Las Muñecas 18

Silvia se levanta por la noche y tiene una interesante charla con su hermana

XVIII

Según me contó Silvia, bien entrada la noche, tal vez de madrugada, sintió necesidad de ir al baño y se levantó dejándome sólo en la cama. Salió completamente desnuda de la habitación y cruzó el salón para ir al servicio.

Nada más entrar en la sala descubrió a Lorena en el sofá. Lorena estaba tumbada, desnuda de cintura para abajo, con las rodillas dobladas y las piernas abiertas mientras se daba placer con la mano de forma furiosa. Silvia pudo ver su sexo, con una mata natural de vello castaño completamente expuesto y abierto mientras con sus dedos exploraba su clítoris y se contoneaba mientras disfrutaba con los ojos cerrados. Su respiración agitada hacía subir y bajar rápida y rítmicamente su pecho, mostrando en cada aspiración la promesa de sus pezones emergiendo bajo la tela de su pijama.

Luego, con la fuerza que impone la necesidad extrema, dos de sus dedos se hundieron en su vagina para iniciar una danza enérgica, profundizando dentro de su sexo para salir completamente de el a continuación. Cada penetración arrancaba un gemido sordo y contenido que acompañaba con una mueca mordiéndose los labios, presa de una dulce tortura auto infringida.

Silvia se quedó quieta, muy quieta, y durante unos instantes disfrutó con la imagen de la mano su hermana mayor arrancándose gemidos y estertores, acariciando con fuerza la parte superior e sus labios externos con movimientos rápidos, castigando su punto de placer, entrando y saliendo y volviendo a empezar la secuencia. Luego, animada al no ser descubierta, se fue acercando hasta que, abriendo los ojos, su hermana la encontró frente a ella, a poco más de un metro de sus pies, con la mirada clavada en su caricia.

Lorena se incorporó como movida por un resorte, sentándose en el sofá y cubriendo su desnudez con uno de los cojines.

  • Mierda tía - protestó sin alzar la voz, seguramente por miedo a que yo pudiese oírla desde el cuarto - ¿qué coño miras?

  • ¡El tuyo! - Respondió Silvia muerta de risa – y por lo que parece lo descubro en buen momento.

  • Pero ¿tú de qué vas enana? - contestó roja de vergüenza – Alucino que me estuvieses mirando. ¡Y que no avises de que estás ahí!

  • ¿Quién te manda estar aquí haciendo esto sabiendo que hay gente en casa? ¿Es que no tienes habitación?

  • Joder tía, estaba aquí viendo una película para intentar no oíros. Con el ruido que hacíais parecía que estabais follando en mi cama. Y luego aquí a solas me puse burra de narices y claro...

El dormitorio de Silvia y el de Lorena estaban al lado compartiendo una de sus paredes.

  • Pues imagínate que hubiese sido Manuel el que sale.

  • ¡Me caigo redonda! - dijo entre risas recuperándose poco a poco del susto y la sorpresa - ¡Y él ni te cuento!

  • No te creas, a Manu no le iba a asustar ver una chica haciéndose un dedo. Ten por seguro que también se hubiese quedado mirándote.

  • ¡Calla! Prefiero ni imaginarlo - Escondió su cara entre la palma de sus manos – con lo borde que soy con él a veces.

  • ¡Pues si, por cierto! Nunca entendí que coño te pasa siempre con mis novios.

Silvia se sentó en el sofá al lado de su hermana, sin molestarse en ocultar su desnudez, y esperó impaciente la respuesta de Lorena

  • Lo cierto es que antes no me parecía chico para ti. No te veía feliz y eso me cabreaba. Pero hace ya algún tiempo que te veo más que bien, por eso me asusté tanto al verte llegar hoy así. ¿Me cuentas que os pasó?

  • Nada. A veces Manuel puede ser muy cargante, y me pilló sensible por tener que irme – mintió – la verdad es que estoy aterrada.

  • ¡Para nada tía! ¡Es una oportunidad increíble! Lo que tienes es que ir dispuesta a disfrutar, aprender y divertirte. Además va a ser la primera vez que vivas sola.

  • Bueno, con estos padres que tenemos a veces me da la sensación que ya vivimos solas.

  • Si, cabrona. Que suerte tienes. Cuando tenía tu edad casi no salían porque tenían una mocosa en casa. Tú no sabes lo duro que es tener que andar follando en los parques y por los rincones.

Silvia rio de buena gana ante la ocurrencia de su hermana, lo cierto es que con sus padres marchando fin de semana si y fin de semana también y una hermana más que comprensiva el tema de los chicos, el sexo siempre había sido fácil para ella. Más allá de tener que escuchar las diatribas de Lorena sobre los defectos de sus novios, que nunca daban la talla para su hermanita, tenía mucha suerte.

