Las mujeres de mi familia (3)

El hijo sorprende a su madre masturbándose y termina violándola, pero no sabe que es ella quien lo viola a él.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Las mujeres de mi familia

3. Violador ¿o violado?

Ese día me levanté temprano y salí a cumplir unos encargos de mi madre. En el camino al pueblo encontré un amigo que me llevó en su vehículo, lo que me hizo ahorrar cerca de una hora de tiempo. Para mi fortuna, el trámite lo efectué con una rapidez poco usual, lo que contribuyó a que me desocupe mucho más temprano y así alcanzara el bus que me dejaba cerca de casa pero que pasaba solamente dos veces al día. El asunto es que volví a la casa con más de dos horas de adelanto a la que mi madre había calculado. Y fue ese cúmulo de casualidades, mi amigo y su vehículo, la rapidez del trámite y el bus de vuelta, lo que permitió que mis planes se vieran alterados. Y lo mismo sucedió con lo que mi madre había planificado.

Entré feliz a la casa pensando en la tarde que me esperaba en brazos de mi hermana Ingrid, en nuestro refugio de amor. Fue cuando subí al segundo piso, hacia mi dormitorio, cuando el silencio reinante me llamó la atención. No era habitual en una casa siempre llena del ruido de mis hermanas, mío y de mi madre. De pronto caí en la cuenta que mis hermanas esa mañana iban a visitar a sus primas para almorzar con ellas, por ello no estaban en casa a mi regreso. En principio había supuesto que ellas estarían de vuelta cuando yo regresara, pero el tiempo ganado en mi viaje al pueblo me permitió llegar antes que Ingrid y Susana.

Me acerqué al dormitorio de mi madre para darle cuenta del encargo que me había hecho y al abrir la puerta la encuentro acostada en la cama, con las faldas subidas, los senos al aire, las piernas abiertas y una mano perdida en la mata de pelo de su sexo, donde había introducido un dedo que en ese momento se movía frenéticamente, mientras daba grititos.

"Siiiiiiiii, Ricarditooooooooo, mijitoooooooooo"

Sus ojos cerrados y la intensidad de lo que estaba viviendo la habían transportado de la realidad y no se dio cuenta de que alguien había llegado y que ahora la puerta del dormitorio se había abierto para dar paso al objeto de sus deseos.

"Ricardooooooooooooo, mijitooooooooooooo. Ricoooooooooooo"

Repetía mientras su dedo entraba y salía de su sexo a una velocidad increíble y los movimientos de su cuerpo movían la cama que golpeaba las tablas del piso con cada salto.

El espectáculo de mi madre masturbándose era algo que nunca imaginé, por ello me paralizó cuando me encontré con la visión de sus senos al aire y sus piernas completamente abiertas, en pleno acto sexual solitario. Verla así me hizo el efecto inmediato de sacar la imagen materna de mi mente para reemplazarla por la de la mujer deseable, hermosa, joven aún, de hermosas formas, carnes turgentes y un deseo increíble de gozar. Su rostro así lo reflejaba, con su boca abierta por el deseo, su lengua moviéndose entre sus dientes, los ojos cerrados y la transpiración inundando su frente. Mi madre estaba llegando al clímax y los movimientos de su cuerpo ahora eran descontrolados.

"Ricardooooooooooooooooooooooo, mijitooooooooooooo"

¿Quién sería ese Ricardo que le provocaba tal estado de lujuria? Que yo supiera no había ningún Ricardo entre nuestras amistades. No sabía de ningún Ricardo en el pueblo. Tampoco mi madre nunca había mencionado ningún Ricardo que hubiera conocido en el pasado. Estaba confundido pues el único Ricardo que conocíamos era yo. Su hijo.

¿Sería posible que todo esto se debiera a mí? La posibilidad me dejó helado pues nunca me habría planteado una situación así, aunque yo la había visto muchas veces como una mujer deseable, a la que más de alguna noche dediqué una masturbación pensando en la posibilidad de tenerla para mí. Pero siempre que la imaginaba penetrándola nunca me planteé nada respecto a sus sentimientos. Era una fantasía mía en la que ella participaba como objeto de mi deseo, sin pensar en sus sentimientos. Y ahora resultaba que ella estaba ahí, metiendo su dedo en su vagina pronunciando mi nombre. Si, el nombre de su hijo, al que deseaba como hombre. Como macho. Mi madre me deseaba.

