Las mujeres de mi familia (2)

Los hermanos tienen sexo sin darse cuenta que son observados por la madre de ambos.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Las mujeres de mi familia

2. La curiosidad de mi madre

La casualidad marcó mi iniciación sexual. Fue casualidad la que me puso en el camino de Ingrid, mi hermana mayor, la primera mujer que tuve. Y fue la casualidad, unida a nuestra calentura y un descuido lo que me permitió lograr los favores de mi madre.

Ya les comenté de mi familia, compuesta de tres mujeres: mi madre Natalia, mis hermanas Ingrid y Susana y yo. Mi madre tenía 38 años en esa época y mis hermanas 18 y 17 años, en tanto que yo había cumplido los 17 años. Todos vivíamos en las afueras de una ciudad al sur de mi país, una región campesina que vivía su esplendor en los meses de primavera y verano. El reverdecer de la primavera, que pinta de múltiples tonos de verde el campo, en el verano da paso a fuertes calores que llaman al ocio. Son esos calores los que aprovechamos para tomar nuestras vacaciones, abandonando por un par de meses el agobio de las tareas escolares, refugiándonos en nuestro sombreado hogar cubierto de árboles y plantas que llenan de frescor los días en la casa materna.

Era verano cuando inicié mi vida sexual en los brazos de mi hermana Ingrid, a la que sorprendí leyendo una revista con fotos pornográficas en la soledad de un escondite que creía que nadie más que yo conocía. Ella estaba absorta en sus actividades "privadas" cuando llegué al mismo lugar en busca de soledad y tranquilidad. Y fue la casualidad del encuentro, el estado de excitación de mi hermana, la tranquilidad del lugar y mi naturaleza excitable los elementos que se mezclaron para dar paso a nuestro incesto, que nos dejó completamente satisfechos y deseosos de continuar satisfaciendo nuestros apetitos sexuales recién salidos a la luz. Si, porque mi hermana, con sus 18 años, era virgen, al igual que yo. Quizás esa circunstancia fue la que marcaría más fuertemente nuestra relación futura, incluso actualmente.

El goce que ambos experimentamos esa mañana en la espesura del fondo del patio de nuestra casa hizo que acordáramos otro encuentro para ese mismo día, al caer la tarde. Los dos habíamos encontrado la novedad del sexo y nuestros cuerpos estaban maravillados con el descubrimiento y queríamos experimentarlo mucho más de lo que habíamos conocido. Mi excitación era tal que medio almorcé y me refugié en mi dormitorio esperando que esa tarde terminara pronto, ensimismado en el recuerdo de las partes íntimas de mi hermosa hermana y de la expresión de su rostro cuando tuvo sus orgasmos. Sin poder refrenar mi ímpetu, me masturbé un par de veces recordándola y pensando en lo que experimentaría en unas horas más con el cuerpo de mi hermana mayor. Y creo que ella estaba en un estado similar de excitación que yo.

Cuando llegó la hora me escabullí de la casa y me dirigí al sitio convenido, donde suponía me esperaría Ingrid para continuar con nuestra incestuosa relación. Pero al pasar por una pieza de herramientas que había en la mitad del patio, junto a una pared y pegada a un sauce, una mano me atrapó y me empujó contra las tablas del cuarto. Era Ingrid.

"¿Por qué no estás en el refugio?"

"Es que no aguanto los deseos de hacerlo contigo ahora, ya"

"¿Tan caliente estás?"

"Es que fue demasiado exquisito lo que me hiciste experimentar"

"¿En serio?"

"Si. Me estaría todo el día haciéndolo contigo, mijito"

"Yo también, mijita. Hoy me hice dos pajas a tu nombre"

"Y yo me hice tres pensando en tu cosita y en lo que me hiciste"

Mientras se desarrollaba este diálogo a media voz entre los dos, ella llevó su mano a mi pantalón, el que abrió y sacó a la luz mi verga, la que empezó a mover mientras abría sus piernas y con la otra mano subía su vestido y separaba su calzón. Quité su mano de mi herramienta y la llevé a su sexo, que estaba ansioso por ser penetrado. Se abrazó a mí y abrió lo más que pudo sus piernas para facilitar la penetración. Le hundí completamente mi trozo de carne, sin miramientos. Brutalmente.

