Las mentiras
Llegó a mi peluquería un chico contando gran cantidad de mentiras que decía mi novio sobre mi y claro tenía que demostrar que estaba totalmente equivocado.
LAS MENTIRAS
Me encontraba, como cada día a última hora, terminando de recoger la peluquería, cuando de pronto llamaron al timbre. Al principio no hice caso, pero ante la insistencia fui abrir. Al hacerlo, apareció un chico impresionante, de los que no pasan desapercibidos, con una camiseta que parecía que iba a romperse y un tatuaje en el brazo muy chulo.
Le dije:
Perdona, pero ya he cerrado
Oh, vaya, he llegado tarde. Lo siento, quizás venga otro día.
Como quieras. Hoy ya es tarde.
El chico me miraba detenidamente y con bastante descaro, teniendo en cuenta que mi vestido de esa noche era considerablemente corto. Él insistió:
Es que venía recomendado por tu novio. Debes ser Laura...
¿Cómo? Sí... soy Laura.
Venía por mediación de Nacho, suponiendo que sea tu novio.
Claro, Nacho es mi novio y tú eres...
Soy compañero suyo... taxista, como él. Me llamo César.
Sí claro, Nacho me habló de ti. Un chico fuerte, rubio...
Me quedé cortada en el momento en el que iba a añadir que además estaba muy bueno, pero es que ciertamente lo estaba, pero solo lo pensé. César se disculpó:
Bueno, entonces me vengo otro día.
No, César, pasa, ¿que querías hacerte?
Un corte normal.
Ok., pasa y siéntate que te lavo la cabeza.
No quiero molestar.
Tratándose de un compañero de mi novio, para nada.
No puse objeción para hacerle el favor y es que el tío estaba como para hacerle mil y un favores. Le lavé la cabeza concienzudamente, no porque no tuviera el pelo limpio, sino porque me gustaba meter mis dedos entre su cabello mojado. Normalmente me agrada hacer ese tipo de masaje, pero si el tío esta bueno, como era el caso, con más motivo. Le invité a que se sentara en el sillón y me dispuse, tijera en mano a cortarle el cabello.
El chico no dejaba de mirarme a través del espejo que estaba justamente delante de nosotros, además con desfachatez, sin cortarse nada, algo que por cierto, siempre me agrada, quiero decir que cuando un tío te mira de esa manera, mi chochito reacciona palpitante. Esta era una de esas veces en las que te sientes muy bien cuando alguien te observa con tanto deseo y descaro.
César me agarró de la mano y me dijo:
¿Sabes Laura?, tienes unas manos muy dulces... bueno toda tú eres muy dulce.
Gracias.
Es cierto, pero no solo eso, sino que tu chico me mintió.
¿Como?
Sí, cuando me contó que tenías una peluquería, le dije que me pasaría para cortarme el pelo aquí, pero él insistía en que no, que era una peluquería más bien de señoras, que además tú eras algo borde y que no me iba a gustar como cortabas el pelo...
Espera, espera. ¿Que te dijo qué?
Sí, bueno, no pasa nada... solo me dijo eso...
Por supuesto que sí pasa, es un cerdo. ¿Cómo puede decirte algo así?
Pues eso digo, porque ni esto es una peluquería exclusivamente de señoras y además de ser tan distinta de como te había imaginado, me has tratado muy bien, vamos, de cine... quiero decir que no eres nada borde, en absoluto.
Claro que no. Será cabrón. ¿Y que más te dijo?
Pues me dijo que eras morena, bajita, algo rechoncha. Y... ¡Eres todo lo contrario! Rubia, alta, delgada... guapísima.
Gracias, ¿Te dijo que yo era rechoncha? ¡Que hijo de puta!. ¿Qué más te dijo?
Me dijo que tus tetas no eran muy bonitas y parecen enormes y alucinantes.
No se lo que pasó por mi cabeza, pero ese tío me molaba demasiado, me iba calentando cada vez más y estaba más que dispuesta a mostrarle lo que hiciera falta. Ver a ese chico hablando de mis tetas, fue agradable, pero más cuando llevó su mano a una de ellas y la sobó descaradamente. Tampoco puse objeción cuando soltó el tirante de mi vestido y la teta saltó afuera, ante su cara. Miró fijamente a mis ojos y añadió.
Seguramente tampoco será verdad eso de que son de silicona.
¿Te dijo que no eran naturales?
