Las mejores pajas siempre son con amigos 3

Tercera parte. Dos amigos adolescentes, una casa de campo y hormonas.

Una tarde mi padre había quedado en ir a jugar al fútbol con unos conocidos, en una cancha del pueblo. Quedaba a una hora de nuestra casa de vacaciones. Cuándo estaba por irse, lo llaman y le dicen que faltaba un jugador más, para poder realizar el partido. Mi padre, nos miró a Bauti y a mí, que veíamos una película en el living de casa y dijo, yo lo soluciono. Se acercó a nosotros y le preguntó directamente a Bauti, sin mirarme siquiera a mí, si quería acompañarlo a jugar al futbol. Bauti me miró, indagando si yo me sentiría mal por el hecho de que él pasara tiempo con mi padre y no yo, así que le sonreí, para que se animara, y terminó accediendo al pedido de mi padre. Tenés 10 minutos para vestirte, dijo mi padre. Acompañé a Bauti a nuestra habitación. Me dijo que a pesar que el rugby era su deporte preferido, el fútbol también lo apasionaba, así que esperaba lucirse en la cancha. Mi padre le daría unos botines de él, por lo que se puso, una remera y unos shorts. Yo lo veía cambiarse de ropa, pensando, cuándo será mío. Cuándo. Cuándo.

Bauti: Che Andy, ¿no tendrías para prestarme unos slips de algodón? Necesito que me sujeten bien, para poder correr mucho.

Andy: Sí. Ya busco.

Bauti se sacó el short y el bóxer, y se quedó esperando que yo le pasara el slip. Lo miré de reojo, su pija estaba tan apetitosa como siempre. Se le recostaba un poco en su muslo derecho, de tanto peso que cargaba. Demoré más de la cuenta, pasándole varios slips, hasta que encontró el que le quedaba cómodo. Le formaba un intimidante paquete, que haría sonrojar a cualquiera. Lo guardó en sus shorts y se despidió de mí. ¿Seguro que no quieres venir?, preguntó. No, no, andá y divertite, yo te espero aquí.

Pasaron las horas y al caer la noche regresó Bautista. Habían ganado, con 2 goles hechos por él. Ey! campeón, lo felicité. Estaba contento, pero muy dolorido, los otros jugadores eran mucho mayores que él, y el fútbol amateur, permite una violencia mayor. Lo habían golpeado mucho, por todos lados. Tenía raspaduras por todo el cuerpo. No voy a poder dormir bien hoy, dijo. Así y todo, no se quejaba, típica actitud del macho, de no manifestar dolor. Si a mí me hubiesen golpeado así, ya estaría pidiendo internación. Le ofrecí hacerle un masaje con una crema antiinflamatoria que tenía mi padre para esas circunstancias. La busqué y le pedí que se sacara la remera y se recostara en la cama boca abajo. Así lo hizo. Le miré la espalda y estaba con algunos morados. Le pasé la crema muy lentamente dándole masajes circulares. ¡Qué excitante! Su piel estaba muy caliente, y tenía una tersura única. Intenté reprimir mis gemidos de goce, mientras le masajeaba toda esa espalda fuerte y ancha, de guerrero romano. Me dieron ganas de acostarme sobre él, pero me contuve. Los masajes le estaban haciendo efecto. Ahh, dijo, me está doliendo menos. Lo di vuelta, dejándolo boca arriba. Empecé a masajearle el pecho, mientras él con los ojos cerrados, descansaba. Masajee su abdomen firme, sus pechos bien formados, rocé varias veces sus pezones grandes, su cuello, sus brazos. Que buena mano tenés, Andy, murmuró. Seguía y seguía, hasta que le vi sangre en los shorts. Te lastimaste, le dije asustado. ¿Qué? ¿Dónde?, dijo. Se fue al espejo del baño a mirarse, era un glúteo. Debe ser en una de las caídas, me habré arrancado la piel, dijo. No paraba de salir sangre. Hay que desinfectar y vendar, sentencié. Busqué lo necesario y me pidió que lo hiciese yo, porque él no llegaría hasta allí. Se bajó el slip y acercó sus nalgas a mí. Le coloqué el desinfectante, y le ardió tanto, que se dio vuelta de un salto, poniéndome el miembro en la cara. Nunca lo había tenido tan cerca, podía sentir su olor. Inspiré profundamente, y lo hice voltear de nuevo. Seguí desinfectando y de broma, volvió a girar repentinamente, que casi me golpea en la cara con su palo. Jaja, dije, basta ya. Él se reía, pensando que me molestaba. Lo di vuelta y terminé de vendarlo. Volvió a darse vuelta y empezó a mover su cintura de un lado a otro rápidamente, haciendo golpear su pene de un lado a otro, yo fingí risa, pero estaba petrificado, luego se puso a hacer el helicóptero, que parecía más la turbina de un avión. Jajaj, volvió a reír. Se vistió y se acostó en su cama. Yo me quedé ordenando todo, hasta que decidí meterme en su cama también.

