Las Muñecas (11)

Una cena de hospital sirve a Manuel para contar y descubrir un gran secreto.

XI

Bajamos a cenar algo y acabando la cena Marta nos dijo que tenía que marcharse. Debía volver a Coruña para recoger a la mañana a Nerea porque sus padres tenían un compromiso ineludible. Dijo que iba al hotel a cambiarse y Silvia aprovechó para acompañarla e ir a descansar un poco

  • Así podéis hablar tranquilos los hermanos. - dijo a modo de excusa.

Una vez los dos solos, acompañados de un buen café, la conversación regresó al estado de salud de mi padre.

  • Menuda pasada. - Dije. - Para una puñetera vez que salen les pasa esto. A ver quién lo saca ahora de casa.

  • Vete a saber. - dijo mi hermano en tono jocoso – a lo mejor antes de lo que te imaginas. Si te cuento lo que sé te quedas de piedra.

  • Y ¿qué es? - Pregunté curioso.

  • Pues que cuando papá se encontró mal estaban haciéndolo. - Mi hermano me miraba queriendo atravesarme con la mirada. - Mamá, le dijo al médico que a lo largo del día se habían acostado cuatro veces y otra la noche anterior. Parecía que papa estaba como loco.

  • Joder, no sé si me gusta hablar de estas cosas. - respondí avergonzado.

Mi hermano me miró serio y me lanzó una pregunta que me dejó helado.

  • Manu, ¿Te pasó algo raro o inusual con papá ayer?

Me escrutaba con la mirada, clavado en mis ojos, como investigando cada uno de mis movimientos y mis gestos, queriendo saber algo que, desde luego a mí se me escapaba. Su mirada, penetrante, me desnudaba, me hacía sentir incomodo, culpable por algún crimen desconocido o no perpetrado.

Sentí la imperiosa necesidad de contarle la verdad. Necesitaba decírselo a alguien y quién más indicado que el para hacerlo. “Un hermano nunca te falla” pensé

  • Te voy a contar algo increíble. -le dije acongojado – por favor, no te rías.

  • Dispara, - dijo mi hermano sin separar la mirada de mí.

  • Anteayer a la noche, papa y yo estábamos hablando, me dijo que estaba cansado, le dije que se durmiera y cayo como hipnotizado.

  • LO SABIA JODER!- contesto mi hermano elevando la voz hasta casi llegar al nivel del grito.- DORMISTE A PAPA!

Había imaginado cientos de reacciones y respuestas en los segundos que transcurrieron durante mi confesión, pero desde luego no estaba preparado para aquella.

  • Pero , pero – Balbuceé – Tu sabes .. Tu ..

  • Joder Manuel, claro que se, ¿Andas tonto? - contestó enfadado - ¿Acaso no sabías como iba eso? ¿Era la primera vez que dormías a alguien?

  • Pues no, pero la verdad es que llevo muy poco tiempo y no tengo ni idea de cómo funciona todo esto. ¿Tú también…? - Pregunté sin acabar la pregunta.

  • Pues si. Esto que tenemos es hereditario, tú lo tienes, yo lo tengo, El abuelo también lo tenía y cuando tengas nietos también lo tendrán. De cada dos generaciones una será como nosotros

  • ¿Y qué es?

  • Lo que has visto. Podemos dormir a la gente y convertirlas en máquinas sexuales.

  • ¿Pero cómo? Yo lo que sé es que puedes darle instrucciones mientras duermen, algunas las cumplen y otras no.

  • ¿Instrucciones? - Preguntó David como si le estuviese hablando en sueco. -¿Que mierda es eso de las instrucciones?

En los minutos siguientes le narré a mi hermano todas mis vivencias de esos días sin ocultar nada, mis observaciones, mis hipótesis, las pruebas realizadas sobre mis dos muñecas. Los polvos sobrevenidos, el trío, todo.

Solo oculté, por precaución el hecho de que había dormido a su hija y por vergüenza, las dos penetraciones, una a cada chica, que había realizado en medio del sueño. Le conté también al detalle los hechos y la conversación con mi padre, y su reacción al despertar. Todo. El escucho callado, mirándome atentamente, con cara de póker y sin dejar entrever sentimiento ni pensamiento alguno.

