Las mejores pajas siempre son con amigos 2
Segunda parte de mi anterior relato. Un viaje iniciático al campo, a mis 15 años, con mi único amigo hetero.
Ayudé a mi madre a preparar la mesa, a preparar un postre (Tiramisú), a cortar la verdura, a hornear pan casero. A mi padre se le quedó la camioneta en un fango, cuando volvía de comprar leña. Ahí fue Bautista, a empujar la camioneta, logrando sacarla con éxito. Las caras de orgullo de mis padres para con él, eran impagables. Creo que si les daban la posibilidad de adoptarlo, no lo dudaban y a mí me abandonaban en algún hospicio.
El domingo, mi padre había conseguido entradas para ir a ver un exclusivo campeonato de Polo que empezaba a las 15 en punto. Esa mañana había llovido, nos habíamos metido en la pileta climatizada y al salir, no se nos ocurrió otra idea que, viendo que alrededor de la pileta se había formado mucho barro, empezara una guerra de barro. Nos ensuciamos íntegros. Eran las 13 y 30 cuando mi madre nos retó duramente, por habernos ensuciado así. Nos mandó a bañar rápidamente, y a vestirnos para ir al torneo de Polo. Subimos y mi padre nos gritó desde abajo que nos apresurásemos.
Yo: ¿Qué hacemos? Estamos llenos de barro.
Bauti: Y si, no va a ser fácil, sacarlo. Además nos están apurando.
Yo: ¿Y si nos duchamos juntos? Para hacerlo más rápido.
Bauti: Bueno. Si, va a ser lo más fácil, sino no vamos a llegar al torneo.
Nos metimos en el baño y empezamos a desvestirnos, la bañera era bastante grande, por lo que entraríamos sin problemas, a mí me daba vergüenza mostrarme desnudo a Bauti, no estaba acostumbrado, por lo que decidí bañarme con mi slip.
Bauti: ¿Te vas a bañar así? ¡Qué sucio!
Bauti se desnudó completamente y se metió en la bañera. Yo entré temblando. Bauti abrió la ducha y comenzó a hacer espuma y a jabonarse, mientras canturreaba una canción de moda. Me pasó un jabón. Yo estaba petrificado veía bambolear su cipote, con esos huevos gorditos colgando, y se me hacía agua la boca. Se paraba con las piernas bien abiertas, dando la apariencia de un gladiador romano. Majestuoso. Con sumo cuidado enjabonaba sus partes, sus testículos, descubría su glande para limpiarlo bien, sus nalgas, su abdomen. Se me paró. Por suerte, él no me miraba, no sé si se percató. Me conversaba tranquilamente, de lo mucho que le gustaba el Polo, que su padre había jugado de joven, que le gustaría aprender, etc. Mientras se ponía shampoo, le dije que tenía barro atrás de la espalda, que no se había salido aún. A ver, sácamelo, que no llego, me pidió. Con sumo placer le enjaboné despacio y suavemente toda la espalda y le pasé una esponja. Era una espalda ancha, fuerte, protectora. Yo respiraba muy cerquita de él, tratando de quedarme con su aroma. ¿Ya está? Preguntó, dándose vuelta y mostrándose de frente. Tenerlo desnudo parado a escasos centímetros mío, me dio una puntada en la pija. Otra cosa que me gustaba era el contraste entre lo dorado de su cuerpo, salvo la zona de la entrepierna que, obviamente no le daba el sol y que por contraste era muy blanca. Le dije, no todavía te queda barro. Lo hice girar y volví a enjabonarlo desde el cuello hasta casi llegar a sus nalgas. Después le dije que le iba a poner una crema enjuague que le iba a dejar el pelo suave, porque él lo usaba despeinado y medio largo. Accedió. Al ser más alto que yo, lo hice sentar en uno de los bordes de la bañera, para poder ponerle la crema en el pelo. Sentado él, vi cómo le colgaba ese rabo largo y grueso y me dio otro cimbronazo en todo el cuerpo. Comencé a tiritar. Los pezones los tenía endurecidos, prácticamente bailaban solos, de lo que me excitaba la escena. Le pregunté más sobre