Las mujeres de mi familia (4)

Dos hermanas comparten un secreto y terminan conociendo el amor lésbico.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Las mujeres de mi familia

4. Las hermanas se apoyan

Ingrid estaba en la cocina bebiendo un jugo cuando entró Susana, su hermana menor, que venía absolutamente alterada . Cerró la puerta tras ella y se apoyo contra está, cerrando los ojos y respirando profundo, como sopesando lo que tenía que decir. Y, finalmente, en lugar de hablar bajó la cabeza y ocultó su rostro con sus manos, abandonándose a un llanto descontrolado.

Sorprendida por esta reacción de su hermanita, Ingrid se acercó a ella y apoyó su cabeza en su pecho, preguntándole la causa de su conmoción, pero Susana no estaba en condiciones de hablar, sollozando entre espasmos que remecían todo su cuerpo. Decidió esperar a que su hermana se calmara para poder consultarle.

Al cabo de unos minutos Susana logró calmarse y cuando su hermana le preguntó por lo que le había pasado, la manifestó que no podía decirle nada ahí, que era mejor que fueran al dormitorio de Ingrid, que estaba en el primer piso. Algo confusa, esta aceptó y ambas se dirigieron, abrazadas, a su pieza.

Y ahí Ingrid, sentada en la cama junto a su hermana, a la que tenía tomada de los hombros, se enteró de la increíble noticia de que su madre había tenido sexo con Ricardo, su hermano, el hombre con el que ella había conocido las delicias del sexo y con el que planeaba esa misma tarde repetir la experiencia del día anterior.

No le conmovió tanto el hecho de que madre e hijo hubieran cometido incesto, pues ella misma ya lo había hecho con él, su hermano. Pero no perdía de vista que lo que su hermana le contaba podría alterar completamente sus planes, ya que podría dar paso a un escándalo que podría frustrar sus deseos de poder seguir obteniendo los favor de Ricardo. Y ella no estaba dispuesta a renunciar a las delicias que había conocido en los brazos de su hermano. Por ello es que concluyó que lo mejor era bajarle el nivel al asunto, aunque implicaba tener que aceptar un nuevo estado de cosas, en que ella no sería la única mujer de la casa que pudiera solazarse con su hermano. Ahora debería compartirlo con su madre, una mujer de experiencia. En cambio ella recién se estaba iniciando en las lídes del amor, aunque tenía a su favor la juventud, aunque su madre no era vieja.

Si lograba bajar la presión a Susana y evitar con ello el escándalo, debería resignarse a compartir a Ricardo, pero creía que su hermano estaba en condiciones de satisfacerlas a ambas, solo que ella debería ignorar lo que sucedía con su madre.

Con esos pensamientos en su cabeza, se dedicó a convencer a su hermana menor.

Le conversó largamente de la soledad de su madre, de la falta de hombre en su vida y del hecho de que, como ser humano, estaba sujeta a las debilidades del cuerpo que, en su caso, era comprensible pues se trataba de una mujer en la flor de su vida. Era su madre, pero también era mujer, una mujer aún joven, con necesidades propias de una mujer joven. Su cuerpo le pedía cosas que no podía satisfacer desde que quedó sola. Tenía solamente 36 años y ya llevaba dos sin pareja, sin alguien a su lado que pudiera satisfacer sus necesidades corporales, lo que la naturaleza le reclamaba.

Susana se sentó en la cama, interesada en las palabras de su hermana. Tal vez el hecho de que por vez primera tenían una conversación tan adulta, o que el tema fuera su madre como una mujer con carencias, lo cierto es que escuchaba con creciente interés lo que su Ingrid le planteaba. Esta, por su parte, no dejó de advertir que su hermanita, al sentarse sobre la cama, había cruzado sus piernas y con ello su falda se había subido hasta mostrar medio muslo y, al final de estos, se alcanzaba a ver la blancura de unos panties. No supo explicarlo, pero sintió que su sangre se le subía a la cabeza con la visión de esas piernas tan cerca suyo.

Sus ojos no podían evitar echar miradas furtivas por dentro de los muslos de su hermanita menor. Y entre mirada y mirada sintió que debía continuar su explicación, pero acentuando el morbo de la misma, para que su hermana se interesara más aún. ¿La razón? No lo sabía, pero algo en su interior le impelía a continuar ese camino. Era algo muy dentro de su pecho, como una brasa que a cada instante quemaba más, la que la obligaba a sentirse atraída por las piernas de su hermanita, hasta que finalmente tuvo que rendirse a la evidencia de que deseaba a su hermana. Y continuó su explicación, pero con la intención de que sus palabras provocaran a Susana, ya que sentía que su atracción por ella necesitaba ser mitigada físicamente. Esto no significaba que se hubiera olvidado de Ricardo. No. Era que la cercanía de su hermana menor, la visión de sus piernas y el paquetito al final de las mismas, la intimidad que se había producido entre ambas, el secreto compartido, la certeza de un incesto entre su madre y su hermano, todo ello contribuía para que deseara a Susana y quisiera besarla por todas partes, tocarla y hacerla gozar y que la hiciera gozar. Habría sido de fierro si hubiera resistido tanta tentación. Y ella era de carne y no de fierro.