¿Y por qué no? A esa edad, ya lo dije anteriormente, todo giraba alrededor del sexo y en este caso, a fin de cuentas, no era extraño que mi madre pudiera estar caliente conmigo, ya que yo estaba en una edad en que podría darle satisfacción como hombre. Yo podría calmar su calentura y hacerla feliz, si ella deseaba. Ese pensamiento me excitó y mi verga empezó a aumentar de dimensiones y a formar un bulto en mi pantalón, mientras observaba con atención cada movimiento de mi madre sobre la cama.

"Aghhhhhhhhhhhh, Ricardooooooooooooooooooooooooo"

Con un espasmo final mi madre tuvo un orgasmo increíble que la dejó completamente abatida, con las piernas abiertas y su mano en su sexo. Fue en ese momento que se percató de mi presencia.

Cuando ella vio a su hijo parado en la puerta estaba terminando de acabar y le fue imposible parar el torrente de líquido seminal que fluía desde su interior. Intentó cubrirse las partes íntimas expuestas y con una mano cubrió su rostro, mientras su sexo seguía entregando la prueba del goce que invadió su cuerpo. En un rapto de pudor se dio vuelta dando la espalda a su hijo, como si de esa manera pudiera evadir la realidad. El llanto surgió desde el fondo de su pecho fuerte y convulsivamente. Era la vergüenza de haber sido sorprendida por su hijo en un acto tan íntimo, entregada totalmente al goce sexual. Y lo peor de todo es que ella había repetido su nombre innumerables veces mientras con su dedo buscaba el ansiado clímax, que al conjuro del nombre de su hijo se hizo mucho más intenso y salvaje, por el morbo que le brindaba el nombrarlo. Y el había visto todo eso y escuchado su nombre en labios de su madre mientras esta se masturbaba. La vergüenza de estos pensamientos aumentó la intensidad de sus lagrimas y su cuerpo se estremeció por el dolor de haberse mostrado tan vulgarmente ante su hijo. Una cosa era desearlo íntimamente, sin que el se diera cuenta, y otra muy distinta que el se enterara de ello, y de manera tan patética como el verla haciéndose una paja mientras decía su nombre para ayudarse a alcanzar el goce final.

Al cabo de unos minutos se calmó y su llanto se tornó quedo, casi silente, pero igualmente intenso. Los pensamientos bullían en su cabeza y no encontraba la manera de ordenarlos. Estaba el hecho de haber sido sorprendida por su hijo en plena masturbación, pero él debería comprender que ella era un ser humano con sus necesidades normales y que hacía tanto tiempo que no tenía un hombre cerca para satisfacerla. Tal vez podría explicarle la situación y quizás la entendiera, pero también ella había pronunciado el nombre de su hijo en varias oportunidades mientras metía y sacaba su dedo desde su vagina, lo que no podía explicar de otra manera que no fuera el hecho de que lo deseaba. ¿Cómo darle una explicación lógica a él? A menos que inventara un amante ficticio de nombre Ricardo, pero ella nunca salía de casa y sus hijos conocían todas sus amistades. Y evidentemente no podía admitir delante de su hijo que lo deseaba.

Ella deseaba a su hijo, desde que le viera haciéndole el amor a su hermana mayor. Le vio como un hombre que podría satisfacerla sexualmente. Tenía una herramienta que podría hacerlo y a ella le gustaría sentirla en su interior, como antes sintió la de su hermano Mauricio. Pero hasta ahora había sido una fantasía de la cual su hijo participaba solamente como ser irreal, sin relación con el verdadero Ricardo. Pero ahora él estaba ahí, en la puerta de su dormitorio, después de haber presenciado el bochornoso espectáculo de su madre masturbándose mientras pronunciaba su nombre. Y las lágrimas adquirieron nuevamente intensidad al recordar la expresión de su hijo mientras ella acababa. Ese pensamiento le producía una vergüenza que le era imposible controlar y su cuerpo convulsionado por el llanto se estremecía sobre la cama.

