Las mejores resacas (1)
Después de las grandes fiestas siempre están las grandes resacas, pero con ella son mucho más agradables...
Me desperté poco a poco, notando progresivamente como el malestar se apoderaba de mi cuerpo.
-Me podría haber ahorrado los chupitos – Pensé mientras la angustia nacía de mi interior.
Poco a poco me incorporé, sentándome en la cama, miré a mi derecha y allí estaba Matilde, con su espalda desnuda, cubierta únicamente por su pelo rojo y por una fina sabana a la altura de la cintura. Me estiré para coger el agua, pasando el brazo por encima suyo, sin querer apoyé la mano demasiado cerca de su cabeza, hundiendo la almohada y moviéndola, mi mente no estaba para esos detalles. Ella despertó y me vio bebiendo a su lado.
-Menuda resaca, vaya mierda. Tengo una angustia que no puedo con mi vida. - Dijo mientras se giraba hacia mí, apoyando su cabeza en mi pierna.
Yo acabé de beber y volví a tumbarme en la cama. Al hacerlo, ella apoyó la cabeza y la mano en mi pecho, dejando mi brazo por detrás de su cabeza. Volvimos a dormir durante un par de horas más.
Cuando volví a despertar la resaca era algo más llevadera, la angustia seguía presente pero ahora era soportable. Al moverme un poco me percaté que la mano de Matilde había pasado de mi pecho, ahora estaba cogiendo mi pene, no le di más vueltas, es algo que hace habitualmente, y me giré a ver si dormía. Con mi movimiento ella abrió los ojos poco a poco, a pesar de la resaca y del maquillaje corrido estaba preciosa, me quedé mirándola y le di un beso.
-Buenos días bonita. ¿Va a mejor la resaca?
-No, para nada- Dijo poniendo cara triste, como si fuese una niña pequeña. -Que va, algo si que ha mejorado- Al decir esto, sonriendo, se arrimó más a mí, acomodándose y cogiendo mejor mi pene.
Yo le sonreí y estiré el brazo que tenía envolviéndola para llegar hasta la parte superior de su culo. Ella me miró y me sonrió, acto seguido, empezó a besar poco a poco mi pecho, subiendo hacia el cuello. Yo me dejé llevar por la situación, cerrando los ojos y levantando la cabeza para dejarla hacer. Sus besos fueron acompañados por el suave movimiento de su mano, que subía y bajaba mi pene lentamente. Poco a poco mi pene empezó a reaccionar a sus movimientos y a sus besos, los cuales habían pasado a ser pequeños mordiscos por el cuello, que empezaban a excitarme mucho, cosa que ella fue notando. Poco a poco fue poniéndose sobre mí, empezando a bajar sus besos a la vez que lo hacía ella, era una sensación muy agradable, no solo por los besos sino porque sentía sus tetas calientes sobre mi cuerpo. Mis manos acompañaron sus movimientos, y mientras ella bajaba mis manos subían, desde su firme culo hasta, poco a poco pasando por todo su cuerpo, coger su pelo cuando ella llegó a mi cintura. Empezó a besar suavemente mi cintura, acercándose peligrosamente a mi sexo, apartó mi pene, que iba creciendo poco a poco, para bajar por su lado besando mi ingle. En un momento dado, cuando mi pene empezaba a estar totalmente erecto, lo cogió, y no sin antes dedicarme una mirada risueña e insinuante, pasó su lengua desde los huevos hasta el glande, sin dejar ningún espacio sin recorrer. Ese movimiento hizo que se me erizara la piel, yo me estaba preparando para que en cualquier momento se la introdujera en la boca y empezara a mamarla, cuando, de repente, volvió a hacerla a un lado para deshacer el mismo camino que había hecho a besos, pero esta vez pasando su lengua. Me quedé mirándola y mi cara debió decir el resto.
-Objetivamente no va a pasar con esta resaca- Dijo mientras se reía, lo cual me hizo reír a mí también.
En su ascenso fue pasando la lengua por todo mi cuerpo, al llegar al cuello me cogió de la cara y empezamos a besarnos muy intensamente. Ella aprovechó el movimiento para ponerse encima de mí, sentada sobre mi cintura, presionando mi pene, ya erecto, contra su muslo. Al colocarse, mis manos fueron subiendo poco a poco por sus muslos hasta encontrar sus caderas, mi vista no podía ser mejor, donde acababa mi cintura empezaban sus muslos, abiertos, tapada únicamente con unas braguitas negras de encaje, estas acababan en su fina cintura, que subía hasta llegar a sus pechos, coronados por unos pezones rosados marcadamente erectos, apenas cubiertos por su pelirrojo pelo. Se levantó lo justo para permitir a mi pene situarse entre los dos, presionado ahora por su sexo. Empezó a moverse lentamente, rozando sus braguitas, que empezaban a humedecerse, con mi pene, en un movimiento lento que fue intensificando poco a poco. Mis manos pasaron de su cadera a su culo, acompañando el movimiento y separando sus nalgas para forzar más el roce de mi pene con su vagina. Estuvimos en esa postura unos segundos, finalmente yo me incorporé, cogiéndola de la espalda y acercándola a mí cuerpo para besarla, sin que ella dejara de moverse en ningún momento. Poco a poco, con toda la delicadeza que pude, ya que ninguno de los dos estaba para movimientos bruscos, fui girándola sobre mi para dejarla tumbada, cosa que ella facilitó arrimándose para que pudiera girarla sobre mí. Cuando la posé sobre la cama empecé a acariciar su cuerpo con el dorso de mi mano, fui bajando desde la cara, pasando por el cuello, bordeando su pecho y rozando su pezón, bajando por su tripa, hasta llegar a su ingle, donde pasé acariciando su muslo, rozando sus braguitas, de donde se escapaban sus labios, para acabar