"Uuuuuuuuuuuyyyyyyyyyyyyyy"

"Mijitaaaaaaa, ricaaaaaaaaaa"

"Ricooooooooooooooo. Dale, dale, mijito"

Me así de sus nalgas y logré que de esa manera la penetración fuera total. Ella abrazada a mi, con los pies alrededor mío y yo sosteniéndola en el aire tomado de sus nalgas, que subía y bajaba al compás de las metidas y sacadas de mi verga de su vagina.

Lo que ninguno se dio cuenta, dada la excitación que nos embargaba, es que estábamos siendo observados desde el segundo piso de la casa por nuestra madre, que había ido a la última pieza a buscar una ropa que deseaba lavar. Esa pieza era el único lugar desde nuestra casa que podía observarse el lugar en que estábamos mi hermana y yo. Y era una pieza que se usaba para guardar algunas cosas y no era visitada habitualmente por ninguno de nosotros. Tal vez ese hecho contribuyó en nuestro inconsciente para que nos descuidáramos.

El asunto es que nuestra madre había acudido a esa pieza y mientras buscaba la ropa que necesitaba, algo llamó su atención en el patio. Se acercó a la ventana y su sorpresa fue mayúscula cuando vio a su hija mayor apoyada en la pared de la pieza de las herramientas, con la falda levantada, los calzones corridos a un lado, mientras su hijo menor la ensartaba. Quedó helada, sin reaccionar. Paralizada frente a la ventana, vio como su hija se movía al compás de las metidas y sacadas de su hijo, que la tenía tomada de las nalgas que sus manos subían y bajaban con cada movimiento pelviano para facilitar la penetración.

El espectáculo que se le ofrecía la clavó en el lugar en que estaba, sin atinar a reaccionar. Oculta en la semi oscuridad de la pieza, atraída por el alto grado de erotismo del espectáculo de lo que estaban haciendo sus hijos, no podía dejar de mirar y no deseaba apartarse de ahí. Una fuerza irresistible la tenía pegada a ese lugar. No quería pensar en lo inmoral del acto de los jóvenes, lo que la ataba a ese espectáculo era la alta carga de sexo que había en lo que ambos estaban haciendo: su hija gozando como ella hacía muchos años no lo hacía y su hijo convertido en un hombre capaz de hacer gozar a una mujer. A una mujer como su hija. Tal como su hermano Mauricio lo hiciera con ella hacía ya varios años, en esa misma casa, cuando eran jóvenes ( Ver "Diario Intimo", capítulo 2)

El recuerdo de Mauricio haciéndola gozar tres veces seguidas en el granero, la primera vez, vino a su mente y sintió bullir nuevamente la sangre en su interior. Su hermano había sido el mejor amante que había tenido, el que conoció todos sus secretos y al cual le brindó todo su cuerpo, que él supo aprovechar dándole goces que ningún otro hombre le diera, incluyendo su marido. Por eso es que la relación entre los hermanos siguió incluso después de casada. A veces se preguntaba si Soledad sería hija de su hermano, pues nunca tuvo certeza de quién era el padre.

Al ver a su hija Ingrid gozando con la verga de su hermano no le pareció algo descabellado pues ella también había pasado por una experiencia similar con Mauricio, al que ahora recordaba con nostalgia y mucho deseo de tenerlo entre sus brazos nuevamente. Esos pensamientos le hicieron mirar con curiosidad lo que sucedía entre sus dos hijos y pronto se vio absorta mirando los movimientos de los amantes, prestando especial atención a las dimensiones de la herramienta de su hijo, que salía y entraba cada vez con más rapidez de la peluda vagina de Ingrid, la que disfrutaba con pasión los embates del muchacho.

Y poco a poco la idea de ser ella quien estuviera en lugar de su hija se fue metiendo en su cabeza casi inconscientemente, tal vez porque viera en ella a si misma y en su hijo a su hermano Mauricio. El suyo fue un tipo de incesto similar al que sus hijos estaban cometiendo en el patio ahora, por ello no le pareció escandaloso el verlos hacerlo, pero en su cabeza se fue anidando poco a poco la idea de ser ella quien estuviera en lugar de Ingrid y la idea solo fue un paso más en la cadena incestuosa que había iniciado con Mauricio. Antes fue su hermano, ahora podría ser su hijo.