el Polo, que me explicara las reglas, y el empezó a explayarse sobre el tema. Abrí el baño de crema y empecé a embadurnarle su pelo rubio, le hice pequeños masajes, para que le penetre en el cuero cabelludo, yo estaba caliente al máximo, casi gemía. El no miraba mi cuerpo, no le interesaba, no le producía curiosidad, como a mí el de él. Nos estábamos demorando, pero no quería cortar ese momento, era soñado. Tuve temor de que entraran mis padres en cualquier momento y me encontraran en esa situación inexplicable. No éramos tan chicos como para bañarnos juntos. Ya estábamos desarrollados. Sobre todo Bautista jaja. Seguí masajeándolo suavemente con las dos manos, un poco de crema se cayó y fue a parar en su abdomen, con la mano se lo saqué, al tocar su piel dorada desnuda, me dio otro sacudón. Parecían descargas de 500 volts. Le volví a mirar la pija que yacía muerta, así y todo era más grande que la mía en completa erección. Le dije que se pusiera bajo el grifo. Se enjuagó y salió. Yo terminé de bañarme a las corridas. Cuando entré a la habitación, Bauti estaba al lado de su cama terminando de secarse. Mi madre nos gritó que en 5 minutos salíamos. Bauti se secaba el pelo, los brazos, la espalda. Luego se secó sus partes, con ese método que ya les conté, que me hipnotizaba, de pasarse la toalla por entre las piernas y sacudirla para adentro y para afuera, secando todo rabo y sus bolas. Nos vestimos y bajamos. Bauti como siempre, como si no hubiese pasado nada, como si no se hubiese percatado como lo miraba cuando estaba desnudo.
Fuimos al torneo, me aburrí sobremanera. Bauti y mi padre estaban encantados y vitoreaban todo el tiempo. Vi que Bauti miraba a unas chicas, que eran muy lindas y que empezaron a presumirle y a llamar su atención. Las odié, naturalmente.
Al volver a casa. Bauti subió a cambiarse para estar cómodo, pues quería jugar al vóley conmigo y mis padres. Me di cuenta que no se puso ropa interior, se había vestido con un jogging azul bastante viejo y se le marcaba la virilidad. Jugamos un rato largo al vóley, yo haciendo equipo con mi padre y Bauti con mi madre. Obviamente ganó Bauti y mi madre. Por Bauti, el perfecto, el bendecido. Mis padres se fueron a preparar la cena. Se me ocurrió una idea. Moría de ganas de sentir su falo contra mi cuerpo a como dé lugar. Al ser tan inocente, no creí que se diera cuenta de mis intenciones. Y funcionó.
Yo: A que tengo más fuerza que vos. Estoy seguro que si jugara al rugby te destrozo.
Bauti: Jaja. No me hagas reír.
Yo: A ver, hagamos un scrum.
Bauti: Dale. Vas a ver.
El scrum, por si no saben, es la parte en que los jugadores de rugby se empujan todos juntos para ver quien agarra la pelota. Entonces nos pusimos frente a frente, y empezamos a empujarnos mutuamente con todo el cuerpo. Lo empujé con todas mis fuerzas, él se sorprendió, no me hacía tan fuerte. Empezó a poner más y más fuerza. Empecé a sentir en la pierna, su verga firme apretándose contra mí. Después sentí sus bolas. Seguimos, nuestros paquetes se chocaron de frente, fue un encuentro frontal. Bauti ni se enteró. Siguió empujando para dominarme. Yo sentía toda su pija contra mí, era el sueño de mi vida. Era grande y la podía sentir en todo el cuerpo. Luego dejé de sentirla, porque se me endureció de tal forma, que sólo tenía sensibilidad ahí. Pensé que Bauti se iba a dar cuenta de mi erección, pero no dio acuse. Siguió empujando hasta que me tiró al suelo. Había ganado.
Me rondó por la cabeza los días siguientes la idea de repetir la experiencia, de apretar nuestros cuerpos tan intensamente, pero no encontraba la manera, para que no quedara sospechoso. Pronto, tendría la oportunidad.