Cuando acabé de contarle mi historia él se acercó a mi oído de forma solemne y en un susurro en el que creí que me iba a desvelar algún secreto profundo sobre nuestro Don me dijo.

  • Chaval, eres un perfecto imbécil. - Tras ello, se echó a reír mirándome con cara de sorna, como quien mira a alguien que  no merece otro respeto que la más vil de las burlas.

  • ¿Qué? - protesté ofendido. - ¿Tan mal voy?

  • No has dado una, idiota. Es más, de toda la gente que conozco con nuestro don tu versión de aprendizaje es la más ridícula con diferencia. - Se reía de buena gana.

  • ¿De toda la gente? ¿Hay mucha gente como nosotros? - Pregunté sorprendido.

  • Muchísima. Yo conozco a 8 personas con nuestra capacidad, con efectos distintos pero básicamente el mismo poder.

  • No entiendo. - Era incapaz de juntar una idea con otra. La revelación de que mi hermano compartía mi Don ya me había dejado de piedra, y ahora me contaba que había cientos, miles y hasta millones de personas con ese mismo Don. Estaba abrumado por la realidad que mi hermano me transmitía. - ¿8 personas, con el mismo Don? ¿Qué es eso del efecto?

  • A ver memo, atiéndeme y aprende. Nosotros tenemos una capacidad, que es dormir a la gente. Hasta ahí nuestro poder. Podemos jugar con ellas, usarlas de una y mil maneras, o simplemente desactivarlas para que nos dejen en paz. -Mi hermano me explicaba despacio, con tono de profesor de infantil, como si realmente fuese idiota.

  • La diferencia entre unos “amos” y otros es el efecto que ese sueño causa en nuestros “siervos” al despertar. Unos provocan que las personas que duermen quieran esforzarse laboralmente hasta el infinito para ayudar en sus proyectos a su “amo”. Otros se convierten en seres serviciales, otros multiplican su capacidad de aprendizaje… A ti y a mí, nos ha tocado la capacidad de desinhibir y liberar sexualmente a nuestros pupilos, que se entregan a nosotros con verdadera devoción y deleite.

  • Pero en el caso de papá…

  • Es lo mismo. Dormiste a nuestro padre y el, al despertarse, comenzó a madurar un creciente ansia sexual que, por supuesto, dirigió instintivamente hacia ti. Y como tú lo que querías era que se centrase en mamá eso es lo que hizo.

  • Por eso estaba tan excitado y con tantas ganas de sexo.

  • Efectivamente. Se esforzó para satisfacerte a ti satisfaciendo a mama, y al no poder saber si tú ya estabas satisfecho lo siguió haciendo con ella una y otra y otra vez hasta el agotamiento.

  • ¿Pero entonces papá querría hacérselo conmigo?

  • No coño, Quería satisfacerte utilizando el sexo. Si tú no quieres sexo con una persona no dirigirá sus deseos directamente a ti. Los deseos de los siervos se producen de forma inconsciente, ellos simplemente esperaran a que tú muestres interés o les hagas saber que es lo que te satisface.

Papá al despertar se activó sexualmente, pero tú le hiciste ver el interés que tenías que se centrase en hacer feliz a mamá. Por eso papá no deseo sexual alguno por ti, sino un ansia de satisfacer sexualmente a la persona que tú le habías señalado.

  • Ya entiendo, y también por eso las chicas se entregaron a mí de modo cada vez más desinhibido haciendo todo lo que me gusta. Pero, sin embargo, la primera vez que dormí a Silvia estuvo días sin llamarme.

  • Pues siendo tu novia no es muy normal -dijo mi hermano serenamente – tuvo que ser un suplicio para ella. ¿Estabais enfadados o algo?

Lleno de vergüenza le narré el episodio de la mamada forzada, ocultando, eso sí, que mi necesidad y mi ansia nacieron con el visionado de su película casera.