"Mijitaaaaaaa, qué ricooooooo"

"Más, más, masssssssssssssssssss"

"¿Te gusta que te lo meta?"

"Si, mijito. Dale, dale"

"Aghhhhhhhhhh"

"Qué ricooooooo, mijitoooooooo"

"Uuuuuuuyyyyyyyyyyyyyyy. Yaaaaaaaaaaaaaaa"

"Mmmmmmmmmmmmh, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii"

Sus voces le llegaban apagadas por el ruido del viento soplando entre las hojas de los árboles, por lo que apegó el rostro a la ventana para oír bien. No quería perderse detalle de lo que sucedía abajo.

"Estoy acabando, mijitaaaaaaaaaaaa"

"Y yooooooo, por segunda vez, siiiiiiiiiiiiiiiii"

"Toma, toma, mássssssssssssssss"

"Mételo, mételo, mijitoooooooo"

"Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa"

"Aghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh"

Sintió deseos de llevar sus manos a su entrepiernas y acompañarlos en el goce, pero se detuvo y prefirió ver todo el espectáculo, sin perder detalle. Y el clímax llegó a los muchachos y ambos acabaron al unísono, en una explosión de quejidos y grititos que hablaban de lo bien que estaban pasándolo.

"Ahora vamos al escondite, mijita"

"Si, vamos, que tenemos mucho más que gozar"

"Quiero chuparte la cosita, hermanita"

"Y yo tu cosita, hermanito"

Y se fueron tomados de la mano al fondo del patio, donde se perdieron de vista entre las ramas del refugio donde satisfacían sus instintos sexuales recién descubierto.

¡Qué ganas de tener a su hermano Mauricio ahora, para que le sacara todo el deseo insatisfecho desde hace tantos meses! Recostada contra la pared, con los ojos cerrados y la frente sudorosa, pensaba en lo que había visto entre sus hijos y deseaba poder tener a su hermano para dar rienda suelta a su calentura. Mauricio era el único que podría darle gusto, pues en el pueblo no había ningún hombre que valiera la pena como para entregarle su cuerpo, ya que si se acostaba con alguno, pronto sería el comidillo de todos. Y ella que era constantemente asediada sabía que para el hombre que la obtuviera sería una especie de trofeo de guerra del cual se vanagloriaría el que obtuviera sus favores.

Su reputación era muy importante para ella, por eso no había ninguna posibilidad de acostarse con ningún hombre del pueblo. Su hermano era lo más seguro, pues nadie dudaría de él y no podrían pensar mal de las visitas que de tanto en tanto le hacía, en las cuales siempre encontraban un momento para estar a solas, "conversando de la familia".

Pero su hermano hacía meses que no la visitaba. Y ella estaba que no se soportaba de la calentura que le habían brindado sus hijos recién. Y no le gustaban las actividades solitarias. Ella prefería lo tangible, una verga entre sus piernas y un hombre encima de ella, estrujándole los senos y metiendo y sacando su barra de carne de su vagina. Eso era gozar de verdad y no buscar sustitutos con sus dedos, a solas y furtivamente.

A cada momento la idea de reemplazar a Mauricio con su hijo se le hacía más necesaria y llegó a la conclusión de que el único que podría hacerla gozar ahora era Ricardo, su muchacho de 16 años y que ostentaba una herramienta, según pudo apreciar, que podría darle todo el gusto que ella deseaba.

Estuvo una hora en la oscuridad de la pieza, pensando en los pasos a seguir para lograr su objetivo, hasta que finalmente decidió que lo mejor sería enfrentarlo cuando estuvieran a solas y enrostrarle su proceder con su hermana, para a continuación, cuando el pensara que se le vendrían las penas del infierno, seducirlo. Le parecía que sería una manera inteligente de alcanzar su objetivo.

Pero Natalia no sabía que en mi vida era la casualidad la que nos marcaba los pasos, por lo que nuestros planes siempre tomaban rumbos inesperados. Y fue lo que sucedió entre ella y yo, cuando yo creí que me estaba aprovechando de ella, a la que creía dormida, para terminar teniendo una noche de sexo increíble.