Una mañana después de almorzar pasta casera con salsa roja, mis padres nos dijeron que nos dejaban en casa hasta la noche, porque iban con mis hermanas a comprar mercadería y luego a ver una reserva de animales que les interesaría a las niñas. Que cuidáramos la casa y que no hiciéramos lío. Los despedimos y cada uno fue para un lado distinto. Yo subí al cuarto, pues había comido demasiado pesado y Bauti salió al parque de la casa. A la media hora subió.
Bauti: ¿Qué haces? Estoy aburrido.
Yo: Yo también estoy aburrido.
Bauti: No se por qué, pero me vinieron unas ganas de cogerme una minita (mujer), que no veo.
Yo: A mí también. Pero si nunca cogiste aún. ¿Cómo sabes cómo se hace?
Bauti: No cogí, pero sé cómo se hace. No soy tonto.
Yo me encontraba tirado a lo largo de mi cama. Bauti agarró una almohada la tiró sobre su cama y se tiró sobre ella. Así se hace, ¿ves?, me dijo. Y empezó a moverse, como si estuviera haciéndole el amor a la almohada. Tenía un movimiento de cadera hipnotizante, con ritmo y certero. Yo no podía dejar de mirarlo. Siguió haciendo como si tuviera sexo con la almohada. Obviamente me excité, me empalmé. Esta es la ocasión, dije para mis adentros. Tomé mi almohada la puse debajo mío y también comencé a bombearla, imitando los movimientos de Bauti. Sería la plena adolescencia, las hormonas o qué, pero sentía que estábamos en confianza como para ir un poco más allá. Bauti siguió bombeando la almohada y yo imitándolo. No recuerdo como, empezamos a jugar a que llegaban mujeres y las hacíamos pasar a las camas y las sometíamos. Nos levantamos, fuimos hasta la escalera y cada uno hacía entrar al dormitorio a una chica distinta, que eran las almohadas, y las tirábamos en la cama y le dábamos acción. Así estuvimos, hasta que una de las veces, dije, lo hagamos más divertido. Me levanté, me acosté en su cama boca abajo, corrí la almohada, y me puse ahí como si yo fuera la chica. Bauti no lo dudó y empezó a bombearme (los dos completamente vestidos) por atrás. ¡! La sensación era muuuy excitante, escuchaba la respiración de Bauti en mi oreja, mientras sentía como su paquete me golpeaba las nalgas sin piedad. Yo empecé a decir cosas, como si fuera una mujer gozando, y él también me decía cosas, como, mirá como te doy, te gusta, ¿no?, etc. Al tomarlo tan sin complejos al juego, se me ocurrió otra idea. Le dije que me esperara. Fui al cuarto de mis hermanitas y tomé una peluca de juguete que ellas usaban, me la puse y volví al cuarto. Me puse la peluca y le dije que me llamaba Britney. Él me llevó, como veníamos jugando a la cama y volvimos a hacerlo, como si fuera un juego, con la ropa puesta. Yo estaba súper mega caliente. Bauti no sé. Hicimos varias posturas. Empezamos con la postura del perrito. Era súper excitante, yo en cuatro patas con la peluca, y el de atrás apoyándome toda su mercadería. Yo cada vez la sentía menos, porque mi erección era tan fuerte, que todo lo sensorial lo tenía ahí. Prácticamente, dejé de sentir su herramienta golpeando mis nalgas. Luego yo lo senté a él en la cama y me senté arriba, y empecé a saltar como una loca, sobre su rabo. Aclaro que en ningún momento tuvo una erección, o al menos yo no la sentí. Lo estaba disfrutando, pero no al punto de calentarse de veras. Le pedí que se sacara el pantalón y la remera, porque me empezaba a lastimar el rose. Quedó en sus boxers. Luego hicimos varias posturas más, de parados, gallinita, etc. Cuando estábamos en cuatro, yo trataba de mandar todos mis sentidos sensoriales a mi orto. Quería sentirlo. Vas a ver putita lo que es bueno, me dijo y me alzó y me colocó contra la pared, sosteniéndome en el aire. Yo lo gocé como nunca, sentirlo tan pegado a mí, y fingiendo o actuando que me daba placer. Me volví loco. Hasta que llegaron mis padres, y bajamos rápidamente. No volvimos a jugar ni a mencionar lo que habíamos hecho esa tarde.
