Las Muñecas 21

Manu y Lara continuan con su apasionado encuentro. Luego en casa planea con Silvia un viaje a Barcelona

XXI

Lara continuó llorando durante minutos. Primero con un llanto desesperado y luego con una suerte de lamento melancólico, un quejido gutural y sordo, que reflejaba el fin de la crisis y el agotamiento.

Permanecía abrazada a mí, desnudos, piel contra piel, en un abrazo cerrado y prieto, sin apenas aire entre nuestros dos cuerpos, notando nuestra respiración rebotar en el rostro del otro. Me resultó tristemente agradable poder consolarla de ese modo tan íntimo y rezaba porque ella pudiese sentirme a mi tan estrecha e intensamente cerca como yo la sentía.

Esperé a que su sollozo terminase y que Lara cerrase sus preciosos ojos castaños para preguntarle

  • ¿Estás bien?

  • Si, perdona, - contestó abriendo nuevamente los ojos y clavando en mí su mirada a pocos centímetros de la mía - Simplemente me vencieron las emociones. Ya ni recuerdo la última vez que me sentí tan viva como ahora.

  • Entonces ¿Te ha ayudado?

  • ¡Y tanto! - dijo para luego darme un pequeño beso en los labios - Desde que supe mi problema nunca volví a sentirme una mujer completa. En cada relación que empezaba me sentía rara, física y emocionalmente y antes de una semana rechazaba a todos los chicos sin permitirles siquiera acercarse a mí. Pronto dejé de intentarlo y me recluí en casa. Por suerte tenía mis películas, pero mi vida se fue vaciando. Hoy me has hecho sentir y disfrutar emociones y sensaciones que pensé que habían muerto. Ni siquiera me masturbo desde hace casi dos años. Sabía que solo alguien como tú podría despertarme, vas a ser mi príncipe azul para siempre.

  • Gracias, De algún modo tú siempre has sido mi bella durmiente, pasé años esperando a que despertases y te enamorases de mí. Fui un idiota al no darme cuenta de que necesitabas ayuda. Lo siento.

  • Para nada, has sido un amigo ideal, soportando mis rarezas, siempre disponible, sin importarte que a veces pasase meses sin querer verte y otras veces teniendo que tragarte películas infumables por complacerme.

  • ¿Como la de hoy?

Ella rio a carcajadas. - Si, como la de hoy. Menuda porquería. - Ambos nos sacudimos la melancolía del momento con una risa que lavó nuestra alma como una lluvia de primavera.

  • Lara, ¿Por qué no le denunciaste?

Su rostro volvió a tornarse serio y triste.

  • Lo hice, pero entre la vergüenza de mis padres que me presionaron para que lo dejase estar y que todo esto pasase desapercibido, el miedo que le tenía y que ninguno de los médicos estaba dispuesto a afirmar que el aborto era a consecuencia directa del golpe, me desanimé y retiré la denuncia. Además, como mucho podía demostrar que me había dado una torta, y por eso no creo que le hiciesen nada. Preferí usar la denuncia para arrancar de él el compromiso de olvidarse de mí para siempre.

  • ¿Y lo cumplió?

  • Si, aunque varias personas me han dicho que habla fatal de mí, dejando entrever que mentí sobre el embarazo para cazarlo y que él me dejó cuando descubrió el engaño.

  • Será cabrón. Merecía estar en la cárcel por esto, y aun va de victima el muy hijo de puta.

  • Tranquilo, ya lo tengo asimilado. A veces las malas personas salen ganando. Demasiadas veces. Además, ser mujer no es que ayude, precisamente.

Hablábamos despacio con voz tranquila, casi en susurros, abrazados a nuestra desnudez sin el más mínimo reparo, como si estar así, cuerpo a cuerpo fuese nuestro lugar en el mundo. Ella me miraba directamente a los ojos con una mezcla de tristeza gratitud y ternura, yo le devolvía con mi mirada toda la empatía y el cariño que creía que necesitaba.

