Las mujeres de mi familia (6)

La madre se deja seducir por su hijo por segunda vez, pero finalmente se suelta y le enseña que ella es toda una hembra en la cama.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Las mujeres de mi familia

6. Una madre cariñosa

Esa mañana despertó tarde, con la voz de su madre llamándolo desde el primer piso para que bajara a desayunar. Había tenido una noche agitada, sumido en pensamientos contradictorios que le mantuvieron en vela. Se desperezó y pasó al baño. Bajo la ducha recordó la conversación inconclusa con su madre la noche anterior. Y que esa mañana sus hermanas no estarían en casa. También recordó que esa mañana muy probablemente su madre sería suya.

La conversación entre ambos había sido muy inspiradora y creía haber vislumbrado una cierta complacencia de parte de su madre respecto de sus intenciones, las que quedaron en evidencia cuando ella miró el paquete que se le había formado entre las piernas cuando le expresó de la excitación que sintió cuando la vio masturbarse. No es que ella le hubiera insinuado algo, no, pero había algo en su aspecto, en su postura con las piernas algo abiertas, el tono de sus palabras y, finalmente, su dedo en la boca pidiéndole que callara, que le dejaron en un mar de confusión. No tenía certeza de nada, pero no podía descartar nada tampoco. Todo le parecía posible.

Creía que había llegado el momento de poner sus cartas sobre la mesa y expresarle abiertamente lo mucho que la deseaba e intentar poseerla. Después de lo sucedido en el dormitorio de ella creía que su madre podría estar molesta con él pero no podría ser indiferente a las sensaciones que su verga le había proporcionado. Por otra parte, su actitud para con ella no podría echar a perder más las cosas de lo que estaban. Nada perdía con ser evidente respecto de sus deseos. Ella era una mujer que se encontraba en una posición de debilidad por la falta de sexo y la imposibilidad de obtenerlo en otra parte que no fuera en sus brazos. Todo apuntaba a que si se manejaba bien podría obtener sus favores.

Terminó de ducharse, se vistió y bajó a desayunar, con la firme intención de que la erección que tenía en ese momento podría ser bajada por su madre.

Ella estaba radiante, enfundada en un vestido de seda que recortaba su figura bajo la tela, cuando se paraba a contraluz. Y su cuerpo se veía pletórico de vida, lleno de vitalidad. Incluso sus senos parados, con un par de pezones desafiantes empujando la seda la hacían ver más joven aún. Y qué decir de sus piernas, desnudas, que reflejaban unas carnes duras, turgentes, llamando a un macho para que las abriera y buscara el tesoro que escondían. Era un hermoso espectáculo el que se le ofrecía a la vista, por lo que el desayuno giró entre miradas indiscretas al cuerpo de su madre y el disfrute de la comida que ella le había preparado.

"¿Te gusta?"

Parada frene a él, con los brazos en jarra y la luz que se filtraba desde la ventana recortando las hermosas formas de su cuerpo, le preguntó con una sonrisa bailando en sus labios, segura de la doble intención de sus palabras.

"Exquisito"

Respondió él, captando las palabras de ella.

"¿Quieres más?"

"No me cansaría"

Ambos sabían que estaban jugando con fuego. Que sus palabras hablaban de sexo y no del desayuno. Que ella se estaba ofreciendo y él la estaba aceptando, en un juego que sabían sólo terminaría en la cama de ella.

"¿Quieres servirte?

El se levantó, con la evidencia de su excitación en su entrepierna.

"¿Por qué no te sirves tu misma?"

Ella bajó la cabeza confundida. Pasó a su lado y le sirvió café. Evidentemente, su madre no se había atrevido a seguir el juego. Comprendió que él había ganado el enfrentamiento verbal y eso le daba ventaja sobre ella. Ahora el camino le era más fácil.

Mientras él terminaba su desayuno, ella salió, escapando de él.