Sintió una mano en su hombro. La mano de su hijo que le decía "mami, por favor, no llores" La tranquilidad de sus palabras aminoró su llanto y al cabo de un momento sintió que dejaba de temblar, aunque sus lagrimas quedas denotaban que la crisis no había terminado. "No llores, por favor. Te comprendo" escuchó decir a su hijo y entendió que Ricardo entendía perfectamente su situación. O al menos la parte de su necesidad de mujer. Quiso aferrarse a esa idea y borró de su mente el hecho de que su hijo la había escuchado pronunciar su nombre al compás de sus metidas y sacadas de dedo en su vulva.

"¿Me comprendes?" . "Llevas tanto tiempo sola, que es natural que sientas deseos" agregó mientras se recostaba a su lado, abrazándola amorosamente.

"Pero me viste haciendo cosas que no deberías ver"

"Pero te vi. Y punto"

"¿Crees que es bonito que mi hijo me viera haciendo esas cosas?"

"Fue casualidad"

"Eso es lo que me da vergüenza"

"Tranquila, mami, tranquila. Que el mundo no se va a acabar porque te vi"

"Siento tanta vergüenza"

"Pero fui yo quien te vio. Peor hubiera sido si te hubiera visto otro hombre, ¿o no?"

Efectivamente, Ricardo tenía razón. Ese pensamiento terminó de tranquilizarla y finalmente el llanto cesó para dar paso a una placidez que la hacía sentir muy a gusto rodeada por los brazos de su hijo. Sus palabras fueron las adecuadas para calmarla. Realmente su hijo era todo un hombre, que comprendía a una mujer como ella. Le hizo comprender que él comprendía su situación de mujer sola, insatisfecha sexualmente por tanto tiempo y que no tenía otra manera de tranquilizarse que recurrir a sus propios medios para no caer en los brazos de un hombre como esos que habían en el pueblo, que sólo pensaban en poseerla para después dejarla de lado y vanagloriarse de haber poseído a la mujer más inaccesible del pueblo en sus conversaciones de bar. Ricardo comprendía que ella no quería ser motivo de comidillo de la gente vulgar y prefería recurrir a sus propias manos antes de recibir a alguno de los hombres que había cerca. Ese pensamiento terminó de calmarla por completo y se arrellanó en la cama con una placidez que solamente podía sentir por la confianza y tranquilidad de las palabras de su hijo.

El se apegó a ella para transmitirle calor y sus brazos la rodearon completamente, a la altura de su estómago. Ella se dejó hacer embriagada por la paz y confianza que sus palabras le habían infundido y a la calma siguió una somnolencia producto de las suaves palabras de su hijo, su abrazo cariñoso y la serenidad que le invadió después de la tormenta vivida. Cerró los ojos y dejó que el sueño la venciera.

Ricardo, en tanto, no podía apartar de su mente la imagen de su madre en la cama, con las piernas abiertas y buscando satisfacción mientras lo nombraba, lo que le había producido una excitación inmediata, la que estaba lejos de haber superado. Es más, se acrecentó cuando ella se dio vuelta en la cama para darle la espalda y sus piernas mostraban la parte posterior, dejando a su vista la exquisita redondez de sus muslos. Ante esa visión era imposible estar impávido y su verga así lo demostraba, formando un bulto indisimulable que hablaba a las claras del grado de calentura que su madre le había despertado.