Los días pasaron y no volvimos a pajearnos. Parecía que Bautista se había calmado y su calentura había disminuido. Jugamos al TEG, al Monopoly, al Tabú, a las cartas, corrimos, nadamos, vimos películas, etc. No tuve ocasión de verlo desnudo nuevamente, y eso me mortificaba. Una noche en que se duchaba, entre al baño, con la excusa de buscar algo que no encontraba. Él no se molestó, es más ni se inmutó, tan tranquilo, como si fuese imposible que yo sintiera atracción sexual por él, por ser dos hombres. Me empezó a comentar uno de los libros que estaba leyendo, mientras se enjabonaba. Debo haberme quedado 15 minutos en el baño, mientras fingía que buscaba lo que se me había perdido, mirándolo de reojo, para reconfirmar que era real, el efebo que había visto antes. Y lo era, el agua caía sobre su cuerpo, mezclado con la espuma del jabón, no había perdido el bronceado aún, su pija colgaba pesada, deliciosa, dura, aun estando en reposo. Tuve que salir rápidamente.

Al día siguiente mis padres invitaron a comer a unos amigos que estaban en un pueblo vecino, también de vacaciones. Eran un matrimonio con una hija un año más grande que nosotros. No bien llegó, vi que Eugenia había cambiado mucho. Estaba más flaca, pero había desarrollado mucho la delantera y la cola. Estaba sexy, bah. Obviamente quedó embobada con Bautista, me di cuenta al instante. Como todo el mundo, mi padre le había tomado mucho cariño, era el hijo que siempre había querido tener, educado, bueno y bueno para los deportes, mi madre también estaba encantada con Bauti, lo tenía en un pedestal; hasta mis hermanas menores buscaban a Bauti para que las haga jugar en la pileta y les enseñe a trepar a los árboles. Lo que noté también es que Bauti también quedó flechado por los encantos de Eugenia. Mientras comíamos, Eugenia me ignoró completamente y se puso a hablarle a Bautista, sin parar. Los mayores hablaban entre ellos, y mis hermanitas jugaban por ahí. Yo, petrificado, viendo como Eugenia seducía a mi objeto de deseo, al destinatario de mi amor, al responsable de mis ganas de vivir. Bautista intentaba que yo participara de la conversación, porque no le gustaba dejar afuera a nadie, ni que la gente se sintiera incómoda. Después de comer, acordaron meterse a la pileta climatizada, estaba muy frio el clima. Bauti fue a ponerse una malla y Eugenia hizo lo propio. Apareció con una bikini de 2 piezas que mostraban su curvilínea figura. Los mayores se fueron a tomar un café al Centro comercial, llevándose a mis hermanas. Bauti y Eugenia se metieron en la pileta y empezaron a jugar a mojarse y a competir en nado. Era obvio que había mucha química entre ellos y lo estaban pasando en grande. Yo seguía sentado a la mesa, mirándolos con profunda envidia. Pero no había nada que hacer, yo no le gustaba a Bauti, le gustaba Eugenia, yo no le gustaba ni le iba a gustar a nadie nunca, dictaminé. Me levanté y dije que me dolía la cabeza, que iba a acostarme. Bauti me miró extrañado y quiso retenerme, pero Eugenia empezó a hacerle cosquillas por debajo del agua, y lo distrajo. Subí a la habitación y me puse a llorar de la frustración. Amaba a Bauti con todo mí ser. No sabía que iba a ser una de las incontables veces que me enamoraría de un imposible, de un amor que nunca iba a ser correspondido.