pasando mis dedos por el centro de sus bragas ya húmedas. Me quedé incorporado a su lado, pasando mis dedos por el centro de su braguita poco a poco, mirando como cerraba los ojos y entreabría la boca para empezar a soltar ligeros gemidos. Entonces me acerqué para lamer su pezón, pase la lengua suavemente, bordeándolo, haciendo círculos a su alrededor, para, finalmente, introducirlo en mi boca y morderlo con cuidado. Ella no pudo contenerse y un gemido algo más sonoro se le escapó, entonces fui bajando de su pecho a su tripa, y de ahí a su ingle. Mis besos iban acompañados de pequeños mordiscos, que se iban acercando poco a poco a su vagina, cuando estaba a pocos milímetros pasé mi lengua por uno de sus labios, que había escapado de su braguita. Con la mano retiré a un lado la única prenda que llevaba y pasé mi lengua justo al lado de su coño, pasando por uno de los labios y dejándolo totalmente empapado. Mis manos fueron a su cadera y entonces introduje mi lengua justo por el medio de sus labios, notando el calor que desprendía y llenando mi boca de un suave sabor acido. Aferrado a su cadera empecé a lamer su sexo, desde abajo hasta acabar en su clítoris, donde me quedé dibujando círculos con la lengua, a su vez sus gemidos empezaron a ser acompañados por suaves movimientos de cadera, que me forzaban a acompañar mi movimiento de lengua con movimientos de cabeza para evitar alejarme. Sus gemidos fueron aumentando, y sus movimientos eran cada vez más bruscos, entonces yo me separé un instante, lo justo para humedecer mis dedos con saliva e introducir dos dedos en su coño, a lo que ella reaccionó arqueándose ligeramente y gimiendo aun más. Mis movimientos de lengua ahora eran acompañados por mis dedos, los cuales entraban y salían acariciando su interior. Sus movimientos se fueron haciendo cada vez más bruscos y rápidos, sus gemidos, incontrolados, llenaban toda la habitación, haciendo que mi erección fuera cada vez más incontrolable. Me esforzaba por no dejar de mover la lengua, al tiempo que lo hacían mis dedos, y de no perder la posición por sus intensos movimientos. Sus manos pasaban de agarrar las sabanas a mi pelo, sin saber que hacer con ellas, o a coger mi espalda, arañándome, desatada por el placer que sentía. Sus gemidos, cada vez más incontrolables, me excitaban aún más, y se mezclaban con su respiración entrecortada.
-Joder, joder, para… ¡follame ya, por favor! – Dijo entre gemidos.
Yo seguí comiendo su coño y tocándola, mientras sus movimientos, ya descontrolados, se me hacían difíciles de seguir.
-Por favor, por favor, ¡follame! – Seguía diciendo entre jadeos y gemidos.
Entonces me separé, metiendo mi mano entre la cama y su culo, la giré bruscamente, ella se dejó llevar y dio media vuelta sobre la cama, para ponerse a cuatro patas nada más detenerse. Me incorporé y me puse justo detrás suyo, con la mano derecha le azoté el culo, a lo que ella soltó un gemido ahogado, volví a hacerlo, con idéntico resultado por su parte, y un segundo después movió el culo sutilmente, incitándome a penetrarla. Mi vista era espectacular, ella postrada a cuatro patas, con las piernas entreabiertas y su coño, empapado por su flujo y mi saliva, esperando mi embestida, su espalda desnuda, cubierta en parte por su pelo, y ella girada mirándome, esperando a que la follara. Me coloqué detrás suyo, humedecí mi polla con saliva y la acerqué a su coño, la introduje poco a poco, notando como su calor me inundaba, seguí avanzando, a la vez que ella se arqueaba para que entrara hasta el final. Cuando llegué al final me quedé un instante, disfrutando del placer que sentía, entonces ella empezó a moverse, movimientos circulares de su culo. Yo me dejé llevar un instante, pero empecé a moverme hacia detrás y a volver a meterla, poco a poco, pero en un segundo le di otro azote, a lo que reaccionó arqueándose y jadeando, y empecé a embestir con más fuerza. Cogiéndola del pelo y de la cadera fui aumentando el ritmo cada vez más y más, en cada embestida chocaba con su culo, y mis huevos impactaban en sus labios. El ritmo era frenético y en una de las embestidas ella cayó hacia delante, quedando tumbada, yo fui detrás, y sin detenerme continué mis acometidas. Ella soltó un gemido desde el fondo de su ser, y empezó a decir palabras entre jadeos y gemidos.
- ¡Por dios, no pare ahora, no pares!
Sabía que estaba a punto, y yo también lo estaba, mi respiración entrecortada se mezclaba con mis propios gemidos, el ritmo era desenfrenado. Con cada acometida notaba como se acercaba mi orgasmo, lo alargué todo lo posible para prolongar el placer que sentía, pero iba notando como mi polla se llenaba. Unas pocas embestidas más, entre nuestros gemidos y el ruido de los impactos, y de repente exploté, vaciando todo mi contenido dentro suyo, ralentizando el movimiento sin detenerme, para terminar de correrme en su interior y prolongar el placer infinito que sentía, a su vez ella explotó en un gemido desgarrador, nacido de lo más profundo de si misma, con el cual se dejó caer rendida. Yo seguí unos segundos bajando el ritmo poco a poco, para finalmente, manteniendo el pene dentro suyo, caer a su lado, intentando recuperar el aliento y recomponerme.
Y allí nos quedamos, derrotados por el esfuerzo y el placer, tumbados los dos a sabiendas de que no había acabado por hoy…
(Gracias por leer este relato, se agradece cualquier comentario y valoración)