Una siesta, pedimos permiso para ir al cine al Centro comercial. Ese día ponían una nueva entrega de “Saw”, así que estábamos entusiasmados. Nos llevó mi padre en el auto. Al salir del cine, se nos acercaron 2 chicas a comentar la película. Quedé sorprendido, pero recordé el imán que era Bautista, para las féminas. Nos sentamos a tomar helado. Eran 2 chicas de familia adinerada, totalmente bronceadas en pleno invierno, y rubias. Sus nombres eran Erica y Lourdes. Las dos estaban muy interesadas en mi amigo. Yo no emití palabra en toda la conversación. La casualidad que eran de Capital también, y vivían muy cerca de Bautista. Él las convenció de que entrásemos nuevamente al cine a ver otra película. Eso hicimos. Nos sentamos Erica en una punta, Bautista, Yo y Lourdes. En mitad de la película empezaron a besarse y a meterse mano como locos. Ésta chica no anda con vueltas, pensé, va directo a lo que quiere. Mientras ellos dos se comían prácticamente en sus butacas, Lourdes intentó tomarme la mano, sin éxito. No me interesaba, no quería fingir que me atraía. Estaba celoso de Erica. Bautista era mío, aunque él no lo supiera. Lourdes se levantó de la butaca y se fue. Yo la seguí. Se había metido en una Farmacia. Entré también. Compró unos perfumes. Mientras Lourdes pagaba, yo recorría los anaqueles, mientras masticaba una idea morbosa, que se materializó de pronto. Metí varios productos en un canasto y ocultándolos de la vista de Lourdes, pagué y los guardé en mi mochila. Luego salimos y encontramos a Bautista y a Erica, tomados de la mano buscándolos. Ahí nos despedimos, después de intercambiar teléfonos y direcciones, pues ellas tenían que asistir a un cumpleaños cerca de ahí. Al emprender la vuelta en taxi, Bautista iba contentísimo, flipando, asegurándome que con esa chica iba a perder finalmente su virginidad, que habían quedado que al volver a Capital él la visitaría y harían el amor en su casa, porque sus padres no estaban nunca. Qué zorra, dije para mis adentros. En todo el trayecto a la casa quinta, fingí escuchar a mi amigo, pero mi mente estaba pergeñando lo que pasaría al llegar.
Al llegar, mis padres estaban en la piscina con mis hermanas, así que saludamos desde lejos y nos fuimos a nuestra habitación. Estábamos muy abrigados, así que al entrar al dormitorio, prendí la calefacción muy fuerte. Bauti se sacó sus zapatillas, su campera, y se tiró en su cama, quedando con un jean y una remera. Yo hice lo propio en la mía. Llegó el momento, dije.
Yo: Che Bauti, hablando de coger, ¿vos sabes como se coloca un preservativo?
Bauti: Y… no debuté aún, pero imagino como se pone. ¿Por?
Yo: Porque yo no sé cómo se coloca. ¿No me enseñarías?
Bauti: Pero si es fácil, aprietas la puntita y lo vas desenrollando por la verga.
Yo: No, no sé hacerlo, ya lo intenté. Por favor, es a la única persona que puedo pedírselo.
Terminó accediendo, no muy seguro de lo que hacía. Éramos 2 vírgenes de 15 años, pero él no veía mis segundas intenciones o intentaba no darse cuenta. Pero yo no tengo, dijo. Agarré mi mochila y saqué unos preservativos ultra finos. Era parte de mi compra en la Farmacia, entre otras cosas. Se bajó el pantalón y el bóxer, desenfundando su verga, que estaba en reposo.
Yo: Vas a tener que pararla.