  • ¿Y lo que te quiero? - le dijo abrazándose a ella - ¿Eso no lo tienes en cuenta?

  • ¡Quita boba! Me niego a abrazarte así en pelota picada ¿es que no tienes vergüenza?

  • Yo, ninguna. - Se puso de pie y giró varias veces muy despacio sobre sí misma. - Con este cuerpazo mío lo que me apetece es lucirlo.

  • Lo cierto es que si, en guapa sales a la familia – Lorena ya se encontraba totalmente cómoda y relajada. - y últimamente menudo partido le sacas.

  • ¿Y eso? - preguntó Silvia picada por la curiosidad - ¿A qué te refieres?

  • A ver niña, llevo tiempo oyéndote montártelo con chicos a través de la pared. También varias veces con Manu, pero siempre eras muy discreta. Pero desde hace unas semanas parecéis animales en celo. Montáis unos escándalos que ni te cuento.

  • Es que Manu y yo estamos experimentando muchas cosas nuevas en el sexo y ahora disfrutamos muchísimo más uno del otro.

  • Ya te veo, zorra. Hasta te pelaste el chumino. Pareces una actriz porno.

  • Ya, pero no veas la diferencia, hermanita. Si descubres lo que es que te coman el coño afeitada no vuelves a dejar un pelo vivo en la vida.

  • ¡Serás guarra! ¡Que soy tu hermana mayor!

  • Si, la que se estaba matando a pajas en el sofá de la familia. Vamos, una santa.

  • ¡Ya! - Dijo Lorena ruborizándose de nuevo – Es que no es justo que tu estés ahí gritando casi una hora y yo aquí tan sola.

-¡O sea que te excitaste por oírnos follar! ¡Eso sí que es propio de hermanas!

Ambas hermanas rieron de buena gana.

  • De verás, me alegro de ver que te van bien las cosas, pero yo a veces me siento un poco sola. Trabajo un montón de horas y cuando salgo solo me encuentro procesiones de imbéciles. Ni para follar valen. Ni recuerdo la última vez que me pegué un polvo en condiciones.

  • Pues será porque no quieres. Esta impresionante. Siempre quise ser tan guapa como tú. Cada vez que te veo esas tetazas y me veo yo con estas dos almendras… - Dijo Silvia levantando ambos pechos con las manos.

Lorena era una mujer mucho más exuberante que su hermana. Aun siendo de talle estrecho, como Silvia, tenía un potente trasero, curvo y respingón, y unos pechos que sin ser grandes si parecían generosos en su entallado torso.

  • La verdad es que me encantan mis tetas. Pero chica, desaprovechadas de todo - Reía - No me puedo creer que estemos teniendo esta conversación las dos, ¡Y desnudas!

  • ¡Déjame verlas! - Dijo Silvia entusiasmada - ¡Anda, enséñamelas!

Lorena se quedó mirando sorprendida para su hermana, pero tal vez por el momento o tal vez por el calentón no le pareció mala idea y cogiendo su pijama con ambas manos se lo sacó por la cabeza dejando sus pechos libres botando en el aire. Silvia acercó su mano a uno se los pechos de su hermana. Lo estrujó un poco y luego tanteó el pezón provocando que este se pusiese erecto.

  • Míralas pobrecillas. - dijo en tono burlón - ¡Que bonitas! Y que hambre tienen.

  • ¡Quita cerda! - respondió Lorena apartando su pecho de la mano de su hermana. - Ni que a ti no se te pusiesen igual.

  • ¡A mí no! - contestó Silvia riendo – Las mías están muy bien alimentadas.

  • ¡A ver listilla! - Dijo Lorena entre carcajadas mientras se abalanzaba a por las tetas de su hermana.

Silvia peleó por evitar que Lorena alcanzase su pecho y ambas hermanas se revolcaron desnudas en una divertida pelea. Una intentando ganar el pecho de la otra y la otra intentando protegerse. Finalmente la hermana mayor se salió con la suya y le propinó un pellizco en cada pezón a Silvia que reaccionaron de la forma más lógica.

  • ¡Hala! ¿Y ahora que tienes que decir hermanita?

Ambas se abrazaron y se rieron por el divertido y pícaro momento que acababan de compartir. Volvieron a sentarse y esta vez Lorena ya no se molestó en colocar el cojín sobre sus piernas.

  • ¡Eres una bruta! ¡Menudos pellizcos!

  • Te está bien por meterte conmigo, se ve que no te zurré lo suficiente de pequeña.

