Las mujeres de la familia

Infidelidades

Todo empezó un verano hace unos cinco años cuando se casaba mi hija menor, mi hijo ya estaba independizado desde hacía tres años. La noche de antes de la boda nos fuimos de fiesta con mi hijo y mi nuera, mis consuegros, su hija y su marido y mi yerno, por supuesto. Mi consuegra Maite es un par de años mayor que mi mujer, sin embargo parece varios años más joven por su aspecto físico, por su forma de vestir sobre todo por su personalidad. Yo tengo una herramienta que me mide 27 cms en plena erección, lo que mi mujer se ha encargado de difundir, lo cual a veces en lugar de sonrojarme me ha proporcionado alguna aventura, como con su mejor amiga Reme, ella sintió curiosidad por saber q se sentía con una polla como la mía dentro y se las ingenió para comprobarlo. O Patricia la vecina del tercero que coincidimos en el ascensor y acabamos en su casa, que no había nadie. Con Reme sólo pasó una vez, cumplió su deseo y estuvo satisfecha, pero a Patricia aún me la follo de vez en cuando.

Pues esa noche, Maite, estaba aún más animada que de costumbre.  Y notaba sus miradas esporádicas a mi paquete, que con este aliciente iba tomando mayor tamaño. Además, en el coche íbamos los cuatro, conducía Juan, mi consuegro, y como Luisa, mi mujer, se marea, íbamos Maite y yo detrás. Llegamos a una de las más conocidas discotecas de la costa. Alli pedimos bebidas para todos y fuimos a una pista de baile donde pinchaban música fiestera así y sentándonos en una de las mesas pasamos unas dos horas. Luisa me dijo que se iba a dar un paseo por la playa, que no me preocupara que la acompañaba Juan. A los cinco minutos que se marcharon le dije a Maite si no le apetecía también un paseo marítimo y aceptó de inmediato. La disco estaba en segunda línea de playa y al llegar a la primera calle a la izquierda se salía al paseo. Siguiendo por el amplio paseo íbamos hablando de todas las anécdotas  de los preparativos de la boda.

-Mi hijo quería realmente casarse –me decía Maite.- Los dos con trabajo…

  • Y viviendo juntos… -la corté yo y reímos juntos.

  • Es cierto, no es como en nuestra época.

  • Bueno tampoco somos tan mayores –maticé yo.

Entonces fue cuando oímos aquellos gemidos, venían de la orilla del mar. Pero lo peor fue oír su voz, la voz de Luisa, mi mujer. Ella siempre había gritado mucho en la cama.

-Dame fuerte Juan -fueron sus palabras. Tanto Maite como yo reconocimos esa voz. A los dos se nos borró la sonrisa inicial de estar oyendo a una pareja hacerlo en la playa. Ahora sabíamos quiénes eran esa pareja, nuestras parejas. Nos sentamos en un banco, con el paso de los minutos los gemidos se aceleraban. Cogi de la mano a Maite y nos fuimos de allí. Andando de regreso a la disco me preguntó ella:

  • Crees que ya estaban liados? O ha sido hoy?

-No lo sé Maite, lo que sé es que te voy a follar como nadie te ha follado, pero no hoy.

  • Encontraremos el momento… -me contestó ella aceptando mi propuesta.

La fiesta en la disco acabó una vez estuvimos todos reunidos de nuevo, y el día siguiente era un día largo. Nos fuimos a casa. Cambiamos de coche y subimos mi mujer y yo con nuestra hija y mi yerno, pues ella, Anna, dormiría en nuestra casa hoy para salir mañana de novia desde allí.  Al entrar en casa Luisa dijo que se iba a acostar q estaba rendida. Al quedaros solos en el salón mi hija quiso saber:

-Qué te pasa papa? Te noto muy serio. –Era cierto- yo también le había sido infiel, pero ella no se había enterado.

-No me pasa nada nena.

-Venga no me engañes, te conozco y sé que algo te pasa.

  • Tu madre estaba follando con Juan en la playa.

-Ostia, que fuerte! Estas seguro de que eran ellos?

-Maite los reconoció también.

  • Y no te has follado a Maite? Uy perdona papi, ha sido un primer pensamiento. Ya he notado que te hacías el remolón para no entrar a la habitación con ella. Oye la ya está roncando. Mira voy a preparar dos cubatas.

Se levantó, sirvió las bebidas y regresó a mi lado en el sofá, estuvo intentado darme ánimos con sus besos y mimos.

-Nos acabamos la bebida y nos vamos a dormir eh papi? Mañana lo veras todo de otra manera.

-Eres un cielo de hija.

-Y tú un padre genial. Venga a la cama…

-Me quedo en el sofá Anna.

-Quieres dormir aquí, no descansarás y mañana lo vas a notar.

-No voy a dormir con ella hoy.

-Como quieras cabezota, pues vente a dormir conmigo.

  • Pero…

-No se hable más, que es tarde ya, venga vamos.

No quedaba más remedio, el dormitorio de mi hijo, cuando se casó, la desmontamos para dejar una habitación donde Luisa hacia sus manualidades. Estábamos acostados en la misma cama con tan solo una sábana a los pies por si refrescaba de madrugada. Yo con unos boxers y ella con un babydoll y unas braguitas pequeñas.

