Las mujeres de mi familia (5)

La familia teje intrigas sexuales que se harán realidad en los siguientes capítulos.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Las mujeres de mi familia

5. Intrigas familiares

Mi madre estaba cómodamente sentada en un piso de la cocina tomando un café, sin mirarme, como tomando fuerzas para lo que vendría. Se había portado conmigo durante toda la cena con una frialdad gélida, lo que se explicaba por lo que había sucedido entre los dos a mediodía. Finalmente parecía que había llegado la hora de la verdad para mí y me tocaba enfrentar las consecuencias de lo que le había hecho. Suponía que ella estaría furiosa conmigo y que tomaría medidas extremas, acordes con la falta cometida, pero, a despecho e mis temores, se la veía con completo dominio de sus actos, como si nada alterara la placidez que su rostro transmitía. Claro que su actitud reposada podría ser la tranquilidad que precede a la tormenta. Era tal la soltura que tenía en ese momento que, sin darse cuenta, me estaba dando el espectáculo increíble de sus piernas expuestas hasta mostrar gran parte de sus muslos. Yo, en tanto, me debatía entre el temor a lo que me esperaba de parte de ella y el deseo de mirar por entre sus piernas para ver algo más de lo que escondían.

La violación de ese mediodía me había dejado con sentimientos encontrados, pues por una parte estaba el sentimiento de culpa por haber salido arrancando del lado de mi madre sin darle ni siquiera una explicación por lo que había hecho, sin alcanzar a pedirle perdón por mi falta. La había poseído y dejado de lado, sin decirle nada, y ella había quedado abandonada en la cama después de ser violada, sin siquiera una palabra de consuelo por tan detestable acción de mi parte. Me había comportado como un miserable ante ella, que la había usado como un objeto para olvidarla una vez satisfecho mi instinto animal. Y a lo anterior se agregaba el hecho de que se trataba de una violación. No era un simple acto de debilidad. Era mucho más que eso. Había abusado de mi madre aprovechándome de las circunstancias y usando mi fuerza para someterla a mis deseos. No le di ni siquiera la posibilidad de defenderse y cuando creí que iba a ser sorprendido por mis hermanas, huí como una rata, a esconderme a mi dormitorio de donde no salí en un par de horas, ocupándome por salvar mi pellejo sin importarme que mi madre fuera sorprendida con las pruebas de mi infamia, cargando toda la culpa que era solamente mía.

Esa tarde estuve encerrado y en un mar de dudas respecto de la actitud de mi madre. Cuando era la hora de cenar su voz en la puerta de mi pieza me llamó, sin que se notara nada anormal en su tono. Y cuando bajé a cenar, sentí que mi madre había optado por la indiferencia fría conmigo, comportándose natural pero sin siquiera dirigirme la mirada. A ratos me daba la impresión que mis hermanas estaban pendientes de todo lo que sucedía entre ella y yo, pero eran ideas mías, producto del estado paranoico en que había quedado, ya que parecía que no se habían percatado de que había violado a mi madre.

El asunto es que mi madre, una vez terminada la cena, se sentó en un banco alto y se tomó su café mientras nuestras hermanas iban a ver televisión a la pieza de Ingrid. Y ahí estabamos los dos solos; yo esperando el momento en que ella iniciara el fuego, pero giró en su asiento y quedó frente a mi, mostrando sus piernas generosas que ese mismo día habían sido mías, aunque fuera a la fuerza. Y se veían exquisitas, blancas y turgentes, pero inalcanzables. Es más, no debiera estar mirándolas, pero me era difícil apartar la vista de sus columnas perfectas.

¿Tienes conciencia de lo que hiciste hoy?

Su voz sonaba tranquila, sin asomo de enojo. La miré e intenté sostener la mirada pero sus piernas me atraían tanto que no pude resistir y bajé los ojos para posarlos entre sus muslos, al final de los cuales se vislumbraba la silueta oscura de su paquete.

¿Por qué no me miras?

No me atrevía a levantar la vista, avergonzado, sin atreverme a decir palabra, esperando la avalancha de recriminaciones, probablemente acompañadas de un mar de lagrimas por lo imperdonable de mi falta. Sabía que lo hecho por mí no tenía nombre ni disculpa y que sólo cabía esperar las consecuencias de mi calentura. Debía afrontar lo que viniera. Si había sido tan hombre para violar a mi madre debía serlo para enfrentar lo que vendría en represalia, aunque me daba perfecta cuenta que carecía del valor para ello.