También se sentó, quedando frente a su hermanita y, al igual que ella, recogió sus piernas y deliberadamente lo hizo de manera de brindarle el espectáculo de sus propios muslos y su bikini con algunas manchas de la humedad que su sexo había empezado de entregar. No se le pasó desapercibido que Susana le miró sus partes íntimas sin asomo de disimulo. Es más, se quedó mirando casi descaradamente, lo que aumento la humedad en su parte baja por la emoción de sentir que atraía a su hermanita.

"Por otro lado, piensa que Ricardo es el único hombre decente en este pueblo"

"Bueno, es cierto"

"Entonces, no es difícil que ella hubiera sucumbido ante su juventud"

"Si, pero. . . "

"Pero nada. Cuando el cuerpo pide sexo no es posible quedar indiferente"

"¿Aunque sea su hijo?"

"Ricardo parece estar bien dotado para hacer gozar a una mujer como nuestra madre"

"Aun así … ."

"¿Y qué esperabas? ¿Qué buscara a alguien del pueblo?"

"Pero podría haberse aguantado"

"Ya te dije, el deseo sexual es demasiado fuerte. Es irresistible"

"Mmmmmm, si. Es cierto"

"Parece que sabes bien de lo que te hablo"

"Soy mujer, ¿no es cierto?"

"¿Y cómo lo haces tú cuando sientes calentura?"

"Lo que hacen todas, en la soledad del baño, a la rápida"

"Pero eso produce una satisfacción relativa. Light. Nada más"

"Pero, ¿qué más se puede hacer? Mas vale eso que nada"

"Y, bueno. . . buscar algo más potente"

"¿Con alguien del pueblo?.¡¡¡Nooooooooo!!!!!!!"

"No me refería a eso"

"¿Qué quieres decir?

"Si vas a masturbarte, debes hacerlo bien. No a la rápida en el baño"

A esas alturas, Ingrid había abierto descaradamente sus piernas frente a su hermanita, que le miraba el paquetito sin poder apartar la vista, sin darse cuenta que su hermana había puesto una de sus manos en su rodilla, la que apretaba con suavidad.

"Creo que lo que necesitas es que te enseñe a hacerlo"

"No entiendo"

"Mira, no se trata de meterse un dedo, moverlo y ya"

"Bueno, eso es lo que hago"

"No, pues. Es mucho más. Es necesario acabar en forma, completamente"

"Pero si así yo logro acabar"

"Claro, pero quedas satisfecha por un minuto. La cosa es que goces en plenitud"

"¿Para no volver a sentir deseos al cabo de unos instantes como me pasa a mí?

"Exacto. Poder gozar tanto que te olvides de ello por el resto del día al menos"

"¿Es posible"

Susana ya estaba en sus manos, lista para hacer lo que ella le pidiera. Había caído inocentemente en la trampa y se había dejado llevar como un corderillo hasta las redes que su lujuriosa hermana la había conducido. Ingrid, por su parte, estaba feliz de comprobar lo fácil que le había resultado manejar a su hermanita, tanto como cuando convenció a su hermano. Sentía que era una degenerada que, no contenta con tener sexo con su hermano menor, ahora se aprestaba a gozar de su hermana. Pero ese mismo sentimiento le hacía sentirse poderosa, ya que había logrado manejar a dos seres cercanos para la obtención de sus fines. Estaba descubriendo que sus encantos y el poder de convicción que tenía eran dos herramientas poderosas cuando las empleaba. Y ahora las estaba empleando a fondo con su inocente hermanita.

"Para lograrlos solo necesitas que te ayuden un poquito"

"¿Tu?"

"¿Quién otra?"

"Cierto. Pero, ¿cómo se hace?"

"Abre bien tus piernas, como las mías"

"¿Así?"

"Mmmmmmmmm. Siiiiiiiiii"

"¿Qué te pasa?"

"Es que se ve tan rica la manera como muestras tus cositas"

"Bueno, lo que tu muestras también me gusta"

"¿En serio te gusta verme la cosita?"