No alcanzó a terminar su café y salió tras ella, a la que encontró haciendo el aseo de su pieza. Ordenaba la ropa que él había usado el día anterior para llevarla a la lavadora cuando Ricardo se paró en la puerta, mirándola agachada ordenando, con sus muslos erectos, como ofreciéndose. Se acercó y tomándola de la cintura se apretó a ella.

"Ricardo, por favor"

Cuando ella se irguió, su trasero se apegó más a él y sus manos alcanzaron su estómago, atrayéndola. Su paquete se pegó las nalgas de ella.

"No. Otra vez no, por favor"

Pero el roce de sus nalgas sobre la verga de su hijo despertó sus instintos y sintió que un calor invadía su cuerpo, cerrando sus ojos mientras sus protestas continuaban.

"No sigas, no"

No había ningún intento por separarse de él, de su abrazo. Y Ricardo comprendió que nadie detendría este incesto, en el que estaba seguro que su madre participaría de manera activa, no como la vez anterior. Sería cosa de él hacerla participar.

"¿Sientes mi verga?"

"Por favor, no sigas"

"¿Sientes mi verga?"

"Si, pero para"

"No. Tu quieres que siga. Te gusta"

"No, no. Por favor"

"¿Te gusta?"

"Ricardo, por favor"

"¿Te gusta?"

Creyó que ya había hecho suficiente por salvar su prestigio y que ya era hora de disfrutar el momento. No había sido una mujer fácil entregándose a su hijo. Ella se había resistido hasta que finalmente él logra vencer todas sus barreras. Ni él ni nadie podría reprocharle nada ahora si ella terminaba por ceder su defensa a tanta tentación.

Una mujer sola, joven, sin sexo desde hace un par de años, es acosada por su hijo hasta que la naturaleza se impone y cede, entregándose al placer del incesto.

"Sssssssi"

"¿Ves? Ahora goza, siéntelo, ¿te gusta?"

"Si"

"¿Quieres sentirlo dentro?"

"Pero Ricardo"

"¿Quieres que te lo meta?"

"Ricardo"

"¿Te lo meto?"

"Hazlo"

Las defensas habían sido vencidas. El era el ganador y ella la vencida. Había sucumbido al ataque superior en fuerzas de su hijo.

Su vestido cayó y su cuerpo emergió lozano, vital, pletórico de deseo frente a su hijo que, con la boca abierta, disfrutaba del hermoso espectáculo de su madre desnuda. Rápidamente se desprendió de sus prendas y ambos quedaron en pie, abrazados, dispuestos a iniciar la cópula incestuosa que tanto anhelaban.

Se fundieron en un beso apasionado y así sus cuerpos se acomodaron en la cama, ella abriendo sus piernas para recibir al visitante en su túnel de amor, en tanto su hijo le abría los muslos donde acomodaría su pedazo de carne.

"Pídeme que te lo meta"

"Ricardo, no seas así"

"Pídelo"

Y su verga a la entrada de la vulva materna acariciaba los labios vaginales, en tanto ella esperaba ansiosa la penetración.

"Métela"

"¿Qué?"

"¡Méteme tu cosa, ya!"

El grito desesperado de la hembra en celo fue la señal para que dieran inicio al incesto, con una verga rampante que abrió los labios de la vagina de su madre y siguió invadiendo el túnel completamente, en tanto la boca de él se apoderaba de uno de sus senos que empezó a chupar desesperadamente.

Ella subió las piernas sobre la espalda de su hijo y empezó a galoparlo, deleitándose del placer de sentir salir y entrar su barra de carne desde sus entrañas. Con los ojos cerrados se entregó al placer completamente, sintiendo que las sensaciones que creía olvidadas podía volver a disfrutarlas, aunque fuera en brazos de Ricardo.

