Las Mellizas
Dos concuños, casados con gemelas idénticas, descubren que tanto se parecen.
Como todos los sábados mi mujer y yo nos reunimos con su hermana gemela y su marido. Estas reuniones eran muy agradables, pues por fortuna mi concuño y yo tenemos mucho en común. Entre otras aficiones, ambos jugamos ajedrez con un nivel parecido, así que teníamos mas o menos la misma cantidad de triunfos y derrotas. Ambos somos de poco beber, pero nos gustan los buenos vinos. En fin, las hermanitas se reunían en la cocina y sus maridos lo hacíamos en el salón, cenábamos, mas tarde salíamos a bailar y cada quién a su casa.
No variaba mucho la rutina de esas noches, a veces cenábamos fuera, otras veces íbamos al cine o al teatro, en fin, bastante tranquilo. Lo mas atrevido que hacíamos era cambiar de pareja al bailar y aunque si había ciertos frotamientos, no pasaba de ahí. Aunque a decir verdad, no era totalmente inocente, pues invariablemente me excitaba y sin duda mi esposa también, pues al regresar a casa teníamos unas sesiones sexuales mas ardientes que lo normal.
Una noche no pudimos salir a bailar, como lo habíamos planeado, porque se desató una tormenta. Por la misma razón no pudimos regresar a casa y nos quedamos a pasar la noche con mi cuñada y su esposo. Pusimos un poco de música y bailamos como siempre incluyendo el intercambio de pareja. Desde luego que era morboso agasajarte con la cuñada, pero son tan parecidas física y anímicamente, que no habría mucha diferencia.
De repente se cortó la energía eléctrica y nos quedamos sin luz y sin música. Luego, considerando que la noche apenas empezaba, nos sentamos a platicar. La conversación abarcó toda clase de tópicos, hasta que llegamos al tema sexual. En este contenido abordamos desde luego el de intercambio de parejas, para algo mas que bailar (Así lo dijimos). Hasta ese momento no pensaba yo que llegaríamos mas lejos de algunas risas traviesas. Pero mencionamos el hecho de que ninguno podía distinguir claramente cual de las dos era su esposa. Juntas notábamos algunas diferencias, pero separadas era difícil decir cual era cual.
Mi concuño dijo entonces, que si en algún momento ellas decidían cambiar de pareja, nosotros no nos enteraríamos. A mí me agradó este comentario, porque estuve de acuerdo en eso y además, pensé que sería una buena fantasía para esa noche pretender que estaba con mi cuñada y que mi esposa se había quedado con su cuñado sin decirnos ambas la verdad. Mi cuñada dijo a continuación: "¿Cómo reaccionarían si hiciéramos eso?" Ambos aseguramos que lo tomaríamos con bastante filosofía, pero la verdad es que yo empecé a sentir un revoloteo en el estómago, presintiendo algo. "¿Aceptarían hacer el intercambio?" Dijo entonces mi mujer. Mi concuño y yo nos volteamos a ver un tanto incrédulos e interrogándonos mutuamente con la mirada. Ambos dijimos que si. Mi mujer se me quedó viendo y me dijo: "Nosotras haremos lo que ustedes quieran, yo con mi cuñado y mi hermana contigo, ¿Estas seguro de aceptarlo?" Mi cuñada interrogaba a su marido de la misma manera, pero nosotros ya no estábamos dispuestos a dejar pasar la oportunidad y aceptamos.
Las hermanitas se pusieron de pie y cada una se dirigió al marido de la otra y se sentaron en nuestros respectivos regazos, empezamos a besarnos con una pasión mal contenida, enseguida ambas se pararon al mismo tiempo y nos jalaron de la mano y fuimos conducidos cada quién a una recámara, me llamó la atención que mi mujer llevó a su cuñado a la alcoba principal y mi cuñada me guió a la de invitados. No recuerdo si nos quitamos mutuamente la ropa o cada quién la suya, solo recuerdo que nos deslizamos desnudos sobre las frescas sábanas y que ya estaba yo adentro de ella, como si lo hubiéramos hecho siempre.
No hubo sorpresas, pero si enorme pasión. Estaba yo tan excitado que apenas empezaba y ya había terminado, bueno, a medias, porque no desapareció la erección y pude de una sola vez echarme el segundo, descansamos un rato platicando y vino el tercero. Dormimos abrazados y al amanecer tuvimos otros dos encuentros. Nos levantamos a desayunar y nos encontramos con nuestros cónyuges que salían a lo mismo. Las dos hermanitas se dirigieron a la cocina y mi concuño y yo nos sentamos a la mesa en el comedor, nos agradecimos y felicitamos mutuamente por la noche disfrutada y escuchamos a nuestras mujeres reír pícaramente en la cocina, seguramente haciendo comparaciones o comentarios traviesos. Finalmente salieron con el desayuno y se sentaron junto a nosotros.
Nos preguntaron solícitas si habíamos pasado una buena noche y si estábamos conformes con los acontecido y dispuestos a repetirlo, a todo respondimos en forma afirmativa y entonces nos dijeron: "Les tenemos dos noticias, una buena y otra mala. ¿Cuál quieren primero?" Prefiero siempre salir de apuros, así pedimos la mala. Mi cuñada sentada junto a mí dijo: "Anoche les hicimos trampa, cada quién durmió con su pareja legítima" Tanto mi cuñado como yo nos sentimos un tanto decepcionados, pero nos reímos de la forma en que influye la mente, pues la idea de haber estado con nuestras cuñadas nos había incrementado la libido. Entonces pregunté: "¿Y cual es la buena noticia?"
Ambas hermanitas se vieron entre ellas y luego, volteando a ver cada una a su pareja nos espetaron: "¡Felicidades! Durante los dos últimos años han estado durmiendo con las dos, cada sábado que nos reunimos cambiamos de ropa y de marido".