Empezó a masturbarse rápido, cerrando los ojos. Yo seguía detenidamente sus movimientos. En segundos se le irguió totalmente. Que alegría verla de nuevo, pensé. Como ya dije era larga y gorda, sin venas marcadas, con una cabeza rosada de gran tamaño. Para sexo anal, no era la más indicada, podía hacer mucho daño. Le pasé el preservativo. Lo abrió y lentamente se lo colocó, bajando por su tronco muy despacio.
Bauti: ¿Ves? No es difícil. Uff que ganas de debutar que tengo, carajo.
El forro estaba muy ajustado, como que le quedara chico. No pasó un minuto que el preservativo se partió. No pudo resistir la fortaleza de esa pija. O yo habré comprado talle small, sin saberlo.
Bauti: Uy! Se rompió. Bueno, ya está– y se lo sacó.
Yo: Ahora que estamos así en confianza, quería pedirte otro favor.
Bauti: ¿Ahora qué?
Yo: Ya que estás así, compré también unos lubricantes íntimos, y me gustaría que me dijeras cuál es el mejor.
Bauti: ¿Qué? ¿Y por qué no los probas en vos?
Yo: Es que vos estás por coger dentro de poco, y estás más desarrollado que yo.
Yo estaba endemoniado, dispuesto a todo. Con el tiempo, cuando rememoro estas escenas, me sorprendo de lo manipulador que era, y de lo fácil que era mi amigo para dejarse engañar. Accedió, finalmente.
Bauti: Bueno, a ver pásame.
Yo: Ahí va.
Y lo que hice no lo puedo creer hasta el día de hoy. Abrí mi mochila y saqué un lubricante a base de agua que venía en un pote verde. Lo apoyé sobre su pija y lo esparcí. Bauti me miró con los ojos como platos. Luego empezó a masturbarse. Está rico, dijo, es la primera vez que uso. Vamos a hacer así, voy a cronometrar con mi reloj, 2 minutos de paja con cada lubricante y al final me decís cuál es el que más te gustó, le dije, mientras buscaba una toalla. Mi amigo siguió con su tarea, recorriendo todo su tronco con gusto. Yo no le sacaba la mirada de encima. Se sacó la remera, quedando completamente desnudo. Se acomodó contra la pared de su cama con las piernas abiertas. Yo me arrodillé en el piso, quedando frente a su él, entre sus dos piernas. La escena era surrealista. Estaba a escasos centímetros de su falo poderoso. Sonaron los 2 minutos, tomé la toalla y le limpié todo el resto de lubricante. Bauti ya estaba entregado. Saqué uno a base de aceite, que venía en un envase rosa. Se lo puse y lo esparcí por todo su aparto, incluida sus bolas. Uff, este es más intenso, dijo. Se mordía los labios y cada tanto llevaba la mano a uno de sus pezones, para frotarlos. Masajeaba su palo con frenesí. Sus huevos saltaban a buen ritmo. 2 minutos. Le saqué con la toalla, lo que quedaba de lubricante. Entonces saqué uno a base de silicona, que venía en un pote azul. Se lo esparcí. A ver qué tal, dijo. Cambió de mano y empezó a cascársela con la izquierda. Su glande se puso muy rojo y su respiración era acelerada. Yo lo incitaba a ir más rápido. La sola imagen de mi amigo desnudo, con ese escultural cuerpo, pelándosela para mí, me hizo acabar. 2 minutos. Éste es el último. Era un tarro de vaselina. Se lo tiré casi entero. Éste es, me dijo. Se centró en su cabeza, cascándosela con fuerza. Empezó a gemir. Se la agarró con las dos manos y bombeó fuertemente. PLASH. Acabó como un toro, llenándome la cara de leche y el suelo, y la pared, y la cama y hasta creo el televisor. Ahhh, dijo, que buena paja, esto del lubricante, no lo voy a dejar nunca más. Lo limpié con la toalla y me limpié la cara, mientras se ponía el bóxer.
Yo: Ya sé cuál usaré, cuando me toque estar con una chica.
Continuará…