  • Después de eso mi vida cambió. No soportaba seguir en casa de mis padres ya que cada día que pasaba sentía más rencor por no haberme protegido, por haber dejado que el “qué dirán” pesase más que la dignidad de su hija. Me parecía ver en cada mirada de ellos, sobre todo de mi padre, un reproche, una condena, un “te equivocaste”. Por eso pedí permiso a la productora para adaptar el estudio y poder vivir en él. Lo cierto es que al menos ellos si se portaron bien conmigo.

  • Lo siento de veras. Tuvo que ser durísimo para ti. Y mientras tanto yo enfadado contigo por una tontería. Si hubiese estado cerca nunca habría permitido que pasases todo esto sola. Te lo juro.

  • Te creo. Ojalá hubiese podido contar contigo, como aquel día en el patio. A pesar de que estaba empapada de vómito me abrazaste y me protegiste. Créeme si te digo que nunca voy a olvidar aquel momento, en medio del dolor y la vergüenza me hiciste sentir segura y querida. Igual que ahora. Es un privilegio tenerte como amigo.

Lara dio por finalizada la conversación y regresando con su boca a la mía dejó claro que lo que tocaba ahora era callar y acabar aquello que habíamos empezado.

Una de sus manos descendió por mi cuerpo buscando mi miembro y encontrándolo en estado de reposo. Lo sujetó con dulzura y comenzó a masajearlo de adelante a atrás, suave pero firmemente. Como respuesta yo busqué nuevamente su sexo, que continuaba empapado y en concreto su clítoris, ahora mucho más pequeño, pero aun así evidente.

  • Tienes un clítoris enorme - le dije – Es precioso.

  • Lo sé – respondió con un atisbo de vergüenza – pero lo cierto es que es una lata. No puedo andar en bici ni montar en moto o a los cinco minutos estoy excitada. Ni siquiera puedo llevar vaqueros muy ajustados. Ni te imaginas la de veces que las pasé canutas por culpa de las jugarretas de ese monstruo: corriendo por la calle, en el gimnasio, montando a caballo… Créeme, no es divertido, o mejor dicho, divertido sí que es, pero a veces es tremendamente inoportuno. En todo caso hasta él parecía dormido desde hace tiempo, hasta que lo despertaste tú.

  • Bueno, espero que ahora sea una ventaja - le dije mientras lo rodeaba con mis dedos y lo acariciaba estimulándolo a través del capuchón de piel.

  • Me gustó mucho antes. ¿Puedes volver a acariciármelo con la boca?

Me apresuré a cumplir sus deseos y reptando cama abajo me coloqué nuevamente entre sus piernas. Estas me esperaban abiertas, con las rodillas dobladas, listas para acoger mi caricia. Nada más llegar mi lengua dio un paseo de arriba abajo a todo lo largo de su sexo recogiendo el sabor de mi amante. Un sabor dulzón e intenso, con un toque acido que despertaba mis sentidos. Su gusto y olor no eran tan intensos como el de Silvia, pero me resultaba agradable.

Encontré su clítoris a medio emerger, apenas aflorando la punta de su glande por encima del capuchón que lo guarda, y no pude menos que volver a fijarme en su parecido a un minúsculo pene, desprovisto, eso sí, del agujero para orinar o eyacular. Pegué mi boca alrededor del órgano y con mi lengua lancé una tormenta de suaves y rápidos lametazos alrededor y por encima del mismo. Lara nuevamente se arqueaba ofreciéndose mientras gemía y se retorcía por encima de mis caricias.

Sus piernas flexionadas se apretaban y aflojaban alrededor e mi cabeza según acelerase yo o frenase el ritmo del ataque. Cuando percibí con mi lengua que aquel pequeño falo estaba completamente hinchado y en su máximo apogeo lo rodee con mis labios y apretándolo firmemente comencé a masturbarlo directamente, de arriba abajo con toda la velocidad e intensidad que permitía mi cabeza. Esperándolo con mi lengua pegada a mis labios para que el contacto fuese completo y la fricción máxima. Lara gritaba de placer y se retorcía presa de un placer histérico, convulsionaba y ardía descoordinada mientras sus manos, en mi cabeza, se aferraban a mi pelo casi haciéndome daño.