Pues sí. Y veo que parecen muy, muy naturales, ¿puedo?
Evidentemente no me opuse tampoco, dada la situación y claro cuando una tiene que demostrar que sus tetas son de verdad ante un chico tan buenorro, pues eso, le dejé hacer. César, no contento con manosearlas, me agarró por las caderas y llevó su lengua hasta mi pecho izquierdo que quedaba a la altura de su boca. De ahí creo que caí en la perdición, pues esa lengua me despertó los más ocultos deseos y unas ganas de exponerle lo que hiciera falta y mucho más. Que lengua más perversa tenía.
Seguí preguntándole por las cosas que mi novio decía de mí.
¿Qué más te contó Nacho?
Me dijo que acostumbras a llevar unas bragas grandes y ya imagino que...
Sin dejarle terminar, me subí el vestido para que viera mi tanga blanco que apenas tapaba ligeramente mi sexo por delante y prácticamente nada por detrás. Me di la vuelta para que me reconociera bien y acreditara por si mismo que no era cierto lo de las bragas grandes.
Joder, pues si que era mentira. El tanga te queda de miedo.
Claro, no sé por qué dice eso, siempre llevo tangas pequeños.
Entonces, ¿imagino que tampoco es verdad que tienes un coño peludo?
¿Cómo?
Sí, me dijo que no cuidabas mucho tu chochito y no te lo arreglabas.
Será hijo de puta, pero si me lo afeito entero para él.
¿Sí?
No hubo discusión, César lo comprobó en primera persona, permitiéndole que bajara mi tanga con sus propias manos y viendo que a la altura de sus ojos se descubría un coño completamente rasurado. El tío alucinaba, pero animada por todas las mentiras que le habían contado, me quité el vestido por completo mostrándole mi cuerpo al desnudo, para cerciorarle de todo cuanto decían de mi eran auténticas mentiras y poniendo los brazos en jarras añadía envalentonada:
¿Qué más te dijo ese cabrón?
Pues creo que todo era mentira, estás muy buena Laura, menudo cuerpazo tienes.
Gracias César. Estoy confusa. No entiendo por qué te mintió de esa manera, siempre procuro cuidarme para él, estar bonita y...
¿Qué tal besas?
Me interrumpió con esa pregunta. Y le contesté más confundida.
Pues no sé, creo que bien.
Me imaginaba, dice tu novio que tampoco sabes besar, que eres bastante puritana.
Me senté en las rodillas de César y sin apenas dejarle terminar la frase saqué mi lengua y fui en busca de la suya para demostrar no solo que sabía besar, sino que iba a poner todo el empeño en hacerlo de forma especial, expresándole que besaba mucho mejor de lo que esperaba. Me esmeraba en que mi lengua rodease la suya que mis labios le apretasen contra los suyos y que mis manos agarraran su cabeza para hacerlo con más tesón. Un morreo que le pegué con todas mis ganas.
Me separé de él preguntándole:
¿Que te ha parecido? ¿Beso bien?
Joder, besas como una diosa.
¿Entonces por qué coño te ha dicho todo eso? No lo entiendo.
Supongo que o bien no te estima tanto como esperabas o simplemente que no se fía de ti.
¿Qué no se fía? Pues nunca le he dado motivos, vamos, lo que no imaginaba es que tuviera que mentirte para eso. ¿Qué más te dijo?
Pero Laura... yo no sé.
Dímelo.
Que no se la chupabas...
Desnúdate César.
El chico con cara de bueno se fue desvistiendo hasta quedar completamente desnudo y en realidad ese cuerpo era todavía mejor al desnudo de lo que yo había imaginado.
Su polla se mostraba exultante. La cogí con fuerza con mi mano, meneándola. Yo añadía
- ¿Te dijo que no se la meneaba así?
No contestaba, se limitaba a recibir esa paja que le hacía con todas mis ganas, con la intención de demostrarle que además de mi cuerpo desnudo, iba a darle el mayor placer que hubiera recibido nunca.. Solo seguía masturbándole y preguntándole con voz de zorrita:
¿Qué tal lo hago?
Muy bien Laura... muy bien...
Sostenía esa polla cerca de mi coño, imaginando como sería verla desaparecer en mi interior.
Empujé a César contra la silla y me arrodillé entre sus piernas. Una mirada a los ojos, con mi mayor cara de vicio, antes de comentarle:
- Ahora me vas a decir si la chupo bien o no ¿De acuerdo?
