intente hacer la vida imposible. El apodo de La Bruja se lo pusieron los trabajadores de la empresa. Todo el mundo la odia, pero es lo que hay.

  • Vaya ¡Espero que no me destroce! ¿Y no intentaste ganártela con tus habilidades? - Hice la pregunta todo lo velada que pude para intentar que Javier no se enterase, aunque dudaba mucho de que fuese lo suficientemente sagaz como para poder intuir algo así.

  • Pues sí, muchas veces, pero por más que lo intento no responde a mi liderazgo. Es un caso raro, pero parece inmune a cualquier intento mío o de mis socios de cambiar su actitud. Ya te contaré un día con más detalle, pero es un caso perdido.

  • ¡Pues estoy deseando conocerla! - dije con toda la sorna posible despertando una risotada general que cerró definitivamente el asunto.

El resto de la noche transcurrió entre charlas agradables y copas de Ginebra y pese a que David insistió en que ambos se quedasen a dormir, sobre las dos y media de la mañana un chofer pasó a recoger a Javier y Lucía que se marcharon juntos dando fin a la velada.

Una vez solos Marta subió a los dormitorios mientras David y yo a recogíamos las copas y a colocábamos la terraza.

  • Mañana voy a la estación a comprar billete para Barcelona. Voy a ver a Marta. Iba a quedarme hasta el lunes, pero tendré que volver el domingo – dije a David con fastidio – No es cuestión de faltar ya el primer día.

  • Bueno, no te preocupes, alguna solución encontraremos. Así que hablaste con Silvia. ¿Qué tal fue la cosa?

  • Bien, pero creí que se iba todo a la mierda. - Narré a mi hermano el episodio de mi confesión a Silvia, su reacción, la prueba, el relato lésbico de las hermanas y nuestro trío final.  David siguió el relato con entusiasmo y sorpresa.

  • ¡Pues sí que lo encajó bien! Marta tardo semanas en dirigirme otra vez la palabra, y meses hasta que me permitió volver a dormirla. Me parece que has acertado de pleno - Me espetó con una sonrisa.

  • La verdad es que me dejó alucinado. Es una mujer increíble, por eso quiero compartir mi vida con ella.

  • No me extraña. Ahora vas a poder hacerlo. Si te lo sabes montar bien pronto tendrás una casa como esta. Ya verás cuando empieces a acumular objetivos.

  • Eso no me quedó claro. ¿Cómo va lo de los objetivos?

  • El Grupo es propietario de muchas empresas por todo el país. - explicó David – Tiene una serie de socios, algunos por inversiones y otros que se ganaron el derecho a serlo por sus servicios. La inmensa mayoría de los empleados son siempre eso, empleados, pero a algunos trabajadores especiales se les concede el estatus de Asociados. Gracias a tu Don, eres uno de ellos.

Nos sentamos en los taburetes de la barra del comedor.

  • Los asociados – continuó explicando David mientras escanciaba dos copas de ron viejo – van acumulando bonos por objetivos. Cada bono supone un incremento de 600 € al año, unos 50 cada mes, y puedes sumar hasta 300, o lo que es lo mismo, 180,000 € al año. Poco a poco vas acumulando bonos hasta llegar a los 300, Cuando lo haces, la junta te nombra socio, y pasas a ser uno de los copropietarios del grupo, y eso significa muchísimo más dinero.

Las orbitas se me salían de los ojos escuchando tales cantidades. Así podía permitirse mi hermano el tren de vida que llevaba.

  • Ese es tu futuro, y por eso no puedes dejar la carrera. Es imposible que un ayudante llegue a socio. Tienes que acabar y hacerte un hueco entre los directivos. Si no, por más Don que tengas, tardaras años en tener un sueldo respetable.

  • ¿Tú cuantos bonos tienes? - pregunté

  • Ahora mismo tengo 216, y además como ejecutivo,  mi sueldo no es de ayudante - Eche mis cuentas y el salario que resultaba era escandaloso.

  • Joder. Que pasada. Pero dime, exactamente ¿Que me van a pedir a cambio?

  • Muchas cosas, no todas agradables. Siempre puedes decir que no, pero claro, más noes significan menos objetivos. Básicamente nos dedicamos a entrenar amantes para directivos o aportar diversión a las fiestas.

  • ¿Y qué pasa con esas personas? ¿Las controlamos permanentemente?

  • Durante un tiempo sí. La empresa te va a ayudar a tener acceso a ellas, pero después de un tiempo siguen su vida. La mayoría interioriza los cambios y asumen su realidad como si fuese fruto de sus decisiones, pero en algunos casos las cosas no salen tan bien. He tenido un par de episodios difíciles. Pero tú tienes suerte, me tienes a mí para formarte.

  • ¿Hay más que hagan lo que nosotros? Dijiste que conocías a muchos.

