Las mujeres del 18 (Parte 2 de 4)

Segunda parte de esta serie, en la que Leo, acepta quedarse en casa de Elisabeth lo que queda de fin de semana. Solo que Elisabeth no es la única mujer que vive en esa casa.

Ambos nos quedamos callados ante aquella sorprendente verdad. Eli me miraba a los ojos como pidiéndome perdón, por haberlo ocultado. Yo por mi parte le devolvía la mirada incrédulo. No sabía qué hacer o que decir.

-No pensé, que siendo tan joven tendrías una hija.- Contesté con cierto nerviosismo, tratando de desviar el tema.

-Ahora supongo que te marcharas, ¿No?- Me preguntó ella, como echándomelo en cara.

-¿Yo? ¿Por qué?- Quise saber.

-Todos los tíos sois igual.- Empezó mientras se sentaba en la cama, desviando por primera vez la mirada. -Cuando os enteráis de que tengo una hija… Puf… Desparecéis.- Explicó con resignación.

Pillándola por sorpresa, me acerqué hasta ella y me senté a su lado. Ella tenía la cabeza agachada, pero notaba como me miraba por el rabillo del ojo, al estar a su lado. Yo, por el contrario, tenía la vista al frente. Con lentitud, pasé mi brazo por su espalda y la abracé.

-No me importa que tengas una hija.- Comenté.

Pude notar como Eli se sobresaltaba. Tardó unos segundos en reaccionar. Pero finalmente se incorporó y me miro a los ojos. Con una sonrisa me besó y se levantó.

-Vístete, vamos a desayunar.- Me animó.

Mientras ella se ponía una muda nueva de color blanco, un short azul clarito y una camiseta de manga corta a juego con el short, yo me vestí igual que la noche pasada. Bajamos a la cocina y Eli me obligo a sentarme mientras preparaba un desayuno para los dos. Durante mi espera, alguien entró en la casa.

-¡Hola!- Saludo una voz femenina.

-Hola.- Contestó Eli.

Yo me quede callado. Me sentía nervioso, estando en la casa de una chica que había conocido la noche anterior. Al poco tiempo, la dueña de la primera voz hizo acto de presencia en la cocina. Aunque la había visto en la foto del cuarto de Elisabeth, en persona ganaba mucho mas. Sobre todo con aquel tremendo escote.

-¡Ui!- Se sobresalto la que debía de ser la madre de Eli. -Si tenemos visita. Y tu ni me avisas.- Le reprochó a Eli, dándole un beso en la mejilla. -Soy Juana.- Se me presentó, dándome dos besos.

-Leo. Encantado.- Me presenté yo.

-Bueno, yo cojo un par de cosas y me marcho.- Avisó Juana, marchándose de la cocina.

Por su parte, Eli, continuo preparando el desayuno como si nada. Tal y como había dicho Juana en cuanto bajo del piso de arriba, se despidió y se marchó. Para entonces, Eli y yo, ya habíamos empezado a desayunar un rico zumo de naranja, acompañado por una tostada con mantequilla y mermelada y un café con leche.

Pasamos el desayuno hablando tranquilamente. Me contó que Juana era su madre, aunque ya me lo había supuesto, que Sofía, su hija, estaba en casa de una amiga, y que hasta el día siguiente no volvería, que no estaba casada, que tenía trabajo fijo… Yo por mi parte le conté que ya había terminado los estudios, que trabaja en el chiringuito de la playa y que estaba soltero.

Tras limpiar la mesa, salimos a dar una vuelta, hablando y contándonos cosas. Eli, se había vestido con unos shorts vaqueros, una camiseta blanca de tirantes y unas sandalias. Aprovechamos y pasamos por mi casa, para que yo me cambiara de ropa. Estaba previsto que el fin de semana haría mucho calor, por lo que me puse unos pantalones cortos claritos, una camiseta gris de manga corta, una chaqueta fina, por si acaso, y unas zapatillas azules.

Sobre las dos de la tarde, volvimos a su casa. Teníamos bastante hambre y ella había insistido en que me quedara. La verdad es que me encantaba estar con Eli. Aunque fuera mayor que yo, coincidíamos en muchas cosas.