  • Oye, - preguntó Silvia - ¿alguna vez te enrollaste con otra chica?

  • ¡Oye! ¿Qué pregunta es esa? - Dijo Lorena falsamente ofendida, para luego añadir curiosa - ¿Tú sí?

  • Pues sí. Con una vecina de Manu - confesó - nos montamos un trío y fue genial.

Lorena miraba ahora a su hermana pequeña con los ojos como platos. Le costó un buen rato recuperarse de la impresión de tal descubrimiento. Luego tuvo que librar una guerra interna entre aleccionar a su hermana sobre sus prácticas sexuales o intentar saber más. La curiosidad y el morbo terminaron venciendo.

  • ¿Y cómo es? ¡Yo no sabría ni por dónde empezar!

  • Pues es… distinto, y suave. Muy suave.

  • ¿Suave?

  • Si. Manu se afeita a diario, y aun así al besarlo notas los pelos en los labios y la piel es más rugosa que la de una chica. Besar a una chica es más sutil. Labios finos, piel suave, las caricias y los roces son muy delicados, y las manos de una chica, no tienen nada que ver con las manazas rugosas de los tíos.

  • ¿Y no te dio corte? ¿Sabías que hacer?

  • ¡Pues claro! La ventaja de tocar a otra chica es que sabes lo que hay, donde está y como funciona. Solo tuvimos una experiencia así, pero estoy deseando repetir.

  • ¡Yo me moriría de vergüenza!

  • No me extraña, con ese matorral – Silvia estiró la mano y agarró el vello púbico de su hermana propinándole un pequeño tirón - ¿No serás capaz de ponerte el biquini así?

  • ¡Oye rica! Yo me arreglo el chichi como todas, pero no tengo la suerte de otras de vivir sin pegar golpe. Este año aun no toqué la playa. A lo mejor el día que vaya me lo pongo como el tuyo.

  • Te lo recomiendo. No veas lo que se disfruta. Hasta para hacer lo que tú haces es mejor.

  • ¡Serás zorra! - sentenció Lorena propinando un pequeño puñetazo en el brazo a su hermana. Luego se quedó muy quieta, como dubitativa, y al final, armándose de valor preguntó.

  • ¿Me dejas tocarlo? Ya ni me acuerdo de cómo era de niña, cuando lo tenía pelado.

  • Toca Mujer, como si fuese el tuyo. - Contestó Silvia abriendo un poco las piernas.

Lorena acercó tímidamente la mano al pubis de su hermana y lo acarició con la yema de los dedos un par de veces para luego retirar la mano.

  • Pero tócalo bien, coño. Para tocar ahí me podías tocar un brazo. Si quieres hacerlo hazlo bien.

Lorena, entre sorprendida y avergonzada regresó la mano al sexo de su hermana y esta vez bajó hasta su capuchón y luego, con la mano plana, fue internándose entre las piernas de Silvia recorriendo con las yemas de los dedos sus lampiños labios, uno de sus dedos penetró un poco por el canal de su sexo y Lorena notó una pastosa y densa humedad en él. Retiró la mano asustada.

  • Estás pringosa tía. ¿Qué te pasa ahí abajo? - Preguntó mientras observaba su dedo empapado.

  • Es Manu, aún sigo echando su semen de dentro.

  • ¡Qué asco tía! - dijo limpiándose el dedo contra el cojín con el que antes tapara su sexo. - ¿Al acabar no te lavas?

  • Para nada. Me encanta sentir el semen de Manu entre las piernas, me encanta como huele y como sabe. Es súper excitante.

  • ¡Puaj! - Lorena se miraba la mano con asco y cierta avidez.

  • ¡Huélelo! ¡Estás deseándolo! ¡No seas mojigata!

Ofendida por el insulto Lorena se acercó el dedo a la nariz oliéndolo profundamente.

  • ¡Así me gusta! ¡Ahora pruébalo si tienes ovarios!

Lorena introdujo su dedo en la boca chupándolo.

  • No sabe a nada.

  • Claro, te lo limpiaste al cojín, marrana.

Silvia metió uno de sus dedos en su sexo, enterrándolo bien en su vagina y lo sacó chorreante introduciéndolo por sorpresa en la boca de su hermana.

  • ¡Quita! - Dijo Lorena - ¡No jodas tía, te acabo de probar el coño!

  • Tienes razón, es injusto – y diciendo esto y sin dejar reaccionar a Lorena, Silvia metió su mano en la entrepierna de su hermana y con un hábil gesto penetró con un dedo su vagina, encontrándola completamente empapada. Convencida de querer hacer lo que estaba haciendo ancló la mano para que Lorena no pudiese huir de la caricia y se quedó así, enterrada en ella.