  • Ves, ahí tienes el motivo. Muchas veces hasta que duermes a una persona varias veces no consigues una desinhibición total, por lo que si tiene un rechazo fuerte a lo que le propones es capaz de negarse.  En todo caso la pobre tuvo que pasarse un par de días a paja limpia. ¿Cuantas veces la dormiste en total?

-Tres veces. - Contesté - Una hace una semana y las otras dos ayer.

  • ¡Dos veces en un día! Joder. La leche. - Dijo mi hermano asustado. - Tienes que tener cuidado. Ahora mismo la chavala tiene que estar como una olla a presión. No puedes dormir a tus chicas tan a menudo. Si lo haces necesitarán mucho más sexo, mucho más seguido y durante más tiempo para aplacarse. La pobre debe estar ahora completamente desesperada. - Dijo entre risas. - Anda, vámonos, no sea que también infarte ella.

Dejamos el bar y nos dirigimos caminando hacia el hotel. Por el camino mi hermano me explicó más detalles sobre nuestro don así y como contestó a alguna de mis preguntas. Y ese fue el tema de conversación hasta llegar a la entrada del hotel. Una vez arriba, David me entregó la llave del segundo cuarto y él se dirigió al suyo.

  • ¡Al ataque chaval! Ya sabes lo que te toca.

Entré con cuidado en el cuarto, sin encender las luces, y procurando no hacer ruido por si acaso Silvia dormía, pero una vez dentro descubrí que la cama estaba totalmente vacía e intacta, Silvia no estaba allí, y parecía que nunca había estado.

Confundido, encendí las luces y miré alrededor en el cuarto hasta cerciorarme de que en ese cuarto no se había alojado nadie. No había ropa, ni mi maleta, ni la mochila de Silvia ni nada.

Sentí que llamaban a la puerta y al abrir me encontré a mi hermano. Se reía profusamente, de forma nerviosa y compulsiva.

  • ¿Perdiste algo? - me pregunto entre carcajadas – Ande, vente a ver a tu novia, y mira como la tienes.

Me guio hasta la puerta de su cuarto que estaba entreabierta y me hizo seña de que no encendiese la luz y que hiciese poco ruido. Picado por la curiosidad entré despacio, con sigilo en el cuarto, iluminado por una tenue lámpara de mesilla. Allí, tumbada en una de las camas gemelas, encontré a Silvia. Tenía puestos sus auriculares y estaba metida en cama, bajo las sabanas, con los ojos fuertemente cerrados, las piernas abiertas e inequívocamente masturbándose.

Escapé del cuarto como un resorte y me reuní nuevamente en el pasillo con mi hermano. Este al ver mi cara reanudo sus carcajadas mientras me señalaba divertido.

  • Pobre Silvia, le fue a tocar el amo más tonto del mundo - me espetó divertido.

  • Joder tío, ¿cuánto tarda en pasársele esto?

  • Si la duermes una vez, con uno o dos buenos polvos arreglas. Después siguen más activas y desinhibidas, pero en plan más normal, y si no están pilladas contigo se van alejando poco a poco.

Si encuentras el ritmo óptimo para dormirlas las puedes tener contentas con una ración razonable de sexo, pero con tres veces en una semana, me parece que te quedan unos días muy intensos.

  • Joder, pues yo estoy agotado, y con lo de papá no tengo precisamente muchas ganas. Déjame dormir contigo en tu cuarto.

  • Con eso no arreglas nada. Pasará la noche pelándosela y a la mañana tendrá las mismas ganas de ti que al principio. Tienes que cumplir, chavalote. - Luego me miró con cara seria y me dijo – Si quieres te echo un cable.

  • ¡Que! - le contesté ofendido – Joder tío es mi novia y tu mi hermano, no pretenderás que nos lo montemos los tres.

  • Pues sí, eso pretendo. - me dijo con una serenidad que me desarmó – No te hagas el santurrón. Cuando uno invade la intimidad de una casa, al menos al acabar rebobina las cintas. Sé que te lo pasaste bomba viéndome follar con Marta en el video, y estoy seguro de que si pudieses te follarías a mi mujer sin dudarlo.  Es más, ¿intentaste dormirla?