Tuvo una acabada increíble, que le permitió sentir en todo su esplendor el gusto de soltar sus flujos vaginales como una hembra completamente satisfecha por su macho. Y no había alcanzado a terminar su primer orgasmo cuando sintió que el deseo volvía a apoderarse de ella, a influjo de la verga de su hijo que no había dejado de entrar y salir. Era increíble sentir que se podía gozar de esa manera y continuar haciéndolo, sin parar.

Ni siquiera con su esposo, el padre de Ricardo, había gozado tanto y tan intensamente.

Cuando él sintió los flujos de su segundo orgasmo, sacó su verga y la acomodó de manera de que quedara en cuatro pies, en la posición conocida como "a lo perrito" y la montó empujándole su instrumento entre los glúteos, el que se fue a hundir completamente en su vagina, hasta que sus bolas chocaron contra las nalgas maternas.

Ella empezó un movimiento desesperado de atrás hacia delante, acomodándose a los de él de adelante hacia atrás, mientras los senos de ella eran tomados entre las manos de su hijo. Se sentía como una perra caliente buscando ser penetrada brutal y salvajemente por su macho, en este caso su propio hijo. El pensamiento de que la verga del muchacho estaba dentro de ella, su madre, aumentaba el morbo del momento y daba energías a su cuerpo, que se movía descontroladamente.

"Sigue, asíiiiiiiiiiiiiiiiiii"

"Toma, mijita, tomaaaaaaaaa"

"Más, másssssssssssss"

Y su hijo renovaba el golpeteo en el cuerpo de ella, acicateado por las palabras que la calentura le dictaba a su madre, que seguí moviéndose como poseida.

"Ayyyyyyyyyyyyy, qué ricoooooooooo"

"¿Té gustaaaaaaaaa?"

"Siiiiiiiii, mijitoooooooooo"

"Toma más pico, mijitaaaaaaaaaaaaa"

"Siiiiiiiiiiiiiii, mássssssssssssssss"

"Aghhhhhhhhhhhhhhhhhh"

"Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa"

Su madre acabó dos veces antes que su hijo llegara al clímax, soltándole el semen que salió de su vagina y corrió por los muslos de su madre como señal inequívoca de la intensidad de lo que habían disfrutado ambos. Y sus cuerpos quedaron tendidos en la cama, con el muchacho sobre ella y su verga aún hundida en su vulva.

Después de un rato, recuperaron la normalidad de sus respiraciones y se recostaron para dar inicio a las confidencias. Después de un momento se levantaron para almorzar.

Una vez satisfecho su apetito, fueron al dormitorio de ella a continuar lo iniciado en la cama del muchacho en la mañana. Se desnudaron y se acostaron como si se dispusieran a dormir. El se apegó a ella para transmitirle calor y sus brazos la rodearon completamente, a la altura de su estómago. Ella se dejó hacer .

"¿Puedo decirte algo?"

"Si, cariño"

"Te veías exquisita haciendo lo que hacías cuando te sorprendí, ayer"

Mientras le decía esas palabras, sus brazos la apretaron más fuerte y sintió su cuerpo apegarse más aún al suyo, al punto de sentir que en sus nalgas se insinuaba la dureza de su miembro, probablemente aún excitado por lo sucedido anteriormente. Ahora que ella había recuperado sus sentidos, la cercanía del cuerpo de su hijo le reavivó el deseo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Se acurrucó y su cuerpo se apegó más a él, de manera que sus nalgas apretaron el bulto de su hijo que se insinuaba amenazante. Buscaba que su hijo recuperara el deseo que y volviera a adquirir las dimensiones que tenía en un principio.

"¿Por qué dices eso?"

"Porque tenías una cara de deseo exquisita"

"¿Cómo puede ser exquisita una cara de mujer deseosa?"

"Es que me excitó el verte ahí masturbándote"

"No te creo. No era un espectáculo bonito"

"Si, lo era. Con las piernas abiertas y moviéndote como lo hacías"

"¿Qué tiene de bonito eso?"