"Ssssssi"

"¿Te gusta o no te gusta?

"Si. Me gusta"

"Ahora haz lo mismo que hago yo, ¿ya?"

Ingrid llevó su mano al paquetito que ocultaba su bikini y empezó a acariciarlos suavemente, sin dejar de mirar a su hermana, que empezó a repetir sus movimientos en su paquetito que, aunque de menores dimensiones, se veía tan apetecible como el suyo. Al cabo de unos minutos, sin dejar de mirar a Susana, estiró las piernas y se bajó el bikini, dejando expuesto a la vista de su hermanita su vulva, con sus rojos y abultados labios humedecidos por el deseo, rodeados de hirsutos pelitos. Susana no daba crédito a lo que veía y la atracción del espectáculo del sexo de su hermana se le hizo irresistible, al punto de sentir que en su interior se empezaba a anidar un fuego que pugnaba por salir. Instintivamente imitó a Ingrid y quedó con su vagina al aire, en la que era posible apreciar sus labios sonrosados y abultados por la excitación, rodeados por unos pelitos más finos que los de su hermana.

Ingrid volvió a pasar su mano sobre su sexo y Susana la imitó, sin dejar de mirar a su hermana, devolviéndole las intensas miradas que esta le daba. Al cabo de un momento, y sin dejar de tocarse, Ingrid se acercó a su hermana, con claras intenciones de besarla. Susana no se resistió. Al contrario, esperaba ansiosa que se consumara el beso y abrió los labios para recibirla. Ingrid la besó y abrazó y su hermanita se dejó besar y abrazar. Nunca antes había sentido un placer tan grande como el que le brindaba su hermana con sus labios apasionados y sus senos pegados a los suyos. Cerró los ojos y se abandonó completamente a las sensaciones que su hermana le estaba brindando.

Una mano se posó en el muslo de Susana, cerca de su sexo. Ella no hizo nada para impedir lo que era evidente. La mano empezó a trepar, hasta alcanzar la mano sobre la vulva, la retiró y la puso en el sexo de su hermana, en tanto que la mano de ella quedaba a la entrada de su túnel de amor, donde empezó a efectuar movimientos oscilatorios suaves que fueron repetidos por Susana en la vulva de Ingrid.

Al cabo de un momento, Susana sintió que un dedo se metía en su interior, buscando algo, explorando las paredes interiores de sus labios vaginales. Ella hizo lo mismo en la vagina de su hermana, en tanto los besos se hacían descontrolados. Y fue así como tuvieron su primer orgasmo lésbico e incestuoso.

Los grititos de Susana eran ahogados por los besos de Ingrid, que, por su parte, se apretó a su hermana menor para transmitirle corporalmente el goce que experimentaba. Y fundidas en ese abrazo, con sus labios sellados por un beso apasionado, ambas hermanas se entregaron a experimentar la más bella de las sensaciones que el cuerpo puede brindar: el goce sexual y su entrega de líquido seminal como prueba de entrega de una a la otra.

Continuaron abrazadas por un largo rato, sin atreverse a mirar. Cuando lograron la calma necesaria, se separaron y fue Ingrid quien reanudó el diálogo.

"¿Te gustó?"

"¡Fue increíble!"

"Me hiciste gozar maravillosamente"

"Nunca había sentido algo parecido a esto"

"Y aún hay más que podrías experimentar, te lo aseguro"

"¿Tan rico como esto?"

"Más rico, mucho más rico, puedo asegurartelo"

"Uyyyyyyyyyy. ¿Cuándo será eso?"

"Dime tú cuando y donde"

"Esta noche voy a venir a verte"

"Bueno. Te esperaré"

"¿Me vas a enseñar más cosas?"

"Pierde cuidado, que vas a aprender muchs cosas ricas"

"Bueno. Entonces nos vemos esta noche, aquí mismo"

"Pero aún falta aclarar algo, ¿no crees?"

"¿Qué cosa?"

"¿Entiendes ahora a nuestra madre?"

"Si. Tienes razón. No me gustó lo que supe, pero la entiendo"

"Es que el sexo es lo máximo, ¿no crees?

"Si. Es cierto"

Un último beso selló la alianza lésbico-incestuosa entre ambas.

Ingrid estaba feliz con este nuevo giro en su vida sexual. Respecto de Ricardo, ya vería la manera en que sacaría provecho a su desliz. Por ahora, sus sentidos estaban ocupados con el cuerpo de su hermanita, a la que estaba dispuesta a hacer gozar tanto como esperaba que ella la hiciera gozar esa noche.

Respecto a su madre, aún no tomaba una decisión.