La revelación me impactó como un disparo en el pecho. Lo sabía, y posiblemente Marta también, por eso aquel extraño comentario en el coche y aquellas miradas. Me sentí indefenso y expuesto, pero al poco reaccioné ante la insólita pretensión de mi hermano.

  • No joder, es mi cuñada, nunca te haría eso.

Lo sé, tranquilo, aunque quisieses dormir a Marta te sería imposible. No puedes dormir ni a otro “amo” ni a nadie que esté al servicio de otro “amo” y Marta lleva años al mío, y lo estará hasta que uno de los dos la palme.

  • Joder, pues Silvia lo mismo. - Contesté- Alucino con que pretendas hacerte a mi novia.

  • No me has entendido. Que Marta esté bajo mi influencia no significa que sólo tenga sexo conmigo. Yo y mi mujer tenemos una maravillosa relación en la que compartimos aquello que más feliz nos hace, tanto entre nosotros como con todos aquellos a los que yo invito a participar.

  • ¿Compartes a Marta con otros? - pregunté alucinado.

  • Por supuesto. Es exactamente lo mismo a lo que hicisteis con la vecina. Más participantes, más placer. Desde ya te prometo que podrás disfrutar de Marta muy pronto, en nuestra próxima fiesta, a la que por supuesto estáis tanto Silvia como tu invitados. En esa fiesta podrás entender el auténtico alcance de nuestro poder.

Yo no sabía ni que pensar ni que decir, cuanto más me abría los ojos mi hermano a mi realidad más escabrosa y peligrosa me parecía, pero al tiempo más excitante. Por otro lado, la firme promesa de mi hermano de dejarme disfrutar de su esposa hacia que mi sangre hirviese en mis venas. Quería sentir a Marta, explorarla como había visto hacer a mi hermano, llenar con mi semen cada uno de sus orificios. Lo que me ofrecía mi hermano era demasiado tentador, demasiado bueno e irresistible como para rechazarlo. Así las cosas, capitulé a sus deseos en forme de pregunta.

  • Pero Silvia ¿Querrá?

  • Si le dices o nota que tú quieres hacerlo, ella estará encantada.

Asentí cerrando el trato y ambos entramos en la habitación para sorprenderla. Silvia seguía castigándose como poseída por un furor implacable. A los pocos segundos sintió nuestra presencia, abrió los ojos y al descubrir a ambos observándola lanzo un grito ahogado y se escondió bajo la sabana veloz como un rayo.

  • ¡Dios qué vergüenza! - gritó desde su escondite. - ¿Qué haces aquí, David? , ¡Dios qué vergüenza!.

  • ¿Por qué te avergüenzas? - Le pregunté con un fingido convencimiento que la hizo salir pasmada de debajo de las sabanas.

  • ¿Por qué? ¿De verdad no te parece muy fuerte que tu hermano y tú me pilléis haciéndome un dedo?

Estaba ruborizada, color sexo, ese nuevo color que me encantaba. Más adelante, mi hermano me explicó que ese rubor era uno de los efectos secundarios que podía producir la híper sexualidad inducida. Era también una prueba de que Silvia estaba preparada para ser mía sin límites ni tapujos. Cada persona podía tener efectos distintos y el controlarlos servía para poder perpetuar las atenciones de las muñecas sin pasarse de dosis como había hecho yo con Silvia.

Miré a mi chica y llenándome de calma le dije.

  • Mi hermano ha visto a muchas chicas masturbándose a lo largo de su vida, no creo que vaya a asustarse por eso, además, con la de veces que repite lo guapa que eres seguro que está encantado.

  • Si, desde luego – respondió mi hermano con la misma calma con la que hablaríamos del tiempo - Eres preciosa, y verte así, excitada y disfrutando de tu cuerpo hace que me parezcas más bonita todavía.

Silvia no sabía que pensar ni decir, se sentía al mismo tiempo poderosa y avergonzada, y la presencia de su novio la inflamaba por segundos. Así las cosas. Como había hecho a la mañana, decidió dejarse llevar sin plantearse otra cosa que lo que se le presentaba delante en ese instante de necesidad y calentura.

