Las mujeres del 18 (Parte 1 de 4)

Nueva serie, en la que os cuento lo que me pasó hace unos años. Mi vida era normal, hasta que una noche de fiesta conozco a una mujer. Guapa y simpática. Un poco mayor que yo. Y con una tradición algo especial.

Buenas a todos. Aquí os traigo una serie nueva. Serán cuatro capítulos, que ya están escritos. Los que estéis esperando a las demás series, os pido disculpas, pero la desmotivación me tiene cogido, y estoy tratando de quitármela escribiendo otras historias. Pronto reescribiré un relato que me borraron y si después no puedo seguir ni con "La leyenda de Terra" ni con la serie de David/Diana, buscaré otra forma. Pido de nuevo disculpas y espero que os guste esta mini-serie.

Por cierto, si os gusta mucho quizás, se pueda dar la opción de que escriba un extra a esta serie. Todo dependerá de si os gusta o no. Así que a leer.

Vengo a contaros algo que me pasó hará más de tres años. Por aquel entonces, yo era un joven de veinticinco años, alto, de complexión atlética pero sin mucho musculo, pelo oscuro y corto. Vivía en un pequeñísimo piso para una sola persona del que me encantaría poder salir pronto. Había terminado hacia poco los estudios, pero aun no había encontrado ningún empleo. Solo algún que otro trabajillo, sobre todo en verano. Como aquella época. Había encontrado trabajo en un chiringuito de la playa de mi ciudad. Era un trabajo agradable y sobre todo muy bueno para la vista. Siempre había alguna chica que se paseaba por la zona en bikini o haciendo topless.

Los amigos, que conocía desde pequeños, solían aprovechar para venir e intentar conseguir alguna bebida o helado gratis, mientras no disimulaban ni un pelo a la hora de mirar a las chicas. Hasta que en varios días más de una chica decidió devolverles las miradas con un tortazo, que no se esperaban. Desde entonces las horas de trabajo eran más tranquilas.

Llevaba más de un año sin pareja estable, pero siempre había algún rollete que otro. Sobre todo clientas del chiringuito, que me dejaban sus números. Obviamente no llamaba a todas, pero cuando la necesidad abundaba, no dudaba sacar la lista de números y marcar uno.

Hasta que todo cambio un lunes.

-Ey, Leo. ¿Te vendrás este viernes de fiesta?- Me pregunto Julián, mientras yo limpiaba unos vasos detrás de la barra.

-No se… ¿Salir del curro y de fiesta? Un poco matada…- Le contesté sopesando la propuesta.

-Venga Leo. Ya verás que bien lo vamos pasar.- Trataba de animarme mi amigo. -Me ha dicho Jorge que ha conocido a unas tías que… Bufff… deben de estar de escándalo. Y las va a invitar para salir el viernes. Y ya sabes… No se puede quedar ninguna amiga sola, porque sino las otras no se irán.- Me contó.

-Bueno… Está bien.- Accedí. Seguramente habría alguna amiga decente.

El resto de la semana transcurrió tranquila, excepto por los emocionados de mis amigos. Cuando venían a visitarme no hacían otra cosa que no fuera hablar del planazo del viernes, de las chicas, de las ganas de fiesta, etc.

Por fin llegó el viernes y tuve suerte ya que aun siendo el principio del fin de semana no tuve demasiado trabajo. En cuanto cerré el chiringuito, fui rápidamente hasta mi casa para ducharme y ponerme una camisa negra, unos vaqueros y unas zapatillas normales. Tras hablar con Julián, fui directo al local en el que solíamos quedar para tomar algo.

Una vez allí, busqué a mis amigos. Estaban en un círculo junto a las chicas. Algunas vestidas de forma más atrevida, otras no tanto. Mis amigos parecían haber elegido ya a sus presas, las cuales reían y bebían, ajenas a los pensamientos de mis amigos. Julián de vez en cuando me echaba miradas a algunas de las chicas libres para que yo también eligiera. La verdad es que de las tres que quedaban, dos me miraban con una sonrisa tímida, pero a la vez algo picara, seguramente producto del alcohol.

Las horas empezaron a pasar, y una de aquellas chicas, se me acerqué pegando su cuerpo al mío. Parecía tener pareja para esa noche. El alcohol empezaba subírseme a la cabeza y los bailes eran cada vez mas pegados. Como nuestros vasos se había vaciado, decidí ir la barra a pedir unos nuevos, seguramente los últimos. Y entonces la vi. Una mujer. Seguramente mayor que yo. Con media melena, de color castaño y ondulado. Vestía con vaqueros muy ajustados que acentuaban su hermosa silueta. Acompañados de unos tacones que estilizaban sus piernas. Por encima, una camiseta ajustada de un solo hombro y de color rojo, revelaban unos pechos muy sugerentes.