Sus brazos la apretaron más fuerte y su cuerpo se apegó más aún, al punto de sentir que su miembro se apoya en las nalgas de su madre. Lo sucedido anteriormente y el hecho de estar ahora tan juntos, sintiendo la calidez de los muslos de ella, en los que se apoyaba su verga, le hizo perder la noción de la realidad y a partir de ese momento lo único en que podía pensar era en satisfacer su instinto sexual con ese cuerpo que tenía al lado. No le interesaba que fuera su madre la que deseaba poseer, ya que eso no era una barrera para alguien que vivía por y para el sexo, como todo joven a esa edad del despertar sexual. Por otra parte, siempre se había sentido atraído por ella y en más de alguna oportunidad le había brindado una paja después de espiarla para ver alguna parte de su cuerpo que pudiera quedar expuesto y así excitarse. Además, después de haber tenido sexo con Ingrid, su hermana, este no sería sino un paso más en la cadena incestuosa. Pero ni siquiera en eso quería pensar, ni podía hacerlo por lo demás ya que la sangre subió a su cabeza y un solo pensamiento copó completamente su mente: poseerla. No había lugar para ningún otro tipo de razonamientos. Sólo podía sentir que debía tener sexo ahora y ya, no importando ningún argumento moral que pudiera esgrimirse en contra. La tendría y punto. Ahora y ya.

Una de sus manos subió hasta alcanzar sus senos y empezó a acariciarlos con deleite, sintiendo la dureza de sus pezones, que habían quedado muy sensibles después de la experiencia anterior. No le extrañó sentir como sus pezones aumentaban de tamaño y se ponían duros bajo el roce de su mano, ya que su madre había quedado en estado de excitación después de su orgasmo onanista. Un leve movimiento del cuerpo de Natalie le indicó que aunque no era conciente de lo que sucedía, se sentía a gusto en las manos de su hijo.

La otra mano bajó lentamente hasta posarse sobre su muslo y desde ahí empezó a subir por debajo del vestido hasta alcanzar su calzón, sobre el cual se posó, con suavidad. Un suspiro quedo de su madre le indicó que la pobrecita no había quedado completamente satisfecha con su faena anterior y que le hacía falta algo más sólido, como lo que el podía brindarle. Eso le dio confianza pues supuso que las condiciones estaban dadas para que su faena tuviera un final feliz y adecuado a sus planes. Apretó sobre el bulto que formaba el sexo de ella bajo el calzón y movió su mano para darle un masaje completo a esa zona. Al cabo de un momento sintió que su madre tenía ligeros movimientos rotatorios, acompañando sus masajes. Y lo hacía como si estuviera soñando con lo que había hecho un rato antes o tal vez con un amante imaginario, que podría ser el mismo.

Envalentonado, sacó su verga y la puso entre sus nalgas, apretándose a ella para sentir su tibieza, sus redondeces y la dureza de esa carne aún joven. La posición de su madre se prestaba para darle un exquisito espectáculo y se detuvo a mirar sus nalgas y entre ambas, su herramienta completamente endurecida, dispuesta a penetrarlo todo en busca de sexo.

Retiró la mano del calzón de ella y empezó a bajárselo, poco a poco. Cuando lo logró, se dedicó con suavidad a ponerla de espalda y abrir sus piernas. Fue precisamente en el momento en que se ponía entre las piernas de ella, con su herramienta en ristre, cuando su madre despertó, para encontrarse de espalda en la cama, sus piernas completamente abiertas, sus senos al aire y a su hijo dispuesto a poseerla, con su verga amenazante cerca de su vulva.

Era evidente que su hijo quería violarla creyéndola dormida.

Pasado el momento de estupor, ella recuperó rápidamente sus sentidos y la cercanía del cuerpo de su hijo le reavivó el deseo por él. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar en la posibilidad de que se hicieran ciertos sus fantasías sexuales con Ricardo, las que nunca pensó que se hicieran realidad de esta manera. En sus pensamientos era ella quien manejaba las riendas de la situación, pero acaba de despertar a punto de ser penetrada por su hijo. Los pensamientos se agolparon en su mente y una idea empezó a tomar forma: si él pensaba violarla, pues bien, que así fuera. Se haría la violada y de esta manera el incesto sería menos inmoral de parte de ella. No era lo mismo que una madre sedujera a su hijo para obtener sexo con él a que el hijo violara a su madre en un rapto de deseo sexual tan propio a esa edad. Si, se dejaría violar por él, pero de manera que no le resultara evidente que ella participaba tanto como su hijo en esta copula incestuosa.

"¿Qué haces, Ricardo?"