Antes de darme cuenta, ya habíamos comido y estábamos tumbados en el sofá del salón, viendo la televisión. La modorra estaba empezando a hacer mella en mí, pero unas caricias a la altura del estomago, me pusieron alerta. Cuando miré hacia abajo, allí estaba Eli, con su mano metida bajo mi camiseta acariciándome.

-Quiero postre, Leo…- Ronroneo Eli mirándome a los ojos.

-Sírvete tu misma.- Le ofrecí guiñándole un ojo.

Eli sonrió pícaramente y desabrocho el cinturón y mi pantalón, quitándomelos. Yo por mi parte me quite la camiseta, quedando completamente desnudo en el sofá. Sin perder el tiempo, Eli, agarró mi miembro, el cual estaba en mitad del proceso de crecimiento. Con un par de caricias y lametones, en seguida estuve a punto. Pero eso no contentaba a Eli, la cual empezó a devorarme sin piedad. Introducía casi completamente mi pene en su boca, mientras acariciaba mis testículos, excitándome aun mas.

De pronto me pareció escuchar un ruido proveniente de fuera del salón, pero no le di importancia, ya que no quería que Eli se detuviera por nada. Tras una fantástica mamada, Eli se levantó desnudándose en un segundo, ya que no tenia ropa interior. Lo del sujetador ya lo sabía, ya que durante el paseo había podido apreciar en algún momento, como sus pezones se marcaban en la tela. Pero al ver que tampoco llevaba ningún tipo de braguita o tanga, me excite aun mas, y mi pene dio unos botes emocionado.

-Tienes ganas, ¿Eh?- Me pregunto ella con una sonrisa burlona, mientras se subía encima de mí, y rozaba su vagina contra mi glande.

-Claro.- Le contesté agarrándola de la cintura. -Solo con recordar lo de anoche, ya… buff…

Y entonces sin previo aviso, Eli descendió sobre mí, introduciendo mi pene dentro de ella. Como la maestra que demostró ser la noche anterior, Eli me cabalgo. Los movimientos de sus caderas eran realmente increíbles y me excitaba verla. Antes que yo, Eli, gimió volviendo la cabeza al techo a la vez que arqueaba la espalda y un intenso orgasmo la recorría de arriba abajo. Exhausta, Eli, cayó sobre mí con la respiración entre cortada.

-Eres… duro…- Me dijo con una sonrisa.

-Espera y veras.- Le provoque, dejándola tumbada en el sofá. Con dulzura le besé en los labios. Nuestras lenguas jugaron un rato, hasta que empecé a descender por su cuerpo. Mi primera para fue en sus pechos. Los lamí con ganas. Mordisquee sus pezones duros. Aun amasando sus pechos con mis manos seguí descendiendo, hasta llegar a su entrepierna. Ella misma abrió sus piernas y yo comencé a darle suaves besos en los muslos. Hasta que finalmente me hundí en su vagina, recorriéndola con mi lengua de arriba abajo, machacando su clítoris, sin soltar sus pechos.

Eli gimió y gimió de placer sin parar. Su respiración estaba acelerada. Parecía estar fuera de si misma, ya que el sofá se le hacía pequeño. Tenía las piernas abrazándome por la nuca, para que no me saliera y de vez en cuando para apretarme más contra ella. Sus manos trataban de agarrase a algún punto del sofá, para estabilizarla, pero le era imposible, incluso a ratos parecía agarrase el pelo. Tras dos intensos y largos orgasmos, en los que Eli gritaba y arqueaba la espalda por el placer, esta quedo rendida en el sofá.

-No… puedo… mas…- Decía ella con esfuerzo.

-Ya te avise, jeje…- Me reí pícaramente. Me levanté he hice ademan de irme. -Sino te importa me iré a duchar. -Estaba bordeando el sofá cuando me pareció escuchar un nuevo ruido. Como Eli estaba tirada en el sofá, me acerque a mirar, pero cuando estaba a punto de salir del salón, Eli me llamó.