  • Conozco a unos cuantos, pero no creo que haya muchos más en España. La empresa gasta mucho dinero en encontrarlos y ficharlos. Es fácil si sabes que rastro seguir. En nuestra empresa ahora mismo trabajamos 5. Una es Lucía. Es capaz de convertir a cualquiera en un trabajador incansable. Hay otro más como ella y una mujer que tiene el mismo Don que nosotros. El quinto es Tomás. Lo conocerás pronto porque cada poco viene a las fiestas. Trabaja en Madrid en el centro de formación. Es capaz de potenciar la capacidad de aprendizaje de cualquiera. Le mandas un tonto y te devuelve un puto genio. Prácticamente a cada miembro de la plantilla se le escoge para pasar por uno de nosotros, por eso no permiten que duermas a nadie de la empresa sin permiso. Cuando duermes a alguien pasan meses antes de que otro pueda hacerlo.

  • Joder, ¡y yo preocupado por si alguien me robaba a Silvia!

David soltó una sonora risotada.

  • Eso es poco probable. Ya lo verás, cuando empiecen a encargarte trabajo no te van a quedar ganas de dormir a nadie por tu cuenta.

  • ¿Puedes contarme alguno de esos casos que no salieron bien?

  • Otro día – dijo David apurando su copa – No es cuestión de preocuparte sin necesidad. Ya te iré contando según lo necesites. Venga, a la cama, que son horas.

Subimos a los dormitorios y nos despedimos. Y me metí en mi cuarto dispuesto a dormir toda la noche. Encima de la cama me esperaba un pijama de mi hermano pero yo preferí ponerme una camiseta que había traído de casa junto con la muda del día siguiente.

Me acosté y apague la luz dispuesto a dormir cuando sentí abrirse la puerta de mi cuarto. Era Marta. Pude distinguir su silueta difuminada por un ligero camisón y su sonrisa cargada de sensualidad y picardía. Encendió una pequeña luz de pared y se dirigió hacia la cama dejando que el contraluz dibujase sus curvas desnudas a través de la vaporosa tela.

  • ¿Duermes? - Preguntó de forma retórica.

-No. – pude contestar consciente de lo que se me venía encima.

  • Eso esperaba. – contestó mientras con ambas manos deslizaba la prenda por sus hombros para dejarla caer a lo largo de su cuerpo y meterse en la cama conmigo completamente desnuda.

No hicieron falta palabras ni explicaciones, ambos sabíamos a la perfección lo que buscábamos uno del otro. Llevábamos demasiado tiempo esperándolo, al menos yo lo hacía, como para tener que hablar al respecto.

Marta se colocó a mi lado y mientras su mano buscaba directamente mi miembro su boca se pegó a la mía. Esos labios con los que tantas veces había torturado mis mejillas ardían ahora directamente en mis propios labios levantando auténticas ampollas de pasión y deseo. Su beso ardiente llevó al olvido aquel corto roce de labios en el alucinante episodio del Spa, su lengua me transportó inmediatamente a otro momento. Aquel tan lejano la noche que empezó todo, cuando mientras me masturbaba ante una pantalla de televisión me imaginaba como sería saborear a una mujer así.

Su olor penetró en mí inundando cada rincón de mi cerebro, emborrachándome de ella, mientras podía sentir su piel apretándose contra la mía a través de mi camiseta. Mi mano buscó su pecho, tanteando sus redondeces, tersas, delicadas pero poderosas y mis dedos encontraron en su pezón el primero de los muchos tesoros que estaba llamado a poseer. Por un instante pasó por mi mente si Marta estaría o no bajo el influjo del poder de David, pero enseguida aquel detalle careció de importancia. Sentía su mano nuevamente aferrada a mi miembro, como en el Spa, pero esta vez sin sutilezas, buscando hacerlo estallar, algo que irremisiblemente ocurriría si no deshacía rápidamente su caricia, así que me giré separándola de mí para poder quitarme la camiseta y el calzoncillo y acudir nuevamente a su encuentro esta vez sin barreras que separasen nuestros cuerpos.

Ella se había colocado de rodillas en la cama, erguida, mirándome fijamente y reproduje su postura para colocarme frete a ella y buscar nuevamente su boca. Aprovechando la iniciativa, deslicé mi mano entre sus muslos para sumergirla en el calor de su intimidad, completamente desnuda y palpitante, que me recibió abierta, caliente y disponible, de manera que mi dedo medio penetró en el surco entre sus labios empapándose del néctar de su pasión. Sumergí mi dedo dentro de su cuerpo, invadiéndola por primera vez, tal y como había soñado tantas veces y un suspiro de placer se deslizó de sus labios a mi boca a modo de bienvenida. Acompañé mi dedo con el anular para que ambos comenzasen a explorarla por dentro, descubriendo cada pliegue, cada forma, cada resquicio de su interior, mientras ella se ofrecía adelantando hacia mí sus caderas, arqueando su pelvis de manera que la caricia fuese más directa y profunda.