Le di la espalda y me dispuse a dormir. Ella me abrazó desde atrás pasando su brazo por debajo de mi cuerpo. Así era incómodo dormir, pero cada vez estaba más claro que no íbamos a dormir. Ella bajo su brazo izquierdo hasta mi  pene y estuvo tocándolo por encima de la tela del bóxer hasta que este estuvo duro como nunca antes lo había sentido y es que, joder… estaba a punto de follarme a mi hija. Metió su mano por dentro del bóxer y empezó a pajearme suavemente. Se hizo hacia atrás y me hizo dar la vuelta, tumbado ahora hacia arriba. Ella se deslizó y oí que decía:

-Woooww qué pollón te gastas Andrés, esta noche no eres mi papi eres Andrés.

Intentaba metérsela toda en su boquita pero era imposible. No estuvo mucho tiempo más, se subió encima de mí y poco a poco, empezó a introducirse poco más de la mitad de mi polla, que es lo que le cabía.

-Túmbate tu boca arriba y yo te empujaré –le dije,- disfrutaras más.

Aprovechó para quitarse las prendas que la cubrían y quedarse completamente desnuda. Yo hice lo mismo. Me puse sobre ella y tras comerle los pechos y sus pezones gruesos, empecé a bombearle cada vez con más fuerza. Tuve que taparle la boca varias veces para que sus gemidos no despertaran a su madre. Su coñito estaba muy húmedo, le podía el morbo de follar con su padre. Mi pene no solo era largo, también es bastante grueso. Quizás por eso notaba su cavidad tan estrecha. No gemía, gritaba. Me daba igual que su madre lo oyera ya. Yo por evitar sus gritos la besaba, cruzando nuestras lenguas. Que buena estaba, posiblemente estaba follándome a la mejor mujer de mi vida. Y la había hecho yo a mi imagen y semejanza. Se parecía más a mí que a su madre.

-Puedes correrte dentro –me dijo.

-Y tu culito?

-Nooo, hoy no. Soy virgen… y me dolería mañana… demasiado.

-Me lo reservaras para mí?

-Ya veremos, no sé si esto… se volverá… a repetir –dijo entrecortadamente mientras la ensartaba.

-Dime que si putita…

-Haz que me corra… y ya te dire.

  • Te cuesta llegar?

-Mucho, sin embargo… una vez llego… van todos seguidos, como si… fuera multiorgásmica.

  • Te voy a tener toda la noche corriéndote puta. Te cuesta tanto con tu marido?

No sé si fue al oírme tratarla como a una puta, siendo su padre. O si fue el hecho de traerle la imagen de su marido. El caso es que algo hizo conexión en su cerebro y se corrió durante largos segundos, tensando su cuerpo, para luego relajarse y volver a tensar… yo seguía entrando y saliendo de su cueva ahora más encharcada y cuando noté que ya se relajaba del orgasmo empecé a darle duro y fuerte, muy fuerte y duro… ella me rodeó el cuello con sus brazos y enlazó sus dos piernas a mi espalda. Como no queriendo dejarme escapar, como no queriendo que dejase de golpear su coñito con mi estaca. Y tenía razón, a partir de ahí se sucedían sus orgasmos hasta llegar al punto de quedar desmadejada sobre la cama, con las piernas y brazos extendidos y entonces me vine, ya hacía días que su madre y yo no lo hacíamos y toda mi carga de semen la vacié en su interior. Me cogió la cara com ambas manos y me dio un beso dulce, breve sin lengua, se dio media vuelta y quedó dándome la espalda. Mi herramienta estaba igual que en otras ocasiones siendo más joven medio flácida, pero a la mínima estimulación preparada para ser utilizada de nuevo. Mi hija iba a dormir poco aquella noche, me gustaba demasiado. Y quizás no tendría ocasión de volverla a tener como mujer. Ella estaba sudada, yo también, dándome la espalda y medio adormecida. La rodeé con mis brazos. Ella al pasarle mi brazo derecho lo cogió con su mano y lo puso sobre sus pechos, sobre su teta derecha.  Mi polla rozaba su culo, lo frotaba.

-Nooooo –me dijo ella, temiéndose que quería atacar su retaguardia.

  • Ya lo sé mi vida, por ahí hoy no. –le dije dejando abierta la puerta.

El roce con su culo me había puesto la herramienta a tono nuevamente y le gustó notarlo porque paso su mano derecha hacia atrás y asió la tranca que pugnaba por volverla a penetrar. No hizo falta decir nada más, ella misma se dirigió la polla a su coñito y yo hice el resto, parecía que su vagina se había alargado pues ahora sólo faltaban dos dedos para enterrarle completamente la polla en su interior. En seguida empezó a gemir, más y más alto. Le cogí un pezón y se lo pellizqué y se lo apretaba y ella gritaba, no sé si de dolor o de gusto, pero por su manera de gritar creo que era de gusto. Oí un ruido fuera de la habitación me giré y no vi a nadie, sólo escuché unos pasos que se alejaban. Al saber que mi mujer nos  había visto y no había dicho nada no pude aguantarlo y me corrí por segunda vez dentro de Anna, esta vez una corrida menos abundante de semen q la primera. Ella se había corrido dos veces más y se quedó exhausta pero yo estaba embravecido y no podía parar, aunque mi falo ya no me siguiera el ritmo. Bajé por cuerpo hasta quedar entre sus pierna, frente a su coñito, no se el tiempo que se lo estuve comiendo, chupándole el clítoris mordiéndoselo, metiéndole la lengua todo lo que podía, y así, sin darme cuenta me quedé dormido con la lengua metida dentro de ella.

Si os ha gustado esta primera entrega, hacédmelo saber y seguiremos la serie, que material hay.