-Leo… Quiero tu leche…- Me rogó, levantándose y apoyándose en una de las paredes. Tenía su precioso trasero en pompa, y olvidando el ruido, me volví hacia ella.

-¿Estas segura de otra ronda?- Le pregunté rozando mi glande en su vagina.

-Por supuesto.- Sentencio ella, girándose y besándome. Aprovechando que me había inclinado hacia ella para besarla, empuje con mis caderas penetrando a Eli. En poco minutos, me encontraba embistiendo a Eli con fuerza y rapidez, mientras ella, de puntillas, gemía de placer. De vez en cuando la veía apretarse los pechos.

-Eli… me corro…- Le avisé. Ella me obligó a parar y se arrodillo delante de mí. No dude un segundo en masturbarme, y viendo su mirada lujuriosa clavaba en la mía, alcancé mi orgasmo.

El semen salió expulsado hacia la boca de Eli, aunque una pequeña parte también cayó en su cara. Rápidamente se limpio con un dedo, para después meterlo en la boca. Después se introdujo mi pene en la boca para limpiarlo. Ahora con el pene algo grande pero flácido, me dirigí hacia el pasillo.

-Ahora sí que me vendrá bien una duchita.- Le dije con una sonrisa.

-Voy contigo.- Rio Eli.

Al salir al pasillo mire en ambas direcciones pero no vi nada raro. Habría sido mi imaginación. Una vez en la ducha, Eli y yo, nos dedicamos a lavarnos el uno a l otro, pero sin llegar a hacer nada más. A la salida, nos tiramos en su cama y dormimos durante una o dos horas.

La tarde transcurrió con normalidad. Salimos a dar una vuelta. Tomamos algo en un bar y finalmente y tras mucho insistir acepte quedarme lo que quedaba de fin de semana en su casa. Cenamos solos. Y tras ver una película en el salón, subimos al cuarto a dormir. Fue una noche agradable, y eso que no habíamos tenido sexo.

A la mañana siguiente me desperté solo en la cama. Me levanté y me puse el pantalón corto sobre mis bóxer, que me habían servido de pijama. Con pereza me deslicé hasta el baño. Sorprendido de que no hubiera nadie en el piso de arriba, ya que todas las puertas estaban abiertas y no se oía a nadie, bajé al piso de abajo, pero antes fui a por mí camiseta.

Una vez abajo, entre primero en la cocina. Pero allí no había nadie. Solo una nota encima de la mesa:

“Para Leo. He ido a hacer unos recados con mi madre. Volveré pronto. ;)

Para Sofí. No te preocupes por Leo. Es buena persona.

Para los dos. Si necesitáis algo llamadme.

Eli/Mama”

Si Sofía estaba nombrada en la nota, era porque tendría que estar en casa, lo que significaba que tendría que convivir un rato con ella hasta que volviera Eli. Mientras decidía si debía esconder, quedarme o irme, me di cuenta que del salón venia ruido. A medida que me acercaba, comprobé que era la televisión. Y tras leer la nota, solo una persona estaría viendo la televisión en ese momento.

Como sospeche sentada en el sofá con las piernas recogidas, estaba Sofía. Por lo que veía, la foto del cuarto de Eli era algo antigua, ya que la Sofía que tenía delante de mí, estaba más crecidita. Su piel estaba algo bronceada, su pelo liso y del mismo color que el de su madre, caía por ambos hombros, perdiéndose en su espalda. Desde mi posición solo veía una camiseta de tirantes azul clarito.

-Buenas.- Saludé con cierto nerviosismo, dando un paso dentro del salón.

-Hola.- Saludó ella mirando hacia mí. Al principio dudo un poco, pero al ver cómo le enseñaba la nota de Eli, sonrió ligeramente. -Tú debes de ser Leo, ¿Verdad?- Preguntó ella.

-Si.- Contesté. -¿Y tu Sofía?

-La misma, jajaja…- Rio, mientras se levantaba y se acercaba a mí.