"Mírame y dime, ¿crees que fue bonito lo que hiciste?"

Finalmente la miré. Pero la mirada de mi madre no reflejaba ni recriminación ni enojo. Sus ojos brillaban. Tal vez me equivocara, pero algo bailaba entre sus labios, muestra innegable de que no estaba molesta conmigo.

Me quedé mudo, sin saber cómo reaccionar. La visión de mi madre sentada frente a mi, con sus piernas algo abiertas y hablándome en voz queda me hizo recuperar la confianza y con ello la excitación por lo que estaba viendo.

Pero fueron sus palabras siguientes las que finalmente me trajeron la tranquilidad que tanto precisaba.

"¿Sabes?, no puedo reprochártelo"

"¿Por qué?"

"Porque ya eres un hombre".

"----------"

"Es que tu necesitabas una mujer y yo te provoqué sin quererlo"

"Pero . . ."

"No lo hice a propósito, cierto, pero necesitabas desahogarte con alguien"

"Pero te elegí a ti"

"Es que en ese momento no estaba Natalie para ayudarte, ¿o no?"

Esta frase me dejó completamente mudo, envuelto en una palidez que denunciaba el estado de estupor en que mi madre me había dejado con sus palabras.

"Los ví cuando estaban haciéndolo, ayer"

"----------------"

"Ambos son jóvenes y no hay nadie más cerca que valga la pena"

"Eso mismo me dijo ella"

"¿Ves?"

"Lo de hoy no fue porque no estuviera Natalie"

Un resto de valor me dio las fuerzas para insinuarle a mi madre que era ella a quien deseaba y que mi calentura fue porque ella puede excitar a cualquier hombre, especialmente a mi.

"¿Por qué, entonces?"

"Porque eres irresistible"

"¿Por qué dices eso?"

"Me gustó verte haciéndote lo que te hacías"

"Cómo pudo gustarte ver a tu madre haciendo eso"

"Porque tenías una cara de deseo exquisita"

"¿Cómo puede ser exquisita una cara en ese estado?"

"Bueno, para mí la tuya era irresistible. Me excitó verte ahí masturbándote"

Y el bulto se me acentuó de manera evidente. Ella no reaccionó y una rápida mirada a mi entrepierna le demostró que lo que decía era cierto.

"Con las piernas abiertas y moviéndote como lo hacías"

"No sigas, por favor"

Pero yo estaba lanzado y nada me detendría.

"Una mujer como tu buscando el clímax es algo increíblemente excitante"

"---------------"

"No te imaginas como quedé de excitado por ti"

Me levanté, pero ella, con un dedo en su boca, me hizo detener y guardar silencio. Quedamos escuchando un rato si se escuchaba algún ruido de parte de nuestras hermanas. Pero sólo nos llegaba el murmullo de la televisión en el dormitorio de Ingrid, donde ambas estaban.

"Es mejor que te retires, pero esta conversación no ha terminado"

Se retiró, pero antes de abandonar la cocina, con la mano en la puerta, me miró con intensidad y me dijo "Seguiremos mañana, en la mañana, después que tus hermanas hayan ido al pueblo" Y cerró la puerta tras ella.

En tanto Ingrid con Susana habían subido el volumen de la televisión mientras se dedicaban a lo suyo. Ingrid, más experimentada, se paró frente a su hermana y la besó dulcemente, en tanto le desabrochaba la blusa, dejando al aire sus senos cubiertos por un pequeño sostén. Después fue el turno de su falda, que quedó botada en el suelo. Y ahí estaba su hermana menor, parada exhibiendo su hermoso cuerpo cubierto solamente por un sostén blanco y un bikini del mismo color. Se miraron con intensidad y Susana hizo lo mismo con Ingrid, dejándola parada al frente, cubierta solamente con un sostén amarillo y calzón del mismo color.

Al parece Susana no quería quedar atrás en este juego y se empeñaba en demostrarle a su hermana mayor que era una alumna muy aventajada y que lo que le faltaba en experiencia lo suplía con el deseo de ponerse rápidamente al día en las artes amatorias.