Me dormí profundamente unas 2 horas, cuando me despertó un ruido que venía desde las escaleras. Eran risas y susurros. Agudicé mi oído y reconocí las voces de Bauti y Eugenia. Estaban en la escalera de nuestra habitación, escondiéndose de los mayores, que ya habían vuelto. Evidentemente ya había olvidado a Erica, la chica que conocimos en el cine.

Bauti: Sos hermosa, me gustas mucho.

Eugenia: ¿En serio lo decís? ¿No se lo dirás a todas?

Bauti: No, no se lo digo a nadie. Sólo a vos. Quédate en esta casa. Por favor.

Los escuchaba besarse y refregarse a lo loco. No podía creerlo. Esa mina estaba ahí comiéndole la boca al amor de mi vida, a escasos metros míos. De repente, se escuchó la voz del padre de Eugenia buscándola. Dejaron de besarse y ella salió. Bautista subió y yo me hice el dormido. Por el rabillo del ojo pude ver como se le marcaba una enorme erección en el pantalón. Esa guarra, pensé. A la noche cuando me disponía a bajar a cenar, Bautista me dijo que esa noche Eugenia nos había invitado a ir a bailar a una disco de moda en un pueblo cercano. Que teníamos que ir si o sí. Que yo era su amigo, y que tenía que hacerle la segunda, para que él pudiera verse con Eugenia, que lo tenía loco, que hablara con mis padres y los convenciera de dejarnos ir. Bautista había cambiado en cuestión de horas, de ser el chico alegre y relajado; ahora estaba sobreexcitado, casi obligándome a hacer lo que me pedía. Bajamos y le rogué a mis padres que nos dejaran ir a la disco, a la que Eugenia nos había invitado, que no era muy lejos, que nos íbamos a cuidar, que no íbamos a tomar alcohol, que íbamos a volver temprano, que nos volveríamos en un taxi. Logramos el permiso, para contento de Bauti e indiferencia mía. Comimos y subimos cambiarnos. Bauti se bañó durante una hora. Salió desnudo, con la toalla colgada al cuello. Yo miré hacia el televisor. Ardía de deseos por él. Iba a morirme. Me dijo: Andy, ¿te parece que me corte un poco el vello púbico? ¿A Eugenia le gustará que me corte todo el pelo? Creo que iremos a su casa al salir de la disco.

Yo: No sé. No parece una chica a la que le importe mucho algo…

Bauti: Jaja. ¿Por qué lo decís?

Yo: No me gusta. Está muy flaca… y no me agrada su voz. ¿Te diste cuenta que parece un papagayo al hablar?

Bauti: No le presté especial atención a su voz, para serte sincero.-Dijo, dibujando con las manos las tetas de Eugenia.

Yo: No puedo creer que seas tan básico, siendo tan inteligente.

Bauti: Bueno, no discutamos. Mírame y córtame un poco, por favor.

Ya empecé a empezar que mi amigo era un sádico. No podía ser. Se paró frente a mi cara con todo su arsenal y me dio una tijera, para que le recortara el vello, porque no teníamos espejo de cuerpo entero en la habitación. Ni en la China de Mao torturaban así, pensé. Le recorté un poco el vello, muriéndome de deseo. Odiaba al mundo, por haber nacido hombre. Bauti era el prototipo de hombre, que buscaría el resto de mi vida. Por su culpa. Se perfumó, se puso ropa nueva, unos jeans un poco apretados, una remera blanca, que resaltaba lo dorado de su piel y su luminosa mirada, unas zapatillas y una campera negra abierta. Estaba sonriente, y me dijo que Eugenia iba a llevar a una amiga para presentarme a mí. Yo fingí interés, mientras buscaba que ponerme. Me vestí con zapatillas, un pantalón viejo y un pulóver. No tenía muchas ganas de ir. No quería ver a mi hombre, si, mí hombre, con esa zorra. Mi padre nos dio bastante dinero (seguro la generosidad era para Bauti), y nos llevó a la disco, aconsejándonos que tuviésemos cuidado.