-Hola guapa…- Le salude cuando se acercó a la barra a pedir un vaso.

-Hola.- Me saludo ella con una sonrisa en la boca. Seguramente ya llevaría algún vaso que otro encima.

-Me llamo Leo.- Me presente.

-Yo Elisabeth, pero puedes llamarme Eli.- Me dijo, para después darme dos besos. Había mucho alcohol entre ambos. Era un buen momento para aprovechar.

-Esto…

-¿Me invitas a una copa?- Me pidió de repente y de forma algo descarada, aunque nunca perdía la sonrisa.

-Entonces acompáñame a bailar.- Le propuse. Ella pareció pensárselo, y finalmente, aceptó. Como todavía no había pedido lo mío y lo de aquella otra chica, le pregunte a Eli que quería, y pedí solo lo nuestro. -Te veo aquí en medio minuto. Tengo que avisar a mis amigos que la chica más guapa del bar va a bailar conmigo.- Le piropeé con una sonrisa que ella me devolvió sonrojándose.

-Está bien. Yo también vuelvo ahora.- Me dijo ella marchándose en la dirección contraria.

Como pude, sin que ninguna de las amigas de Jorge me viera, me acerque hasta Julián y le conté lo ocurrido. El me aseguró que se irían pronto, por lo que sin la carga de mis amigos volví al lugar de encuentro. A mi vuelta Eli estaba allí, pero con el vaso a la mitad. Le saludé y volví a darle dos besos mientras pasaba una de mis manos por su cintura de forma algo descarada, atrayéndola a mí.

-Bebes muy rápido…- Le dije, empezando a movernos.

-¿Esto?- Dijo señalando al vaso. -Es cosa de mis amigas, que son unas gorronas.- Me explico.

A partir de ahí, el tiempo discurrió de forma normal, en plena noche de fiesta. Comentarios tontos, piropos, acercamientos, toqueteos… Hasta que ambos nos miramos y entendimos que aquella noche acabaríamos juntos. En ningún momento nos preguntamos las edades, pero yo suponía que los dos sabíamos quién era mayor y quien más joven.

Al final, sobre las dos y media de la noche, decidimos marcharnos los dos juntos. Salimos a la calle cogidos de la mano como una pareja. Aunque íbamos bien cargados de alcohol, todavía éramos capaces de andar en buenas condiciones. A dos calles del local, cuando íbamos a dar un giro para adentrarnos en una nueva calle, agarré a Eli y la coloque contra la pared, dejando nuestros labios a escasos centímetros, mientras nos mirábamos fijamente a los ojos.

Tras unos eternos segundos, nos besamos con pasión y lujuria, mientras ella me abrazaba por el cuello entrelazando sus dedos en mi pelo a la vez que yo la cogía de la cintura con una de mis manos y por su apetecible trasero con la otra. Estuvimos alrededor de cinco minutos besándonos, saboreándonos, disfrutándonos, hasta que nos volvimos a separar para mirarnos a los ojos.

-Vivo a dos manzanas de aquí…- Empezó a decir Eli, pero sin llegar a acabar la frase.

-No voy a dejar que una damisela tan hermosa camine sola por las calles a estas horas.- Le respondí sacándole otra sonrisa. Tras un nuevo beso nos pusimos en camino hacia su casa.

En menos de diez minutos llegamos hasta su casa. Era un edificio como cualquier otro de la ciudad. Por fuera no parecía muy lujoso, pero el portal por dentro estaba muy bien decorado. Sin decirnos nada, entramos en el ascensor, donde el ambiente se caldeo aun más. Mis manos acariciaban todo su cuerpo de forma obscena. Aunque ella tampoco se quedaba corta. Tras lo que se me hizo una subida corta, llegamos al último piso, donde solo había una puerta.

-¿Todo el último piso es tuyo?- Le pregunte sorprendido.

-Y el ático.- Sonrió como una niña pequeña. -Ahora silencio, que mi madre estará dormida.- Me aviso. Normalmente aquello me echaba para atrás. Acostarme con una chica mientras su madre estaba en casa. Pero entre lo deseable que estaba ella y los grados de alcohol, me callé y la seguí.