Se abrazaron y besaron tiernamente, mientras sus cuerpos caían sobre la cama. Ingrid le abrió las piernas a su hermana y puso su sexo sobre el de ella, moviéndolo con fuerza, para que sintiera su bulto sobre el de ella. Eso fue suficiente para que Susana se desparramara sobre la cama en un orgasmo que le sacó grititos apagados de placer, besando apasionadamente su hermana y abrazando su cuerpo como para fundirlo al de ella.

Ingrid bajó su rostro y lo puso sobre el paquete de Susana, que empezó a morder con suavidad, mientras esta se aferraba a su cabeza y movía su pelvis como queriendo tragarse la boca que le mordía su vulva. Y volvió a acabar, casi de inmediato, en medio de gritos que ahora el ruido de la televisión casi no podía ocultar. Su desesperación la hacía mover su cuerpo alocadamente mientras sus jugos fluían de su sexo, clara muestra del estado de excitación en que se encontraba.

Susana no alcanzó a recuperarse de su segundo orgasmo cuando sintió que su calzón le era quitado con suavidad, dejando su sexo completamente expuesto. Se acomodó esperando qué otra sorpresa le regalaría su hermana. Y esta no se hizo esperar, hundiendo nuevamente su boca entre sus piernas, apretando su vulva entre los labios y metiendo la lengua entre los labios vaginales de la muchacha. Esto era mucho más de lo que ella esperaba y no le fue posible contener el flujo de líquido seminal que explotó desde su vagina, entre grito de placer, por tercera vez. Su disposición al sexo era extrema y tenía mucha energía en el cuerpo como para reponerse rápidamente después de cada orgasmo y estar en condiciones para volver a gozar de las caricias de su hermana.

"Creo que ahora me toca a mí, ¿no crees?"

Ingrid se acomodó y Susana se apoderó de sus nalgas, hundiendo su cara entre sus muslos, metiendo su boca en la gruta de amor de su hermana mayor, explorando su interior con su inquieta lengua, en busca de proporcionarle el placer que ella le había brindado recién. Y tuvo éxito, ya que Ingrid levantó las piernas y las puso sobre los hombros de Susana y empezó a derramar sus líquidos en la boca de esta, mientras su cuerpo se estremecía de placer. Su hermanita recibía los jugos en su boquita y los tragaba con fruición, encantada de comprobar que ella también podía hacer feliz a otra mujer. Y siguió chupando y pasando su lengua en la gruta de Ingrid incluso después de que esta hubiera soltado todo el jugo que su cuerpo escondía. Solamente cuando comprobó que ya no había nada que sacar del sexo de su hermanita se tranquilizó y se hizo a un lado.

Ambas quedaron agotadas por el esfuerzo desplegado y solo después de algunos minutos de descanso lograron recuperarse. Se abrazaron y besaron. Y quedaron algunos instantes en silencio, disfrutando el momento de felicidad que se habían brindado mutuamente.

"Me hiciste completamente feliz, Ingrid"

"Y tu a mi. No creí que estuvieras tan dispuesta para esto"

"Es que eres muy hermosa y tu cuerpo calienta a cualquiera"

"No sabía la dinamita que se ocultaba en tu cuerpo de niña"

"Tu lengua es incomparable, hermanita"

"Y tú, hermanita, eres pura energía en la cama"

"¿Lo has hecho con algún hombre?"

Ingrid dudó antes de responder, sopesando las posibilidades de la respuesta que diera. Si bien Susana estaba encandilada con el placer lésbico, ella conocía también lo que un hombre podía hacerle sentir y no estaba dispuesta a renunciar a ello. Quería seguir disfrutando de ambos sexos, pues en ambos encontraba placer, de distinta naturaleza, claro, pero en los dos ella había alcanzado los límites del clímax sexual. Lo quería todo, quería experimentar esos vericuetos del placer que no conocía y que ahora la llenaban de placer. Incluso lo sucedido entre su hermano y su madre le causaba atracción.

"Si, pero es diferente"

"¿Mejor o peor?"

"No, hermanita, es diferente"

"¿Quieres decir que también puedo ser tan feliz con un hombre como contigo?"

"Mmmmmm, se puede decir que si"

"No entiendo bien"

"Hay casos en que las mujeres no quieren saber nada con los hombres. Es una opción. Pero también está el caso de una mujer que disfruta con un hombre o con una mujer. Incluso con ambos al mismo tiempo"

"Me parece poco probable"

"Yo ya tuve sexo con un hombre y fui feliz. Lo hice contigo y también fui feliz"

"¿Con cual gozaste más?"