Entonces la pude ver perfectamente. Era un vivo retrato de su abuela o de su madre, pero mucho más joven. Parecía como si Eli estuviera mirándome por aquellos ojos. Su cuerpo, mas pequeño que el de Eli, resultaba muy atractivo. Unos pechos pequeños pero redondos, asomaban por la camiseta, dejando ver un bonito escote. Un short a juego con la camiseta, tapaba su zona intima y su trasero, dejando a la vista sus finas piernas.Cuando se puso de puntillas para darme dos besos, su perfume entro por mi nariz, embriagándome.

-¿Quiere ver un poco la tele?- Me preguntó dándose media vuelta, moviendo las caderas exageradamente, hipnotizándome con los movimientos.

-Vale…- Contesté no muy seguro. Aunque tampoco tenía nada más que hacer.

Sofía estaba viendo un programa de humor, de estos que salen trozos de otros programas. De vez en cuando comentábamos algo del programa o nos hacíamos alguna pregunta. Sobre todo ella a mí. Sobre la una del mediodía, llamó Eli diciendo que se había encontrado con una amiga y que iban a comer con ella, por lo que Sofía y yo estaríagran parte de la tarde solos. Ella sonrió animada, y yo no sabía dónde meterme.

-Me ha dicho Eli que hay pastel de carne en el frigorífico.- Le avisé a Sofía, después de colgar.

-¡Toma!- Se alegró ella.

Tras ver un rato mas viendo la televisión, fuimos a la cocina. Nos repartimos en dos platos parte de la comida. La calentamos en el microondas y empezamos a comer. Fue una comida tranquila, en la que hablamos poco. A media comida, el brazo que tenia apoyado en la mesa se resbaló, provocando que el vaso de agua que estaba sujetando se le callera sobre ella. El agua enseguida mojo su camiseta, la cual se pego a su cuerpo, marcando un sujetador blanco con unas líneas amarillas.

No pude evitar mirarla. Aquella piel broceada mojada, con gotas resbalando lentamente por su escote. Sus pechos marcados por lo pegada que estaba la camiseta. Aquel sujetador realmente sexy.

-¡Mierda!- Exclamó Sofía. Como acto reflejo, se incorporó mientras se deshacía de la camiseta, mostrándome un estomago liso, moreno y mojado. El sujetador contrastaba perfectamente con su piel, cosa que me excitó aun más. Antes de apartar la mirada de su, mas que, deseable cuerpo, pude ver como los shorts, también estaban mojados, y como su ropa interior, a juego con el sujetador, se veía ligeramente por encima del short, estaba mojada, al igual que sus piernas.

-Pero no te desnudes.- Me quejé con los ojos cerrados.

-Perdona, no he pensado.- Se disculpo, dándose media vuelta. -Voy a cambiarme. Y no mires más de lo que ya has hecho.- Me picó marchándose de la cocina.

Yo me quedé quieto. Me había pillado mirándola. Si Eli se llegaba a enterar, o incluso Juana, no saldría bien parado de allí. Queriendo distraerme, cogí un par de servilletas de cocina para secar el agua que se había derramado. Para mi desgracia, Sofía volvió antes de que pudiera tranquilizarme. Pero estoy seguro de que aun habiendo conseguido tranquilizarme, habría vuelto a caer.

Sofía se presentó en la cocina con un vestidito de casa con tirantes finos y de color rosa suave. Era tan corto el vestido, que podía ver sus piernas en toda su longitud, pero extrañamente no era capaz de ver su ropa interior. La idea fugaz de que no llevaba nada paso por mi cabeza pero me obligue a no pensar en ello.

-No limpies tu, que lo he manchado yo.- Me replicó acercándose a la encimera.

-No pasa nada…- Mi voz se fue apagando, hasta quedarme en silencio.

A dos metro de mi, Sofía estaba de puntillas, con una mano apoyada en la encimera y la otra estirada hacia una balda alta, donde había una bayeta. Sin poder evitarlo, mi vista se clavo en su trasero. Era de tamaño medio, tirando a pequeño. Podía ver más de la mitad del mismo, como aparecía por debajo del vestidito, y aunque para mi mente fue un disgusto, para mi vista fue un regalo encontrar una braga-tanga blanca adornándolo.