No sé muy bien cómo, pero Lara fue capaz de aguantar aquella tortura y su consiguiente orgasmo mucho más allá del minuto, mientras su cuerpo colapsaba, sudando, enrojeciendo, calentándose, temblando. En varias ocasiones las contracciones pélvicas provocaron pequeñas pérdidas de orina que, mezclada con su flujo acidificaban el sabor y el olor de su sexo. El cuerpo de Lara explotaba, se vengaba de años de infelicidad controlada, de años sin pasión ni lujuria. Lara descorchaba de nuevo, entre gritos y jadeos, su juventud olvidada, se sentía mujer y se sentía enloquecer al serlo.

Tiró de mi pelo hacía arriba incapaz de articular palabra exigiéndome que abandonase la caricia y que la penetrase. Trepé por ella despacio, haciéndola sufrir un poco la ausencia de estímulos en su sexo. Besé su pubis mientras subía, su vientre, su ombligo, su abdomen. Pellizqué con mis labios cada uno de sus pezones, su esternón, su cuello y su barbilla para luego buscar su boca mientras colocaba mis caderas entre las suyas y con mi mano apuntaba a su sexo con mi pene.

Penetré su boca y su vagina al mismo tiempo. Recogiendo por abajo el calor intenso de su interior y por arriba su aliento ardiente y pesado. Su rostro era la viva imagen del fuego, descompuesto, colorado, alumbrado por un vivo carmín que tornaba su expresión en salvaje, como si estuviese poseída por fuerzas mucho más poderosas que ella que la hiciesen actuar, reaccionar y sentir mucho más allá de lo humanamente razonable. Sus caderas respondían a cada embestida con un movimiento seco, violento, que encajaba mi miembro y mi piel contra su cuerpo. Para luego retirarse también repentina y violentamente, exigiendo el retroceso y posterior regreso de mi polla en un nuevo ataque.

Lara follaba como una posesa, como si follarme fuese lo único importante en el mundo, y no parecía dispuesta a que nadie, ni siquiera yo se lo impidiese. Rodeó mis caderas con sus piernas y mi espalda con sus brazos y me obligó a darme la vuelta, dejándome boca arriba en la cama con ella encima, ensartada en mi polla. Se sentó sobre mis caderas y, apoyando sus manos sobre mi pecho, comenzó una frenética cabalgada sobre mí miembro. Con la mirada perdida Lara subía y bajaba su trasero a través de mi miembro, provocando una fricción abrasadora que no tardó en desencadenar mi propio orgasmo.

Me corrí en su interior abundantemente, llenándola, suavizando con mi semen la fricción de tan violento ejercicio. Sentir como me derramaba dentro de ella la empoderó. Continuó con su movimiento vertical sobre mi pene exhausto. Sin previo aviso un nuevo orgasmo la atrapó y, con mi miembro clavado hasta el fondo, inició un movimiento de cadera frotando su clítoris contra mi pubis mientras clavada en mi mirada, completaba su placer entre gemidos. Al terminar, rendida y ensartada todavía, se quedó muy quieta sentada sobre mí y mirándome con su cara enrojecida me dijo.

  • Muchas gracias Manu. Ahora sé que me equivoqué con mi primer novio. Me hacía falta esto.

Luego, sin esperar respuesta se tumbó a mi lado, me besó e los labios y salió de la cama camino al cuarto de baño donde instantes más tarde pude escuchar como caía el agua de la ducha.

Lara regresó duchada y vestida con un pijama de raso rosa de pierna y manga largas.  Se sentó en el borde de la cama y me acarició la cabeza.

  • ¿Tienes hambre? – Pregunto.

  • Bastante, tú te comiste casi todas las gominolas. – respondí.

  • ¡No seas crio! ¡Anda dúchate que preparo la cena!

Me levanté y me dirigí a la ducha. Cuando regresé Lara tenía un improvisado picnic sobre la mesita de la sala. Había dispuesto embutidos varios en pequeñas placas de pizarra negra, una bandeja con nachos y guacamole, una pizza precocinada y un par de coca colas. Se notaba que el ejercicio le había abierto el apetito.