Con los ojos bien abiertos por el asombro, le miró mientras una leve semi sonrisa de se insinuaba en sus labios, como invitándolo sin palabras a continuar. El quedó paralizado por la sorpresa de verse sorprendido totalmente. Se detuvo con la verga aún erecta frente a la vulva materna, sin atreverse a continuar.

"¿Qué pretendes?"

Volvió a preguntar y la semi sonrisa se hizo más insinuante.

"Quiero tenerte"

"Pero eso no puede ser. No"

Dijo ella sin convicción. El, acicateado por el deseo, apoyó su verga en la entrada del sexo que esperaba ansioso la violación.

"No, hijo, no. No, por favor"

Y mientras decía estas palabras, su pelvis inició un suave, casi imperceptible movimiento que hizo que sus labios vaginales rozaran la cabeza de la verga, mientras sus labios hacían evidente el gusto que la situación le estaba produciendo. La suavidad, el calor, la humedad de la piel del sexo de su madre hizo efecto inmediato en él y metió completamente su herramienta en la vagina de su madre.

"No, no, no"

Reclamaba ella, con el deseo reflejado en sus ojos y en sus labios, que se abrían como buscando aire, en tanto su vulva se adelantaba al ataque, permitiendo que la verga de él se internara completamente.

Después de un par de estocadas, el invasor se rindió al no poder resistir el peso de tanta carga erótica y Ricardo acabó en el interior de su madre y finalmente quedó completamente derrotado sobre el pecho materno, en tanto ella sentía la insatisfacción de que su plan se había cumplido a medias, ya que si bien fue "violada", el único que había alcanzado el orgasmo fue él, no dándole tiempo a disfrutarlo.

"¿Qué hiciste, Ricardo?"

Puso una mano sobre la cabeza de él, en señal de comprensión. Era casi como devolverle la mano por el consuelo que él le brindara anteriormente.

"Es que no pude aguantarme. Era tan grande el deseo"

"¿Por mí?"

"Si, por ti"

"Pero es que yo soy una vieja y no creo que pueda excitar a un joven"

"A mi sí"

"¿En serio?"

"¿No lo sentiste recién?"

"Si, tienes razón. Disculpa"

Mientras conversaban, ella reanudó sus movimientos pelvianos con tal suavidad que Ricardo no se percató. Solo sintió que su herramienta volvió a tomar sus dimensiones adecuadas para un segundo encuentro como si se mandara sola.

"¿Sientes lo excitado que estoy?"

"¿Otra vez?"

"Si. ¿Te gusta sentirlo?"

Ella prefirió callar para no ser tan evidente. Pero el movimiento de sus labios vaginales no se detuvo. Eran tan lentos y suaves que era muy difícil detectarlos, aunque su efecto en la herramienta del muchacho era evidente.

"Quiero volver a hacerlo"

"Pero no puede ser, hijo"

"Pero sientes cómo estoy. Por favor"

"No, por favor, no"

Sin dejar de mover su pelvis, ella seguía negándose, sabiendo que el deseo de su hijo le impediría todo razonamiento. Ella podría suplicarle que no lo hiciera pero sería igualmente violada por segunda vez. El poder su vulva era más fuerte que el de su negativa. El no estaba para dialogar. Lo único que haría, costare lo que costare, sería violarla nuevamente.

"No, no. No, hijo, no"

Su hijo reanudó sus movimientos de mete y saca, ahora con más calma que la vez anterior. Ella, en tanto, lo abrazó y apretó su cuerpo al de él, acompañándolo en sus movimientos mientras continuaba con su oposición a lo que sucedía entre ambos.

"No, hijito, noooooo"

"Rico, mami, ricooooo"

"Para, por favor, para mijitooooooooo"

"Eres rica. Siiiiiii"

"Nooooooooo, aghhhhhhhhhhhhhhhhh"

Le era muy difícil seguir la farsa y sus palabras se hacían cada vez más participativas, delatando el estado de excitación en que estaba. Se apretó más fuertemente a él, mientras sus piernas se apoyaban en la espalda del muchacho y sus movimientos habían dejado de lado todo recato, secundándolo en las metidas y sacadas.