-¿Tía que haces? Protestó Lorena moviendo las caderas para escapar de la mano de su hermana, pero el efecto que conseguía era moverla por fuera y dentro de ella despertando su ansia insatisfecha.

  • Déjate hacer, hermanita. Confía en la experta.

Silvia movía la mano ante la queja de Lorena y la acariciaba todo lo que le permitía sus intentos de huir. Enseguida los intentos fueron menos evidentes y muy a su pesar Lorena fue rindiéndose a sus sensaciones y a los deseos de su hermana.

  • ¡Así me gusta hermanita! Abre un poco las piernas. Vamos a acabar lo que empezaste.

Lorena, rendida y excitada se dejó hacer. Recostó la espalda en el sofá, avanzó su cadera hasta el borde y abrió sus piernas dando acceso sin límites a la mano de Silvia. Silvia no perdió la ocasión y rápidamente buscó la base del clítoris comenzando el mismo castigo que ella se imponía cada noche al masturbarse. Lorena comenzó a gemir con sus ojos abiertos mientras con sus manos pellizcaba sus pezones, ampliando la caricia.

Silvia, mientras exploraba a su hermana, repetía cada movimiento con la otra mano en su propio coño, buscando el máximo efecto en ambos templos, intentando descubrir cuál de las dos se rendiría primero al clímax. Perforaba ambas vaginas ahora con uno, ahora con dos dedos, para luego volver al exterior, buscando las zonas más sensibles, inflamando y barriendo cada milímetro de sus humedades hasta que su hermana, ganando la carrera, comenzó a mover su cadera rítmicamente mientras su boca se deshacía en sonoros borbotones de saliva y placer. Silvia continuó la caricia hasta que su hermana completó su orgasmo separándose de ella y volviendo a sentarse como si nada hubiese pasado.

Lorena la miró, completamente extasiada y la descubrió probando sus dedos, primero los de una mano y luego los de la otra, chupándolos uno a uno con glotonería.

  • ¡Saben igual! ¡Hermanita, tenemos el mismo sabor! ¡Siempre quise saber cómo sería probar mi coño. Hoy voy a cumplirlo. -Dicho esto se dejó caer al suelo ganando en un segundo una posición privilegiada entre las piernas de Lorena.

  • ¡Para!, ¡Esto no está bien! ¡Somos hermanas! - Dijo Lorena sin convicción.

  • ¿Y eso que tiene que ver? No solo hice un trío con la vecina de Manu, también hice otro con su hermano.

-¿Queeeé?

Silvia aprovechó la sorpresa para hundir su boca entre las temblorosas piernas abiertas que tenía delante. Sin perder ni un segundo buscó con su lengua el inflamado clítoris de Lorena, algo más grande que el suyo, dándole la bienvenida con una serie rápida de lametazos con la punta de la lengua.

Solo cinco segundos después Lorena estaba perdida. Las sensaciones que la invadían derribaron sus últimas resistencias. Ya no eran dos hermanas, sino un par de amantes disfrutando del placer, un placer extraño y prohibido que lo hacía aún más intenso, más devastador. La lengua que la invadía ya no arrancaba tímidos gemidos, sino pequeños gritos que ahogaba poniendo su mano sobre la boca para acallarla. Silvia la recorría con sutileza y precisión. Succionando, mordiendo y lamiendo cada borde, cada arista, cada milímetro alcanzable de su profunda intimidad.

Todo era húmedo, todo era suave y dulce, todo era ardiente y palpitante y en el aire ambas mujeres podían aspirar, sentir y hasta saborear el aroma de lo prohibido y lo incestuoso, pero también de lo puro e íntimo, de lo familiar y cercano, la sublimación de un amor eterno y fraternal que esa noche había dado un paso de gigante hacia algo nuevo, inexplorado, que las cambiaría para siempre.

Un segundo estallido en el cuerpo de Lorena inundó de aromas y sabores la boca de Silvia que recibió el regalo de su hermana con devoción y dulzura. Luego trepó por su cuerpo abrazándola, recostando su cabeza sobre su hombro, colocando los cuerpos hasta quedar ambos tumbados en el sofá, la mayor debajo, la menor encima. Pegadas y unidas como siempre se habían sentido entre ellas,  envueltas en una novedad erótica y mágica que potenciaba su relación a lo infinito, haciéndola más profunda y eterna.

Lorena acarició el pelo de su hermana, y acercándose a su oído le dijo.

  • Ahora yo también quiero probar mi coño en ti.

  • No, hermanita. Creo que tengo una idea muchísimo mejor.