Cenamos viendo la tele, proyectada en la pared, pero acabamos apagándola ante el horror de las inundaciones en Paquistán. De nuevo en silencio charlamos sobre cine, sobre Silvia y su viaje y sobre nuestros planes de futuro. Ella estaba encantada con su nuevo trabajo y pensaba dedicar incremento de sueldo a prepararse para entrar en la universidad a hacer Ciencias Audiovisuales.

Yo le conté mis planes con Silvia pensando que, como había hecho mi hermano, me diría que era una locura, sin embargo, para mi sorpresa, ella lo entendió perfectamente, y me dio la idea nada descabellada de pedir a nuestros padres ayuda con el alquiler como si fuese un piso de estudiantes y así poder compaginar estudios con trabajos a media jornada. Me confesó que ella misma había tenido que trabajar el locales de comida rápida para complementar su salario y pagar la reforma y amueblar el estudio para convertirlo en vivienda.

A las 12 y media de la noche llamó Silvia. Acababa de salir de cenar y se iba de fiesta. Me preguntó si había salido y yo le dije que no, que había quedado con Lara en su casa. Me preguntó si nos habíamos liado y le dije que sí, que habíamos practicado sexo y que ahora estábamos cenando. Ella no me preguntó nada acerca de si la había dormido aunque probablemente pensó que así era. Me deseó que lo pasase bien, yo le mande un beso y colgué el teléfono para seguir con la cena.

Cuando miré para Lara ella estaba a su vez mirándome, atónita, con la boca abierta. Sin duda había oído nuestra conversación y estaba entre molesta y alucinada.

  • ¿Le has dicho que nos acostamos?  ¿A tu novia?

  • Sí, claro, ella y yo no tenemos secretos.

-¡La ostia! No voy a entrar a valorar vuestra relación aunque la verdad es que es alucinante, pero ¿me preguntaste si podías hablar de esto?

-¿Era secreto? No me dijiste nada. Yo no tengo secretos con mi novia.

  • Pues no lo sé, pero dese luego ya veo que tú lo tienes muy claro. Entiéndeme, no me parece mal, solo que alucino con tu manera de gestionar algo así. Lo que sí que te pido es que no se lo vayas contando a todo el mundo, ya sabes que a las mujeres nos penalizan estas cosas de otra manera.

  • No mujer, esto es tuyo y mío, pero Silvia es aparte. No tengo secretos con ella y ocultárselo sería lo mismo que traicionarla, que engañarla. Se lo digo porque sé que puedo, porque ambos tenemos permiso para relacionarnos con otras personas.

  • No sé si me gustaría tener una relación así, pero envidio vuestra sinceridad.

  • ¿Entonces ya no quieres ser mi novia? – Le dije con sorna

  • Pues no, ¡menudo sinvergüenza! – Dijo sonriendo - Además quede claro que el favor que te debo es mucho más pequeño. Creía que te saltabas la Ley de las parejas por mí.

  • Pues no, si Silvia no aceptase que me acueste con otras jamás me habría acostado contigo.

  • Pero entonces si Silvia hoy a la noche le apeteciese acostarse con alguien ¿también te lo contaría?

  • Espero que sí. No tendría sentido esconderlo

  • Tomareis precauciones, espero

  • Lo cierto es que llevamos poco tiempo incorporando terceras personas a nuestras relaciones físicas y todas ellas son gente “de confianza”, pero vamos por la cuenta que nos tiene hay que ser cuidadosos.

  • Madre mía, estoy desfasadísima. Llámame antigua pero no acabo de entender una relación así.

  • Es cuestión de decisiones. Si ambos la toman libremente no sé qué tiene de malo hacerlo.

  • Alucino con vosotros, pero me lo apunto. A lo mejor algún día me apetece repetir experiencia contigo

  • O con los dos – añadí – Seguro que Silvia disfrutaría muchísimo contigo

  • Lo dicho, alucino. Unos tanto…

El resto de la noche transcurrió del mismo modo desenfadado que había tenido la cena. Bien de madrugada, más allá de las tres de la madrugada regresamos a la cama donde repetimos otra mágica sesión de sexo tras el que ambos dormimos como niños, cuerpo con cuerpo, hasta bien entrada la mañana del domingo.