En tanto Ingrid y yo estábamos en nuestro refugio completamente desnudos, ella de espalda y con los pies levantados, apoyados en mi espalda, mientras que yo la tenía ensartada y chupaba con desesperación sus senos al compás de las metidas y sacadas. Mi hermanita gritaba desesperada por el gozo que le brindaba mi trozo de carne entre sus piernas, entrando y saliendo de su sexo hambriento de verga. No le importaba si alguien la escuchaba. Estaba enloquecida gozando como una loca.

Acabó un par de veces y yo me aguantaba para seguir disfrutando de tan hermoso momento, por lo que saqué mi verga que aún estaba parada. Cuando vio que mi herramienta estaba fuera, se apoderó de ella y se la llevó a la boca, procediendo a hacerme una exquisita mamada, que me sorprendió por la maestría con la que lo hacía, considerando que era virgen cuando se me entregó, en la mañana.

" Ningún hombre me había culiado hasta ahora, hermanito, pero vergas he chupado muchas" dijo en un momento de descanso, cuando se percató de mi cara de asombro.

"Cuidado, que voy a acabar" le dije tomándola de la cabeza para apartarla, pero ella se aferró con firmeza al tronco que tenía en su boca y cuando le entregué mis jugos, estos inundaron su garganta y terminaron por caer de sus labios, mientras ella intentaba tragarlos.

"¡Qué manera de acabar, mijito!" exclamó cuando pudo hablar, tomándome la cara y dándome un beso con lengua que me traspasó parte de mi semen que había en su boca.

Recuperado de la acabada en la boca de mi hermanita, me puse entre sus piernas, las que abrí completamente y hundí mi cabeza para meter mi lengua en su concha, en busca del húmedo tunel de amor que goteaba aún restos de su acabada anterior.

"Mijitoooooooooooooooo"

Mi hermanita no pudo contenerse e inmediatamente acabó, pero no dejó de moverse en busca de otro clímax, el que decidí regalarle renovando mis chupadas entre sus labios vaginales, hasta que nuevamente me brindó sus jugos en señal de rendimiento.

Y volví a montarla, pero ahora a lo perrito. Ella en cuatro pies y yo metiéndole mi verga entre las piernas, por atrás, agarrado de sus senos. Era tan erótica la posición que ambos acabamos después de un par de movimientos.

"Toma, toma, tomaaaaaaaaa"

"Si, dale, más fuerte, yaaaaaaaaaaaaa"

"Eres rica, mijitaaaaaaaaa"

"Métela más, más, másssssssssssss"

"¿Te gusta mi pico?"

"Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii"

"¿Quieres más?"

"Siiiiiiiiiii. Masssssssssssssss"

"¡Qué rica tu conchitaaaaaaaaaaaaaaa!"

"¿Te gusta, mijito!"

"Rica tu chuchita, mijitaaaaaaaaaaa"

"Y tu pico, mijitoooooooo"

"Caliente, caliente, mijitaaaaaaaaaaa"

"Si, caliente por tu pico, mijitoooooo"

"Caliente como perra caliente, mijitaaaaa"

"Siiiiiiiiiiiii. Tu perraaaaaaaaaaaaa"

"Perra caliente, caliente"

"Si. Soy tu perra caliente, mijitooooo"

"Perra, ¿te gusta culiar conmigo?"

"Aghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii"

"Ayyyyyyyyyyyyyyy, mijitaaaaaaaaaaaaaaaa"

"Uuuuuuy, uuuuuuuy, yaaaaaaaaaaaaaaaaaa"

"Mijitaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa"

Las palabras obscenas le encantaban a mi hermanita cuando era penetrada por su hermano, por ello el clímax fue apoteósico y explotó en un volcán de semen que nos dejó completamente agotados, sin fuerzas para seguir. Después de unos minutos logramos recuperar nuestra respiración normal y ya repuestos decidimos volver a la casa, después de prometer volver a vernos en el mismo lugar al día siguiente.

La idea era tener otra sesión de sexo tan increíble como la vivida recién; pero, ya les dije, la casualidad siempre presente en mi vida sexual cambió nuestros planes.