Cuando Sofía cambiaba la mano de apoyo, su trasero desaparecía otra vez bajo el vestido, pero cuando se estiraba de nuevo a por la bayeta, este volvía a emerger. Al estar agachado, tratando de limpiar el agua derramada, la vista era directa. Incluso, con disimulo me fui acercando hasta que pude oler de nuevo su dulce aroma. Haciéndome perder los papeles.

-Déjame que te ayude.- Me ofrecí, levantándome y colocándome detrás de ella. Estirando ligeramente el brazo pude coger la bayeta, pero entre que yo me había acercado demasiado y ella dejaba de estar de puntillas, el bulto que hacía rato asomaba en mi entrepierna, se apoyo entre las dos nalgas de Sofía. Ninguno de los dos nos movimos. Yo disfrutaba de tener mi miembro semi-enterrado entre sus nalgas. Y pude comprobar, como cuando me moví para alejarme de ella, Sofía lanzaba un débil gemido ahogado por el rozamiento.

-Gracias.- Me dijo, cogiéndome la bayeta de la mano. Estaba completamente roja, y podía notar como su respiración se había agitado.

Pero no era la única. Mi corazón latía a marchas forzadas. El morbo de ser bastante más joven que yo, ser la hija de mi actual ligue y estar en su casa, con la posibilidad de que nos pillen, me tenía a mil. Eso sin contar lo extremadamente sexy y atractiva que era ella. Mas por necesidad que por otra cosa, me senté de nuevo en mi silla, tratando de tranquilizarme, de pensar, de reflexionar. Pero no pude. Antes de verla por completo, Sofía se había levantado y se dirigía hacia mí. Sin pedir permiso ni decir nada, se sentó sobre mí, rozando su vagina con mi miembro, a través de mis pantalones y su ropa interior.

-¿Cuánto más vas a hacerte de rogar?- Preguntó, casi suplicando.

-¿Qué? ¿De qué hablas?- Mi mente estaba en otro sitio, y no era capaz de pensar con fluidez.

-¿Cuánto vas a tardar en follarme como a mi madre ayer?- Aquella pregunta me pillo desprevenido.

-¿Cómo tu madre? ¿Ayer?- Mi cabeza de verdad que funcionaba lento.

-Ayer os pille en el salón.- Empezó a explicar Sofía. -Vi a mi madre como te cabalgaba y tenía un orgasmo sobre ti.- Se mordía el labio, mientras lo recordaba. -Luego le comiste el coño… Bueno, mas bien, creo que la devoraste entera. Nunca me he tocado pensando en una mujer, y menos mi madre. Pero los gemidos de placer que soltaba, de verdad que me encendieron.- Sin darme cuenta, Sofía había empezado  rozarse contra mí, despacio sin dejar de hablar. -Luego estuviste a punto de pillarme, pero mi madre me salvó sin querer. Por cierto, tu polla me ha llevado a mas orgasmo en un día que todos los polvos que he echado.- De nuevo, se mordió el labio. Pude ver como sus pezones se marcaban bajo el vestido. -Y el culmen de la tarde, fue cuando te la follaste contra la pared, para luego correrte en su boca.- Hizo el típico gesto de tragar, cosa que me encendió aun mas siquiera.

-Pero… Sofía…- No era capaz de articular bien las palabras. Ni si quiera de formar una frase coherente. Mi mente viajaba al día anterior. Al salón de aquella casa, donde yo había tenido relaciones sexuales con Elisabeth. Pero ahora, además, en la entrada del salón veía a una Sofía agachada con las manos dentro de su ropa, mirándonos, excitándose y teniendo algún orgasmo.

-Leo… Me pones como nadie. Y el polvazo con mi madre será de mis fantasías mas recurridas en los próximos días.- Me dijo mirándome a los ojos. -Pero por favor. Follame. Hazme sentir lo mismo que sintió mi madre.- Me pidió y entonces se lanzó hacia mi boca para besarme.

Yo no la esquive. Sino que la recibí con ganas. Hacía rato que no pensaba en nada fuera de la cocina. Y en el momento en el que Sofía me pidió que la hiciera mía, no hubo marcha atrás. Con frenesí nuestras lenguas luchaban, mientras ella trataba de desnudar mi torso. Con la camiseta en el suelo, Sofía y yo continuemos besándonos.