Poco a poco fui inclinando mi cuerpo hacia adelante, buscando el suyo, obligándolo a retroceder hasta que conseguí tumbarla en la cama, boca arriba, sin separar ni un instante mi boca de su boca ni mi mano de su sexo. Una vez tumbada mis labios iniciaron un descenso que tenía que llevarme a descubrir su sabor, a enterrarme en aquel oasis que había descubierto tiempo atrás a través de una pantalla. Saboreé su cuello, sus hombros, su torso y seguí bajando hasta que mi labio inferior tropezó con uno de sus pezones. Mi boca, de un salto, conquistó y devoró aquel pedazo de piel, oscuro y erecto, que saludó a mi lengua con una erección furiosa, formidable.

Marta gemía con los ojos cerrados, mientras ambas manos descansaban pegadas a mi cabeza, agarradas a mi pelo, supervisando cada movimiento, guiando sutilmente mi boca, sin imponer, de uno a otro pezón, apretando mis cabellos con cada embestida de mi mano en su coño, con cada caricia sobre la dureza de un clítoris que esperaba su turno para ser devorado, con cada fugaz paso casual de la yema de mis dedos por cualquiera de las aristas de sus labios vaginales.

Encendido su pecho continué mi descenso hacia el manjar tantas veces soñado, sin olvidar recorrer su ombligo, que tantas tardes de bikini y piscina había admirado, hasta llegar a las inmediaciones de su verdad, a aquel pequeño montículo de piel que servía de frontera entre lo público y lo vedado, entre lo visible y lo escondido, entre mis sueños y la más maravillosa e inminente realidad.

Mi lengua quiso ser la primera en conquistar su sexo, penetrando desde el pliegue de sus labios para tropezar directamente con su generoso punto de placer. Nada más llegar a él pude percibir la deliciosa acidez que lo bañaba, y la punta de mi lengua comenzó un baile circular y lento barriendo aquel tesoro hasta arrebatar cada molécula de sus jugos. Mis labios se cerraron sobre su sexo enterrando todo en una cárcel de carne y saliva, succionando para exponer su órgano más sensible, para atacarlo sin permitir defensa alguna, para arrancar su primera agonía antes de sumergirme en la profundidad de su entrepierna. Las manos de Marta ahora apretaban y empujaban mi cabeza contra su cuerpo, impidiéndome separarme de aquel beso, mientras se contoneaba y respiraba jadeante, presa de sus sensaciones.

Mi lengua inició su primer viaje de arriba a abajo por su sexo. Recorrió por completo su hendidura para volver y enterrarse dentro de su coño, apenas unos centímetros, recogiendo su néctar para llevarlo a mis labios y mi boca, emborrachándome de aquel sabor y aquel olor tantas veces imaginado y ahora disponible. Inicié así una caricia vertical, rítmica y profunda, chupeteando cada milímetro de los bordes de sus labios, mordiéndolos suavemente, empapándolos, chupándolos hasta hacerlos inflamarse, mientras Marta ardía, se consumía en un calor que la recorría desde el centro de su intimidad hasta el último rincón de su cuerpo.

Incapaz de esperar por más tiempo separé mi cabeza de su sexo, y tomando ambas piernas con mis manos las llevé sobre su pecho, cerrando y exponiendo su coño que emergía por detrás de sus muslos y abalanzándome sobre ella, en aquella apretada postura, mi polla ganó el acceso a  su interior sin necesidad de ser guiado, como si su destino en el mundo fuese encontrar y poseer aquel rincón oscuro y caliente que la recibió soldándose a ella, engulléndola y absorbiéndola, despertando sensaciones eléctricas que aguijonearon cada poro de mi piel.

Comencé el más dulce de los recorridos despacio, dejando que mi glande se deslizase por cada rincón de sus paredes, descansando unos instantes en lo más profundo de su cuerpo antes de iniciar un nuevo retroceso, en una cadencia musical, acompasada que arrastró a mi amante a la locura.

Marta disfrutaba de su orgasmo cuando un ansia animal en mi arrebató con su urgencia toda mesura, convirtiendo aquel movimiento delicado en un frenético vaivén, violento, salvaje, extremo. La calma se convirtió en tormenta y la tormenta en placer, que me llevó a rellenarla con mi semen mucho antes de lo que hubiese deseado. Mi orgasmo fue extremo, prematuro e inesperado. Arrasó mi cuerpo en convulsiones de placer tan intensas que parecían dolorosas. Y me deje caer sobre ella combando su cuerpo hasta casi lo imposible hasta que Marta, abriendo sus piernas escapó de aquella cárcel rodeando mis caderas y dejándome tumbado sobre su cuerpo, todavía enterrado en su coño, piel contra piel y con mi cara a pocos centímetros de su mirada penetrante y su sonrisa de triunfo.

  • Espero que no me digas que has terminado. - Me dijo a modo de pulla – Ya te dije que hace falta mucho sexo para saciarme.

  • No seas cabrona – le respondí – No puedes ni imaginarte las veces que soñé con esto. Nos queda mucha noche por delante.