"Contigo, amor, contigo"

"¿Por qué?"

"Porque contigo hubo entrega, en tanto que con el hombre fue pura pasión"

"Pero entre tu y yo también hay pasión. Pura pasión"

"La mujer siempre entrega algo más que su cuerpo. Se entrega ella misma"

"¿Y el hombre?"

"Solo busca saciar su deseo y no entrega nada de si mismo que no sea su semen"

"Te comprendo. Afortunadamente es así, pues una mujer no tiene un pene para meterlo en una, lo que podría hacer la diferencia, pero no tiene sentimientos para entregar"

"Tienes razón. Pero tarde o temprano vas a hacer el amor con un hombre y entonces podrás evaluar por ti misma las diferencias"

"No me asusta esa posibilidad. Creo que no tendría problemas para hacer el amor con un hombre o con una mujer"

"¿Y con ambos?"

"Mmmmmmmm, no lo había pensado. Bueno. . . . no sé"

"¿Ricardo?"

Ingrid se había acercado al rostro de Susana y con su boca abierta había besado a su hermanita, mientras pronunciaba el nombre su hermano. La conversación se había hecho cada vez más excitante y ella sentía que un calorcito la inundaba nuevamente. Y cuando pronuncio el nombre de su hermano amante, sintió que los fluidos estaban a las puertas de su gruta de amor. Es que la posibilidad de involucrar a su hermanita con su hermanito le excitó increíblemente. Imaginar a Susana con las piernas sobre los hombros de Ricardo y la herramienta de este penetrándola le causó un orgasmo involuntario que la hizo estremecer mientras besaba a su hermanita.

¿Qué pasa con Ricardo?"

"¿Te imaginas teniendo sexo con él?"

"¡Pero es mi hermano!"

"Si, pero yo soy tu hermana y ya lo hizo con nuestra madre, recuerda"

"Si, pero igualmente no me imagino con él"

"Pero, ¿y si se diera la posibilidad?"

"No sé. Realmente no sé"

"¿Confías en mí?"

"Sabes que sí"

"Yo podría hacer que probaras la cosa de Ricardo"

"No sé".

"Confía en mí"

"¿Tu lo has hecho con él?"

"Si. Es el único hombre con el que lo he hecho. Y estuvo exquisito. Valió la pena"

"¿En serio?"

"Sentir su trozo de carne en mi interior fue algo increíble. Créeme"

"Mmmmmmm"

"Y chuparle el pene es una experiencia única"

"Por la manera que te expresas parece ser algo interesante como para experimentarlo"

"Déjate llevar por mí y vas a tener sexo del bueno"

"Pero, ¿y nosotras?"

"No cambiaría nada entre tu y yo. Al contrario, seria mejor pues podríamos involucrarlo en lo nuestro"

"¿Crees tú?"

"Mira, no sigamos conversando. Déjame hacer y verás que después me lo agradecerás"

"Confío en ti, hermanita"

Sin poder resistir el morbo de la conversación, las hermanas se trenzaron en un 69 que les hizo acabar dos veces seguidas, debido a la calentura que las envolvía. La idea de estar con Ricardo las hacía delirar de deseo a ambas. A una porque volvería a disfrutar con la verga de su hermano menor y a la otra por la fantasía de poder gozar con el hombre que ya había poseído a su hermana amante.

Se despidieron con un largo y apasionado beso, sellando el pacto que Ingrid esperaba concretar ese fin de semana, cuando su madre saliera a visitar a su hermana y los tres hermanos quedaran solos en casa.

Susana fue a su pieza y pasó largo tiempo pensando en las palabras de su hermana. Encerraban una promesa de placer que ella ansiaba experimentar en las manos de su hermano ese fin de semana. Al día siguiente visitaría a sus primas y sabía que sus relaciones serían diferente ahora. Ya no era la inocente muchacha que no comprendía las caricias de Paulina en sus piernas ni las efusiones con que se brindaban cariño las primas a escondidas. Ahora comprendía lo que encerraban esos abrazos y besos. Y ella sentía que el día siguiente sería diferente para ella. Para las cuatro.