-Ponte como cuando tratabas de coger la bayeta.- Le pedí obligándole a levantarse.

Sofía me obedeció y se apoyó con una mano en la encimera, mientras la otra la alzaba hacia la balda superior y se ponía de puntillas. Yo me arrodille tras ella, y mis manos acariciaron sus suaves y preciosas piernas. Sofía tembló por el gusto, mientras su respiración se aceleraba. Había empezado a besar sus muslos, cuando mis manos por fin llegaron a su trasero. Lo toque, lo acaricie, lo apreté y le di unas palmadas no muy fuertes, para después besarlo y lamerlo, sin quitar su ropa interior.

-Tienes un culazo… Dios, que maravillas voy a hacer con él…- Comenté en alto.

Sin darle tiempo a responder, baje con tranquilidad su braga-tanga, hasta dejarla a la altura de sus rodillas. Ante mi quedo su ano, escondido entre sus nalgas y su vagina, completamente depilada. Agarré sus nalgas y las separé. Llevé mi lengua hasta su clítoris, haciendo que Sofía gimiera, y emprendí un ascenso hasta su ano, recorriendo y saboreando toda su vagina.

Sofía cada vez gemía de forma más descontrolada. Mientras mi lengua rodeaba y se introducía en su ano, mis manos machaban su clítoris con cierto grado de suavidad, y se introducían dentro de ella. Con un excitante gemido de placer, arqueando la espalda y colocándose sobre la punta de sus pies de forma imposible, Sofía tuvo un orgasmo intenso que se alargo casi un minuto, gracias a mis caricias que no cesaban.

-Leo… déjame… respirar…- Me pidió casi sin aire.

Me separé de ella para colocarme en la encimera de al lado, que hacia una forma de “L”. Sofía se quedó apoyada con todo el cuerpo en la encimera.Esperé un poco mientras ella se recuperaba. Mientras Sofía se incorporaba, me pareció ver algo fuera de la cocina, pero en seguida Sofía llamó mi atención.

-Ha merecido la pena pasarme el día provocándote.- Rio pícaramente pegándose a mí.

-¿Provocándome?- Pregunté yo.

Pero en vez de responderme, Sofía me besó, mientras sus manos me quitaban el pantalón. Acaricio el bulto que había bajo el bóxer y finalmente me los bajo dejando libre mi miembro. Se apartó medio paso y miro mi pene. Lo acaricio con tranquilidad y lentitud. Después me miró a los ojos y deslizó su vestidito por sus hombros dejándolo caer hasta el suelo, dejando caer también su ropa interior.

Como había imaginado al ver marcados sus pezones no llevaba sujetador, y pude ver sus pechos pequeños y redondos, con unos pezones duritos apuntándome. No tardó en arrodillarse ante mí y empezar a masturbarme lentamente. Podía ver la lujuria en los ojos de Sofía que en seguida sacó su legua y empezó a lamer todo el tronco de mi pene. Sin darme cuenta, mi miembro desaparecía dentro de la boca de Sofía. A diferencia de Eli, Sofía solo era capaz de meterse poco más de la mitad de mi pene en su boca. Aun así, sabia sacarle provecho a sus manos y su lengua, haciéndome disfrutar como pocas veces.

La miraba a los ojos, mientras una mano la tenia apoyada en su cabeza. Era realmente excitante ver como tragaba mi pene, sin detenerse, mientras me acariciaba o se masturbaba a si misma.

De nuevo, un extraño ruido me hizo voltearme, pero Sofía fue capaz de hacerme olvidar aquello. Tras un rato, Sofía terminó por levantarse. Se acercó a la mesa y se tumbo en ella abriendo sus piernas. Con sus manos se masturbó un poco y abrió su vagina para mí.

-Leo… Follame…- Ronroneo excitada.

Aquella visión era demasiado para mí y no dude un instante cuando me acerqué hasta ella y tras apuntar con mi pene, la penetré de un solo golpe. Sofía soltó un fuerte gemido. No me hice de rogar, y empecé a moverme, cada vez más rápido. Hasta acabar embistiéndola. Sofía había pasado de gemir con cada invasión de mi pene en su vagina, a gritar desesperadamente, con cada uno de mis movimientos.