"Nooooooooooooo. Nooooooooooo"

"Ricoooooooooo"

"Nooooooo, mijito lindoooooooooooooo"

"Guauuuuuuuuuuuuuuuuu. Mijitaaaaaaaaaaaaaaa"

"Nooooooooo, mijitooooooo. Noooooooooo"

"Ricaaaaaaaaaaa, ricaaaaaaaaa, mamiiiiiiii"

"Mijitoooooooooo. Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa "

Ella apretó sus piernas a la espalda de su hijo y se apoyó para poder cabalgarlo con mayor comodidad, entregándose a un frenético movimiento en busca del ansiado orgasmo, mientras que él seguía enfebrecido las metidas y sacadas de su herramienta de la vulva de su madre, sin percatarse de los movimientos de ella.

Y el clímax les llegó al unísono, haciendo estremecer la cama con los movimientos de sus cuerpos, poseídos por los estertores de sus fenomenales acabadas.

Sus cuerpos quedaron desparramados en la cama, cubiertos de sudor y completamente satisfechos por la emoción recién vivida. Ella, por lo bien que habían salido sus planes, ya que había logrado poseer a su hijo sin que éste se diera cuenta de que su madre había participado en el incesto con la misma intensidad que la de él y su hijo por haberse dado el gusto de tener el mejor polvo de su corta vida, usando el cuerpo de su madre para sus fines, aprovechando el estado de debilidad de ella después de sorprenderla masturbándose.

El sonido de la puerta abriéndose les alertó. Susana e Ingrid venían llegando.

Ricardo se levantó alarmado ante la posibilidad de que sus hermanas le sorprendieran en la cama de su madre, después de haberla violado, según él pensaba. Ella armaría un escándalo delante de sus hermanas, estaba seguro, exhibiendo las pruebas de su infamia y respecto de la cual no tenía excusa alguna. Y, para empeorar las cosas, estaba Ingrid, que si se enteraba de lo sucedido rompería con él, terminando la relación que habían iniciado recién el día anterior.

Salió disparado de la pieza de su madre, desnudo y con la ropa en los brazos, buscando que sus hermanas no sorprendieran en lo que estaban. No tuvo tiempo ni siquiera para mirar a su madre, a la que suponía desconsolada por lo que le había hecho. Sin siquiera mirarla ni decirle palabra alguna, salió a su pieza corriendo, tal era el terror que le producía ser sorprendido por sus hermanas haciéndole el amor a su madre..Se sintió ridículo con tan poco airosa salida y abatido por no haber tenido tiempo de pedir perdón a su madre por la violación que había perpetrado en ella, sin sospechar que más que victimario había sido una inocente victima.

Su madre, por su parte, quedó feliz en la cama, por lo bien que le habían salido sus planes: había obtenido la verga de su hijo, que la había hecho feliz en la cama, haciéndola gozar como no lo hacía desde hacía tanto tiempo. Y no sabía el muchacho que más que violador había sido violado. Su hija Ingrid tendría poco que sacarle a su hermano el día de hoy y suponía que pronto volvería a tener sexo con Ricardo, pero ahora sería sin restricciones de ningún tipo y ella se encargaría de demostrarle al muchacho lo mucho que gozaba con su verga para que en el próximo encuentro entre los dos ambos pudieran gozar completamente del incesto iniciado.

Contenta con los planes que estaba imaginando para llevarlos a cabo con su hijo, se fue a la ducha, mientras escuchaba los pasos de una de sus hijas subiendo la escala.

Susana entró en el dormitorio a saludar a su madre, pero esta estaba en el baño, bajo la ducha. Como la puerta estaba abierta, la saludó desde la puerta y Natalie le preguntó cómo le había ido donde sus primas, a lo que la hija respondió que bien. Iba a retirarse del dormitorio de su madre para dirigirse al suyo, cuando algo llamó la atención de Susana: sobre la cama de su madre había un slip varonil. Se acercó y vio las manchas sobre la frazada. Era evidente que se trataba de semen.

Su madre recién había tenido sexo. Y esos slip eran los de su hermano, el que ahora estaba en su propio dormitorio, con la puerta cerrada.

No le cabía duda de lo que había sucedido entre madre e hijo.