Entramos a la disco. Era de muy buen nivel, la música era de calidad, muy buen ambiente. Nos fuimos a la barra, y Bauti me dijo que estaba muy nervioso, que tomemos algo antes que lleguen las chicas. Se notaba que era muy tímido con las mujeres. Yo moría de amor, para variar. Compramos un champagne y lo acabamos en 5 minutos. Compramos otro y otro. Al estar bastante mareados ya y con la cantidad de gente que entraba a la disco, estábamos cada vez más cerca, y yo podía oler su olor de cerca, lo que me embriagaba de deseo. Me preguntaba si se dejaba la campera puesta o se la sacaba. Todo me lo decía, pegándome la boca al oído. El alcohol me subió a la cabeza, y me puse a bailar de manera graciosa. Empecé a bailarle alrededor, mientras él se reía, feliz. Estaba contento, aunque no paraba de mirar a la puerta. Noté como varios chicos, que parecían gays, comían con los ojos a mi amigo, y pasaban cerca de nosotros. No los culpaba. Hasta que llegó Eugenia. Estaba vestida con un pantalón apretadísimo que le dibujaba sus nalgas, una remera cortita y el pelo lacio y largo. Atrás suyo venía su amiga  Natalia, con un vestido discreto y botas. Era de baja estatura, flaca, con pelo rizado. Nos presentamos y Eugenia tomó de la mano a Bauti y se lo llevó a comprar alcohol. Natalia se mostró interesada en mí, después de todo, yo también tendría algo de atractivo; en fin, nos pusimos a hablar y yo actué un cierto interés masculino por ella. Bailamos mucho, pero yo no podía dejar de buscar con la mirada a Bauti. Lo encontré, sentado en un sillón, con Eugenia, tomando su quinta o sexta botella de champagne. Me preocupé, porque después de todo, si se emborrachaba iba a ser difícil la vuelta a casa. También me enojaba la actitud de Eugenia, esa perra me ignoraba, hacía como si yo no existiera. Seguí bailando con Natalia e incluso nos besamos y le prometí que la llamaría, cuando volviera a Capital, para salir nuevamente. Voltee a ver hacia donde estaban mis amigos y estaban besándose desenfrenadamente, sobre el sillón. Ahora tomaban vodka, ella es una alcohólica, pensaba para mis adentros. En un momento ella se sube encima de él, para besarlo de frente. Estaban dando un espectáculo, digno de un cabaret. !La odiaba!

Al rato viene Eugenia y se lleva a Natalia al baño con ella. Mi amigo se acerca.

Bauti: ¿Qué tal Natalia? ¿Te gusta?

Yo: Mmse… A vos se te ve disfrutar, ¿no?

Bauti: Nunca estuve con una chica así. No sabes lo bien que besa, me pone a mil. Te quería pedir un favor.

Se notaba que mi amigo estaba ya muy ebrio, porque arrastraba las palabras, le costaba terminar las frases y no conseguía mantenerse en pie solo, se tenía que apoyar en la pared.

Bauti: Andy, creo que hoy por va a ser mi primera vez. Me muero de ganas. (Mientras decía esto, se tocó inconscientemente el paquete)

Yo: ¿Y qué querés que haga yo?

Bauti: Que me cubras con tus padres, para irme con ella y volver mañana a la tarde a la quinta, recién.

Yo: Bauti, no podemos hacer eso. Mi madre llamaría a la tuya al momento para informarle donde estás. Ya sabés como es.

Bauti: Uy sí. ¿No se te ocurre nada?

Yo: Mmm, no. Tendrá que ser otro día.

Bauti: Uhh Eugenia se enojará, porque le cambio el plan.

Yo: Lo siento por ella.