  • ¡Gracias! - dijo verdaderamente alagada. – Entonces ¿Queréis que siga?

Asentí con la cabeza y ella, sonriendo, retiró completamente la ropa de la cama mostrándose completamente desnuda y volviendo a cerrar los ojos, inició una nueva caricia sobre su sexo, esta vez totalmente a la vista de ambos observadores.

Como movidos por el mismo resorte ambos nos sentamos en la cama, cada uno a un lado, a la altura de sus caderas, y desde esos palcos privilegiados disfrutamos durante un par de minutos del espectáculo de los dedos de mi chica explorando, encendiendo e invadiendo todos y cada uno de los rincones de su intimidad.

Silvia exploraba su cuerpo sin descanso. Bajaba las manos de sus pechos a su entrepierna, metía y sacaba sus dedos del sexo, se contoneaba y gemía poseída por un placer incontrolable.

Fue David el primero en tomar la iniciativa. Estiró la mano y agarró uno de sus pechos para luego pellizcar suave pero firmemente su erecto pezón. Acto seguido yo me apoderé del otro mientras mi otra mano tomaba posesión de su sexo, enterrándolo completamente con mi mano e iniciando una caricia a su piel lisa suave y completamente empapada.

Mientras yo acariciaba a Silvia y ella gemía de placer mi hermano aprovechó para desnudarse completamente y regresó a la cama para tomar la mano izquierda de mi chica y guiarla hacia su pene. Silvia comenzó a pajear a mi hermano sin el más mínimo reparo. Yo también comencé a desnudarme lo que aprovechó mi hermano para tomar posesión del sexo de Silvia enterrando dos dedos dentro de ella y acariciándola por dentro con violencia.

Regresé junto a ellos y la mano libre de Silvia buscó mi polla, regalándole el mismo tratamiento que a la de David. Mi hermano retiró los dedos de dentro de Silvia y llevándoselos a la boca probó su sabor, luego guio sus dedos a la boca de Silvia que los enterró entre sus labios, chupándolos con un hambre inusitada, como si quisiese devorarlos.

David volvió a incorporarse y acercó su polla a la boca de mi novia que, sin dudarlo ni un segundo, la engulló enterrándola en su garganta todo lo dentro que fue capaz de hacerlo, luego inició una profunda y enérgica mamada que arrancó de mi hermano sus primeros gemidos.

Quise aprovechar el momento para penetrarla y me situé encima de ella, pero dada su postura, me veía obligado a penetrarla prácticamente en la postura del misionero, lo que hacía que, en cada embestida mi cara se acercase demasiado para mi gusto a la polla de David que entraba y salía de la caricia oral de mi chica.

Notando la dificultad, y luciendo una experiencia sin duda mucho mayor que la mía, mi hermano me hizo una gesto para que le permitiese recolocar a Silvia.

Con pericia ayudó a Silvia a colocarse atravesada en la cama, con la cabeza prácticamente fuera de esta y dejando su coño en el otro borde, en una posición mucho más accesible para ser penetrada.

Una vez colocada, mi hermano guio hacia abajo la cabeza de mi chica y casi volcado sobre ella penetró su boca y comenzó a follarla con movimientos rítmicos y profundos. Yo hice lo mismo con su sexo y en esa postura mi chica recibió en su cuerpo al mismo tiempo ambas pollas, una follando salvajemente su boca y otra, la mía, entrando y saliendo sin descanso de su empapado coño.

Silvia gemía entre arcadas, y buscaba una y otra vez con sus caderas salir al encuentro de mi miembro. Era evidente que su placer era tan intenso como extrema era la estampa, su cuerpo entero se arqueaba y temblaba ante tantas atenciones e incapaz de escapar de ambos ataques, sus manos se agarraban a la sabana con fuerza y tensión, mientras que un primer orgasmo recorría de norte a sur todo su cuerpo.