Y dicho y hecho, sostuve nuevamente aquel miembro gigante entre mis dedos y me lo metí en la boca. César dejó caer un suspiro profundo, señal inequívoca que mis labios estaban haciendo su labor. Me separé de él para preguntarle:
¿Cómo va la cosa?
De miedo Laura, continúa.
Ahí volví yo al ataque devorando aquel trozo de carne que se introducía en mi boca hasta lo más profundo, rozando mi lengua y mis dientes y acelerando el ritmo de mi cabeza para demostrar que mis dotes de mamadora iban más allá de las de una aficionada, incluso de las de una novia amante y fiel, sino como las de una auténtica puta.
El chico se lo estaba pasando en grande, cerrando los ojos una y otra vez, solo para abrirlos y mirarme fijamente cuando yo le devolvía esa mirada de forma lasciva. Me levanté sin dejar de menearle esa verga para interesarme por otra nueva patraña:
¿Te dijo como follaba?
Sí, me dijo que normalita, nada del otro mundo.
Bueno, pues ahora lo vas a comprobar también.
Me di la vuelta y echando un poco saliva en la punta de su polla me abrí de piernas y me senté sobre su regazo, quedando de espaldas sobre él. Pasé su instrumento por mi raja y tras varios masajes, me la metí de sopetón. Luego dejé caer todo el peso de mi cuerpo sobre él, hasta sacarle más de un suspiro y de paso disfrutar yo de lo que era una buena polla en mi coño caliente.
Vaya polvazo que estaba echando con ese chico sin comerlo ni beberlo, para demostrarle a él y a mi misma que era capaz de darle todo el placer del mundo. César me agarraba por la cintura y yo me dejaba caer una y otra vez con fuerza, para que me llegara hasta lo más profundo del útero. Insistí con mis preguntas.
- ¿Qué más te dijo ese hijo puta?
César tardó en responder, sin duda porque aquello le estaba superando las expectativas. Inquirí en la pregunta, interesada en demostrar muchas más cosas:
Vamos, dime que más te contó ese cerdo.
Pues que no te dejas por el culo.
Será cabrón...
Me unté un poco de vaselina que tenía en el estante, le embadurné la polla a ese fascinado chico y me la clavé de golpe por el culo. La primera impresión para los dos fue muy fuerte, pero colosalmente placentera, tanto que ambos dimos un gemido largo.
Sin apenas poder hablar, le insistía:
¿Que te parece mi culito?
Una pasada, nunca había probado un culo igual.
Me volvía loca estar sodomizada por ese chico mientras nuestra imagen quedaba reflejada en el espejo, queriendo pagar esas mentiras con un buen polvazo y una imagen inolvidable de los dos follando.
Veía que César no iba a aguantar mucho más. Entonces añadí mi pregunta:
¿No me digas que te ha dicho que no me gusta que se corra en mi boca, el muy guarro?
Pues sí.
Bueno, pues sácala de mi culito y quiero que me llenes toda la boca de tu leche, porque eso es verdad, nunca le dejé que lo hiciera, pero hoy me voy a tragar toda sin dejar escapar una gota..
De golpe, sin dar tiempo a nada, César orientó su glande hacia mi garganta y el primer chorro salió jubiloso hasta lo más profundo, otro se depositó sobre mi lengua y así otro y otro, llegando a bañar mi cara con algún descontrolado disparo.
Recogí toda esa leche de mi rostro, la metí en mi boca con puro vicio y la tragué con ganas, como nunca.
Aun tuvimos tiempo de echar otro polvo sobre la mesa, en varias posturas, arrancándome varios orgasmos maravillosos y obteniendo igualmente él, todo el placer que sin duda no se esperaba.
Una vez descansamos tras esa larga sesión de sexo salvaje, tumbados sobre un pequeño sofá, Cesar, se levantó exhausto y me dijo:
Laura, tengo que confesarte algo...
Dime ¿Alguna mentira más?
No, simplemente que Nacho no dijo todas esas cosas, no mintió sobre ti, he sido yo el que me he inventado todo. Me he aprovechado de esta situación.
¿En serio?
Si.
Jajajajajajaja.
¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
Bueno, yo también debo confesar algo jajaja
¿El qué Laura?
Pues que lo sabía desde el principio, mi novio no se llama Nacho, se llama Pedro y no es taxista, trabaja en un banco jajajaja
Sylke
(28 de Julio de 2007)