Tras un fuerte orgasmo, me recosté sobre ella para acariciar y lamer sus pechos. Aproveche para estimular sus pezones y volver a tenerla a tono.

-Sofía… Quiero tu culo…- Le pedí sin sepárame de sus pechos.

-Pero… yo… soy virgen por ahí.- Me explico un poco miedosa.

-¿Me lo regalarías a mi?- Le pregunté con un poco de suplica.

-Pero no me hagas daño, por favor.- Me pidió.

Al igual que antes, Sofía se colocó contra la encimera, poniendo el culo en pompa y colocándose sobre las puntas de sus pies, ganando algo de altura. Yo me acerqué hasta ella y me agache, para lamer su vagina y su ano. Utilizaba sus fluidos y mi saliva para humedecer su ano, y poco a poco iba introduciendo, primero un dedo.

-Relájate, Sofía. Disfruta.- Le sugerí, sin detener mi dedo en su ano, a la vez que lamia su vagina.

Ella por su parte, me respondió con gemidos. Entonces decidí introducir un segundo dedo. Aquello sobre saltó a Sofía, pero siguiendo con mi tratamiento, esta acabó disfrutándolo. Tras un buen rato, decidí que ya estaba preparada, por lo que me levanté y, tras humedecer mi pene en su vagina, lo acerqué hasta su ano y empecé a empujar. Sofía se tensó al sentir como mi pene se abría paso por su ano.

Con cuidado y delicadeza, lleve una de mis manos a su vagina y la otra a sus pechos, para estimular sus pezones y su clítoris. Aquello provocó que Sofía empezara a gemir de placer, y a medida que mi pene entraba en ella, sus gemidos estuvieran bañados por el dolor. Debo de admitir que aquello me excitó aun mas, y una vez tuve mi miembro dentro de ella lo saqué para volver a meterlo.

En poco tiempo, tenía un ritmo constante pero suave, que arrancaba gritos de dolor, con gemidos de placer por igual, de la garganta de Sofía. Giró su cabeza y me miro a los ojos. Yo le devolví la mirada y terminamos besándonos. Cada vez mas excitados, mis movimientos empezaron a coger cierta velocidad, y Sofía empezaba a gemir de placer más que otra cosa. Cuando Sofía ya solo gritaba por el placer, y me pedía cada vez más, los síntomas del orgasmo empezaron a aparecer.

-Sofía… me corro…- Le avisé

-Hazlo dentro.- Me pidió excitadísima y gimiendo.

No tuvo que decirlo dos veces, para que yo hiciera un sprint final y eyaculara dentro del ano de Sofía. Cuando terminé, me senté en una silla, mientras Sofía volvía a apoyarse sobre la encimera con todo su cuerpo, exhausta y con la respiración entrecortada. Desde mi posición podía ver como mi semen salía de su trasero y empezaba a resbalar por su vagina y luego por sus piernas.

-Leo… ha sido increíble…- Me felicito Sofía.

-Lo que ha sido increíble… ha sido follarte ese rico culo, Sofí…- Le dije sinceramente.

-Gracias… Y aunque ha sido mi primera vez… me ha encantado…- Dijo mas para si que para mí. -Espero repetir.- Comentó mientras me guiñaba un ojo.

-Ha sido buenísimo, Sofía… Incluso yo también quiero repetir, pero no podemos.- Le expliqué

-Llámame Sofí, por favor…- Me pidió ignorando lo que yo le había dicho.

-Como quieras, pero ahora me voy a ir a duchar para que Eli, no nos pille.- Sentencié cogiendo mi ropa y dirigiéndome al baño de arriba. Detrás de mí, venia Sofía. Una vez arriba ella se metió en su cuarto y yo me fui al baño. Justo cuando iba a cerrar la puerta, pude escuchar cómo se abría la puerta de la calle.

-¡Estamos en casa!- La voz de Eli sonó en toda la casa y yo rápidamente me metí bajo el agua y me enjabone.