Ja, no te lo vas a llevar tan fácil, perra, pensé para mis adentros. En eso, Bauti se cayó al piso. Estaba muy ebrio. Él no acostumbra a tomar alcohol, por todo el deporte que hacer. Así que su cuerpo no estaba acostumbrado a tanto. Estaba muy mareado. Las chicas volvieron y seguimos bailando ya los cuatro. Yo no podía evitar echarle miradas feas a Eugenia, cuando se besaban con mi amigo. Ella también me miraba raro. Como si yo fuera el que se interponía entre ella y Bauti. Le cuchicheaba algo a Natalia. Compraron la octava botella de la noche y le dije a Bauti que ya no podíamos comprar más, primero, porque solo nos quedaba para el taxi y segundo porque su estado. Bauti estaba prácticamente con todo su cuerpo apoyado en Eugenia, mientras intentaba seguir la música, sin soltar la copa. Eugenia le decía algo al oído, mientras fijaba su vista en mí. Esa perra me había descubierto. A las 6 de la mañana salimos, porque el padre de Natalia llegó a buscarlas para llevarlas de vuelta a casa. Nos despedimos, Natalia y yo con un discreto beso y promesa de vernos, en cambio Eugenia no dejaba de besarlo y de apretarse contra el cuerpo de mi amigo. Las chicas se fueron.

Bauti: ¡Que bronca! Yo quería tener sexo, como sea. Ya.

Se me pasaron tantas cosas por la cabeza, pero no dije nada. Al irse Eugenia, fue como si todo el alcohol hubiese surtido efecto en mi amigo, que prácticamente no podía sostenerse en pie y ya no habló más. Me pasé su brazo por sobre mi espalda, para que se apoyara en mí y lo llevé a rastras a buscar un taxi. Me costó mucho moverlo, yo tengo fuerza, pero mi amigo, a pesar de ser flaco, tiene mucho músculo, y más en ese estado. Era como un peso muerto. Igual sentir su cuerpo duro, sin nada de grasa, firme, pegado al mío, me puso contento. Recuperé el buen ánimo. Qué hermoso que era, podría acostarme sobre su pecho y dormir por años. Conseguí un taxi, subí a mi amigo, jurándole al conductor que no vomitaría en el auto. Sos un gran amigo, te quiero mucho, me dijo entre hipos Bauti. En el trayecto, aunque no tenía necesidad, yo no me despegué de Bauti, era como un imán. Él se quedó dormido. Llegamos, pagué el viaje y bajamos.

Lo desperté, para que colaborara o no podría llevarlo. Entramos al jardín de la casa, y empezó a vomitar y vomitar. Devolvió todo. No hablaba, no podía abrir los ojos, me asusté, ¿sería un coma etílico? Seguí arrastrándolo por medio del parque, hasta que se paró e intentó desabrocharse el jean. Intuí que tenía ganas de orinar y no podía esperar a llegar al baño, por lo que hice que me abrazara con los dos brazos y le desabroché el pantalón, le bajé el bóxer y le saqué la pija. Empezó a mear con fuerza, yo esquivando el chorro, mientras lo sostenía con el cuerpo a él y con una mano a su miembro. No quiero pecar de redundante, pero era un falo precioso, lleno de carne, virgen aún, blanco. En un momento me puse paranoico, de que mis padres pudiesen vernos, por alguna ventana, en esa situación tan rara. Terminó, lo vestí y lo arrastré hasta nuestra habitación. Al llegar a nuestra habitación, lo tiré sobre su cama. Cayó desmayado. Empecé a desvestirlo, le saqué las zapatillas, el jean, la campera, la remera. Lo dejé solo con sus boxers. Estaba helado, pero el cuarto tenía calefacción, además que iba a taparlo con sus colchas. Me desvestí yo también y me metí en mi cama. Bauti murmuraba algo. Me acerqué a ver que decía.

Bauti: Eugenia dice que vos gustas de mí. ¿Podes creer? ¡Vos! ¡Mi hermano!

Yo: ¿Eso te dijo?

Bauti: Sí. Está loca. Dice que harías cualquier cosa por mí.