La luz del día en la ventana me despertó y abrí los ojos para encontrarme con los de Lara que me observaba sentada en la cama. Estaba duchada y completamente vestida.

  • Buenos días dormilón, estaba pensando si despertarte o dejarte durmiendo aquí solo. Venga, dúchate que vamos fuera a desayunar.

Me levanté y fui directo a la ducha. Una vez vestido ambos salimos del estudio y fuimos paseando hasta La Coruñesa donde desayunamos con apetito. Al terminar ambos paseamos hasta la playa de Oza que estaba ya a reventar de gente pasando el domingo en la arena o en el paseo.

Hacía mediodía me despedí de Lara y regresé a casa para tranquilizar a mis padres y cambiarme de ropa. Mi padre, acostumbrado a mis salidas nocturnas me preguntó si había desayunado. Le pedí un café y nos sentamos ambos en la mesa.

  • ¿Vienes aun ahora de fiesta? - Preguntó más por rutina que por interés

  • No, ayer no salí. Estuve con una amiga viendo películas y me quedé a dormir.

  • ¿No andarás haciendo tonterías? Que luego vienen los problemas.

  • Tranquilo papa, está todo controlado. Si lo dices por Silvia ella también salió en Barcelona. Somos jóvenes y necesitamos divertirnos.

  • Bueno, pero que sea con cabeza. Le he cogido mucho cariño a tu novia. Se portó fenomenal conmigo cuando me ingresaron. No me gustaría que rompieseis.

Mi padre había quedado encantado con Silvia por pasar el fin de semana de su ingreso pendiente de él. Desde entonces no perdía ocasión de verla, la colmaba de atenciones y hablaba de ella como una más de la familia.

  • Papi, ¿no tendré que preocuparme de que me la robes? - Le pregunté con sorna.

  • Yo con tu madre ya estoy más que servido, pero tanto tú como tu hermano no tenéis ni idea de la suerte que tenéis con las mujeres que os eligieron. Aun no sé qué pudieron ver cualquiera de ellas en vosotros dos.

  • O mamá en ti, ¿o es que ahora tú eres Geroge Clooney?

  • En todo caso Marlon Brando, los guaperas modernos son un poco grimosos. Tu padre era un tío con clase.

  • Ya, Ya. Seguro que te saltaban las chicas por la calle. Pena que te estropeases tanto con el tiempo.

Mi padre me miró fingiendo enfado.

  • Que le voy a explicar yo a un tío que se afeita el pecho. ¡Ya no quedan hombres!

Reí el comentario, medio en broma medio en serio de mi padre y aprovechando el momento me lancé a la piscina.

  • Papá, quería comentarte una cosa. Estoy planteándome el buscar un apartamento para vivir con Silvia. Buscaría algo a media jornada para tirar para adelante mientras acabo la carrera. ¿Qué te parece la idea?

  • ¿En serio? ¿Qué os pasa a los dos? Tu hermano se fue con Marta nada más acabar la carrera y tú ni eso quieres esperar. ¿Tan mal estáis aquí?

  • Para nada, no es eso. Simplemente es algo que quiero hacer, Todavía no lo he hablado con Silvia, pero es lo que quiero.

  • Te voy a decir lo mismo que a tu hermano, aunque todo lo que diga depende de tu madre. Una de las razones para ahorrar era por si cualquiera de los dos quería estudiar fuera, así que el dinero está aquí. Si los dos estáis seguros y los padres de Silvia de acuerdo yo te daré el dinero que te daría si te hubieses ido para que hagas tu vida. Para eso os preparamos y se ve que lo hicimos de maravilla.

Me levanté y abracé con fuerza a mi padre que me devolvió en abrazo encantado.

  • Muchas gracias papá, eres la leche. Tengo el mejor padre del mundo – y luego lancé la gran pregunta - ¿Se lo dices tú a mamá?