"Una mujer como tu buscando el clímax es algo increíblemente excitante"

"No te creo"

"Si. No te imaginas como quedé de excitado por ti"

Ahora el bulto golpeaba sus nalgas de manera evidente, en tanto uno de sus brazos había soltado el abrazo y subía hasta sus senos, en tanto el otro se insinuaba hacia la zona baja de su barriga. Su hijo no necesitaba demasiados estímulos para calentarse, por lo visto.

"¿Por mí?"

"Si, por ti"

"Pero es que yo soy una vieja y no creo que pueda excitar a un joven"

"A mi sí"

"¿En serio?"

"¿No lo sientes?"

"¿Eso que siento es tuyo?"

"Si. ¿Te gusta sentirlo?"

"Es exquisito"

"¿Quieres que volvamos a hacerlo?"

"Si, cariñito, pero antes quiero besarlo"

"¿En serio?"

Ivonne se acomodó y mientras Ricardo quedaba de espalda en la cama, ella se apoderó de la verga de su hijo, la que empezó a mamar como si fuera una mamadera. Había tanto tiempo que no llevaba una verga a su boca que el placer de sentir la de su hijo entre sus labios casi la hace tener otro orgasmo. Siempre gustó de mamar picos y el que ahora tenía en su boca era de dimensiones como pocas veces antes había visto. Su hijo era un hombre muy bien dotado.

Después de hacerle los honores hasta sentir que los estremecimientos de Ricardo delataban que estaba a punto de acabar, aumento la presión de las paredes de su boca y le pegó un apretón final que hizo que sus fuerzas le abandonaran y soltaran todo el semen acumulado, que saltó y la cubrió completamente.

Con el semen de su hijo cayendo de sus labios, tomó su verga entre sus manos y la masajeó en busca de una nueva erección. Sus deseos insatisfechos estos últimos años eran demasiados como para aplacarlos con lo que habían hecho hasta ahora. Ella precisaba de más acción. Y estaba dispuesta a lograrlo.

Cuando la verga de Ricardo estuvo nuevamente dispuesta, ella se puso en cuatro pies y le pidió que la montara nuevamente, como la vez anterior. El puso su instrumento a la entrada de la vulva de su madre, dispuesto a repetir la sensacional cópula de hacía unos instantes, pero ella tenía otros planes. Tomó su verga y la dirigió a la entrada de su culo.

"Métela. Quiero sentirla por ahí nuevamente"

El empujó y sintió cómo penetraba su trozo de carne en el interior del culo de su madre. Cuando sintió que la cabeza de su instrumento se había introducido, empujó con todas su fuerzas y el resto de su tronco se introdujo, obteniendo un grito de ella, mezcla de dolor y de satisfacción.

Ivonne estaba empalada por su hijo, que se solazaba viendo como su verga entraba y salía del culo de su madre. Tomado de sus nalgas, empujaba su instrumento y ella movía su cuerpo hacia atrás, como adelantándose a la penetración.

"¡Cómo me gusta ser enculada por ti, cariño!"

"¿Te gusta sentir mi verga en tu culo?"

"Es rica, amor. Sigueeeeeeeeeeeeee"

La inundó de semen y cayó sobre su cuerpo, agotado por el esfuerzo reciente. Sus cuerpos cubiertos de sudor se desparramaron sobre la cama intentando alcanzar normalidad después de tanta agitación. Sus respiraciones agitadas por efecto del reciente orgasmo era lo único que denotaba que esos cuerpos estaban vivos. Tal era el agotamiento que sentían.

Se durmieron por el resto de la tarde, hasta cuando sintieron llegar a las muchachas. El salió corriendo de la cama de su madre rumbo a su dormitorio, asustado por la posibilidad de ser sorprendido haciéndole el amor. Pero a diferencia de la vez anterior, ahora no sentía remordimientos ni sentimientos de culpa. Al contrario, iba feliz por el desempeño que ese día había tenido y lo complacida que había dejado a su madre.