Yo: Eso sí es verdad.

Bauti: ¿Cualquier cosa? Bueno, no quiero dormirme sin que me la chupen.

Yo: ¿Estás seguro Bauti?

En ese momento, pasaban mil cosas por mi cabeza, la tentación de chupar por primera vez un falo, la culpa, etc. Me aturdían los pensamientos. Hasta que me decidí.

Shh, dijo. Con los ojos cerrados, se destapó y se bajó los boxers, liberando su contenido. Salió exultante, tirando líquido pre seminal, dura como una roca. Si fuese pintor, la haría en un óleo. Quedé cara a cara con ella, yo sobre él, con mi cabeza a la altura de su cintura. Comencé a darle tímidos besitos, por todos lados, por sus gordos testículos, su gran cabeza, su tronco, todo. Bauti gimió un poquito. Estaría pensando que es la zorra de Eugenia la que está agasajándolo. Empecé a chuparla muy despacio. Era la primera vez que me metía una a la boca. Era una sensación sublime. Sabía riquísimo, sabrosa. Me llenaba toda la boca. Intenté metérmela lo más profundo que podía, pero no pude. Apenas llegaba a la mitad. Y de ancho, parecía que iba a reventarme la boca. Succioné sus testículos, uno por vez, intenté meterme los dos juntos, tampoco pude. El gemía de placer. Chupé de muchas maneras, desde la base, hasta la punta, esa cabeza, la destapé con la boca, jugué con su prepucio, con su frenillo. Luego empecé el trabajo a fondo, como había visto en las películas porno. Chupé y chupé con ganas esa herramienta. Me sentí lleno, pleno, satisfecho. Descubrí que nací para dar placer. Me gusta dar placer. Dar, dar. Bauti gemía, disfrutaba, pero no abría los ojos. Sólo reaccionaba a sus sentidos. Llevaba ya como 20 minutos de trabajo continuo y seguía firme ahí. Era sorprendente la resistencia que tenía mi amigo. A una mujer, podría hacerla tener 5 orgasmos seguidos. No lo iban a dejar ir, nunca. Era un semental, como pocos. Empecé a complementar con la mano, para aumentar el ritmo. Su glande estaba rojo e hinchadísimo. Succioné con todas mis fuerzas, hasta que Bauti, me agarró la cabeza con las manos, fuertemente, y me empezó a bombear la boca. Yo me asusté, quise escaparme, pero me tenía fuertemente agarrado. Me ahogué. Era muy fuerte y su mástil, estaba destrozando mi campanilla, dándome arcadas. Me golpeaba la laringe toda. Resistí, como pude. Me calentaba mucho que me obligara a chupársela. Siguió hasta que sentí un gemido más profundo y una explosión dentro de mi boca. Me llenó de leche. Escupí como pude al piso. Eran litros los que había expulsado. Lo miré, estaba con una sonrisa dibujada en el rostro, complacido. A los minutos se durmió profundamente. Yo limpié todo, me fui a lavar los dientes, y volví. Su erección no había disminuido ni un ápice. Quedé admirado, mi pito al acabar, se ablandecía a los segundos. Mi amigo no, seguía firme y arrogante. Lo tapé con las sábanas y colchas. Me desvestí y me acosté en mi cama. ¡Wow! Qué noche de sensaciones nuevas. Me dormí en éxtasis.

Al día siguiente nos despertamos muy tarde. Mi madre subió a ver si estábamos bien, pero nos encontró tan dormidos, que decidió dejarnos dormir. Nos levantamos como a las 15. Bauti se levantó de muy buen humor. Yo busqué algún indicio, que me diera a entender, que fue consciente de lo que había sucedido la noche anterior, pero no dio ninguna señal. Dijo que se sentía fantástico, como nuevo. Eugenia lo llamó y estuvieron hablando largo rato. Colgó y se puso a ayudar a mi papá a montar unos palos, para hacer un cordero patagónico a las brasas. Yo estuve como flotando todo el día, más enamorado que nunca. Me sentía su mujer, y él mi hombre.

Continuará…