Desenterré mi rabo de ella y le hice un gesto a mi hermano. Una vez libre de ambas pollas, pedí a Silvia que se colocase a cuatro patas sobre la cama. Sin perder un instante mi hermano se colocó a los pies de la misma, detrás de ella, y con ambas manos atrajo el culo de Silvia hasta el borde. Acto seguido se enterró en su coño con un golpe seco que arrancó un “pop” al chocar su pubis contra el trasero, y un pequeño grito de placer de la boca de mi novia.

Me senté en la cabecera de la cama con mis piernas abiertas y acerqué mi polla a la altura de la boca de Silvia. Ella la engulló con glotonería, y al tiempo que me la chupaba profunda  y dulcemente, se esforzaba por encajar los golpes de cadera de mi hermano en su coño mientras clavaba en mi rostro sus ojos con una mirada salvaje, esa mirada de gata tan nueva en ella como maravillosa.

Yo, entretanto, podía ver a mi hermano, enrojecido y furibundo, como se deshacía en continuos vaivenes sobre el culo en pompa de mi novia. Con la mirada perdida y evitando el contacto visual conmigo, aceleraba más y más el ritmo de sus penetraciones.

Cuanto más aceleraba David su ritmo, más errático se convertía el de la boca de mi chica sobre mi miembro hasta que, tras un par de minutos de sexo, abandonó su caricia con la boca para levantando la cabeza como un lobo estallar en un segundo orgasmo que la hizo cerrar los ojos y jadear como un animal malherido.

Loco de pasión me acerqué a ella, busqué su boca y la besé profunda y salvajemente, invadiendo con mi lengua el espacio que antes ocupaba mi polla. Mientras la besaba, David comenzó a gemir y, incapaz de soportar más placer, se desparramó enterrado en su coño mientras se clavaba en el con pequeñas y espasmódicas sacudidas.

Habida cuenta que su coño volvía a estar libre, me recosté sobre la cama y pedí a Silvia que se montase en mí a horcajadas. Ella, adivinando mis intenciones, se clavó en mi polla que penetró en sus entrañas inundadas por el semen de mi hermano e inició una cabalgada salvaje, centrada tanto en mi placer como en alcanzar su tercer orgasmo.

Mientras disfrutaba de la visión del culo de mi novia rebotando una y otra vez contra mi pubis sentía como en cada embestida los jugos de mi hermano caían de su interior empapando mi cuerpo.

Mientras, Silvia emitía un sonido rítmico y agudo, parecido a un llanto mientras observaba a mi hermano que aparentemente saciado, observaba desde los pies de la cama, puesto en pie como ambos nos dábamos placer uno al otro ante sus ojos.

Sentí que estaba a punto de correrme y pedí a Silvia que me permitiese hacerlo en su boca. Ella se descabalgó de mí y de nuevo a cuatro patas regresó a una frenética mamada, alternando esta con profusos y largos lametazos por mis huevos y el tronco de mi polla mientras recogía y devoraba los restos del semen de mi hermano sobre mi cuerpo. Mientras, mi hermano, aprovechando su postura, acariciaba frenéticamente con la mano la retaguardia de Silvia que alcanzó su tercer orgasmo, esta vez sin permitir que este interrumpiese su trabajo sobre mi miembro.

Me dejé vencer por mi placer e inundé a Silvia que recibió mi corrida guardándola en la boca para luego tragarla de un solo gesto, sin sacar en ningún momento el glande de su cálida prisión. Mi placer era tan intenso que me deje caer de espaldas con los ojos cerrados, disfrutando de los últimos latigazos de los labios de mi novia sobre mi polla. Ella, una vez terminado su trabajo, se estiró rendida y sudorosa encima de mi cuerpo, buscando mi boca con la suya. La besé sin abrir los ojos y así, con ella cubriendo mi cuerpo con el suyo, ambos recuperamos la respiración y la capacidad de movernos durante unos segundos.

Abrí los ojos y busqué por la habitación a mi hermano, pero ya no estaba. Había recogido su ropa en silencio y se había ido.

Ya no quedaban dudas, y sabía que si surgía alguna él podría resolverlas. Me relamí mentalmente pensando en la felicidad que me deparaba la vida en el futuro, e intenté dormirme mientras sentía la respiración suave y rítmica de mi chica que, completamente saciada, ya se había abandonado al sueño.