  • Ni de broma. Amigo. Ese disgusto se lo das tu solito.

  • Por cierto, ¿Dónde está?

  • Salió hace una hora a caminar, no creo que tarde, pero casi mejor habla con tu novia primero y deja lo más duro para el final.

  • Buena idea, viejo.

Satisfecho y sorprendido por el resultado de nuestra conversación continué charlando con mi padre de temas más triviales. Hablamos del Depor, del Liceo, de las vacaciones en Aguiño y de la vida en general hasta que pasados unos 20 minutos regresó a casa mi madre.

Pasé el resto de la mañana con mis padres y decidimos salir a comer juntos. Cuando estábamos a punto de salir al restaurante Silvia llamó a mi móvil.

  • Hola cielo. ¿Qué tal? - Le pregunté.

  • Bueno, más o menos contestó con voz de fastidio.

  • ¿Pasa algo? - Pregunté preocupado

  • Pues sí, una noche perdida de todo. Yo me encapriché de un Bollicao del despacho y después de trabajármelo toda la noche va el muy idiota y me suelta que es gay. Y Rebeca pasó horas babeando por un chico y cuando se le puso a tiro escapó como una gacela en peligro. ¡No sé qué voy a hacer con esa chica! Volvimos a casa a las tantas tan castas y puras como salimos.

Puede parecer extraño, pero lejos de molestarme que mi novia me contase como anduvo a la caza de un chico, me entristecía el que no hubiese podido conseguirlo. Además de gay había que ser idiota para rechazar a alguien como Silvia.

  • Vaya por Dios, Bienvenida al mundo de los que no siempre se salen con la suya.

  • Claro, eso me lo dice el que durmió a su amiga del colegio para cepillársela. Si yo pudiese hacer lo mismo le curaba la tontería al mariquita ese.

  • A ver listilla. Lo primero no tuve que dormir a Lara. Ella quiso hacerlo conmigo sin necesidad de hipnosis. Lo segundo, cuando vaya a Barcelona si quieres dormimos a tu príncipe rosa hasta que no sea capaz de resistirse a ti.

  • ¿No la dormiste? - Silvia parecía desconcertada – Y entonces ¿Por qué quiso acostarse contigo después de tantos años como amigos?

Le conté por encima la historia de Lara y como me había pedido que fuese yo el primero en acostarme con ella después de ese tiempo. Le hablé de como estaba, de lo mucho que había llorado y de lo preocupado que me había dejado. Al acabar la historia Silvia permaneció callada durante más de 15 segundos para luego preguntar con voz dubitativa.

  • Manu, ¿Tengo que preocuparme?

  • No, coño, en absoluto. Ni ella quiere nada más ni yo tampoco. Somos amigos y es lo que vamos a seguir siendo. Fue un acto de amistad, no le busques más sentido.

  • Eso espero. No me importa que te acuestes con chicas, pero no me gustaría compartir tus sentimientos con nadie.

  • Coño Silvia, eso no va a pasar. Es más, quiero hablar contigo de algo importante cuando nos veamos.

  • Para eso te llamaba. El viernes es la Junta General de la empresa y los becarios tenemos libre. Montse se va a Lleida, así que nos quedamos Rebe y yo solas hasta el lunes. ¿Por qué no te vienes? Puedes quedarte con nosotras.

  • Fantástico. Mañana tengo que hacer un par de cosas y a la tarde quedé con David, pero el martes compro billete para el jueves y voy para allá. Me muero de ganas de verte.

  • Te echo de menos. Voy a preparar un fin de semana de cine para nosotros.

  • Y yo a ti. Te quiero.

  • Yo también te quiero – me contestó

Seguimos hablando unos minutos y tras colgar regresé con mis padres que me esperaban impacientes en la puerta. El resto del día se repartió entre mis padres, un buen libro y un poco de televisión. Ya de noche llamé a Lara para preguntar cómo estaba y me tranquilizó sentirla animada y positiva. Aun no eran las 12 cuando decidí acostarme. Poco después el sueño vino a visitarme entre fantasías de una vida con Silvia y planes para mi deseado primer fin de semana en Barcelona.