Caminamos descalzos por un pasillo, dejando a un lado el salón, donde podía ver a alguien roncando viendo la tele. Justo en frente del salón, al otro lado del pasillo, había un baño. Un poco más adelante estaba la cocina y al final del pasillo unas escaleras. Las subimos en completo silencio. Allí arriba había cuatro puertas. Dos cerradas, otra de ellas daba a un baño y la ultima, a la que nos dirigíamos, a una habitación de tamaño medio, con un armario empotrado en una pared, un escritorio con un ordenador en la pared que daba a una ventana y en el centro de la tercera pared había una cama grande.

-Ven aquí…- Me ronroneo al lado de la cama.

Cerrando la puerta y sin dudarlo un instante me acerque a ella y nos volvimos a besar. Con cierto frenesí se deshizo de mi camisa a la vez que yo le levantaba la suya y la tiraba al suelo junto a la mía. Ante mi quedo un delicioso espectáculo. Sus pechos del tamaño de mi mano, ni grande ni pequeños, redondos y aun en su sitio, se escondían bajo un sujetador negro con toques verdes, que le sentaba muy bien a Eli.

Sin perder tiempo, me lancé sobre su cuello y lo besé y lamí con dulzura. Elisabeth gimió levemente. Sin mucha fuerza, Eli se dejo caer en la cama y yo lo hice sobre ella llevando mis besos hacia su escote. Agarré los pechos sobre el sujetador, pero incluso a Eli le pareció molesto, por lo que arqueando un poco su espalda, llevó sus manos hacia atrás y se deshizo del sujetador. Ahora tenía ante mí sus pechos, coronados por unos preciosos y rosados pezones de tamaño medio y duros por la excitación.

Volví a agarrarlos y los besé, dedicándome a sus pezones, lamiéndolos. Sin soltar sus pechos, empecé a moverme lentamente hacia abajo, besando todo su cuerpo. Cuando me tope con los vaqueros, solté sus pechos y lo desabroché. Con delicadeza deslicé tanto los vaqueros como un tanga a juego con el sujetador. Sin ser brusco le agarré ambas piernas y las abrí levemente para acariciarlas y besarlas, hasta que acabé llegando a su entrepierna.

Con mi primer lametazo, Eli se retorció en la cama y gimió. Cuando uno de mis dedos entró en ella a la vez que mi lengua machacaba su clítoris, la cama se le hizo pequeña a Eli. Lo único que me preocupo fue que su madre despertara pero la excitación del momento pudo más y en pocos segundos lo olvide concentrándome en Eli. No tardo ni dos minutos en tener un intenso orgasmo, arqueando la espalda por el placer.

-Ven… aquí…- Me pidió con la respiración agitada. Yo me incorporé y pegue mis labios a los suyos. Con cierta maestría y elasticidad, Eli fue capaz de darme la vuelta y colocarse sobre mí. -Ahora me toca a mi.- Ronroneo excitada. Sin apartar su mirada de la mía, me desató el cinturón y después me bajo los pantalones junto con mis bóxer. Justo delante de ella, quedo alzado mi pene, el cual estaba erecto como nunca. Eli sonrió pícaramente y agarró mi miembro.

-Bufff… que buena eres…- Le felicité cuando mi glande desparecía en su boca. Casi era capaz de introducírsela toda entera. Y aquella mirada de lujuria me excitaba horrores.

Tras un buen rato en el que dejo mi pene lleno de saliva, se incorporó y agarrando mi pene lo dirigió hacia su vagina. Tras rozar su clítoris unos segundos, lo orientó hacia su cavidad y lentamente fue descendiendo. Sin ningún problema, gracias a la saliva de Eli y a su propia humedad, todo mi miembro desapareció dentro de ella.

Tras acostumbrarse a mi tamaño, comenzó a moverse. Nuestras miradas se fundían en una sola mientras Eli seguía cabalgándome. Nuestros cuerpos empezaron a adornarse por el sudor. Eli gemía de placer mientras amasaba sus propios pechos, mientras yo la agarraba de la cintura. Su cuerpo resbaladizo y algo brillante por la poca luz que entraba por la ventana me tenía como hipnotizado.

Tratando de no obstaculizarla demasiado me incorpore y la besé. Ahora, con cada vaivén de Eli, nuestros cuerpos se rozaban fácilmente gracias al sudor. Con una de mis manos acariciaba el costado de ella mientras que con la otra me apoyaba en la cama para no caer. Eli por su parte me abrazaba por el cuello sin detenerse y sin separar su boca de la mía.

-Me voy… a correr…- Le avisé.

-Den… Dentro…- Me pidió entre gemidos.

Dude un instante, pero finalmente deje que el placer fluyera por mi cuerpo y en el punto más alto de mi orgasmo, eyacule dentro de Elisabeth. Ella por su parte, al sentir mi semen golpearla por dentro y llenarla, sintió como alcanzaba un nuevo orgasmo. El grito que le prosiguió quedo ahogado en mi hombro.

Con pesadez, me deje caer en la cama y Eli cayó conmigo, quedando los dos tumbados y tratando de normalizar la respiración mientras nos dábamos suaves besos. Al final acabamos tumbados de costado, yo detrás de ella, abrazándola.

A la mañana siguiente me desperté solo en la cama. La luz mañanera entraba por la ventana deslumbrándome. Cuando mis ojos se habituaron a resplandor, mire a mí alrededor. Me costó recordar donde estaba y como había llegado hasta allí. Pero cuando las imágenes se agolparon en mi mente, mi entrepierna reacciono levemente agrandándose ligeramente.

Con tranquilidad me levanté y me acerque a una pequeña balda donde había alguna figura y una foto. En ella se podía ver a Eli y a la que supuse que sería su madre. Esta era igual que Elisabeth, solo que más mayor y con el pelo más corto. Entre las dos había una joven, de unos quince años, y por el parecido que tenía con Elisabeth y su madre, supuse que sería la hermana pequeña.

Mientras cavilaba con dificultad, escuché como de la habitación de en frente venia el característico ruido de la ducha. Me excité pensando en Eli bajo el agua y fui directo casi sin pensármelo. Sin recordar que en la misma casa Vivian la madre y la hermana de Eli. Aun y todo entre en el baño y mi pene acabó por agrandarse al ver a Elisabeth bajo el agua, de costado hacia mí, pudiendo ver su precioso trasero.

-Te has levantado con ganas, ¿Eh?- Me preguntó pícaramente, al ver mi más que notable erección.

-Con una mujer como tú, como para no.- Le contesté con una sonrisa.

-¿Vas a entrar o qué?- Me invitó quedándose completamente de espaldas a mí.

No lo pensé dos veces y me metí en la ducha. El agua no tardo en mojarme. Aproveche aquella posición para pasar mis brazos por debajo de los suyos y agarrarle ambos pechos mientras empezaba a besarle el cuello. Eli gimió de placer y giró su cabeza buscando la mía. Nuestros labios no tardaron en unirse mientras ella me acariciaba la cabeza con una mano, con la otra tenia agarrado mi pene, masturbándome lentamente, a la vez que yo bajaba una de mis manos en busca de su entrepierna, la cual estaba húmeda y caliente, y amasaba sus pechos y pellizcaba los pezones con la otra.

Eli no tardo en separarse un poco de mí, apoyar las manos en la pared y colocar su trasero en pompa. Aquella invitación fue suficiente para que yo me acercara por detrás y, tras humedecer mi glande en su vagina, penetrarla lentamente. Los gemidos de Elisabeth, quedaban ahogados por el agua. Mis movimientos pronto se convirtieron en fuertes y rápidas embestidas que la llevaron hasta su primer orgasmo.

Cansada, Eli, se dejo caer al suelo hasta estar a la altura de mi entrepierna. Aun con la respiración entrecortada, no tardó en introducirse mi pene en su boca. Lo lamia con lentitud pero con ganas. Mientras con una mano acariciaba mis testículos, pude ver como con la otra se masturbaba a si misma. Aquello me excitó lo suficiente para llevarme al orgasmo.

-Eli… me corro…- Le avisé.

Ella por su parte, se incorporó ligeramente, dejando sus pechos a la altura de mi pene, sin dejar de masturbarme y mirarme a los ojos de forma intensa. No tardé en eyacular, llenando sus pechos con mi esperma. Por la forma en la que ella se mordía el labio inferior, supe que ella también había tenido otro orgasmo.

Tras aquello yo también me deje caer al suelo de la ducha y Eli se pegó a mí. Nos quedamos un rato bajo el agua, hasta que decidimos que debíamos irnos del baño. Yo con una toalla por la cintura y Eli con otra toalla cubriéndole el cuerpo entero, salimos del baño de nuevo a su cuarto.

-Cuando he ido al baño, no me acordaba de tu madre.- Le comenté al cerrar la puerta de su cuarto.

-Pues menos mal que salió temprano.- Dijo ella con una sonrisa. -Imaginate que te ve ahí, desnudo, jajaja…- Rio finalmente.

-No, por dios…- Reí con ella. -Aunque sería mejor que si me pilla tu hermana.

-¿Mi hermana?- Preguntó sorprendida.

-Sí. La de la foto.- Le dije señalando la foto que había visto antes de ir al baño.

-Esa no es mi hermana… Es… mi hija.